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ESCUELA NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA

INAH SEP

ENAH

CONSTRUCCIÓN Y RECONSTRUCCIÓN
DE TENOCHTITLAN A LA CIUDAD DE MÉXICO
ACULTURACIÓN Y URBANISMO EN EL MAPA DE NÜREMBERG Y EN EL MAPA DE
UPPSALA A TRAVÉS DE UN SISTEMA DE INFORMACIÓN GEOGRÁFICA

TESIS
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE

LICENCIADO EN ARQUEOLOGÍA
PRESENTA

ISRAEL HINOJOSA BALIÑO

DIRECTOR DE TESIS:
GERARDO GUTIÉRREZ MENDOZA

ASESORES:
FIORELLA GINA FENOGLIO LIMÓN
HECTOR PATIÑO RODRÍGUEZ-MALPICA

MÉXICO, D.F. 2009


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iv |

Hinojosa Baliño, Israel


2009 Construcción y reconstrucción de Tenochtitlan a la Ciudad de México.
Aculturación y urbanismo en el Mapa de Nüremberg y en el Mapa de Uppsala a
través de un Sistema de Información Geográfica. Director de tesis Dr. Gerardo
Gutiérrez Mendoza, ENAH-INAH-SEP, Tesis de Licenciatura de Arqueología,
México.

Incluye Disco Compacto con la tesis en formato PDF


y otros archivos.

Requisitos mínimos para la computadora: Unidad de


CD; Procesador con más de un 1GHz de velocidad;
516 MB de memoria RAM mínimo y al menos 1GB
de memoria de almacenamiento para descargar los
datos. Diseñado para PC.
A tu mamá…
vi |
| vii

Créditos

El presente trabajo de investigación fue posible gracias a:

〉 Gerardo Gutiérrez Mendoza, por el apoyo y confianza desde el primer día.


〉 Héctor Patiño Rodriguez Malpica, por las críticas, las discusiones y las sugerencias.
〉 Fiorella Fenoglio Limón, por sus palabras de aliento, cada punto y coma, cada idea
concretada.
〉 Enah Montserrat Fonseca Ibarra, por los regaños, la paciencia, por lo inexplicable y
lo indecible.
〉 Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS-
DF), por la tolerancia y la oportunidad.
〉 Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), porque uno se hace como lo
hacen.
〉 Adriana Baliño Zamora, tu mamá, porque siempre ha estado ahí y porque te enseñó
a crecer, incluso antes de que te conociera.
〉 Rebeca Zamora Serdán, por ser como los abuelos que algún día tuviste.
〉 Amelia Hinojosa Zamora y Xochimilli Hinojosa Zamora, porque siempre han
cuidado y creído en su hermano.
〉 Paulina Rivero Hinojosa, porque te enseñó que la sangre no siempre fluye por las
arterias, a veces fluye por los oídos.
〉 José Hinojosa Saavedra, porque te enseñó que la vida en la ciudad y el trabajo bien
hecho, requieren de teoría y práctica, no de títulos.
〉 Toda tu familia, porque no cabe duda que han sido tus mejores maestros.
〉 Tus amigos, porque siempre han estado ahí, en las buenas y en las malas, la locura no
se hereda, parece que se aprende: de alguna u otra forma te han modelado la cabeza.
〉 Tus profesores, porque te han guiado –consciente e inconscientemente- hasta este
punto y porque supones que ahí seguirán.
〉 Tus conocidos y percibidos, porque uno nunca sabe cuánto aprende de la vida diaria,
del mundo, de todo. Cada día uno aprende algo nuevo y casi siempre se te olvida la
fuente.
〉 Todos los que no aparecen o han desaparecido.
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Genealogía
No se puede mencionar a pocos porque son muchos y no Cuando la reunión llevaba como catorce horas,
se puede a todos porque son muchos. Faltaba una hora llegaron Christian, Homar, Genaro y Wendy. Luego otros
para que fuera el diecinueve, pero no importaba porque de que habían llegado y otros que llegaron después, se
todos modos ahí estaba. Era tarde y no podía abrir sus dispersaron pero ahí andaban, como Rodrigo, Memo,
ojos, faltaba que llegara más gente; al final de cuentas, no Olga y Cecilia -que sería mejor llamarla Ivet-. Cuando por
se pudo esperar más y salió. No tuvo idea de quién la fin dieron las 5:00PM, más de la mitad dejó el jolgorio,
despertó aunque igual no abrió sus ojos. Primero su madre cansados y aburridos. Afortunadamente todos la vieron
la tomó y luego vino la tía y las hermanas y el papá. De abrir sus ojos. Hasta los profes que en su cabeza pasaron
eso nada se acuerda. Los primeros minutos del como de rebote.
diecinueve, se preparaba para su primer tropezón, Primero llegó la ENAH y luego la Enah, Dante
ignoraba que un humano tropieza muchas veces con la y Malena; en seguida el Chaco y el Gordo -que qué bueno
misma piedra. El tropezón fue con un vidrio y luego con que no se casaron-.; luego aparecieron Olinca, y los dos
otro y luego fue con cinta adhesiva. La madre y el padre Yones, el Pakal e Isis, que tenían en común, que se
de su madre y de los tíos que venían con sus hijos, conocían. Nando y Poncho, el uno con caguamas y el
también fueron a verla. La familia completa se otro con pulque y libro pa’ la panza. Y luego llegaron más
congregaba. y más personas, un Jorge, una Gaby, una Bere, un Julk, un
A las 12:00AM hubo fiesta y dicen que abrió sus Paco y un Rodrigo Pacheco, entre otras personalidades,
ojos, pero la verdad es que fue inútil porque la gente seguía que así como llegaron se fueron y regresaron. Como a las
llegando -primos y más primos, tíos y más tíos-. La fiesta 8:00PM entraba tu tocayo, el Coste, el Cristian y todos los
siguió en la madrugada, todos dando lo mejor de sí grandulones. Ya no había con qué brindar pero en eso
mismos, pero mirándola con gravedad porque se les hacía llegó la Fis con un tal Gerardo y atrás de ellos Héctor y
que se veía muy triste como se veía, sola. Alejandro; la primera llegó de Zacatecas, el segundo del
Y entonces todo el vecindario supo de su gabacho y los terceros de San Mateo con un poco más de
existencia, y así llegaron Pepe, Iván y Manuel –el de la veneno.
central, el de enfrente y el Cozumel, que iban juntos pero Se fue la ENAH y permanecía Enah. Al final
cada quien iba por su lado-. Durante horas el cuarto se fue sólo quedaron los que se quedaron los que se quedaron
llenando de gente hasta que no cupo más. Llegaron los de (Rosa es una rosa es una rosa es una rosa) y son los que al
la primaria, el profe Bernardo y las profas de antaño, final se la tomaron. Todos salieron bien en la foto, pero
también llegaron Julio, Kato, Gerardo, César, los qué difícil resultó acomodar a todos para que todos
“vampiros” y otros más. salieran. No cabe duda que es difícil hacer que en una foto
Cuando amaneció ahí estaba, rodeada de gente quepan muchas fotos. Luego se revelaron, ora por el sur
ansiosa por saber cómo era. El día de hoy miramos el ora por todos lados, pero las fotos todos las miraron. Al
espejo y aparecieron más de nosotros. Al principio nos dio final se hizo el silencio y esto fue lo que todos dijeron:
miedo pero avanzaba el día y así como se multiplicaban Hoy iniciamos un cambio en nuestro cuerpo, en
menos miedo nos daba. Llegaron Juan, Juan, Jorge, Jorge, nuestra mente. Nuestro corazón late con más fuerza que
Laura, Laura y el Adrián, y demás personas que crecieron nunca. Nuestros brazos se sienten agotados de tanto
con Neurisma -sin a-. Y luego llegó Oscar que enseguida pensarte. Nuestras piernas y abdomen sufrirán tu gran
brindó por más de cinco horas de fiesta. Y vinieron todos peso pequeña. Tan insignificante para algunos, tan liviana
los de la secundaria pero los únicos que se quedaron a ver para otros. Te sufrimos porque nos pesas, te deseamos
si abría sus ojos fueron Adolfo, Omar, Boris, Soraya, porque te queremos en las manos; leer cada rincón que
Venecia y Cristian, los demás sólo fueron por un trago y ocultes. Cada pliegue, cada palabra, cada impulso. Hoy
haber si encontraban a Rutilio y otros profesorcillos. nos iniciamos, te inicias, mañana seremos uno mismo, en
un año, serás única; hace un año.
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Índice General
Créditos ...................................................................................................................... vii
Genealogía ......................................................................................................... viii
Índice General............................................................................................................. ix
Índice de Figuras ........................................................................................................ xi
Índice de Tablas ......................................................................................................... xii
Introducción ............................................................................................................. 13
1. Delimitación espacio-temporal. .......................................................................... 20
2. Justificación y objetivos ..................................................................................... 21
3. Hipótesis ............................................................................................................. 23
Capítulo 1
Aculturación y Urbanismo ........................................................................................ 27
1.1. La Cultura ........................................................................................................ 27
1.2. Aculturación .................................................................................................... 31
1.2.1. Problemas en torno al estudio de la aculturación ...................................... 35
1.3. Sobre el urbanismo, lo urbano y la historia ..................................................... 41
1.3.1 El Urbanismo y lo Urbano ......................................................................... 44
Capítulo 2
Sistemas de Información Geográfica......................................................................... 53
2.1. El espacio y el tiempo. Los Sistemas de Información Geográfica .................. 54
2.1.1. El espacio .................................................................................................. 55
2.1.2. Los Sistemas de Información Geográfica ¿Una forma de ver el espacio-
tiempo? ................................................................................................................ 58
2.2. Los mapas históricos. Su inclusión en un Sistema de Información Geográfica
................................................................................................................................ 62
2.2.1. La georeferencia ........................................................................................ 65
2.2.2. Sobre las proyecciones geográficas........................................................... 70
2.3. Cómo se hizo lo que se hizo ............................................................................ 75
2.3.1. El objeto de estudio: De la destrucción de Tenochtitlan a la Ciudad de
México. ................................................................................................................ 81
x|

Capítulo 3
Construcción y Reconstrucción ................................................................................. 85
3.1. Apuntes preliminares sobre la Conquista: la traza .......................................... 85
3.2. La cartografía indígena ................................................................................... 92
3.3. El Mapa de Nüremberg ................................................................................... 97
3.3.1. Elementos iconográficos en el Mapa de Nüremberg .............................. 107
3.4. El Mapa de Uppsala. Breve recuento histórico. ........................................... 117
3.4.1. Sobre los orígenes del mapa y el proceso de aculturación en su
manufactura. ...................................................................................................... 120
Capítulo 4
¿Qué es lo que SIGue? ............................................................................................ 129
4.1. Distorsión y precisión: El caso del Recinto de Tlatelolco en el Mapa de
Uppsala................................................................................................................. 130
4.1.1. Reconstrucción de la plataforma que rodeaba al Recinto Sagrado de
Tenochtitlan: coatepantli................................................................................... 137
4.2. Georeferencia y vectorización: Transformando el Mapa de Uppsala al
lenguaje de los SIG ............................................................................................... 150
4.2.1 La representación de chalchihuites en el Mapa de Uppsala .................... 156
4.3 Similitudes entre el Mapa de Uppsala y el Mapa de Nüremberg ................. 160
Conclusiones ........................................................................................................... 165
Propuestas para la aplicación de un SIG en arqueología .................................. 171
Obras Consultadas ................................................................................................... 175
Anexo....................................................................................................................... 197
I. Diferentes datos cartográficos que se incluyeron en el SIG ............................. 198
II. Atributos para algunos elementos en el Mapa de Uppsala ............................. 199
III. Mapa de Uppsala georeferenciado con ID de elementos clasificados........... 206
IV. Mapas elaborados a partir del archivo SHP ................................................... 207
V. Parte central del Mapa de Uppsala. ................................................................ 215
VI. Mapa de Nüremberg....................................................................................... 217
| xi

Índice de Figuras

Figura 1. Momento histórico ..................................................................................... 57


Figura 2. Diferentes tipos de datos que utiliza un SIG. ............................................. 61
Figura 3. Georeferencia y tipos de transformaciones. ............................................... 67
Figura 4. Mapamundi de Rumold Mercator. ............................................................. 73
Figura 5. Algunas características del Momento Histórico plasmado en un mapa
histórico. .................................................................................................................... 78
Figura 6. Modelo tetradimensional de trabajo........................................................... 84
Figura 7. Representación del mapa costero que acompañaba la Tercera Carta de
Relación de Hernán Cortés a Carlos V. ..................................................................... 93
Figura 8. Isla de Utopía ........................................................................................... 100
Figura 9. Fusión de estilos y formas en el Mapa de Nüremberg............................. 105
Figura 10. ¿Lago de Xochimilco o representación del topónimo de Culhuacán?... 109
Figura 11. Diferentes elementos representados dentro del recinto ceremonial de
México-Tenochtitlan en el Mapa de Nüremberg. ................................................... 111
Figura 12. ¿Los albarradones según los tlacuilos? .................................................. 112
Figura 13. El Palacio de Moctezuma en el Mapa de Nüremberg............................ 114
Figura 14. La casa de los animales o el “zoológico” de Moctezuma ...................... 115
Figura 15. Mapa de la ciudad de Jerusalén.............................................................. 127
Figura 16. Grabado francés (1880), Ciudad de México según Trasmonte (1628) y
Mapa de Uppsala (¿1537-1556?) ............................................................................ 132
Figura 17. Recinto Sagrado de Tlatelolco ............................................................... 134
Figura 18. Comparación entre los recintos sagrados de Tlatelolco y Tenochtitlan en
el Mapa de Uppsala................................................................................................. 136
Figura 19. Detalle de la “Casa del Marqués” en el Mapa de Uppsala. ................... 154
Figura 20. Acequias y Cuerpos de Agua en el Mapa de Uppsala........................... 155
xii |

Figura 21. Algunos edificios en el centro de la ciudad española según el Mapa de


Uppsala. ................................................................................................................... 159
Figura 22. Comparación entre el Mapa de Uppsala y el Mapa de Nüremberg al norte
de la ciudad .............................................................................................................. 161
Figura 23. Comparación del centro de la ciudad en el Mapa de Uppsala y el Mapa
de Nüremberg. ......................................................................................................... 163
Figura 24. Recinto Sagrado de Tlatelolco. .............................................................. 139
Figura 25. Plataforma del Recinto Sagrado de Tenochtitlan según el Mapa de
Nüremberg ............................................................................................................... 142
Figura 26. Teotihuacan en Tenochtitlan .................................................................. 143
Figura 27. Reconstrucción hipotética del Recinto Sagrado de Tenochtitlan .......... 146
Figura 28. El mapa de la Plaza Mayor de México de 1562..................................... 148
Figura 29. Basamento de la Casa de las Águilas. .................................................... 149

Índice de Tablas

Tabla 1. Comparación entre algunos elementos de la simbología moderna y la


simbología indígena................................................................................................... 96
Tabla 2. Número de elementos descritos en el Mapa de Uppsala a partir de su forma
................................................................................................................................. 150
Tabla 3. Esquema de la base de datos ..................................................................... 152
Tabla 4. Significado de cada encabezado para la base de datos.............................. 153
Tabla 5. Medidas aproximadas de los recintos sagrados de Tenochtitlan y Tlatelolco,
según Matos-Luján-Guilliem................................................................................... 138
| 13

Introducción
"In quexquichcauh maniz cemanahuatl ayc pollihuiz yn
itenyo yn itauhca in Mexico Tenochtitlan"
"En tanto que permanezca el mundo, no acabará la fama
y la gloria de México-Tenochtitlan"
(Chimalpahin, 1998)

El 8 de noviembre de 1519 las huestes del Capitán1 Hernán Cortés entraron a


Tenochtitlan. Los conquistadores, según sus propias crónicas, estaban realmente
fascinados con el panorama de la cuenca lacustre. Fue tal su impresión de las
chinampas, jardines y del entorno en su conjunto que -aún con una conquista por
delante- lograron grabar en su mente todo lo que vieron y que plasmaron en diversos
textos que han sobrevivido hasta nuestros días. Hernán Cortés y Bernal Díaz del
Castillo, dos de los principales narradores de la Conquista de México, describieron
detalladamente la ciudad, tanto que logran recrear en nuestra mente el grandioso
asiento de la ciudad prehispánica, su vida, su ajetreo, sus costumbres y sus
construcciones. No obstante, Tenochtitlan -con menos de dos siglos de existencia-
ya había sufrido varios procesos de remodelación, de hecho, la ciudad que describen
los españoles, seguramente era muy diferente de aquélla que se encargó de
reconstruir Moctezuma Ilhuicamina; ciudad cuya fisonomía era reflejo de un largo
peregrinar azteca y, por tanto, de la adaptación de modelos existentes como el de
Tenayuca o el de Culhuacán. En 1519 Tenochtitlan era diferente; pues desde que
Moctezuma I otorga a la ciudad la imagen que postularía como el modelo por
excelencia en la mente de los gobernadores mexicas -quizá tratando de imitar la
imagen de Teotihuacan-, éstos sólo se encargarían de engrandecer los edificios y
mantener arreglada y limpia la ciudad y muy raramente modificarían la
configuración de los espacios.2 En esta ciudad fluyeron por aquí y por allá cientos de

1
En adelante cuando se mencione al Capitán, se hace referencia a Hernán Cortés, haciendo alusión
a la forma como se le menciona en los Anales de Tlatelolco.
2
Sobre la historia de México-Tenochtitlan desde el punto de vista urbano se puede consultar a
Lombardo, 1973. Para una revisión breve sobre el crecimiento urbano de la Ciudad de México,
desde sus orígenes, consúltese Gutiérrez, 1998. Sobre la Recuperación del pasado Teotihuacano
véase Luján, 1988. Otra hipótesis acerca de la traza de México-Tenochtitlan retomando el modelo
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personas en sus plazas “donde [había] continuo mercado y trato de comprar y


vender”, palacios, jardines, anchas calles “como dos lanzas jinetas” donde [cabían]
hasta “ocho de caballo” (Cortés, 1981: 50 y 62). Ciudad, al fin, que es conquistada
en 1521 después de una larga resistencia, cuando se aprehende al último emperador
mexica (Martínez, 1990a).
Tenochtitlan, inigualable para el conquistador,3 teóricamente la más grande
de su tiempo según las fuentes arqueológicas e históricas (Bray, 1972; Díaz del
Castillo, 1980; Cortés, 1981 y Sanders y Webster, 1988), con aproximadamente 9 ó
10 km2 de extensión (Calnek, 2003) y con una población aproximada de 60 000
personas (Calnek, 1972 y Sanders y Webster, 1988), la ciudad debió causar revuelo
entre un gran porcentaje de conquistadores que, seguramente, no conocían ciudad
más grande que Sevilla.4
Recién conquistada y pestilente, escenario de las más cruentas batallas,
México-Tenochtitlan es abandonada (Díaz del Castillo, 1980 y Anales de Tlatelolco,
2004). Posteriormente, y con opiniones encontradas entre Hernán Cortés y su
ejército, se decidió construir la ciudad hispana donde antes existió la afamada y
gloriosa urbe, pues para Cortés ahí debía ser la reedificación “por la grandeza y
maravilloso asiento de ella” (Cortés, 1981: 196).5 La ciudad prehispánica parece
haber fascinado tanto al Cortés, que incluso se molestó cuando los frailes mandaron
quemar los templos, pues para él era importante conservarlos para la memoria

tolteca se puede consultar a Smith, 2006.


3
Autores como Alberto Zambrana (2007) sostienen que el discurso de Cortés es retórico y
evidentemente utiliza la comparación de los elementos que va observando en su incursión a
territorio americano con los elementos de su patria. La Ciudad de México es inigualable per se, sin
embargo, se comparar con ciudades españolas pues son el único referente directo para los
conquistadores.
4
Según estimaciones de Grunberg (1994) acerca del origen de los conquistadores y por la referencia
en que se hace de Sevilla y Córdoba en la Segunda Carta de Relación (Cortés, 1981). Para una
referencia rápida y actualizada sobre el origen de los conquistadores también se puede consultar
Grunberg, 2004.
5
Algunos autores sugieren que Cortés usó la retórica para justificar su conquista ante la corona
(Zambrana, 2007).
| 15

(Martínez, 1990: 398). Una vez construidas las atarazanas,6 Cortés llevó a los
naturales “ausentados desde la guerra” a poblar la ciudad “con toda la gente” de su
compañía. Se repartieron los solares y se construyeron las casas donde habitarían
“los vecinos”. De los dos mercados que existían, uno se encontraba donde habitarían
los españoles y otro donde les tocó residir a los indios, separados de los primeros
por un “brazo de agua, aunque en todas las calles que por ella atraviesa [la
población] hay puentes de madera, por donde se contrata de la una parte a la otra”
(Cortés, op. cit.: 197).
El alarife encargado de delinear el espacio que ocuparían los españoles fue el
“jumétrico” -o geómetra- Alonso García Bravo,7 que tenía “ciertos estudios, pues

6
Primera edificación hispana sobre las ruinas mexicas que servía de cuartel y almacén. Una de las
características que llama mucho la atención es que tenían salida al lago y podían resguardar los
bergantines.
7
Perteneció a las huestes de Pedrarias Dávila (oficial que estaba a cargo de Alonso García Bravo y
de donde se supone este último retoma las ideas para construir la Ciudad de México, tomando como
base las experiencias de Panamá y Veracruz) y esto es lo que lo hace conocedor de ciertas cosas,
dado que a Pedrarias se le dieron instrucciones sobre los nuevos asentamientos (Stanislawski, 1947
y Toussaint et al, 1990). El rey Carlos V le ordenó a Pedrarias Dávila: “One of the most important
things to observe is that […] the places chosen for settlement […] be healthy and not swampy, good
for unloading goods [if ports]; if inland to be on a river if posible […] good water and air, close to
arable land […] In view of these things necessary for settlements, and seeking the best site in these
terms for the town, then divide the plots for houses, these to be according to the status of the
persons, and from the beginning it should be according to a definite arrangement; for the manner of
setting up the solares will determine the pattern of the town, both in the position of the plaza and the
church and in the pattern of streets, for towns being newly founded may be established according to
plan without difficulty. If not started with form, they will never attain it” (Carlos V en Stanislawski,
1947: 96, las cursivas son mías). O sea que en primer lugar, la ciudad no debió fundarse ahí;
segundo, que algo esté ordenado, no necesariamente implica que deba ser en forma de damero y,
tercero, aunque según Stanislawski, la descripción se refiera al plano Romano, para que la
ordenanza tenga sentido, tanto el rey, como Pedrarias Dávila y Alonso García Bravo, debieron saber
que esa forma de construir las ciudades correspondía a la base Romana. Pero ni la cuadrícula ni el
campamento de Sante Fé se reflejan en la Ciudad de México, las manzanas rectangulares, largas de
Norte a Sur y también de Este a Oeste y la orientación de las calles con respecto a los edificios
prehispánicos, hablan por sí solos. Por otro lado, Kubler dice: “Puesto que la tradición escrita tardó
mucho tiempo en adquirir peso en España, no podemos suponer una adhesión a los cánones del
gusto clásico en América hasta la segunda mitad del siglo XVI” (op. cit.: 109-114). En una obra
anterior a Arquitectura Mexicana, Kubler indica que “el estilo y la técnica de la construcción
americana fue firmemente establecida antes de 1550. Después de eso, la llegada de verdaderos
profesionistas simplemente significó el refinamiento de una fórmula existente de construcción” (La
traducción es mía. “The style and technique of American building were firmly established before
1550. Later arrivals of European professionals simply signify the refinement of an existing formula
of construction” (Kubler, 1944: 19).
16 | I n t r o d u c c i ó n

parece conocedor de geometría, sobre todo aplicada a la tierra, es decir topografía”


(Toussaint, 1956: 9-10). García Bravo no trabajó solo, “especialmente en las casas
del Ayuntamiento”, sino con “la supervisión de Cortés y ayudado por Bernardino
Vázquez de Tapia y dos indígenas” (Martínez, op. cit.: 394-396).8 Esta delineación o
zonificación impuesta por los españoles es conocida en el mundo académico como
la traza y puede referirse a 1) el espacio destinado para el uso exclusivo de los
españoles; ó 2) al trazado de calles y manzanas; ó 3) al registro y delimitación de
solares para los españoles; ó, incluso 4) a un plano maestro que ubicara las
propiedades de los vecinos (Kubler, 1982; Toussaint et al., 1990; Martínez, 1990 y
Bielza de Ory, 2002).9
Si bien la traza se mencionó por primera vez en las Actas de Cabildo, el
nombre del alarife que la había delineado era una incógnita, hasta que Manuel
Toussaint difundió un documento del Archivo de Indias donde se dio a conocer a
Alonso García Bravo. Años antes, el ingeniero José R. Benítez había publicado un
folleto donde hablaba del susodicho alarife y describía el documento del Archivo de
Indias que después daría a conocer Toussaint, sin hacer referencia al hallazgo de
Benítez. A partir de estos trabajos, cada vez se sabe más sobre Alonso García
Bravo.10

8
Lo interesante de esto es que Cortés nunca menciona en sus Cartas de Relación a Alonso García
Bravo, y que además, nunca se habla de construir una nueva ciudad. En cambio, se habla de poblar
una ciudad y edificarla con mejores construcciones: “y porque hay mucho aparejo de piedra, cal y
madera, y de mucho ladrillo, que los naturales labran, que hacen todos tan buenas y grandes casas,
que puede creer vuestra majestad que de hoy en cinco años será la más noble y populosa ciudad que
haya en lo poblado del mundo, y de mejores edificios” (Cortés, 1981: 197).
9
Se pueden revisar las Actas de Cabildo y podrá observarse que se refieren a la traza como si fuera
un espacio que limita espacios. Por otro lado, tanto las preguntas como las respuestas del
Interrogatorio General presentado por Hernando Cortés para el examen de los testigos de su
descargo relacionadas con la destrucción de la Ciudad de México [preguntas 169 y 171] no dejan
claro qué se destruyó o “derrocó por el suelo” ni tampoco permiten dilucidar a qué se le llama traza
(Martínez, 1991b: 252, 327, 341, 365).
10
Para una revisión sobre las inconsistencias alrededor del personaje Alonso García Bravo
confróntese: Lira, 2005; Martínez, 1990; Sánchez, 1991; y las Actas de Cabildo de la Ciudad de
México donde se hace referencia a la repartición de solares y donde de mencionan a varios alarifes
que se encargaron de la medición de los mismos, e.g. el acta del día 16 de mayo de 1525 donde “se
acuerda pagar el tercio del salario anual de Alonso García “albañil” por sus servicios como maestro
de obras del consejo (Mier y Terán, 2005: 174).
| 17

Durante la construcción de la nueva ciudad se hace énfasis en la traza


española y, por el contrario, la traza prehispánica parece desaparecer para siempre,
aún cuando el mismo Cortés mencione a Carlos V que sobre las ruinas de México-
Tenochtitlan será construida la ciudad española por el magnífico asiento de la otra;
por cuestiones de dominio, poder y resguardo (Cervantes de Salazar, 2002) y por la
celeridad de los sucesos:

[…] habiendo platicado en qué parte haríamos otra población alrededor de las lagunas,
porque de ésta había más necesidad para la seguridad y sosiego de todas estas partes; y
asimismo viendo que la ciudad de Temixtitan, que era cosa tan nombrada y de que
tanto caso y memoria siempre se ha hecho, pareciónos que en ella era bien poblar […]
(Cortés, 1981: 165).

