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AMOR y LIBERTAD
Índice
INTRODUCCION .......................................................5
Lección primera: INSOBORNABLE REALIDAD................7
I.- La energía y la materia, 7. II.- La unión que diferencia, 11. III.- La
Madre Tierra, 12. IV.- El Hombre, 14. V.- Reflexión y Libertad respon-
sabilizante, 16. VI.- Razón y Religión, 17. VII.- El Uno y treinta y tres
millones de dioses, 19. VIII.-El camello, el león y el niño, 21
Lección Segunda: EL CRISTIANISMO .........................23
I.- Lo Rreal y el Amor, 23. II.- Jesucristo, 26. III.- La sal de la Tierra,
27. IV.- Los cristianos y la propiedad privada, 28. V.- La Ciencia y la
Doctrina, 35. VI.- El Progreso en la Historia, 40. VII.-El entronque cul-
tural de los españoles, 47
Lección Tercera: LOS DOS REINOS ............................55
I.- Religión y Poder,55. II.- Lo feudal y el Dinero, 65. III.- La revolu-
ción crematístico-burguesa, 69. IV.- El humanismo laico-renacentista,
72. V.- El maquiavelismo político, 76. VI.- El Papa, Erasmo, Lutero y
la Libertad de los Hijos de Dios, 80. VII.-Nuevos caminos para la Cien-
cia, 85. VIII.- España en el Mundo, 90.
Lección Cuarta: EL ATAJO IDEAL-MATERIALISTA..........95
I.- Nuevos tiempos ¿nuevos maestros?, 95. II.- Experiencia científica,
fantasía y Fe, 99. III.- “Derecho natural" y despersonalización, 103.
IV.- La Revolución de 1789 y sus inmediatas consecuencias, 111. V.- El
Absoluto y la razón insuficiente, 118.
Lección Quinta: MERCADEO DE IDEAS Y SISTEMAS....129
I.- Viejos y jóvenes hegelianos, 129. II.- El Evangelio, según David
Strauss, 131. III.- ¿Muerte del Cristianismo?, 134. IV.- ¿ Homo homini
deus?, 136. V.- ¿Ego mihi deus?, 138. VI.- La Economía Política Ingle-
sa, 140. VII.- El Socialismo Francés, 146. VIII.- El drama del humanis-
mo ateo, 151. VII.- Res sunt, ergo cogito, 156
Lección Sexta: ENTRE LA MATERIA Y LA ESPECIE ......159
I.- Raíces burguesas de la Lucha de Clases, 159. II.- Bases teóricas del
Comunismo, 161. III.- Marx y el Marxismo, 164. IV.- El revisionismo
marxista, 172. V.- Sartre, Garaudy y Marcuse, celebrados teorizantes de
la "Modernidad Progresista", 177.
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LECCIONES DE AMOR Y LIBERTAD
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LECCIONES DE AMOR Y LIBERTAD
Introducción
Dillige et fac quod vis.
San Agustín
Teilhard de Chardin
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1. INSOBORNABLE REALIDAD
1.
Insobornable Realidad
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1. INSOBORNABLE REALIDAD
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III.- L A M A D R E T I E R R A
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IV.- EL HOMBRE
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2. EL CRISTIANISMO
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El Cristianismo
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2. EL CRISTIANISMO
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II.- JESUCRISTO
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2. EL CRISTIANISMO
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3. LOS DOS REINOS
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hombre, por muy humilde que sea su origen, es bastante más que
una bestia de carga o un instrumento de producción.
En buena parte, gracias a la Doctrina que la Iglesia mantiene
viva y a pesar de sus frecuentes coqueteos con el poder de este
mundo, entre los fieles se hace progresivamente patente la nece-
sidad de que los bienes naturales y energías humanas sean encau-
zadas hacia la superación de viejas apetencias criminales o de
ramplones preocupaciones de acaparamiento.
