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Todo símbolo tiene varios significados

El concepto del si-mismo deriva, en la psicología de Jung, de otro concepto jungiano el


de ánima. En las primeras obras de Jung, el ánima era la parte oculta o "sombra" del
inconsciente femenino (cualidades femeninas) del hombre. En su últimas obras
cuando el ánima se hace consciente, es equiparada al proceso alquimista (Jung era un
gran estudioso de la alquimia), donde se unen los elementos conscientes e
inconscientes. Siempre que el individuo promueve y saca a la luz, vivencialmente, su
ánima, la personalidad experimenta grandes y profundos cambios. El sí-mismo es el
resultado de la confluencia en la psique de la parte inconsciente del anima y la
conciencia. La armonía de la parte inconsciente y consciente del sujeto se encuentra
en el sí-mismo, verdadero núcleo de la entropía psicológica. Esta integración de la
personalidad está muy bien representada en la cultura oriental por el símbolo del
"Mandala" que reviste la forma de un cuadrado o círculo con un punto central. El
mandala representa la conciliación de lo opuesto, del bien (lo divino) y del mal (lo
demoníaco), de lo consciente y lo inconsciente del hombre. El punto central del
mandala representa para Jung la meta del si-mismo la producción de un nuevo centro
de la personalidad. Jung llegó a identificar las visiones de los ovnis en su obra "Sobre
cosas que se ven en el cielo" con la necesidad del mandala que llevamos dentro. Los
mandalas se encuentran en los arquetipos de todas las épocas. Los mandalas del
cristianismo presentan a Cristo en el centro con los cuatro evangelistas, o sus
símbolos, en los puntos cardinales. La astrología, en la que Jung también se interesó,
representa mandalas similares.

Los distintos complejos de la personalidad pujan por imponerse, como centros


autónomos que son. Si uno de ellos se impone desequilibra la psique, produciendo
trastorno mental y conflictos internos. El equilibrio solo se logra a través de la
"individuación" atendiendo a los distintos aspectos de la personalidad.

El self (sí-mismo), hay que resaltar este punto, es lo opuesto al yo. El yo es un


complejo, en el que el "ego" es su parte más consciente. En cambio el self es un
arquetipo equilibrador de las partes conscientes e inconscientes del sujeto. Aquí
anotamos la influencia del concepto del self en la psicología más actual como la
constructivista y las nuevas tendencias del psicoanálisis y la psicología humanista-
experiencial. La salud mental del sujeto equivale al proceso adecuado del self, que
atiende tanto a los elementos de la conciencia como a integrar adecuadamente los
aspectos relevantes del mundo inconsciente. Si las experiencias del inconsciente no
son adecuadamente atendidas y simbolizadas se produce malestar emocional. En este
punto Jung se adelantó a los psicólogos humanistas como Rogers y la terapia gestalt.

Jung decía que no existía un número fijo de arquetipos que pudiésemos listar o
memorizar. Se superponen y se combinan entre ellos según la necesidad y su lógica
no responde a los estándares lógicos que entendemos. Jung, sin embargo, definió
algunos otros.

Además de la madre, existen otros arquetipos familiares. Obviamente, existe un padre


que con frecuencia está simbolizado por una guía o una figura de autoridad. Existe
también el arquetipo de familia que representa la idea de la hermandad de sangre, así
como unos lazos más profundos que aquellos basados en razones conscientes.
También tenemos el de niño, representado en la mitología y en el arte por los niños,
en particular los infantes, así como por otras pequeñas criaturas. La celebración del
niño Jesús en las Navidades es una manifestación del arquetipo niño y representa el
futuro, la evolución, el renacimiento y la salvación. Curiosamente, la Navidad acontece
durante el solsticio de invierno, el cual representa el futuro y el renacimiento en las
culturas primitivas nórdicas. Estas personas encienden hogueras y realizan
ceremonias alrededor del fuego implorando la vuelta del sol. El arquetipo niño también
con frecuencia se mezcla con otros, formando el niño-dios o el niño-héroe.
Muchos arquetipos son caracteres de leyendas. El héroe es uno de los principales.
Está representado por la personalidad mana y es el luchador de los dragones
malvados. Básicamente, representa al Yo (tendemos a identificarnos con los héroes
de las historias) y casi siempre está envuelto en batallas contra la sombra, en forma de
dragones y otros monstruos. No obstante, el héroe es tonto. Es, después de todo, un
ignorante de las formas del inconsciente colectivo. Luke Skywalker, de La Guerra de
las Galaxias, sería el ejemplo perfecto.

Al héroe usualmente se le encarga la tarea de rescatar a la doncella, la cual


representa la pureza, inocencia y en todas por igual, la candidez. En la primera parte
de la historia de la Guerra de las Galaxias, la princesa Leia es la doncella. Pero, a
medida que la historia avanza, ella se vuelve anima, descubriendo el poder de la
fuerza (el inconsciente colectivo) y se vuelve un compañero igual que Luke, quien
resulta ser su hermano.
El héroe es guiado por un viejo hombre sabio, una forma de animus que le revela al
primero la naturaleza del inconsciente colectivo. En la Guerra de las Galaxias, este
viejo es Obi Wan Kenobi, y luego Yoda. Obsérvese que ambos enseñan a Luke todo
sobre la fuerza, y cuando Luke madura, mueren, volviéndose parte de él.
Quizás se estén preguntando por el arquetipo de “padre oscuro” de Darth Vader. Es la
sombra y el maestro del lado oscuro de la fuerza. También resulta ser el padre de Leia
y Luke. Cuando muere, se convierte en uno de los viejos hombres sabios.

