You are on page 1of 49

1

Advertencia
El texto que les remito se integrará a un escrito más amplio; mientras tanto dispongan
de éste para un intento comprensivo de Arendt.

Luis Marcou
Escuela de Sociología, UCV.
Marzo, 2011
2

El totalitarismo y Hannah Arendt

Hannah Arendt, en el capítulo XIII de su libro, Los orígenes del totalitarismo, nos
formula una interrogante que el lector puede asumir como una hipótesis de trabajo
investigativo y de interpretación históricos. Escribe:
La cuestión que hemos suscitado… es la de qué género de experiencia
básica en la vida en común de los hombres penetra una forma de
gobierno cuya esencia es el terror y cuyo principio de acción es la lógica
del pensamiento ideológico. Es obvio que semejante combinación nunca
fue usada anteriormente en las variadas formas de dominación política.
Pero la experiencia básica sobre la que descansa debe ser humana y
conocida de los hombres en cuanto que hasta éste, el más <original> de
todos los cuerpos políticos, ha sido concebido por hombres y de alguna
forma responde a las necesidades de los hombres1 2

Lo que debemos explorar y comentar entonces, partiendo de la autora, es cuál


“experiencia básica” de los grupos humanos nos permitiría entender el fenómeno al que
ella dedicó el análisis de su libro: la forma de gobierno totalitaria. Iniciaremos los
comentarios partiendo del contenido de la misma cita.

El “terror” -uno de los dos conceptos-clave referidos en la cita- se colocará, en


esta forma de dominación política, en el lugar de la Constitución y las leyes,
anulándolas, suspendiéndolas o simplemente no atendiendo a su letra. Igualmente,
podrá el agente organizador del terror crear una nueva legalidad, sea elaborando una
nueva constitución o, sin alterar la que hereda, gobernar por decretos-leyes que emanan

1
Los orígenes del totalitarismo; p. 574. Los subrayados son de quien cita.
2
Comentario gramatical acerca de esta cita: obviamente hay un detalle sintáctico que puede inducir
ambigüedad. El pronombre ‘éste’ debería corregirse si se está refiriendo a la ‘forma de gobierno’ , que es
a lo que se refiere: en vez del ‘éste’ pronominal debe escribirse ‘este gobierno’ si queremos conservar la
sintaxis de las palabras siguientes que completan el párrafo: “el más ‘original’ de todos los cuerpos
políticos...”, etc. O escribir el pronombre en femenino: ‘aquélla’, y corregir el resto de las líneas. Quien
escribe ha consultado la edición en inglés para confirmar la justeza de este comentario; ir a la página 474.
Remito a su URL: http://www.archive.org/stream/originsoftotalit00aren#page/460/mode/2up
3

de la cabeza del ejecutivo.3 En este caso, el ‘orden legal’ (leyes, tribunales y policía),
rudamente, instrumentalizaría el dominio y el terror.
Pero el terror no sería suficiente y el punto a resolver es cómo lograr que los
hombres, de motu proprio, se acomoden a esta forma de gobierno e internalicen el
principio de acción4 que todo régimen necesita para completar su dominio. Se trata, en
este caso, de resolver la consabida fórmula política de coerción y consenso y la dosis
de cada factor que toda forma de gobierno aplicaría.
En un gobierno legítimo, un factor, el de la “fuerza de las leyes” 5, establecería el
marco coactivo para la acción de los hombres. Pero, aquel requeriría también que opere
el factor que logra el consenso básico que soporte las diferencias entre las clases y
grupos humanos; lo que la autora propone con su referencia al principio de acción.
El principio de acción, que “se forma con las pasiones humanas”, constituiría el
móvil consensual del corpus social, del conjunto de las acciones humanas, en cada
forma de gobierno. Léase el término “corpus social” como sociedad civil: el espacio
social donde el Estado, como institución que dispone del uso legal de la fuerza
coactiva, y la asociación de los hombres interactúan, movidos por un principio
compartido. Esta “interacción” requiere además la carta legal constitucional, magna,
que establezca la certidumbre de lo permitido y prohibido y los “contrapesos” que
protejan a ambos, principalmente a la sociedad civil frente al gobierno específico que
expresa al Estado.
Las “formas de gobierno”, en general y esencialmente, pueden clasificarse en
dos tipos opuestos: uno, el Gobierno legal y de “poder legítimo”; el otro, el Gobierno

3
En el caso de la Alemania nazi, Hitler inicia la “introducción de su dictadura” un mes después de su
nombramiento como jefe de gobierno -o Canciller-, cuando convence al presidente del Estado,
Hindenburg, apelar a una cláusula de la Constitución de Weimar que permite suspender las garantías
ciudadanas ante la represión policial en una situación de emergencia (esta había sido la del incendio del
Parlamento, el Reichstag, la noche anterior al 28 de febrero de 1933). Luego, el 23 de marzo, el
parlamento, con mayoría nazi y de sus aliados, aprueba una ley que habilita a Hitler a gobernar por
decretos. Así lo hará hasta 1945. En Italia había ocurrido una evolución similar desde el momento en que
el Rey nombra a Mussolini jefe de gobierno, el 30 de octubre de 1922. Luego, el 24 de noviembre se le
confirieron plenos poderes para gobernar, una “habilitación” legal, hasta el 31 de diciembre de 1923.
Mussolini, con la ayuda de las escuadras fascistas que irán neutralizando con sus acciones violentas de
calle a los opositores políticos, irá introduciendo en ese primer año y los siguientes su régimen legal de
dictadura de partido único. Un punto culminante es el de la creación del Gran Consejo del Fascismo,
como máxima instancia del Partido Nacional Fascista (desde 1923) y luego supremo órgano
constitucional del Estado (diciembre de 1928); y el Duce, Mussolini, tutelándolos sin contrapesos.
4
Concepto que la autora toma de Montesquieu
5
Montesquieu, Espíritu de las Leyes (1748). Selección de textos por Miguel Artola, Textos
fundamentales para la historia; pp. 463-472.
4

ilegal y cuyo poder es “arbitrario”. Del segundo se derivan las formas históricas
conocidas de “opresión política…como el despotismo, la tiranía y la dictadura”6.
Pero una forma política “cuya esencia es el terror y cuyo principio de acción es
la lógica del pensamiento ideológico” es, según Arendt, una novedad histórica, del siglo
XX -aunque fue gestándose sintetizando procesos previos de los que la autora hace una
exhaustiva exposición a lo largo de su libro-. Su novedad consiste en que a diferencia de
las formas de opresión conocidas, el totalitarismo se presenta apelando a las fuentes
primigenias, o desafiando a éstas explícitamente – sea la Divinidad, sea la Naturaleza
Humana, sea la Historia, sean las Costumbres y Tradiciones- que han legitimado las
leyes positivas de las sociedades. Hitler nunca abolió formalmente la Constitución
alemana creada en Weimar –le bastó la “habilitación” del parlamento y gobernar
mediante decretos-; la Unión Soviética promulgó constituciones, por ejemplo la de 1936
(coincidiendo con el período de las grandes purgas políticas que Stalin ordenó). Pero
más importante que esta legalidad formal y ostensible era, en la perspectiva del
pensamiento totalitario, la que surgía en el propio proceso o movimiento de la Historia,
de la Revolución, de la nueva civilización en marcha (un Tercer Reich que duraría mil
años; el socialismo que arribaría al final feliz del comunismo, ambos prometiendo una
nueva humanidad, racialmente pura en el primero; sin clases sociales ni vicios
mercantilistas en el segundo).
El pensamiento totalitario, basado en su propia ideología, elude atenerse y
sujetarse a las leyes positivas establecidas, prefiriendo apelar, o remontarse
argumentalmente, a las mismas fuentes de autoridad y de legitimidad de aquellas y de
las que han derivado las formas políticas conocidas que habría que abolir; siendo de las
mismas fuentes, negándolas o reinterpretándolas radicalmente, de las que habría que
derivar y postular la verdadera Justicia y los principios movilizadores de las sociedades:
sea la Naturaleza y el principio racial para los nazis; sea la Historia de la humanidad y la
Lucha de Clases para los comunistas. El principio racial en un caso, y la lucha de clases
como “motor de la historia”, en el otro, se convierten en leyes en movimiento; más
importantes o fundamentales que las leyes positivas heredadas. Pues de lo que se trata
en una ideología totalitaria es “que la ley de la Naturaleza o la ley de la Historia, si son
adecuadamente ejecutadas, produzcan a la humanidad como su producto final…”.7

6
Hannah Arendt, Ob.Cit. p. 559. Adenda: advertimos que continuaremos el intento de reproducir la
conceptualización de la autora y para no saturar las ‘notas al pie de página’, omitiremos algunas que a
nuestro criterio pueden prescindir de la exigencia de la ubicación exacta del texto citado o glosado.
7
Ibíd., p. 561
5

Por lo que ya no interesa el bienestar circunstancial de los hombres de una etapa


que será pasajera; y mucho menos interesa una parte de la sociedad, sea una clase social
que simboliza el pasado o grupos raciales que portan la impureza biológica 8; interesa y
es prioritario la edificación de la nueva civilización, de la nueva humanidad, y así las
clases y las razas, cualesquiera grupo humano que represente un freno al movimiento de
la Historia, debe ser sacrificado, literalmente entendido. Los “campos” nazis o los
gulags soviéticos, o los “campos de la muerte” en la Camboya de Pol Pot, servirán para
esta magna tarea de la Historia.

Concerniente a ‘tales leyes en movimiento’, Hannah Arendt menciona la


ocurrencia de un “cambio intelectual” a mediados del siglo XIX: interpretar que la
realidad, toda ella, es “base de una evolución ulterior”. Continuemos citando:
“…el término mismo de ‘ley’ cambia de significado: de expresar el marco de
estabilidad dentro del cual pueden tener lugar las acciones y los movimientos
humanos, se convierte en expresión del movimiento mismo.”9

Como a fin de cuentas el gran objetivo es crear una nueva Humanidad, sea una
basada en el movimiento por la pureza racial, o sea la otra, la del Hombre Nuevo del
comunismo, el “consensus iuris”10 establecido, heredado debe desecharse. La esencia de
la ‘ley’ expresaría los movimientos, y no el marco estable de las acciones sociales.
Sabemos que el Gobierno legal, o constitucional11, define con su marco de leyes
–llamadas positivas en el discurso jurídico- el espacio de actuación de los hombres.
Estas leyes son la expresión de un esfuerzo deliberativo de individuos y grupos que
aspiran a traducir en ellas los valores y normas de lo justo e injusto vinculados a sus
8
En otra sección de este ensayo comentaremos acerca de la noción de impureza y su función en las
ideologías que han acompañado a significativos procesos históricos; para ello referiremos el libro de
Barrington Moore, Pureza moral y persecución en la historia.
9
Ibíd., p. 563
10
Arendt toma esta noción de Cicerón; un autor mexicano nos proporciona una concisa y clara definición
de “consensus iuris”. Citemos:
“La estabilidad del orden social no se apoya únicamente sobre la amenaza de coacción física, sino en el
reconocimiento de la validez de las normas que constituyen el orden por parte de un número socialmente
relevante de sus miembros, es decir, en un consenso que se manifiesta en la definición de las normas
vinculantes. Esto es el consensus iuris, que es en el que se establece la necesidad de que exista un
conjunto de normas que permitan estabilizar las expectativas de los actores para conservar la unidad del
orden social… El consensus iuris, entonces, es el fundamento de legitimación del sistema jurídico y
punto de referencia esencial del conflicto político. También es la condición que hace posible la
coexistencia pacífica de los diferentes” Consultar artículo “Consenso y conflicto”, una reseña del libro de
E. Serrano Gómez, Consenso y conflicto. Schmitt, Arendt y la definición de lo político. México: Centro de
estudios de Política Comparada; 1998. En Revista peninsular.
URL: http://www.larevista.com.mx/ed533/53316.htm. Consulta online noviembre 2009.
11
Ubiquemos esta noción en la evolución filosófico-política de Occidente, desde los antiguos griegos,
teniendo sus manifestaciones más emblemáticas con las Constituciones francesa y norteamericana en el
siglo XVIII, con las que se relaciona el debate jurídico posterior.
6

fuentes primigenias de legitimidad (los Preámbulos de los textos constitucionales


ilustran estas magnas referencias). Y en esta tradición de pensamiento, el Hombre no es
“encarnación ambulante de la ley, sino que, al contrario, ésta siguió diferenciándose de
él como la autoridad que exigía asentimiento y obediencia”. Continuemos con Arendt:
“… las leyes positivas eran cambiantes y cambiables según las circunstancias,
pero poseían una relativa permanencia en comparación con las acciones
humanas mucho más rápidamente cambiantes; y derivaban esta permanencia de
la eterna presencia de su fuente de autoridad. Por eso, las leyes positivas son
primariamente concebidas para funcionar como factores estabilizadores de los
cambiantes movimientos de los hombres.”12; 13

La tradición jurídica y política de Occidente 14nos ha legado la fórmula del


Gobierno constitucional cuyas leyes positivas establecen las “fronteras” del espacio

12
Arendt, Ob.Cit., p. 562
13
Venezuela se ha convertido en un caso interesante; la Carta Magna que se aprobó en 1999,
sustituyendo a la de 1961 (la más larga de nuestra historia), tan pronto como el año 2007 fue sometida a
un referéndum de amplias modificaciones promovido por el presidente Chávez, quien a su vez siempre
había declarado que la Constitución de 1999 era ‘la mejor del mundo’. La prensa venezolana de fines de
noviembre de 2009 recoge la declaración de un diputado, Alfredo Murga, afín a Chávez y vicepresidente
de la Comisión de Participación Ciudadana de la Asamblea Nacional, donde afirma, para justificar
cambios que se están proponiendo en su ámbito legislativo, que “las leyes son cuerpos vivos”(Ver diario
Tal Cual, 25-11-09). Lo que una lectura ingenua pudiera aceptar como una ‘opinión’ entre tantas, pero
que una lectura crítica debe enmarcar en la presentación por el Ejecutivo venezolano del “Primer Plan
Socialista. 2007-2013”. En un evento que reunió al Tribunal Supremo de Justicia con el presidente
Chávez y “juristas” partidarios, la presidenta del Tribunal manifestó: “gracias a la Carta Magna vigente el
país ha ido superando la ‘odiosa división de poderes’, y ha venido desarrollando ‘un sistema que apuesta
por una intensa coordinación, cooperación, colaboración entre los poderes públicos y cada organismo
debe cumplir su papel preponderante’ “. Y Chávez añadió en su discurso en tal evento: “está en marcha
‘un constitucionalismo popular’…”. Reseña en Últimas Noticias, 08-12-2009 (también en otros diarios
venezolanos). Y en la misma línea de este “constitucionalismo” está el discurso de Aristóbulo Istúriz en
la Asamblea Nacional, el 15-12-2009, conmemorativo del referéndum aprobatorio de la Constitución
vigente de 1999 (¡!¿? Resaltemos la ironía y la paradoja del hecho conmemorativo): “El Estado tenemos
que tenerlo en todas las comunidades, eso es el Poder Popular y eso es lo que el Presidente ha propuesto
en la transición al socialismo: El Estado comunal de transición al socialismo. Sustituir el Estado
capitalista burgués por el Estado comunal, con las comunas de ese pueblo organizado, y desmontar el
Estado capitalista burgués y transferirle (sic) al pueblo organizado. Por eso he dicho que los mejores
gobernadores serán los que primero desbaraten la gobernación, los mejores alcaldes serán los que
desbaraten primero la alcaldía; y la desmontemos sin miedo, en las comunas, y allí estaríamos
construyendo el Estado comunal de transición al socialismo.” Ubicación en la web:
http://www.asambleanacional.gob.ve/index2.php?
option=com_docman&task=doc_view&gid=2050&Itemid=89
14
Compartimos, con esta noción, el entendimiento de un parentesco cultural de largo alcance por una
porción de la humanidad cuya identidad posee bases fundacionales en el esfuerzo práctico y teórico de los
“antiguos” griegos y que a través de una evolución compleja, y de altibajos, de siglos desemboca en el
XVIII de nuestra era, en la que se inicia la concreción moderna de las formas de democracia política y sus
implicaciones socio-jurídicas. Estamos conscientes de cualquier señalamiento acusatorio de
etnocentrismo, específicamente eurocéntrico, pero quien escribe y piensa en cualquier parte de
Latinoamérica, por ejemplo, lo hace desde su parcela mínima de esta larga herencia, aunque a veces
proteste contra ella. Una “latinoamericanidad” indígena es un contrasentido nocional; no existen
“latinoamericanos” primigenios y al margen de la evolución de Occidente (representados por España y
Portugal); sí existen indígenas o aborígenes que asimilaron la latinoamericanidad o que la han rechazado
total o parcialmente, pero esto no lo abordaremos aquí.
7

donde los hombres podemos interrelacionarnos y ejercer nuestras libertades. Arendt


hace la analogía entre aquellas y la memoria de los hombres:
“…las fronteras de las leyes positivas son para la existencia política del hombre
lo que la memoria es para su existencia histórica: garantizar la preexistencia de
un mundo común, la realidad de una continuidad que trasciende al espacio de
vida individual de cada generación, absorbe todos los nuevos orígenes y se nutre
de ellos.”15

