You are on page 1of 4

EL LENGUAJE SIMBOLICO

Es lo atemporal de la iniciación masónica, lo que desde lo más profundo del


hombre otorga al lenguaje simbólico el papel central que este lenguaje desempeña
en el método masónico. El descubrimiento de este lenguaje y de su virtualidad
“arqui-tectónica” forma parte esencial del descubrimiento de la iniciación.

La fuerza del lenguaje simbólico reside, en masonería, en su eficacia para


involucrar, para co-implicar, que diría Andrés Ortiz-Osés, al interprete. Lo define
meridianamente, y con carácter general Garagalza: ” El poder de persuasión y de
convicción del símbolo estriba, precisamente , en que a través de la imagen se
vivencia un sentido, se despierta una experiencia antropológica, vital, en la que se
ve implicado el interprete. En el momento de la interpretación, el sujeto debe aportar
su propio imaginario que actúa como medio en el cual se despliega el sentido, y
debe atender a las “resonancias”, a los “ecos” afectivos que en el se despiertan,
acontecen.

La iniciación masónica nos pone en contacto con una forma de lenguaje que nos es
ordinariamente desconocido y frente al que nos colocamos, en un primer momento,
con prevención, y asombro. No es sino paulatinamente que comenzamos a
descubrir el valor de una forma tan particular de comunicación que es al mismo
tiempo comunión y juego, en el sentido en que se utiliza esta expresión tanto en
francés como en ingles: “jouer,ó, to play”, es decir interpretación musical.

Esta múltiple función del símbolo, y su plasticidad hacen que su contenido no quede
nunca definitivamente explicado, y que nosotros mismos vayamos descubriendo
diferentes niveles de sugerencias en cada uno de ellos, no digamos nada sobre el
efecto multiplicador que tiene el efecto cruzado de interpretaciones en el interior de
cada logia, y como a través de ese juego vamos profundizando en nuestro propio
conocimiento y además en la co-implicación permanente de los hermanos de la
logia. En palabras de del maestro Gilbert Durand: ” El símbolo no pertenece al
dominio de la semiología, sino a la jurisdicción de una semántica especial, es decir
que mas que poseer un artificialmente dado, detenta un esencial y espontaneo
poder de resonancia.

En el interior de la logia se produce un reparto de tiempos, un doble juego de planos:


de un lado, el nivel de comunicación verbal, lineal, en régimen diurno, solar,
poniendo en acción nuestro hemisferio celebral derecho, permitiendo el uso de
herramientas de razón, en un trabajo que hace de la logia un verdadero taller de
análisis y pensamiento, de otro lado el nivel de comunicación simbólica, el régimen
nocturno, lunar, gestual, esférico, poniendo en acción nuestro hemisferio cerebral
izquierdo, permitiendo que la logia sea un verdadero templo, un lugar de
evocaciones e invocaciones, un espacio mítico.
Son de aplicación también es este caso las palabras de Gilbert Durand: Mito seria, ”
un sistema de símbolos y arquetipos, un sistema dinámico que tiende a formar un
relato. El mito es ya un esbozo de racionalización que utiliza el hilo del discurso, en
el cual el símbolo se vuelven palabras y los arquetipos ideas”. (Gilbert Durand, “Les
Estructures Antropologiques de L’ Imaginaire”).

No quiero decir que todos y cada uno de aquellos que pasan por el trance de la
iniciación lleguen a percibir del mismo modo el efecto del simbolismo masónico,
desde luego mi experiencia personal no me permite llegar a afirmar eso, por el
contrario es muy posible que una cierta frigidez para la retórica simbólica haga que
para muchos, tanto el rito como el símbolo no sea sino una simple y repetida
alegoría. Pero aun así esa virtualidad semántica del ritual masónico esta siempre
presente, en el peor de los casos virtualmente, y no es raro el supuesto que de que
sea después de un largo periodo de exposición que uno de nosotros llega
repentinamente a sentir esa fuerza evocadora, y a despertar su dormida capacidad
de creación simbólica.

