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Advertencia
El texto que les remito se integrará a un escrito más amplio; mientras tanto dispongan
de éste para un intento comprensivo de Arendt.
Luis Marcou
Escuela de Sociología, UCV.
Marzo, 2011
2
Hannah Arendt, en el capítulo XIII de su libro, Los orígenes del totalitarismo, nos
formula una interrogante que el lector puede asumir como una hipótesis de trabajo
investigativo y de interpretación históricos. Escribe:
La cuestión que hemos suscitado… es la de qué género de experiencia
básica en la vida en común de los hombres penetra una forma de
gobierno cuya esencia es el terror y cuyo principio de acción es la lógica
del pensamiento ideológico. Es obvio que semejante combinación nunca
fue usada anteriormente en las variadas formas de dominación política.
Pero la experiencia básica sobre la que descansa debe ser humana y
conocida de los hombres en cuanto que hasta éste, el más <original> de
todos los cuerpos políticos, ha sido concebido por hombres y de alguna
forma responde a las necesidades de los hombres1 2
1
Los orígenes del totalitarismo; p. 574. Los subrayados son de quien cita.
2
Comentario gramatical acerca de esta cita: obviamente hay un detalle sintáctico que puede inducir
ambigüedad. El pronombre ‘éste’ debería corregirse si se está refiriendo a la ‘forma de gobierno’ , que es
a lo que se refiere: en vez del ‘éste’ pronominal debe escribirse ‘este gobierno’ si queremos conservar la
sintaxis de las palabras siguientes que completan el párrafo: “el más ‘original’ de todos los cuerpos
políticos...”, etc. O escribir el pronombre en femenino: ‘aquélla’, y corregir el resto de las líneas. Quien
escribe ha consultado la edición en inglés para confirmar la justeza de este comentario; ir a la página 474.
Remito a su URL: http://www.archive.org/stream/originsoftotalit00aren#page/460/mode/2up
3
de la cabeza del ejecutivo.3 En este caso, el ‘orden legal’ (leyes, tribunales y policía),
rudamente, instrumentalizaría el dominio y el terror.
Pero el terror no sería suficiente y el punto a resolver es cómo lograr que los
hombres, de motu proprio, se acomoden a esta forma de gobierno e internalicen el
principio de acción4 que todo régimen necesita para completar su dominio. Se trata, en
este caso, de resolver la consabida fórmula política de coerción y consenso y la dosis
de cada factor que toda forma de gobierno aplicaría.
En un gobierno legítimo, un factor, el de la “fuerza de las leyes” 5, establecería el
marco coactivo para la acción de los hombres. Pero, aquel requeriría también que opere
el factor que logra el consenso básico que soporte las diferencias entre las clases y
grupos humanos; lo que la autora propone con su referencia al principio de acción.
El principio de acción, que “se forma con las pasiones humanas”, constituiría el
móvil consensual del corpus social, del conjunto de las acciones humanas, en cada
forma de gobierno. Léase el término “corpus social” como sociedad civil: el espacio
social donde el Estado, como institución que dispone del uso legal de la fuerza
coactiva, y la asociación de los hombres interactúan, movidos por un principio
compartido. Esta “interacción” requiere además la carta legal constitucional, magna,
que establezca la certidumbre de lo permitido y prohibido y los “contrapesos” que
protejan a ambos, principalmente a la sociedad civil frente al gobierno específico que
expresa al Estado.
Las “formas de gobierno”, en general y esencialmente, pueden clasificarse en
dos tipos opuestos: uno, el Gobierno legal y de “poder legítimo”; el otro, el Gobierno
3
En el caso de la Alemania nazi, Hitler inicia la “introducción de su dictadura” un mes después de su
nombramiento como jefe de gobierno -o Canciller-, cuando convence al presidente del Estado,
Hindenburg, apelar a una cláusula de la Constitución de Weimar que permite suspender las garantías
ciudadanas ante la represión policial en una situación de emergencia (esta había sido la del incendio del
Parlamento, el Reichstag, la noche anterior al 28 de febrero de 1933). Luego, el 23 de marzo, el
parlamento, con mayoría nazi y de sus aliados, aprueba una ley que habilita a Hitler a gobernar por
decretos. Así lo hará hasta 1945. En Italia había ocurrido una evolución similar desde el momento en que
el Rey nombra a Mussolini jefe de gobierno, el 30 de octubre de 1922. Luego, el 24 de noviembre se le
confirieron plenos poderes para gobernar, una “habilitación” legal, hasta el 31 de diciembre de 1923.
Mussolini, con la ayuda de las escuadras fascistas que irán neutralizando con sus acciones violentas de
calle a los opositores políticos, irá introduciendo en ese primer año y los siguientes su régimen legal de
dictadura de partido único. Un punto culminante es el de la creación del Gran Consejo del Fascismo,
como máxima instancia del Partido Nacional Fascista (desde 1923) y luego supremo órgano
constitucional del Estado (diciembre de 1928); y el Duce, Mussolini, tutelándolos sin contrapesos.
4
Concepto que la autora toma de Montesquieu
5
Montesquieu, Espíritu de las Leyes (1748). Selección de textos por Miguel Artola, Textos
fundamentales para la historia; pp. 463-472.
4
ilegal y cuyo poder es “arbitrario”. Del segundo se derivan las formas históricas
conocidas de “opresión política…como el despotismo, la tiranía y la dictadura”6.
Pero una forma política “cuya esencia es el terror y cuyo principio de acción es
la lógica del pensamiento ideológico” es, según Arendt, una novedad histórica, del siglo
XX -aunque fue gestándose sintetizando procesos previos de los que la autora hace una
exhaustiva exposición a lo largo de su libro-. Su novedad consiste en que a diferencia de
las formas de opresión conocidas, el totalitarismo se presenta apelando a las fuentes
primigenias, o desafiando a éstas explícitamente – sea la Divinidad, sea la Naturaleza
Humana, sea la Historia, sean las Costumbres y Tradiciones- que han legitimado las
leyes positivas de las sociedades. Hitler nunca abolió formalmente la Constitución
alemana creada en Weimar –le bastó la “habilitación” del parlamento y gobernar
mediante decretos-; la Unión Soviética promulgó constituciones, por ejemplo la de 1936
(coincidiendo con el período de las grandes purgas políticas que Stalin ordenó). Pero
más importante que esta legalidad formal y ostensible era, en la perspectiva del
pensamiento totalitario, la que surgía en el propio proceso o movimiento de la Historia,
de la Revolución, de la nueva civilización en marcha (un Tercer Reich que duraría mil
años; el socialismo que arribaría al final feliz del comunismo, ambos prometiendo una
nueva humanidad, racialmente pura en el primero; sin clases sociales ni vicios
mercantilistas en el segundo).