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Lógicamente, ello neutralizaba el potencial personal de sus súbdi-
tos a la par que hacía imposible otra libertad de iniciativa que no
fuese la de los privilegiados.
El nunca muerto afán de lucro, que, no nos engañemos, resulta
respetable como “revulsivo social” en cuanto despierta “vocacio-
nes de empresa”, se expresaba en un comercio semi-clandestino y
ramplón, de vecino a vecino, sin apreciable proyección exterior y
siempre traumatizado por la inseguridad ambiental.
En tales circunstancias era lógico que las mentes más despier-
tas se dedicaran a la doctrina o a la guerra en detrimento del co-
mercio: no había grandes oportunidades para buscar el realce
personal en el industrioso tratamiento de los problemas de
abundancia y escasez.
Para la reactualización del comercio clásico era preciso, a la par
que una mayor liberalización de actitudes, una real “destraumati-
zación” de la vida de cada día. En la sociedad feudal europea tal
empezó a ser posible en la segunda mitad del siglo X. Ya los sarra-
cenos habían sido empujados hacia más acá del Ebro, los norman-
dos se habían estabilizado en el noroeste de Francia, los
húngaros, ya medianamente civilizados, habían dejado de hosti-
gar la frontera oriental del Imperio...: gracias a tales substancia-
les cambios, se vivía una especie de tímida “pax europea” tutelada
por los otónidas, en la ocasión titulares del Imperio.
Ya es posible romper el estricto marco de un feudo y recorrer
considerables distancias sin tropezar con el invasor de turno o con
hordas de criminales.
Es cuando aparece en Europa Central un tipo de hombre que, en
principio, despierta la conmiseración pública: en contraposición a
la segura comodidad que ofrece la rutina diaria, este trotamun-
dos, cargado como una tortuga, está obligado a circular de un do-
minio a otro, sorteando dificultades de entendimiento, sufriendo
al raso las inclemencias del tiempo, los eventuales asaltos en los
caminos, las arbitrariedades de los poderosos... las ingratitudes
de todos.
Pero, pronto, ese trotamundos (quincallero o buhonero, se diría
hoy), que es el primitivo mercader medieval, sabe hacer impres-
cindibles sus servicios y, en contrapartida, exige mayor libertad y
seguridad en sus desplazamientos, construir en lugares conve-
nientes a su negocio reductos fortificados (“burgos”), expeditivos
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tanto más libre y más fuerte cuanto más se abre al saber decir, al
saber estar, o al saber apreciar sin detenerse a calibrar lo trascen-
dente de su saber decir, su saber estar o su saber apreciar..
Al humanista clásico le interesa menos lo que dice que la forma
de decirlo: remedando a Platón (Fedro), podría decirse de ellos
que sus grandilocuentes discursos sobre lo grande y lo bello no
pasan de “bellos laberintos vacíos de todo concepto claro y de toda
intención ética”. Para muchos de ellos vale cualquier idea siempre
que sea presentada en el marco de un impecable estilo.
Personaje representativo de la época es el jovencísimo Pico de
la Mirándola (muerto en 1.494 a los 31 años). Educado en la nue-
va “Academia” de Florencia, se revela pronto como un prodigio de
erudición con asombrosa capacidad para presentar sugestivas
mezcolanzas de contrapuestas doctrinas y teorías en un musical
lenguaje muy al gusto de la época. En 900 tesis presentó su idea
del “hombre infinito” al que otorga la capacidad de renovarse en
resurrección continua de un antiguo y supuesto crisol en que, al
flujo de cada época, habría de producirse la síntesis de lo más be-
llo nacido del espíritu griego y de las religiones judía y cristiana.
Claramente inclinado por lo más vacío de contenido moral, resalta
al tipo griego como a la más elocuente expresión de lo humano;
apenas disimula su intención de introducir en el martirologio ro-
mano a los dioses y héroes de la antigüedad: lo bello y lo sublime
sujeto a la directa apreciación de ese microcosmos, el “hombre
infinito” que descuella sobre todo lo que se mueve en el universo.
