Professional Documents
Culture Documents
Jung decía que no existía un número fijo de arquetipos que pudiésemos listar o
memorizar. Se superponen y se combinan entre ellos según la necesidad y su lógica
no responde a los estándares lógicos que entendemos. Jung, sin embargo, definió
algunos otros.
Existen otros arquetipos que son un poco más complicados de mencionar. Uno es el
hombre original, representado en las culturas occidentales por Adán. Otro es el
arquetipo Dios, el cual representa nuestra necesidad de comprender el Universo; que
nos provee de significado a todo lo que ocurre y que todo tiene un propósito y
dirección.
El hermafrodita, tanto hombre como mujer, es una de las ideas más importantes de la
teoría junguiana y representa la unión de los opuestos. En algunos cuadros religiosos,
Jesucristo está representado más bien como un hombre afeminado. Así mismo, en
China, el carácter de Kuan Yin es de hecho un santo masculino (el bodhisattva
Avalokiteshwara), pero está pintado de una forma tan femenina que usualmente se le
considera más como la diosa de la compasión.
Los contenidos que Jung describió como pertenecientes al inconsciente son múltiples,
variados y pertenecientes a diferentes niveles de profundidad y complejidad del
psiquismo. Su origen puede ser triple, en un esquema común a la idea de series
complementarias de S. Freud, esto es la constitución innata colectiva (herencia
genética), las vivencias infantiles individuales traumáticas o defectuológicas (conflictos
o carencias que funcionarán como elementos inhibitorios del desarrollo espontáneo
armonioso futuro) y vivencias reprimidas de la vida reciente. Estas ideas se
constituyeron en el fundamento teórico de la orientación general y técnicas específicas
de la psicoterapia junguiana e influenciaron poderosamente a otras formas
terapéuticas como la del Ensueño Dirigido de R. Desoille y terapias afines de autores
tales como H. Leuner, A. Wolberg, A. Ahsen, M. Guillerey o E. Shorr.
Jung llegó a considerar una serie de elementos, algunos de los cuales se adelantaron
a su tiempo, hoy día confirmados por comprobaciones etológicas y otros datos
provenientes de las neurociencias. Podemos citar, elaborando en cierto grado los
aportes junguianos y relacionándolos en un breve apunte con algunos autores
psicoanalíticos:
1- Arquetipos e Instintos. Para Jung la psique del neonato no es una vacía "tabula
rasa" sobre la que el medio externo marcará todos sus contenidos y procesos.
Arquetipos e instintos representan modelos innatos preexistentes a toda experiencia
sensorial y que generan, bajo ciertas necesidades y estímulos, unos prototipos de
acciones (instintos) o unos modos privilegiados de captación del mundo (arquetipos).
Son propios de la especie humana, se han ido seleccionando a lo largo de su filogenia
y por ello constituyen parte del acervo genético específicamente humano. Preexisten a
la experiencia concreta de un individuo en particular ya que son meramente formas
heredadas sin contenido y por ello son patrones universales y comunes a todas las
personas independientemente de su condición, edad o sexo, educación formal o
pertenencia a una cultura u otra de un tiempo histórico u otro; constituyen
fundamentalmente lo que se conoce como inconsciente colectivo u objetivo.
Representan pre-programaciones potenciales, tendencias formativas o
predisposiciones formales que mediatizan privilegiadamente los modos posibles y
concretos de experimentar, percibir, pensar, relacionarse con otros y en última
instancia de progresar hacia el pleno desarrollo del potencial individual (individuación,
diferenciación y mismidad) de cada ser humano.