El pensamiento totalitario, basado en su propia ideología, elude atenerse y
sujetarse a las leyes positivas establecidas, prefiriendo apelar, o remontarse
argumentalmente, a las mismas fuentes de autoridad y de legitimidad de aquellas y de
las que han derivado las formas políticas conocidas que habría que abolir; siendo de las
mismas fuentes, negándolas o reinterpretándolas radicalmente, de las que habría que
derivar y postular la verdadera Justicia y los principios movilizadores de las sociedades:
sea la Naturaleza y el principio racial para los nazis; sea la Historia de la humanidad y la
Lucha de Clases para los comunistas. El principio racial en un caso, y la lucha de clases
como “motor de la historia”, en el otro, se convierten en leyes en movimiento; más
importantes o fundamentales que las leyes positivas heredadas. Pues de lo que se trata
en una ideología totalitaria es “que la ley de la Naturaleza o la ley de la Historia, si son
adecuadamente ejecutadas, produzcan a la humanidad como su producto final…”.7
6
Hannah Arendt, Ob.Cit. p. 559. Adenda: advertimos que continuaremos el intento de reproducir la
conceptualización de la autora y para no saturar las ‘notas al pie de página’, omitiremos algunas que a
nuestro criterio pueden prescindir de la exigencia de la ubicación exacta del texto citado o glosado.
7
Ibíd., p. 561
5
Como a fin de cuentas el gran objetivo es crear una nueva Humanidad, sea una
basada en el movimiento por la pureza racial, o sea la otra, la del Hombre Nuevo del
comunismo, el “consensus iuris”10 establecido, heredado debe desecharse. La esencia de
la ‘ley’ expresaría los movimientos, y no el marco estable de las acciones sociales.
Sabemos que el Gobierno legal, o constitucional11, define con su marco de leyes
–llamadas positivas en el discurso jurídico- el espacio de actuación de los hombres.
Estas leyes son la expresión de un esfuerzo deliberativo de individuos y grupos que
aspiran a traducir en ellas los valores y normas de lo justo e injusto vinculados a sus
8
En otra sección de este ensayo comentaremos acerca de la noción de impureza y su función en las
ideologías que han acompañado a significativos procesos históricos; para ello referiremos el libro de
Barrington Moore, Pureza moral y persecución en la historia.
9
Ibíd., p. 563
10
Arendt toma esta noción de Cicerón; un autor mexicano nos proporciona una concisa y clara definición
de “consensus iuris”. Citemos:
“La estabilidad del orden social no se apoya únicamente sobre la amenaza de coacción física, sino en el
reconocimiento de la validez de las normas que constituyen el orden por parte de un número socialmente
relevante de sus miembros, es decir, en un consenso que se manifiesta en la definición de las normas
vinculantes. Esto es el consensus iuris, que es en el que se establece la necesidad de que exista un
conjunto de normas que permitan estabilizar las expectativas de los actores para conservar la unidad del
orden social… El consensus iuris, entonces, es el fundamento de legitimación del sistema jurídico y
punto de referencia esencial del conflicto político. También es la condición que hace posible la
coexistencia pacífica de los diferentes” Consultar artículo “Consenso y conflicto”, una reseña del libro de
E. Serrano Gómez, Consenso y conflicto. Schmitt, Arendt y la definición de lo político. México: Centro de
estudios de Política Comparada; 1998. En Revista peninsular.
URL: http://www.larevista.com.mx/ed533/53316.htm. Consulta online noviembre 2009.
11
Ubiquemos esta noción en la evolución filosófico-política de Occidente, desde los antiguos griegos,
teniendo sus manifestaciones más emblemáticas con las Constituciones francesa y norteamericana en el
siglo XVIII, con las que se relaciona el debate jurídico posterior.
6
12
Arendt, Ob.Cit., p. 562
13
Venezuela se ha convertido en un caso interesante; la Carta Magna que se aprobó en 1999,
sustituyendo a la de 1961 (la más larga de nuestra historia), tan pronto como el año 2007 fue sometida a
un referéndum de amplias modificaciones promovido por el presidente Chávez, quien a su vez siempre
había declarado que la Constitución de 1999 era ‘la mejor del mundo’. La prensa venezolana de fines de
noviembre de 2009 recoge la declaración de un diputado, Alfredo Murga, afín a Chávez y vicepresidente
de la Comisión de Participación Ciudadana de la Asamblea Nacional, donde afirma, para justificar
cambios que se están proponiendo en su ámbito legislativo, que “las leyes son cuerpos vivos”(Ver diario
Tal Cual, 25-11-09). Lo que una lectura ingenua pudiera aceptar como una ‘opinión’ entre tantas, pero
que una lectura crítica debe enmarcar en la presentación por el Ejecutivo venezolano del “Primer Plan
Socialista. 2007-2013”. En un evento que reunió al Tribunal Supremo de Justicia con el presidente
Chávez y “juristas” partidarios, la presidenta del Tribunal manifestó: “gracias a la Carta Magna vigente el
país ha ido superando la ‘odiosa división de poderes’, y ha venido desarrollando ‘un sistema que apuesta
por una intensa coordinación, cooperación, colaboración entre los poderes públicos y cada organismo
debe cumplir su papel preponderante’ “. Y Chávez añadió en su discurso en tal evento: “está en marcha
‘un constitucionalismo popular’…”. Reseña en Últimas Noticias, 08-12-2009 (también en otros diarios
venezolanos). Y en la misma línea de este “constitucionalismo” está el discurso de Aristóbulo Istúriz en
la Asamblea Nacional, el 15-12-2009, conmemorativo del referéndum aprobatorio de la Constitución
vigente de 1999 (¡!¿? Resaltemos la ironía y la paradoja del hecho conmemorativo): “El Estado tenemos
que tenerlo en todas las comunidades, eso es el Poder Popular y eso es lo que el Presidente ha propuesto
en la transición al socialismo: El Estado comunal de transición al socialismo. Sustituir el Estado
capitalista burgués por el Estado comunal, con las comunas de ese pueblo organizado, y desmontar el
Estado capitalista burgués y transferirle (sic) al pueblo organizado. Por eso he dicho que los mejores
gobernadores serán los que primero desbaraten la gobernación, los mejores alcaldes serán los que
desbaraten primero la alcaldía; y la desmontemos sin miedo, en las comunas, y allí estaríamos
construyendo el Estado comunal de transición al socialismo.” Ubicación en la web:
http://www.asambleanacional.gob.ve/index2.php?