Abolir, o simplemente suspender, el orden legal establecido puede introducirnos


en el terreno de la arbitrariedad y el temor; no saber a qué atenernos y quedar bajo la
discrecionalidad del déspota, sea éste una persona (un monarca absoluto, un dictador) o
una entidad colectiva (el partido, su burocracia y su policía secreta). O cualesquiera de
las fórmulas experimentadas de dictadura personal y aparato colectivo (el partido), el
que, aun supeditado al dictador, participa del sistema de dominio y lo “legitima” como
portador colectivo de la “razón” histórica, y cuyo líder máximo, el dictador, es la
indiscutida mejor expresión individual de aquella “razón”: el hombre que
correspondería a la necesidad histórica.
Un orden legal que es suprimido, o alterado parcial pero sustancialmente, es
rendido ante el discurso que lo deslegitima y justifica su abolición. Y habrá razones para
esta derogación o alteración esencial del cuerpo jurídico: la discrepancia entre lo legal y
lo justo, o entre lo legal y lo legítimo, designando con los segundos términos, lo justo y
lo legítimo, la parte prioritaria de la sociedad política, su razón de ser, lo que sustenta el
consenso; así que la pérdida de éste, o la falta de eficacia del “principio de acción”, de
lo que movilizaba positivamente a los hombres, a los ciudadanos alrededor y pro su
forma de gobierno justificará la demolición del Estado. Esto es una vieja discusión en la
filosofía política, desde los griegos, como la propia Arendt ha señalado. Pero el punto es
que el pensamiento totalitario cancela, oblitera esa discusión por cuanto la nueva
humanidad, devenida de su propio triunfo histórico (sea el Tercer Reich, que duraría mil
años según Hitler; o el Comunismo cuya edificación se iniciaría con la toma del poder
por los revolucionarios-bolcheviques, los comunistas) concreta ya la Justicia, pues la
nueva Humanidad es portadora de las nuevas leyes que el Partido y/o el Líder
interpretan y expresan; y que el nuevo Estado revolucionario codificará en la medida de
lo posible dado que el Movimiento de la Historia hacia el Hombre Nuevo

15
Ob.Cit., p. 565
8

sobredetermina todo esfuerzo de institucionalizar la sociedad y toda codificación legal,


subordinando estos esfuerzos a los propios fines del Movimiento.
En realidad, las Constituciones terminan siendo secundarias. Existe en todo
Gobierno revolucionario, totalizante en sus ambiciones, una contradicción: oscilar entre
el requerimiento de la estabilización, que por ejemplo la Constitución expresa; y por
otro lado el Movimiento, las exigencias del Proceso. Cuando en la URSS el Soviet
Supremo promulga la Constitución de 1936, que declarativamente establecía el fin de la
antigua sociedad y sus clases sociales “explotadoras”16, al mismo tiempo Stalin, como
jefe y centro unipersonal de la toma de decisiones fundamentales en el Partido -entidad
que, a su vez, como instrumento de poder efectivo era más importante que el cuerpo
burocrático del Estado- ordena un movimiento de purgas políticas y aniquilación física
de los purgados. Para esto contará con un factótum: el jefe de la policía política (la
NKVD: Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos)17.

Un inciso conceptual: el Gobierno constitucional.


Conocemos, al menos en términos vagos, lo que contiene esencialmente un
Gobierno constitucional; estamos habituados a las fórmulas político-jurídicas de las
constituciones. Todas girando en el torno de los principios de la Declaración de
Independencia de los Estados Unidos, de 1776, y de la Declaración de los Derechos del

16
En 1936, con motivo de la promulgación de la nueva Constitución de la URSS, Stalin establecía en su
discurso ante el VIII Congreso de los Soviets:
“Varios partidos y, por consecuencia, la libertad de los partidos, sólo pueden existir en una sociedad en la
que existen clases antagónicas, cuyos intereses son hostiles e irreconciliables... En la U.R.S.S. sólo hay
cabida para un partido único”. En Deutscher, I.; Stalin; p. 352. Aclaremos aquí acerca de la distinción que
tiende a hacerse entre Lenin y Stalin, aprobatoria del primero y condenatoria del segundo, en la
comparación de los rasgos de sus personalidades políticas; sin embargo, en lo tocante al punto de la
dictadura del partido, ambos coinciden. Lenin escribía en 1919, respondiendo a los que atacaban la
dictadura de un solo partido: “Sí, ¡la dictadura de un solo partido! La defenderemos y no nos
apartaremos de esta postura, puesto que es el partido quien en el transcurso de décadas se ha ganado la
posición de vanguardia de todo el proletariado fabril e industrial”. Y en el duodécimo congreso del
Partido (1923; aún vivía Lenin) fue aprobada la resolución que legitimaba ideológicamente el nuevo
principio político: “... la dictadura de la clase obrera no puede asegurarse más que en forma de dictadura
de su vanguardia dirigente, es decir, del partido comunista”. Citas en E. H. Carr, Historia de la Rusia
Soviética, Tomo I, pp. 248, 249.
17
Es instructivo conocer las síntesis biográficas de los personajes que ejecutaron los designios de Stalin:
Yezhov, jefe de la NKVD (la policía política) hasta 1938 cuando cayó en desgracia y es también
enjuiciado y ejecutado; Beria, quien sucede al anterior y ocupa el cargo hasta 1953 cuando muere Stalin y
él es asesinado por los sucesores de Stalin en la dirección del PCUS. Andréi Vychinski, que como Fiscal
General de la URSS desde 1935 hasta 1940, es el fiscal acusador en los juicios estelares, el de los
principales acusados, en los masivos procesos conocidos como la “Gran Purga” de 1936-38. Vyshinski
fue de los ‘cerebros’ jurídicos del régimen y se le atribuye el enunciado de que “la ley es una herramienta
de la lucha de clases”. Esto puede consultarse en el libro de Isaac Deutscher, Stalin, una biografía
política (1966).También Wikipedia nos brinda una consulta precisa acerca de estos personajes y hechos.
9

Hombre y del Ciudadano aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente de Francia


el 26 de agosto de 1789.18 Luego, los siglos XIX y XX fueron ampliando derechos y
deberes, sobretodo incorporando los llamados derechos sociales,19 pero siempre girando
en el mismo eje de principios políticos que alimentaron aquellos documentos.

Aquí es necesario que hagamos una breve digresión para entender lo del legado
filosófico-político de Occidente y lo que fue dura y trágicamente retado por las
experiencias totalitarias del siglo XX. Lo haremos con una presentación esquemática y
con base en el conocimiento básico que todos, se supone, debemos tener sobre el tema20.
El modelo político de “occidente”. La noción de “democracia occidental”.
Los principios constituyentes de la noción de “democracia occidental” expresan
la evolución y tradición políticas de Europa y su culminación doctrinal en los siglos
XVIII y XIX. En el proceso de conformación de las modernas Naciones-Estados la
cuestión del Poder Político fue convirtiéndose en un gran tema de reflexión y
elaboración teóricas.
La cuestión del poder político en el siglo XVIII obligaba a discutir más urgente y
profundamente acerca de temas que concernían a la legitimidad del poder monárquico
y su vinculación con la noción de soberanía que se esgrimía y el principio del
absolutismo que lo sustentaba; así, es propuesta la superación de éste con la fórmula de
la división de los poderes, lo que suponía una visión nueva de las nociones de
legitimidad y soberanía. Así también, los derechos del hombre fueron debatidos, se
introduce la noción de ciudadano frente a la de súbdito y se afirmaron principios como
los de la libertad del individuo y su carácter irrestricto21, la igualdad de todos ante la
ley; la libertad de ejercer el derecho de reunión y la libre asociación (incluyendo la
asociación política; es decir, fundar partidos políticos); como también la libertad de
expresión y, por consiguiente, la libertad de prensa.

18
En la evolución política latinoamericana es un ingrediente fuerte el legado de los documentos
fundacionales de la nación-estado democrática; recordemos que tan temprano como 1794, Antonio
Nariño hace pública en Bogotá su traducción, al castellano, de la Declaración de los Derechos francesa,
por lo cual es condenado a 10 años de prisión por las autoridades del Virreinato de Nueva Granada.
19
La socialdemocracia europea, continuando el programa socialista e integrándolo en la plataforma
democrático-liberal, será un actor importante en este proceso.
20
Lecturas, entre varias, recomendadas: Miguel Artola, Textos fundamentales para la historia. Madrid: Editorial
Revista de Occidente, 1972. George H. Sabine, Historia de la teoría política. México: Fondo de Cultura Económica,
1965. Kinder, Hermann y Werner Hilgemann, Atlas HistóricoMundial (dos tomos); Madrid: Ediciones Istmo.
21
Una aspiración luego restringida por las leyes que pretenden compatibilizar el afán libertario individual
con el funcionamiento del cuerpo social y del Estado que lo exprese.
10

Resumidamente, el siglo XVIII lega nociones que se convertirán en elementos


para los programas de lucha política cuyos primeros grandes acontecimientos son el
movimiento independentista norteamericano (1776) y la Revolución Francesa (1789).22
Esquemáticamente, resumamos en el discurso liberal-democrático los siguientes
principios programáticos:
* La soberanía política descansa en la nación y en el pueblo (“soberanía popular”)
y no en el monarca u otra entidad autocrática.
* La fuente de legitimidad del poder político estriba en la expresión libre de la
voluntad popular (Sufragio universal y secreto).
* Carácter representativo del gobierno. Los gobernantes son simples mandatarios
y no mandantes; no son detentadores del poder sino representantes de los mandantes-
electores.
* División y equilibrio del poder político. La organización del poder
gubernamental debe garantizar el equilibrio y el contrapeso entre las partes que integran
el Estado, el cual, como expresión del acuerdo de un demos plural, ya no es sólo la
voluntad ejecutiva de un rey u otra entidad autocrática.23 En consecuencia, el ejecutivo
y el legislativo deben ser instancias separadas; y el cuerpo de aplicación de justicia debe
ser plenamente autónomo del juego de intereses de las otras instancias.
* Carácter abierto o público del poder político (la res publica). Todos tienen el
derecho a optar por los cargos gubernamentales, ser candidatos y públicamente ejercer
su libertad de opinión, disensión y crítica por cualesquiera medios.
* Lo anterior supone plenas libertades de expresión y de prensa; de reunión y libre
asociación política.
* En consecuencia, es básico que actúe este pluralismo político por medio de
organizaciones independientes del poder gubernamental: los partidos políticos y otras
entidades. Aquí radica la noción del pluralismo como esencial al modelo democrático
“occidental”.

En conclusión; el programa liberal-democrático significa el enunciado de un


modelo de democracia representativa y pluripartidista.

22
Las fechas entre paréntesis son las convencionalmente emblemáticas; sabemos que toda coyuntura
histórica es un proceso complejo que incluiría muchas fechas significativas.
23
L’etat c’est mois: El Estado soy yo, la frase atribuida a Luis XIV, ya no es un principio aceptable.
11

Sin embargo, recapitulemos brevemente acerca del rasgo de lo popular en la


noción de soberanía y su expresión en el régimen electoral; así como en la cuestión
disyuntiva de la forma republicana estricta o de la monárquico-constitucional.
Vista en perspectiva histórica, la democracia occidental es primeramente una
democracia restringida, dado el carácter censitario del sistema electoral. De aquí que
pueda calificarse, en sentido estricto, de Democracia Burguesa al régimen político cuya
constitución establece una distinción entre ciudadanos activos y pasivos, según sean (tal
como lo registra el censo) propietarios o no, y sujetos, por tanto, al pago de un impuesto
que otorgaba el derecho a voto y a optar por los cargos públicos (advirtamos que el
calificativo de ‘democracia burguesa’ ha sido usado en el discurso marxista aún para
referirse a un régimen democrático no censitario y basado en el sufragio universal, si
este régimen se incluye en el contexto de la sociedad capitalista donde el aparato estatal
es -según el marxismo- representativo, esencialmente o en última instancia, de los
intereses de la clase social económicamente dominante).
La primera Constitución de la República Francesa (septiembre de 1791) y la
Constitución de 1795, que anula la Constitución democrático-radical de 1793 (junio),
son ejemplos del conflicto de intereses sociales y de la relación de fuerza entre ellos,
que en estos casos se resuelven a favor de las clases económicamente dominantes,
estableciéndose un sistema censitario.
El siglo XIX y parte del XX vivirán el proceso de impugnación popular que
logrará incrustar en el sistema político democrático liberal-burgués las exigencias del
programa liberal-radical y del movimiento socialista. El desarrollo del movimiento
obrero y la fuerza progresiva de su organización sindical, el papel de una nueva
intelectualidad radical-democrática y la conformación de Partidos Políticos fueron los
actores principales de tal proceso.
Así, el sistema electoral restringido (censitario) se convertirá en el Sufragio
universal y secreto.
Asimismo, los derechos políticos ciudadanos se irán ampliando hasta la
postulación de derechos sociales diversos: mejoramiento de las condiciones laborales
(la jornada de ocho horas); el derecho a huelga (que, por ejemplo, la Constitución
Francesa de 1791 prohibía, así como el mismo derecho a sindicalizarse); el derecho a la
educación libre y gratuita (el cual se vincula al estatuto del carácter laico del Estado y el
sistema de enseñanza que éste organiza sin el tutelaje ideológico de las Iglesias); etc..
12

Es decir, así como todo el pueblo, sin distinciones, se convierte en ciudadanía


activa, con plenos derechos políticos, así también las Constituciones traducirán las
reivindicaciones socioeconómicas generales de los no propietarios, de los trabajadores
asalariados.
Inglaterra también ilustra esta evolución desde una democracia restringida hasta
el establecimiento del sufragio universal; aunque, conservando la forma monárquica
como basamento de la unidad nacional.
A partir de la coyuntura política de 1688-89, Inglaterra avanzó más en el sentido
de una monarquía parlamentaria, con el contrapeso del parlamento a la autoridad real e
inicia una gradual mayor influencia del estrato burgués urbano en la composición del
parlamento.
Ocurridos los cambios que a lo largo del siglo XVIII experimentó el Reino
Unido, destacando su “revolución industrial” y su urbanización, en 1832 se reforma la
composición del parlamento aceptando nuevos distritos electorales urbanos (143
curules) en sustitución de viejos distritos semirurales de influencia conservadora.
Además, se otorga el derecho de voto a todo propietario de casa. Y ya presente el
movimiento obrero a través del Cartismo en la década de los treinta y su exigencia del
voto universal y secreto, en los años de 1867 y 1884 ocurren otras reformas electorales
que amplían la base social de los votantes, al establecerse que todos los hombres con
una dirección registrada en su municipio y sin la calificación de ser propietarios podían
votar; pero la conquista plena del sufragio universal se logra en 1918, con el voto de
todos los hombres mayores de 21 años y las mujeres mayores de 30 (en 1928, se bajará
también la edad de ellas a la de 21).
En conclusión, esta breve ilustración sólo busca precisar que la llamada
Democracia Occidental es el resultado de un largo proceso histórico lleno de conflictos
sociales -muchos violentos y sangrientos, como en el caso de Francia cuya narrativa
histórica en novelas y filmes nos familiariza más con estos hechos- por los cuales el
pueblo (obreros fabriles y otros asalariados, pequeños propietarios urbanos y
campesinos, intelectuales, etc.) obtuvo su ciudadanía plena y completó la noción de
soberanía nacional (la legitimidad del poder político fundamentada simplemente en la
unidad nacional-territorial y sintetizada por el Estado como cuerpo legal) con el
concepto de la soberanía popular (la legitimidad del poder basada en la expresión de la
voluntad de todo el pueblo ocupante del territorio nacional).
13

La digresión anterior nos permite complementar el entendimiento de lo que el


totalitarismo significó, particularmente en la supresión de un aspecto de la democracia
occidental: la carta constitucional, el marco de la certidumbre legal que requerimos para
vivir en libertad y sin temores ante lo discrecional.