Los arquetipos no son directamente accesibles a la consciencia ya que se encuentran
vacíos de contenidos concretos, y por ello su conocimiento teórico es siempre
aproximativo. Sus representaciones espontáneas y naturales, conocidas como
imágenes arquetípicas de alto valor simbólico, esto es son plurisignificativos, sí
pueden ser accesibles a la consciencia pero son muy variables en sus
manifestaciones concretas (en contraste con el arquetipo único del cual derivan)
dependiendo de factores culturales y sociales, así como de los momentos evolutivos
por los que atraviesa un individuo en particular. Tales imágenes arquetípicas pueden
ser encontradas comunitariamente en las religiones, mitos, tradiciones rituales,
leyendas folclóricas de todas las culturas y épocas; y también pueden ser halladas
individualmente en los sueños, visualizaciones espontáneas o inducidas (por ejemplo
a través de la técnica de la Imaginación Activa), diferentes productos personales no
voluntariamente provocados por el sujeto… "Si el arquetipo es la estructura que tiende
a hacer de nosotros un ser universal, la imagen arquetípica es lo que encierra nuestra
singularidad". Con las diferencias teóricas reconocidas, los arquetipos y las imágenes
arquetípicas muestran similaridades con ciertos desarrollos de las teorías
psicoanalíticas de Melanie Klein sobre el "mundo interno" constitucionalmente
heredado y sobre los "objetos parciales arcaicos" y las "fantasías primitivas"
universales y típicas de la posición esquizo-paranoide generadas endógenamente por
el infante pre-verbal. Igualmente la noción de algo trascendente y preexistente al
neonato, que estructurará el devenir del sujeto, es común a los arquetipos de Jung y a
los significantes (el "Otro") de Jaques Lacan.
2- Elementos que nunca han sido conscientes. No son arquetipos, ya que pertenecen
al inconsciente personal aunque sus raíces se encuentran en el inconsciente colectivo.
Sin embargo no han podido acceder armoniosamente a la consciencia y por ello no
son reconocidos como parte de la identidad del yo. Normalmente no están investidos
por suficiente energía psíquica (libido en términos junguianos) para superar el umbral
de la consciencia cotidiana, aunque eventualmente pueden ejercer sus efectos
patógenos sobre el psiquismo por ejemplo a través de lo que se ha venido en
denominar complejos inconscientes, es decir agregados perdurables de
representaciones afectivas alrededor de un elemento nuclear significativo
inconsciente, que funcionan de forma autónoma no integrada con los otros elementos
de la psique, asociados a una peculiar carga emocional, que actúan como un "cuerpo
extraño" intrusivo para el yo, y que pueden interferir, mediatizar odistorsionar
poderosamente la forma de vincularse el sujeto consigo mismo (autoestima y propia
imagen) y con los demás (sumisión, retraimiento o desconfianza).
El yo no puede tomar consciencia de tales factores inconscientes meramente por un
esfuerzo de voluntad, aunque sí reconozca sus manifestaciones caracteriales o
sintomáticas. Solamente pueden ser revelados mediante un proceso especial
específico, por ejemplo a través del trabajo analítico terapéutico o didáctico. Aunque
los complejos dependen por un lado de la predisposición innata genética y derivan de
estructuras arquetípicas, también dependen por otro lado de experiencias
generalmente negativas y extremadamente tempranas enraizadas en los períodos
anteriores al desarrollo del lenguaje a través de las relaciones fundamentales e
identificaciones con personas significativas (padres, cuidadores, hermanos,
acontecimientos traumáticos vitales infantiles). Y así mismo en otro cierto grado
pueden depender de los acontecimientos vitales reiterados en la segunda infancia e
incluso adolescencia, ya no como adultos, y generalmente sufridos de forma pasiva
como fracasos en el despliegue evolutivo. Igualmente con las reservas teóricas
oportunas, algunos de estos elementos junguianos se pueden poner en conexión con
los desarrollos psicoanalíticos de los modelos "del déficit" y con la noción de escisión
horizontal, o sea los trabajos de autores centrados en el vínculo temprano
defectuológico; por una parte las teorías del apego de J. Bowlby y fallas vinculares de
D. W. Winnicott por ejemplo la descripción de "falso self", y por otra parte las teorías
de las carencias narcisistas del self de H. Kohut y los fallos en la función de
adaptación yoica de Brenner.