option=com_docman&task=doc_view&gid=2050&Itemid=89
14
Compartimos, con esta noción, el entendimiento de un parentesco cultural de largo alcance por una
porción de la humanidad cuya identidad posee bases fundacionales en el esfuerzo práctico y teórico de los
“antiguos” griegos y que a través de una evolución compleja, y de altibajos, de siglos desemboca en el
XVIII de nuestra era, en la que se inicia la concreción moderna de las formas de democracia política y sus
implicaciones socio-jurídicas. Estamos conscientes de cualquier señalamiento acusatorio de
etnocentrismo, específicamente eurocéntrico, pero quien escribe y piensa en cualquier parte de
Latinoamérica, por ejemplo, lo hace desde su parcela mínima de esta larga herencia, aunque a veces
proteste contra ella. Una “latinoamericanidad” indígena es un contrasentido nocional; no existen
“latinoamericanos” primigenios y al margen de la evolución de Occidente (representados por España y
Portugal); sí existen indígenas o aborígenes que asimilaron la latinoamericanidad o que la han rechazado
total o parcialmente, pero esto no lo abordaremos aquí.
7
15
Ob.Cit., p. 565
8
16
En 1936, con motivo de la promulgación de la nueva Constitución de la URSS, Stalin establecía en su
discurso ante el VIII Congreso de los Soviets:
“Varios partidos y, por consecuencia, la libertad de los partidos, sólo pueden existir en una sociedad en la
que existen clases antagónicas, cuyos intereses son hostiles e irreconciliables... En la U.R.S.S. sólo hay
cabida para un partido único”. En Deutscher, I.; Stalin; p. 352. Aclaremos aquí acerca de la distinción que
tiende a hacerse entre Lenin y Stalin, aprobatoria del primero y condenatoria del segundo, en la
comparación de los rasgos de sus personalidades políticas; sin embargo, en lo tocante al punto de la
dictadura del partido, ambos coinciden. Lenin escribía en 1919, respondiendo a los que atacaban la
dictadura de un solo partido: “Sí, ¡la dictadura de un solo partido! La defenderemos y no nos
apartaremos de esta postura, puesto que es el partido quien en el transcurso de décadas se ha ganado la
posición de vanguardia de todo el proletariado fabril e industrial”. Y en el duodécimo congreso del
Partido (1923; aún vivía Lenin) fue aprobada la resolución que legitimaba ideológicamente el nuevo
principio político: “... la dictadura de la clase obrera no puede asegurarse más que en forma de dictadura
de su vanguardia dirigente, es decir, del partido comunista”. Citas en E. H. Carr, Historia de la Rusia
Soviética, Tomo I, pp. 248, 249.
17
Es instructivo conocer las síntesis biográficas de los personajes que ejecutaron los designios de Stalin:
Yezhov, jefe de la NKVD (la policía política) hasta 1938 cuando cayó en desgracia y es también
enjuiciado y ejecutado; Beria, quien sucede al anterior y ocupa el cargo hasta 1953 cuando muere Stalin y
él es asesinado por los sucesores de Stalin en la dirección del PCUS. Andréi Vychinski, que como Fiscal
General de la URSS desde 1935 hasta 1940, es el fiscal acusador en los juicios estelares, el de los
principales acusados, en los masivos procesos conocidos como la “Gran Purga” de 1936-38. Vyshinski
fue de los ‘cerebros’ jurídicos del régimen y se le atribuye el enunciado de que “la ley es una herramienta
de la lucha de clases”. Esto puede consultarse en el libro de Isaac Deutscher, Stalin, una biografía
política (1966).También Wikipedia nos brinda una consulta precisa acerca de estos personajes y hechos.
9
Aquí es necesario que hagamos una breve digresión para entender lo del legado
filosófico-político de Occidente y lo que fue dura y trágicamente retado por las
experiencias totalitarias del siglo XX. Lo haremos con una presentación esquemática y
con base en el conocimiento básico que todos, se supone, debemos tener sobre el tema20.
El modelo político de “occidente”. La noción de “democracia occidental”.
Los principios constituyentes de la noción de “democracia occidental” expresan
la evolución y tradición políticas de Europa y su culminación doctrinal en los siglos
XVIII y XIX. En el proceso de conformación de las modernas Naciones-Estados la
cuestión del Poder Político fue convirtiéndose en un gran tema de reflexión y
elaboración teóricas.
La cuestión del poder político en el siglo XVIII obligaba a discutir más urgente y
profundamente acerca de temas que concernían a la legitimidad del poder monárquico
y su vinculación con la noción de soberanía que se esgrimía y el principio del
absolutismo que lo sustentaba; así, es propuesta la superación de éste con la fórmula de
la división de los poderes, lo que suponía una visión nueva de las nociones de
legitimidad y soberanía. Así también, los derechos del hombre fueron debatidos, se
introduce la noción de ciudadano frente a la de súbdito y se afirmaron principios como
los de la libertad del individuo y su carácter irrestricto21, la igualdad de todos ante la
ley; la libertad de ejercer el derecho de reunión y la libre asociación (incluyendo la
asociación política; es decir, fundar partidos políticos); como también la libertad de
expresión y, por consiguiente, la libertad de prensa.
18
En la evolución política latinoamericana es un ingrediente fuerte el legado de los documentos
fundacionales de la nación-estado democrática; recordemos que tan temprano como 1794, Antonio
Nariño hace pública en Bogotá su traducción, al castellano, de la Declaración de los Derechos francesa,
por lo cual es condenado a 10 años de prisión por las autoridades del Virreinato de Nueva Granada.
19
La socialdemocracia europea, continuando el programa socialista e integrándolo en la plataforma
democrático-liberal, será un actor importante en este proceso.
20
Lecturas, entre varias, recomendadas: Miguel Artola, Textos fundamentales para la historia. Madrid: Editorial
Revista de Occidente, 1972. George H. Sabine, Historia de la teoría política. México: Fondo de Cultura Económica,
1965. Kinder, Hermann y Werner Hilgemann, Atlas HistóricoMundial (dos tomos); Madrid: Ediciones Istmo.
21
Una aspiración luego restringida por las leyes que pretenden compatibilizar el afán libertario individual
con el funcionamiento del cuerpo social y del Estado que lo exprese.
10
22
Las fechas entre paréntesis son las convencionalmente emblemáticas; sabemos que toda coyuntura
histórica es un proceso complejo que incluiría muchas fechas significativas.
23
L’etat c’est mois: El Estado soy yo, la frase atribuida a Luis XIV, ya no es un principio aceptable.