De hecho, Bernardino Vázquez de Tapia, un soldado y enemigo de Cortés,


señaló que a pesar de que el éste puso especial énfasis en tratar de poblar -de la
mejor manera- los pueblos y ciudades y ubicarlos en los mejores lugares, no hizo lo
mismo con Tenochtitlan:

[…] cuando se hobo poblar de españoles, todos quisieran que fuera la población en
Cuyuacan, ques dos leguas desta cibdad o en Tacuba, ques una legua de aquí o en
Tezcuco ques ocho leguas, e que sólo el dicho don Fernando fue de opinión que aquí
poblasen […] e que todos sospechamos questo hacía el dicho don Fernando por se
facer fuerte, creyendo que como había preso a Narváez e echado a Tapia de la tierra,
temía que habían de venir sobre él, e que viniendo en esta cibdad estaba más fuerte
para defenderse que no en otro lugar ninguno, puesto quel dicho don Fernando decía
que, pues esta cibdad en tiempo de los indios había sido señora de las otras provincias
a ella comarcanas que también era razón que lo fuese en tiempo de los cristianos […]
(Bernardino Vázquez de Tapia en Martínez, 1990b: 41).
Según Francisco Cervantes de Salazar, las casas construidas parecen
fortalezas porque “así convino hacerlas al principio, cuando eran muchos los
enemigos, ya que no se podía resguardar la ciudad, ciñéndola de torres y murallas”
(2002: 33). Pero a pesar de que Cervantes de Salazar hable de las primeras
construcciones con nostalgia, en realidad no había pasado mucho tiempo desde la
conquista y aún menos desde que la ciudad como un todo viviente11 había logrado
estabilizarse. Pues, incluso, Lucía Mier y Terán indica que alrededor de 1535 existía

11
La ciudad no sólo es un espacio físico, “la ciudad no está en sus formas sino en las prácticas de
los habitantes” (Monnet, 2003: 32).
18 | I n t r o d u c c i ó n

temor entre los habitantes de la Ciudad de México de un levantamiento indígena, y


que por ésta y otras razones, hubo desinterés en poblarla. A partir de 1535 se ordenó
explícitamente que la construcción de casas en las calzadas hacia tierra firme no se
realizarán a contramuro “puesto que en caso de levantamiento indígena, las casas
fuertes podrían caer en sus manos” (2005: 136-139).12 En el mismo año se evidenció
un despoblamiento de la ciudad, “obligando a los regidores a promulgar ordenanzas
coercitivas cuyo objetivo era impedir la salida de los vecinos” (Mier y Terán, 2005:
136). Estas evidencias ponen de manifiesto que la construcción de la ciudad
novohispana fue un proceso paulatino y que la transformación no se dio sólo por la
llegada de los españoles; sin embargo, sí evidencian que en las narraciones -como
las de Cervantes- permea un eurocentrismo; en cambio las Actas de Cabildo lo que
demuestran es que aún cuando se supone que la ciudad ya está construida se
continúan haciendo modificaciones según las necesidades y las circunstancias. A
pesar de que siempre se cita la frase de Motolinía acerca de que la séptima plaga fue
la construcción de la Ciudad de México, la ciudad española no se hizo de la noche a
la mañana. Después de todo, la retórica no fue exclusiva de Cortés, así lo
demuestran las Actas de Cabildo de la Ciudad de México.
En este trabajo se considera que la traza de la ciudad indígena delineaba la
imagen de la ciudad hispana. El antecedente urbano indígena fundamental se
preservó, pues “conservaron en términos generales la ubicación de los elementos
principales: la plaza del mercado, los grandes palacios de Moctezuma, la dirección
de las grandes calzadas” (Sánchez, 1991) y algunos “brazos de agua” o acequias,13
incluso Cortés apuntó -en su Tercera Carta de Relación- en 1522 que la ciudad se

12
Obsérvese que a menos de 20 años de distancia, es la razón que adjudica Cervantes de Salazar,
para el tipo de casas que se observan sobre la Calzada a Tacuba (Cervantes de Salazar, 2002). Sin
embargo, el primer registro de un levantamiento en la Ciudad de México, poco tiene que ver con
indígenas. En 1548 el virrey Mendoza “prohibió la venta de armas a negros y las reuniones públicas
de tres o más negros sin la presencia de su dueño” ante la amenaza de la creciente población negra y
la primera noticia de una posible rebelión en 1537 (Mejía, 2004: 15).
13
En las Actas de Cabildo se refiere a la repartición de solares en “la calle del agua”, otros por la
Acequia Real (Mier y Terán, 2005). La delimitación entre la población de los indios y los españoles
es un “brazo de agua” (Cortés, op. cit..: 197).
| 19

reparaba. Poco antes de regresar a la Ciudad de México en 1523, Cortés ya pudo


enseñarle a Francisco de Garay los palacios que se estaban construyendo, sobre o
tomando como base los antiguos palacios de los gobernadores indígenas (Martínez,
1990).
Según los documentos históricos, al cabo de no más de dos años después de
1521, la Ciudad de México ya estaba lista para ser repoblada, y en no más de tres o
cuatro décadas parece desdibujarse la ciudad prehispánica. En 1554, Cervantes de
Salazar, describió en sus Diálogos una ciudad española que, en su opinión, en nada
se parecía a la antigua ciudad de los “indios”, cuyo rastro sólo era observable si se
miraba fuera de la famosa traza, donde lo que más se notaba era su desorden
(Cervantes de Salazar, 2002).
Cientos de años después, ciertas excavaciones aisladas descubrieron
fragmentos del pasado indígena con piezas como la Coatlicue o la Piedra del Sol
(León y Gama, 1990); sin embargo, parecía que sólo eran señales de humo de la
ciudad que se asfixiaba en el suelo fangoso de la capital novohispana, y pasarían
más de cien años antes de que otros indicios de su permanencia física salieran a la
luz con las excavaciones acaecidas entre los años de 1897 y 1901 (Peñafiel, 1910 y
Bernal, 1992). A pesar de tales descubrimientos, de los constantes estudios sobre los
mexicas, de las innovaciones teóricas y técnicas, así como de la creciente
disponibilidad de recursos documentales que, año tras año se publicaban, no es sino
hasta 1974 (con las excavaciones en el Centro Histórico de la Ciudad de México
para la construcción de la Línea 2 del Metro) que Tenochtitlan emerge del suelo
fangoso y del olvido.
Desde 1521 y hasta mediados del siglo XVI, la Ciudad de México-
Tenochtitlan-Tlatelolco se fue desmantelando piedra por piedra, hasta que lo poco
que sobrevivió a la guerra de conquista se enterró por completo. A partir de este
momento, la ciudad prehispánica parece convertirse en leyenda y su recuerdo
perdurará, únicamente, en la conciencia de algunos.
20 | I n t r o d u c c i ó n

1. Delimitación espacio-temporal.

Esta tesis intenta estudiar las trasformaciones que sufrió el primer cuadro de la
Ciudad de México entre los años 1519 y 1554, área que ocupaba el Recinto
Ceremonial de Tenochtitlan, aproximadamente, y las áreas aledañas inmediatas. Las
fechas que delimitan este trabajo son figuradas puesto que el proceso de
transformación de la Ciudad de México no inicia en 1519 ni termina en 1554, en
realidad es un continuum desde su fundación -alrededor de 1325- hasta el día de
hoy. Sin embargo, se toma 1519 como punto de partida –límite inferior- ya que en
este año comenzó el punto de quiebre y encuentro entre ambas sociedades, la mexica
y la hispana. En este año los conquistadores europeos vieron por primera vez la
ciudad de Tenochtitlan y se crearon las condiciones para que estallara la guerra de
conquista, es el momento cuando se creó -de alguna u otra forma- un desequilibrio
político en el Altiplano mexicano cuando los pueblos tributarios de los mexicas
unieron fuerzas para derrocar al régimen mexica.
Se toma el año de 1554 como límite superior por ser el año en que se escriben
los famosos Diálogos de Cervantes de Salazar. La fecha es aproximada y enseguida
se muestra por qué. Para empezar, debe ensamblarse con otra fecha muy particular,
1535-1541. En 1535 entró en funciones el primer virrey de Nueva España y fue en
los primeros años de su gobierno cuando el bello ejemplar cartográfico que se
conserva en la Universidad de Uppsala (Mapa de México o Mapa de Uppsala, mal
llamado de Alonso de Santa Cruz),14 fue dibujado. Ambas fuentes esbozan la imagen
de la ciudad con tan sólo tres décadas de diferencia desde aquel día de San Hipólito
(13 de agosto), aquél 3 calli (1521). La Ciudad de México comenzó a transformarse
paulatinamente en lo que ahora se conoce, en gran medida por las Ordenanzas de
Felipe II (1573) en una ciudad reticulada a manera de damero. Por eso, 1554 es el
límite superior aproximado de esta investigación, porque lo que interesa averiguar
14
A partir del análisis iconográfico del mapa y la comparación con los códices elaborados por los
tlacuilos del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, se piensa que este mapa no fue elaborado por el
cosmógrafo Alonso de Santa Cruz (León-Portilla y Aguilera, 1986). Sobre la corrección en la fecha
de origen de dicho mapa véase: Capítulo 3. Mapa de Uppsala y Calnek (2003).
| 21

es el proceso de transformación de la ciudad prehispánica en una ciudad


españolizada antes de que adquiriera la figura reticulada, la cual pareció borrar la
imagen de la ciudad antigua desde la segunda mitad del siglo XVI.

2. Justificación y objetivos

Entre más se profundiza en un tema, más inquietudes afloran. Y es la inquietud de


abordar un tema ya trabajado desde una perspectiva diferente lo que impulsa esta
investigación. Se intentó utilizar la información histórica sobre la construcción de la
Ciudad de México y la información arqueológica en torno a la Conquista para
reconstruir, cartográficamente, el proceso de desmantelamiento de Tenochtitlan,
mientras la ciudad colonial se edificaba.
Al menos tres autores -Valero, 1991a, 1991b; Lira, 2000 y Mier de Terán,
2005- abordan el proceso de desmantelamiento de la afamada México-Tenochtitlan
y la construcción de la muy noble y leal Ciudad de México. La principal crítica a
estos trabajos es su falta de fuentes arqueológicas -o la descalificación de tales (Mier
de Terán, 2005)- y de estudios urbanos (como el de Sánchez de Carmona, 1991 o el
de Bielza de Ory, 2002), anteponiendo el estudio de los textos del siglo XVI. El
mapa utilizado para representar la disposición de los elementos urbanos en los
trabajos de estos tres autores es un híbrido entre un mapa moderno y una
interpretación de la traza española diseñada por Alonso García Bravo, según los
estudios de Manuel Toussaint y José R. Benitez con la Información de Méritos y
Servicios de Alonso García Bravo, como el primer documento que se refiere a la
traza.15 No obstante, desde 1521 hasta la actualidad, la Ciudad de México ha
sufrido varias transformaciones. La proyección original con que, supuestamente, fue
trazada no se ha conservado al cien por ciento. Pareciera que la configuración en
damero se alcanzó grosso modo hasta el siglo XX, y es probable que esta

15
Edward Calnek afirma que el término traza “se refiere originalmente a un mapa de papel indígena
de fibra de maguey en el cual fue registrada la localización de los solares y los nombres de sus
propietarios”, según un documento del Archivo General de Indias (2003: 171).
22 | I n t r o d u c c i ó n

configuración se le debe más a su dinamismo que a un proyecto unificador y


regulador del siglo XVI.
Por ello, se consideró necesario hacer un Sistema de Información Geográfica
(SIG) que integrara diferentes tipos de fuentes tratando de explicar a) el proceso de
destrucción de la ciudad de Tenochtitlan con base en la planificación y construcción
de la ciudad española y, b) mostrar que esta planificación española correspondía en
gran medida con la ciudad prehispánica.
Con base en lo anterior, esta investigación se planteó los siguientes objetivos:
● Reconstruir, cartográficamente, el proceso de desmantelamiento de la ciudad
de Tenochtitlan a partir de las fuentes arqueológicas e históricas sobre la
Ciudad de México en los primeros años de dominio español.
 Desarrollar un Sistema de Información Geográfica que permitiera evaluar
las diferencias y similitudes entre los distintos estadios de la ciudad, desde
1519 hasta 1554.
 Mostrar -a partir del Mapa de Uppsala y el Mapa de Nüremberg- que la
traza de la nueva ciudad es, en realidad, una readaptación del espacio
urbano indígena con base en los modelos españoles y que corresponde
más a una redistribución de terrenos e interpretación de los espacios, que
a una proyección totalmente innovadora de la ciudad.
 Conseguir una imagen diacrónica de la ciudad.
 Mostrar, a partir del análisis arqueológico e histórico y con una visión
geográfica y urbana, que la traza con que fue delineada Tenochtitlan se
conservó por motivos prácticos, históricos y culturales.

Estos objetivos delinearon las hipótesis que serían eje fundamental de la


investigación.
| 23

3. Hipótesis

Para intentar explicar la construcción y el trazado de la Ciudad de México a partir de


1521 se tomaron en consideración diversas discusiones sobre el estereotipo de
ciudad que al tiempo de la Conquista irradiaban en Europa: desde las ciudades
turolenses y castellonenses -punto de partida para las ordenanzas de Jaime II- hasta
la ciudad teórica de Eximeniç y la ciudad utópica de Tomás Moro, pasando por el
modelo práctico del campamento de Santa Fé, construido ortogonalmente por los
reyes católicos (Bielza de Ory, 2002; Mier y Terán, 2005). En todas estas
discusiones se acentúa, principalmente, la influencia europea para la configuración
de las ciudades novohispanas. Por otro lado, los estudios morfológicos de éstas han
arrojado importantes datos acerca de la función que juegan -dentro de las nuevas
redes sociales que comienzan a tejerse- la jerarquización de los espacios como punto
de partida para imponer un nuevo orden citadino.
Si bien la influencia europea en la construcción de las ciudades novohispanas
es evidente, y en efecto, la jerarquización y diferenciación de espacios a partir de
una ortogonalidad resulta clara muchas de las veces, en este trabajo se trató de no
generalizar; después de todo, la construcción de la Ciudad de México fue un caso
excepcional, tanto para los mesoamericanos, como para los conquistadores.
Finalmente, se construyó sobre las ruinas de una ciudad cosmopolita, el centro de un
gran imperio, una ciudad que no tenía comparación en miles de kilómetros y que se
acoplaba, de alguna u otra forma, a la concepción de ciudad de los españoles.
Hernán Cortés y Alonso García Bravo no eran urbanistas; no obstante,
planificaron una ciudad admirable, a juzgar por los Diálogos de Cervantes de
Salazar. Ambos tenían estudios, pero ni sus conocimientos sobre Eximeniç o Moro,
o las ordenanzas de Jaime II, fueron su punto de partida para la edificación de la
nueva ciudad. La ciudad se adaptó a las nuevas circunstancias; por un lado, un
espacio arreglado de tal forma que los españoles vivieran protegidos; y por otro,
24 | I n t r o d u c c i ó n

implantando la nueva forma de organización social para darle vida, nuevamente, a la


ciudad recién conquistada.
A partir de estas reflexiones, junto con los objetivos antes mencionados, se
formularon las siguientes hipótesis que trazaron la ruta de esta investigación:

• Hipótesis general

Si en la reedificación de la Ciudad de México se respetaron los trazos fundamentales


de la ciudad prehispánica, entonces la influencia y la participación directa de los
indígenas en la planificación y construcción de la ciudad fueron vitales. Es probable
que la nobleza indígena jugara un papel decisivo en la organización del trabajo
(planificación urbana) para la realización de los nuevos edificios y espacios urbanos,
en tanto que mantuvieron el control sobre los indígenas (macehuales) al menos en
los primeros años de dominio español.

• Hipótesis particulares
1. Si la traza española respetó el trazado de la ciudad prehispánica, entonces
no fue necesario destruir todos los edificios indígenas mientras la ciudad se
acondicionaba para ser repoblada. En lugar de destruir los remanentes de la
ciudad, se limpiaron los escombros de las calles, se azolvaron acequias con
los restos de algunos edificios que fueron destruidos durante la guerra -
especialmente aquellos que sirvieran como refugio-, se restauraron algunas
obras de infraestructura -como los albarradones- y se construían nuevas
edificaciones -como las atarazanas-. Conforme el Cabildo otorgaba los
solares para su construcción, es probable que algunos edificios
prehispánicos se fueran destruyendo, es decir, era tarea de los vecinos
acondicionar su terreno para edificar su casa. Cuando el edificio indígena
era lo suficientemente macizo como para reutilizarse (e.g. templos o casas
de élite), se usaba parte de su estructura para construir sobre de ellos, y los
escombros, para nivelar el terreno y construir la casa. Además, si se
| 25

considera que los cimientos indígenas estaban diseñados para “flotar” sobre
el terreno fangoso, debió ser impensable arrasar la base de la construcción
indígena, pues el edificio hispano quedaría por debajo del nivel del suelo, de
lo contrario, hubiera requerido una base lo suficientemente alta para evitar el
hundimiento o las inundaciones.
2. Si algunas propiedades indígenas permanecieron dentro de la planificación
urbana española, entonces, se puede sugerir, que la presencia de los nobles
nativos en el ámbito de gobierno de la ciudad colonial continuó siendo
importante durante el siglo XVI.
3. Si el conocimiento indígena para la urbanización en espacios lacustres fue
fundamental para construir la ciudad española, entonces los españoles
consultaban a los gobernantes indígenas para la construcción y
remodelación de obras de infraestructura. La tradición hispana no tenía
referencias para construir ciudades en terrenos pantanosos o lacustres, el
proceso de aculturación no sólo fue un efecto del choque entre ambas
culturas sino un proceso necesario para que la ciudad volviera a ser
poblada.
4. Si la traza urbana que se observa en el Mapa de Uppsala tiene
correspondencia con la traza prehispánica, entonces debería encontrarse una
correspondencia espacial entre el mapa y los vestigios arqueológicos
encontrados en el Recinto Sagrado de Tenochtitlan y sus inmediaciones. Así
mismo, debería existir una correspondencia entre la documentación
cartográfica e histórica –Mapa de Nüremberg y documentación del siglo
XVI- y la ubicación de edificios, calles y acequias representadas en el Mapa
de Uppsala.

Estas hipótesis guiaron el proceso de investigación, evitando que la magnitud


y complejidad del objeto de estudio rebasara los alcances de esta tesis. Por otro lado,
la estructura del trabajo tuvo que revisarse una y otra vez, dado que la forma original
26 | I n t r o d u c c i ó n

como se concibió, parecía dejar ideas sueltas y sin relación. Aunque la figura
general del trabajo se preservó -marco teórico, metodología, desarrollo y
conclusiones-, algunas secciones se cambiaron de lugar y otras, por salirse del
planteamiento principal, fueron eliminadas. Al final, se trató de que cada sección
fuera comprensible de forma independiente, tratando sin embargo, de que tuvieran
relación con las hipótesis, el marco conceptual y el método, de tal forma que el
resultado final estuviera lo más hilado posible.
Cuando dos culturas permanecen en contacto continuo, se crean las
condiciones para que pueda surgir una forma distinta de concebir y darle significado
al mundo, es decir, se crea una nueva cultura. Para esta investigación, la Ciudad de
México -durante la primera mitad del siglo XVI- es una muestra de ello, por tal
motivo, en el primer capítulo se decidió abordar el problema de la aculturación y de
la urbanización, con el fin de dotar al lector del bagaje teórico necesario para
comprender cómo la organización social del espacio puede ser modificada en un
proceso de aculturación. El análisis de distintos mapas puede hacer evidente las
modificaciones urbanas y culturales que sufre determinada ciudad; sin embargo,
para lograr acceder a tal información es necesario generar un modelo que permita
estudiar este proceso. Así, en el segundo capítulo se muestra el modelo de análisis
que se propone para estudiar este fenómeno social a través de la inserción de la
información arqueológica, histórica y cartográfica a un Sistema de Información
Geográfica.
Ambos capítulos dan pie al tercero, el capítulo de análisis y resultados. En él
se detalla la cartografía indígena y se hace referencia a la traza española, se pone a
prueba el modelo y se analizan los dos mapas que se consideraron fundamentales
para comprender el proceso de cambio cultural y urbano de la Ciudad de México: el
Mapa de Nüremberg y el Mapa de Uppsala. Finalmente, con esta investigación se
espera mostrar que la ciudad española es, también, un reflejo parcial, pero vivo, de
lo que alguna vez fue la afamada y gloriosa Mexico-Tenochtitlan.
| 27

Capítulo 1
Aculturación y Urbanismo

…un hormiguero no tiene tanto animal.


(Flores, 1988)

Durante la Conquista de México y el nacimiento de la ciudad novohispana, se puede


suponer que la participación y la influencia indígena fueron elementos decisivos en
los primeros años de dominio español y, a pesar de que la cultura española se
impuso a la mexica, ambas confluyeron en un espacio y tiempo determinados,
transformando su cultura mientras compartían rasgos culturales. Esta conjunción de
elementos se podría explicar desde lo que se ha llamado aculturación. En las páginas
siguientes se expone qué es y en qué consiste el proceso de aculturación donde se
considera necesario retomar las ideas planteadas por Gonzalo Aguirre Beltrán
(1992), para tratar de describir el proceso de cambio que sufrieron ambas culturas y
que, se considera, se refleja en la constitución urbana de la Ciudad de México
posterior a 1521. No obstante, para comprender mejor el fenómeno, es necesario
exponer lo que se entiende por cultura, porque es, justamente, la cultura lo que se
comparte en un proceso de aculturación. No se pretende hacer una revisión profunda
y detallada de tan complejo concepto, sino otorgarle al lector una breve introducción
para facilitar la comprensión del concepto eje de esta investigación.