Es el suyo un antropocentrismo elevado a la enésima potencia.
La fiebre por “todo lo bello que cautiva a los sentidos” constitu-
ye el núcleo de la “nueva ciencia del hombre” y pronto se adueña
de la voluntad de no pocos de los intelectuales más influyentes en
las repúblicas italianas de la época: Ficino, Besarión, Lorenzo Va-
lla, Rodolfo Agrícola... son ejemplos del llamado humanismo rena-
centista. Todos ellos conceden a la religión respeto pero, también,
ostensible nivel de inferioridad respecto al arte o a la retórica; se
apasionan por “la belleza que entra por los ojos y por los oídos” al
tiempo que consideran poco menos que “letra muerta” una
expresa referencia a los “viejos” principios morales.
En torno al mito “hombre nuevo” lo aparente achica a lo real: si
era bueno romper con un orden nacido de la “jerarquía de sangre”
y archivar anquilosados valores de una sociedad cerrada sobre sí
misma y, por ello, sometida a la rutina y a los caprichos de una re-
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Tomemos estos hermosos y encendidos versos como válida
expresión del humanismo que, desde hace más de veinte siglos,
ha prendido sus raíces en la Realidad más esperanzadora y que,
con el bagaje de la Gracia de Dios y nuestra capacidad de Amor y
de Libertad, puede conquistar voluntades, una a una, hasta el fin
de los tiempos.
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4. EL ATAJO IDEAL-MATERIALISTA
4.
El atajo
ideal-materialista
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Para Voltaire los últimos serán siempre los últimos mientras que
los primeros pueden ser los segundos de ahora por gentileza del
poderoso entre los poderosos de este mundo.
Sucede que los poderosos de la época se entusiasman con el
”alimento espiritual” que les brinda Voltaire. Ejemplo de ello nos
dan “despótas ilustrados” como Catalina de Rusia, Federico II de
Prusia o satélites ministros “ilustrados” como Choiseul en Francia,
Aranda en España, Pombal en Portugal, Tanucci en Nápoles...
Es, pues, Voltaire el principal promotor del “Despotismo ilustra-
do”, “gente guapa” de la época que pueden y deben ejercer la au-
toridad por imperativo de la estética que rodea al poder no para
hacer más llevadera la vida a los súbditos que, cuanto más ancla-
dos estén en sus limitaciones, más serviciales habrán de resultar.
Meta de la predicamenta volteriana es el utilitarismo individua-
lista, que servirá de pedestal a una élite “ilustrada” movida por la
colectiva obsesión de mantener los privilegios de la propia “clase”.
Desde una óptica tambien utilitarista, Rousseau apela a otra
conciencia colectiva, la de la mayoría.
Juan Jacobo Rousseau, durante su estancia en Inglaterra, be-
bió en Locke una socializante, optimista e impersonal acepción so-
bre el “Derecho Natural”.
Rousseau se dejaba embargar por las emociones elementales:
el candor de la infancia, el amor sencillo y fiel, la amistad heroica,
el amparo de los débiles... Porque renegaba de la Sociedad en que
vivía predicó la “vuelta a la Naturaleza”.
Identificando al saber con la pedantesca ilustración, formula
dogmas al estilo de: “ten presente siempre que la ignorancia ja-
más ha causado mal alguno”... “la única garantía de verdad es la
sinceridad de nuestro corazón”.
Se dice religioso pero, al igual que Lutero, Descartes, Hobbes,
Locke, Voltaire... soslayó la trascendencia social del Hecho de la
Redención: no supo o no quiso ver que la presencia del Hom-
bre-Dios en la historia es, fundamentalmente, una llamada a la
responsabilidad del hombre quien, en libre derroche de amor y de
trabajo, ha de amorizar la Tierra en beneficio de todos los demás
hombres, empezando por los más próximos para, de esa forma,
abrirles paso en el camino hacia el progreso, horizonte que coinci-
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Mercadeo de
ideas y sistemas
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5. MERCADEO DE IDEAS Y SISTEMAS
familias del mundo animal (“der Mensch ist was er isst”) (-el hom-
bre es lo que come-). decía Feurbach jugando con las palabras y
tomando como “argumento” la similitud fonética en alemán entre
ese ist (es) y el isst (come).