11
24
Arendt no define la Italia fascista como totalitaria sino a partir de un momento de su evolución, desde
1936-38, cuando adopta las leyes socio-raciales de inspiración nazi (ver pp. 331-338, 389) Asimismo, no
define la URSS como totalitaria bajo el régimen que inicia Jruschov después de morir Stalin; en este caso,
propone el uso del término dictadura de partido único. Aunque advierte en tal régimen de la posibilidad
de una regresión totalitaria. Ver pp. 27-44 de Los orígenes…
25
Ibíd., p. 479
14
26
Refirámonos al filme La vida de los otros, que bien describe la Alemania oriental, la RDA, y el papel
de su policía política (la STASI) y su sistema de control ciudadano. Se estima que uno de cada cincuenta
alemán oriental era informante de la Stasi. Leer el artículo respectivo en Wikipedia
27
http://www.desdecuba.com/generaciony/
15
Las ideologías.
En el campo de la opinión pública se enfrentan, se discuten, obviamente,
“opiniones”, los “pareceres” serios de la gente. La prensa fue el primer caldero donde
lanzar y debatir las ideas y las opiniones en las nacientes sociedades urbanizadas, donde
individuos y grupos pugnaban alrededor del nuevo orden social, discutiendo a favor o
en contra, y con los diversos matices que caben entre las posturas opuestas. No sólo se
trataba de los temas directa y explícitamente políticos, los de las formas de gobierno,
sino también asuntos como los que suscitaron, por ejemplo, la divulgación de las teorías
de Darwin, o las de Freud, quien al inicio del siglo XX escandalizó, sin ser su intención,
la ‘opinión pública’ con su explicación de la existencia de la sexualidad infantil y el
papel que ésta juega en el psiquismo de los adultos. Es decir, cualesquiera fuese el
asunto, los individuos, los grupos humanos, más masivamente, se relacionaron en
distintos niveles de complejidad con opiniones diversas sobre variados temas; por
supuesto, las que tenían que ver más directamente con sus destinos de vida y su
bienestar material fueron adquiriendo predominancia.
Según Arendt
“…Sólo unas pocas de estas opiniones eran ideologías completas, es decir,
sistemas basados en una sola opinión que resultaba ser lo suficientemente fuerte
como para atraer y convencer a una mayoría de personas, y lo suficientemente
amplia como para conducirla a través de las diferentes experiencias y situaciones
de una vida moderna media. Porque una ideología difiere de una simple opinión
en que afirma poseer, o bien la clave de la Historia, o bien la solución de todos
los ‘enigmas del Universo’ o el íntimo conocimiento de las leyes universales
ocultas de las que se supone que gobiernan a la Naturaleza y al hombre. Pocas
16
28
Ob. Cit.; p. 222. Subrayado de quien cita. *Adenda de quien escribe (LM): El “apoyo del Estado”
pudiese verse más claramente en la experiencia fascista-italiana, ilustrado con el hecho del nombramiento
de Mussolini, por el rey Víctor Manuel III, como jefe de gobierno que, aunque aquel luego impuso su
programa fascista a la sociedad italiana, se conservó la figura del Rey y la estructura del Estado heredado;
pero ante la experiencia nazi se observa la diferencia de que con Hitler, aunque también llegó al gobierno
por una vía legal-constitucional, la estructura del Estado heredado fue radicalmente alterada, logrando
simultáneamente que un componente esencial del Estado, las Fuerzas Armadas, se rindiese ante su
ideología y su plan de transformaciones para la nueva Alemania del Tercer Reich. Ante las experiencias
comunistas diríamos: tomar el Poder y desde el Gobierno redirigir el aparato del Estado hacia su
transformación radical, similarmente como los nazis, y establecer su proyecto de revolución social y de
conformación de un nuevo Estado. Ojear la Constitución vigente de Cuba (1976; reformada en 1992); ella
ilustra la última línea de la cita de Arendt, lo concerniente al establecimiento de una “doctrina oficial”.
17
29
Apelando, como ha dicho el presidente de Venezuela, a un “constitucionalismo popular”. Ver supra la
nota a pie nº 11.
30
Ya no se trata de la pretensión más modesta de la cultura política de cualquier sociedad aspirando a que
sus valores básicos y sus principios orientadores conductuales contribuyan a reforzar lo que la Carta legal
fundamental establece; sin pretender crear un Hombre Nuevo: un desiderátum excesivo, totalitario, se
pudiese decir.
18
Arendt, sin embargo, admite, con tácita simpatía, que “es este desprecio por la
realidad el que hace posible cambiar el mundo”; algo característico de “las teorías y
actitudes revolucionarias” que además se presentan con “la orgullosa presunción del
dominio humano sobre el mundo”. Por supuesto que haber conocido, ella, la experiencia
de la militancia revolucionaria entre sus allegados de esos años de los 1920s y los
1930s, en particular de sus pares intelectuales en la Alemania de Weimar, la ilustró, más
que su propio bagaje de información histórica, acerca de la fuerza de las convicciones
ideológicas en el comportamiento humano que quiere trascender en la esfera pública;
diríamos, vivir épicamente32. Pero el anhelo de una vida épica y el sentirse poseedor o
copartícipe de una ideología que postula su exclusiva verdad histórica y que también
exige la transformación de la sociedad y de la humanidad toda, puede generar una
política de exclusión y exterminio de los adversarios33. En este punto ilustran las líneas
que la propia Arendt dedica a lo que nosotros aquí hemos llamado el anhelo de una vida
épica; ella, en su conceptualización acerca de la afiliación política del “hombre-masa”
europeo en los movimientos totalitarios34, remite a las palabras de uno de los jerarcas
nazis, el jefe de las SS:
“…Himmler, que tan bien conocía la mentalidad de aquellos a los que organizó,
describió no sólo a sus hombres SS, sino a amplios estratos de donde los reclutó,
cuando dijo que no se hallaban interesados en los ‘problemas cotidianos’, sino
sólo ‘en cuestiones ideológicas importantes durante décadas y siglos, de forma
tal que el hombre…sabe que está trabajando para una gran tarea que solamente
se presenta una vez cada dos mil años’.”35
31
Ob. Cit., p. 555. Subrayado por quien cita.
32
Recordamos que el libro que comentamos está dedicado a Heinrich Blücher, quien fue su esposo y
había sido militante del partido comunista alemán.
33
Una consigna como la usada por el oficialismo gubernamental en Venezuela (escribimos en el 2010):
Patria Socialista o Muerte, se inscribe en esta lógica de exclusión, que conlleva un riesgo de evolución
totalitaria.