1.1. La Cultura

Mucha tinta se ha derramado para tratar de entender lo que es la cultura; infinidad de


definiciones se han elaborado, intensos estudios se han desarrollado, cientos de
investigadores se han desvivido por comprenderla. Sin embargo, y sin afán de
demeritar tales intentos, se considera pertinente retomar, únicamente, una pequeña
fracción de ese inmenso universo. Para empezar, y dados los objetivos particulares
28 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

de esta investigación, se decide retomar las ideas de Guillermo Bonfil Batalla en


torno al concepto de cultura, quien plantea que es un fenómeno social porque

Sólo existe por la relación organizada entre los miembros de una sociedad. Cada
individuo tiene su cultura, que puede diferir en ciertos aspectos de la cultura común de
su sociedad, pero nunca al grado de llegar a ser una cultura diferente, porque entonces
deja de existir la posibilidad de interactuar y convivir con los demás (Bonfil, 1991:16).

Este aspecto es importante porque implica que la cultura se comparte y, como


se verá más adelante, cuando entran en contacto dos o más individuos que participan
de culturas diferentes, necesitan compartir su cultura para poder interactuar y
convivir. La forma como Bonfil Batalla aborda el tema del fenómeno social
conocido como cultura se asemeja mucho a la concepción que emanó en los Estados
Unidos con la escuela Cultura y Personalidad. Para esta escuela, “la cultura no
puede definirse más que a través de los hombres que la viven” (Cuche, 1999: 49),
además, reconoce la relación entre individuo y cultura, considerando que ésta última
no existe como una realidad ‘en sí’ o independiente de los individuos dado que la
cultura tiene una relativa dependencia con respecto a estos (Cuche, op. cit.: 45). Se
preocupan “por tener en cuenta nociones de la psicología científica y del
psicoanálisis y están todos muy abiertos a la interdisciplina” (ídem) haciendo énfasis
en que la cultura es una abstracción y no, como Alfred Louis Kroeber pensaba, una
realidad independiente de los individuos y que escapa a su control (Cuche, op. cit.).
Para Bonfil Batalla “ninguna creación humana ocurre en el vacío, ni a partir de cero.
Todo lo que hacemos, individual o colectivamente, conscientes o sin consciencia, lo
hacemos a partir de lo que previamente tenemos” (1991: 16), es decir, a partir de la
cultura en que se nace.
Según la escuela Cultura y Personalidad, la cultura se reflejaría en una
“personalidad de base”, definida por Abram Kardiner como “una configuración
psicológica particular perteneciente a los miembros de un sociedad dada y que se
manifiesta en cierto estilo de comportamiento sobre el cual los individuos bordan
sus variables singulares” (Kardiner en Cuche, op. cit.: 51). La personalidad de base
A c u l t u r a c i ó n | 29

configura y refleja, al mismo tiempo, la cultura de un individuo y se desarrolla -a


través de un proceso de compartición cultural- desde que nace. Ahora bien, se ha
dicho que la cultura se comparte, pero aún no se ha detallado sobre qué es eso que se
comparte, en otras palabras, no se ha mencionado lo que se entiende por cultura.
En 1871, Edward Tylor definió la cultura como “la expresión de la totalidad
de la vida social del hombre”16 (Cuche, op. cit.: 22), ya para 1957, Aguirre Beltrán
señalaba que la palabra cultura expresaba formas de vida. Estas diferencias ponen de
manifiesto las variantes que ha tenido el concepto de cultura a lo largo del tiempo, se
percibe que no es un concepto estático y que cada día, como la cultura misma, se
transforma y corresponde, quizá de forma paralela, con las transformaciones
conscientes e inconscientes de las diversas culturas que permean el planeta,
incluidas las diversas culturas académicas.17
El concepto de cultura puede llegar a ser ambiguo y heterogéneo; los
significados que le han dado al término las distintas disciplinas son diversos;
desgraciadamente, no se puede hacer ni una síntesis de los diferentes conceptos ni
tomar uno al azar, como tampoco se puede desecharlos todos por considerarlos
falsos o, por el contrario, aceptarlos como verdaderos. No se puede apostar por un
liberalismo ontológico y epistemológico y asumir que “todo se vale”, (Gándara,
1994). Por lo anterior, y siguiendo a Roberto Varela (2005), se retoma la definición
de cultura propuesta por Robert Ackerman, quien la define como “la matriz, tanto
consciente e inconsciente, que da significado al comportamiento y a la creencia
social” (Varela, 2005: 75).18 La definición de Ackerman contiene los elementos
necesarios para explicar el proceso de aculturación, pero se retoma la definición de
Roberto Varela porque desglosa la definición y le da sentido.

16
El texto en inglés dice a la letra “that complex whole which includes knowledge, belief, art, law,
morals, custom, and any other capabilities and habits acquired by man as a member of society”
tomado de Hervé Varenne en http://varenne.tc.columbia.edu/hv/clt/and/culture_def.html
17
O comunidades científicas que es el término que emplea Gándara (1994:75) para definir al grupo
de investigadores en un tiempo y espacio específicos que comparten una posición teórica.
18
Traducción de Varela “The matrix, both conscious and incounsciuos (sic), that gives meaning to
social behavior and belief” (Varela, op. cit.: 66).
30 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

Según la postura de Varela, los signos y símbolos de los que habla Ackerman,
deben transmitir conocimientos e información sobre algo, pero además deben portar
valoraciones, emociones y sentimientos, e ilusiones y utopías. Al mismo tiempo,
estos signos y símbolos se comparten con otros, pues para que una cultura sea tal,
debe compartirse. La matriz, siguiendo a nuestro autor, es la combinación particular
que de los cuatro rubros (es decir, incluyendo los conocimientos y la información)
cada cultura conforma un conjunto integrado (Varela, op.cit.). Para que exista una
cultura debe existir una relación multilateral entre individuo e individuo, grupos
sociales, sociedad y, actualmente, el mundo entero. Empero, esta relación no es
simétrica dado que el individuo comparte sólo algunos signos y símbolos que el
grupo o los grupos al que pertenece portan y, así, el grupo o grupos pueden mostrar
sólo algunos de estos.19
Esta maraña de signos y símbolos que dan sentido al comportamiento,
consciente e inconscientemente, se transforman históricamente creando,
20
reproduciendo o desechando lo que se puede llamar, reglas culturales, con lo cual
la cultura se convierte en un modelo diacrónico que, irónicamente, define o
caracteriza a un individuo o grupo de individuos en un tiempo y espacio definidos.
Dado que la cultura es aprendida, las relaciones entre los diversos actores sociales
modifican el espectro sígnico y simbólico, siempre enmarcado por las reglas que
modelan la cultura que pueden modificarse por agentes externos, esto es, individuos
o grupos de individuos pertenecientes a otro sistema de reglas culturales. Para
caracterizar una cultura, “lo significativo está en el mundo compartido, en el sentido
de aprobar, consentir, aceptar, sentir, experimentar” (ídem). La cultura de los
agentes externos se modifica en este proceso de compartición, porque si las

19
Como quedó demostrado en la obra de George Foster, Cultura y Conquista (1962) y que autores
como Linton han hecho ver (Cuche, op. cit.) o como expresa Roberto Varela: “El panorama es más
complicado, pues se puede compartir […] un rubro de los cuatro anteriormente expuestos sin hacer
suyos los demás. Más aún, los rubros no son necesariamente unitarios sino múltiples de tal modo
que se pueden aceptar ‘paquetes’, pero difícilmente la totalidad” (Varela, op. cit.: 68).
20
Y aquí sí, siguiendo a la escuela Cultura y Personalidad, con autores como Linton, Kardiner y
Benedict según Cuche, op. cit.
A c u l t u r a c i ó n | 31

relaciones entre los individuos transforman los signos y los símbolos que dan
sentido al comportamiento de un grupo social, entonces el contacto entre individuos
con diferentes reglas culturales, automáticamente, imprime en ambos un “sesgo” de
las reglas culturales que caracterizan a uno y otro, en diferentes grados y de
diferentes formas.
El hecho de que una cultura pueda ser compartida es uno de los elementos
más importantes para poder explicar un proceso de aculturación, pues cuando dos o
más culturas entran en contacto es, justamente, esta compartición -en el sentido que
Varela le otorga- la que permite que esas culturas puedan interactuar o convivir. A
continuación se hablará de este proceso, el cual ayudará a entender mejor el
urbanismo desarrollado en América a partir de la llegada de los españoles en 1492.

1.2. Aculturación

En 1957 se publicó por primera vez el libro El proceso de aculturación de Gonzalo


Aguirre Beltrán, en él -y gracias al análisis etimológico, los estudios precedentes y
la problemática de la integración del indígena a la sociedad mexicana- se enunció la
definición de aculturación que es la base de este trabajo:

Aculturación es el proceso de cambio que emerge del contacto de grupos que


participan de culturas distintas. Se caracteriza por el desarrollo continuado de un
conflicto de fuerzas, entre formas de vida de sentido opuesto, que tienden a su total
identificación y se manifiesta, objetivamente, en su existencia a niveles variados de
contradicción (Aguirre, 1992: 44).

A lo largo de esta importante obra antropológica, Aguirre Beltrán expone de


forma minuciosa, analítica y congruente una serie de argumentos para justificar la
definición operativa que se ha escrito arriba. El autor utiliza algunos ejemplos para
mostrar las diferentes categorías de análisis que él desarrolla y que -según su marco
teórico- son fundamentales para comprender cabalmente el término de aculturación.
Puesto que el estudio de Aguirre se basa, esencialmente, en las transformaciones que
devienen del contacto entre los españoles y los grupos indígenas de América, se
considera pertinente retomar sus ideas como sustento teórico-conceptual para
32 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

intentar describir la metamorfosis de la Ciudad de México; no obstante, dada la


complejidad del proceso de aculturación y sus implicaciones en prácticamente
cualquier rubro de la cultura, es importante acotarlo al objeto de estudio y hacer una
pequeña revisión del término de forma paralela.
Aguirre Beltrán (1992) sugiere que para evitar situaciones conflictivas con el
término, lo primero que se debe comprender es la etimología del mismo. La palabra
aculturación está formada por dos vocablos de origen latino: 1) la preposición ad
que es una partícula formativa que denota cercanía, unión o contacto y que -por
asimilación- se transforma en ac con palabras que comienzan con c, y 2) la forma
nominal culturatio cuya primera acepción denota cultivo o cuidado. Es decir,
aculturación significa “contacto cultural, unión cultural o cercanía cultural”
(Aguirre, op. cit: 9). Sin embargo, no debe confundirse la preposición latina ad con
la partícula alfa (α) de origen griego, que significa negación o privación (Mateos,
1999), de lo contrario, se puede caer en problemas lingüísticos e incluso
etnocéntricos ya que, si se retoma la partícula alfa, aculturación significaría “sin
cultura”, haciendo del término un híbrido grecolatino y tergiversando, tajantemente,
el significado que se pretende dar. Ante este problema, según Aguirre Beltrán
(1992), algunos autores pensaron que el significado que se le quería imprimir al
término aculturación quedaba mejor enunciado en el de transculturación partiendo
de la idea de que expresaba mejor “el tránsito de un cultura a otra y sus
repercusiones”. Pero, como bien dice Aguirre, se pierde la idea que algunos querían
expresar: “interacción o acción recíproca”, como Robert Redfield, Ralph Linton, y
Melville Herskovits, quienes en 1935 -a través del Memorandum for the study of
acculturarion- definieron aculturación en los siguientes términos:

Aculturación comprende aquellos fenómenos que resultan cuando grupos de


individuos que tienen diferentes culturas comienzan un contacto continuo de primera
mano, con cambios subsecuentes en los patrones culturales de cualquier grupo o de
ambos (Redfield, R., R. Linton, y M. Herskovitz, 1935:145-146).21

21
La traducción es mía “Acculturation comprehends those phenomena which result when groups of
individuals having different cultures come into continuous first-hand contact, with subsequent
changes in the original cultural patterns of either or both groups” (Redfield, R., R. Linton, y M.
A c u l t u r a c i ó n | 33

Esta definición, anterior a la que propone Aguirre Beltrán, olvida los cambios
que experimentan los grupos en contacto, que es el mismo problema que Aguirre
identifica en la definición propuesta por Barnett, et al. (en Aguirre, 1992). Por otro
lado, la Escuela Funcional Inglesa, hablando sobre el contacto cultural (que no de
aculturación, aunque posteriormente confluyeran ambos conceptos), enfatiza que el
cambio se da en los individuos y las comunidades, no en las costumbres (Fortes en
Aguirre, 1992). Por su parte, Kroeber expone un definición que sintetiza ambas
posiciones, partiendo de la idea de que una “definición amplia es comúnmente más
útil si se centra en la parte medular del significado involucrado” y entonces define
aculturación como “el efecto sobre las culturas del contacto con otras culturas [y] el
efecto sobre las sociedades que portan las culturas” (Kroeber en Aguirre, 1992).
El término de aculturación, según el Memorandum, encontraría adeptos en
varias partes del mundo (occidental al menos). En México su impacto se evidencia
con Aguirre Beltrán, por ejemplo, pero se cuenta con evidencia que indica que en
Francia el término fue adoptado y renovado. Para Denys Cuche (1999), se le debe a
Roger Bastide la incursión del término en Francia y fue él, más que nadie, quien
hizo posible el reconocimiento de este campo de estudio en la antropología. Roger
Bastide critica el culturalismo estadounidense por la visión limitada sobre la relación
entre lo cultural y lo social. Este problema es similar al que se presentaba en
Inglaterra con los estudios funcionalistas y su crítica a los estudios culturales. Para
los franceses, tal parece que la sociedad (o los actores sociales), es parte
fundamental del cambio histórico y/o cultural, lo que podría explicarse por el fuerte
vínculo con sus vecinos del norte como Inglaterra, Bélgica o Alemania y, por
supuesto, por las ideas emanadas de la Revolución Francesa (Cuche, 1999; Aguirre
Rojas, 2002; Wallerstein, 2003). En concreto, la aportación de Bastide a los estudios
de aculturación consiste en incluir el factor social a la ecuación, que imprime en ésta
última resultados diferentes a los que se esperaban:

Herskovitz, 1935:145-146).
34 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

Bastide lamenta que haya un desconocimiento de la dialéctica que va de las


superestructuras a las infraestructuras y recíprocamente […] Todo cambio cultural
produce efectos secundarios no previstos, efectos que, aún cuando no sean
simultáneos, no podrán ser evitados.
Los hechos de aculturación forman un ‘fenómeno social total’ […] Alcanzan todos los
niveles de la realidad social y cultural (Cuche, op. cit.: 75).

Retomando la definición de cultura de Ackerman y los planteamientos de


Roberto Varela, se puede decir que aculturación es el proceso de cambio que emerge
del contacto de grupos que participan de matrices que dan significado al
comportamiento y a la creencia social de dos grupos diferentes. Se caracteriza por el
desarrollo continuo de un conflicto de fuerzas, entre formas de vida –léase culturas-
de sentido opuesto, que tienden a su total identificación y se manifiesta,
objetivamente, en su existencia en variados ámbitos de contradicción, dependiendo
la relación que pueda existir entre los 1) conocimientos e información; 2) las
valoraciones; 3) las emociones y sentimientos y 4) las ilusiones y utopías, de ambos
grupos.
En un proceso de aculturación no hay una cultura donadora y una receptora,
cada cultura “dona” o comparte de diferentes formas y en varios niveles, al mismo
tiempo que “recibe” signos y símbolos de la cultura con la que está en contacto. En
este sentido, la cultura no se presta, ni se da, ni se pierde, ni se recibe; se comparte,
pues la aculturación nunca se da en un solo sentido (Cuche, op. cit.). En este sentido,
Teske y Nelson han subrayado que

una revisión de la literatura sobre aculturación indicaría que denota un proceso


bidireccional, sin embargo, por su investigación o sus perspectivas históricas, muchos
escritores lo tratan como un proceso unidireccional sin negar su naturaleza recíproca.
Aunque, también debería saberse que un proceso bidireccional no es necesariamente
igualitario (Teske y Nelson, 1974: 354).22

22
La traducción es mía “An examination of literature on acculturation would indicate that it is
connotatively a bidirectional process; however, because of their research or theoretical perspectives
many writers are given to treating it as a unidirectional process while not denying its reciprocal
nature. It should be acknowledged, though, that this two-way process is not necessarily egalitarian”
(Teske y Nelson, 1974: 354).
A c u l t u r a c i ó n | 35

Dado que es un proceso donde intervienen grupos o individuos, está por


demás decir que debe ser continuo (continued) (Redfield, R., R. Linton, y M.
Herskovitz, 1935; Aguirre, op. cit.). Se considera que en este punto se debe tener
precaución cuando se habla de individuos puesto que un individuo es la unidad
mínima necesaria para que la aculturación ocurra, aunque un individuo por sí solo
no podría tejer la red de significados necesaria para iniciar un proceso de
aculturación, e.g.:

parece indudable que, cuando una situación de contacto se halla compuesta por un
individuo que participa de una cultura y un grupo de individuos que corresponden a
otra cultura, la acción recíproca que caracteriza al proceso queda desequilibrada. […]
Mas, cuando el individuo no rompe, ni real ni simbólicamente sus relaciones con la
cultura madre, sino que actúa como un representante de su propio grupo [...] estamos
en presencia de una situación de contacto aculturativa y no asimilativa (Aguirre, 1992:
31).

Un individuo es un agente aculturativo enmarcado por una cultura, de tal


forma que el proceso de aculturación, retomando la definición propuesta por
Aguirre, “se caracteriza por el desarrollo continuado de un conflicto de fuerzas […]
y se manifiesta, objetivamente, en su existencia en niveles variados de
contradicción” (op. cit.), es decir, para que exista aculturación deben existir dos o
más culturas diferenciadas una de otra en contacto continuo y, si el individuo es
portador de una parte de su cultura, el contacto entre individuos genera un proceso
aculturativo.

1.2.1. Problemas en torno al estudio de la aculturación

Hasta aquí, se ha esbozado lo que es la aculturación. Es pertinente ahora revisar los


diversos autores que han investigado el proceso y que han intentado describir la
variabilidad del fenómeno, tratando de caracterizar los tipos de aculturación que
pueden observarse y/o presentarse en una situación de contacto. El Memorandum for
the Study of Acculturation, es quizá, el primer intento por esclarecer qué era la
aculturación y bajo que tipos puede presentarse, cómo acercarse al problema, cómo
36 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

analizar el proceso, qué factores intervienen en el mismo e, incluso, cuáles son sus
resultados (Redfield, R., R. Linton, y M. Herskovitz, 1935). Algunos años después
de que se elaboró el Memorandum, seguía “siendo […] una buena definición
operativa”, en palabras de Aguirre Beltrán (1992: 14). No obstante, es difícil
catalogar y tratar de tipificar un fenómeno social como la aculturación. Aunque la
definición del Memorandum y la de Aguirre sirvan como definiciones operativas
óptimas, caracterizar el fenómeno con base en sus diferentes manifestaciones puede
resultar una tarea abrumadora. Es necesario mencionar los tipos de aculturación que
se indican en el Memorandum para después contrastar esos tipos con los que
propusieron, sucesivamente, otros investigadores. Como podrá observarse, es difícil
catalogar el fenómeno, aunque estas premisas permiten comprender las diversas
formas en que puede presentarse.
Para Redfield, R., R. Linton, y M. Herskovitz los tipos que pueden
presentarse se resumen de la siguiente manera:
1) Cuando los contactos son entre grupos enteros o cuando son entre una
población entera y grupos selectos de otra población
2) Cuando el contacto es hostil o amigable
3) Cuando el contacto es entre grupos de igual tamaño o cuando difieren
mucho
4) Cuando el contacto es entre grupos con diferente grado de complejidad o
por el contrario tienen un grado similar
5) Cuando es resultado de migraciones o colonización.

Aunque dichos autores presentan algunos tipos de contactos, no se pueden


señalar como los únicos existentes, dado que pueden existir muchas otras formas en
que la gente puede relacionarse y, con ello generar un proceso de aculturación. Lo
que se quiere resaltar en este punto es que las relaciones sociales son demasiado
complejas como para caracterizarlas en tipos de acercamiento entre grupos
culturales diferentes. Para los fines de esta investigación, se puede decir, en términos
generales, que el contacto entre españoles e indígenas fue hostil (la Conquista de
México o Perú), aunque se debe considerar que muchas veces fue amigable (alianza
con los tlaxcaltecas). Fue hostil por parte de los españoles y, a veces, por parte de
A c u l t u r a c i ó n | 37

los indígenas (Benedict y Vaillant, 1943). El grupo español era reducido y, según
Foster, superior tecnológicamente (Foster, op.cit.: 391). Finalmente, el contacto a
partir de 1492 fue resultado de migraciones, anhelos de colonización, conquista,
exploración. El problema radica en que durante la Conquista pudieron darse diversos
tipos de contacto, así como diversas combinaciones. Porque además, ¿cómo podría
entenderse el tipo de contacto entre los grupos indígenas en contra de los mexicas,
aliados con los españoles? ¿Cómo podría explicarse el proceso de aculturación
sufrido por un sólo misionero que impartía la doctrina cristiana a miles de
indígenas?
Otra forma de abordar esta problemática la proporciona Emory S. Bogardus
(en Teske y Nelson, 1974) quien diferencia entre tres tipos de aculturación: 1) ciega
(que puede entenderse como simple ósmosis por cercanía); 2) impuesta y 3)
democrática (prevalece el pluralismo cultural). De la misma forma, Roger Bastide
(en Cuche, op. cit.) sugiere tres situaciones tipo, aunque no para los procesos de
aculturación sino de interpenetración -término que prefiere utilizar para evitar el
problema direccional que plantea el primero-: 1) Aculturación espontánea (similar a
la aculturación ciega); 2) Aculturación organizada, pero forzada (parecida la
aculturación impuesta) y 3) Aculturación planificada (difiere de la aculturación
democrática de Bogardus, en tanto que tiende más a la homogenización).23 Como se
puede observar, llegan a conclusiones similares y aún así, no existe ningún problema
en agregar a la ecuación la homogenización, por un lado, y la pluralidad, por otro.
Para Foster sólo existen dos tipos procesos de aculturación, y aunque en su
marco conceptual limita estos procesos al estudio de la cultura de conquista, se
podrían retomar en este trabajo dado que quedan incluidas diferentes situaciones de
contacto cultural. Estos dos procesos son:
1) Formales: “todas aquellas situaciones en las que las instituciones y los
individuos que tienen una posición autoritaria desempeñan un papel
23
Bastide prefiere utilizar el término interpenetración en lugar de aculturación; sin embargo, Cuché,
parafraseando a Bastide, emplea el término de aculturación para definir las tres situaciones tipo
señaladas (Cuché, op. cit.).
38 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

positivo en la planeación […] se establecen metas específicas y se hacen


los esfuerzos para alcanzarlas” (Foster, op. cit.: 37).
2) Informales: “todos aquellos mecanismos no planeados, de acuerdo con los
cuales se seleccionan y mantienen en el nuevo país los hábitos personales
de los emigrantes, […] nos ocupamos de un gran número de decisiones
personales, de las que cada individuo, de acuerdo con su patrón de vida, es
un canal de transmisión cultural a la región de contacto” (ídem).