Este es también un arquetipo animal y representa las relaciones humanas con el


mundo animal. Un buen ejemplo sería el del caballo fiel del héroe. Las serpientes
también son frecuentes arquetipos animales y creemos que son particularmente listas.
Después de todo, los animales están más cercanos a sus naturalezas que nosotros.
Quizás, los pequeños robots y la siempre disponible nave espacial (el Halcón) sean
símbolos de animales.

Y luego está el ilusionista, usualmente representado por un payaso o un mago. El


papel de éste es el de hacer las cosas más difíciles al héroe y crearle problemas. En la
mitología escandinava, muchas de las aventuras de los dioses se originaban en algún
truco demostrado a sus majestades por el medio-Dios Loki.

Existen otros arquetipos que son un poco más complicados de mencionar. Uno es el
hombre original, representado en las culturas occidentales por Adán. Otro es el
arquetipo Dios, el cual representa nuestra necesidad de comprender el Universo; que
nos provee de significado a todo lo que ocurre y que todo tiene un propósito y
dirección.

El hermafrodita, tanto hombre como mujer, es una de las ideas más importantes de la
teoría junguiana y representa la unión de los opuestos. En algunos cuadros religiosos,
Jesucristo está representado más bien como un hombre afeminado. Así mismo, en
China, el carácter de Kuan Yin es de hecho un santo masculino (el bodhisattva
Avalokiteshwara), pero está pintado de una forma tan femenina que usualmente se le
considera más como la diosa de la compasión.

El arquetipo más importante es el de self (“sí mismo”). El self es la unidad última de la


personalidad y está simbolizado por el círculo, la cruz y las figuras mandalas que Jung
halló en las pinturas. Un mandala es un dibujo que se usa en meditación y se utiliza
para desplazar el foco de atención hacia el centro de la imagen. Puede ser un trazo
tan simple como una figura geométrica o tan complicado como un vitral. La
personificación que mejor representa el self es Cristo y el Buda; dos personas, por
cierto, que representan según muchos, el logro de la perfección. Pero Jung creía que
la perfección de la personalidad solamente se alcanza con la muerte.
En el pensamiento occidental, la comprensión del inconsciente se ha desarrollado en
gran medida gracias a la psicología profunda. Sigmund Freud, padre del psicoanálisis,
elaboró el concepto del inconsciente individual y reveló evidencias contundentes en
favor de su teoría de que la represión sexual y las conductas agresivas son el origen
de la histeria y de otras neurosis. Desde el punto de vista del Budismo, no obstante,
los desórdenes sexuales, los comportamientos violentos y otras reacciones instintivas
se ponen en acción a través de la conciencia mano, y se denominan “deseos
mundanos”; tal es el caso de la avaricia, la ira y la estupidez. Estas pasiones —los
“tres venenos”— son el factor principal de la ilusión engañosa y el origen de otras que
ya hemos analizado anteriormente. La ira, por ejemplo, genera la cólera, el rencor, la
aflicción, la envidia y la irritabilidad; la avaricia es la madre de la mezquindad, la
arrogancia y de la necesidad de ocultar nuestros defectos a los demás; finalmente, la
estupidez, mediante la cual definimos la ignorancia respecto de la verdadera
naturaleza de la vida, conduce hacia los venenos del engaño y la adulación. Si bien la
conciencia mano puede despertar el engañoso mundo de las ilusiones, tiene también
sus características positivas, como la buena fe, que constituye el basamento de la
confianza mutua en las relaciones humanas; la capacidad de arrepentimiento y
reflexión, que proyectan nuestro comportamiento hacia una ética superior; es,
asimismo, la conciencia que genera las facultades intelectuales de la concentración, la
sensatez, la devoción y la perseverancia. Yoichi Kawada, director del instituto de la
filosofía oriental, explica: “La estructura del espíritu humano es como un edificio de 9
pisos. A la vista se sabe que tiene 6 pisos sobre la tierra. Ese es el mundo de la
conciencia. Si el edificio tiene sótano no se podrá ver a simple vista desde la superficie
de la tierra. Aunque no se ve, el sótano verdaderamente existe. Esto vendría a ser el
mundo de la inconciencia. O subconciencia. Y el ser humano posee estos dos: la
conciencia y la subconciencia. Lo importante no es la conciencia sino más bien, el
mundo de la subconciencia. El mundo del primer, segundo y tercer piso del sótano.
Esta es la más importante. Porque la felicidad o infelicidad de una persona depende
de cómo funciona esta parte. Por eso, tanto la psicología como también la religión
estudia más a fondo el subconsciente. En la psicología ya se ha esclarecido sobre la
estructura del sótano (el subconsciente). Sobre el mecanismo del cerebro humano.
Para explicar mejor comenzaremos con el primer piso del subsuelo. Es la parte más
cercana al consciente. El segundo piso es el intermedio y ese es el espacio más
amplio. El tercer piso es el lugar más alejado del mundo de la conciencia. Imagínese el
lugar más profundo, allí se halla el subconsciente. El primer piso es llamado
inconsciente propio, por los psicólogos. Y el segundo piso como inconsciente
colectivo. Esto es conocimiento básico para una persona que ha estudiado psicología.
El tercer piso es llamado self (yo). Este tercer piso fue estudiado minuciosamente.
Pero dentro de todo esto, el lugar más importante es el segundo piso. Entonces
¿Cómo es el inconsciente propio? En el primer piso, o inconsciente propio, se
encuentran las características propias de la persona. Y lo que sostiene esto es el
segundo piso. El inconsciente colectivo es como un tanque donde se almacenan las
imágenes. Es un espacio enorme donde se almacena nuestro pasado. Todo esto esta
dentro de nuestro cerebro. Todo lo que hemos visto u oído, o sentido desde el
momento en que nacimos, todo eso se almacena en esta amplia sala. Incluso todas
aquellas cosas que nosotros nos hemos olvidado. Porque es un tanque enorme de
imágenes. Dentro de todas las personas aquí presentes no creo que haya alguna
persona que se acuerde de lo que estuvo haciendo exactamente 13 años atrás. A no
ser que justamente 13 años atrás, en un día como hoy se haya divorciado. A medida
que pasa el tiempo la conciencia se va olvidando. Pero todo queda almacenado en el
segundo piso de la inconsciencia colectiva. Está grabada hasta la canción que la
madre nos cantaba durante el tiempo en que estuvimos en su vientre. No sólo eso,
también heredamos las imágenes de nuestros padres, abuelos, bisabuelos y demás
miles de antepasados. Esto es llamado como gene (de genética). Y se transmitirá a
nuestros descendientes. Por esa razón, la vida de una persona dependerá en qué
estado esté ese tanque de imágenes. Aquí nada tienen que ver los dioses ni budas. El
estado de inconsciente colectivo es la vida misma de la persona. Quien descubrió esto
fue el suizo Carl Gustav Jung. Con el gran descubrimiento que hizo este psiquiatra, fue
contado entre los tres más grandes descubridores de todo el mundo. Los otros dos
son Newton por la ley de la gravedad y Galileo Galilei por la teoría heliocéntrica”.