34
Ver el capítulo X.
35
Ibíd., p. 397
19
36
Cita, por la autora, de un estudioso del fenómeno nazi, Konrad Heiden. Ibíd., p. 399
37
A tres escritos remitimos: Norberto Fuentes, La autobiografía de Fidel (tomo I: El paraíso de los
otros); Barcelona: Destino, 2004. Jon Lee Anderson, Che Guevara, una vida revolucionaria; Barcelona:
Anagrama, 2006 (La biografía más rigurosa acerca de esta figura); Ernesto ‘Che’ Guevara, Mensaje a la
Tricontinental (1967). Fuente: Cuadernos de Ruedo Ibérico. Nº 12; pp. 94-101. París, 1967.
URL: http://www.filosofia.org/hem/dep/cri/ri12094.htm
38
Nada que ver con una epistemología como la de Karl Popper y su criterio de que una ciencia se define,
modestamente añadiríamos, por el principio de “refutabilidad”.
39
Entre los años finales de los sesenta e inicios de los ochenta del siglo XX hubo un masivo devaneo e
intensa actividad editorial y polémica alrededor de la noción de Ideología. Particularmente en Venezuela
fueron muy leídos los escritos de Ludovico Silva, importante ensayista venezolano de la época (remitirse
a La plusvalía ideológica, Caracas, 1970 y Teoría y práctica de la ideología, México, 1971). Desde
afuera recibimos muy especialmente los escritos de Louis Althusser, quien desde la propia militancia en
la teoría marxista y la izquierda comunista francesa, incidió en una línea interpretativa sobre Marx y
donde la noción de Ideología estuvo en el centro polémico de sus definiciones (ver del autor La
revolución teórica de Marx, México: edit. Siglo XXI, 1967; Ideología y aparatos ideológicos de Estado,
1970).
40
Abreviaremos las referencias: todas las citas breves están contenidas entre las páginas 568 y 580 de la
Ob. Cit. de Arendt.
20
41
En Platón esta teoría de las ideas funda la gnosis verdadera del mundo, dado que ellas como las
esencias eternas y perfectas de las cosas del mundo, estarán dispuestas para “los ojos de la mente” del
filósofo que se acerca a ellas.
21
de una intención secreta tras cada acto político público. Una vez que los
movimientos han llegado al poder, proceden a modificar la realidad conforme a
sus afirmaciones ideológicas. El concepto de enemistad es reemplazado por el
de conspiración, y ello produce una mentalidad en la que la realidad –enemistad
real o amistad real- ya no es experimentada y comprendida en sus propios
términos, sino que se asume automáticamente que significa algo más.”44
47
Ibíd., p. 571
26
48
Puede leerse una puntualización acerca del mismo en Anthony Giddens:
http://www.letraslibres.com/index.php?art=5725
27
50
Ob. Cit., p. 573. No citamos aquí integralmente de la edición en español; hemos cotejado con la versión
en inglés y, sin atrevernos a una traducción libre, hemos hecho, sin embargo, leves variaciones sintácticas
que, creemos, mejoran la claridad del texto.
29
Antisemitismo e Imperialismo.
En los párrafos siguientes debemos exponer resumidamente lo que las partes una
y dos del libro despliegan en la construcción del concepto de totalitarismo; lo relativo a
los términos que intitulan tales partes: el antisemitismo y el imperialismo. Ambas
nociones se vinculan en el contexto de la generación de los hechos históricos que
caracterizan la primera mitad del siglo XX y la especial eclosión del totalitarismo.
El antisemitismo51
La historia de Europa por siglos conoció el odio étnico hacia los judíos, en
particular marcado por la hostilidad mutua de dos credos religiosos que rivalizaban, el
cristiano y el judío52. Sin embargo, el antisemitismo constituiría un fenómeno nuevo, en
el marco de la aparición de ideologías políticas sistemáticas y el uso que del
antisemitismo se haría como ingrediente en un nacionalismo xenófobo y racista.
Seguiremos la argumentación de Arendt para precisar el surgimiento de este sentimiento
étnico convertido en una política.
51
El término semita tiene un estatus lingüístico-étnico y abarcaría hebreos, árabes y otros pueblos
originarios del Medio Oriente con una raíz lingüística común. Adquirió en el contexto político del XIX
una significación ideológico-racial, designando especialmente a los judíos. Al enunciar el término
antisemitismo se entiende el discurso y la práctica social que anatematiza a los judíos. Tal hecho
ideológico se complementa con la aparición de fuertes movimientos pan-ideológicos como el
pangermanismo y el paneslavismo. Por supuesto, ocurre vinculado a ellos el surgimiento de teorías
raciales y en especial de un ismo: el racismo. En el caso del término sionismo (de Sion, uno de los
nombres bíblico-hebreos de Jerusalén), se designa el movimiento por la creación del Estado de Israel, que
aunque surgido en el siglo XIX, adquirió fuerza a propósito del holocausto y concretó su meta con la
fundación del Estado de Israel en 1948. Y aunque en el movimiento socialista europeo fue significativa la
presencia de militantes y dirigentes de origen judío, el término sionismo se convirtió en una calificación
política condenatoria, entre otras, en los procesos que llevaron a la eliminación de prominentes dirigentes
en el bloque soviético de Europa del Este entre 1949 y 1952. Claramente se testimonia esto en el libro de
Artur London, La confesión, donde el autor narra su propia experiencia en los “juicios de Praga”.
52
Por supuesto, con ventajas para los cristianos dado que tenían el apoyo del ‘poder’ de la Iglesia Católica
y de los gobernantes cristianos. Un hito importante que ilustra es el Concilio de Letrán en 1215,
convocado por el Papa Inocencio III, que entre sus conclusiones (cánones) de defensa de la fe estuvo la
de las restricciones a los judíos. Curiosamente, entre ellas estaba la de la distinción en sus vestidos con el
uso de un parcho amarillo.
30
obteniendo –y dado el nuevo clima cultural-político que Francia había abierto- que la
“emancipación” legal (igualdad jurídica) se concretase en otros países europeos a lo
largo del siglo XIX e inicios del XX (siendo Europa Oriental la más retardada; como en
Occidente, España, que lo instituye en 1910). Sin embargo, tal aceptación social no
borró en la mentalidad general de los pueblos la visión de los judíos como privilegiados
por las élites políticas dirigentes y, por este vínculo, expoliadores del Estado (lo que se
sumaba a la tradicional hostilidad étnico-religiosa). Tal imagen corresponde a la
influencia que banqueros judíos lograron y cimentaron en el siglo XVIII.