Volvamos a Arendt. Una constitución y el cuerpo derivado de leyes establecen,


aún con sus límites coercitivos, “el espacio vivo de la libertad”.
Aunque esta frase se lea como una paradoja, no es tal si entendemos que la
certidumbre jurídica, el saber a qué atenernos, el vivir sin miedos al ejercicio arbitrario
o discrecional del poder del Estado, es lo que nos permite vivir libremente. Una tiranía,
un régimen despótico elimina tal “espacio” y nos introduce en el vivir con miedos. Pero
tal régimen posee un defecto esencial: no logra conquistar los corazones y las mentes;
no es total en su aspiración de la dominación sobre los hombres.
Precisamente, las experiencias de la Alemania nazi, la Italia fascista y la Unión
Soviética24nos introducirán en la novedad de la forma política que la autora refiere como
un fenómeno radical del siglo XX, el totalitarismo, al que define largamente en su
obra, pero que podemos abreviar, preliminarmente, con sus propias palabras: “…un
movimiento, internacional por su organización, omnicomprensivo por su alcance
ideológico y global por su aspiración política…”.25Incluyendo en el término
“omnicomprensivo” su carácter totalizante, unificador de la sociedad plural bajo un
gran principio organizador.
Añadamos, siguiendo a Arendt, que en tal régimen político, el terror se instituye
como la “esencia del Gobierno” y dado que pretende ser también el “principio” que
movilice a la sociedad hacia su transformación, el terror, el miedo debe ser
internalizado, por lo cual debe ser cotidianizado. A este fin se aboca la policía secreta;
por lo que esta forma de dominio político es llamada un régimen policial: todos los
miembros de la sociedad son sospechosos –que en los casos de los países del campo
socialista-tipo soviético afectaba, al menos, los individuos de los grupos sociales

24
Arendt no define la Italia fascista como totalitaria sino a partir de un momento de su evolución, desde
1936-38, cuando adopta las leyes socio-raciales de inspiración nazi (ver pp. 331-338, 389) Asimismo, no
define la URSS como totalitaria bajo el régimen que inicia Jruschov después de morir Stalin; en este caso,
propone el uso del término dictadura de partido único. Aunque advierte en tal régimen de la posibilidad
de una regresión totalitaria. Ver pp. 27-44 de Los orígenes…
25
Ibíd., p. 479
14

expuestos a la contaminación ideológica del occidente capitalista, y donde todos los


ciudadanos deben ser potenciales colaboradores-informantes-.26
Ilustraremos aquí con el artículo de la cubana (residente en La Habana, Cuba)
Yoani Sánchez, “Ángeles de la guarda”, en su blog Generación Y, febrero 7, 201027)
Veo policías por todas partes. No sé si los tengo pegados en la retina o es que en
los últimos meses ha aumentado –alarmantemente– su número. Van en camiones
Mercedes Benz, se paran de a tres en las esquinas y hasta muestran sus perros
pastores en varios puntos de la ciudad. Mientras cientos de modernas y
redondeadas cámaras nos miran desde arriba, estos uniformados nos controlan al
nivel de la calle y de sus rotas aceras. Salen de la nada y desaparecen cuando
más nos hacen falta. Sagaces en detectar un saco de cemento transportado sin
papeles, rara vez surgen en la noche en un barrio marginal donde el número de
delitos crece y crece.
También están los vestidos de civil, esos “ángeles de la guarda” que tienen
presencia fija en cualquier cola, centro cultural o aglomeración humana. Ya no
son tan fáciles de detectar, porque han cambiado los pullovers de rayas, las
camisas de cuadros y el corte militar de sus peinados, por disfraces que van
desde las trencitas con cuentas de colores hasta los calzoncillos que sobresalen
más arriba del pantalón. Ahora llevan teléfonos celulares, gafas de sol, sandalias
de cuero, pero se les sigue notando que están fuera de lugar, con la expresión de
quien no encaja en la situación sobre la que informa. Van al Festival de Cine,
pero nunca han visto una película de Fellini; están en las galerías, no obstante ser
incapaces de determinar si lo que ven es un cuadro figurativo o abstracto. En fin,
les han enseñado a camuflarse, pero no han podido borrarles el rictus de
desprecio que ponen ante esas “debilidades pequeñoburguesas” que son el arte y
sus manifestaciones.
Sin embargo, al que más le temo no es al grupo de los que llevan la placa de
metal numerada sobre el pecho ni al de los encubiertos que redactan informes,
sino al policía coercitivo que todos llevamos dentro. Ese que suena el silbato del
miedo para advertirnos que no nos atrevamos y que sacude las esposas de la
indiferencia cada vez que se nos acumulan las críticas o las opiniones. Ha
pasado por la Academia de la autocensura y es un soldado diestro en señalarnos
los caminos que no nos traigan dificultades. Su código penal tiene si acaso un
par de breves artículos: 1ro. “No te metas en problemas“ y 2do. “Lo que tú hagas
no va a cambiar nada”. Si nos levantamos un día con ganas de acallar el golpeteo
de sus botas dentro de nuestra cabeza, entonces nos recuerda las rejas, los
tribunales, la frialdad de una prisión de provincia. No necesita levantar la porra
contra nuestras costillas, pues sabe tocar los resortes del miedo y ejecutar las
llaves de kárate que dejan nuestro cuerpo adolorido por anticipado,
inmovilizado, ante la frase de “Quédate tranquilo, es mejor esperar”.

26
Refirámonos al filme La vida de los otros, que bien describe la Alemania oriental, la RDA, y el papel
de su policía política (la STASI) y su sistema de control ciudadano. Se estima que uno de cada cincuenta
alemán oriental era informante de la Stasi. Leer el artículo respectivo en Wikipedia
27
http://www.desdecuba.com/generaciony/
15

Sin embargo, el “terror”, aún cotidianizado, no es un eficaz factor de consenso o


principio de acción, por lo que se requiere un sustitutivo que, según Arendt, es la
ideología. Ésta y el sistema educativo que la vehiculice.
Por supuesto, un movimiento, o partido, totalitario, al margen de sus objetivos
de expansión global y de organicidad internacional, tiene que plantearse su concreción
en un Estado particular; y aquí comienza la ejecución de su proyecto ideológico
“omnicomprensivo”, que triunfe totalmente en las mentes y corazones. Proceso que se
ha iniciado antes de la toma del poder.
La “lógica del pensamiento ideológico” pasa a ser la clave para entender el
funcionamiento de una sociedad totalitaria y poder explicar el comportamiento
colectivo, y de individuos en particular.

Las ideologías.
En el campo de la opinión pública se enfrentan, se discuten, obviamente,
“opiniones”, los “pareceres” serios de la gente. La prensa fue el primer caldero donde
lanzar y debatir las ideas y las opiniones en las nacientes sociedades urbanizadas, donde
individuos y grupos pugnaban alrededor del nuevo orden social, discutiendo a favor o
en contra, y con los diversos matices que caben entre las posturas opuestas. No sólo se
trataba de los temas directa y explícitamente políticos, los de las formas de gobierno,
sino también asuntos como los que suscitaron, por ejemplo, la divulgación de las teorías
de Darwin, o las de Freud, quien al inicio del siglo XX escandalizó, sin ser su intención,
la ‘opinión pública’ con su explicación de la existencia de la sexualidad infantil y el
papel que ésta juega en el psiquismo de los adultos. Es decir, cualesquiera fuese el
asunto, los individuos, los grupos humanos, más masivamente, se relacionaron en
distintos niveles de complejidad con opiniones diversas sobre variados temas; por
supuesto, las que tenían que ver más directamente con sus destinos de vida y su
bienestar material fueron adquiriendo predominancia.
Según Arendt
“…Sólo unas pocas de estas opiniones eran ideologías completas, es decir,
sistemas basados en una sola opinión que resultaba ser lo suficientemente fuerte
como para atraer y convencer a una mayoría de personas, y lo suficientemente
amplia como para conducirla a través de las diferentes experiencias y situaciones
de una vida moderna media. Porque una ideología difiere de una simple opinión
en que afirma poseer, o bien la clave de la Historia, o bien la solución de todos
los ‘enigmas del Universo’ o el íntimo conocimiento de las leyes universales
ocultas de las que se supone que gobiernan a la Naturaleza y al hombre. Pocas
16

ideologías han ganado suficiente importancia como para sobrevivir a la dura


lucha competitiva de la persuasión y sólo dos han llegado a la cima y han
derrotado esencialmente a las demás: la ideología que interpreta a la Historia
como una lucha económica de clases y la que interpreta a la Historia como una
lucha natural de razas. El atractivo de ambas para las grandes masas resultó tan
fuerte que fueron capaces de obtener el apoyo del Estado y establecerse por sí
mismas como doctrinas oficiales nacionales…”28 *

Estas opiniones que una ideología organiza en un sistema, en un macrodiscurso,


por supuesto no permanecían en su estatus de “opiniones”. El discurso tiene la
pretensión de ser científico; parte de premisas que alega como científicas, y así
entonces, las ‘opiniones’ no son tales sino ‘verdades’ indiscutidas. El “marxismo-
leninismo” se divulgó como una doctrina científica de la Historia (y también de la
Naturaleza, la que expresaba también las “leyes de la dialéctica”) para lo que contó con
el soporte del Estado soviético y su divulgador doctrinario institucional como fue la
Academia de Ciencias de la URSS con sus conocidos manuales sobre el Materialismo
Dialéctico y sobre el Materialismo Histórico (categorías que se manifestaban en los
títulos de los manuales; en Venezuela tuvimos nuestro propio divulgador en un profesor
de la UCV, J. R. Núñez Tenorio, otrora militante del Partido Comunista venezolano y
vinculado en sus últimos años de vida al presidente Chávez).
Pero el éxito de una ideología, su triunfo en la competencia de la “persuasión”
comienza a operarse antes de su arribo al Poder del Estado. Los intelectuales
-incluyendo científicos- y las “masas”, cada quien con su especificidad intelectiva y su
propio canal de identificación emocional, se convencen de la oferta política de la
ideología en ascenso. Y esto es posible por su “atractivo para las experiencias o los
deseos; en otras palabras, para las inmediatas necesidades políticas” de aquellos. Y el
éxito posterior de la ideología (de una “ideología completa”, como un “sistema”
discursivo total) dependerá no tanto de su avance como “doctrina teórica”, que para ello
basta con el mero esfuerzo divulgativo de los manuales y la hermenéutica que sus

28
Ob. Cit.; p. 222. Subrayado de quien cita. *Adenda de quien escribe (LM): El “apoyo del Estado”
pudiese verse más claramente en la experiencia fascista-italiana, ilustrado con el hecho del nombramiento
de Mussolini, por el rey Víctor Manuel III, como jefe de gobierno que, aunque aquel luego impuso su
programa fascista a la sociedad italiana, se conservó la figura del Rey y la estructura del Estado heredado;
pero ante la experiencia nazi se observa la diferencia de que con Hitler, aunque también llegó al gobierno
por una vía legal-constitucional, la estructura del Estado heredado fue radicalmente alterada, logrando
simultáneamente que un componente esencial del Estado, las Fuerzas Armadas, se rindiese ante su
ideología y su plan de transformaciones para la nueva Alemania del Tercer Reich. Ante las experiencias
comunistas diríamos: tomar el Poder y desde el Gobierno redirigir el aparato del Estado hacia su
transformación radical, similarmente como los nazis, y establecer su proyecto de revolución social y de
conformación de un nuevo Estado. Ojear la Constitución vigente de Cuba (1976; reformada en 1992); ella
ilustra la última línea de la cita de Arendt, lo concerniente al establecimiento de una “doctrina oficial”.
17

“teóricos” puedan hacer sobre lo ya escrito y establecido (a la manera de la disciplina


teológica), sino que su éxito está en su eficacia como arma política.
Sin embargo, recordemos que la ideología debe convertirse, en el régimen
totalitario, en un “sustitutivo de un principio de acción”. Éste, advirtamos, en un
régimen político constitucional debe operar como un principio complementario al orden
legal, vehiculizando el consenso alrededor de este orden y que aún en los casos, que
deben ser extraordinarios, de enmiendas o reformas en la carta magna y en el cuerpo
de leyes derivadas, debe mantener el consenso básico que impida que los conflictos
normales en una sociedad plural, no monolítica, alrededor de los temas debatibles en
cualesquier proyecto de reformas o enmiendas, desborden los fundamentos de los
acuerdos constitucionales que una sociedad ha logrado. Ahora bien, si un agente-de
cambio en tal sociedad desde la posición de poder-del-Estado define que se entra en un
período revolucionario y que lo importante es el movimiento mismo de los cambios29, al
margen o contra la propia Constitución -la que, si se tiene una mayoría parlamentaria,
puede suspenderse, o modificarse a gusto, con o sin referéndum popular, lo cual
depende de la circunstancia pasajera del momento político y de la conveniencia
electoral-; si tal situación una sociedad la experimenta, el éxito de tal macroempresa
política requerirá de la fuerza coactiva de las nuevas leyes o decretos y/o del miedo a la
simple fuerza de la represión policiaca y militar, que en los casos de los regímenes
totalitarios conocidos, implicó también el uso de bandas armadas paralelas a las
estatales, dependientes del propio partido desde antes de la toma del poder.

Volviendo al punto, al de la ideología como el principio de acción o consensual


de una sociedad, es decir, como el sistema discursivo que alimenta, o lo pretende, la
movilización de todos hacia una nueva ‘civilización’30; en este caso, la ideología, como
el instrumento consensual del nuevo Estado, debe imponerse a la realidad y al sentido
común de la gente y convencer del advenimiento de los magnos eventos que se inician.
Arendt nos habla del supersentido de las ideologías que se presentan con la “clave de la
Historia o la solución de los enigmas del Universo”. Este supersentido debe vencer el
sentido común, convencernos de su magnificencia.