Se denomina "individuación" al proceso por el que se facilita el desarrollo de las


diferentes partes de la personalidad. La meta de la individuación es por un lado liberar
al si-mismo de las falsas defensas de la Persona (complejo de las mascaras o roles) y
del otro del ánima inconsciente y sus imágenes. En el proceso de individuación se
logra una integración intermedia entre el nivel consciente y el inconsciente,
favoreciendo el desarrollo de la personalidad. Jung rechaza las fases del desarrollo
psicosexual de Freud, al funcionar la libido en su modelo de modo diferente. Los
primeros años del niño, hasta los cinco, sirven para adquirir las habilidades básicas de
autoprotección, como el andar, caminar, hablar, todas ellas encaminadas a sobrevivir.
Alrededor de los cinco años la libido se desplaza hacia los intereses sexuales. Hacia
los veinte años el individuo elige a su cónyuge, forma una familia y se establece en
una ocupación. Hasta entonces el individuo se ha volcado en el mundo externo, en su
modo de "extroversión". A la edad de los últimos treinta y primeros cuarenta años,
tiene lugar los grandes cambios. El individuo se vuelve en "introversión" hacia los
valores espirituales, religiosos o morales. Si el individuo atiende a estos valores
internos, gobernados por sus arquetipos inconscientes, quizás tenga que abandonar
en cierto modo los estándares externos del éxito y las ganancias materiales, pero
aumentará su creatividad interior y su madurez psíquica. El concepto de individuación
implica el equilibrio y armonización de la psique, la búsqueda de la realización del
propio ser como proceso arquetipal. La posibilidad de integrar la totalidad de lo
profundo, del inconsciente colectivo, se aparta de la concepción freudiana del
inconsciente reprimido y de la psicopatología, hacia la opción de la creatividad y el
desarrollo personal, la autorrealización. Para los jungianos, la única posibilidad que
tiene el hombre de salir de la angustia y vacío del mundo moderno, es abrirse a los
mensajes de crecimiento personal que proporciona el inconsciente universal y objetivo,
los mensajes del inconsciente colectivo. La tragedia moderna supone no ya una
represión del deseo sexual como proponía Freud, sino una "represión ontológica", que
aparta al hombre y su conciencia de la riqueza de su propio mundo interior creativo, de
sus propias capacidades y potencial de su inconsciente. El único camino es apartarse
de la ilusión (Maya) del mundo moderno y experimentar las fuerzas "numinosas"
(espirituales), las verdades universales y eternas, que residen en su inconsciente
colectivo. La psicoterapia, la autoexploración y el análisis de los arquetipos en las
mitologías y acciones humanas, se convierten así en fuerzas de crecimiento personal
y colectivo.

Los contenidos que Jung describió como pertenecientes al inconsciente son múltiples,
variados y pertenecientes a diferentes niveles de profundidad y complejidad del
psiquismo. Su origen puede ser triple, en un esquema común a la idea de series
complementarias de S. Freud, esto es la constitución innata colectiva (herencia
genética), las vivencias infantiles individuales traumáticas o defectuológicas (conflictos
o carencias que funcionarán como elementos inhibitorios del desarrollo espontáneo
armonioso futuro) y vivencias reprimidas de la vida reciente. Estas ideas se
constituyeron en el fundamento teórico de la orientación general y técnicas específicas
de la psicoterapia junguiana e influenciaron poderosamente a otras formas
terapéuticas como la del Ensueño Dirigido de R. Desoille y terapias afines de autores
tales como H. Leuner, A. Wolberg, A. Ahsen, M. Guillerey o E. Shorr.