Porfía Feuerbach que, al contrario de las formuladas por sus
condiscípulos David Strauss y Bruno Bauer, su doctrina es absolu-
tamente laica, no una teología más o menos disimulada y asegura
que lo de adorar (la Religión) es directa consecuencia de la espe-
cial situación del hombre en el conjunto de sus hermanos anima-
les. Sus diferencias con éstos últimos proceden de una azarosa y
especial circunstancia: a lo largo de los siglos, el hombre habría
desarrollado particulares instintos animales que, a lo largo de los
siglos, por pura espontaneidad material, habrían derivado en pe-
culiaridades como la razón, el amor y la fuerza de voluntad, las
cuales, aunque derivadas del medio material en que se ha desa-
rrollado la especie (lo que “come”), se convierten en lo genuina-
mente humano: “Razón, amor y fuerza de voluntad, dice
Feuerbach, son perfecciones o fuerza suprema, son la esencia
misma del hombre... El hombre existe para conocer, para amar,
para obrar según su voluntad”.
Son particularidades de la especie que, en la ignorancia de que
proceden de su propia esencia que no es más que una particular
forma de ser de la materia, el hombre proyecta fuera de sí hasta
personificarlas en un ser extrahumano e imaginario al que llama
Dios: “El misterio de la Religión, afirma Feuerbach, es explicado
por el hecho de que el hombre minusvalora su esencia para hacer-
se esclavo de ese ser espejo de sí mismo al que convierte en un
poder decisorio.... Es cuando el hombre se despoja de todo lo va-
lioso de su personalidad para volcarlo en Dios; el hombre se em-
pobrece para enriquecer a lo que no es más que un producto de su
imaginación”.
Según él mismo la define, la trayectoria intelectual de Feuer-
bach podría expresarse así: “Dios fue mi primer pensamiento, la
Razón el segundo y el hombre mi tercero y último... Mi tercero y
último pensamiento culminará una revolución sin precedentes; es
una revolución iniciada con la toma de conciencia de que no hay
otro dios del hombre que el hombre mismo: homo homini deus”:
En Feuerbach resurge la figura del Prometeo que se rebela contra
toda divinidad ajena a la propia especie.
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5. MERCADEO DE IDEAS Y SISTEMAS
¿Cogito ergo sum? si, claro; pero ¿qué más?. Que sin otro baga-
je que mi propio pensamiento puedo elevarme a las cumbres del
saber y desde allí decidir qué es esto y qué es aquello. Tal era la
mal disimulada pretensión de todos los racionalistas-idealistas
desde Descartes al último hegeliano.
Situados en la más elemental óptica realista, la conclusión de-
berá ser, justamente, la contraria: pienso en razón de que las co-
sas están ordenadas de tal forma que hacen posible mi
pensamiento.
Efectivamente, el soporte de mi pensamiento es el cerebro,
complejísimo órgano material que realiza la excepcional función
de pensar porque, a lo largo de miles de años, sus partículas ele-
mentales han ido hilvanándose y entrelazándose según un com-
plejísimo Plan totalmente ajeno a mi pensamiento. La evidencia
dicta que ha tenido lugar un lento y bien orientado proceso de
“complejización” en el que, además de una intencionalidad extra-
material, han tomado parte “activa” las virtualidades físicas y quí-
micas de la materia en variadísimas y sucesivamente superiores
manifestaciones, formándose, una tras otra, sucesivas entidades
materiales; es decir, las propias cosas, las plantas y los animales
hasta llegar a uno de estos últimos, cuyo más complejo cerebro
alcanza la debida preparación para recibir ese “soplo divino” que
es el espíritu.