29
Apelando, como ha dicho el presidente de Venezuela, a un “constitucionalismo popular”. Ver supra la
nota a pie nº 11.
30
Ya no se trata de la pretensión más modesta de la cultura política de cualquier sociedad aspirando a que
sus valores básicos y sus principios orientadores conductuales contribuyan a reforzar lo que la Carta legal
fundamental establece; sin pretender crear un Hombre Nuevo: un desiderátum excesivo, totalitario, se
pudiese decir.
18

“…Las ideologías son innocuas, no críticas, y las opiniones, arbitrarias mientras


que no sean realmente creídas. Una vez que es tomada al pie de la letra su
reivindicación de validez total se convierten en el núcleo de sistemas lógicos en
los que, como en los sistemas de los paranoicos, todo se deduce
comprensiblemente e incluso obligatoriamente una vez que ha sido aceptada la
primera premisa. La insania de semejantes sistemas radica no sólo en su primera
premisa, sino en la lógica con la que han sido construidos. La curiosa cualidad
lógica de todos los ismos, su confianza simple en el valor salvador de la
devoción tozuda sin atender a factores específicos y variantes, alberga ya los
primeros gérmenes del desprecio totalitario por la realidad y por los hechos.”31

Arendt, sin embargo, admite, con tácita simpatía, que “es este desprecio por la
realidad el que hace posible cambiar el mundo”; algo característico de “las teorías y
actitudes revolucionarias” que además se presentan con “la orgullosa presunción del
dominio humano sobre el mundo”. Por supuesto que haber conocido, ella, la experiencia
de la militancia revolucionaria entre sus allegados de esos años de los 1920s y los
1930s, en particular de sus pares intelectuales en la Alemania de Weimar, la ilustró, más
que su propio bagaje de información histórica, acerca de la fuerza de las convicciones
ideológicas en el comportamiento humano que quiere trascender en la esfera pública;
diríamos, vivir épicamente32. Pero el anhelo de una vida épica y el sentirse poseedor o
copartícipe de una ideología que postula su exclusiva verdad histórica y que también
exige la transformación de la sociedad y de la humanidad toda, puede generar una
política de exclusión y exterminio de los adversarios33. En este punto ilustran las líneas
que la propia Arendt dedica a lo que nosotros aquí hemos llamado el anhelo de una vida
épica; ella, en su conceptualización acerca de la afiliación política del “hombre-masa”
europeo en los movimientos totalitarios34, remite a las palabras de uno de los jerarcas
nazis, el jefe de las SS:
“…Himmler, que tan bien conocía la mentalidad de aquellos a los que organizó,
describió no sólo a sus hombres SS, sino a amplios estratos de donde los reclutó,
cuando dijo que no se hallaban interesados en los ‘problemas cotidianos’, sino
sólo ‘en cuestiones ideológicas importantes durante décadas y siglos, de forma
tal que el hombre…sabe que está trabajando para una gran tarea que solamente
se presenta una vez cada dos mil años’.”35

31
Ob. Cit., p. 555. Subrayado por quien cita.
32
Recordamos que el libro que comentamos está dedicado a Heinrich Blücher, quien fue su esposo y
había sido militante del partido comunista alemán.
33
Una consigna como la usada por el oficialismo gubernamental en Venezuela (escribimos en el 2010):
Patria Socialista o Muerte, se inscribe en esta lógica de exclusión, que conlleva un riesgo de evolución
totalitaria.
34
Ver el capítulo X.
35
Ibíd., p. 397
19

Y entre éstos destacarán “los más implacables…los bohemios armados, para


quienes la guerra es su hogar y la guerra civil su patria”.36
(Esta mentalidad del militante fanático y apocalíptico la describe Barrington
Moore en las páginas sobre Saint-Just en su libro Pureza Moral y Persecución en la
Historia -de esta obra comentaremos en otra parte-. Y una figura que asociamos a este
prototipo es alguien más familiar al medio latinoamericano desde la década de 1960:
Ernesto ‘Che’ Guevara37)

Entenderíamos que la evolución de la simple o modesta ideología en un sistema


lógicamente consistente y, además, con vocación de “toma del poder” y reivindicando
su “validez total”, haría de su narrativa y sus “explicaciones” verdades irrefutables,
principios “científicos”38, pero de una ciencia superior porque representa el movimiento
esencial y progresivo de la Historia.

El diccionario de la Real Academia (DRAE) define la ideología, en su segunda


acepción, como el “conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de
una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, etc.”.
Este significado es el más común en el parecer de las personas, incluyendo trabajadores
intelectuales. Por supuesto, la cosa se complejiza cuando nos adentramos en el
pensamiento marxista y sus colaterales39.
Arendt simplemente parte de su acepción básica: “una ideología es muy
literalmente lo que su nombre indica: la lógica de una idea”40. Muy lejos –diríamos los

36
Cita, por la autora, de un estudioso del fenómeno nazi, Konrad Heiden. Ibíd., p. 399
37
A tres escritos remitimos: Norberto Fuentes, La autobiografía de Fidel (tomo I: El paraíso de los
otros); Barcelona: Destino, 2004. Jon Lee Anderson, Che Guevara, una vida revolucionaria; Barcelona:
Anagrama, 2006 (La biografía más rigurosa acerca de esta figura); Ernesto ‘Che’ Guevara, Mensaje a la
Tricontinental (1967). Fuente: Cuadernos de Ruedo Ibérico. Nº 12; pp. 94-101. París, 1967.
URL: http://www.filosofia.org/hem/dep/cri/ri12094.htm
38
Nada que ver con una epistemología como la de Karl Popper y su criterio de que una ciencia se define,
modestamente añadiríamos, por el principio de “refutabilidad”.
39
Entre los años finales de los sesenta e inicios de los ochenta del siglo XX hubo un masivo devaneo e
intensa actividad editorial y polémica alrededor de la noción de Ideología. Particularmente en Venezuela
fueron muy leídos los escritos de Ludovico Silva, importante ensayista venezolano de la época (remitirse
a La plusvalía ideológica, Caracas, 1970 y Teoría y práctica de la ideología, México, 1971). Desde
afuera recibimos muy especialmente los escritos de Louis Althusser, quien desde la propia militancia en
la teoría marxista y la izquierda comunista francesa, incidió en una línea interpretativa sobre Marx y
donde la noción de Ideología estuvo en el centro polémico de sus definiciones (ver del autor La
revolución teórica de Marx, México: edit. Siglo XXI, 1967; Ideología y aparatos ideológicos de Estado,
1970).
40
Abreviaremos las referencias: todas las citas breves están contenidas entre las páginas 568 y 580 de la
Ob. Cit. de Arendt.
20

lectores de Arendt- estaría la primera acepción que da el DRAE: “doctrina filosófica


centrada en el estudio del origen de las ideas”. Lo cual pudiera llevarnos a disciplinas
como una particular Psicología, una gnoseología, una sociología del conocimiento, etc.
Arendt descarta que la ideología, tal como entra en la política y en especial la ideología
totalitaria, tenga algo que ver con tales disciplinas; así la autora, por ejemplo, descarta
que la ideología totalitaria se relacione con la teoría de las ideas de Platón 41, o con la de
Kant, quien hizo el esfuerzo de construir una epistemología que integrase las ideas “a
priori” como principios reguladores de la razón que investiga al mundo.
Arendt ratifica que la ideología, en una práctica totalitaria, es simplemente la
lógica de una idea que se aplica a la Historia; esta es su objeto. Lo importante es que
aquella se convierta en “un instrumento de explicación” de la segunda.
Esta idea es, por supuesto, un complejo de enunciados que establezcan una
premisa. En el caso de una “ideología completa”, esta premisa es muy ‘nutritiva’,
alimenta la Historia; ella, por supuesto, debe ser extraída de la experiencia de su
evolución, de lo que la narrativa histórica informa, y que el nuevo discurso ‘científico-
revolucionario’, con su análisis crítico, replantea estableciendo nuevas premisas
explicativas de la Historia. Tal replanteamiento es lo que, por ejemplo, el Materialismo
Histórico, como macroteoría de las sociedades y del cambio histórico, y,
consiguientemente, el marxismo-leninismo como ideología política y herramienta para
guiar la lucha de clases –que sería el “motor de la Historia”- lograrían reanalizando y
reinterpretando la evolución de las sociedades, y establecidos sus principios
explicativos, asumir que la esencia científica de la ideología –el “socialismo científico”,
o Materialismo Histórico- sería la razón de la construcción de la nueva civilización y
del Hombre Nuevo. La teoría de la Historia se haría así “nutritiva”, originadora de un
nuevo orden, al igual que todo el pasado ha quedado integrado a su omnímoda
comprensión.

Arendt lo dice de la siguiente manera.


“…La ideología trata el curso de los acontecimientos como si siguieran la misma
‘ley’ que la exposición lógica de su ‘idea’. Las ideologías pretenden conocer los
misterios de todo el proceso histórico –los secretos del pasado, las
complejidades del presente, las incertidumbres del futuro- merced a la lógica
inherente a sus respectivas ideas.”

41
En Platón esta teoría de las ideas funda la gnosis verdadera del mundo, dado que ellas como las
esencias eternas y perfectas de las cosas del mundo, estarán dispuestas para “los ojos de la mente” del
filósofo que se acerca a ellas.
21

En el caso de una ideología como la nacionalsocialista (nazi), que pretendía


explicar la Historia con base en una “ley de la Naturaleza” que descansaba en la premisa
de las diferencias raciales, escribe Arendt:
“…La palabra ‘raza’ en el racismo no significa una genuina curiosidad por las
razas humanas como campo de exploración científica, sino que es la ‘idea’ por la
que se explica el movimiento de la Historia como un proceso consecuente…
Lo que hace encajar a la ‘idea’ en su nuevo papel es su propia ‘lógica’, es decir,
un movimiento que es consecuencia de la misma ‘idea’ y no necesita de ningún
factor exterior para ponerse en marcha…
Se supone que el movimiento de la Historia y el proceso lógico de esta noción se
corresponden entre sí, de forma que, pase lo que pase, todo sucede según la
lógica de una ‘idea’…

Las ideologías como sistemas explicativos son anteriores al fenómeno de las


ideologías totalitarias del siglo XX, como es el caso del deísmo cuya noción de Dios
supone un movimiento propio de éste, una lógica intrínseca en la propia idea de Dios,
que se refleja en la Historia.
“…Las ideologías suponen siempre que basta una idea para explicar todo en el
desarrollo de la premisa y que ninguna experiencia puede enseñar nada, porque
todo se halla comprendido en este proceso consistente de deducción lógica. El
peligro de cambiar la necesaria inseguridad del pensamiento filosófico por la
explicación total de una ideología y de su Weltanschauung no es tanto el riesgo
de caer en alguna suposición, habitualmente vulgar y siempre no crítica, como
el de cambiar la libertad inherente a la capacidad de pensar del hombre por la
camisa de fuerza de la lógica, con la que el hombre puede forzarse a sí mismo
tan violentamente como si fuera forzado por algún poder exterior.

La lógica, que como herramienta del raciocinio humano, de la actividad


intelectual se ha concebido como un “necesario control del pensamiento” en la
búsqueda de la coherencia argumentativa, por ejemplo con su “prohibición de
contradicciones” en el discurso, se convirtió en la simple esencia del desenvolvimiento
de una Idea que se despliega en la Historia, excluyendo otras ideas y las experiencias
que contradirían aquella. Añadiríamos: una ideología debe generar en quien la asume, o
está ya instalado en ella, el sentirse confortable en las ideas que se creen. Vivir sin
dudas, o poder mitigarlas con las convicciones ideológicas, preparados para la exclusión
de los creyentes frágiles y de los que no se atreven a las acciones extremas que validan
la militancia genuina y prueban la fuerza de las convicciones. Para lo cual funciona casi
perfectamente el dispositivo de las ideas concatenadas en el sistema ideológico.
Permitamos una digresión histórica: en la década de 1970 en el movimiento comunista
internacional, cuando aparece la corriente de lo que se conoció como el
22

eurocomunismo, particularmente fuerte en el partido comunista italiano, la noción de


dictadura del proletariado fue cuestionada como principio o cláusula esencial del
programa marxista, lo que provocó el típico debate dogmático y la condena a aquellos
“revisionistas” desde la trinchera de los que se abanderaron con la ortodoxia marxista.
El partido comunista soviético –y también los partidos periféricos a él como el P.C.
cubano- como también los comunistas chinos, sin contar que fuesen adversarios de los
soviéticos desde la década anterior, condenaron a sus camaradas eurocomunistas por la
propuesta de caducar aquella noción. La ortodoxia estaba claramente establecida en las
fuentes:
...no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad
moderna ni la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses
habían expuesto ya el desarrollo histórico de esta lucha de clases y algunos economistas
burgueses la anatomía económica de éstas. Lo que yo he aportado de nuevo ha sido
demostrar: 1) que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases
históricas de desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce,
necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de
por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin
clases...42

Hagamos la salvedad que Marx, el autor de las líneas citadas, es eximible de la


conversión de sus teorías en un sistema ideológico. Ahora bien, sus teorías y sus
‘opiniones’, dado el talante del debate propiamente científico, han sido, y deben
continuar siendo, sometidas a la crítica y al propio criterio de refutabilidad que muestra
la experiencia histórica, como cualquier teoría que se pretenda científica. Es decir, una
cosa es ‘las teorías de Marx’, tratables como las de cualquier científico social; otra cosa,
‘sus opiniones’; y una tercera cosa es el ’marxismo’, y su variante, el ‘marxismo-
leninismo’.
Continuemos con Hannah Arendt.
“…aunque el racismo y el comunismo se convirtieran en las ideologías decisivas
del siglo XX, no eran, en principio, ‘más totalitarias’ que las demás; si llegaron a
serlo fue porque los elementos empíricos sobre los que se hallaban
originariamente basadas –la lucha entre las razas por la dominación mundial y la
lucha entre las clases por el poder político en los respectivos países- resultaron
ser políticamente más importantes que los de las demás ideologías. En este
sentido, la victoria ideológica del racismo y del comunismo sobre todos los
demás ismos fue decidida antes de que los movimientos totalitarios se
apoderaran precisamente de estas ideologías. Por otra parte, todas las ideologías
contienen elementos totalitarios, pero éstos sólo se encuentran desarrollados
42
Karl Marx, carta a Joseph Weydemeyer, 5 de marzo de 1852. Puede consultarse en el 2º tomo de las
Obras Escogidas de Marx y Engels. Moscú: ediciones en lenguas extranjeras (nota del que cita: esta labor
editorial se fecha en la época de la URSS). En la Web se accede con facilidad a la correspondencia de
Marx.
23

completamente por los movimientos totalitarios… La verdad es… que la


verdadera naturaleza de todas las ideologías estaba revelada sólo en el papel que
la ideología desempeña en el aparato de dominación totalitaria. Vistos desde este
aspecto, aparecen tres elementos específicamente totalitarios que son peculiares
a todo el pensamiento ideológico.”

El primer elemento consiste en su “reivindicación de una explicación total”, por


lo que las ideologías se inclinan a abarcar todo el movimiento de la Historia, incluyendo
“la fiable predicción del futuro.” Todo puede ser explicado y como la esencia de la
realidad es el movimiento y el cambio, de lo que se trataría, gnoseológicamente, es de
encontrar la ‘clave’ o la ‘razón’ de tal movimiento; en el caso del ‘marxismo-
leninismo’, el materialismo dialéctico tendrá esta virtud omnímoda explicativa por la
aplicación de las leyes de la dialéctica en el proceso de conocimiento de la realidad, en
cuya ‘esencia’ se añade el principio de la contradicción que caracteriza todo
‘movimiento’.
El segundo elemento, compatible con su proyecto explicativo totalizante,
consiste en que “el pensamiento ideológico se torna independiente de toda experiencia”
dado que sus verdades están ya contenidas en la manera como la ‘experiencia’ –en este
caso, la Historia- ha sido presentada en el discurso de la Ideología.
“… el pensamiento ideológico se torna emancipado de la realidad que
percibimos con nuestros cinco sentidos e insiste en una realidad ‘más verdadera’,
oculta tras todas las cosas perceptibles… requiriendo un sexto sentido que nos
permite ser conscientes de ella. Este sexto sentido es precisamente
proporcionado por la ideología, ese especial adoctrinamiento ideológico que es
enseñado por las instituciones docentes establecidas exclusivamente con esta
finalidad, la de preparar a los ‘soldados políticos’ en las Ordensburgen de los
nazis o en las escuelas de la Komintern o la Kominform.43 La propaganda del
movimiento totalitario también sirve para emancipar al pensamiento de la
experiencia y de la realidad; siempre se esfuerza por inyectar un significado
secreto en cada acontecimiento público y tangible y para sospechar la existencia
43
Quien haya vivido la experiencia de haber militado en el partido comunista –u otro partido con la
misma base doctrinaria- recordará la llamada ‘política de formación de cuadros’ y los distintos cursillos
de ‘formación ideológica’ con las lecturas de los escritos más digeribles de Marx y otros de Engels,
Lenin, Stalin –éste luego abandonado-, Mao Zedong (Trotski estaba prohibido). Aunque generalmente se
introducía al iniciado a través de un manual soviético o el de Politzer, un comunista francés: aprender las
leyes de la dialéctica como la clave de la aprehensión del mundo y de la Historia, y ésta presentada en una
narrativa de la sucesión de los períodos según la dinámica de la lucha de clases. Recientemente, enero de
2010, el presidente venezolano se presentó como “marxista” e instruyó a sus seguidores a leer El Estado
y la Revolución, de Lenin. Coherente con su elemental “marxismo-leninismo” y su visión de la política, el
presidente expresó en un acto de graduación de bachilleres del programa educativo conocido como
‘Misión Ribas’, el 2 de diciembre de 2009: “Aquí hay dos sectores enfrentados: la burguesía y sus
aliados y el pueblo y sus aliados, y no hay reconciliación posible, no hay…hay que ubicarse, del lado de
allá los burgueses, del lado de acá los trabajadores, los revolucionarios, los patriotas. Estamos en medio
de una lucha histórica, de una lucha de clases”. Una reseña puede leerse en el URL:
http://www.diariocritico.com/venezuela/2009/Diciembre/noticias/184936/no-hay-reconciliacion-posible-
entre-la-iburguesiai-y-el-pueblo.html
24

de una intención secreta tras cada acto político público. Una vez que los
movimientos han llegado al poder, proceden a modificar la realidad conforme a
sus afirmaciones ideológicas. El concepto de enemistad es reemplazado por el
de conspiración, y ello produce una mentalidad en la que la realidad –enemistad
real o amistad real- ya no es experimentada y comprendida en sus propios
términos, sino que se asume automáticamente que significa algo más.”44