Sin embargo, precisa Arendt, una contradicción se desenvolvía en el cambio que
el pueblo judío europeo experimentaba. La “emancipación” así como posibilitaba la
integración de los judíos a las sociedades nacionales como ciudadanos plenos, por otra
parte se creaba en la opinión pública una imagen contradictoria, inclinándose hacia lo
negativo, por el estatus de los “banqueros judíos” como un estrato especial intereuropeo
(aquí destaca emblemáticamente el caso de los Rothschild: la crónica histórica de esta
familia judía cuenta de cómo el fundador de la casa financiera en la ciudad de Francfort,
Meyer Amschel Rothschild, primó la preservación del estatus internacional europeo
estableciendo a sus cinco hijos en las ciudades financieras principales de Europa:
Francfort, París, Londres, Nápoles y Viena).54
Anotemos, quienes leemos a Arendt desde la perspectiva de haber corrido ya la
primera década del siglo XXI, que el logro que significa la Unión Europea descansa en
la conciencia de una pertenencia común a una colectividad supranacional. Sin embargo,
tal culminación positiva del europeísmo es quizás más la consecuencia del aprendizaje
de sus trágicas guerras del siglo XX y no el fruto de una multisecular “solidaridad
europea” que siempre fue políticamente frágil. Escribe Arendt que en el “precario
‘equilibrio del poder’ en Europa” los judíos fueron “una especie de símbolo del interés
común de las naciones europeas” y que la ruptura profunda de aquel equilibrio en el
inicio del siglo XX inicia la “catástrofe del pueblo judío”.
En tal “catástrofe” encajó perfectamente la acusación de la conspiración judía
para hacer y deshacer los gobiernos nacionales y satisfacer además su voracidad
financiera provocando guerras que ellos mismos terminaban subvencionando con sus
préstamos –hecho que correspondía parcialmente con la realidad, puesto que
efectivamente estaban los ejemplos: en la guerra europea de los Treinta Años en el XVII
muchos dispersos prestamistas judíos acreditaron a sus príncipes; así como luego, ya en
54
Ibíd., pp. 70-75
32
Una anotación especial debe hacerse acerca del elemento intereuropeo judío y su
particular inserción en las sociedades nacionales. La “emancipación” permitió eludir la
“asimilación” que implicaba la renuncia a su propia identidad; sin embargo, antes de la
tragedia que les vendría con la política nazi muchos judíos habían resuelto “asimilarse”
y asumir plenamente su identificación nacional particular –con las distinciones
características ya vinculadas a las diferencias de clase social y de ideología política-55.
Pero al lado de estas “asimilaciones” nacionales, con pérdida o no de su identidad étnica
-fuese parcial o general esta pérdida, porque hubo judíos que, por ejemplo, se
desvincularon en lo religioso reconociendo una judeidad en otros planos-, siguió
habiendo un segmento que se afirmaba como intereuropeo. Este ingrediente, sin el rasgo
de su adscripción a una élite económica superior, fue creciendo entre las nuevas
generaciones que se beneficiaron de la “emancipación” y optaron por carreras
académicas universitarias, científicas, artísticas y políticas. Sobretodo en la opción del
ejercicio de la política práctica muchos judíos van a sostener un nuevo
internacionalismo, vinculado éste al movimiento socialista o socialdemócrata, y luego
de la división de éste a partir de la Revolución Rusa, vinculado también a los partidos
comunistas. El lema del Manifiesto Comunista: “proletarios de todos los países: uníos”,
es un rasgo programático de la militancia comunista, que entre los de origen judío podía
coincidir con un genuino sentimiento internacionalista y “cosmopolita”. La militancia
de judíos entre los bolcheviques y otros partidos comunistas de Europa fue
numéricamente importante, particularmente entre los dirigentes –entre éstos quizás por
55
La película Sunshine (o El amanecer de un siglo), de 1999, escrita y dirigida por el húngaro István
Szabó, ilustra el punto que anotamos, ficcionando desde comienzos del siglo XX la saga de tres
generaciones de la familia judía “Sonnenschein”, apellido que es cambiado a “Sors” por miembros de la
segunda generación que desean integrarse más a la sociedad húngara; luego viven las experiencias del
dominio alemán-nazi y del siguiente régimen comunista.
33
Sin embargo, en la mentalidad general europea, con distinta intensidad según los
países, primaba una imagen de la judería que al antiguo dicterio de “asesinos de Jesús”
proveniente de lo hondo del sentimiento etnofóbico, se sumaba la nueva acusación de
un “gobierno mundial judío”, a la manera de una “sociedad secreta” que conspiraba para
la consecución de sus objetivos de un poder mundial (en tal marco circulaba desde
inicios del siglo XX un folleto antisemita, Los protocolos de los sabios de Sión, impreso
en Rusia, país donde los pogromos contra los judíos eran frecuentes. El texto se
presenta como la transcripción veraz de una reunión conspiratoria donde notables sabios
de Sion –nombre que también designa a Jerusalén- exponen los planes para el
establecimiento de un gobierno mundial sionista, es decir, judío)57
56
Ibíd., p. 69
57
La autoría de Los Protocolos… es atribuida a la policía secreta zarista, que ante el auge de la actividad
política opositora, particularmente la socialista, buscaba desacreditar a ésta relacionándola con una
conspiración judía. La fundación del movimiento por la creación de un Estado propio judío en un evento
realizado en agosto de 1897 en Suiza, presidido por Theodor Herzl, denominado Primer Congreso
34
Continuemos citando
“...¿Dónde, además, hallar mejor prueba del fantástico concepto de un Gobierno
mundial judío como en esta única familia, de ciudadanos de cinco países
diferentes, destacados en todas partes, en íntima cooperación por lo menos con
tres Gobiernos distintos (el francés, el austríaco y el británico), cuyos frecuentes
conflictos ni siquiera por un momento conmovieron la solidaridad de intereses
de sus banqueros estatales? Ninguna propaganda podría haber creado un símbolo
más efectivo a fines políticos que la misma realidad.58
Sionista, fue un referente que le dio cierta verosimilitud al folleto apócrifo. En el régimen nazi, aparte del
libro Mi lucha, de Hitler, tal escrito fue el más difundido y leído entre la juventud nazificada. No es
casual que entre los dicterios más comunes en los discursos de Hitler estuviese el de la “conspiración
judeo-bolchevique”.
58
Arendt, Ob. Cit., pp. 74-75
35
El imperialismo.