La evidencia de mi pensamiento puede llevarme y, de hecho,
me lleva a la evidencia de mi existencia. Es la misma evidencia
que me dicta que el pensamiento humano es posterior a la exis-
tencia humana, la cual, a su vez, es consecuencia de un proceso
que se pierde en la aurora de los tiempos.
De algo tan simple o perogrullesco como el “pienso, luego exis-
to”, en papirotazo racionalista-idealista, no se puede deducir que
“existo por que pienso”: son muchas las realidades que no piensan
y que, evidentemente, existen. Tanto valor intelectual como el
“cogito” cartesiano tiene la proposición padezco dolor de muelas
luego existo. Y es ésta una obvia constatación que resultaría exa-
gerada si de ella pretendiera deducir que existo para padecer
dolor de muelas.
Reconozcamos, pues que lo cartesiano o subjetivo-idealista,
mal llamado racional, es un cúmulo de razonamientos que, a base
de retorcidas y archirepetidas vueltas, se convierten en sinrazo-
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La materia y la especie
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Cuando apenas ha cumplido los veinte años, Hess pasa una lar-
ga temporada en París que, a la sazón, vive la fiebre de mil ideas
sociales en ebullición bajo la displicente tolerancia de la oligarquía
en el poder. Muy seguramente, contactó con alguno de los socia-
listas franceses, en particular con Proudhon.
El agotamiento de sus recursos obligó a Hess a reintegrarse en
los negocios de la familia. Siguió aprovechando el tiempo libre con
nuevas lecturas y cursos, preferiblemente, todo lo que procedía
del omnipresente Hegel.
Inició su actividad en el mundo de las ideas con una pretencio-
sa “Historia Sagrada de la Humanidad”. Apunta en ella una espe-
cie de colectivismo místico de raíz panteísta; la ha llamado
“Historia Sagrada” “porque en ella se expresa la vida de Dios” en
dos grandes etapas, la primera dividida, a su vez, en tres perío-
dos: el primitivo o “estado natural” de que hablara Rousseau, el
segundo, que para Hess (que no olvida los sueños de su raza),
coincide con la aparición del Cristianismo, es “fuente de discor-
dia”, y el tercero o “revolucionario” que, según Hess, se inicia con
el panteísmo de Spinoza (también judío) y culmina con la Revolu-
ción Francesa o “gigantesco esfuerzo de la humanidad por
retornar a la armonía primitiva”.
La segunda y “principal etapa” de esa “Historia Sagrada dela
Humanidad” la ve Hess coincidente con su propio tiempo e, inclu-
so, con su propia persona: ve abierta ante sí una excepcional y
brillante perspectiva a cuyo término sitúa la plena libertad e
igualdad entre todos los hombres.
Aunque Hess apunta que se llegará a tal beatífica situación por
vía pacífica, no descarta la eventualidad de una sangrienta revo-
lución promovida por las insultantes diferencias sociales; si tal
fuera el caso, esa etapa habría de ser tomada por un inevitable ba-
che, cuya superación brindaría a la humanidad la “consecución de
la última meta de la vida social presidida por una igualdad clara y
definitiva”.
El aludido bache habrá significado un inevitable enfrentamiento
entre dos protagonistas: la “Pobreza” y la “Opulencia”. La primera
como víctima y la segunda como mentor, de “la discordancia, de-
sigualdad y egoísmo que, en progresivo crecimiento, alcanzarán
un nivel tal que aterrarán hasta el más estúpido e insensible de
los hombres”.