Este segundo rasgo, construir un discurso-programa que se emancipe de la


realidad, en cuanto que esta no debe contradecir aquel, falsificando entonces el pasado,
la Historia, para que coincida o confirme las afirmaciones del discurso-programa, es
también el alejamiento del presente y remitir al futuro, por lo que la propaganda y el
adoctrinamiento, siempre usando el recurso o estilo científico -diríamos, cientificista-
acentuará el modo predictivo. El anuncio de un futuro mejor, de una época de felicidad
que nos espera a todos y cuyo advenimiento está asegurado porque se domina la ciencia
de la Historia; y así cualquier argumentación puede liberarse del “control del presente”.
Esta cita de Stalin resume el talante cientificista de quien predice lo que vendrá:
“Cuanto más cuidadosamente reconocemos y observamos las leyes de la
Historia y de la lucha de clases, tanto más nos conformamos con el materialismo
dialéctico. Cuanto mejor sea nuestra percepción del materialismo dialéctico,
mayores serán nuestros éxitos”45

Siempre la ideología estará por encima de cualesquier criterios económicos,


éticos, psicológicos, o los del sentido común, es decir, de cualesquier exigencias de la
misma realidad que impongan que el presente de ésta debe ser explicado. El porvenir
que la ideología ofrece justifica cualquier tiempo presente, el cual puede ser eludido si
de lo que se trata es que se está transformando la naturaleza humana, cambiando la
sociedad.46
El tercer elemento ‘totalitario’ en el pensamiento ideológico Arendt lo presenta,
en palabras nuestras, como una impotencia fáctica de la ideología: “las ideologías no
tienen poder para transformar la realidad” (lo que contradiría la apreciación, basada en
el sencillo sentido común, de quien escribe estas líneas y de cualquier lector de Arendt,
porque con el ‘sentido común’ observamos el hecho objetivo de distintas experiencias
históricas donde movimientos políticos ideológicamente inspirados, desde el poder del
Estado que capturaron, iniciaron una alteración radical de las sociedades donde
44
p. 571
45
Citado en Arendt, pág. 431. La cita proviene de un texto que sirvió durante muchos años para la
formación del militante comunista, Leninism. En español, Cuestiones del leninismo, que es una colección
de trabajos de Stalin exponiendo el pensamiento teórico-político de Lenin. Allí se contiene un opúsculo
muy leído en la iniciación del militante, Los fundamentos del leninismo, de 1924.
46
Remitimos al cap. XI, “El movimiento totalitario”; Arendt, Ob. Cit.
25

actuaron). Pero de lo que se trata –intentando entender tal punto en la autora- es de


explicar lo que tales movimientos ideológicos suponen que está ocurriendo en la
realidad, y aunque no satisfaga el ‘presente-real’ las expectativas del mundo feliz
propuesto, esta ‘no satisfacción’ proviene de quienes no perciben la marcha de la
esencia de lo real cuyo movimiento oculto sí está ocurriendo de acuerdo al plan de la
ideología, por lo que “la emancipación del pensamiento” en relación con la experiencia
es establecida. Y esto se logrará proclamando enfáticamente que la ‘realidad’ (la
realidad “esencial”, la que se oculta ante quienes no poseen la clave que proporciona la
Ideología) está siendo transformada según el programa ideológico y la voluntad de
quien lo instrumentaliza (el líder, el partido); y que, por supuesto, el mundo nuevo está
en marcha. Para convencernos de esto actuará la propaganda. Pero, paralela a ésta,
también se afirmará, en la elaboración doctrinaria, la “emancipación del pensamiento”
en un plano meramente lógico, “a través de ciertos métodos de demostración”; en
palabras de Arendt:
“…El pensamiento ideológico ordena los hechos en un procedimiento
absolutamente lógico que comienza en una premisa axiomáticamente aceptada,
deduciendo todo a partir de ahí; es decir, procede con una consistencia que no
existe en parte alguna en el terreno de la realidad…supone un proceso
consistente de argumentación que, porque lo considera en términos de un
proceso, se supone ser capaz de comprender el movimiento de los procesos
suprahumanos naturales o históricos. La comprensión se logra imitando
mentalmente, bien lógica o bien dialécticamente, las leyes de los movimientos
‘científicamente’ establecidos, con los que se integra a través del proceso de
imitación…”47

Sin embargo, la experiencia de la realidad es una referencia para el punto de


partida de la demostración ideológica, estableciendo así “una premisa axiomática” que
permite que “el subsiguiente proceso de argumentación” pase “inafectado por cualquier
experiencia ulterior.”
En la cita, arriba, de Stalin, leemos lo que el materialismo dialéctico significa
para la historia y la lucha de clases: entender la naturaleza o esencia de estos procesos.
Si éstos son observados “cuidadosamente”, estamos conformes con el mismo
materialismo dialéctico. Y si percibimos mejor éste, tendremos mayores éxitos porque
obviamente estamos entendiendo las leyes de la historia y de la lucha de clases. El
contenido de la cita es circular o tautológico. De cualquier manera se posee la verdad de
la Historia (pero si queremos estar seguros de adquirir tal “verdad”, lo mejor es,

47
Ibíd., p. 571
26

diríamos, iniciarse en la adquisición de la doctrina marxista-leninista, la teoría que


guiará la práctica de los revolucionarios e iluminará el sentido oculto en la evolución
histórica).
Ahora bien, para los efectos prácticos, ser un ‘materialista dialéctico’ es entender
que la ‘contradicción’ es la esencia de la realidad y que la lucha de clases es el motor de
la Historia. Este entendimiento es lo que se convierte en una “premisa axiomáticamente
aceptada” en el materialismo dialéctico e histórico, aunque el origen de la premisa está
en la observación histórica (la existencia de las clases sociales, y los conflictos en
distintos espacios que derivan de estas desigualdades, conforman ‘datos’ que los
estudios históricos y sociológicos diversos han incorporado en sus análisis e
interpretaciones –remitámonos al propio reconocimiento que Marx hace de esto en su
carta a Weydemeyer, citada arriba-). Lo novedoso, vinculado al totalitarismo comunista,
o “marxista-leninista” en su apelativo más común, es la creencia devota en los puntos
dos y tres de esa cita de Marx: “2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la
dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito
hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases”; y la creencia también
en sus implicaciones programáticas de edificar una nueva civilización y una nueva
humanidad –cuyos costos políticos, sociales y de sufrimiento humano vimos a lo largo
del siglo XX vinculadas a estas experiencias históricas de ingeniería social para el logro
del Hombre Nuevo del socialismo marxista-leninista.
Si uno se remite al principio de “reflexividad” 48 (que también puede enunciarse
como el principio de la “profecía autocumplida” en el campo de la sociología de Robert
K. Merton), uno entenderá lo siguiente: lo que se enuncia que ocurrirá (enunciado en la
mera argumentación deductiva), pues se producirá. Actuaremos en función de que así
ocurra. Si la lucha de clases es el motor de la Historia, entonces justifiquemos en la
realidad tal premisa. Disponemos de la información de cómo en la URSS y Europa del
Este el estalinismo aplicó esta premisa; sabemos como la aplicó el maoísmo en China
durante la “revolución cultural” en la década de los 60 del siglo anterior.
El punto es que si un actor social significativo, en tal caso desde una posición de
poder y por tanto con la capacidad de incidir sobre la sociedad, está convencido
ideológica y tozudamente de que la “lucha de clases es el motor de la historia”, actuará
en consecuencia, provocando las acciones que encajan en tal principio explicativo; no

48
Puede leerse una puntualización acerca del mismo en Anthony Giddens:
http://www.letraslibres.com/index.php?art=5725
27

importando tanto el ‘dato’ objetivo de las condiciones de existencia de las clases y


grupos sociales y de su conflictualidad real. Lo que importa es su adecuación a los
supuestos ideológicos y que sirva para preservar el ‘poder’ de quienes lo detentan,
quienes además se postulan como el instrumento que guía el proceso de la lucha de
clases y garantiza el triunfo de la clase social revolucionaria sobre las clases
reaccionarias condenadas a desaparecer. Por lo que los individuos prominentes, o así
seleccionados por la policía política, que representan los intereses de la ‘reacción’ deben
ser eliminados como un designio de la misma ‘lucha de clases’.
Las “purgas” políticas y la muerte de la mayoría de los purgados se enmarcaban
en tal proceso de la lucha de clases (en el caso del nazismo, la lucha de razas y la
eliminación de las razas condenadas, como se aplicó con el programa estatal de “la
solución final de la cuestión judía”). Las purgas en el comunismo asumieron una forma
‘judicializada’ cuando se trató de los propios ‘camaradas’ de partido, como bien se
testimonia en el relato de una víctima notoria, Artur London, en su libro La Confesión
(del que hay versión cinematográfica por el director Costas Gavras). La
“judicialización” en el proceso de las purgas requería de las confesiones de los
inculpados y del convencimiento “ideológico” de los ejecutores que se sentían
realizando la misión de la historia representando al instrumento de ésta: el Partido 49
(también se pretendía con los inculpados que participaran en este ‘convencimiento’).
Es interesante entender esta situación con las palabras de Arendt, apuntando a lo
que ella llamó “la tiranía de la lógica” que deriva de las políticas ideológicas totalitarias
por cuanto la “idea” central de la ideología requiere de su presentación en el discurso
como una “lógica inherente” a ella, lo que puede garantizar su éxito en la conquista de
las mentes. Sigamos el texto de la autora:

La preparación de las víctimas y de los ejecutores que requiere el totalitarismo


no estriba en lo que sustituiría el principio de la acción de Montesquieu, es decir,
la misma ideología –el racismo o el materialismo dialéctico- sino en su lógica
inherente. El argumento más persuasivo al respecto, un argumento del que tanto
Hitler como Stalin se sentían muy orgullosos, es: ‘Usted no puede decir A, sin
decir B y C y etcétera’, hasta llegar al final del alfabeto…Aquí parece llegar
hallar su fuente la fuerza coactiva de la lógica; surge de nuestro propio temor a
contradecirnos… Con base en este temor básico la purga bolchevique logró que
sus víctimas confesaran crímenes que jamás habían cometido, arguyendo de la
siguiente manera: ‘Todos estamos de acuerdo en la premisa de que la Historia es
una lucha de clases y en el papel del partido en su dirección. Usted sabe por eso
49
Remitámonos al fiscal soviético de los “procesos” de 1936-38, Andréi Vyshinski, y la doctrina de la ley
como una herramienta de la lucha de clases. Ya referimos esto arriba en la nota al pie nº 16.
28

que, históricamente hablando, el partido siempre tiene razón.’ (En palabras de


Trotsky: ‘Podemos tener razón con y por el Partido, porque la Historia no ha
proporcionado otro camino para tener razón.’) En este momento histórico, es
decir, de acuerdo con la ley de la Historia, van a ser cometidos ciertos crímenes
que el partido, conociendo la ley de la Historia, tiene que castigar. Para estos
crímenes, el partido necesita criminales; puede que el partido, aunque conozca
los crímenes, no conozca completamente a los criminales. Más importante que
hallarse seguro acerca de los criminales es castigar los crímenes, porque sin tal
castigo la Historia no progresará, sino que puede verse incluso obstaculizada en
su curso. Por eso, usted, o bien ha cometido los crímenes, o ha sido designado
por el partido para desempeñar el papel de criminal; en cualquier caso, usted se
ha convertido objetivamente en un enemigo del partido. Si usted no confiesa,
deja de ayudar a la Historia a través del partido y se convierte en un enemigo
real (la fuerza coactiva del argumento es: si usted se niega, se contradice a sí
mismo, y a través de esta contradicción convierte a toda su vida en algo carente
de significado; la A que usted dice que domina toda su vida es invalidada si no
acepta las consecuencias de B y C que lógicamente engendra).
Los dominadores totalitarios se apoyan en el apremio con el que podemos
obligarnos a nosotros mismos para obtener la movilización limitada de personas
que todavía necesitan; este apremio íntimo es la tiranía de la lógica, a la que
nada se resiste si no es la gran capacidad de los hombres para empezar algo
nuevo. 50

Hemos arribado a un punto esencial en la definición de Totalitarismo y en el


papel que tiene la ideología, que marcaremos resumidamente con palabras de la autora:
“…De la misma manera que el terror, incluso en su forma pretotalitaria y
simplemente tiránica, arruina todas las relaciones entre los hombres, así la
autocoacción del pensamiento ideológico arruina todas las relaciones con la
realidad…El objeto ideal de la dominación totalitaria no es el nazi convencido o
el comunista convencido, sino las personas para quienes ya no existen la
distinción entre el hecho y la ficción (es decir, la realidad empírica) y la
distinción entre lo verdadero y lo falso (es decir, las normas del pensamiento).

A esta altura de nuestro ensayo terminaremos los comentarios acerca de la


noción de Ideología en Hannah Arendt; tal concepto es basal en su entendimiento del
totalitarismo, por lo que, no es casual, que la autora intitule el capítulo XIII de su libro,
conclusivo del mismo: Ideología y terror: de una nueva forma de gobierno.

50
Ob. Cit., p. 573. No citamos aquí integralmente de la edición en español; hemos cotejado con la versión
en inglés y, sin atrevernos a una traducción libre, hemos hecho, sin embargo, leves variaciones sintácticas
que, creemos, mejoran la claridad del texto.
29

En las líneas siguientes, comentaremos otras secciones anteriores del libro de


Arendt que la autora entiende como factores que contribuyeron al surgimiento del
totalitarismo.

Antisemitismo e Imperialismo.
En los párrafos siguientes debemos exponer resumidamente lo que las partes una
y dos del libro despliegan en la construcción del concepto de totalitarismo; lo relativo a
los términos que intitulan tales partes: el antisemitismo y el imperialismo. Ambas
nociones se vinculan en el contexto de la generación de los hechos históricos que
caracterizan la primera mitad del siglo XX y la especial eclosión del totalitarismo.

El antisemitismo51
La historia de Europa por siglos conoció el odio étnico hacia los judíos, en
particular marcado por la hostilidad mutua de dos credos religiosos que rivalizaban, el
cristiano y el judío52. Sin embargo, el antisemitismo constituiría un fenómeno nuevo, en
el marco de la aparición de ideologías políticas sistemáticas y el uso que del
antisemitismo se haría como ingrediente en un nacionalismo xenófobo y racista.
Seguiremos la argumentación de Arendt para precisar el surgimiento de este sentimiento
étnico convertido en una política.