Para Angeliki E. Laiou, es prácticamente imposible crear modelos predictivos


que establezcan categorías capaces de predecir otras situaciones de conquista aparte
de las que ella estudia,24

por el hecho de que cada situación es el resultado de las interrelaciones de muchos


factores en ambos lados; las permutaciones permiten similaridades entre experiencias
históricas pero difícilmente permiten construir modelos […] sin embargo, es posible y
útil identificar los factores que eventualmente determinan las actitud colonialistas y la
respuesta nativa; sobre todo, hay una relación dialéctica entre los colonizadores y las
poblaciones nativas, donde cada factor puede tener diferente efecto, dependiendo de
los otros factores operando al mismo tiempo (Laiou, 1998: 26).25
Algunos autores han resaltado el hecho de que en todo proceso de
aculturación existe un grupo dominante; sin embargo, esto no es, necesariamente, un
factor para que exista la aculturación. El mismo Foster, cuya forma de ver los
procesos aculturativos a partir de Cultura y Conquista se consideran
unidireccionales, ha dicho que “el español igual que el indio, se vio expuesto a la

24
Laiou menciona 3 diferentes patrones de conquista: 1) Economía mercantil, depende del
intercambio y la colaboración (adoptada por los comerciantes italianos); 2) La religión cuando
funciona como justificación ideológica para la Conquista (que se da con la expansión germana en el
Báltico; 3) Grupos militares y comerciantes foráneos asentados entre una población local de judíos,
musulmanes y cristianos nativos de sectas diferentes, con un régimen de explotación “a distancia”
donde el contacto es fiscal. Los grupos conquistados conservan sus leyes, costumbres, etcétera -
ejemplificada con el Reino Latino de Jerusalén establecido en el siglo XI y hasta 1291 d. C.- (Laiou,
1998: 17-23).
25
La traducción es mía. “By the fact each situation is the result of the interplay of many factors on
both sides; the permutations allow for similarities between historical experiences, but hardly for
model building. […] nevertheless, possible and useful to identify the factors that eventually
determine colonial attitudes and native response; overall, there is a dialectic relationship between
the colonizers and the native populations, in which each factor may have a different effect,
depending on the other factors operating at the same time” (Laiou, 1998: 26).
A c u l t u r a c i ó n | 39

cultura de conquista” (op.cit.: 390). En una situación como ésta, el grupo dominante
dirige y, de alguna forma, establece el grado de aculturación, pero hay que
considerar que esto no siempre ocurre de esta manera, sobre todo cuando el grupo
dominado opone resistencia en el proceso. Otras veces el grupo dominante se
acultura más que el grupo dominado (Teske y Nelson, 1974). Además, se debe
considerar que en un proceso de aculturación -un proceso bidireccional- poco
importaría reconocer a la cultura dominante, es decir, por poner un ejemplo extremo,
si el indígena se convirtió en siervo, el conquistador se convirtió en encomendero.
Siguiendo con una idea similar, los indios que resisten la imposición de ciertas
reglas culturales, durante el contacto cultural y/o el inicio del proceso de
aculturación o punto cero (Aguirre, op.cit.), en realidad ya están siendo aculturados
por el simple hecho de crear reglas culturales contra una cultura que busca
imponerse. Por otro lado, la cultura que quiere imponer ciertas reglas culturales a los
indios, parte del supuesto de que los indios son inferiores y/o su cultura no es la
mejor y/o algún otro prejuicio acerca de los indios. No obstante, lo que está
ocurriendo es que este grupo tiene prejuicios porque, en realidad, comienza a crear,
igual que el indio, reglas culturales contra la cultura a la que quiere imponerse:
también ha comenzado su proceso de aculturación.
Ahora bien, son bastantes los problemas que ha acarreado el concepto de
aculturación, al grado de que, en la actualidad, ha perdido impacto en la
antropología o al menos eso es lo que parece. Sin embargo, se apela a Julian H.
Steward y Frank Tannenbaum cuando dicen que “de hecho, cualquier campo de
investigación moderno [en antropología] es un estudio de gente aculturada”
(Steward y Tannenbaum, 1943: 203),26 ya que sin importar que lo haya dicho en
1943, es evidente que en la actualidad es difícil encontrar pueblos aislados en el
mundo -si es que alguna vez los hubo- (Cuche, op. cit.).
Pero ¿por qué se perdió el interés? Pareciera que después de la Revolución
Cultural de 1968, las Ciencias Sociales le dan la espalda al concepto. No está de más

26
La traducción es mía “In fact, any modern field investigation is a study of an acculturated people”
(Steward y Tannenbaum, 1943: 203).
40 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

decir que la mayoría de los autores que hasta ahora se han mencionado, escribieron
antes de 1970. Pues bien, el principal problema que se detecta en los estudios de
aculturación es que denotan un sesgo de nacionalismo. Según Immanuel
Wallerstein, los movimientos revolucionarios del 68 pusieron en evidencia que “la
orientación del reformismo nacional era en sí misma un medio esencial para el
mantenimiento del sistema-mundo que ellos querían rechazar” (Wallerstein, 2002:
129). Las críticas que se le hacen a Aguirre Beltrán y a los aculturalistas (Palerm,
1976; De la Peña y Vázquez, 2002; Robichaux, 2002; Pérez, 2003) no son gratuitas,
y resulta interesante pensar que su obra no se criticó sino hasta las décadas de los 70
y los 80 (casi 30 años después de haberse escrito), fundamentalmente, por su
“reduccionismo histórico” donde el indio no podía más que ser asimilado en la
sociedad mestiza, aunque también por su “visión negativa de la cultura indígena y de
las formas locales de representación política, y su irrelevancia para muchas
situaciones en el país” (De la Peña y Vázquez, 2002: 25).
Pero si la aculturación inducida se convirtió en política del Estado Mexicano
-y aún en su libro sobre El proceso de aculturación, Aguirre Beltrán expone los
mecanismos para integrar a la sociedad mexicana a los pueblos indios- entonces por
qué a los indios se les consideraba marginados y por qué se creía, fervientemente, en
su integración para evitar su supuesto rezago.27A pesar de las críticas que se le hacen
a Aguirre al respecto, también es cierto que es considerado como “el indigenista de
mayor consistencia teórica y que logró construir una teoría del cambio cultural”
(Pérez, 2003: 123). No sólo desarrolló una definición de aculturación que criticaba a
las definiciones de sus colegas estadunidenses, sino además, esta definición tenía
correspondencia con la realidad concreta que vivía el país (y el mundo). Su
“problema” fue haber vivido en una época donde se exacerbaba el nacionalismo,
tratando de poner en práctica su teoría para dar una solución a la exclusión de los
pueblos indígenas. Por lo demás, se entenderá que la definición operativa de
Gonzalo Aguirre Beltrán, sigue siendo adecuada para intentar explicar los procesos

27
En el capítulo 7 del libro Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido. Una ciencia
social para el siglo XXI, Immanuel Wallerstein abunda sobre los problemas de la marginación y la
integración (2002).
U r b a n i s m o | 41

aculturativos y que en este trabajo se utiliza tomando en cuenta lo que anteriormente


se ha expuesto.
Después de haber mostrado la forma como se entiende la aculturación y
algunas formas bajo las que se puede manifestar, se tratará de vincularla con el
proceso de urbanismo, intentando generar un marco que explique el cambio urbano
en un momento de contacto entre cultura, durante un proceso de aculturación.

1.3. Sobre el urbanismo, lo urbano y la historia

Dado que el objetivo de esta investigación es delinear la destrucción-reconstrucción


de México-Tenochtitlan en los primeros años hasta transformase en la ciudad
novohispana, se considera necesario hacer una breve revisión de dos conceptos
básicos: urbano y urbanismo, para tratar de comprender cómo se vinculan dichos
términos con la construcción de una ciudad que mezcla dos concepciones diferentes
del espacio. Si la aculturación es el proceso de cambio que emerge del contacto
continuo entre grupos que participan de matrices diferentes, tanto conscientes e
inconscientes, que dan significado al comportamiento y a la creencia social,
entonces, ¿de qué forma se puede percibir este cambio en el ámbito urbanístico? En
las páginas siguientes se retoman definiciones para lo urbano y para el urbanismo,
que a su vez, pueden vincularse con la definición de aculturación que se ha
mencionado y, al mismo tiempo, permitirían explicar el proceso de cambio. No se
pretende hacer una revisión exhaustiva de los problemas relacionados con las
definiciones, pero convendría partir de algunas que se han elaborado para mostrar,
aunque sea breve y superficialmente –sin ánimos de generar polémica-, ciertos
problemas que acarrea el uso de algunos términos.
Según el Diccionario María Moliner, urbanismo es el “conjunto de
conocimientos y actividades relacionados con el planeamiento, reformas,
ampliación, etc., de las ciudades” (2001). De ser así, la palabra a la que se refiere
excluiría a cualquier otra forma de ordenación artificial del territorio que no sea
considerada como ciudad y, si sólo a las ciudades, entonces ¿qué término se debería
42 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

utilizar para referirse a la acción y el efecto de “hacer en un terreno las operaciones


necesarias, tales como trazado de calles, tendido de luz, o canalizaciones, para que
se pueda edificar en él y convertirlo en un centro de población” (ídem) que no sea
citadino? Según el mismo diccionario, a este proceso se le llama urbanizar, pero
entonces, ¿de qué se encarga el urbanismo? Hilando los conceptos ¿se podría decir
que el urbanismo es el conjunto de conocimientos y actividades relacionadas con la
urbanización de las ciudades? ¿Qué es una ciudad?
Para el Grupo Aduar -en su Diccionario de geografía urbana, urbanismo y
ordenación del territorio (2000)- ambos conceptos se pueden definir como:

Urbanismo: "Reflexión, proyección y construcción de las ciudades o partes de ellas,


generalmente de acuerdo con un plan previamente realizado" (pp. 360).
Urbanización: “Núcleo de población con características de asentamiento urbano,
morfológicamente diferenciado por su viario y edificación, generalmente separado del
continuo urbano y de funcionalidad esencialmente residencial” (pp. 364).

Como se observa, estas definiciones resultan poco claras, excluyentes e,


incluso, contradictorias en cuanto al contenido, acotando el significado de uno y otro
elemento. Según este diccionario, el urbanismo es una actividad exclusiva de los
planeadores de ciudades que de alguna u otra forma excluyen a sus residentes,
puesto que todo trabajo de urbanización no es un trabajo de urbanismo, aunque tiene
características de asentamiento urbano y generalmente está separado del continuo
urbano. Dicho lo anterior, no se juzga como atrevido el comentario que al respecto
hace George L. Cowgill:

A menudo los términos “ciudad”, “sitio urbano”, “sociedad urbana” y “urbanización”


son poco sustentados teóricamente y es fácil encontrar publicaciones en las cuales los
autores dejan sin definir y asumen sencillamente que todos sabemos lo que significan
(Cowgill, 2003: 2).
Por otro lado, si se remite a la definición de urbanismo tanto del Diccionario
María Moliner como del Diccionario del Grupo Aduar, se estaría negando la
historicidad de cada ciudad o al menos en parte, porque cada ciudad se construye
por la acción de muchos actores sociales y es un espacio físico dinámico que vive
gracias a la relación intrínseca con sus habitantes, que pueden o no, participar de
U r b a n i s m o | 43

culturas diversas. Cuando en un diccionario se dice que el urbanismo es el conjunto


de conocimientos (o la reflexión) para la planificación (proyección) o ampliación de
las ciudades, se dejaría de lado la idea, relativamente reciente, de que las ciudades
existen en tanto que la gente puede percibirlas como ciudades (Capel, 1975); se
ignora la tendencia actual a poner más atención a las personas que pululan y viven
en la ciudad como agentes activos en la construcción de una ciudad (Kostof, 1991);
o incluso, aquella idea que comienza a gestarse a principios de los sesenta sobre la
introducción del fenómeno cultural en los análisis urbanos como plantean J.
Beaujeu-Garnier y G. Chabot (Capel, 1975) y que parece consolidarse con La
cuestión urbana de Manuel Castells (1980). Si se atiene a la definición del Grupo
Aduar o del diccionario María Moliner, se eluden las ideas anteriores,
principalmente, porque la dinámica de desarrollo de una ciudad a través de sus
habitantes es diferente a aquella que puede devenir de un proyecto o plan previo. Es
decir, no es lo mismo el desarrollo cultural de una ciudad, al desarrollo coyuntural
conducido por un plan prediseñado.
Con esta revisión, de ninguna forma se quiere plantear que estas tres ideas
son las únicas que no cubren ambos diccionarios, ni tampoco se ha querido invalidar
las definiciones que plantean. Lo que se intenta es esbozar un panorama general
sobre algunos de los problemas que surgen cuando se aborda un término como el de
urbanismo, pues es necesario que se consideren las posibles variables que el
problema presenta y mostrar, que aún desde un punto de vista nominal y hasta
descriptivo, definir este concepto sigue siendo una tarea extremadamente difícil y no
por eso, poco practicada. No de balde, diversas esferas o vertientes del conocimiento
han intentado hacerlo, como la sociología, la arquitectura, la antropología, la
arqueología, la historia, la geografía, entre otras.
Después de esta breve revisión, se considera que el principal problema de la
aplicación de los conceptos es histórico, gestándose y “aculturándose” cuando los
investigadores miran de soslayo a la sociedad, compartiendo sus problemas, sus
anhelos, sus ideas, sus actos. Puede ser histórico por varias razones; una de las
44 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

principales es el haber definido a la ciudad por su oposición a lo que alguna vez se


consideró rural, y viceversa. Dicen algunos autores -como Castells o Capel-, que
antes del surgimiento del capitalismo y de la era moderna, sí era evidente la división
campo-ciudad, por lo que los términos se sustentaron en tal diferencia, generando
definiciones tautológicas, como lo plantean J. Beaujeu-Garnier y G. Chabot en su
Tratado de geografía urbana (1963).
Aunque la especialización se promueve cada vez más, irónicamente las
fronteras entre las ciencias parecen abrirse y cada día se obtienen trabajos más ricos
en contenido y formas de abordar los problemas. Si no, ¿cómo abordar el problema
del significado en las ciudades y considerar los aspectos políticos, económicos,
jurídicos, los valores, las expectativas de los habitantes, las implicaciones
arquitectónicas, comparar ciudades a partir de sus mapas, fotografías aéreas,
etcétera? Dado que esta tesis no es una tesis sobre el urbanismo en México-
Tenochtitlan, no se puede ahondar en este punto para hacer una crítica extensa
acerca del uso y aplicación del concepto de urbanismo y aún de lo urbano; sin
embargo, es necesario explicitar nuestra postura en torno a estos conceptos y ligarlos
con el tema central de esta investigación.

1.3.1 El Urbanismo y lo Urbano

Una ciudad no se construye de la noche a la mañana a partir de un plano; cada


ingeniero, cada autoridad, cada habitante, cada generación, en fin, cada cultura y
cada actor social -al tiempo que las diversas fuerzas históricas que mueven el mundo
revolucionan lo propio-, forman parte del nacimiento de una ciudad, de sus
transformaciones e incluso de su muerte. Por ello, en este trabajo, el urbanismo no
es considerado como una disciplina pues, sin negar la existencia de los diseñadores
de ciudades, se considera pertinente la postura de Spyro Kostof cuando dice:

Más importante, muchas ciudades llegan a ser sin la asistencia de los diseñadores, o
una vez diseñadas, instantáneamente se adaptan ellas mismas a los rituales de la vida
diaria y los pormenores de la historia […]. Miles de actos conscientes e inconscientes
U r b a n i s m o | 45

cada día alteran sus líneas en formas que sólo son perceptibles en un cierto periodo de
tiempo (Kostof, 1991: 12-13).28

Además, es necesario hacer hincapié en que el hecho de referirse a lo urbano,


no se relaciona, automáticamente, con la urbe, con la ciudad; es por ello que se
retoma la aportación de Castells, ya que define el concepto desde el punto de vista
de la organización que las sociedades hacen del espacio, agregando variables de
análisis y no características definitorias (Castells, 1980). Para Castells el término
urbano:

[…] designará una forma particular de ocupación del espacio por una población, o sea,
la aglomeración resultante de una fuerte concentración y de una densidad relativamente
elevada, que tendría, como correlato previsible, una diferenciación funcional y social
cada vez mayor (op. cit.: 16).29

Además, se toma como punto de partida la observación de Walburga


Wiesheu,

[…] la investigación urbana ha sido caracterizada por un pluralismo teórico y


metodológico, sin que se haya llegado a un estudio integral del fenómeno y de sus
múltiples manifestaciones. Se han usado los criterios más diversos para abordar la
problemática urbana […] lo que señala la necesidad de formular criterios
identificatorios generalizables a todos los contextos empíricos y sin importar el tiempo
ni el espacio (Wiesheu, 2002: 168).

Por lo tanto, se retoma la definición operativa de Castell -contra las


definiciones descriptivas o nominales de algunos geógrafos o arquitectos- porque el
trabajo sociológico de Manuel Castells plantea una forma de abordar el problema
urbano y, aunque él lo describe como un “tanteo”, no deja de ser una propuesta
metodológica interesante. Sin embargo, el estudio de la cuestión urbana de Castells
se centra en el modo de producción capitalista y explica este tipo de urbanismo a
partir del proceso de consumo, por ello, las críticas hacia su propuesta no tardaron
28
La traducción es mía “More importantly, many cities come about without benefit of designers, or
once designed, set about instantly to adapt themselves to the rituals of everyday life and the
vagaries of history […]. Thousands of witting and unwitting acts every day alter its lines in ways
that are perceptible only over a certain stretch of time” (Kostof, 1991: 12-13).
29
Esta definición es similar al Objeto Socio-Espacial Identificable (OSSI, por sus siglas en francés)
de Jerôme Monnet (2003, ver infra).
46 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

en aparecer. Aunque Castells aclara que “la problemática urbana en términos de


consumo colectivo y […] las “unidades espaciales” en cuanto unidades de
reproducción de la fuerza de trabajo, no tienen sino un sentido histórico y que, por lo
tanto, tal análisis es específico al modo de producción capitalista.” (Castells, op.cit.:
491), su definición puede considerarse como operativa pues no considera variables
específicas al modo de producción capitalista y sí, en cambio, propone una
herramienta de trabajo que podría aplicarse a cualquier formación social y desde una
perspectiva más general (Castells, op. cit. y Wiesheu, 2002). Inclusive desde el
punto de vista de Wiesheu (2002), esto podría considerarse como holista, porque
incluye diversas variables sociológicas que pueden aplicarse a cualquier sociedad en
cualquier tiempo, ya que relaciona el espacio-tiempo histórico -y por tanto social-
con las instancias económica, político-jurídica e ideológica.
Una de las variables más importantes para Castells es el sistema ideológico,
pues “organiza el espacio marcándolo con una red de signos, cuyos significantes se
componen de formas espaciales y de significados” (op. cit.: 155). Dentro de este
trabajo dicho sistema es fundamental, pues se relaciona con los procesos de
aculturación. Sin embargo, se debe tener cuidado cuando se trate de explicar el
fenómeno urbano en México-Tenochtitlan, porque la cultura enmarcaría las formas
sociales, pero serían justamente las formas sociales, las que -en todo caso-, producen
el espacio “especificado siempre por una relación definida entre las instancias de
una estructura social” (ver infra, ídem: 473). Dicho en otras palabras, en el ámbito
cultural se gesta el componente que dará significado a la organización espacial, pero
la forma como se organice el espacio depende, sobre todo, de las instancias
económica y político-jurídica.
En este sentido, la postura de Amos Rapoport (1978) resulta vital para esta
investigación pues gran parte de su argumentación se sustenta en explicar el
fenómeno urbano desde la cultura y desde el punto de vista psicológico, puesto que
involucra variables de análisis como la percepción. Para Rapoport, “lo que distingue
un medio ambiente construido de otro es la naturaleza de las reglas por él
U r b a n i s m o | 47

codificadas” (Rapoport, 1978:29). Esta idea permite profundizar sobre el encuentro


de dos concepciones espaciales diferentes que confluyen en la destrucción-
reconstrucción de determinada ciudad -en este caso México-Tenochtitlan- y permite
comprender las valoraciones subjetivas de una concepción sobre otra. Así, se podría
comprender porque para los españoles la Ciudad de México podía ser comparada
con ciudades españolas; porque de algún modo comparten ciertos rasgos o son
percibidos ciertos rasgos de su sistema de valores (punto de arranque para la
comparación). Por el contrario, cuando hablan de una ciudad mala o sin orden, en
realidad puede significar que el sistema de valores no es compartido. Como bien
dice Rapoport:

Podría deducirse de lo dicho, que el sistema de valores y los sistemas de normas de los
diferentes grupos ayudan a entender las formas urbanas producidas por su diseño
selectivo. Los valores, por lo tanto, afectan la definición de los problemas, los datos
que se tienen en cuenta y las soluciones que se proponen. En este sentido, la
planificación y el diseño urbanos reflejan el sistema de valores de las personas
participantes, profesionales o no-profesionales (op. cit.:38).

Por lo tanto, se considera que para poder explicar la destrucción de la ciudad


de Tenochtitlan y luego su reedificación, sería necesario tomar en cuenta el sistema
de valores, la cultura, la sociedad y la ciudad misma porque -entre las múltiples
formas de entender la coyuntura histórica de la Conquista de México- dichas
variables son fundamentales para comprender los procesos de aculturación. Es por
ello que –como se menciona anteriormente-, en esta investigación se retoma la
definición que propone Castells para lo urbano, pues en ella la organización social
del espacio se relaciona directamente con un componente ideológico o cultural, y
por tal motivo, susceptible de sufrir un proceso aculturativo.
Lo urbano, según Castells (1980), designa una forma particular de ocupación
del espacio que se construye a partir de la conjunción de diferentes instancias. Así
entonces, las formas espaciales están determinadas por 1) las instancias económica,
político-jurídica e ideológica; 2) por la combinación de las tres instancias; 3) por la
persistencia de formas espaciales ecológicas, suscitadas por estructuras sociales
48 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

anteriores -estas formas se articulan a las nuevas produciendo situaciones concretas


siempre específicas-; y 4) por la acción diferencial de los individuos y de los grupos
sociales sobre su marco -esta acción viene determinada por la pertenencia social y
espacial de estos grupos, pero puede producir efectos nuevos debido a la
especificidad del sistema de interacciones-. Por lo tanto, Castells (1971), sugiere
establecer la diferencia entre las formas espaciales a partir de su diversidad (pueblo,
burgo, metrópoli, megalópolis, etcétera), en función de las diferentes formas como
se puede constituir una “sociedad urbana”, definida como un sistema de valores,
normas y relaciones sociales con una especificidad histórica y una lógica propia de
organización y transformación. Los actores sociales se comportan, actúan y opinan
en función de este sistema, por lo cual, las formas espaciales pueden variar
dependiendo de las características propias de cada sistema (Castells, 1971; Castells
en Capel, 1975).
Una forma similar para conceptualizar lo urbano la proporciona Jérôme
Monnet con su propuesta sobre definir a la ciudad como un Objeto Socio-Espacial
Identificable (OSEI). Para él, el urbanismo es un objeto, no una disciplina, y es
tratado como una organización espacial resultado de un sistema de actores sociales.
No reduce a la ciudad a sus dimensiones espaciales ni a sus dimensiones sociales; en
cambio, lo observa como un ir y venir entre ambas dimensiones, entre lo objetivo y
lo subjetivo, lo material y lo ideal (Monnet, 2003). Esta concepción resulta
interesante porque para identificar el OSEI -aplicado al caso particular de las
ciudades- se deben considerar seis variables espaciales “partiendo de una geografía
descriptiva para desembocar en una geografía humana”: 1) la discontinuidad, 2) la
relatividad, 3) la densidad, 4) la estructura, 5) la funcionalidad y 6) la jerarquía (op.
cit.: 23-24).30 Pero el objeto sólo es un artefacto científico para facilitar el análisis al
que luego se le debe restituir su dimensión social -la geografía humana- luego
entonces, la realidad de la ciudad, y en general de cada OSEI, “no está en sus formas
sino en la práctica de sus habitantes”. Para abordar esta dimensión, Monnet utiliza el

30
Castells, en 1970-1975, propone variables similares de análisis para el fenómeno urbano. Lo
interesante es que Monnet no cita a Castells, el primero es geógrafo y el segundo es sociólogo.
U r b a n i s m o | 49

término de urbanidad y lo define como “las relaciones sociales que las personas
sostienen entre sí por intermediación del espacio urbano” (op. cit.: 31-32). Para
Monnet, la geografía urbana y la arqueología confluyen en sus postulados porque los
usos sociales “‘informan’ los espacios, definiendo, limitando, ordenando y
adaptándolos continuamente” (ídem), no obstante, un OSEI existe si y sólo si la
sociedad tiene conciencia de su existencia.
Aunque ambas posturas son muy similares -la de Castells y aquella propuesta
por Monnet-, en su forma de abordar el espacio urbano, difieren mucho cuando
incorporan en su discurso a la sociedad. Por un lado, Castells parte de una postura
materialista histórica, otorgándole mayor peso a la construcción de la realidad
espacial, una realidad que se construye históricamente. Propone un estudio
diacrónico y sistémico, en tanto que la sociedad urbana tiene normas y valores y el
actor social se comporta de acuerdo a esas normas y a esos valores. Por otro lado,
Monnet parte de una postura llamada “in transit”31 que significa que va y viene de lo
subjetivo a lo objetivo, de lo material y lo ideal. Para él, no existe una construcción
de la realidad espacial, sino una percepción del espacio, es decir, propone un estudio
sincrónico donde los actores sociales, dependiendo de sus valores, crean una
conciencia social.
Esta investigación se adhiere a la posición de Castells porque, -como ha sido
señalado por diversos autores enfocados a los estudios en arqueología (Wiesheu,
2002; Gutiérrez, 2003; Hirth, 2003)- no se puede prescindir del aparato económico
ni del político-jurídico, en sus diversos niveles y/o escalas, para explicar el
fenómeno urbano. Dicho de otra forma, para que exista una consciencia de ciudad,
por ejemplo, debe existir algo a lo que se le pueda llamar ciudad.32
En este sentido, es importante retomar los planteamientos de Hirth (2003) y
Gutiérrez (2003), que señalan que la mayoría de los enfoques para el estudio de las
ciudades se basan en la experiencia urbana del Viejo Mundo, adoptando modelos
31
Este término se traduce como “trayectiva”. Monnet retoma este término de Berque (Monnet,
2003).
32
Se retoma la definición sociológica de ciudad propuesta por Louis Wirth, criticada y explicada
por él mismo, por Castells (1980:95-106) y por Wiesheu (2002: 174-181): “Localización
permanente, relativamente extensa y densa, de individuos socialmente heterogéneos” (Wirth, 2005:
4).
50 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

como el de Weber o Gordon Childe. Tanto Hirth como Gutiérrez, consideran que
para el caso concreto de Mesoamérica, es necesario definir las ciudades en sus
propios términos y tratar de responder a preguntas como estas:
“¿en la cultura o grupo que estudiamos existía un concepto de ciudad propio y si lo
había cómo se concebía? y ¿qué tan diferentes o similares serían esos conceptos
político-territoriales autóctonos, de los conceptos europeos en el momento del contacto
con Europa?” (Gutiérrez, 2003: 92).