Jung llegó a considerar una serie de elementos, algunos de los cuales se adelantaron
a su tiempo, hoy día confirmados por comprobaciones etológicas y otros datos
provenientes de las neurociencias. Podemos citar, elaborando en cierto grado los
aportes junguianos y relacionándolos en un breve apunte con algunos autores
psicoanalíticos:
1- Arquetipos e Instintos. Para Jung la psique del neonato no es una vacía "tabula
rasa" sobre la que el medio externo marcará todos sus contenidos y procesos.
Arquetipos e instintos representan modelos innatos preexistentes a toda experiencia
sensorial y que generan, bajo ciertas necesidades y estímulos, unos prototipos de
acciones (instintos) o unos modos privilegiados de captación del mundo (arquetipos).
Son propios de la especie humana, se han ido seleccionando a lo largo de su filogenia
y por ello constituyen parte del acervo genético específicamente humano. Preexisten a
la experiencia concreta de un individuo en particular ya que son meramente formas
heredadas sin contenido y por ello son patrones universales y comunes a todas las
personas independientemente de su condición, edad o sexo, educación formal o
pertenencia a una cultura u otra de un tiempo histórico u otro; constituyen
fundamentalmente lo que se conoce como inconsciente colectivo u objetivo.
Representan pre-programaciones potenciales, tendencias formativas o
predisposiciones formales que mediatizan privilegiadamente los modos posibles y
concretos de experimentar, percibir, pensar, relacionarse con otros y en última
instancia de progresar hacia el pleno desarrollo del potencial individual (individuación,
diferenciación y mismidad) de cada ser humano.
Los arquetipos no son directamente accesibles a la consciencia ya que se encuentran
vacíos de contenidos concretos, y por ello su conocimiento teórico es siempre
aproximativo. Sus representaciones espontáneas y naturales, conocidas como
imágenes arquetípicas de alto valor simbólico, esto es son plurisignificativos, sí
pueden ser accesibles a la consciencia pero son muy variables en sus
manifestaciones concretas (en contraste con el arquetipo único del cual derivan)
dependiendo de factores culturales y sociales, así como de los momentos evolutivos
por los que atraviesa un individuo en particular. Tales imágenes arquetípicas pueden
ser encontradas comunitariamente en las religiones, mitos, tradiciones rituales,
leyendas folclóricas de todas las culturas y épocas; y también pueden ser halladas
individualmente en los sueños, visualizaciones espontáneas o inducidas (por ejemplo
a través de la técnica de la Imaginación Activa), diferentes productos personales no
voluntariamente provocados por el sujeto… "Si el arquetipo es la estructura que tiende
a hacer de nosotros un ser universal, la imagen arquetípica es lo que encierra nuestra
singularidad". Con las diferencias teóricas reconocidas, los arquetipos y las imágenes
arquetípicas muestran similaridades con ciertos desarrollos de las teorías
psicoanalíticas de Melanie Klein sobre el "mundo interno" constitucionalmente
heredado y sobre los "objetos parciales arcaicos" y las "fantasías primitivas"
universales y típicas de la posición esquizo-paranoide generadas endógenamente por
el infante pre-verbal. Igualmente la noción de algo trascendente y preexistente al
neonato, que estructurará el devenir del sujeto, es común a los arquetipos de Jung y a
los significantes (el "Otro") de Jaques Lacan.

2- Elementos que nunca han sido conscientes. No son arquetipos, ya que pertenecen
al inconsciente personal aunque sus raíces se encuentran en el inconsciente colectivo.
Sin embargo no han podido acceder armoniosamente a la consciencia y por ello no
son reconocidos como parte de la identidad del yo. Normalmente no están investidos
por suficiente energía psíquica (libido en términos junguianos) para superar el umbral
de la consciencia cotidiana, aunque eventualmente pueden ejercer sus efectos
patógenos sobre el psiquismo por ejemplo a través de lo que se ha venido en
denominar complejos inconscientes, es decir agregados perdurables de
representaciones afectivas alrededor de un elemento nuclear significativo
inconsciente, que funcionan de forma autónoma no integrada con los otros elementos
de la psique, asociados a una peculiar carga emocional, que actúan como un "cuerpo
extraño" intrusivo para el yo, y que pueden interferir, mediatizar odistorsionar
poderosamente la forma de vincularse el sujeto consigo mismo (autoestima y propia
imagen) y con los demás (sumisión, retraimiento o desconfianza).
El yo no puede tomar consciencia de tales factores inconscientes meramente por un
esfuerzo de voluntad, aunque sí reconozca sus manifestaciones caracteriales o
sintomáticas. Solamente pueden ser revelados mediante un proceso especial
específico, por ejemplo a través del trabajo analítico terapéutico o didáctico. Aunque
los complejos dependen por un lado de la predisposición innata genética y derivan de
estructuras arquetípicas, también dependen por otro lado de experiencias
generalmente negativas y extremadamente tempranas enraizadas en los períodos
anteriores al desarrollo del lenguaje a través de las relaciones fundamentales e
identificaciones con personas significativas (padres, cuidadores, hermanos,
acontecimientos traumáticos vitales infantiles). Y así mismo en otro cierto grado
pueden depender de los acontecimientos vitales reiterados en la segunda infancia e
incluso adolescencia, ya no como adultos, y generalmente sufridos de forma pasiva
como fracasos en el despliegue evolutivo. Igualmente con las reservas teóricas
oportunas, algunos de estos elementos junguianos se pueden poner en conexión con
los desarrollos psicoanalíticos de los modelos "del déficit" y con la noción de escisión
horizontal, o sea los trabajos de autores centrados en el vínculo temprano
defectuológico; por una parte las teorías del apego de J. Bowlby y fallas vinculares de
D. W. Winnicott por ejemplo la descripción de "falso self", y por otra parte las teorías
de las carencias narcisistas del self de H. Kohut y los fallos en la función de
adaptación yoica de Brenner.