El punto culminante en esta evolución del antisemitismo en Europa coincide con
el apogeo de la política imperialista de las Naciones-Estados europeas. Arendt destaca
59
Ibíd., p. 75
60
Ibíd., pp. 75-76
36
61
En la conceptualización del Imperialismo que la autora realiza dos obras importantes son utilizadas y
referidas: de Rudolf Hilferding, El Capital Financiero (1910); y de J. H. Hobson, El imperialismo (1902).
Estas obras alimentaron, en lo fundamental, las teorías que sobre tal fenómeno se harían en las décadas
siguientes; por ejemplo, fueron muy usadas por Lenin en su opúsculo El imperialismo, fase superior del
capitalismo (1916).
62
p. 62
37
los pueblos de las Naciones-Estados que se expandían hacia otros territorios y los de los
pueblos que se subordinaban en esta relación imperial. En la ideología del imperialismo
un “darwinismo” social encajó para explicar estas diferencias y justificar el dominio de
unos pueblos nacionales sobre otros. Y el Estado reforzará su función como defensor de
los derechos de sus ciudadanos nacionales por encima de un supuesto estatuto de
derechos humanos universales –como habían sido establecidos, por ejemplo, en la
filosofía política del siglo XVIII-. Arendt cita unas líneas de Tocqueville que ilustran el
quiebre político-cultural que ella quiere destacar: “El siglo XVIII ‘creía en la variedad
de razas, pero en la unidad de la especie humana’”64. Tal “unidad” de la humanidad se
quiebra con el fenómeno totalitario del siglo XX, cuyo símbolo eminente es el campo
de concentración nazi.
64
p. 241
65
Ver pp. 299-305.
39
Esta condición cultural latente del pueblo judío, que pudiese llevar a su
“perversión racial” si se interpretaba la creencia judeo-cristiana del origen divino del
hombre como un origen colectivo, es decir, étnico, de todo un pueblo; tal condición
cultural -como ingrediente ideológico-, el paneslavismo y el pangermanismo,
principalmente, la convirtieron en el tema central de su autodesignación como el
verdadero pueblo elegido y la insertaron en un programa de supremacismo étnico que la
expresión de “nacionalismo tribal” conceptualiza.
Porque el nacionalismo tribal es la perversión precisa de una religión que hace a
Dios escoger a una nación, a la propia; sólo porque este antiguo mito, unido a un
pueblo superviviente de la antigüedad, había echado profundas raíces en la
civilización occidental pudo el moderno líder del populacho, con una cierta dosis
de plausibilidad, llegar a la desfachatez de arrastrar a Dios a los pequeños
conflictos entre pueblos y de pedir Su asentimiento a una elección que el líder
había ya manipulado a su antojo. El odio de los racistas contra los judíos surgió
de una aprensión supersticiosa de que pudieran ser los judíos y no ellos mismos
a los que Dios hubiera elegido, aquellos a quienes estaba reservado el éxito por
la Divina Providencia. Existía un elemento de resentimiento imbécil contra un
pueblo del que se temía que había recibido una garantía racionalmente incom-
prensible de que eventualmente emergería, a pesar de todas las apariencias,
como el vencedor final de la historia del mundo.66
fuerza por bandas controladas por el Partido. Si fuese necesario porque las
circunstancias políticas y jurídicas impiden la acción dictatorial inmediata, se crearía
una estructura paralela de ‘frentes sociales’ –sindicatos laborales, por ejemplo- a los
existentes en el régimen heredado con el fin de su socavamiento paulatino). Un
principio ‘programático’, seductor en su uso por la propaganda, guía esta ingeniería
social: construir “una sociedad sin clases”.68
* El apoyo de las masas al proyecto político y su vínculo emocional a un líder
que usa efectivamente la técnica de la demagogia en la búsqueda de la adhesión
fanática. Por parte del líder y de su aparato de propaganda no hay escrúpulos para el uso
de la mentira sistemática (“La masa cree más en la gran mentira que en la pequeña”,
diría Hitler). El principio de “la lealtad al jefe” –muy importante en la militancia que
conforma el aparato del Poder- contrarresta en todo caso que las mentiras sean
percibidas como tales, más bien son interpretadas como habilidades o virtudes tácticas
del líder; ocurre así una graduación cognoscitiva que va desde la credulidad ingenua de
parte de las masas hasta el cinismo de la alta jerarquía interna del Partido; porque, al
final, lo que vale es la creencia en la infalibilidad de las acciones del líder al margen de
la veracidad de sus palabras. Y para los que dentro de la élite dirigente no creen
simplemente “en los clichés ideológicos ni en la infalibilidad del jefe”, su lealtad
descansa, en palabras de Arendt, en un “cinismo moral” consistente en “una firme y
sincera fe en la omnipotencia humana”: todo se vale, diríamos, y el jefe, el líder
aceptado sería el instrumento máximo de tal omnipotencia que la ideología ha
racionalizado.
Las masas se identifican con un movimiento y un líder que logran
expresar mejor el resentimiento o la inconformidad que ellas han acumulado y que llega
a un punto de saturación con la crisis económica y la pérdida de legitimidad del sistema
de partidos y otras organizaciones existentes. Las masas convencidas por el nuevo
liderazgo y su ‘movimiento’ excusarán el uso de prácticas no democráticas y violentas
por los militantes del nuevo movimiento; ocurre, obviamente, un deterioro en las
culturas democrática y racional-jurídica, ganando prestigio el método de la resolución
por la fuerza de los disensos sociales: el atractivo de la dictadura.69
68
Pp. 401 y contiguas
69
Pp. 385-400; 474 y contiguas.
42
Esta definición de Mussolini serviría como una definición general de todas las
experiencias societales y políticas donde prima un ordenamiento “estatalista” de las
instituciones y prácticas plurales y diversas de los grupos humanos; donde el poder del
Estado a través del Gobierno establecido y con base en los principios declarados en una
Ideología oficial-gubernamental, comanda a la sociedad plural hacia una homogeneidad
orgánica regida por la Ideología oficial.
* Cercenar la libre iniciativa fuera del plan del Estado. Todo debe estar previsto
o encajar en lo que se considera previsto.73
* El adoctrinamiento y la propaganda. La propaganda es un instrumento
destacado en la etapa en que el movimiento totalitario todavía no ha tomado el poder ni
establecido el régimen; lo es también para su uso en el extranjero, fuera de los países
donde ya ejerce el poder absoluto. En lo interno de estos países sustituirá a la
propaganda con el adoctrinamiento –o la primera se vuelve secundaria. Lo fundamental
70
p. 408
71
¿O se trata también del predominio de la razón económica? Si consideramos la afirmación de Arendt
acerca de que la “filosofía política de la burguesía era siempre <totalitaria>; siempre supuso una identidad
de política, economía y sociedad, en la que las instituciones políticas servían sólo como fachada de sus
intereses particulares…”, que en el fenómeno del Imperialismo se mostraría crudamente (la cita en la pág.