No quisiera incurrir en un excesivo academicismo en la presentación de esta


cuestión, que no tiene, en ultima instancia y en este contexto, sino una finalidad
practica, pero no quiero desaprovechar las múltiples aportaciones que con carácter
general han venido haciéndose del mundo académico en relación con el simbolismo,
una materia que ha despertado la curiosidad de la Universidad en tiempo
relativamente reciente y que tiene, a mi juicio en el ámbito del País Vasco autores
especialmente valiosos, así Andrés Ortiz-Osés define con maestría esa especial
virtualidad del lenguaje simbólico: “El símbolo -condensación de energía psíquica-
no es, pues algo meramente decorativo o ilusorio, ni los arquetipos -condensación
del símbolo- sueños vanos. Símbolos y arquetipos constituyen, condensados a su
vez en mitos, el lenguaje inconsciente de la Humanidad y, así, la urdimbre de
nuestras actitudes fundamentales ante la vida” (axiologia). En ese sentido, la
tipología simbólica de los mitos representa en clave “trópica” (figurada) los “pattern
of behaviour”, o pautas y matrices del comportamiento colectivo, accediendo a
través de su imaginería a las estructuras profundas de nuestra psique, así como a la
experiencia metafísica del hombre en su mundo.
Otro de los factores que caracterizan al símbolo de acuerdo con las investigaciones
de antropólogos, semiologos y filósofos y que puede predicarse con plena validez
del simbolismo masónico es su “pregnancia”. Se trata de una característica a la que
nos hemos referido también denominándola su capacidad evocadora: “El símbolo no
se caracteriza ya porque el significante sustituya a un significado previamente
delimitado y conocido, sino porque a través de la figura se manifiesta un sentido.”

Entre el significante y el significado hay ahora una pregnancia, una homogeneidad, o


un cierto “aire de familia”: ambos quedan vinculados entre si en virtud de una
similitud interna que les cohesiona. Después de todo lo dicho no cabra duda de que,
al menos la aproximación a la masonería que vengo a proponer es tributaria de las
ideas de la llamada escuela de ERANOS surgida a raíz de las iniciativas de C. G.
Jung. No se trata por supuesto de que la masonería asuma una posición de escuela,
sino que desde ni punto de vista y atendiendo mi propia experiencia personal
entiendo que es en esa línea de pensamiento donde encuentro las palabras y las
mejores herramientas conceptuales para explicar el sentido del método masónico,
permitiéndome incluso integrar en el conjunto aquella otra faz del mismo método filial
del racionalismo critico clásico. En definitiva, me atrevo a decir, que de una manera,
quizá fragmentaria y solo a medias consciente la masonería especulativa surgida en
1717 y su posterior elaboración, vino a descubrir “avant la pàge” la hermeneutica
jungiana. En todo caso, sea cual sea la fundamentación teórica que podamos dar al
simbolismo masónico, entiendo que se trata de una interpretación del hombre, del
ser humano, (quizás incluso del ser a secas), como una realidad hecha de contrarios
en tensión como, una unidad-en-diferencia (A. Ortiz-Osés).
No es casualidad que sea el dios Hermes una de las denominaciones mas comunes
entre las logias (En la Gran Logia Simbólica Española) v.g.: Logia Hermes
Tolerancia (Madrid), Logia Hermes amistad (Valladolid). Es Hermes el dios del
lenguaje, el mediador, el intermediario entre los dioses y los hombres, dios del
comercio, del intercambio, del transito, representado por el mercurio, un mineral que
no es ni liquido ni sólido sino extrañamente fluido y espeso, dividido en su esencia,
ni joven ni adulto: adolescente.

La adquisición de un nivel determinado de competencia simbólica, es decir la


capacidad de comprender como los símbolos en general actúan sobre nosotros,
crea en el iniciado una capacidad defensiva y critica frente a los diferentes
mecanismos de acción simbólica. Esto le permite ser mas libre y mas consciente en
sus relaciones con los diferentes simbolismos a los que se encuentra expuesto en su
vida ordinaria: en el seno de su confesión religiosa, en la sociedad civil, en relación
con el poder político, en las relaciones interpersonales…. La aceptación de la
condición humana como una condición simbólica y la experimentación personal y
consciente sobre el simbolismo masónico nos permite comprender la virtualidad de
cualquier simbolismo.

Haciendo uso de una terminología informática a la que la mayoría hemos tenido ya


acceso, podemos comprender la eficiencia de los símbolos de un modo análogo a la
de los “iconos” en los sistemas informáticos de “ventana”: son formas que nos
permiten activar sentimientos y pautas de comportamiento, verdaderas “corrientes
internas” de energía que podemos hacer jugar en nuestro favor y evitar que otros
teledirijan desde fuera de nosotros mismos. Nuestro mundo interior vendría a ser
una especie, por supuesto complejísima, de software, en el que se equilibran
sentimientos, ideas, pulsiones, querencias, complejos…. si somos capaces de
entender el lenguaje metafórico de ese mundo podremos iluminarlo y construir en
medio de el, un hogar acogedor, un “sancta sanctorum” una verdadera morada para
nuestro héroe interior. La iniciación masónica pretende hacernos alcanzar esa
competencia simbólica.

You might also like