3- Elementos no verbales en relación al soma: modos de funcionamiento globales del


organismo, actos reflejos o casi reflejos, formas de reacción fisiológicas y corporales
ante los estímulos significativos, funciones que identifican al sujeto tales como el tipo
de respiración ante el estrés, las posturas corporales y los gestos idiopáticos.
Representan lo que hoy se conoce como "representaciones procedimentales" del
psiquismo. Las demás personas son muy conscientes de tales elementos corporales
de los demás, y si el individuo se lo propone puede hacerlos conscientes con una
cuidadosa atención voluntaria, pero suele desconocer su significación profunda.
Constituyen en parte el substrato de los fenómenos psicosomáticos (campo de
interconexión entre lo mental y lo biológico). Las teorías de la Escuela Psicoanalítica
de Psicosomática de París (P. Marty, M de M'Uzan, M. Fain) reconocen asimismo la
existencia y la importancia de éstos y otros factores inconscientes afines en la génesis
de múltiples desórdenes psicofísicos.

4- Elementos que fueron una vez conscientes y que ahora se encuentran reprimidos
en el inconsciente, pero activos y generando síntomas. Estos contenidos son conflictos
de naturaleza personal, sedimentos de la existencia de un sujeto en particular.
Pertenecen de pleno derecho al llamado inconsciente individual. Fueron rechazados
fuera de la consciencia por ser inaceptables por el sistema ético-moral (por ejemplo
deseos sexuales considerados desviados, o deseos agresivo-destructivos contra los
padres) o representacional del propio sujeto (por ejemplo el mostrar
sentimentalismopara una persona que se valora como fundamentalmente lógica y
racional). Este campo del inconsciente individual es el ampliamente desarrollado por la
teoría psicoanalítica desde Sigmund Freud y otros autores psicoanalíticos clásicos que
se adscriben fundamentalmente al modelo pulsional y económico. Para Jung los
contenidos del inconsciente individual no son estáticos e invariables, sino que son
modificables por la maduración del sujeto (integración trascendente hacia la
individuación) o por la psicoterapia, y se hallan constantemente en procesos de
agrupación y reagrupación con otros materiales inconscientes de alta carga emocional
(formación, activación y desactivación de complejos).

Jung insiste en que nunca se le habría ocurrido separar su camino del de Freud o de
Adler, si no se hubiera topado con hechos que la obligaron a modificar sus teorías. Por
ejemplo, sucede con frecuencia que el análisis de transferencia deja a un individuo
inmaduro, dotado de cierta autocomprensión, pero incapaz de desenvolverse
adecuadamente en la vida. En esta etapa lógicamente entrarían en función las
intenciones educativas de la psicología normal. Sin embargo, existen numerosos
individuos muy bien adaptados colectivamente, que poseen y hacen todo la que podría
considerarse como requisitos de salud mental y cumplen con las tareas que, para
Freud o Adler, sintetizan la misión del ser humano, pero que, a pesar de todo,
desarrollan una neurosis.

Las principales dificultades se le presentaron a Jung con pacientes en la segunda


mitad de la vida. Parece que los hechos psíquicos fundamentales sufren un
considerable cambio en el curso de la vida. La vida de la persona madura está en
estado de contracción. El sujeto tiene que mantenerse firme en la posición alcanzada y
reducir la tendencia juvenil hacia la expansión. Cuando se presenta una neurosis en
una persona madura hay que sospechar que se ha aferrado en forma morbosa a una
actitud demasiado juvenil. Así como el neurótico joven retrocede ante la vida, el
neurótico maduro se opone y teme a la muerte.

Los síntomas de una neurosis son no sólo efectos de traumatismos ocurridos en la


lejana infancia, sino representan también esfuerzos de la psique para realizar una
nueva síntesis de la vida. Además de la sexualidad y el afán infantil de poder, existen
otros importantes impulsos, como, por ejemplo, el cultural y el espiritual. La principal
causa de una neurosis se encuentra en la incapacidad de la libido (libido no tiene un
significado puramente sexual, sino que corresponde a la energía psíquica general)
para ayudar al sujeto a vencer un obstáculo y a llevarlo a una nueva etapa de
desarrollo. Generalmente, la neurosis es causada por un conflicto entre dos
tendencias, una expresada en el plano consciente y la otra por un complejo separado
de la conciencia que lleva una existencia independiente. Este complejo puede irrumpir
inesperadamente en la conciencia o bien puede atraer hacia sí todas las fuerzas
psíquicas impidiendo que estas energías se inviertan en forma normal en la actividad
consciente y dirigida del sujeto.
Jung considera que toda neurosis tiene su meta: es un esfuerzo de la psique por
compensar una actitud excesivamente unilateral, es una especie de voz de alarma que
llama la atención sobre un lado de la personalidad que había sido descuidado y
reprimido.