51
El término semita tiene un estatus lingüístico-étnico y abarcaría hebreos, árabes y otros pueblos
originarios del Medio Oriente con una raíz lingüística común. Adquirió en el contexto político del XIX
una significación ideológico-racial, designando especialmente a los judíos. Al enunciar el término
antisemitismo se entiende el discurso y la práctica social que anatematiza a los judíos. Tal hecho
ideológico se complementa con la aparición de fuertes movimientos pan-ideológicos como el
pangermanismo y el paneslavismo. Por supuesto, ocurre vinculado a ellos el surgimiento de teorías
raciales y en especial de un ismo: el racismo. En el caso del término sionismo (de Sion, uno de los
nombres bíblico-hebreos de Jerusalén), se designa el movimiento por la creación del Estado de Israel, que
aunque surgido en el siglo XIX, adquirió fuerza a propósito del holocausto y concretó su meta con la
fundación del Estado de Israel en 1948. Y aunque en el movimiento socialista europeo fue significativa la
presencia de militantes y dirigentes de origen judío, el término sionismo se convirtió en una calificación
política condenatoria, entre otras, en los procesos que llevaron a la eliminación de prominentes dirigentes
en el bloque soviético de Europa del Este entre 1949 y 1952. Claramente se testimonia esto en el libro de
Artur London, La confesión, donde el autor narra su propia experiencia en los “juicios de Praga”.
52
Por supuesto, con ventajas para los cristianos dado que tenían el apoyo del ‘poder’ de la Iglesia Católica
y de los gobernantes cristianos. Un hito importante que ilustra es el Concilio de Letrán en 1215,
convocado por el Papa Inocencio III, que entre sus conclusiones (cánones) de defensa de la fe estuvo la
de las restricciones a los judíos. Curiosamente, entre ellas estaba la de la distinción en sus vestidos con el
uso de un parcho amarillo.
30

La autora propone un paralelismo entre la evolución de las Naciones-Estados y


la judería europeas intentando proporcionar el porqué dirigentes políticos demagogos
convirtieron a los judíos en “‘la clave de la Historia’ y la causa central de todos los
males”. Tal evolución fue transitando gradualmente en el siglo XIX a través de un
nacionalismo xenófobo y racista que luego madura y eclosiona, en el XX, en una teoría
racial con un proyecto de dominio político global, tal como el nazismo.
Sigamos el esquema cronológico de la autora y comentemos53.
Sabemos, por la narrativa histórica, de los cambios que, en los siglos XV al
XVIII en Europa (Arendt menciona sólo los siglos XVII y XVIII), fueron generando
paulatinamente las Naciones-Estados; tal proceso ocurre, predominantemente, bajo la
forma del absolutismo monárquico.
Para el caso de los judíos, hubo individuos que, en la novedosa realidad de los
recientes Estados, “salieron de una profunda oscuridad para alcanzar la posición a veces
brillante y siempre influyente de judíos palaciegos que financiaban las obras estatales y
realizaban las transacciones financieras de sus príncipes.” Sin embargo, la población en
general y el pueblo judío en particular continuaron en su vida tradicional, “más o menos
feudal”. Digamos que la revolución industrial y la urbanización correlativa iniciaron la
alteración de tales sociedades.
La Revolución Francesa abre en los hechos la modernidad política en Europa,
particularmente en lo concerniente a la civilidad democrática. Francia, en 1791, concede
a los judíos derechos y deberes iguales a los de todos los franceses, siendo además que
se establece el registro civil como base de la ciudadanía por encima del registro
parroquial de la Iglesia católica. Esto, por supuesto, crea un pilar civil para “las
Naciones-Estados en su moderno sentido” y abre en el resto de Europa la noción
moderna de ciudadanía –la igualdad jurídica- en cuyo marco se opera la “emancipación”
legal de los judíos y su posible integración a las sociedades nacionales sin pérdida de
sus identidades étnicas y religiosas (lo que no se contemplaba en las “asimilaciones” o
“conversiones” forzosas como la impuesta por la monarquía española en 1492).
Paralelamente, los Estados fueron requiriendo de un mayor financiamiento a sus
actividades, para lo que novedosos “banqueros judíos”, centralizando la riqueza de los
estratos ricos judíos, satisfacen las necesidades financieras de aquellos. Y dada la mayor
‘aceptación social’ de los judíos ricos y la mayor relación de éstos con sus
comunidades, diferente a los “judíos palaciegos” del pasado, la judería en general fue
53
Remitirse a las páginas 60-76 de Los orígenes…
31

obteniendo –y dado el nuevo clima cultural-político que Francia había abierto- que la
“emancipación” legal (igualdad jurídica) se concretase en otros países europeos a lo
largo del siglo XIX e inicios del XX (siendo Europa Oriental la más retardada; como en
Occidente, España, que lo instituye en 1910). Sin embargo, tal aceptación social no
borró en la mentalidad general de los pueblos la visión de los judíos como privilegiados
por las élites políticas dirigentes y, por este vínculo, expoliadores del Estado (lo que se
sumaba a la tradicional hostilidad étnico-religiosa). Tal imagen corresponde a la
influencia que banqueros judíos lograron y cimentaron en el siglo XVIII.
Sin embargo, precisa Arendt, una contradicción se desenvolvía en el cambio que
el pueblo judío europeo experimentaba. La “emancipación” así como posibilitaba la
integración de los judíos a las sociedades nacionales como ciudadanos plenos, por otra
parte se creaba en la opinión pública una imagen contradictoria, inclinándose hacia lo
negativo, por el estatus de los “banqueros judíos” como un estrato especial intereuropeo
(aquí destaca emblemáticamente el caso de los Rothschild: la crónica histórica de esta
familia judía cuenta de cómo el fundador de la casa financiera en la ciudad de Francfort,
Meyer Amschel Rothschild, primó la preservación del estatus internacional europeo
estableciendo a sus cinco hijos en las ciudades financieras principales de Europa:
Francfort, París, Londres, Nápoles y Viena).54
Anotemos, quienes leemos a Arendt desde la perspectiva de haber corrido ya la
primera década del siglo XXI, que el logro que significa la Unión Europea descansa en
la conciencia de una pertenencia común a una colectividad supranacional. Sin embargo,
tal culminación positiva del europeísmo es quizás más la consecuencia del aprendizaje
de sus trágicas guerras del siglo XX y no el fruto de una multisecular “solidaridad
europea” que siempre fue políticamente frágil. Escribe Arendt que en el “precario
‘equilibrio del poder’ en Europa” los judíos fueron “una especie de símbolo del interés
común de las naciones europeas” y que la ruptura profunda de aquel equilibrio en el
inicio del siglo XX inicia la “catástrofe del pueblo judío”.
En tal “catástrofe” encajó perfectamente la acusación de la conspiración judía
para hacer y deshacer los gobiernos nacionales y satisfacer además su voracidad
financiera provocando guerras que ellos mismos terminaban subvencionando con sus
préstamos –hecho que correspondía parcialmente con la realidad, puesto que
efectivamente estaban los ejemplos: en la guerra europea de los Treinta Años en el XVII
muchos dispersos prestamistas judíos acreditaron a sus príncipes; así como luego, ya en
54
Ibíd., pp. 70-75
32

1866, un banquero judío, Bleichroeder, en la guerra austro-prusiana, financió al


gobierno de Bismarck, luego de la negativa del parlamento prusiano en la aprobación
del endeudamiento requerido por el gobierno. Pero la realidad parcial podía convertirse
en una ilusoria y simplista “verdad” general: la guerra era causada por los banqueros
judíos-. Aquí contribuía el hecho de que los judíos fuesen un pueblo “sin territorio y sin
un Gobierno propio” y que un estrato especial de él, los banqueros, sostuviese un
estatus intereuropeo que convenía a ellos mismos por sus negocios y que también
convenía, respetando ese estatus, a las élites políticas de las distintas Naciones-Estados
por los servicios financieros que aquellos proporcionaban.

Una anotación especial debe hacerse acerca del elemento intereuropeo judío y su
particular inserción en las sociedades nacionales. La “emancipación” permitió eludir la
“asimilación” que implicaba la renuncia a su propia identidad; sin embargo, antes de la
tragedia que les vendría con la política nazi muchos judíos habían resuelto “asimilarse”
y asumir plenamente su identificación nacional particular –con las distinciones
características ya vinculadas a las diferencias de clase social y de ideología política-55.
Pero al lado de estas “asimilaciones” nacionales, con pérdida o no de su identidad étnica
-fuese parcial o general esta pérdida, porque hubo judíos que, por ejemplo, se
desvincularon en lo religioso reconociendo una judeidad en otros planos-, siguió
habiendo un segmento que se afirmaba como intereuropeo. Este ingrediente, sin el rasgo
de su adscripción a una élite económica superior, fue creciendo entre las nuevas
generaciones que se beneficiaron de la “emancipación” y optaron por carreras
académicas universitarias, científicas, artísticas y políticas. Sobretodo en la opción del
ejercicio de la política práctica muchos judíos van a sostener un nuevo
internacionalismo, vinculado éste al movimiento socialista o socialdemócrata, y luego
de la división de éste a partir de la Revolución Rusa, vinculado también a los partidos
comunistas. El lema del Manifiesto Comunista: “proletarios de todos los países: uníos”,
es un rasgo programático de la militancia comunista, que entre los de origen judío podía
coincidir con un genuino sentimiento internacionalista y “cosmopolita”. La militancia
de judíos entre los bolcheviques y otros partidos comunistas de Europa fue
numéricamente importante, particularmente entre los dirigentes –entre éstos quizás por
55
La película Sunshine (o El amanecer de un siglo), de 1999, escrita y dirigida por el húngaro István
Szabó, ilustra el punto que anotamos, ficcionando desde comienzos del siglo XX la saga de tres
generaciones de la familia judía “Sonnenschein”, apellido que es cambiado a “Sors” por miembros de la
segunda generación que desean integrarse más a la sociedad húngara; luego viven las experiencias del
dominio alemán-nazi y del siguiente régimen comunista.
33

el rasgo particular de valorar la práctica de la educación formal y lo literario-.


Conocemos el desenlace de esta relación entre la militancia revolucionaria de muchos
judíos y el movimiento comunista: a fines de la década de los cuarenta del siglo XX una
nueva “purga” ordenada por el PCUS –es decir, Stalin- barrió al bloque de países del
Pacto de Varsovia; entre las víctimas, a las acusaciones de Trotskista, Titoísta, ‘agente
del imperialismo’y “cosmopolita” se añadió la de Sionista, en la preparación de los
expedientes judiciales que sirvieron para formalizar y seudolegalizar las condenas y
asesinatos.

Volviendo al punto que queremos especialmente destacar, la de esta presencia


particular del pueblo judío en Europa, Arendt la valora positivamente; la citaremos para
abreviar:
“…la activa entrada de los judíos en la historia europea quedó determinada
precisamente por ser ellos un elemento intereuropeo, no nacional, en un mundo
de naciones que surgían o existían. El que este papel demostrara ser más
duradero y más esencial que su función como banqueros de los Estados es una
de las razones materiales del nuevo y moderno tipo de productividad judía en las
artes y en las ciencias. No deja de ser una justicia de la Historia que su caída
coincidiera con la ruina de un sistema y de un cuerpo político que, cualesquiera
que fueran sus otros defectos, había necesitado y podía tolerar un elemento
puramente europeo.
No debería olvidarse la grandeza de esta existencia consistentemente europea
por culpa de los muchos aspectos indudablemente menos atractivos de la historia
judía…”56

Sin embargo, en la mentalidad general europea, con distinta intensidad según los
países, primaba una imagen de la judería que al antiguo dicterio de “asesinos de Jesús”
proveniente de lo hondo del sentimiento etnofóbico, se sumaba la nueva acusación de
un “gobierno mundial judío”, a la manera de una “sociedad secreta” que conspiraba para
la consecución de sus objetivos de un poder mundial (en tal marco circulaba desde
inicios del siglo XX un folleto antisemita, Los protocolos de los sabios de Sión, impreso
en Rusia, país donde los pogromos contra los judíos eran frecuentes. El texto se
presenta como la transcripción veraz de una reunión conspiratoria donde notables sabios
de Sion –nombre que también designa a Jerusalén- exponen los planes para el
establecimiento de un gobierno mundial sionista, es decir, judío)57
56
Ibíd., p. 69
57
La autoría de Los Protocolos… es atribuida a la policía secreta zarista, que ante el auge de la actividad
política opositora, particularmente la socialista, buscaba desacreditar a ésta relacionándola con una
conspiración judía. La fundación del movimiento por la creación de un Estado propio judío en un evento
realizado en agosto de 1897 en Suiza, presidido por Theodor Herzl, denominado Primer Congreso
34

Esta imagen de la judería y su supuesto plan político mundial encontraba su


confirmación, su prueba en la existencia de prominentes judíos como los Rothschild.
Esta casa financiera se convirtió en el siglo XIX en un importante manejador de los
empréstitos públicos canalizando la riqueza judía hacia empresas y proyectos
promovidos por los Estados europeos, por lo que se creó “la base natural para una nueva
cohesión intereuropea de la judería de la Europa central y occidental”. En los dos siglos
previos, había existido un “enlace no organizado” de financieros judíos dispersos en
Europa, ahora se convertía
“en la más sistemática disposición de estas dispersas oportunidades en manos de
una sola firma, físicamente presente en todas las capitales europeas importantes,
en contacto con todos los sectores del pueblo judío y en completa posesión de
todas las informaciones pertinentes y de todas las oportunidades para su
organización.

Continuemos citando
“...¿Dónde, además, hallar mejor prueba del fantástico concepto de un Gobierno
mundial judío como en esta única familia, de ciudadanos de cinco países
diferentes, destacados en todas partes, en íntima cooperación por lo menos con
tres Gobiernos distintos (el francés, el austríaco y el británico), cuyos frecuentes
conflictos ni siquiera por un momento conmovieron la solidaridad de intereses
de sus banqueros estatales? Ninguna propaganda podría haber creado un símbolo
más efectivo a fines políticos que la misma realidad.58

Los Rothschild, como símbolo, no sólo confirmaba un proyecto político,


también confirmaba nociones comunes, así como las más elaboradas en teorías
antropológico-raciales, que entraban en boga con los panmovimientos como el
pangermanismo y el paneslavismo. Nociones que primaban una visión etnocéntrica
alrededor de los vínculos de sangre y de familia, de los que derivarían características
específicas diferenciadoras entre los pueblos. Tal fenómeno etnocéntrico encuentra su
misma fuerza en el modo de vida del pueblo judío. Escribe Arendt
“La familia había desempeñado en la preservación del pueblo judío un papel
mucho más grande que en cualquier otro cuerpo político o social de Occidente, a
excepción de la nobleza. Los lazos familiares figuraban entre los más poderosos
y firmes elementos con los que el pueblo judío se resistió a la asimilación y la
disolución. De la misma manera que la declinante nobleza europea reforzó sus
leyes matrimoniales y familiares…

Sionista, fue un referente que le dio cierta verosimilitud al folleto apócrifo. En el régimen nazi, aparte del
libro Mi lucha, de Hitler, tal escrito fue el más difundido y leído entre la juventud nazificada. No es
casual que entre los dicterios más comunes en los discursos de Hitler estuviese el de la “conspiración
judeo-bolchevique”.
58
Arendt, Ob. Cit., pp. 74-75
35

Sin la antigua esperanza de la redención mesiánica y sin la firme base de un


pensamiento tradicional, la judería occidental se tornó superconsciente del hecho
de que su supervivencia se había logrado en un medio extraño y a menudo hostil.
Comenzaron a considerar al círculo interno familiar como si fuera su postrer
fortaleza y a comportarse con los miembros de su propio grupo como si fueran
miembros de una gran familia. En otras palabras, la imagen antisemita del
pueblo judío como una familia cerradamente unida por vínculos de sangre tenía
algo en común con la propia imagen de los mismos judíos.59