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6. LA MATERIA Y LA ESPECIE
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6. LA MATERIA Y LA ESPECIE
Luego de hacer notar cómo las virtudes de las más altas civiliza-
ciones que no conocieron al Dios del amor, nacía de “su cruda
grandeza y de un exaltado egoismo, no del esfuerzo por la perfec-
ción total” y cómo, por otra parte, los pueblos primitivos sufren de
angustia “pues temen la ira de sus dioses y viven en el temor de
ser repudiados incluso cuando tratan de aplacarlos” mientras que
“en el mayor sabio de la Antigüedad, en el divino Platón, había un
profundo anhelo hacia un Ser cuya llegada colmaría la sed insatis-
fecha de Luz y de Verdad”... deduce: “De ese modo la historia de
los pueblos nos muestra la necesidad de nuestra unión con Cristo”
Es una UNION a la que el joven se siente inclinado “cuando ob-
servamos la chispa divina en nuestro pecho, cuando observamos
la vida de cuantos nos rodean o buceamos en la naturaleza íntima
del hombre”. Pero, sobre todo, “es la palabra del propio Cristo” la
que nos empuja a esa unión. “¿Dónde, pregunta, se expresa con
mayor claridad esta necesidad de la unión con Cristo que en la
hermosa parábola de la Vid y de los Sarmientos, en la que Él se lla-
ma a sí mismo la Vid y a nosotros los sarmientos? Los sarmientos
no pueden producir nada por sí solos y, por consiguiente, dice
Cristo, nada podéis hacer sin Mí”......”El corazón, la inteligencia, la
historia... todo nos habla con voz fuerte y convincente de que la
unión con El es absolutamente necesaria, que sin El somos incapa-
ces de cumplir nuestra misión, que sin El seríamos repudiados por
Dios y que solo el puede redimirnos”...
Noble, inquieto y generoso, vivía entonces Marx el ilusionante
encuentro con Jesucristo, otro Judío no venerado por sus padres,
judíos más o menos ortodoxos hasta que, por virtud de las capri-
chosas leyes de entonces, se inclinaron por la conveniencia de ha-
cer pública profesión de fé cristiana. Y, cuando le piden que
proyecte su futuro, Carlos Marx, con diecisiete años, manifiesta un
excepcional altruismo con sus “REFLEXIONES DE UN JOVEN ANTE
LA ELECCION DE PROFESION”:
“La naturaleza, dice, ha dado a los animales una sola esfera de
actividad en la que pueden moverse y cumplir su misión sin desear
traspasarla nunca y sin sospechar siquiera que existe otra. Dios se-
ñaló al Hombre un objetivo universal, a fin de que el hombre y la
humanidad puedan ennoblecerse, y le otorgó el poder de elección
sobre los medios para alcanzar ese objetivo; al hombre correspon-
de elegir su situación más apropiada en la sociedad, desde la cual
podrá elevarse y elevar a la sociedad del mejor modo posible”.
“Esta elección es una gran prerrogativa concedida al Hombre sobre
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SARTRE
Según propia confesión, la introducción de Juan Pablo Sartre en
el mundo de la intelectualidad obedeció a una abierta inclinación
por el subjetivismo idealista: “el acto de la imaginación, dice, es
un acto mágico: es un conjuro destinado a hacer aparecer las co-
sas que se desea”. Ya sé que es ahí en donde radica la vena poéti-
ca; pero es que, en la obra de Sartre, poesía y reflexión
sistematizada (lo que hoy se entiende por filosofía) vienen indiso-
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GARAUDY
En los tiempos en los que se le reconocía (década de los sesen-
ta) principal figura de la intelectualidad marxista, Roger Garaudy
(nacido en 1.913) trazaba una línea directa entre Jesús de Naza-
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MARCUSE
Heriberto Marcuse (1898-1979), judío alemán, llega al marxis-
mo por similar camino que Sartre: A través de Heidegger, se acer-
ca a Hegel, en cuya estela encuentra a los marxistas radicales de
la primitiva social democracia alemana. La dictadura de Hitler for-
zó a Marcuse a emigrar a Estados Unidos, en donde se afincó
definitivamente.