Por supuesto existen varias etapas en las cuales un tratamiento puede darse por
terminado. Hay pacientes que encuentran una satisfacción permanente cuando
desaparecen síntomas molestos, o cuando han alcanzado un desarrollo adecuado
para una mejor adaptación a la vida. Otros terminan el tratamiento cuando se ha
hecho consciente un esencial contenido psíquico que ha proporcionado un nuevo
ímpetu a su existencia. Sin embargo, son numerosos los casos que vuelven en una
fecha posterior, movidos por el deseo de entender y desarrollarse aún más, hecho que
ocurre, como hemos mencionado, sobre todo en la segunda mitad de la vida. Existen
también sujetos que, sin presentar síntomas neuróticos, se sienten simplemente
"estancados" a pesar de haber llevado vidas bien adaptadas y muchas veces hasta
muy exitosas. Este tipo de pacientes generalmente ha leído mucho, pensado
profundamente y ha explorado las posibilidades ofrecidas por la religión y la filosofía.
Todas las respuestas que la conciencia les puede dar les son conocidas. Tampoco el
médico le puede dar una solución racional; lo único que sabe es que la psique
inconsciente de su paciente va a reaccionar de alguna manera, desconocida por el
momento, frente a este insoportable estancamiento. Es aquí donde Jung hace su
contribución tan fundamental a la Psicoterapia con su Procedimiento Dialéctico.

A los tres conocidos planos de acción psicoterapéutica, el de la catarsis, del análisis


de transferencia y el de la educación, Jung agrega un cuarto plano: el de la
transformación. En esta etapa del tratamiento, el terapeuta tiene que prescindir de
todas sus teorías y técnicas, ya que lo individual del paciente es algo absolutamente
imprevisible, singular y no interpretable.

El Procedimiento Dialéctico no es un perfeccionamiento o una continuación de


prácticas más antiguas, sino una total renuncia a ellas en favor de una posición no
prejuiciada: ahora el terapeuta ya no actúa, sino vivencia junto con el paciente el
proceso de su desarrollo.

En vista de que sucede con frecuencia que la propia idiosincrasia y la actitud del
médico frente al paciente entorpecen el proceso de curación, Jung ha expresado la
exigencia de que el analista debe someterse a un análisis didáctico.

La terapia analítica preconizada por Jung exige que el médico abandone su posición
anónima de autoridad y que dé cuenta de si mismo: en resumidas cuentas, el
terapeuta tiene que hacer exactamente lo mismo que exige del paciente. El
tratamiento es el producto de una influencia mutua, donde participa tanto el paciente
como el médico con su ser total. El encuentro de dos personalidades es como la
mezcla de dos sustancias químicas: cuando se forma un compuesto, ambas
sustancias se habrán transformado. Sólo cuando el terapeuta está afectado de alguna
manera por el paciente, podrá tener influencia sobre él. Son sobre todo los factores
irracionales de la relación médico-paciente los que producen mutua transformación,
siendo en este proceso la personalidad más estable y fuerte la decisiva. La posición
ética del médico se hace un problema ineludible. Lo que decide ya no es el diploma
médico, sino la calidad humana.

La meta de la confrontación dialéctica entre analista y paciente es la creación de un


encuentro entre consciente e inconsciente del paciente. Con esto se inicia la etapa de
la transformación o el Proceso de Individuación, proceso en el curso del cual el
paciente llega a ser El Mismo, es decir, realiza su individualidad más íntima, última y
única en su género. El camino hacia Si Mismo es el camino hacia dentro, la
introversión.

El Proceso de Individuación no es idéntico a la toma de conciencia Del Yo, ya que el


Sí Mismo abarca infinitamente más que sólo un Yo: es la totalidad del ser humano,
una magnitud superior al Yo consciente. Implica no sólo la psique consciente sino,
también la inconsciente, constituyéndose como el centro de esta totalidad. Es la meta
de la existencia, ya que es la expresión más completa de aquella constelación del
destino que se llama individuo.

En el curso del Proceso de Individuación el consciente y el inconsciente llegan a


armonizarse y a enriquecerse mutuamente por una especie de ósmosis. El analista
debe ser el catalizador de la evolución y el promotor de un renacimiento del paciente.
Para conseguir esto deberá ser también el historiador de un pasado psicológico. Es de
gran utilidad para el terapeuta tener un profundo conocimiento de la psicología de los
primitivos, de mitología, arqueología e historia comparada de las religiones.

La individuación sólo se realiza plenamente en virtud de una entrega aparentemente


paradójica a lo colectivo. El Proceso de Individuación tiene dos vertientes: la del
Inconsciente Personal y la del Inconsciente Colectivo. Este último, formado por
Instintos y arquetipos, no tiene, como el Inconsciente Personal, contenidos individuales
sino está compuesto por elementos universalmente difundidos.