El antisemitismo fue gestándose a lo largo del siglo XIX relacionado con un


complejo de hechos: políticos (culminar el nuevo mapa de las Naciones-Estados, un
proceso que luego deberá arrostrar la ocurrencia de dos guerras mundiales en el siglo
XX); étnicos (resolver en el marco de las Naciones la integración de los pueblos que
reclaman una identidad propia y específica basada en vínculos al margen de la simple
nacionalidad de base territorial, tales como la sangre, la religión, etc.); económicos
(afrontar los cambios que la industrialización experimentada impone, en especial la
consecuencia de los nuevos conflictos sociales que derivan de ella). Pudo haber
ocurrido que en el terreno de las ideologías pugnando en la arena política, el
antisemitismo no se hubiese desarrollado –ni otro ismo basado en un elemento racial-;
sin embargo, el punto es que en los años que suceden a la Primera Guerra Mundial, el
nacionalismo y el supremacismo étnico-racial (característico de los pan-movimientos
político-culturales) se unieron en una fórmula política totalitaria que toma al pueblo
judío como enemigo colectivo y sobre el cual la propaganda y cierta prensa ponen a
actuar una imagen que, como dice Arendt, tiene “una relación íntima con la verdad que
tergiversan”:
“…los judíos eran representados siempre como una organización comercial
internacional, como un complejo familiar mundial con intereses idénticos en
todas partes, como una secreta fuerza tras el trono que degradaba a todos los
Gobiernos a la condición de mera fachada o a la de marionetas manipuladas
fuera de la vista del público. A causa de sus íntimas relaciones con la fuente del
poder estatal, los judíos fueron invariablemente identificados con el poder, y a
causa de su distanciamiento de la sociedad y de su concentración en el cerrado
círculo familiar, fueron invariablemente considerados sospechosos de conspirar
para la destrucción de todas las estructuras sociales.”60

El imperialismo.
El punto culminante en esta evolución del antisemitismo en Europa coincide con
el apogeo de la política imperialista de las Naciones-Estados europeas. Arendt destaca
59
Ibíd., p. 75
60
Ibíd., pp. 75-76
36

cómo la expansión de los negocios capitalistas implicó el interés de un sector de la


burguesía en la política; en particular, por el acceso a la esfera del poder-del-Estado, por
las empresas económicas que al amparo del Gobierno podían realizarse y su
consiguiente expansión con la ayuda del aparato estatal. De tal manera, los financieros
no judíos se vincularon a sus propios Estados proporcionando fondos para sus
actividades y recibiendo protección de los Gobiernos para sus negocios, tanto dentro de
sus fronteras como fuera de éstas.61 No nos detendremos en el concepto del
Imperialismo (la nota a pie de página remite a las obras que la autora utilizó, las que son
ya clásicas en la consulta sobre el tema). El interés sobre tal hecho político-económico
estriba aquí en sus implicaciones con los cambios culturales y, particularmente,
ideológicos que suceden en el cruce de los siglos XIX y XX.
En lo tocante al clima ideológico-político se exacerba el antisemitismo. Una
circunstancia ya mencionada opera: la imbricación de capitalistas financieros no judíos
con sus gobiernos nacionales, lo cual desplazaba a los financieros judíos que terminaron
enajenados de sus tradicionales influencias políticas y también de la judería en general.
Por esto, comenta Arendt, es paradójica la imagen de la judería que se crea en la
opinión pública; se les adjudica un poder efectivo que realmente nunca tuvieron y
menos aún en el momento histórico del apogeo del imperialismo. Sin embargo, tal
representación de la judería operaba más en el nivel masivo influenciado por la
demagogia etnocéntrica y racista derivada de los movimientos pangermánico y
paneslávico (cuyas representa_ ciones del judaísmo no fueron exclusivas de los
territorios-asientos de los pueblos así autorreferidos, germanos y eslavos; ver lo del caso
Dreyfuss en Francia como síntoma del antisemitismo difundido en la Francia de fines de
siglo). En otros estratos sociales la visión sobre los judíos ya no condescendía con la
aceptación que la “emancipación” había despertado sino que, en palabras de Arendt:
En una era imperialista, la riqueza judía se había tornado insignificante; para
una Europa sin el sentido del equilibrio de poder entre sus naciones ni de
solidaridad intereuropea, el elemento judío anacional e intereuropeo se convirtió
en objeto de odio universal precisamente por causa de su inútil riqueza y de
desprecio por causa de su falta de poder.62

61
En la conceptualización del Imperialismo que la autora realiza dos obras importantes son utilizadas y
referidas: de Rudolf Hilferding, El Capital Financiero (1910); y de J. H. Hobson, El imperialismo (1902).
Estas obras alimentaron, en lo fundamental, las teorías que sobre tal fenómeno se harían en las décadas
siguientes; por ejemplo, fueron muy usadas por Lenin en su opúsculo El imperialismo, fase superior del
capitalismo (1916).
62
p. 62
37

El imperialismo, sabemos, supone la expansión económica y territorial a favor


de una Nación-Estado, cuyos recursos organizativos del aparato de Gobierno,
principalmente militares, son utilizados para tales fines de expansión; en los que se
incluye la colonización –o poblamiento- de otros territorios por los propios
connacionales del Gobierno-Estado que lo promueve. Es natural que el militarismo se
establezca como un núcleo importante de la Ideología que acompaña al fenómeno
imperialista, más aún que las Naciones-Estados han evolucionado con el componente
imprescindible de los Ejércitos para afirmar y defender sus fronteras en un orden
jurídico internacional todavía frágil.
Sin embargo, lo que nos interesa conceptualmente es destacar que el
imperialismo primó una ‘teoría’ etnocéntrica y racial63. Por la que el Estado –que
promueve la expansión- se coloca al servicio de la Nación y no de la Ley, al menos en
sus prioridades, y la Nación es entendida en términos que priorizan la homogeneidad
étnica y racial. Para esto fueron condicionantes los panmovimientos que postulaban el
origen divino del propio pueblo o su carácter especial, fundando así un etnismo –o un
racismo si destacaban lo biotípico como factor explicativo-.
Aparece así en el siglo XIX un “nacionalismo tribal” que excluye a otros
pueblos. Y aparecen, pues, los “supremacismos” raciales, étnicos y morales que han
marcado el siglo XX –en propiedad, han caracterizado largos períodos de la historia
humana, sólo que el siglo XX se nos presenta como la apoteosis trágica y destructiva de
aquellos- y que persisten en el XXI.
Tal “nacionalismo tribal” se vincula estrechamente con los panmovimientos en
el siglo XIX y promueve una definición jurídica de la nacionalidad sobre bases étnicas y
raciales, cuyo mejor ejemplo lo constituirá en el Tercer Reich lo conocido como las
“leyes de Nuremberg”, de 1935, que radicalizan la discriminación legal iniciada desde
abril de 1933 contra los judíos, despojando ahora de la ciudadanía a los no arios y
prohibiendo los matrimonios y toda relación sexual entre ‘no arios’ y germanos (se trata
ya del programa de purificación biológica racial como una herramienta de la nueva
forma de dominación política).
El fenómeno imperialista característico en el cruce de los siglos XIX y XX es
importante en la ampliación de la corriente antisemítica porque aquél exacerbó una
visión racial de las diferencias económicas y culturales que surgían en el contraste entre
63
No olvidemos que una política de expansión, como la de la URSS, vinculada a una ideología
sistemática y omnicomprensiva de ‘progreso histórico’, puede primar otros elementos ideológicos para
justificar su expansión.
38

los pueblos de las Naciones-Estados que se expandían hacia otros territorios y los de los
pueblos que se subordinaban en esta relación imperial. En la ideología del imperialismo
un “darwinismo” social encajó para explicar estas diferencias y justificar el dominio de
unos pueblos nacionales sobre otros. Y el Estado reforzará su función como defensor de
los derechos de sus ciudadanos nacionales por encima de un supuesto estatuto de
derechos humanos universales –como habían sido establecidos, por ejemplo, en la
filosofía política del siglo XVIII-. Arendt cita unas líneas de Tocqueville que ilustran el
quiebre político-cultural que ella quiere destacar: “El siglo XVIII ‘creía en la variedad
de razas, pero en la unidad de la especie humana’”64. Tal “unidad” de la humanidad se
quiebra con el fenómeno totalitario del siglo XX, cuyo símbolo eminente es el campo
de concentración nazi.

Para concluir el comentario de la relación entre antisemitismo e imperialismo,


ellos a su vez como factores clave para explicar el surgimiento del fenómeno totalitario,
hagámoslo siguiendo a la autora para responder al porqué los judíos estuvieron en “el
centro de estas ideologías raciales”. La respuesta es interesante porque nos propone el
entendimiento -a los lectores de Arendt que hoy, 2010, presenciamos el fenómeno de
los fundamentalismos político-religiosos- de la imbricación de los discursos
ideológicos, en la política actual, con tradicionales ingredientes culturales escatológicos
y salvacionistas.

Sabemos que la ideología política que favoreció al expansionismo imperial de


los Estados y que se insertó en la cultura de las masas europeas en el siglo XIX resolvió
la nueva exigencia de que la soberanía descansaba en el pueblo y no en el monarca
absoluto, afirmando también el principio de la soberanía nacional. Ocurriendo así en la
mentalidad colectiva la percepción y el sentimiento de un origen común en un territorio
dado; y ellos –tal percepción y tal sentimiento- se convierten en un “sucedáneo
emocional de la religión” en los casos de los panmovimientos eslavo y germano que, a
través de un “nacionalismo tribal”, introducen una concepción religiosa en la
nacionalidad. Sin embargo, aún sin el ingrediente religioso, el nacionalismo, como la
emoción compartida del origen común, será necesario como “el precioso cemento” que
unirá “a un Estado centralizado y a una sociedad atomizada”.65

64
p. 241
65
Ver pp. 299-305.
39

En la pretensión de los panmovimientos de ser su propio pueblo el elegido por


Dios, se chocaba “seriamente con la reivindicación judía” acerca de lo mismo. Arendt
remite a comentarios de intelectuales de la Ilustración, como Voltaire y otros, de los que
admite “algo de verdad” en sus señalamientos, cuando dicen –citemos a Arendt:
“…que el concepto judío de pueblo elegido, su identificación de la religión y de
la nacionalidad, su reivindicación de una posición absoluta en la Historia y de
una relación singular con Dios, aportó a la civilización occidental un elemento
de fanatismo de otra forma desconocido (heredado por el cristianismo con su
reivindicación de su posesión exclusiva de la Verdad), por una parte y por el
otro, un elemento de orgullo que se hallaba peligrosamente próximo a su
perversión racial…

Esta condición cultural latente del pueblo judío, que pudiese llevar a su
“perversión racial” si se interpretaba la creencia judeo-cristiana del origen divino del
hombre como un origen colectivo, es decir, étnico, de todo un pueblo; tal condición
cultural -como ingrediente ideológico-, el paneslavismo y el pangermanismo,
principalmente, la convirtieron en el tema central de su autodesignación como el
verdadero pueblo elegido y la insertaron en un programa de supremacismo étnico que la
expresión de “nacionalismo tribal” conceptualiza.
Porque el nacionalismo tribal es la perversión precisa de una religión que hace a
Dios escoger a una nación, a la propia; sólo porque este antiguo mito, unido a un
pueblo superviviente de la antigüedad, había echado profundas raíces en la
civilización occidental pudo el moderno líder del populacho, con una cierta dosis
de plausibilidad, llegar a la desfachatez de arrastrar a Dios a los pequeños
conflictos entre pueblos y de pedir Su asentimiento a una elección que el líder
había ya manipulado a su antojo. El odio de los racistas contra los judíos surgió
de una aprensión supersticiosa de que pudieran ser los judíos y no ellos mismos
a los que Dios hubiera elegido, aquellos a quienes estaba reservado el éxito por
la Divina Providencia. Existía un elemento de resentimiento imbécil contra un
pueblo del que se temía que había recibido una garantía racionalmente incom-
prensible de que eventualmente emergería, a pesar de todas las apariencias,
como el vencedor final de la historia del mundo.66

En tal terreno fertilizado por los “nacionalismos tribales”, el etnismo y el


racismo, que se ajustaban a la visión competitiva-guerrera entre las Naciones-Estados
que rivalizaban por territorios, zonas de influencia y mercados, fue posible el
surgimiento del fenómeno totalitario; y para el que la Primera Guerra Mundial sirvió
como apertura de la etapa que vendría con el triunfo de los movimientos que pondrían
en ejecución el programa que las ideologías totalitarias contenían. El campo cultural-
político, en crecimiento desde el siglo XVIII, de los textos, declaraciones y acciones
66
p. 315
40

promotores de los derechos humanos sobre la base de la igualdad jurídica de la


humanidad y de un orden político democrático, se debilita ante el reto ideológico
totalitario; como también la búsqueda, en consecuencia, de un orden institucional
solidario internacional, tal como se esperaba con el Tratado de Versalles (1919) y su
Sociedad de Naciones (antecesora de la ONU).

Puntualicemos el concepto de Totalitarismo con base en Hannah Arendt.


Finalmente, cerraremos el comentario sobre el libro de Arendt puntualizando los
elementos que conforman el concepto de Totalitarismo; de tal manera, abreviaremos el
intento de aprehensión del mismo (con incisos por el autor de estas líneas).

* La esfera pública, que debería ser la expresión de la igualdad jurídica de la


Humanidad, se convierte en la institucionalización de la diferencia jurídica, de la
jerarquización segmentada de los derechos humanos; sea con base en un principio
racial, o lo sea con base en un principio de progreso histórico que promete la igualdad
social, pero que ‘transitoriamente’ privilegia una clase social revolucionaria y su
vanguardia partidista. El totalitarismo no es simplemente una forma de Gobierno
dictatorial o tiránica, sino un Movimiento y un Régimen que instituyen, legitimando a
través de una Ideología sistemática, un orden público -es decir, político- con
restricciones, o anulaciones extremas, en el sistema de libertades y derechos vinculado a
las Constituciones democráticas nacientes desde el final del siglo XVIII.67
* Base social del totalitarismo: convertir al pueblo “en “una masa atomizada y
sin estructuras”. Y sobre esa masa “la jerarquía del Partido”. Sin embargo, lograr una
“masa atomizada” no excluye su homogeneización bajo el ‘principio’ central de la
ideología, el cual precisamente busca esta homogeneidad porque ofrece en el futuro un
Pueblo sin diferencias (una nueva humanidad); y no es una contradicción con el rasgo
enunciado el hecho que una estructura organizativa de ‘frentes sociales’ es creada (de
jóvenes, de mujeres, de trabajadores, etc.), supeditados al Partido y como ‘correas de
transmisión’ entre el Partido y el pueblo en general (La organicidad social que ya existía
es eliminada dictatorialmente, por una combinación de medios “legales” y acciones de
67
Puede leerse en el acápite Dominación total (en el cap. XII), en la descripción y explicación de los
campos de concentración nazis y soviéticos, el proceso mediante el cual la esfera pública es vaciada de
los principios liberales y democráticos que la alimentaron desde los siglos previos. Describe Arendt cómo
primero ocurre “matar en el hombre a la persona jurídica”; luego, “el asesinato de la persona moral”.
Generar así “cadáveres vivos”.
41

fuerza por bandas controladas por el Partido. Si fuese necesario porque las
circunstancias políticas y jurídicas impiden la acción dictatorial inmediata, se crearía
una estructura paralela de ‘frentes sociales’ –sindicatos laborales, por ejemplo- a los
existentes en el régimen heredado con el fin de su socavamiento paulatino). Un
principio ‘programático’, seductor en su uso por la propaganda, guía esta ingeniería
social: construir “una sociedad sin clases”.68
* El apoyo de las masas al proyecto político y su vínculo emocional a un líder
que usa efectivamente la técnica de la demagogia en la búsqueda de la adhesión
fanática. Por parte del líder y de su aparato de propaganda no hay escrúpulos para el uso
de la mentira sistemática (“La masa cree más en la gran mentira que en la pequeña”,
diría Hitler). El principio de “la lealtad al jefe” –muy importante en la militancia que
conforma el aparato del Poder- contrarresta en todo caso que las mentiras sean
percibidas como tales, más bien son interpretadas como habilidades o virtudes tácticas
del líder; ocurre así una graduación cognoscitiva que va desde la credulidad ingenua de
parte de las masas hasta el cinismo de la alta jerarquía interna del Partido; porque, al
final, lo que vale es la creencia en la infalibilidad de las acciones del líder al margen de
la veracidad de sus palabras. Y para los que dentro de la élite dirigente no creen
simplemente “en los clichés ideológicos ni en la infalibilidad del jefe”, su lealtad
descansa, en palabras de Arendt, en un “cinismo moral” consistente en “una firme y
sincera fe en la omnipotencia humana”: todo se vale, diríamos, y el jefe, el líder
aceptado sería el instrumento máximo de tal omnipotencia que la ideología ha
racionalizado.
Las masas se identifican con un movimiento y un líder que logran
expresar mejor el resentimiento o la inconformidad que ellas han acumulado y que llega
a un punto de saturación con la crisis económica y la pérdida de legitimidad del sistema
de partidos y otras organizaciones existentes. Las masas convencidas por el nuevo
liderazgo y su ‘movimiento’ excusarán el uso de prácticas no democráticas y violentas
por los militantes del nuevo movimiento; ocurre, obviamente, un deterioro en las
culturas democrática y racional-jurídica, ganando prestigio el método de la resolución
por la fuerza de los disensos sociales: el atractivo de la dictadura.69

68
Pp. 401 y contiguas
69
Pp. 385-400; 474 y contiguas.
42

* Aún como régimen establecido, el totalitarismo supone el movimiento


permanente, la experimentación constante para el logro de revolucionar todo y “cada
individuo en cada una de las esferas de la vida”.70
* Todo pensamiento totalitario implica una “identidad de política, economía y
sociedad”. Se trata de que lo Público –o su vértice, el aparato del Estado- absorbe las
otras instancias, dando así predominio a la política, a la razón política).71 Ilustra aquí
insertar la definición de Mussolini:
“La concepción Fascista del Estado es abarcante; fuera de él ningún valor
humano o espiritual puede existir, mucho menos tener valor. Así entendido, el
Fascismo es totalitario, y el Estado Fascista –una síntesis y una unidad inclusiva
de todos los valores- interpreta, desarrolla y potencia la vida entera de un
pueblo.”72

Esta definición de Mussolini serviría como una definición general de todas las
experiencias societales y políticas donde prima un ordenamiento “estatalista” de las
instituciones y prácticas plurales y diversas de los grupos humanos; donde el poder del
Estado a través del Gobierno establecido y con base en los principios declarados en una
Ideología oficial-gubernamental, comanda a la sociedad plural hacia una homogeneidad
orgánica regida por la Ideología oficial.