La originalidad de Marcuse radica en su preocupación por elabo-
rar una síntesis de los legados intelectuales de Hegel, Marx y
Freud. En el camino de Hegel a Marx Marcuse abraza incondicio-
nalmente un fundamentalismo ideal-materialista que, tomó como
punto de partida de su actividad intelectual; la “convergencia en-
tre Marx y Freud” es algo “original” que Marcuse debe el médico si-
coanalista y “sexólogo” Wilhem Reich (1897-1957), nacido en
Austria, también judío y, como Marcuse, forzado a huir del
nazismo.
Este tal Wilhem Reich, que se decía incondicional marxista y fiel
discípulo de Freud, pretendía demostrar el “absoluto paralelismo”
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atar por sus amores o lazos familiares: “Sé lo que quiero y cuanto
te quiero, pero no puedo sacrificar mi libertad interior por vos; es
sacrificarme a mí y yo soy lo más importante que hay en el
mundo, ya te lo he dicho”, así escribe el 5 de diciembre de 1951
para justificar el abandono de Chichina Ferreira, una de sus
novias,.
En 1955 conoce a Fidel Castro en Ciudad de México y se asocia a
él para todo lo que había de venir después hasta que en 1965 dice
sentirse obligado a “seguir su camino” y lo explica así en la carta
que el 1 de abril de 1965 dirige a su “comandante”:
Fidel: Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te
conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de
toda la tensión de los preparativos. Un día pasaron preguntando a
quién se debía avisar en caso de muerte y la posibilidad real del he-
cho nos golpeó a todos. Después supimos que era cierto, que en
una revolución se triunfa o se muere (si es verdadera). Muchos
compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria. Hoy
todo tiene un tono menos dramático porque somos más maduros,
pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi deber
que me ataba a la Revolución cubana en su territorio y me despido
de ti, de los compañeros, de tu pueblo que ya es mío. Hago formal
renuncia de mis cargos en la Dirección del Partido, de mi puesto de
Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de cubano.
Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no se pueden
romper como los nombramientos. Haciendo un recuento de mi vida
pasada creo haber trabajado con suficiente honradez y dedicación
para consolidar el triunfo revolucionario. Mi única falta de alguna
gravedad es no haber confiado más en ti desde los primeros mo-
mentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente
celeridad tus cualidades de conductor y de revolucionario. He vivido
días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro
pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe. Pocas
veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullez-
co también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu
manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios.
Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos es-
fuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabili-
dad al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos. Sépase que lo
hago con una mezcla de alegría y dolor, aquí dejo lo más puro de
mis esperanzas de constructor y lo más querido entre mis seres
queridos... y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso la-
cera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla lle-
varé la fe que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi
pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los deberes;
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con la famosa frase: “Soy el Che, valgo más vivo que muerto”, lo
que no impide el que sea abatido por un tiro de fusil al día siguien-
te, 9 de octubre, principal efemérides del “santoral” cubano. Miti-
ficada hasta el paroxismo su figura, olvidado su papel de
implacable justiciero en la depuración de todo lo que olía a “oligar-
quía y colaboracionismo”, es idolatrado por jóvenes rebeldes, so-
ñadores y revanchistas, odiado por los “bien situados” y
compadecido por no pocos que proponen y cultivan soluciones en
el ámbito del Amor y de la Libertad: es una especie de “hombre
utopía”, héroe de lo imposible.
Al Ché se debe no poco del redentorismo que se otorga a la idea
seudomarxista (combatida por Stalin y defendida por Trosky) de
la Revolución Permanente del Proletariado y del Tercer Mundo
contra las Fuerzas Imperialistas. Su testimonio vital y su figura
constituyen el principal activo del Marxismo Castrista con el slo-
gan Socialismo o Muerte como principal revulsivo.