La Individuación o Integración de la Personalidad se presenta como una sucesión de


imágenes en forma de impresiones visuales, fantasías o sueños. Sorprende mucho la
continuidad del flujo de estas representaciones: aparecen determinados motivos que
se repiten constantemente. El Yo, mirando hacia dentro, se encuentra primero con su
Sombra, figura que personifica todo lo que el sujeto no reconoce de sí mismo y que,
sin embargo, se le impone constantemente, como por ejemplo rasgos de carácter de
inferior calidad y tendencias incompatibles con la vida consciente. Como parte del
Inconsciente Personal, la sombra pertenece al Yo, pero como arquetipo del
"Adversario" es un elemento del Inconsciente Colectivo. El primer paso del análisis
consiste en llevar la Sombra a la conciencia.
Después de haber aceptado la existencia de la parte negativa y reprimida de la
psiquis, aparece generalmente el importante arquetipo del Anima o del Animus. Se
trata del complemento del alma, de la parte femenina en el hombre y masculina en la
mujer. La aparición de este símbolo es un correctivo de la unilateralidad que el propio
sexo imprime a la personalidad del sujeto. Según Jung, la psiquis es una estructura
básica idéntica en ambos sexos, poseyendo cada individuo simultáneamente
potencialidades de lo masculino y de lo femenino.

Jung ha observado que, en series oníricas extendidas en un lapso de varios meses,


determinados motivos aparecían decenas de veces, hecho que ilustra la continuidad
del tema inconsciente. Generalmente los motivos alternan con otros. Después de
haber vivenciado su feminidad inconsciente, el hombre se encuentra con su
personalidad madura, que muchas veces es simbolizada con la figura del Mago o del
Anciano Sabio. La psique femenina toma un desarrollo correspondiente, apareciendo
en sueños y visiones después de la asimilación de la Sombra y del Animus, como una
poderosa figura femenina, la Magna Mater.

Los símbolos que aparecen en el curso del Proceso de Individuación son sumamente
numerosos y variados. En las etapas iniciales pueden presentarse imágenes de
catástrofes, símbolos teriomórficos, cuevas subterráneas, mar, armas, instrumentos,
etc. símbolos de una etapa intermedia son el árbol,algún pasaje peligroso, estar
nadando, estar suspendido, "ahorcado", etc. El fin del proceso se caracteriza por la
aparición de los símbolos del Sí Mismo como el Sol, el León, el Rey, un tesoro
guardado por un monstruo, etc. El Si Mismo puede aparecer también cromo figura
hermafrodita, como joya muy preciosa, como flor, huevo o bola de oro, como copa y
con frecuencia como niño. Aparecen muy a menudo figuras geométricas como el
círculo, la rueda, el cuadrado, rectángulo, la cruz.

Los símbolos de estructura concéntrica se conocen bajo el nombre de Mandala,


palabra sánscrita que significa "circulo mágico". Es uno de los más antiguos símbolos
religiosos y se encuentra entre todos los pueblos de lodos los tiempos. Jung ha
encontrado que el simbolismo del Mandala ocurre en forma espontánea en sueños y
visiones de muchos individuos modernos. Generalmente la aparición de un Mandala
va acompañada de una intensa sensación de paz y armonía. Con frecuencia los
sujetos tienen la espontánea tendencia de dibujar y pintar estas figuras en las cuales
el círculo y cuadrángulo son elementos importantes. En esta fase del tratamiento, el
médico recomienda al paciente tratar de concentrarse en tales visiones, ejercicio que
Jung llama "Imaginación Activa" sobre todo dibujar y pintar las representaciones del
Inconsciente. Los mismos motivos que aparecen en fantasías, sueños y delirios del
individuo moderno se observan con extraordinaria frecuencia en mitos y cuentos de la
literatura mundial. Estas imágenes se caracterizan por el hecho de que la intensa
carga afectiva que las acompaña les confiere un carácter impresionante, influyente y
fascinador. Jung las denomina "Representaciones Arquetípicas". No son idénticas con
los Arquetipos, sino tienen sólo su origen en ellos. Jung insiste en el hecho de que los
Arquetipos no están determinados (como las Representaciones Arquetípicas) por su
contenido sino sólo por su forma. Esta se podría comparar con la estructura reticular
que determina la formación de los cristales en una solución saturada. El Arquetipo es
una posibilidad dada a priori de la forma que va a tomar la imagen. Lo que se hereda
no son las representaciones sino sus formas, pareciéndose los Arquetipos a los
instintos, los que también están determinados sólo formalmente: mientras no principien
a funcionar concretamente, no se puede comprobar su existencia. Jung cree que la
esencia del arquetipo es trascendental, es decir, que no puede ser captado por la
conciencia, razón por la cual lo determina como "psicoide". Con este término Jung
caracteriza la capa profunda, no evidente, del Inconsciente Colectivo.

Todo símbolo tiene varios significados y puede interpretarse en diferentes planos: en


el plano del objeto, como ya lo había hecho Freud, y en el plano subjetivo. La
interpretación en este plano es una de las contribuciones más importantes que ha
hecho Jung a la psicoterapia moderna: cada personaje o cada cosa del sueño o de la
visión representa una parte del soñador, es decir, alude a aquellos componentes de su
psique que se parecen al personaje u objeto soñado. El motivo del sueño consta sólo
en parte de elementos proporcionados por la observación, sin embargo, en gran parte
está formado de elementos inconscientes de la psique del soñador. Soñar es para el
paciente la manera global de representar la experiencia de su mundo: el soñador no
es sólo el personaje del sueño que dice Yo, sino es también la situación, los otros
personajes que aparecen, y sobre todo el mundo y la atmósfera del sueño (calmada o
inquietante).