419). Recordemos que la autora en el cap. XIII de su libro señala que toda ideología posee germinalmente
elementos totalitarios.
72
"The Fascist conception of the State is all-embracing; outside of it no human or spiritual values can
exist, much less have value. Thus understood, Fascism is totalitarian, and the Fascist State—a synthesis
and a unit inclusive of all values—interprets, develops, and potentiates the whole life of a people”
Mussolini, Benito. 1935. Fascism: Doctrine and Institutions. Rome: Ardita Publishers. p 14. La
traducción al castellano es nuestra (LM). El texto referido se halla en Wikipedia:
http://en.wikipedia.org/wiki/Fascism#cite_note-158
73
Arendt, Ob. Cit., p. 422
43
es adoctrinar; lo cual se complementará con el uso del Terror (la cotidianización del
miedo).
* La Ideología como pilar central del funcionamiento de la propaganda y del
adoctrinamiento. Ella debe ser sistemática, omnicomprensiva y omnipresente; no dejar
por fuera ningún proceso o aspecto de la realidad y de la Historia porque todo debe ser
explicado y encajar perfectamente en los fines que la Ideología ha enunciado
(teleología) y que derivan de sus premisas explicativas. La Ideología, así, es totalizante
y debe penetrar o conquistar la mente de cada individuo: en sus convicciones y en su
lógica argumentativa.74
“…las masas…están predispuestas a todas las ideologías porque explican los
hechos como simples ejemplos de leyes y eliminan las coincidencias inventando
una omnipotencia que lo abarca todo y de la que se cree que se halla en la raíz de
cualquier accidente. La propaganda totalitaria medra en esta huida de la realidad
a la ficción, de la coincidencia a la consistencia…”75
74
Ibíd., pp. 425 ss.; 222-4; 555-7; 568-578
75
p. 437
76
Pp. 450 ss.
44
general, la del Movimiento que el Líder encarna, tiende a cumplirse por la fidelidad que
todos deben al Líder (o al Comandante, como se estila en Cuba). La organización se
sostiene en un “culto a la personalidad” del líder.
Militarismo y Nacionalismo.
La organización tiende a expresarse con formas, usos y prácticas militares
(uniformes, escenarios, ‘saludos’, marchas y desfiles, celebraciones de batallas y
episodios que simbolicen la “gloria” del Movimiento y la fusión de éste con la tradición
de la Nación, jerga e imágenes de combate, etc.). En los casos históricos ‘clásicos’
totalitarios, señala Arendt, se trataba de reforzar “‘la lucha ideológica del movimiento’
contra el difundido pacifismo de Europa después de la primera guerra mundial”. En
general, estos “arreos militaristas” buscan “la abolición de las normas y de la moral
cívicas”.77
El militarismo concuerda con la naturaleza de un sistema político cuyo
“movimiento” constante es necesario para lograr el cambio de civilización y de
humanidad (al menos, esta es la oferta). Así, es necesario: provocar la confrontación
permanente porque esto depura la sociedad y despierta a los rezagados; crear enemigos,
si los reales ya no existen, por medio de la invención de conspiraciones internas o
externas -o ambas vinculadas- prefiriendo el enemigo externo porque facilita el recurso
del discurso patriótico y nacionalista; en síntesis, glorificar lo ya hecho y el esfuerzo
presente de los promotores del cambio revolucionario. Darle un tinte épico al proceso, y
nada mejor que su envoltura militar y las grandilocuentes apelaciones nacionalistas y
patrióticas; para lo cual una consigna es enunciada desde la cúspide del Poder –
generalmente, por el líder máximo- para expresar y dar valor retórico al real, o
imaginado, gran esfuerzo.
77
p. 457
45
permitiendo espacios restringidos de libertad; tal sistema sería defectuoso para los fines
del ejercicio de un poder político, el totalitario, que pretende ser socialmente omnímodo
de acuerdo a los imperativos de su Ideología central y de la propia ‘mecánica’ del poder
del Jefe.81
Arendt, en esta distinción entre la dominación totalitaria y la autoritaria, o
dictatorial-despótica, especifica como experiencias reales ‘modélicas’ de un régimen
totalitario a la Alemania del Tercer Reich desde 1938 y a la Unión Soviética desde
1930, o sea, desde los inicios del Primer Plan Quinquenal. En tal delimitación
cronológica, los “campos de concentración” nazis y la aplicación de experimentaciones
biológico-raciales; y los campos soviéticos (los “gulags”), más las “purgas” masivas –
incluyendo el exterminio- de los “enemigos objetivos” del proceso, tales rasgos
prácticos se convierten en esenciales en el ‘modelo’ de dominación totalitaria.
Esenciales porque fueron instrumentos de una política sistemática de Terror que a su
vez correspondía a una Ideología que jerarquizaba el cambio de la civilización y
establecer una nueva Humanidad.82
Las experiencias totalitarias ‘clásicas’-la nazi y la soviética- evolucionaron de
dictaduras unipartidistas que establecieron una “amalgama del Estado y el partido”, pero
confiriéndole al partido el poder efectivo sobre el aparato del Estado el cual se va
recomponiendo de acuerdo a este hecho: el Partido se impone al Estado. Esta
conceptualización, según Arendt, dejaría por fuera la experiencia italiana, la del régimen
Fascista, al menos hasta 1938. El Partido fascista se integró al aparato del Estado,
copándolo parcialmente; y dependiendo su propio poder del poder del Estado que lo
asimila al ser ‘conquistado’
De lo que se trata en la experiencia totalitaria es que el agente fundamental de la
transformación civilizatoria es el Movimiento, el Partido; no el Estado y su aparato
administrativo y militar.
81
pp. 496 y contiguas.
82
Pp. 496; 512
47
Por supuesto, Mires, que ha leído a Arendt, puede facilitarle a los lectores de su
artículo una definición abreviada de régimen totalitario y ahorrarle a éstos la tarea de
una fatigosa lectura que además no concierne al interés teórico más preciso y urgente de
su breve ensayo –breve pero muy sustancioso- apuntando a una caracterización del
83
Pp. 521 y contiguas
84
“La híbridocracia o las dictaduras del siglo XXI”; en el blog Ideas de Babel; 26 Septiembre, 2009.
URL: http://ideasdebabel.wordpress.com/2009/09/26/fernando-mires-la-hibridocracia-o-las-dictaduras-
del-siglo-xxi/
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