4- Elementos que fueron una vez conscientes y que ahora se encuentran reprimidos
en el inconsciente, pero activos y generando síntomas. Estos contenidos son conflictos
de naturaleza personal, sedimentos de la existencia de un sujeto en particular.
Pertenecen de pleno derecho al llamado inconsciente individual. Fueron rechazados
fuera de la consciencia por ser inaceptables por el sistema ético-moral (por ejemplo
deseos sexuales considerados desviados, o deseos agresivo-destructivos contra los
padres) o representacional del propio sujeto (por ejemplo el mostrar
sentimentalismopara una persona que se valora como fundamentalmente lógica y
racional). Este campo del inconsciente individual es el ampliamente desarrollado por la
teoría psicoanalítica desde Sigmund Freud y otros autores psicoanalíticos clásicos que
se adscriben fundamentalmente al modelo pulsional y económico. Para Jung los
contenidos del inconsciente individual no son estáticos e invariables, sino que son
modificables por la maduración del sujeto (integración trascendente hacia la
individuación) o por la psicoterapia, y se hallan constantemente en procesos de
agrupación y reagrupación con otros materiales inconscientes de alta carga emocional
(formación, activación y desactivación de complejos).
Jung insiste en que nunca se le habría ocurrido separar su camino del de Freud o de
Adler, si no se hubiera topado con hechos que la obligaron a modificar sus teorías. Por
ejemplo, sucede con frecuencia que el análisis de transferencia deja a un individuo
inmaduro, dotado de cierta autocomprensión, pero incapaz de desenvolverse
adecuadamente en la vida. En esta etapa lógicamente entrarían en función las
intenciones educativas de la psicología normal. Sin embargo, existen numerosos
individuos muy bien adaptados colectivamente, que poseen y hacen todo la que podría
considerarse como requisitos de salud mental y cumplen con las tareas que, para
Freud o Adler, sintetizan la misión del ser humano, pero que, a pesar de todo,
desarrollan una neurosis.
Por supuesto existen varias etapas en las cuales un tratamiento puede darse por
terminado. Hay pacientes que encuentran una satisfacción permanente cuando
desaparecen síntomas molestos, o cuando han alcanzado un desarrollo adecuado
para una mejor adaptación a la vida. Otros terminan el tratamiento cuando se ha
hecho consciente un esencial contenido psíquico que ha proporcionado un nuevo
ímpetu a su existencia. Sin embargo, son numerosos los casos que vuelven en una
fecha posterior, movidos por el deseo de entender y desarrollarse aún más, hecho que
ocurre, como hemos mencionado, sobre todo en la segunda mitad de la vida. Existen
también sujetos que, sin presentar síntomas neuróticos, se sienten simplemente
"estancados" a pesar de haber llevado vidas bien adaptadas y muchas veces hasta
muy exitosas. Este tipo de pacientes generalmente ha leído mucho, pensado
profundamente y ha explorado las posibilidades ofrecidas por la religión y la filosofía.
Todas las respuestas que la conciencia les puede dar les son conocidas. Tampoco el
médico le puede dar una solución racional; lo único que sabe es que la psique
inconsciente de su paciente va a reaccionar de alguna manera, desconocida por el
momento, frente a este insoportable estancamiento. Es aquí donde Jung hace su
contribución tan fundamental a la Psicoterapia con su Procedimiento Dialéctico.
En vista de que sucede con frecuencia que la propia idiosincrasia y la actitud del
médico frente al paciente entorpecen el proceso de curación, Jung ha expresado la
exigencia de que el analista debe someterse a un análisis didáctico.