En otras palabras, a pesar de que desde finales del siglo XV -con la


expansión político-económico mundial europea- que impuso en lo que va de la era
moderna “su cultura y visión del mundo en el sistema internacional [y que] provocó
la necesidad de adaptar términos político-territoriales europeos a la realidad de los
pueblos colonizados” (Ídem), se debería poder identificar y acceder a la categorías
nativas para comprender cabalmente su sistema de organización territorial.
En efecto, este tipo de enfoque acarrea diversos problemas,33 no obstante,
dado que la instancia ideológica permea la concepción del urbanismo de forma
histórica, y las formas espaciales construidas por cada formación social son
diferentes en función del sistema de valores, la percepción y la cognición (Rapoport,
1978), se considera que un estudio sobre un proceso aculturativo urbano no puede
obviar la instancia ideológica. De hecho Castells -retomando a Henri Lefebvre- dice
que la “cultura urbana” no puede entenderse más que por la relación implícita entre
el contexto ecológico y el contenido cultural, mas toda problemática de las
subculturas urbanas requiere una “ligazón” directa entre variables sociales y
espaciales (Castells, op. cit.:128).
Así pues, la definición propuesta por Castells es particularmente interesante
pues independientemente de identificar a Tenochtitlan como ciudad, se identifica
como una forma espacial específica de un tipo de formación social determinada, con
un sistema cultural implícito. A la producción de una forma espacial específica
Castells le llama urbanización y se refiere a:
[…] la constitución de formas espaciales específicas de las sociedades humanas,
caracterizadas por la significativa concentración de las actividades y poblaciones en un

33
Véase Gutiérrez, 2003:90-92 y Hirth, 2003: 60-66.
U r b a n i s m o | 51

espacio restringido, [así] como a la existencia y difusión de un particular sistema


cultural, la cultura urbana (Castells, 1980: 26).

La cultura urbana no se define por su oposición a la cultura rural, sino por el


contenido específico que le es propio. Hay especificidades culturales en los
diferentes medios sociales; y la explicación de cada modo de vida debe articularse
con una estructura social, en lugar de atenerse a la pura correlación empírica entre
un contenido cultural y su asiento espacial.34 Dicho de otro modo, -y siguiendo a
Roberto Varela (2005)-, la cultura urbana puede definirse como la matriz, tanto
consciente e inconsciente, que da significado al comportamiento y a la creencia
social, articulada en una forma particular de ocupación del espacio por una
población -e.g.: ciudad, burgo, aldea, pueblo, polis o altépetl,35 etcétera- (Castells,
1971 y 1980; Capel, 1975). La relación entre cultura urbana y la constitución de
formas espaciales específicas genera un confusión ideológica que tiene como
finalidad, 1) “establecer la correspondencia entre formas ecológicas y contenido
cultural” y, 2) “sugerir una ideología de la producción de los valores sociales a partir
de un fenómeno “natural” de densificación y heterogeneidad sociales” (Castells,
1980: 26).
En conjunto, todos estos elementos son importantes para entender la
organización social del espacio, pero entonces, ¿cómo se podría explicar el
fenómeno urbano México-Tenochtitlan durante el proceso de aculturación que
devino con la llegada de los españoles y la Conquista? ¿Cómo fue que se articularon
dos tipos de estructuras sociales (mexicas-españoles) y produjeron una situación
34
Sobre el Mito de la cultura urbana ver Castells (1980: 95-106).
35
En esta investigación se considera a Tenochtitlan como la parte urbanizada de un altépetl.
Algunos textos sobre el altépetl como sistema urbano -desde un punto de vista similar al de
Castells- son el de Kenneth G. Hirth, The Altepetl and Urban Structure in Prehispanic Mesoamerica
(2003) y el de Gerardo Gutiérrez Mendoza, Territorial Structure and Urbanism in Mesoamerica:
The Huaxtec and Mixtec-tlapanec-nahua cases (2003). Ambos trabajos abordan este tipo particular
de organización espacial desde una perspectiva emic. Para Hirth “[…] el altépetl representa la
unidad de interés político y administrativo, sin que se establezca una fuerte distinción entre lo que
podríamos clasificar como asentamientos urbanos o rurales al interior del mismo” (2003:64). Los
centros urbanos indígenas, desde este punto de vista, no constituyen lugares cualitativamente
distintos y entidades independientes del paisaje rural. Por ello “[…] un asentamiento con
características urbanas no existía como un ente jurídicamente separado del altépetl, en realidad
representaba el lugar donde coincidían las casas de múltiples pipiltin (macehuales) o calpultin en
torno a los tecpan de varios tehutli, y del tlatoani mismo” (Gutiérrez, 2003:98).
52 | A c u l t u r a c i ó n y U r b a n i s m o

concreta siempre específica llamada Ciudad de México, teniendo en cuenta la


persistencia de las formas espaciales ecológicas y, por supuesto, los procesos de
aculturación? ¿Por qué fue destruida Tenochtitlan más allá de lo evidente? Es decir,
independientemente de la guerra, ¿por qué se dice que fue destruida? Después de
terminada la guerra ¿cómo se reconstruyó la ciudad y bajo qué parámetros? ¿La
ciudad fue destruida por completo? ¿El urbanismo mexica desaparece y después de
1521 sólo se debería hablar del urbanismo español? ¿De qué forma se puede
identificar esa forma particular de ocupación del espacio? ¿Cómo comprender sus
cambios en el tiempo? ¿Cómo saberlo?
La propuesta concreta de esta investigación es que se pueden encontrar
algunas respuestas a estas interrogantes a través de abordar la problemática
empleando los Sistemas de Información Geográfica (SIG o GIS por sus siglas en
inglés), en combinación con un estudio arqueológico e histórico, estableciendo un
puente entre las culturas urbanas inmersas en el proceso de aculturación iniciado en
1519 -mexicas y españoles- y la constitución de una forma espacial específica -
Ciudad de México-. Como podrá observarse, no se intenta caracterizar el urbanismo
europeo o el urbanismo prehispánico, sino que se pretende evaluar las diferencias y
similitudes entre la ciudad prehispánica y la ciudad construida después de la
Conquista para estudiar el proceso de cambio que emerge del contacto entre dos
culturas, por medio de la comparación entre diversos datos cartográficos y con base
en la información histórico-arqueológica que permita establecer un puente entre los
mapas y el proceso de urbanización. En otras palabras, no interesa saber cómo era el
urbanismo indígena o el europeo y cómo se fusionaron ambas formas de concebir el
espacio;36 lo que interesa es poder apreciar cuánto y cómo cambió Tenochtitlan, la
parte urbanizada del altepetl (Lockhart, 1999: 35).

36
Una revisión exhaustiva sobre las diferentes formas de concebir el urbanismo, desde un punto de
vista arqueológico, puede encontrarse en Walburga, 2002; Sobre el urbanismo en Mesoamérica
véase Sanders y Webster, 1988 y sobre los modelos occidentales y la perspectiva emic para estudiar
el urbanismo consúltese Hirth, 2003 y Gutiérrez, 2003.
| 53

Capítulo 2
Sistemas de Información Geográfica

En arqueología, espacio, tiempo y objetos son los elementos indispensables


de la ecuación con la cual se pretende conocer el pasado. Espacio y
tiempo, modelan el contexto en el que se encuentran los objetos y donde
subyace una noción de sistema. Los objetos son unidades pero también
piezas de un gran rompecabezas que forman la imagen que el arqueólogo
se empeña por descubrir. Así, las partes tienen sentido sólo en función de
otras partes, en la medida en que se relacionan entre sí.
(Fonseca, 2008).

Con la llegada de Cristóbal Colón a América, se iniciaron una serie de procesos


aculturativos entre europeos (españoles, principalmente) y los múltiples grupos que
habitaban el continente americano. Sin embargo, en esta investigación, se estudia el
proceso de aculturación en un espacio concreto y entre dos grupos culturales
específicos: españoles y mexicas, quienes coexistieron en la ciudad de México-
Tenochtitlan. A partir de que dichos grupos entraron en contacto, comenzó un
proceso de aculturación y, por consiguiente, se iniciaron una serie de
restructuraciones culturales que fueron modificando la organización social del
espacio, entre otras tantas transformaciones. Se parte de la idea de que la
recuperación de mapas históricos permite estudiar los cambios en el entorno y
evaluar las transformaciones que sufrió el espacio organizado socialmente, antes,
durante y después de un proceso aculturativo como el acaecido en la ciudad de
México-Tenochtitlan.
Desde esta perspectiva, el uso de los Sistemas de Información Geográfica
(SIG) funge como una herramienta adecuada para estudiar estas transformaciones
urbanas a partir de la comparación y análisis cartográfico. Por medio de un SIG es
posible reducir gran parte de la compleja y enorme totalidad espacial de la ciudad de
México, abstrayéndola en forma de puntos, líneas, polígonos e imágenes. Es decir,
teniendo como base una realidad espacial dotada de atributos históricos, es posible
abstraerla en un sistema como el que a continuación se describe.
54 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

2.1. El espacio y el tiempo. Los Sistemas de Información Geográfica

Las telecomunicaciones en general, y más recientemente el Internet, han acelerado


la vida de las personas, y el mundo parece moverse con más velocidad. Con la
tecnología satelital y el teléfono se podía hablar con alguien a miles de kilómetros,
pero ahora, si se combinan diferentes tipos de tecnología espacial, aérea y
computacional, es posible saber cómo es el lugar donde vive y las condiciones
climatológicas, ver su casa, el parque que está cerca, verificar si hay tráfico,
identificar dónde hay restaurantes o gasolineras, etcétera. Los modernos sistemas de
producción, almacenamiento y procesamiento de información, trabajando en red
gracias al Internet, permiten que todo este conjunto de datos estén interconectados, a
disposición de la gente, a lo largo y ancho de la Tierra. Sin embargo, sumergirse en
este universo de datos, prácticamente inconmensurable, que proporciona
información específica en un tiempo determinado, y estar al día de las innovaciones
que la genialidad humana desarrolla, ha sido y seguirá siendo, en la medida en que
siga acelerándose exponencialmente la producción tecnológica, un proceso tortuoso
para las generaciones que nacieron antes del advenimiento de esta explosión
tecnológica y un proceso que ha cambiado la constitución cognitiva de las nuevas
generaciones, colocando al mundo en una coyuntura singular donde las ciencias
sociales deben repensarse y el ser humano debe evitar convertirse en un fiel siervo
de los adelantos científicos.
En este mundo, donde la información fluye impresionantemente rápido, es
necesario un mecanismo que permita almacenarla de forma que pueda ser
recuperada en cualquier momento. Hasta hace algunos años, el principal problema
era obtener los datos necesarios para realizar un Sistema de Información Geográfica
y, por supuesto, obtener el hardware y el software para procesar la información. En
la actualidad, los problemas de hace algunos años son tan sólo unas pequeñas
piedras en el camino que se hacen más pesadas más por razones económicas que por
la falta de disponibilidad de los recursos. Hoy por hoy, el obstáculo más grande se
E l e s p a c i o y e l t i e m p o | 55

lo pone uno mismo, por desconocimiento de la herramienta de análisis o,


simplemente, porque se ignore todo su potencial. Prácticamente, cualquier dato
geográfico que pueda ser analizado espacialmente es un recurso en potencia; por lo
anterior, para comprender el uso y aplicación de los Sistemas de Información
Geográfica, y tomando en cuenta que lo que se representan son atributos espaciales,
es necesario hacer un breve resumen acerca del concepto de espacio y la forma en
que será abordado en esta investigación.

2.1.1. El espacio
Aunque en principio resulta difícil de creer, la física ha mostrado que la materia no
se crea ni se destruye, sólo se transforma; por tal motivo, cuando se hace referencia
al espacio físico, en tanto materia, necesariamente se transforma o es transformado.
Para Castells, el espacio es un producto material en relación con otros productos
materiales, los cuales, al contraer determinadas relaciones sociales, dan a ese espacio
una forma, una función y una significación social (Castells, 1999 y Castells, 1980).
El hombre “se transforma y transforma su medio ambiente en su lucha por la vida y
por la apropiación diferencial del producto de su trabajo […]. El espacio es la
expresión concreta de cada conjunto histórico en el cual una sociedad se especifica”
(Castells, 1980: 141). Consecuentemente, -desde el punto de vista sociológico- el
espacio se diferencia del medio ambiente porque el primero resulta de la relación
dialéctica entre el segundo y “una especie biológica particular”, en este caso, el
hombre.
Según el Gran Diccionario de las Ciencias la

[…] extensión que contiene y rodea todo cuanto existe y cada una de sus partes es un
espacio de tres dimensiones al cual puede aplicarse nuestra geometría común o
geometría del espacio, que es la de Euclides, para medir cuanto en él se halla: una
línea puede ser considerada como un espacio de una sola dimensión, un plano como un
espacio de dos dimensiones, y un cubo como uno de tres dimensiones (1987: 398).
Pero, desde el punto de vista físico e histórico, un espacio no puede ser
comprendido si no es por la relación intrínseca con el tiempo. De acuerdo con las
teorías de la relatividad, un acontecimiento puede ser situado en el espacio con las
56 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

tres coordenadas x, y, z del sistema de Euclides y también, en el tiempo t, es decir,


en términos relativistas, todo espacio tiene cuatro dimensiones (Asimov, 1986; Gran
Diccionario de las Ciencias, 1987; Tippens, 1996). Marc Bloch dijo que la historia
“es la ciencia de los hombres en el tiempo” -un tiempo continuo y de cambio
perpetuo- y de la antítesis de sus atributos provienen los grandes problemas de la
investigación histórica (Bloch, 2000: 31-32). Immanuel Wallerstein, -retomando las
ideas de la complejidad expuestas por el Premio Nobel de Química, Ilya Prigogine-,
sugiere que todo sistema es histórico y que el concepto de historia implica un
proceso diacrónico. Más aún, desde un punto de vista psicológico, y dado que los
seres vivos le dan significado al mundo a través de un proceso cognitivo,37 el
espacio creado a partir de la cultura es, necesariamente, subjetivo y, por lo tanto
“requiere distancias subjetivas y no euclídeas (sic) […] y como al parecer el tiempo
tiene aquí importancia, tendrá que haber una experiencia temporal en el proceso”
(Rapoport, 1978: 118).
Como se observa, no se puede hablar del espacio sin hablar del tiempo, pero
además, como el espacio al que se refiere esta investigación es un espacio cultural,
no se puede abordar sin incluir las variables sociales esbozadas por Castells, que se
enunciaron anteriormente: político-jurídica, económica e ideológica. De lo anterior,
se puede esquematizar la manera como se aborda la problemática desde el punto de
vista espacio-temporal-cultural (Figura 1).

37
Según Rapoport, "La cognición es un proceso taxonómico y el mundo obtiene significado a través
de ser nombrado, clasificado y ordenado mediante determinados instrumentos conceptuales. Cada
cultura realiza este trabajo a su manera basándose en significados relativos, aunque existen algunas
regularidades específicas de la especie humana” (1978: 114). De los análisis que se desprenden de
la explicación de los procesos cognitivos, Rapaport concluye que “[...] el medio ambiente cognitivo
y subjetivo ha de corresponderse en algo con el medio real, ya que sin esta correspondencia la gente
ya se hubiera muerto «Sprout y Sprout, 1956». Una de las funciones esenciales de estos procesos
cognitivos es la de reducir la información y la de convertir la base caótica de un medio ambiente
cualquiera en algo manejable, predecible y mínimamente ordenado” (1978: 118).
E l e s p a c i o y e l t i e m p o | 57

Figura 1. Momento histórico

En la Figura 1 se muestra un cuadro que representa un Momento histórico,


que se entiende como la conjugación entre un Espacio físico natural determinado, un
espacio cultural -Organización social del espacio-, y la flecha del tiempo histórico.
Cuando el Espacio físico es transformado artificialmente, se convierte en un espacio
cultural creado a partir de la Organización social del espacio y que puede
manifestarse en diversos niveles, desde una forma urbana sencilla -como una aldea o
un pueblo-, hasta una más compleja -un país, el Mundo o inclusive en los tiempos
modernos, el Sistema Solar-. Por otro lado, la Organización social del espacio o
espacio cultural, puede comprenderse -a grandes rasgos- por tres esferas
interconectadas: la instancia político-jurídica, la instancia económica y la instancia
ideológica.
Ahora bien, ¿cómo se pueden estudiar los cambios espaciales a través del
tiempo? Al desarrollar un Sistema de Información Geográfica se pueden evaluar las
diferencias y similitudes entre distintos momentos históricos y, en el caso específico
de la Ciudad de México, para identificar momentos cruciales y tratar de explicar el
proceso de cambio urbano acaecido durante los primeros años de dominio español,
se dispone de información cartográfica, por ejemplo, el Mapa de Nüremberg, -que
representa la ciudad de Tenochtitlan y sus alrededores poco antes de ser conquistada
58 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

y aculturada- y el Mapa de Uppsala -que representa a la Ciudad de México veinte o


treinta años después de conquistada, durante el proceso de aculturación-. La
conjunción de estos documentos con otros datos cartográficos -que muestren una
ciudad aculturada-, con datos arqueológicos y datos históricos, permite estudiar el
proceso de cambio que sufrió la ciudad.
En este trabajo se parte del supuesto de que el proceso de transformación de
México-Tenochtitlan se puede estudiar a partir de la elaboración de un SIG que
conjunte los elementos antes mencionados –Momento Histórico, Espacio Físico,
Organización social del espacio-; sin embargo, se considera indispensable mostrar
qué es y cómo funciona un SIG para que el lector comprenda por qué es viable
emplear este tipo de sistemas en una investigación histórica.

2.1.2. Los Sistemas de Información Geográfica ¿Una forma de ver el espacio-


tiempo?
Los Sistemas de Información Geográfica se pueden definir como aquella tecnología
que proporciona una forma comprehensiva, eficiente y flexible para representar
algún fenómeno en el tiempo y en el espacio a través de cuatro elementos básicos: 1)
Equipos electrónicos (hardware); 2) Programas computacionales para el manejo de
datos geográficos (software); 3) Diversos tipos de datos que puedan ser
comprendidos y manipulados por el software (datos geográficos) y; 4) Personas
encargadas de manipular, procesar y administrar los tres elementos anteriores
(Gregory, 2005; Ortiz, 2005; Gutiérrez, 2007; Goodchild, 2008). A pesar de que su
uso es multivariado, Ian Gregory (2005) identifica tres utilidades básicas: como una
base de datos espacialmente referenciada, como una herramienta de visualización y
como una herramienta de análisis.
Según Michael F. Goodchild (2008), antes de 1990 el uso de los SIG se
limitaba a una “metáfora del mapa” porque se partía del hecho de que si la realidad
era tan compleja, era prácticamente imposible representar atributos de esa realidad
con datos cartográficos y su transformación a través del tiempo. Sin embargo,
actualmente los datos geográficos se pueden emplear como modelos orientados a
E l e s p a c i o y e l t i e m p o | 59

objetos (object-oriented model) lo que significa que es posible conferir a cualquier


dato geográfico atributos espaciales y temporales, organizados en clases
interrelacionadas. Un SIG que parte de modelos orientados a objetos presupone que
cualquier cosa en el mundo puede clasificarse a partir de sus atributos. De esta
manera, si todo puede clasificarse entonces sí es posible abstraer, aunque sea sólo
una parte, esa realidad tan compleja e introducirla en un Sistema de Información
Geográfica, rompiendo en esencia la metáfora del mapa.
Los datos que en la actualidad pueden componer un SIG pueden ser de dos
tipos: 1) Datos vectoriales y 2) Datos tipo raster (Figura 2). Los datos vectoriales
resultan de la representación gráfica de vectores definidos por pares de coordenadas
en un sistema geográfico determinado (que por su simplicidad y bajo costo de
almacenamiento en medios electrónicos, resultan ser los más utilizados). Cuando a
los datos vectoriales se les aplica un análisis espacial, se pueden distinguir tres
modelos: a) Análisis de patrones de puntos, que se refieren a la simple localización
de eventos en el espacio; b) Modelos geoestadísticos, cuando los datos se presentan
de forma continua, como una dispersión de puntos, por ejemplo, y; c) La perspectiva
lattice, que se refiere a un área que incluye una colección de datos espaciales
discretos -figurillas dentro de un cuarto, cuartos dentro de un conjunto residencial,
conjuntos arquitectónicos dentro de un sitio, etcétera -(Fonseca, 2008). Los datos
vectoriales, se dividen, a su vez, en tres tipos: puntos, líneas y polígonos.
Los datos tipo raster, por el contario, son el resultado de la digitalización de
una imagen. Este tipo está conformado por una rejilla uniforme de celdas del mismo
tamaño (píxeles), donde cada celda contiene información relativa al color del píxel y
algún otro valor asociado al mismo, como la elevación o tipo de píxel de acuerdo
con un color específico (vegetación, mancha urbana, deforestación, arena, entre
otros); sin embargo, los límites de la imagen están referenciados espacialmente
(georeferencia) por lo que cada celda tiene información espacial (Ortiz, 2005 y
Gregory, 2005). Los datos tipo raster incluyen imágenes satelitales, fotografía aérea,
modelos de elevación digital, imágenes representando el uso del suelo y, en general,
60 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

cualquier dato que pueda referenciarse espacialmente -georeferencia- con atributos


simples y regularmente que represente objetos con límites difusos.
Con el modelo orientado a objetos se puede añadir a la información vectorial,
una base de datos relacional, otorgando al grupo de objetos vectoriales diversos
atributos de clase con un identificador único. Este identificador permite relacionar
los objetos contenidos en una base de datos con otra base de datos que contenga
atributos de clase que tengan en común este identificador (Goodchild, 2008; Ortiz,
2005 y Gregory, 2005). Además, con este modelo se puede manipular y relacionar
datos que varían espacial y temporalmente, por lo que su utilidad en las ciencias
sociales puede ser enorme.
Para lograr comprender el desarrollo de las diferencias entre una ciudad y
otra, se remite a la Primera Ley de Geografía -la cual dice que todas las cosas están
relacionadas entre sí, pero las cosas más próximas en el espacio tienen una relación
mayor que las distantes (Tobler, 1970)-. Como se había señalado, al desarrollar un
SIG se pueden evaluar las diferencias y similitudes entre distintos momentos
históricos y se puede decir, con base en la importancia del tiempo para explicar las
transformaciones espaciales, que las cosas más próximas en el tiempo tienen mayor
relación que las distantes. Como se verá en las páginas siguientes, un mapa histórico
es reflejo de un momento histórico, con lo cual, al incluirlo en un SIG, se puede
estudiar el proceso de cambio en la organización social del espacio con base en un
principio de continuidad entre diversos momentos históricos que representen los
cambios que sufre un fenómeno urbano en el tiempo.
E l e s p a c i o y e l t i e m p o | 61

Figura 2. Diferentes tipos de datos que utiliza un SIG.