El encuentro con el significado del símbolo puede comunicar al paciente con energías
psíquicas cuya existencia ignoraba totalmente. La vivencia del símbolo como algo
propio y al mismo tiempo algo perteneciente a la humanidad, libera al sujeto de su
aislamiento neurótico.

Las herramientas terapéuticas más importantes son para Jung la interpretación del
sueño y el dibujo, con lo cual se llega a establecer la relación entre el símbolo
colectivo y la psique. Para esto se necesita no sólo un profundo conocimiento y
comprensión de los símbolos universales, sino también el conocimiento de la
estructura y la dinámica psíquica, La psique es un sistema funcional en el cual se
compenetran mutuamente la conciencia, el Inconsciente Personal y el Colectivo. El
inconsciente presenta múltiples aspectos contradictorios, el del pasado y el del
porvenir, el de la causalidad y el de la finalidad, un aspecto constructor y creador y,
opuesto a éste, una faz cruel, devoradora y destructora capaz de perturbar el Yo o
incluso invadirlo y devorarlo, como sucede en la psicosis.

Jung nos muestra siempre la vida psíquica como un movimiento entre contrarios. No
existe equilibrio y no hay autorregulación psíquica sin contrarios. Típicas tensiones
entre dos polos son: Introversión-Extroversión; Actividad -Pasividad; Intelecto-
Sentimiento; Racional-Irracional; Consciente-Inconsciente, etc. Los sueños y la
Imaginación Activa tienden siempre a establecer el equilibrio psíquico entre los
contrarios. Una vez analizados e interpretados los elementos inconscientes, éstos
pierden su carácter mortificante, perseguidor y contradictorio.

El equilibrio psíquico se basa también en el juego armonioso entre las cuatro funciones
de la conciencia: La sensación, el pensamiento, el sentimiento y la intuición.
Generalmente, durante la infancia y adolescencia se desarrolla una de las cuatro
funciones, transformándose poco a poco en el instrumento predilecto y desplazando a
la función antagónica. Las dos funciones irracionales, la sensación y la intuición están
funcionalmente opuestas, así como las dos funciones racionales, el pensamiento y el
sentimiento.

La insuficiencia de una función tiene grandes inconvenientes y, a la inversa, toda


función hipertrofiada se torna excesivamente rígida, llevando al sujeto a una actitud
unilateral y neurótica.

El consciente es para Jung la piedra angular de la arquitectura psíquica. Es lo que


pone en conexión los contenidos psíquicos del Yo y hace la síntesis adaptativa entre
mundo exterior y mundo interior. El consciente no es un aparato psíquico perfecto. Es
muy sensible, muy frágil, depende de impulsos, de irrupciones de capas profundas y
además se encuentra entorpecido en su funcionamiento por las proyecciones.
Numerosos contenidos inconscientes se proyectan sobre personas o cosas del mundo
exterior, dotando a éstas de cualidades y actitudes que pertenecen al propio sujeto, y
falsificando así la vida de las relaciones.
La toma de conciencia corresponde a la realización de un proceso bio-psicológico
esencial. El inconsciente no es un simple receptáculo sino una capa matriz de la cual
emerge, en el curso de la filogénesis, la conciencia misma, emergencia que se repite
en cada individuo en el curso de la ontogénesis.

Mientras Freud se queda con la perspectiva reductora y causal de la neurosis, Jung


agrega puntos de vista decididamente prospectivos y sintéticos. El Procedimiento
Dialéctico lleva a una evolución, un futuro, una transformación de la personalidad del
paciente; éste se adapta mejor a la vida y a la realidad, su personalidad se afianza
haciéndose al mismo tiempo más sutil, más matizada, más resistente a las dificultades
y las inevitables frustraciones. Una personalidad bien integrada sólo reconoce valores
propios a los cuales se somete voluntariamente. En vez de rebelarse se acepta a si
misma y a los demás. La personalidad independiente es el mejor servidor del bien
común. Para Jung el Si Mismo es el Dios en nosotros. El lugar de la Divinidad ocupa,
en el individuo plenamente desarrollado, la idea de la totalidad del ser humano. La
psicoterapia junguiana trasciende sus orígenes médicos y deja de ser sólo un método
para tratar pacientes neuróticos.

Jung no emplea nunca una técnica estricta, y sólo aconseja la mayor penetración y
finura. No usa el diván analítico, sino se sienta frente a frente con el paciente, creando
así una situación de igual a igual. Para las anámnesis emplea los clásicos métodos
clínicos, agregando a veces al examen mental su test asociativo, con el cual capta en
forma rápida los complejos más prominentes.

Al principio del tratamiento Jung recomienda 2 a 3 sesiones por semana. Cuando


principia la fase sintética, conviene reducirlas a una por semana para que el paciente
aprenda a buscar su propio camino.

El médico no debe cejar en el empeño de realizar un trabajo escrupuloso con el


paciente. A pesar de la difícil situación psíquica de nuestra época, la única meta
alcanzable es el desarrollo y la maduración de la personalidad, proceso que lleva a un
máximo de plenitud vital.

Gustavo Enrique Böhm

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