La terapia analítica preconizada por Jung exige que el médico abandone su posición
anónima de autoridad y que dé cuenta de si mismo: en resumidas cuentas, el
terapeuta tiene que hacer exactamente lo mismo que exige del paciente. El
tratamiento es el producto de una influencia mutua, donde participa tanto el paciente
como el médico con su ser total. El encuentro de dos personalidades es como la
mezcla de dos sustancias químicas: cuando se forma un compuesto, ambas
sustancias se habrán transformado. Sólo cuando el terapeuta está afectado de alguna
manera por el paciente, podrá tener influencia sobre él. Son sobre todo los factores
irracionales de la relación médico-paciente los que producen mutua transformación,
siendo en este proceso la personalidad más estable y fuerte la decisiva. La posición
ética del médico se hace un problema ineludible. Lo que decide ya no es el diploma
médico, sino la calidad humana.
Los símbolos que aparecen en el curso del Proceso de Individuación son sumamente
numerosos y variados. En las etapas iniciales pueden presentarse imágenes de
catástrofes, símbolos teriomórficos, cuevas subterráneas, mar, armas, instrumentos,
etc. símbolos de una etapa intermedia son el árbol,algún pasaje peligroso, estar
nadando, estar suspendido, "ahorcado", etc. El fin del proceso se caracteriza por la
aparición de los símbolos del Sí Mismo como el Sol, el León, el Rey, un tesoro
guardado por un monstruo, etc. El Si Mismo puede aparecer también cromo figura
hermafrodita, como joya muy preciosa, como flor, huevo o bola de oro, como copa y
con frecuencia como niño. Aparecen muy a menudo figuras geométricas como el
círculo, la rueda, el cuadrado, rectángulo, la cruz.
El encuentro con el significado del símbolo puede comunicar al paciente con energías
psíquicas cuya existencia ignoraba totalmente. La vivencia del símbolo como algo
propio y al mismo tiempo algo perteneciente a la humanidad, libera al sujeto de su
aislamiento neurótico.
Las herramientas terapéuticas más importantes son para Jung la interpretación del
sueño y el dibujo, con lo cual se llega a establecer la relación entre el símbolo
colectivo y la psique. Para esto se necesita no sólo un profundo conocimiento y
comprensión de los símbolos universales, sino también el conocimiento de la
estructura y la dinámica psíquica, La psique es un sistema funcional en el cual se
compenetran mutuamente la conciencia, el Inconsciente Personal y el Colectivo. El
inconsciente presenta múltiples aspectos contradictorios, el del pasado y el del
porvenir, el de la causalidad y el de la finalidad, un aspecto constructor y creador y,
opuesto a éste, una faz cruel, devoradora y destructora capaz de perturbar el Yo o
incluso invadirlo y devorarlo, como sucede en la psicosis.
Jung nos muestra siempre la vida psíquica como un movimiento entre contrarios. No
existe equilibrio y no hay autorregulación psíquica sin contrarios. Típicas tensiones
entre dos polos son: Introversión-Extroversión; Actividad -Pasividad; Intelecto-
Sentimiento; Racional-Irracional; Consciente-Inconsciente, etc. Los sueños y la
Imaginación Activa tienden siempre a establecer el equilibrio psíquico entre los
contrarios. Una vez analizados e interpretados los elementos inconscientes, éstos
pierden su carácter mortificante, perseguidor y contradictorio.
El equilibrio psíquico se basa también en el juego armonioso entre las cuatro funciones
de la conciencia: La sensación, el pensamiento, el sentimiento y la intuición.
Generalmente, durante la infancia y adolescencia se desarrolla una de las cuatro
funciones, transformándose poco a poco en el instrumento predilecto y desplazando a
la función antagónica. Las dos funciones irracionales, la sensación y la intuición están
funcionalmente opuestas, así como las dos funciones racionales, el pensamiento y el
sentimiento.
Jung no emplea nunca una técnica estricta, y sólo aconseja la mayor penetración y
finura. No usa el diván analítico, sino se sienta frente a frente con el paciente, creando
así una situación de igual a igual. Para las anámnesis emplea los clásicos métodos
clínicos, agregando a veces al examen mental su test asociativo, con el cual capta en
forma rápida los complejos más prominentes.