El modelo orientado a objetos permite vincular datos a partir de bases de datos relacionales y de
esta forma, generar datos a partir de la relación entre los objetos y sus atributos.
62 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

2.2. Los mapas históricos. Su inclusión en un Sistema de Información


Geográfica

Los mapas históricos -así llamados porque son antiguos y porque, normalmente,
representan realidades espaciales diferentes a las actuales38-, se pueden transformar
en un dato de tipo raster. Normalmente, los mapas antiguos se encuentran en medios
perecederos, como papel, madera, piel, entre otros; sin embargo, pueden encontrarse
mapas históricos que, desde su origen, fueron hechos en medios digitales, dado que
pueden considerarse mapas históricos aquéllos que representan realidades espaciales
que ya no existen o que han sido modificadas, como aquéllos que se elaboraron por
medio de SYMAP (Synagraphic Mapping System) por Howard Fisher, una
aplicación automatizada para la creación de mapas a partir de caracteres.
Un mapa elaborado por medios analógicos puede convertirse en un dato
raster, o sea, en un dato que pueda utilizarse en un SIG. Su transformación no es, en
esencia, difícil, sin embargo puede ser costosa, sobre todo cuando se intenta
transformar un mapa elaborado sobre material perecedero y antiguo. La mayoría de
las veces sólo se necesita una copia del mapa original, se escanea y, posteriormente,
se agrega a un software que admita el formato de archivo en que se guarda la
imagen. En término generales, esto es crear un dato raster: transformar una imagen
análoga en formato digital. No obstante, los mapas antiguos -e incluso la fotografía
aérea- tienen errores de origen que deforman la imagen y, la mayoría de las veces,
hacen imposible emparejar los datos vectoriales o ya georeferenciados con las
imágenes digitalizadas. Por ello, para emparejar los datos, es necesario

38
No se necesitan muchos años de antigüedad para considerar a un mapa, mapa histórico, de hecho,
un mapa de la Guía Roji con un año de antigüedad puede considerarse como tal si la información
vertida en el mismo se puede contrastar con un mapa actualizado. Un mapa histórico continuo con
menos de un día de antigüedad puede ser aquél que represente el clima o a un poblado después de
una catástrofe; en este caso, conforme aumenta la antigüedad del dato cartográfico se va
convirtiendo cada vez más en un mapa que puede utilizarse como apoyo a la investigación para
entender transformaciones espaciales, migraciones, abandono de poblados o su desaparición, entre
otras.
L o s m a p a s h i s t ó r i c o s y l a g e o r e f e r e n c i a | 63

referenciarlos espacialmente; durante la realización de dicho proceso se esta


definiendo un sistema de coordenadas para las imágenes digitalizadas. Al definir un
sistema de coordenadas, se otorga a los mapas históricos una proyección geográfica
que no necesariamente coincide con la que fueron creados. En términos generales,
una proyección geográfica es una técnica que han usado los cartógrafos para
representar en dos dimensiones, la superficie terrestre -que es tridimensional y con
forma geoide, una esfera achatada en los polos-. La única forma de representar los
mapas sin proyección sería sobre una superficie tridimensional idéntica a la de un
geoide, por tanto, por su facilidad de transporte y uso, los mapas casi siempre se
elaboran sobre una superficie plana, con lo que se establece una relación entre
puntos terrestres reales y una superficie en dos dimensiones. Los mapas históricos
no se elaboraron de la misma forma, y su proyección puede variar, así como el
sistema de coordenadas utilizado para crearlo; por tal motivo, el proceso de
georeferencia es un paso que no puede obviarse a la hora de transformar un mapa
análogo a un dato raster, porque permite unificar los datos con una proyección y un
sistema de coordenadas definidos.
La transformación de un dato análogo a un dato digital para implementarlo en
un SIG, puede resumirse de la siguiente forma:

Obtención de datos Digitalización Georeferencia


(escaneo, fotografía)

En el caso específico de esta investigación, se emplean datos raster obtenidos


de la digitalización de mapas históricos, razón por la cual, no se hablará sobre las
fotografías aéreas, ni sobre las cartas topográficas digitalizadas. Cuando se incluyen
mapas históricos dentro de un Sistema de Información Geográfica, se debe tomar en
cuenta que
• No todos los mapas históricos se elaboraron a partir de un sistema de
coordenadas conocido y pueden no contar con una proyección
definida. Algunos de estos se elaboraron a partir de la imagen que el
64 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

autor del mapa creó de un espacio determinado (como dice Rapoport


ver infra) y luego, cuando lo representó sobre un plano, es posible que
tratara de conservar las proporciones de los elementos que dibujó, con
base en distancias aproximadas o reales que conocía. Además, no
todos los sistemas de medición son universales, estandarizados o
conocidos en la actualidad.
• Por su antigüedad o porque el material en el que fueron elaborados es
frágil, no todos los mapas pueden escanearse, algunos deben ser
fotografiados.
• Los mapas históricos que se utilizan en esta investigación fueron
elaborados -en su mayoría- por indígenas y siempre se han catalogado
como representaciones aproximadas del espacio, por lo que pocas
veces se han tratado de emparejar con un mapa moderno con
“precisión” cartográfica. Lo anterior indica se desconfía de los
métodos utilizados en la cartografía indígena, y se privilegia la
cartografía europea por considerar que presenta proyección y una
supuesta precisión en la representación de los datos. Dependiendo de
la proyección empleada para dibujar un mapa, la superficie
representada puede deformarse lo suficiente para llegar a pensar que
un mapa no es preciso. Por ejemplo, a pesar de que la proyección de
Mercator representa de forma inverosímil la superficie real de los
continentes, es un ejemplo de cartografía precisa.
• Georeferenciar cualquier dato raster supone un gran reto, sobre todo
cuando la imagen original presenta deformaciones de origen; peor aún
cuando se trata de un mapa histórico y se cuenta con sólo algunos
puntos que se pueden identificar y relacionar con un mapa
georeferenciado. Pues bien, se debe considerar que un mapa histórico
no siempre se empalma con los datos de manera óptima, siempre habrá
errores y se debe tener conciencia de ello.
L o s m a p a s h i s t ó r i c o s y l a g e o r e f e r e n c i a | 65

Georeferenciar un dato raster hace posible medirlo espacialmente en relación


con la superficie terrestre o hacer comparaciones entre datos raster y datos
vectoriales, pero como se puede observar, no es un proceso sencillo; resulta
indispensable ser consciente de su proyección original, del contexto en el que fue
elaborado y de las transformaciones que sufrirá cuando se re-proyecte y
georeferencie en un sistema de coordenadas conocido. A continuación, teniendo en
cuenta estas consideraciones, se hablará en detalle sobre la georeferencia y sobre las
proyecciones, para después, especificar la forma como se relacionan los diferentes
tipos de información que se utilizan en este trabajo.

2.2.1. La georeferencia

Si el desarrollo tecnológico de la especie humana no hubiera producido


computadoras o algo similar a ellas, los Sistemas de Información Geográfica no
existirían, o al menos, no como se conocen. La cantidad de operaciones matemáticas
que una computadora lleva a cabo cuando se procesa información es enorme. De la
misma forma, definir un sistema de coordenadas en una proyección determinada
para un mapa histórico -cuya proyección y sistema de coordenadas se ignora-,
requiere de diversas operaciones matemáticas, y éstas sólo pueden realizarse si se
dispone de un sistema computacional y un software capaz de procesarlas; un
software como el que se utiliza en esta investigación: ArcMap, el cual es un
programa para el manejo de datos geográficos, denominado por antonomasia
programa GIS o SIG, justamente porque permite elaborar un Sistema de
Información Geográfica.
Este programa entre sus múltiples herramientas, incluye una para
georeferenciar datos raster llamada Georeferencing, la cual permite alinear y
corregir datos provenientes de fotografía aérea, imágenes de satélite y, por supuesto,
mapas históricos:
66 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

Cuando se georeferencia un grupo de datos raster, se define su localización usando


coordenadas de mapa y asignando un sistema de coordenadas. Cuando se
georeferencian los datos raster pueden verse, consultarse y analizarse con otros datos
geográficos (ESRI, 2008). 39

Un mapa histórico -elaborado antes del descubrimiento-invención de la


fotografía aérea- difícilmente puede ser alineado a la perfección porque es común
que la escala representada, los ángulos, las distancias y la dirección del mapa sean
imprecisos (Rumsey y Williams, 2003). Además, según David Rumsey y Meredith
Williams (2003), al georeferenciar un mapa se debe tener en cuenta que no
necesariamente se mejora o se hace más preciso; de hecho, como apunta Ian N.
Gregory (2005), el simple hecho de escanear, digitalizar40 y georeferenciar cualquier
dato raster, es fuente de errores espaciales, y además, es necesario considerar los
errores de precisión que devienen del propio personal encargado de digitalizar los
datos.
Cuando se inicia el proceso de georeferencia (Figura 3), el programa SIG
concibe los pixeles de una imagen como puntos cartesianos, donde las coordenadas
0,0 se sitúan en la esquina inferior izquierda. Cada pixel se relacionará con otro par
de coordenadas del mapa base que ya está referenciado espacialmente; luego, con
uno y dos puntos se localiza la imagen y, automáticamente, se orienta. Sin embargo,
es necesario, por lo menos, un tercer punto para que la imagen pueda ser ajustada a
la proyección del mapa base. Cuando se asignan al menos tres puntos y el mapa no
se deforma y sólo se adapta al sistema de coordenadas, se utiliza un proceso de
transformación llamado polinominal de primer orden. El objetivo de vincular el
último pixel ajustado, o sea a partir del tercero, es poder derivar una fórmula general
que pueda aplicarse a todos los pixeles para que tengan una relación espacial con el

39
La traducción es mía. “When you georeference your raster dataset, you define its location
using map coordinates and assign a coordinate system. Georeferencing raster data allows it to
be viewed, queried, and analyzed with other geographic data” (ESRI, 2008).
40
Digitalizar entendido no como transformar en digital datos analógicos (transformar en datos
binarios la imagen de un mapa sobre papel), dado que esto es lo que hace un escáner, sino en el
sentido de convertir el dato digital (dato raster) y transformarlo a vectores a partir de un dispositivo
digitalizador como una pluma o un ratón. En inglés se usa la palabra digitise.
L o s m a p a s h i s t ó r i c o s y l a g e o r e f e r e n c i a | 67

Mapa Base
Imagen raster
sin georeferencia

Transformación polinomial

Dato raster georeferenciado


de segundo orden

Transformación polinomial
de tercer orden

Transformación de primer orden


(Afinación)

Figura 3. Georeferencia y tipos de transformaciones.


En esta imagen podemos observar cómo funciona la georeferencia y los diferentes tipos de transformación que
puede sufrir el dato raster dependiendo del número de puntos que se desee alinear y la deformación que la
imagen original puede tener.

sistema de coordenadas del mapa base. Con más de 6 puntos, la transformación


polinominal puede ser de segundo orden, y con más de 10, de tercer orden. Los
mapas en papel que están elaborados en una proyección determinada conocida y que
fueron escaneados sólo necesitan una transformación de primer orden, aunque una
imagen sin proyección definida u obtenida con medios fotográficos rústicos o
incluso las fotografías aéreas, necesitan transformaciones polinominales de segundo
o tercer orden porque el lente de las cámaras produce imágenes que se deforman del
centro a las orillas. En el caso de los datos raster que presentan imágenes curvas o
con inclinaciones (bent), también se puede requerir una transformación polinominal
de segundo y tercer orden (Gregory, 2006 y ESRI, 2008).
Cuando se vinculan tres puntos, la ecuación matemática usada con una
transformación de primer orden puede mapear cada punto exactamente a su objetivo,
encogiendo, agrandando, girando y, algunas veces, deformando la imagen al grado
de que parezca un romboide. Cuando se añaden más de tres puntos, cada vínculo
introduce errores o residuos, que se distribuyen a través de todos los vínculos. No
obstante, ESRI (2008) sugiere añadir más de tres puntos porque si un vínculo está
mal posicionado, tiene mayor impacto en la transformación (y por eso la imagen
68 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

puede parecer un romboide). Bajo los mismos fundamentos, aún cuando el error
puede incrementarse cuando se añaden más puntos, la precisión general de la
transformación se incrementará también.

Entre mayor sea el nivel de transformación -orden-, más compleja es la distorsión que
puede ser corregida, sin embargo, las transformaciones de mayor orden son raramente
necesitadas. Este tipo de transformación requiere más vínculos y, por tanto,
progresivamente involucra más tiempo de procesamiento. En general, si los datos
raster necesitan ser redimensionados o escalados y rotados, se usa la transformación de
primer orden, pero si los datos deben ser inclinados o curvados, se usa una
transformación de segundo o tercer orden (ESRI, 2008).41

Otro tipo de transformación es la que se denomina spline -la cual puede


considerarse como una transformación de cuarto orden-, que logra corregir casi
todos los errores, posicionando exactamente cada vínculo en el mapa base. Esta
técnica sólo gana detalle a nivel local, porque los pixeles que estén lejos de los
puntos de control pueden no ser ajustados correctamente; por eso, para incrementar
la exactitud y evitar deformaciones innecesarias, se necesita una gran cantidad de
puntos de control y cercanía entre ellos. Como se puede observar en la , entre mayor
es el nivel de transformación, mayor es la deformación del mapa original; sin
embargo, la transformación spline es útil cuando se necesita georeferenciar puntos
que deben ser registrados con precisión.
Los desfases entre el mapa base y el dato raster -perceptibles a través de los
puntos de control- son medidos por la herramienta georeferencing, interpretados
como errores o residuos y computados tomando la suma de la raíz cuadrada media -
RMS por sus siglas en inglés, Root Mean Square- de todos los “residuos”,
obteniendo el error RMS (Gregory, 2006 y ESRI, op. cit.). Este valor indica la
consistencia de los datos, o sea, qué tan correlacionados están con los datos del
mapa base. Sin embargo, se debe considerar que un bajo índice RMS no es reflejo
41
La traducción es mía. “The higher the transformation order, the more complex the distortion that
can be corrected. However, transformations higher than third order are rarely needed. Higher-order
transformations require more links and, thus, will involve progressively more processing time. In
general, if your raster dataset needs to be stretched, scaled, and rotated, use a first-order
transformation. If, however, the raster dataset must be bent or curved, use a second- or third-order
transformation” (ESRI, 2008).
L o s m a p a s h i s t ó r i c o s y l a g e o r e f e r e n c i a | 69

de un registro preciso, de hecho entre más puntos de control se usen, la


transformación polinomial convertirá con mayor precisión los datos de origen a
coordenadas de base. Además, la transformación spline y de ajuste dan un RMS de
cero o cercano a cero; no obstante, eso no significa que los datos estén bien
georeferenciados (ESRI, op. cit.).
Por ello, Rumsey y Williams (2003) no se equivocan al decir que se gana
conocimiento cuando se procesan los mapas históricos para incluirlos en un SIG,
aunque también se pierde algo si el mapa original no es representado en
comparación con su tamaño real, proporciones y cualidades; inclusive sugieren que
el investigador incluya en las publicaciones, tanto el mapa deformado
(georeferenciado) como la imagen del original.
Al georeferenciar un mapa histórico, seguramente habrá errores y en
ocasiones, graves. Por tal motivo, no debe perderse de vista cualquier dato que
ayude a realizar un buen trabajo de georeferencia -como documentos históricos o
arqueológicos- que permitan identificar puntos de referencia y que ayuden a mostrar
las diferencias y similitudes entre un mapa histórico y un mapa moderno. Además,
aunque un mapa histórico refleje una realidad espacial de forma precisa, las formas
de elaborar un mapa producen distorsiones y, por tanto, las proporciones o escalas
pueden variar con respecto a esa realidad espacial representada.
Con la herramienta de georeferencia es posible evaluar el grado de exactitud
que un mapa histórico puede tener con respecto al espacio “real” representado y, con
ello, otorgar al mapa histórico de un dato implícito de relevancia arqueológica, como
identificar restos arqueológicos a partir de su localización espacial en un mapa
histórico. El método de proyección utilizado en esta investigación hace
prácticamente imposible reproyectar un mapa histórico a un sistema de coordenadas
moderno conocido; sin embargo, las herramientas de transformación de
georeferencing, permiten deformar los mapas sin que se pierda su referencia
espacial y, además, se puede conocer y evaluar el grado de error (RMS) de nuestros
datos.
70 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

2.2.2. Sobre las proyecciones geográficas

Los mapas son una representación de la realidad o una forma de representarla, no


más. Por elaborado que un mapa pueda ser -aún aquellos mapas sofisticados que
pueden visualizarse con ayuda de Google Earth- no son capaces de mostrar toda la
complejidad de la realidad; por tanto, sólo pueden considerarse como una
representación de la misma.42 En un mapa, por ejemplo, se puede representar
cualquier tipo de población, su ubicación e, incluso, su movilidad, pero difícilmente
podría representarse su forma de vida o sus costumbres. Además, a decir de Silvina
Quintero (2000), si se piensa en los mapas como íconos, no debe olvidarse que no
reflejan, en un espacio más pequeño, un modelo “capturado”, sino que plasman un
modelo que ha sido reconfigurado para “formar un nuevo objeto”:

Todo ícono transforma los significados imputados a lo real y construye nuevos


significados a través de la imagen nueva de lo real […]. Los símbolos no representan
directamente "la cosa", sino una representación conceptual que tenemos de "la cosa".
El ícono congela, recorta, selecciona y simplifica una cierta representación conceptual
de lo real que se toma como modelo para imaginar el objeto ("real") como símbolo
gráfico (Quintero, 2000: 192-193).

Por ello, la cartografía se puede definir como “el conjunto de documentos que
de una manera selectiva, abstracta y simbólica, representan los rasgos físicos y
ficticios de la superficie de la Tierra” (Alegre, 1995: 307), pero además, se “concibe
ante todo como una herramienta que permite a los sujetos ver su propia posición en
un espacio de relaciones” (Quintero, 2000: 187),43 y en tanto que los mapas son
hechos por sujetos, no sólo tienen imperfecciones, sino que además son subjetivos
(Pickels, 2004).44 Hace algunos años, se pensaba que un mapa tenía que ser

42
“La representación cartográfica es selectiva, por cuanto no es posible introducir todos los rasgos
físicos o ficticios del ámbito geográfico cartografiado. La selección de rasgos efectuada por el
cartógrafo dependerá de la finalidad para la cual se ha producido” (Alegre, 1995: 307). También
puede verse Pickles (2004) y Quintero (2000).
43
Una definición más ortodoxa se encuentra en Errázuriz et al.: “una representación exacta y
detallada de la superficie terrestre, referente a la posición, forma, dimensiones e identificación del
terreno, así como de los objetos concretos que se encuentran permanentemente sobre él" (1988: 16).
44
“El objeto ante la cámara dibuja su propia imagen a través de una operación óptica y un proceso
químico. La imagen en un mapa es dibujada por manos humanas, controladas por las operaciones
L o s m a p a s h i s t ó r i c o s y l a g e o r e f e r e n c i a | 71

absolutamente fiel a la realidad y el trabajo cartográfico debía ser objetivo


irremediablemente; sin embargo, como hace constar John Pickles, en los últimos
años la elaboración de mapas está sufriendo una crisis (Pickels, op.cit.: 27-59),
porque la objetividad cartográfica ha sido seriamente cuestionada (cfr. Quintero,
2000; Pickels, op. cit.). Desde el momento en que se produce una proyección,
inevitablemente se generan distorsiones (Pickels, 2004), pues esta acción consiste en
aplanar la superficie del globo, reproducir una región de la Tierra o la Tierra misma
en una superficie plana (mapa, plano o pantalla). Sin embargo, algunos autores -
como Alegre- consideran que un mapa sí puede alcanzar la objetividad. Para ello
propone que un mapa debe permitir controlar la métrica del documento, la
proyección y la escala, porque de lo contrario, el dominio de la cartografía abarcaría
“cualquier representación selectiva, abstracta y simbólica de la superficie terrestre
[…] desde las magníficas panorámicas renacentistas de ciudades, hasta los mapas
mentales utilizados para el estudio de la percepción del espacio” (op.cit.: 312). Para
otros -como Quintero- “la adopción de algunas de estas convenciones
representacionales frente a otras obedeció, en gran medida, a la elección de aquellas
herramientas de medición que fueran más adecuadas a estos usos prácticos y
estratégicos de la cartografía [‘los inicios de las aventuras colonialistas’]” (op. cit.
203), y sabido es que occidente ha impuesto convenciones. Dicho de otra forma ¿por
qué saber la proyección del mapa, la escala o la métrica? ¿Acaso desde que el
hombre ideó dibujar algo que representara un espacio terrestre, ideó las

de una mente humana «Wright 1966: 33». Cada mapa, entonces, es un reflejo en parte de realidades
objetivas y en parte de elementos subjetivos…Ningún mapa…puede ser completamente objetivo”
(La traducción es mía; Pickels, 2004: 36), “The object before the camera draws its own image
through the operation of optical and chemical processes. The image on a map is drawn by human
hands, controlled by operations in a human mind' «Wright 1966: 33». 'Every map is thus a
reflection partly of objective realities and partly of subjective elements ... No map ... can be wholly
objective' «Wright 1966: 33»).Y cabría preguntarse si el que una máquina inventada por el hombre
con capacidades determinadas por la programación de los hombres, para que realice ciertas tareas
enmarcadas por los límites que el hombre le puso, podría considerarse totalmente objetiva. Incluso,
aunque existiera inteligencia artificial y sin leyes de la robótica como en Fundación de Isaac
Asimov, el hecho de que un robot piense por cuenta propia podría considerarse subjetivo. Con leyes
de robótica, la objetividad regresaría al humano, con lo que el círculo vicioso de la objetividad
absoluta es tan pequeño que podrían darse miles de vueltas en poco tiempo.
72 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

proyecciones, la escala y la métrica? Si, como dice Rapoport, los animales


construyen su espacio a través de un proceso cognitivo (ver supra) y este espacio
creado a partir de la cultura es, necesariamente, subjetivo y, por lo tanto, requiere
distancias subjetivas y no euclidianas, entonces, ¿por qué pensar que la única forma
de representar el espacio de forma precisa es a través de una proyección cuya
métrica y escala pueden ser controladas? Por otro lado, ¿cómo puede medirse la
precisión de un mapa? ¿En qué sentido es preciso? ¿Es preciso porque es útil o a
caso porque refleja fielmente un espacio? Por ejemplo:

La [Proyección] de Mercator permitía conservar los ángulos y posiciones, mientras que


distorsionaba las magnitudes y distancias. Otras proyecciones conservan las
magnitudes de áreas y distancias, lo que podría parecer más relevante a nuestro sentido
común “correspondentista”. Sucede que la distorsión en los mapas de Mercator sólo
empieza a producirse a partir de las 250 millas, lo que permitía, en la era de la
navegación por mar, corregir las mediciones que se hacían sobre la posición de barcos
propios y ajenos con el margen de distancia-tiempo suficiente para impedir cualquier
avance inadvertido del enemigo. En cambio, aquellas proyecciones que conservan las
superficies y distancias, distorsionan los ángulos y por lo tanto las posiciones. La
llamada “fidelidad angular” de la proyección Mercator basa su éxito en su carácter
estratégico para organizar un sistema comercial y militar basado en la navegación
marítima (Quintero, 2000: 203).

Entonces, ¿qué hace que un mapa sea preciso, exacto? Aparentemente, no es


la proyección, ni la escala, ni la distorsión, ni la métrica. Parece, en cambio, que un
mapa es preciso cuando tiene correspondencia con una realidad construida
culturalmente y que al mismo tiempo, sea reflejo de un particular sistema de
medición y representación de esa realidad. Se dice que la proyección de Mercator es
imprecisa y tendenciosa porque exagera los tamaños de los países al norte del
ecuador, como glorificando Europa al ponerla al centro de su mapa (Quintero,
op.cit.: 204).45 Sin embargo, la controversia sobre lo tendencioso de la proyección es
relativamente reciente, tal vez no más de 100 años; y entonces, cabría preguntarse si
Mercator (casi 400 años antes), efectivamente, deseaba representar Europa más
45
Sobre los mapas propaganda véase Pickels, op.cit.: 37-47; sobre Mercator y su proyección
“tendenciosa” puede verse Gómez Gutiérrez, 2008. Tan colonialista en mi desdén, La Insignia,
Madrid, 5 de septiembre del 2006, Sitio Web, consultado en agosto de 2008:
http://www.lainsignia.org/2006/septiembre/cul_010.htm
L o s m a p a s h i s t ó r i c o s y l a g e o r e f e r e n c i a | 73

grande que el resto de los continentes considerando que en aquella época ni se


conocía todo el mundo ni se sabían con certeza las superficies de los continentes
(Figura 4).

Figura 4. Mapamundi de Rumold Mercator.


Este mapa fue dibujado en 1587 (publicado en 1595) por Rumold Mercator, el hijo de Gerard
Mercator, a partir de un mapa de su papá de 1567. Como se puede observar, el ecuador está en el
centro y, en efecto, pareciera que hacia el sur los continentes se hacen más pequeños, volviéndose a
agrandar hasta la Antártida que se ve descomunalmente grande. En efecto, años después este mapa
fue conveniente para los imperialistas; sin embargo, es imposible afirmar que las intenciones de
Mercator eran igualmente imperialistas (tomado de Wikipedia contributors, 2008).