* Cercenar la libre iniciativa fuera del plan del Estado. Todo debe estar previsto
o encajar en lo que se considera previsto.73
* El adoctrinamiento y la propaganda. La propaganda es un instrumento
destacado en la etapa en que el movimiento totalitario todavía no ha tomado el poder ni
establecido el régimen; lo es también para su uso en el extranjero, fuera de los países
donde ya ejerce el poder absoluto. En lo interno de estos países sustituirá a la
propaganda con el adoctrinamiento –o la primera se vuelve secundaria. Lo fundamental
70
p. 408
71
¿O se trata también del predominio de la razón económica? Si consideramos la afirmación de Arendt
acerca de que la “filosofía política de la burguesía era siempre <totalitaria>; siempre supuso una identidad
de política, economía y sociedad, en la que las instituciones políticas servían sólo como fachada de sus
intereses particulares…”, que en el fenómeno del Imperialismo se mostraría crudamente (la cita en la pág.
419). Recordemos que la autora en el cap. XIII de su libro señala que toda ideología posee germinalmente
elementos totalitarios.
72
"The Fascist conception of the State is all-embracing; outside of it no human or spiritual values can
exist, much less have value. Thus understood, Fascism is totalitarian, and the Fascist State—a synthesis
and a unit inclusive of all values—interprets, develops, and potentiates the whole life of a people”
Mussolini, Benito. 1935. Fascism: Doctrine and Institutions. Rome: Ardita Publishers. p 14. La
traducción al castellano es nuestra (LM). El texto referido se halla en Wikipedia:
http://en.wikipedia.org/wiki/Fascism#cite_note-158
73
Arendt, Ob. Cit., p. 422
43

es adoctrinar; lo cual se complementará con el uso del Terror (la cotidianización del
miedo).
* La Ideología como pilar central del funcionamiento de la propaganda y del
adoctrinamiento. Ella debe ser sistemática, omnicomprensiva y omnipresente; no dejar
por fuera ningún proceso o aspecto de la realidad y de la Historia porque todo debe ser
explicado y encajar perfectamente en los fines que la Ideología ha enunciado
(teleología) y que derivan de sus premisas explicativas. La Ideología, así, es totalizante
y debe penetrar o conquistar la mente de cada individuo: en sus convicciones y en su
lógica argumentativa.74
“…las masas…están predispuestas a todas las ideologías porque explican los
hechos como simples ejemplos de leyes y eliminan las coincidencias inventando
una omnipotencia que lo abarca todo y de la que se cree que se halla en la raíz de
cualquier accidente. La propaganda totalitaria medra en esta huida de la realidad
a la ficción, de la coincidencia a la consistencia…”75

La búsqueda de la gran explicación, firmemente coherente, funda un “anhelo por


la ficción” que la ideología racionaliza y donde la propaganda actúa. Pero el
adoctrinamiento por el régimen escolar –y por otros medios-, diferente a la simple
propaganda, se establece como el eje principal del sistema ideológico. En tal sentido, la
Ideología es un pilar central en el Estado totalitario (añadiríamos que también lo es en
un Estado protototalitario, aquel donde éste existe en una sociedad todavía no
plenamente ‘conquistada’; una sociedad, pues, en transición, y donde los detentadores
de su Gobierno pretenden ejercer el control integral y férreo de ella e instrumentan para
tal efecto la omnipresencia de una Ideología sistemática, que facilite tal ‘conquista’).

* El Líder y la organización. El líder máximo y el Partido.76


La organización totalitaria, sea como movimiento o partido, o ya como régimen
de Estado, tiene al “principio del jefe” (el “Führerpinzip” del nazismo) como factor
fundamental unificador y eje central en la toma de decisiones (“La voluntad del Führer
es la ley suprema” era la fórmula oficial nazi). Esta mono-personalización de la facultad
dirigente, sobre el Partido y el Estado, no excluye los niveles organizativos de los
“frentes” que intermedian entre ellos y las masas; lo que puede generar una jerarquía de
niveles dirigenciales dentro de los mismos, con autonomías restringidas, y cuya línea

74
Ibíd., pp. 425 ss.; 222-4; 555-7; 568-578
75
p. 437
76
Pp. 450 ss.
44

general, la del Movimiento que el Líder encarna, tiende a cumplirse por la fidelidad que
todos deben al Líder (o al Comandante, como se estila en Cuba). La organización se
sostiene en un “culto a la personalidad” del líder.
Militarismo y Nacionalismo.
La organización tiende a expresarse con formas, usos y prácticas militares
(uniformes, escenarios, ‘saludos’, marchas y desfiles, celebraciones de batallas y
episodios que simbolicen la “gloria” del Movimiento y la fusión de éste con la tradición
de la Nación, jerga e imágenes de combate, etc.). En los casos históricos ‘clásicos’
totalitarios, señala Arendt, se trataba de reforzar “‘la lucha ideológica del movimiento’
contra el difundido pacifismo de Europa después de la primera guerra mundial”. En
general, estos “arreos militaristas” buscan “la abolición de las normas y de la moral
cívicas”.77
El militarismo concuerda con la naturaleza de un sistema político cuyo
“movimiento” constante es necesario para lograr el cambio de civilización y de
humanidad (al menos, esta es la oferta). Así, es necesario: provocar la confrontación
permanente porque esto depura la sociedad y despierta a los rezagados; crear enemigos,
si los reales ya no existen, por medio de la invención de conspiraciones internas o
externas -o ambas vinculadas- prefiriendo el enemigo externo porque facilita el recurso
del discurso patriótico y nacionalista; en síntesis, glorificar lo ya hecho y el esfuerzo
presente de los promotores del cambio revolucionario. Darle un tinte épico al proceso, y
nada mejor que su envoltura militar y las grandilocuentes apelaciones nacionalistas y
patrióticas; para lo cual una consigna es enunciada desde la cúspide del Poder –
generalmente, por el líder máximo- para expresar y dar valor retórico al real, o
imaginado, gran esfuerzo.

* El totalitarismo como forma de Estado. El sistema Partido-Estado.


El Estado totalitario no es una “estructura monolítica”. Existe, más bien, la
“coexistencia …de una autoridad dual, el partido y el Estado” en el que el aparato de
Gobierno representa la “autoridad ostensible”, como un “Estado normativo”, como la
“fachada carente de poder que oculta y protege al verdadero poder del partido”; éste
constituiría el poder efectivo, como un “Estado prerrogativo”, en el cual se depositaría
de facto la soberanía (“La maquinaria del Estado es transformada en una organización

77
p. 457
45

frontal de burócratas simpatizantes”.78 (Diríamos nosotros, transformada en una


organización clientelar).
Tal dualidad se manifiesta en una “duplicación de organismos”, modalidad que
no deriva simplemente de una situación de transición de un viejo Estado a uno nuevo,
sino al hecho de primar la entidad del Partido sobre la del Estado, como el poder real.
Tal procedimiento de “multiplicación de organismos” (dentro del mismo Estado y
también dentro del Partido como instancias paralelas al Estado) busca impedir que la
estabilización de cualquier proceso de cambio detenga el ímpetu revolucionario que la
élite del partido y/o su líder máximo pretenden mantener, dados sus imperativos
ideológicos y las propias necesidades derivadas del aferramiento al poder.79
La reproducción de departamentos, o secciones, encaja en la naturaleza de un
régimen policial, en la necesidad de un sistema de vigilancia mutua de todos, con su
vértice en la dirección del partido. Y esta aparente “falta de conformación” –de madurez
organizativa- del régimen de Estado-Partido “resulta ser un instrumento idealmente apto
para la realización del llamado principio-del-jefe”.80
(Acotación sobre este punto a través de una interrogante: ¿la superación de esta
situación de autoridad dual y de duplicación de organismos –añadiendo la superación
del principio del líder máximo, como parece ser el caso de China desde la década de
1990s- aunque manteniendo el régimen de Partido único en el sistema constitucional de
Poder, nos conduciría tal situación a excluir la definición de ‘forma de gobierno
totalitaria’ para estos casos? Atender a los siguientes dos puntos para una posible
respuesta)

* La dominación totalitaria no es cualquier régimen autoritario o dictatorial.


El totalitarismo buscaría la “abolición” de toda libertad, invadiendo también la
esfera de la “espontaneidad humana en general”. Por lo que la generación del
“aislamiento de individuos atomizados” conformando una “masa básica” social,
también afecta la cúpula del sistema de “poder”, donde cualquier ‘compañero’ de la
dirección es removible y “purgable” según la voluntad del Líder; ninguna institución
pública ni salvaguarda legal protege del poder discrecional; el temor cotidianizado
afecta en todos los niveles. En un régimen dictatorial no totalitario se estructuraría un
orden jerárquico de autoridad que contrapesaría el principio de la jefatura única,
78
p. 405
79
Ver en Arendt las págs. 486 y ss.
80
p. 495
46

permitiendo espacios restringidos de libertad; tal sistema sería defectuoso para los fines
del ejercicio de un poder político, el totalitario, que pretende ser socialmente omnímodo
de acuerdo a los imperativos de su Ideología central y de la propia ‘mecánica’ del poder
del Jefe.81
Arendt, en esta distinción entre la dominación totalitaria y la autoritaria, o
dictatorial-despótica, especifica como experiencias reales ‘modélicas’ de un régimen
totalitario a la Alemania del Tercer Reich desde 1938 y a la Unión Soviética desde
1930, o sea, desde los inicios del Primer Plan Quinquenal. En tal delimitación
cronológica, los “campos de concentración” nazis y la aplicación de experimentaciones
biológico-raciales; y los campos soviéticos (los “gulags”), más las “purgas” masivas –
incluyendo el exterminio- de los “enemigos objetivos” del proceso, tales rasgos
prácticos se convierten en esenciales en el ‘modelo’ de dominación totalitaria.
Esenciales porque fueron instrumentos de una política sistemática de Terror que a su
vez correspondía a una Ideología que jerarquizaba el cambio de la civilización y
establecer una nueva Humanidad.82
Las experiencias totalitarias ‘clásicas’-la nazi y la soviética- evolucionaron de
dictaduras unipartidistas que establecieron una “amalgama del Estado y el partido”, pero
confiriéndole al partido el poder efectivo sobre el aparato del Estado el cual se va
recomponiendo de acuerdo a este hecho: el Partido se impone al Estado. Esta
conceptualización, según Arendt, dejaría por fuera la experiencia italiana, la del régimen
Fascista, al menos hasta 1938. El Partido fascista se integró al aparato del Estado,
copándolo parcialmente; y dependiendo su propio poder del poder del Estado que lo
asimila al ser ‘conquistado’
De lo que se trata en la experiencia totalitaria es que el agente fundamental de la
transformación civilizatoria es el Movimiento, el Partido; no el Estado y su aparato
administrativo y militar.

* Un régimen policial. El nuevo papel de la policía política.


Uno, la aspiración a una expansión mundial donde no haya la distinción entre el
país propio y el extranjero, diferente al imperialismo ya conocido, y donde el papel
convencional del ejército no es el propiamente requerido para las nuevas tareas de
control social, el de los ciudadanos; y, dos, la exigencia de una dominación total,

81
pp. 496 y contiguas.
82
Pp. 496; 512
47

omnipresente en todos los resquicios de la sociedad, son rasgos que destacan en la


noción de régimen totalitario en Arendt. Puesto que éste, escribe la autora, “no es un
Gobierno en ningún sentido tradicional, sino un movimiento”, donde la expansión
mundial y el dominio total no deben detenerse. Y mientras no se logren tales objetivos,
siempre habrá la posibilidad de un enemigo, de un opositor al proceso de cambio, al
movimiento de la historia, “cuya identidad cambia según las circunstancias
predominantes”, por lo que la policía secreta, la policía política se convierte en un
cuerpo pilar del régimen, muy vinculada a la voluntad del Jefe, del Líder, de quien
depende directamente. La policía secreta totalitaria, a diferencia de las policías políticas
o secretas de otros regímenes, es también un instrumento de la dominación ideológica
total.83
El peso omnipresente en la sociedad de la policía política secreta genera el
término de régimen policial; sea con el ejemplo modélico, según Arendt, de un régimen
totalitario como el de URSS bajo Stalin y el papel de la NKVD; o en otro régimen que
pudiéramos nombrar como “paratotalitario”, según nosotros, que designaría las
sociedades pos-estalinistas del bloque soviético, tanto la misma URSS como el resto de
Europa oriental adscrito al bloque. Tales casos se resumen o modelizan con la
República Democrática de Alemania (Alemania oriental) y el peso de la STASI, cuya
presencia en las redes de la vida social de los ciudadanos justifica el uso del término
régimen policial.

Un añadido antes de concluir.


Antes de concluir haremos una breve referencia a un artículo de Fernando Mires
en el que propone una definición sintética de régimen totalitario.84Citaremos al autor:
“No es necesario leer a Hannah Arendt para saber que un régimen totalitario
reposa sobre dos bases. La primera es poseer una visión de mundo que seduzca
de un modo casi religioso a la mayoría absoluta de una nación…
“La segunda base es la creación de un sistema político absolutamente cerrado…”

Por supuesto, Mires, que ha leído a Arendt, puede facilitarle a los lectores de su
artículo una definición abreviada de régimen totalitario y ahorrarle a éstos la tarea de
una fatigosa lectura que además no concierne al interés teórico más preciso y urgente de
su breve ensayo –breve pero muy sustancioso- apuntando a una caracterización del
83
Pp. 521 y contiguas
84
“La híbridocracia o las dictaduras del siglo XXI”; en el blog Ideas de Babel; 26 Septiembre, 2009.
URL: http://ideasdebabel.wordpress.com/2009/09/26/fernando-mires-la-hibridocracia-o-las-dictaduras-
del-siglo-xxi/
48

régimen de Chávez; caracterización en la que descartaría designar el régimen


venezolano como totalitario (aunque hay acciones que se inscriben en tal signo, cuando
aquel, según Mires, “pisa el acelerador totalitario”).
No pretendemos aquí entrar en la consideración del contenido del artículo de
Mires (sin descartar que lo haremos en otra parte del ensayo). Nuestro interés en este
breve apéndice es advertir a un lector que esté tentado a omitir la lectura de Arendt y al
mismo tiempo desee conocer la complejidad del fenómeno histórico del totalitarismo.
49

You might also like