Ciertamente, Fidel Castro proyectó e inició su revolución en
nombre de la Libertad (Cuba Libre se llamó su primer periódico re-
dactado en Sierra Maestra) y de corte liberal fueron sus primeros
actos tras la toma del Poder: reservándose para sí la comandancia
de las fuerzas armadas, ofreció la Presidencia de la República al li-
beral Manuel Urrutia y al también liberal José Miró Cardona el
puesto de Primer Ministro, lo que no fue muy del agrado del
“comunista” Che Guevara.
Pronto, el 14 de febrero de 1959, Castro resuelve las faltas de
entendimiento entre sus colaboradores destituyendo a Cardona y
nombrándose a sí mismo Primer Ministro para, cinco meses más
tarde, sustituir al presidente Urrutia por su amigo Oswaldo Dorti-
cós Torrado. Previamente (17 de mayo del mismo año) inicia la
aplicación de la Ley de la Reforma Agraria por la cual desaparecen
los latifundios superiores a 420 hectáreas y se crean las primeras
cooperativas sui generis. Entre los afectados se encuentran nu-
merosos ciudadanos yanquis que apelan a su gobierno; EEUU es-
grime viejos acuerdos (la enmienda Platt de la Constitución de
1901) según la cual está autorizado a intervenir en la política cu-
bana. Castro responde nacionalizando empresas extranjeras,
Esso y Shell incluidas y firmando con la URSS un acuerdo de mu-
tua asistencia militar y económica (7-5-1960); meses más tarde,
por la llamada Primera Declaración de la Habana hace un llama-
miento a todas las fuerzas revolucionarias del Continente para la
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Rehacer caminos
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Bibliografía
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DICCIONARIO DE FILOSOFIA – W.Brugger - E.Herder
DICTIONAIRE DES PHILOSOPHES - Seghers
LE THOMISME – P.Grenet - P.U.F
SAINT AUGUSTIN - A. Cresson – P.U.F
PAUL, APOTRE DE CHRIST – E.B.Allo – E.du Cerf.
LAS GRANDES ENCÍCLICAS SOCIALES – Márquez – Apostolado
de la Prensa
MATER ET MAGISTRA – Juan XXIII – Apostolado de la Prensa.
PENSAMIENTOS – B.Pascal – Col. Austral
TRAITE DU DESESPOIR – S. Kierkegard - Gallimard
CONCEPTO DE LA ANGUSTIA - S. Kierkegard - Col. Austral
LA POLITIQUE – Aristote – E.Gouthier.
LA REPUBLICA O EL ESTADO – Platón - Col. Austral
METAFÍSICA – Aristóteles – Sarpe
EL CONTRATO SOCIAL – J.J.Rousseau – Ed.Tor
SOCIOLOGIE – A.Comte - P.U.F
COURS DE PHILOSOPHIE POSITIVE - A.Comte - P.U.F
AINSI PARLAIT ZARATHOUSTRA – F.Nietszsche – Gallimard
EL ANTICRISTO - F.Nietszsche – Anaya
EL PRINCIPE – N.Maquiavelo – Hazan
DISCOURS DE LA METHODE – MEDITATIONS – R.Descartes –
U.G.E.
L’ESCLAVAGE – M.Lengelle – P.U.F.
LA REPUBLIQUE ROMAINE – J.Droz – P.U.F.
MARCHANDS ET BANQUIERS DU MOYEN AGE – J.le Goff – P.U.F.
LES ORIGINES DE LA BOURGEOISIE – R,Pernoud – P.U.F.
HISTOIRE DE LA PROPRIETE – F.Challaye – P.U.F.
HISTOIRE DU DROIT PRIVE – J.Imbert – P.U.F.
HISTOIRE DES DOCTRINES POLITIQUES – J.Droz – P.U.F.
HISTOIRE DES IDEES EN FRANCE – R.Daval – P.U.F.
HISTOIRE DE LA LIBRE PENSEE – A.Bayet – P.U.F.
HISTOIRE DU CATHOLICISME – J.B. Duroselle – P.U.F.
HISTOIRE DE LA RUSSIE – G.Werter – P.B.Payot
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