En efecto, un mapa es una construcción cultural que, normalmente, proyecta


lo que el cartógrafo quiere representar o lo que las convenciones creen que vale la
pena plasmar. El mensaje de un mapa no se transmite como por arte de magia, un
mapa se lee culturalmente, históricamente; el sujeto que visualiza el mapa puede o
no, entender el mensaje implícito. A decir de Pickels, “un mapa es neutral hasta ser
74 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

activado dentro de un contexto específico” (op. cit.: 47).46 Los mapas no se explican
a sí mismos, así como el cartógrafo les da vida y sentido, el lector también les da
vida y significado. Los mapas son interpretables y si la cartografía es un reflejo
selectivo de la realidad, ¿cómo saber lo que un mapa omite, inventa, exagera o
ignora? Tal vez la única forma de saberlo, es interpretándolo, tratando de darle un
nuevo sentido sin que, por ello, el mapa pierda su integridad y precisión: en tanto
que un mapa tenga correspondencia con la realidad, se puede decir que es preciso y
útil y, por tanto, susceptible de manipularse para medir distancias euclidianas. El
cartógrafo muestra una parte del mundo, esa realidad construida que fue
selectivamente sesgada por él, pero puede dejar pistas que al ser rastreadas permiten
reconstruir lo que él no quiso o no pudo mostrar.
Por tanto ¿qué es proyectar? Categóricamente, proyectar es representar una
parte de la superficie terrestre sobre una superficie plana y, dado que la superficie
terrestre tiene la forma de un geoide, no hay forma de representar en plano la
tridimensionalidad sin evitar la deformación, es por ello que algunas proyecciones
modernas, a partir de modelos matemáticos, han tratado de resolver “la cuadratura
del círculo”.47 En esta definición de ninguna forma se excluyen los mapas sin
proyección aparente que algunas culturas han desarrollado, pues el no conocer la
forma como proyectaron la superficie del globo en una superficie plana, no significa
que las proporciones y medidas de esos mapas no correspondan con la realidad,
además, las formas de representar un espacio determinado pueden ser tan variadas
como variables son las culturas. El grado de correspondencia entre los mapas “sin
proyección” o paisajísticos y la realidad representada, se puede evaluar a partir de su
inclusión en un Sistema de Información Geográfica porque, considerando que al
utilizar este sistema se parte de distancias euclidianas basadas en una proyección
geográfica conocida, el grado de deformación que pueda presentar un mapa

46
La traducción es mía: “maps are neutral until activated within a specific context”.
47
Sobre las proyecciones geográficas y la cartografía en general se puede consultar Larousse
Temático (1995); Gran Diccionario de las Ciencias. En color, (1987); “Proyección Geográfica” en
Google (http://www.google.com); Alegre (1995) y Silva (2001).
L o s m a p a s h i s t ó r i c o s y l a g e o r e f e r e n c i a | 75

georeferenciado puede indicar, al mismo tiempo, el grado de correspondencia con la


realidad. De facto, lo que aquí se pretende, es mostrar que algunos mapas históricos
sin proyección aparente, como el Mapa de Uppsala, son tan precisos y tan valiosos
cartográficamente, como cualquier documento cuya precisión está basada en
convenciones modernas. Dicho de otro modo, los mapas cuyo valor artístico e
histórico impiden ver su valor geográfico, pueden ser útiles en la investigación
arqueológica porque es posible realizar una prospección a través del objeto, una
prospección diacrónica y sincrónica, que permita reconstruir un contexto
arqueológico a partir de una excavación cartográfica.

2.3. Cómo se hizo lo que se hizo

En la Figura 1 se muestra un esquema que representa un momento histórico. Se ha


señalado que éste se da en un espacio físico definido que puede ser desde una forma
urbana sencilla -como una aldea o un pueblo-, o una más compleja - un país, el
Mundo o inclusive en los tiempos modernos, el Sistema Solar-. Por otro lado,
también se mencionó que la organización social del espacio (espacio cultural),
inmersa en un espacio físico, puede comprenderse, a grandes rasgos, por tres esferas
interconectadas: la instancia político-jurídica, la instancia económica y la instancia
ideológica. Cuando se introduce información en un SIG, se trata de abstraer la
realidad para simplificarla lo más posible, dependiendo de los objetivos que se
persigan; como ya se mostró, esta realidad al simplificarse debe convertirse en
puntos, líneas, polígonos e imágenes raster. Durante o después del proceso de
conversión, se otorgan cualidades a este tipo de datos para describirlos o
identificarlos con relación a otro tipo de datos. Normalmente, cuando se trabaja un
SIG, se deben agrupar los datos por tema, por visibilidad y por tiempo, esto es,
elaborar un conjunto de datos (data set o data frame) agrupados por tipo
dependiendo de la visibilidad, con información que es compartida temporalmente.
Cada conjunto de datos debe corresponder a un contexto específico, pudiéndose
caracterizar, de esta forma, un momento histórico con un conjunto de datos
76 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

específico ( ). Un mapa histórico es una representación de un momento histórico y,


como tal, incluye diversas capas fusionadas y, probablemente, encriptados que son
susceptibles de análisis, partiendo del supuesto de que contienen información
implícita relativa a las esferas para entender lo social. Cada capa de información es
independiente porque se usan diversos tipos de datos (un río, por ejemplo, será una
línea, mientras un lago un polígono). En general, a todo este cúmulo de información
se le puede llamar conjunto de datos, caracterizados porque están contextualizados
en un tiempo y espacio definidos.
Como se puede observar, al aplicar dicho modelo a un mapa histórico no es
necesario preocuparse por la obtención del conjunto de datos, sino por discriminar
sus capas de información para “regenerarlas”, o sea, dibujarlas con ayuda de un SIG
para poder analizarlas, teniendo en cuenta que se hacen presentes las esferas
económica, político-jurídica e ideológica, porque se considera que un mapa es ante
todo una construcción social y sólo tiene sentido dentro de un contexto específico.
Por lo tanto, se considera a los mapas históricos como un conjunto de datos que
representan un momento histórico y que son susceptibles de ser analizados a partir
de un Sistema de Información Geográfica. Pero, ¿de qué forma son analizados?
Se ha señalado que el espacio es relativo al tiempo y viceversa, además, se
sabe que lo social es una construcción a través del tiempo y, por ende, toda sociedad
es histórica. Para comprender un proceso diacrónico es necesario comparar
diferentes conjuntos de datos si la intención es analizarlo a través de un SIG.
Piénsese en un conjunto de datos como una instantánea histórica (momento
histórico) que tiene sentido en un contexto determinado con un desarrollo específico.
Si se tiene más de un conjunto de datos, siguiendo un proceso “normal” de
agrupamiento, cada conjunto representaría un momento determinado porque los
datos estarían agrupados en función de que compartieran una variable temporal
común, por tal motivo, es posible ordenarlos por temporalidad como si fueran
estratos geológicos, donde los datos más antiguos estarían en los niveles más bajos y
los más recientes en el nivel más alto.
C ó m o s e h i z o l o q u e s e h i z o | 77

En el presente trabajo, los estratos cartográficos se componen esencialmente


de mapas históricos que fueron georeferenciados y no fue necesario redibujarlos o
vectorizarlos para discriminar las diversas capas de información que un mapa puede
tener –topografía, hidrografía, fronteras, uso de suelo o caminos-.48 En el caso del
Mapa de Uppsala, el proceso de georeferencia para transformarlo en un estrato
cartográfico consistió en la identificación de edificios, calles y acequias que se
conservaban en mapas posteriores que se pudieron localizar gracias al estudio de
diversos autores (Toussaint et al., 1990; Mier y Terán, 2005 y Calnek, 2003; entre
otros); una vez georeferenciado -y observando la correlación espacial con elementos
posteriores- se realizó un ejercicio de vectorización para ejemplificar los alcances
que puede tener la georeferencia de un mapa histórico para un estudio más
minucioso que requiera analizar con detalle diversos atributos del mapa.
Para este caso específico, este procedimiento sirvió como base para realizar
ciertos análisis de correlación entre los elementos que se observan en el Mapa de
Uppsala y otras capas de información para apoyar las pruebas de hipótesis que se
desarrollan en el Capítulo 4. Aunque el ejercicio de georeferencia fue suficiente
para dar sentido algunas de las hipótesis planteadas, la construcción de una base de
datos asociada al archivo de vectores -donde se describen algunos elementos
arquitectónicos y urbanos del Mapa de Uppsala, con base en la metodología para la
descripción de elementos arqueo-arquitectónicos desarrollada por Patiño (1994;
Comunicación personal, 2008)- permitió un acercamiento más profundo al mapa y
con ello, un mejor reconocimiento de ese estrato cartográfico.

48
El Mapa de Uppsala fue el único que se vectoriza. Ver Capítulo 3 apartado 3.4.2.2. Georeferencia
y vectorización: Transformando el Mapa de Uppsala al lenguaje de los SIG.
78 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

Figura 5. Algunas características del Momento Histórico plasmado en un mapa histórico.


C ó m o s e h i z o l o q u e s e h i z o | 79

Se llama estrato cartográfico al conjunto de datos raster o vectoriales que


sirvan para representar un momento histórico y cuya característica en común sea la
temporalidad. La información contextual del estrato cartográfico puede ser parte
integral del SIG, pero no necesariamente dado que algunos datos (en este caso,
arqueológicos e históricos) que deben tenerse en consideración para el análisis
sincrónico del estrato, por su naturaleza, no puedan ser incluidos en una base de
datos relacional. En términos generales, se hará una suerte de décapage horizontal.49
De la misma forma, cierta información contextual, implícita o explícita, que
sirva para desarrollar el análisis diacrónico, debe estar presente en la mente del
investigador, aunque su inclusión al SIG resulte imposible. A diferencia del análisis
sincrónico, cuando se desarrolla un estudio de cambio cultural a través de los mapas
-estudio diacrónico-, el estudio no se centra en las cualidades del dato cartográfico,
sino en el valor cartográfico del mapa en sí, lo que significa que debe haber una
correspondencia espacio-temporal entre los estratos cartográficos. Si se usan mapas
históricos, éstos deben ser susceptibles de ser georeferenciados en un sistema de
coordenadas conocido para poder hablar de una correspondencia espacio-temporal.
“Cada mapa representa la situación en el momento en que se hace y, por lo tanto, es
comparable con otros más antiguos o más modernos” (Litvak, 2000: 62). En este
sentido, se pretende desarrollar una excavación estratigráfica, tratando de reconstruir
la historia cultural de un espacio.50
Ramírez (2008) señala que ambas perspectivas –sincrónica y diacrónica- no
constituyen extremos antagónicos de una antinomia epistemológica irreconciliable y
el hecho de que, históricamente, haya ganado en occidente el método diacrónico, no
49
Una excavación etnográfica en términos de André Leroi-Gourhan, con lo cual se intenta
“‘despejar’ la superficie para facilitar la observación y la interpretación de determinadas
características estructurales progresivamente reveladas [construyendo] múltiples superficies a partir
del análisis de un único sol d’habitat […] encaminadas a revelar las facetas sincrónicas que
conforman su compleja estructura” (Ramírez, 2008: 132-133). Décapage horizontal o “despeje
horizontal” es la técnica utilizada por André Leroi-Gourhan y que tiene por principio rector la
chaîne opératoire o cadena operatoria. Sobre la cadena operatoria desde el punto de vista de la
historia intelectual, cfr. Ramírez, 2008.
50
Similar a la méthode de Bordes Para un acercamiento a este método desarrollado por François
Bordes, desde el punto de vista de la historia intelectual cfr. Ramírez, 2008.
80 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

significa que la única aproximación arqueológica posible sea la estratigráfica. Tanto


el análisis sincrónico como el análisis diacrónico, deberían estar presentes en toda
labor arqueológica. Una forma de poder conciliar ambas perspectivas puede partir de
la identificación de indicios que permitan hacer una correlación diacrónica entre
diferentes momentos históricos y que puedan estudiarse sincrónicamente.
En el famoso artículo de Carlo Ginzburg, Huellas: Raíces de un paradigma
indiciario, se dice que los historiadores, arqueólogos, geólogos, astrónomos y
paleontólogos, aplican el “método de Zadig […] capacidad de hacer profecías
retrospectivas”, porque, dice Ginzburg, “cuando las causas no son reproducibles, no
queda más alternativa que inferirlas desde los efectos” (Ginzburg, 2003a: 139). Es
obvio que no se puede reproducir la Conquista de México y que entonces,
prácticamente cualquier trabajo de investigación sobre este tema es un trabajo de
inferencia o de deducción. Cuando Carlo Ginzburg habla sobre una fábula sobre tres
hermanos que describen a un animal que nunca han visto, dice que los tres son
depositarios de un saber de tipo venatorio (relativo a la caza) y que lo que
caracteriza a este saber es “la capacidad de remontarse desde datos experimentales
aparentemente omitibles (sic) hasta una realidad compleja no directamente
experimentada” (Ginzburg, 2003a: 108). Para conocer las intenciones y comprender
una pintura o un texto acompañado de un mapa, es necesario un modelo
epistemológico basado fundamentalmente en el diagnóstico de los indicios que un
documento pueda ofrecernos (Ginzburg, 2003a). Carlo Ginzburg le llama a esta
forma de saber, paradigma indiciario. En términos generales, la escuela de
arqueología mexicana enseña que un arqueólogo va en busca de pistas para poder
armar argumentos lógicos y coherentes que tengan correspondencia con la realidad,
como Sherlock Holmes, diría Jaime Litvak. Y aunque el ejemplo sobre el proceder
del arqueólogo ha cambiado de Sherlock Holmes y Watson a Gil Grissom y
Catherine Willows de CSI, la idea es la misma: armar rompecabezas enteros con
sólo unas cuantas piezas, con indicios.
C ó m o s e h i z o l o q u e s e h i z o | 81

En este trabajo se trata, entonces, de hacer una excavación cartográfica


sincrónica que permita relacionar, diacrónicamente, por medio de un SIG, dos
estratos cartográficos -el Mapa de Nüremberg y el Mapa de Uppsala- con el
propósito de reconstruir arqueológicamente la destrucción de México-Tenochtitlan.
Es común pensar que la arqueología se hace excavando mas no es del todo cierto -
diría Jaime Litvak-, porque en muchas ocasiones ni siquiera es recomendable
excavar (Litvak, 2000.), por lo tanto, si “el arqueólogo es generalmente un buen
cartógrafo y está capacitado para leer, interpretar y hacer mapas y planos” (Litvak,
op. cit.: 61), ¿por qué no excavar cartográficamente? Que sea, excavar sin excavar.

2.3.1. El objeto de estudio: De la destrucción de Tenochtitlan a la Ciudad de


México.

En esta investigación se considera a la Ciudad de México como un contexto


arqueológico susceptible de ser excavado cartográficamente. A partir de la creación
de un SIG con el software ArcMap de la empresa ESRI, incluido en la suite
informática ArcGIS, es posible retroceder en el tiempo y recrear las
transformaciones de un espacio urbano, georeferenciando los mapas más recientes y,
posteriormente, con ayuda de puntos en común, georeferenciar -hasta donde sea
posible- los mapas más antiguos. Se estudiaron las partes que integran el mapa de la
ciudad para poder distinguir transformaciones en el uso de los espacios y, de esta
forma, generar un modelo de cambio metropolitano. Luego, dado que el objeto de
estudio es la Ciudad de México en los años subsecuentes a la Conquista -siglo XVI-,
se prestó más atención a los mapas de esta época. Dichos mapas se agregaron al SIG
y -en el caso específico del Mapa de Uppsala y el Mapa de Nüremberg-, algunos de
sus rasgos se dibujaron -con ayuda del software- para reducirlos a vectores (puntos,
líneas y polígonos).
El mapa más antiguo incorporado al SIG, con precisión cartográfica y
representación de elementos urbanos y arquitectónicos reconocibles en mapas
82 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

posteriores es el Mapa de Uppsala.51 Su inclusión al SIG permitió conocer la


configuración urbana a partir de la cosmovisión de un tlacuilo52 tlatelolca a no más
de 20 años de la Conquista. Al combinar y analizar la información cartográfica con
el registro arqueológico e histórico fue posible reconstruir parte del proceso de
desmantelamiento de la ciudad mexica. Con este sistema se puede comparar la
ciudad del siglo XVI con la ciudad del siglo XXI a través de los adelantos
tecnológicos, las excavaciones recientes, las reconstrucciones hipotéticas de la
ciudad de México-Tenochtitlan y los estudios históricos. El Sistema de Información
Geográfica quedó construido a partir de diversos datos cartográficos, que van desde
fotografías aéreas de la Ciudad de México y mapas históricos, hasta datos
vectoriales y raster que se obtuvieron de distintas fuentes,53 entre las que se
incluyen: los datos que arrojó una topografía54 a cargo del Dr. Gerardo Gutiérrez
Mendoza -en la región que se supone ocupó el Recinto Sagrado de México-
Tenochtitlan- realizada entre el 27 de mayo y el 3 de junio de 2007 para identificar
variaciones en el terreno producidas por las edificaciones prehispánicas y; el modelo
de elevación digital elaborado por la NASA a través de la Shuttle Radar Topography
Mission.
Para elaborar el sistema, también se consideraron documentos de la época
que se refieren a la ciudad de Tenochtitlan y su conquista, como las Cartas de
Relación de Hernán Cortés, los Documentos cortesianos, publicados por José Luís
Martínez, la Historia Verdadera de la Conquista de Nueva España de Bernal Díaz
del Castillo, los Anales de Tlatelolco, los Diálogos de Francisco Cervantes de
Salazar y las Actas de Cabildo de la Ciudad de México, publicados entre 1889 y
1913 por Ignacio Bejarano.
51
Más delante se hablará de este mapa, conocido también como Mapa de Alonso de Santa Cruz o
Mapa de México-Tenochtitlan y sus contornos (cfr. León-Portilla y Aguilera, 1986).
52
En adelante se usará la palabra tlacuilo (palabra para designar a los expertos en el arte de la
pintura en época prehispánica) para referirse a los cartógrafos indígenas del siglo XVI.
53
En el anexo se incluye una lista de los elementos que fueron utilizados.
54
Para la realización de esta topografía se siguió el método propuesto por Gerardo Gutiérrez
Mendoza el cual consiste en obtener las coordenadas x y y por medio de un GPS (Global
Positioning System) de alta precisión -marca Trimble GeoExplorer con antena Hurricane- y la
coordenada z con la ayuda de un nivel topográfico óptico -marca Leica- que permite controlar de
manera eficiente la altitud. Participaron en la topografía los arqueólogos Alfredo Vera Rivera, Juana
Mitzi Serrano Rivero e Israel Hinojosa Baliño.
C ó m o s e h i z o l o q u e s e h i z o | 83

Durante un proceso de aculturación, el choque entre dos culturas modifica la


organización social del espacio –urbanización- por las transformaciones que se
suscitan en las esferas económica, político-jurídica e ideológica. Si durante este
proceso de aculturación se elabora un mapa histórico que pueda georeferenciarse, se
obtiene una instantánea de ese momento histórico que, a su vez, se convierte en un
estrato cartográfico, con lo cual se obtiene una imagen sincrónica u horizontal.
Luego, cada estrato representa un momento histórico que se relaciona con otros
momentos históricos por la correspondencia espacial y la continuidad temporal que
pueda existir entre ellos y, por lo tanto, se puede obtener una imagen diacrónica o
vertical (Figura 6). Los mapas históricos georeferenciados están representados por
cada capa o estrato (cuadros verdes), los cuales son modelos tridimensionales que
pueden ubicarse en el espacio euclidiano y cuyo estudio se considera sincrónico. Por
otro lado, el vínculo entre estos mapas se da por la relación que guardan a través del
tiempo y que puede observarse espacialmente; la dimensión temporal o histórica
(flecha azul), además, permite reconocer cambios en la organización social del
espacio (círculos verdes), lo que permite hacer un estudio diacrónico.
A partir del esquema que se acaba de presentar, se puede suponer que a partir
de los estratos cartográficos -Mapa de Nüremberg y Mapa de Uppsala- es posible
entender el proceso de destrucción-urbanización acaecido durante las primeras
décadas que sucedieron a la conquista de Tenochtitlan, partiendo del hecho de que
ambos mapas representan momentos históricos diferentes. Sin embargo, cabe
señalar, que el Mapa de Uppsala abarca una superficie mayor que puede ser
georeferenciada, ya que guarda una relación de escala con respecto a la antigua
Ciudad de México en su totalidad, desde Tlatelolco hasta Tenochtitlan y, en cambio,
el Mapa de Nüremberg, sólo presenta esta relación en la parte central de la misma,
en concreto, en el Recinto Sagrado de Tenochtitlan.
Los mapas referidos guardan una relación histórica, pero espacialmente es
difícil encontrar alguna y, es por ello, que la forma de abordar uno y otro mapa
puede parecer diferente. Por un lado, el análisis que se hace al Mapa de Nüremberg
es esencialmente iconográfico, tratando de mostrar que, pese a su apariencia
europeizada, muestra elementos propios de la cartografía indígena. Por otro lado, el
84 | L o s S i s t e m a s d e I n f o r m a c i ó n G e o g r á f i c a

análisis del Mapa de Uppsala -donde se funden las edificaciones que parecen
hispanas sobre una traza urbana mexica- es esencialmente morfológico, en tanto que
trata de mostrar la correspondencia espacial de las formas, la ubicación de lugares y
los elementos urbanos representados en el mapa, con la configuración de la Ciudad
de México.

Figura 6. Modelo tetra-dimensional de trabajo

Sin embargo, aunque los análisis parecen diferentes, están relacionados en la


medida en que ambos mapas representan el mismo espacio y la comprensión de uno
facilita la comprensión del otro y porque ayudan a entender el proceso de cambio
que sufrió la ciudad. El análisis simultáneo de los dos documentos cartográficos,
entonces, permite generar una propuesta sobre la destrucción de Tenochtitlan. En las
páginas siguientes se trata de caracterizar los dos mapas con base en los análisis
sincrónicos y diacrónicos que se han descrito; y el uso de un Sistema de Información
Geográfica para elaborar una reconstrucción del Recinto Sagrado de Tenochtitlan y
la propuesta sobre la destrucción de la ciudad mexica, son la guía para elaborar
dichos análisis.
| 85

Capítulo 3
Construcción y Reconstrucción

Esta ciudad está enferma. Cuando su enfermedad haga crisis, será su


cura. Esta soledad colectiva, multiplicada en millones y potenciada,
terminará por encontrarse y encontrar la razón de su impotencia.
Entonces, y sólo entonces, esta ciudad perderá el gris que la viste y se
adornará con esas cintas de colores que abundan en provincia.
(Subcomandante Marcos, 2005)

3.1. Apuntes preliminares sobre la Conquista: la traza

Una forma interesante de aproximarse al estudio de una ciudad sepultada, destruida


reconfigurada y reconstruida por una serie de coyunturas sociales a lo largo de siete siglos
-desde la fundación de Tenochtitlan ca. 1325 hasta 2008, año en que se lleva a cabo este
trabajo-, es a través de la reconstrucción cartográfica,55 pues sería imposible pensar
excavar todo el Centro Histórico de la Ciudad de México para obtener una imagen
fidedigna de la ciudad prehispánica. Por ello, se plantea que los mapas -como reflejo de
una realidad geográfica pasada- pueden ayudar a reconstruir una ciudad que sólo ha
podido observarse parcialmente, gracias a las obras urbanas de remodelación e
implementación de infraestructura que han permitido a los arqueólogos rescatar algunos
fragmentos del pasado indígena. En 1790 -con el descubrimiento de los monolitos de la
Coatlicue y la Piedra del Sol- se logró identificar una pequeña parte de la ciudad
prehispánica; pasarían cien años antes de que se volvieran a hacer excavaciones
importantes que pusieran al descubierto más vestigios prehispánicos. En términos
generales, los hallazgos de los últimos doscientos años no son suficientes para hacernos
una idea general de la ciudad de Tenochtitlan y, lamentablemente, gran parte de las

55
Para el caso de Tenochtitlan otros lo han hecho anteriormente, como Maudslay, 1990 [1912]; Toussaint
et al., 1990 [1938]; Marquina, 1951; González, 1968 ó Calnek, 1974.
86 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n

reconstrucciones de la ciudad -en especial del Recinto Sagrado de Tenochtitlan- se siguen


basando, fundamentalmente, en las fuentes escritas del siglo XVI.
Por tal motivo, y dado que los mapas reflejan realidades geográficas en un
momento determinado -como se vio en el Capítulo 2-, también pueden reflejar las
diversas transformaciones que ha sufrido la Ciudad de México y, por tanto, sería posible
hacer un reconstrucción parcial del espacio en retrospectiva, combinando datos
arqueológicos e históricos, con datos cartográficos. En las siguientes líneas se aborda el
tema de la traza española con base en la revisión de algunos documentos históricos para
intentar demostrar que si la traza urbana española se fundamenta en la traza prehispánica
de Tenochtitlan, entonces la imagen de la ciudad que se ve reflejada en el Mapa de
Uppsala, corresponde con la traza urbana prehispánica, a pesar de que la mayoría de los
edificios que están representados parecen construcciones españolas; fenómeno que podría
mostrarse como un proceso de aculturación.
Cuando se dota de información a los mapas, es posible observar que el proceso de
transformación de la ciudad ha sido tan paulatino que, erróneamente, se podría decir que
con la llegada de los españoles la ciudad quedó destruida y que ellos se encargaron de
hacer otra ciudad, la ciudad hispana. Como apunta Georges Kubler:

[…] a dos años de ocupación, no existía una traza definida, lo que nos lleva a sacar dos
conclusiones: la red de calzadas ya existía con anterioridad a la elaboración de la traza; y
Alonso García Bravo no pudo haber elaborado su plan maestro antes de 1524. En otras
palabras, el “trazador” modificó el existente, mas no lo creó. Este plano preestablecido,
posterior a la reocupación y anterior a la creación de la traza, seguía probablemente las
principales arterias y manzanas de la ciudad azteca (Kubler, 1982: 78).

Manuel Toussaint, Justino Fernández y Federico Gómez Orozco (1990),


concuerdan con que la traza “diseñada” por Alonso García Bravo respetó el trazado
fundamental de México-Tenochtitlan. Justino Fernández hace énfasis en que es erróneo
pensar que cuando los españoles destruyeron Tenochtitlan, se borró toda huella indígena.
Para él, el Mapa de Uppsala muestra claramente “lo mucho que aceptaron el trazo
fundamental” y añade que “de los trazos secundarios muchos subsistieron” (Toussaint et
A p u n t e s p r e l i m i n a r e s s o b r e l a c o n q u i s t a : l a t r a z a | 87

al., 1990: 38), los cuales van desde zanjas y calzadas, hasta elementos como la Plaza
Mayor.
Por otro lado, recurriendo a la topografía y los fundamentos de la arquitectura, Luis
González Aparicio dice:

[…] García Bravo seguramente trazó la ciudad hispánica sobre las bases de la prehispánica.
No puede haber otra posibilidad […].
De manera que hubo una modulación no dictada por García Bravo, sino una modulación
impuesta por la ciudad prehispánica […] (González Aparicio en González y Cué, 2006: 207).

No son pocos los investigadores que suponen que la ciudad española es un reflejo
de la ciudad indígena,56 y a pesar de ello, se considera que la Ciudad de México fue
trazada con base en un modelo español. En este trabajo lo que se propone es que la
Ciudad de México, en efecto, es reflejo de la ciudad indígena, pero que sufrió un proceso
de aculturación que, al menos en la primera mitad del siglo XVI, hizo posible la fusión de
dos formas de concebir el espacio en diferentes niveles y que pueden percibirse el Mapa
de Uppsala; la traza urbana y la infraestructura de la ciudad es esencialmente indígena,
mientras la traza arquitectónica en el centro de la ciudad, es esencialmente española. En el
proceso, estos elementos se fueron fusionando de forma gradual y, con el paso del tiempo,
el espacio se organizó socialmente de tal forma que se sintetizaron las concepciones de
ambas culturas.

56
Georges Kubler dice al respecto: “Después de la Conquista, la forma de los pueblos indígenas pudo
haber afectado y condicionado las trazas españolas […]. En otras palabras, la disposición urbana indígena
se consideró bastante adecuada, y más fácilmente adaptable que los modelos contemporáneos europeos”
(1982:108). Vicente Bielza de Ory (2002) -retomando a Juan Manuel Sánchez Carmona (1991)- habla
sobre un proceso de innovación-difusión en el proceso de urbanización español en América, y dice que
México-Tenochtitlan se adaptaba de alguna forma a las ideas renacentistas de configuración del espacio,
por lo cual esta ciudad se convierte en un modelo teórico cuya evidente puesta en práctica y su supuesta
funcionalidad, trata de repetirse en las posteriores fundaciones. Por otro lado, Holguer Lira Medina en su
tesis de licenciatura habla sobre un Urbanismo Mestizo apelando a la teoría sobre la planificación y
construcción de ciudades desarrolladas por Eiximenic o Vitruvio, los cuales pudieron ser impulsores
indirectos de una tradición urbana fundada en el castrum romano en la tarea de urbanización española que
se llevó a cabo en América.
88 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n

Si se leen con detenimiento algunos escritos sobre la destrucción de la Ciudad de


México y sobre lo que pasó después de ganada la ciudad, es posible inferir que cuando se
habla de que la ciudad fue destruida, los españoles se refieren más a las edificaciones o
espacios habitacionales que a la ciudad en sí, o sea, a la organización social del espacio;
de haber destruido por completo la ciudad, no existirían vestigios prehispánicos tan bien
conservados -como la Casa de las Águilas (Luján, 2006)-. Según Cortés, la ciudad estaba
toda destruida, no obstante -como se señaló en la introducción-, si opta por poblarla
nuevamente, es justamente por el gran asiento que tenía, entre otros factores, por eso
permanecen en Coyoacán “entre tanto que las casas se hacen” (op.cit.: 165). Después de
cuatro o cinco meses de comenzadas las labores de reconstrucción, Cortés le dice a Carlos
V que Tenochtitlan se va reparando, “[...] y crea vuestra majestad que cada día se irá
ennobleciendo en tal manera, que como antes fue principal y señora de todas estas
provincias, que lo será también de aquí en adelante” (op.cit.: 165). Según las palabras que
el Hernán Cortés le dirige a Carlos V, no se pueden encontrar indicios claros para suponer
que la base urbana de Tenochtitlan fue destruida, al contrario, se está reutilizando o
reparando, pues todavía en 1555 se pedía la opinión de los señores indígenas para resolver
el problema del agua en la ciudad (Pérez-Rocha, 1996). De ninguna forma se pone en
duda que un “jumetra” -como Alonso García Bravo- haya realizado una traza,57 lo que se
pone en duda es que haya rediseñado la configuración urbana de la ciudad; se insiste en
que la construcción de la ciudad novohispana fue un proceso aculturativo y gradual.
Bernal Díaz del Castillo, cuando se refiere a lo que se hizo después de ganada la
ciudad, comenta:

57
Ya sea que se haga referencia a la delimitación del espacio que se supone habitarían exclusivamente los
españoles; o al trazado de calles y manzanas; o al registro y delimitación de solares para los españoles; o
incluso a un plano maestro que ubicara las propiedades de los vecinos (sobre cómo puede entenderse la
traza véase: Kubler, op. cit.; Toussaint et al, op. cit.; Martínez, op. cit.; Bielza de Ory, op. cit. Además, se
pueden revisar las Actas de Cabildo donde se observa que se refieren a la traza como si fuera un espacio
que limita espacios. Por otro lado, tanto las preguntas como las respuestas del Interrogatorio General
presentado por Hernando Cortés para el examen de los testigos de su descargo relacionadas con la
destrucción de la ciudad de México [preguntas 169 y 171] no dejan claro qué se destruyó o “derrocó por el
suelo”, ni tampoco permiten dilucidar a qué se le llama traza (Martínez, 1991b).
A p u n t e s p r e l i m i n a r e s s o b r e l a c o n q u i s t a : l a t r a z a | 89

La primera cosa, mandó Cortés a Guatemuz que adobasen los caños de agua de Chapultepec,
según y de la manera que solían estar, y luego fuese el agua para sus caños a entrar en la
ciudad de México; que limpiasen todas las calles de los cuerpos y cabezas de muertos, que
los enterrasen, para que limpias, y sin hedor ninguno la ciudad, y que todas las puentes y
calzadas que las tuviesen muy bien aderezadas como de antes estaban, y que los palacios y
casas los hiciesen nuevamente, que dentro de dos meses se volviesen a vivir en ellas y les
señaló en qué parte habían de poblar y la parte que habían de dejar desembarazada para que
poblásemos nosotros (Díaz del Castillo, 1980: 373-374).58

Como puede observarse, la ciudad se está limpiando, reparando, adaptando a las


necesidades de los españoles. Según el testimonio de Bernal Díaz, puede suponerse que la
construcción de la ciudad novohispana consistió en reconstruir la ciudad prehispánica,
salvo por los edificios destruidos durante la guerra, ya que se construyeron nuevos y,
según los españoles, mejores.
En el Interrogatorio General presentado por Hernando Cortés para el examen de
los testigos de su descargo, Francisco de Terrazas declaró que se tuvo que hacer nueva
traza porque la de los indios era contraria a la que estaban acostumbrados en Castilla;
según él, los indios tenían mal orden en calles y entradas (Martínez, 1990b). Sin embargo,
no es posible saber si se refiere a las calles de agua, a las calzadas que tanto impactaron a
Cortés y Bernal, o a las entradas desde las calles hasta las casas. Las declaraciones de
Francisco de Terrazas contrastan con las declaraciones de Martín Vázquez -oriundo de
Segovia y que vino a América con Pedrarias Dávila- en cuyo testimonio sobre las razones
para poblar en la ciudad de México, mencionó que era importante establecerse en
Tenochtitlan porque los canales de agua facilitaban el transporte de víveres, madera y
otras cosas (Martínez, 1991b). Además, dijo que fue necesario hacer nueva traza porque
“aunque no se destruyera, el modo de poblar de los naturales y el modo de ella [de la
ciudad] no estaban al modo que los españoles suelen tener sus villas y cibdades, y era
necesario derribar y facer traza nueva, porque los dichos naturales tienen poco respeto a
calles e pueblos muy desconcertados” (Martín Vázquez en Martínez, 1990b: 341).59 Por

58
Las cursivas son mías.
59
Las cursivas son mías.
90 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n

su parte, Luis Marín -quien apoya las versiones de Cortés y se había casado con una
indígena (Martínez, 1991b)-, dijo que se hizo nueva traza porque la que tenían “los indios
en la dicha cibdad para su vivienda, no era conveniente a la nuestra, porque ellos viven de
un modo e nosotros de otro” (Luis Marín en Martínez, 1990b:327).60
Si se analizan los testimonios de Díaz del Castillo, Terrazas, Vázquez, Marín y
Hernán Cortés, se puede inferir que la traza de Tenochtitlan fue respetada, pero los
edificios tuvieron que destruirse y, tal vez, sobre ellos construir nuevos, porque no
correspondían con la forma de vivir de los españoles. Para Georges Kubler el urbanismo
indígena era rico en la variedad de sus trazas y, seguramente los conquistadores realzaban
el esplendor de sus hazañas por medio de comparaciones con las grandes ciudades de
España, pero los edificios indígenas -con su peculiar estructura de terrazas y materiales
permeables- no eran útiles a los colonos europeos (Kubler, op. cit.). Aunque las
afinidades de la traza urbana de Tenochtitlan con la teoría italiana fueran asombrosas, la
traza arquitectónica parece que era radicalmente diferente.61 Carlos Chanfón Olmos
expone elocuentemente estas diferencias:

60
Las cursivas son mías.
61
“Una arquitectura tan incomprensible como inútil para la mentalidad y los usos hispanos sólo podía
tener como destino su rápida demolición” (Luján, 2006: 23-24). También puede leerse al respecto la
“Introducción” de Carlos Chanfón en el libro Arquitectura y Urbanismo en Nueva España. Siglo XVI
(Sártor, 1992: 11-17).
A p u n t e s p r e l i m i n a r e s s o b r e l a c o n q u i s t a : l a t r a z a | 91

Tras la visión indígena del espacio urbano, está su concepto de espacio vital, su conciencia
del entorno geográfico y su modo de vida a cielo abierto apoyado en condiciones climáticas.
Para el indígena el espacio cerrado y cubierto era solamente para dormir, y a nivel hogareño
quizá también para honrar a sus dioses; todas sus demás actividades en la vida diaria eran a
cielo abierto. Por este camino logró a través del tiempo desarrollar una gran capacidad de
percepción del entorno que le llevó a la planeación minuciosa de los espacios urbanos, con
ordenamientos a la escala apropiada, con visión panorámica tanto itinerante como radical, en
el sentido de Giedion, pero en espacio abierto. Esta capacidad aparece ya plenamente
desarrollada en Teotihuacan, Tula y Tenochtitlan que continuaron la tradición imprimiéndole
cada una, su personalidad individual.
Los abundantes espacios abiertos -que molestan a Benévolo- así como las capillas abiertas y
los grandes atrios, no son más que resultados de esa visión del espacio vital. Es explicable
que quienes han desarrollado un modo de vida cubierto y en espacios cerrados, en casa
habitación y en ciudad amurallada sientan miedo al espacio abierto (agorafobia), tanto como
el indígena contemporáneo de la conquista, sintió miedo del espacio cubierto y encerrado
entre muros en los nuevos edificios de tipo europeo (claustrofobia) (Chanfón, 1990: 14).

Por lo anterior, Miguel León-Portilla y Carmen Aguilera (1986) no se equivocaron


en llamar al Mapa de Uppsala como Mapa de México-Tenochtitlan. Es decir, si la ciudad
hispana fue una adaptación de la ciudad prehispánica, y si se toma como cierta la fecha de
elaboración del mapa propuesta por Calnek (2003)62 -entre 1537 y 1541- entonces, el
Mapa de Uppsala -como se decidió nombrarle en esta investigación- no sólo permite
apreciar la ciudad reconstruida por los españoles a escasas dos décadas de consumada la
guerra de conquista, sino también puede observarse en el mapa la constitución urbana de
Tenochtitlan. En el proceso de aculturación que comenzó a experimentar la ciudad a partir
de 1519 -año en que Cortés y sus huestes entraron a Tenochtitlan- se comenzaron a crear
las condiciones para reconfigurar la organización social del espacio y, por tanto, no se
puede hablar tajantemente de una ciudad antes y después de la guerra de conquista, pues
esta reconfiguración fue paulatina. Si los indígenas no se convirtieron en cristianos en
1521 nada más porque los españoles los conquistaron,63 de igual forma, la ciudad de

62
Más adelante se hablará con detenimiento sobre este mapa y la importancia de la corrección en la fecha.
63
Como el caso de un sacerdote en Tlaxcala que -vistiendo ropas de sacerdote indígena y masticando
navajas de obsidiana- fue asesinado a pedradas por unos catecúmenos indígenas, quienes justificaron su
acción ante los frailes argumentando que habían matado al demonio. Otro ejemplo es Martín Ocelotl, un
92 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n

México no se convirtió en ciudad hispana sólo porque los españoles la hubieran


conquistado.
Como se ha señalado, cuando los españoles hablan de que la ciudad fue destruida
se refieren más a los edificios que a la configuración urbana. Es como decir que la Ciudad
de México fue destruida con el terremoto de 1985. Para muchos en verdad la ciudad se
vino abajo, pero aún cuando miles de personas murieron, muchos edificios quedaron en
ruinas y, según testimonios de algunos testigos, la ciudad se veía asolada y triste, tanto,
que a veces no se reconocía, la Ciudad de México -desde el punto de vista urbano- sigue
en pie.64

3.2. La cartografía indígena

En noviembre de 1519 los españoles entraron a Tenochtitlan de forma pacífica y


permanecieron en la ciudad alrededor de siete meses, durante los cuales -después de
aprisionar a Moctezuma Xocoyotzin- se dedicaron a hacer un reconocimiento general de
la ciudad y de los territorios aledaños y con injerencia mexica (Cortés, op.cit.: 54-69).
“Cortés pedía e inquiría y Motecuhzoma daba y concedía sin límites” (Martínez, 1990a:
253)”, lo mismo el oro que las tierras y, en general, cualquier información útil para el
conquistador. Como el mapa de la costa del Golfo de México que Moctezuma -por
órdenes del Capitán- mandó pintar; parecido, quizá, al de la Figura 7

Asimismo rogué al dicho Mutezuma que me dijese si en la costa de la mar había algún río o
ancón en que los navíos que viniesen pudiesen entrar y estar seguros. El cual me respondió
que no lo sabía; pero que él me haría pintar toda la costa y ancones y ríos de ella […]. Otro
día me trajeron figurada en un paño toda la costa […] (Cortés, op. cit.: 57).

“brujo” que se convertía en jaguar y cuyas acciones lo llevaron al exilio una década después de la muerte
del sacerdote en Tlaxcala (Escalante y Rubial, 2004).
64
Los testimonio son de Adriana Baliño Zamora y Rebeca Zamora Serdán, pero también puede escucharse
la narración de Jacobo Zabludovsky que hizo la mañana del 19 de septiembre de 1985 en
http://www.youtube.com/watch?v=gA5GLHFPe90&feature=related
L a c a r t o g r a f í a i n d í g e n a | 93

Para León-Portilla y Aguilera, cuando Cortés dice “otro día”, no sólo significa que
de un día para otro los mexicas pudieron obsequiarle un mapa a Cortés, sino además, que
los mexicas, seguramente, tenían una especie de mapoteca (León-Portilla y Aguilera,
1986). No se sabe con seguridad si el mapa le fue entregado a Cortés al día siguiente o un
día de tantos que estuvieron rondando por la ciudad, pero lo que sí se puede asegurar es
que había personas encargadas de elaborar mapas y que tenían conocimientos de
cartografía, si se prefiere, cartografía a la manera indígena, con cánones y convenciones
que los europeos desconocían. Cartografía al fin, que reproducía los accidentes
geográficos que requería el Capitán.

Figura 7. Representación del mapa costero que acompañaba la Tercera Carta de Relación de Hernán
Cortés a Carlos V.
Sólo como referencia se agregó un fondo con la silueta de México, tratando de mostrar la relación entre
ambos mapas. De igual forma, se agregó la ubicación real de México-Tenochtitlan con respecto al mapa
de México, para mostrar la relación entre el mapa histórico y el moderno con respecto a la ciudad.
94 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n

Hasta el momento no se conoce ningún mapa prehispánico65 que haya sobrevivido


a la Conquista, pues algunos documentos precolombinos que se conservan y que parecen
representaciones cartográficas, no pueden ser considerados mapas en el sentido estricto
del término (léase geográfico) según algunos autores (León-Portilla y Aguilera, op. cit.;
Reyes, 2003), a pesar de que los dibujantes usaron convencionalismos para simbolizar
rasgos físicos del paisaje y mezclaban aconteceres histórico-genealógicos -además de
representar su cosmovisión-, se podría pensar que no sabían disociar la dimensión
espacial de la temporal y, por lo tanto, la representación exclusiva del espacio en época
prehispánica no existía (Reyes, op. cit.).66 Sin embargo, en el Capítulo II se ha tratado de
argumentar que la representación exclusiva del espacio es sólo una parte de la cartografía
y, por eso, de ninguna forma se cree que los códices que aparentemente no disocian el
espacio y el tiempo deban descartarse en un estudio cartográfico; por el contrario,
tendrían que revisarse minuciosamente desde un punto de vista geográfico que vincule
ambas dimensiones. Probablemente, los indígenas conocían métodos para elaborar mapas
sumamente complejos, incluso antes del proceso de aculturación. Salvador Reyes
Equiguas (2003) ha resaltado que el complejo sistema simbólico cartográfico indígena -
que si bien puede parecer complicado a nuestros ojos modernos y occidentales- pone de
manifiesto las variadas convenciones topográficas usadas por los cartógrafos indígenas,
cuya representación del paisaje es increíblemente parecida a los modernos sistemas de
simbología topográfica (Tabla 1).

65
Son varios los testimonios que apoyan la idea de la existencia de mapas prehispánicos, entre los que
destacan el de Hernán Cortés, Bernal Díaz del Castillo, Pedro Mártir de Anglería, Fernando de Alva
Ixtlilxóchitl y fray Juan de Torquemada, que en unas pocas líneas mencionan lienzos o paños que
mostraban diversos accidentes geográficos, pintados por expertos en retratar los términos, límites y
mojoneras de las ciudades, provincias, pueblos y lugares (León –Portilla y Carmen Aguilera, op. cit.;
Toussaint et al, 1990; Reyes, 2003).
66
En el Capítulo II, Apartado 1 se dijo que el espacio euclidiano es insuficiente para representar fielmente
una realidad física, de ahí en gran medida el surgimiento de los SIG. Por otro lado, en la actualidad, uno de
los mayores retos de la cartografía es justamente representar visualmente aconteceres históricos a través
de un mapa, o sea, representar la dimensión temporal. Para conocer más sobre el tema, Gregory, 2005.
L a c a r t o g r a f í a i n d í g e n a | 95

En Europa, durante el siglo XVI, se trataba de conseguir la precisión cartográfica


absoluta en términos espaciales (Reyes, 2003), pero se perdían de vista los diversos
rasgos que pueden ser representados en un mapa y que, actualmente, con las bases de
datos y los sistemas computacionales, se pueden utilizar y discriminar para diversos
propósitos. En un proceso de compartición cultural, probablemente resultado de la
aculturación, no es aventurado pensar que algunos elementos de la simbología
cartográfica indígena hayan impactado los convencionalismos europeos que se
desarrollaron durante los siglos posteriores a la conquista, de hecho, según Reyes, “la
relación de los funcionarios coloniales con los indígenas en la manufactura de los mapas
era más para consultarlos que para instruirlos” (Reyes, 2003: 183).
A través de una simbología precisa y regularizada, los indígenas pudieron
representar diversos rasgos paisajísticos, característica inmanente de la cartografía
moderna y, por lo visto, de la cartografía indígena del siglo XVI. Reyes señala que la
simbología no sólo servía para representar características geográficas naturales, sino
también se disponía de una simbología que representaba los atributos humanos del
entorno. Como puede observarse en la Tabla 1, los indígenas del siglo XVI, contaban con
símbolos para representar las corrientes de agua y los diferentes tipos de caminos; así
mismo existió una convención para demarcar los suelos, las rocas y los cerros. Otro
elemento dentro de la cartografía indígena que puede considerarse como tal, según
diversos investigadores incluyendo a Reyes (León-Portilla y Aguilera, op. cit.; Toussaint
et al., op. cit.), es el uso de glifos toponímicos para representar, gráficamente, la
ubicación y el nombre de lugares e, inclusive, algunos glifos o dibujos representando la
flora y la fauna.
96 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n

Tabla 1. Comparación entre algunos elementos de la simbología moderna y la simbología


indígena.67
Simbología Moderna Simbología indígena s. XVI
Es común representar las vías de comunicación con Caminos de formas distintas dependiendo del
diferentes tipos de líneas, colores y grosores: tipo de camino y de su importancia: caminos
carreteras, autopistas, caminos en general, calles, principales, camino entre pueblos donde pasan
ferrocarril, terracería. carretas, camino entre pueblos que se recorre a
pie, calles, camino empedrado, veredas.

A veces es importante señalar los ríos y qué tipo de Era importante señalar los ríos con diferentes
corriente tienen: ríos en general, río navegable, colores y símbolos, dependiendo el tipo de
riachuelo, río intermitente, canal y acueducto. agua y la corriente: corriente perenne68 de agua
dulce, corriente perenne (el agua podría ser
salitrosa o azufrosa), corriente perenne en
general, riachuelos, corrientes intermitentes,
canales artificiales y ¿acueducto?69

67
En el libro Cartografía de Tradición Hispanoindígena (Montes de Oca et al, 2003) se incluye un
extenso catálogo de los elementos iconográficos de diversos mapas elaborados en el siglo XVI en las
regiones de Hidalgo, Estado de México, Morelos y Puebla.
68
El autor de este interesante texto incurre en el error de llamar perenne a las corrientes intermitentes,
haciendo una diferencia entre permanente y perenne.
69
Todas la imágenes relacionadas con la simbología indígena, con excepción de la última (serie agua-
extremo inferior derecho) fueron tomadas del libro Cartografía de tradición indígena. Mapas de Mercedes
de Tierra siglos XVI y XVII de Mercedes Montes de Oca Vega, Dominique Raby, Salvador Reyes
Equiguas y Adam T. Sellen (2003). Con respecto a la imagen final (serie agua-extremo inferior derecho)
fue tomada del Mapa de Uppsala y es una pequeña porción del acueducto que iba desde Chapultepec
hasta la Ciudad de México. Equiguas no menciona una simbología indígena para los acueductos, sin
embargo, es de notar que la imagen con dos franjas cafés, como caminos, paralelas a la franja azul (el
agua), no se repite aún en los caminos llamados de agua, por donde corría agua de un lado y el camino iba
por otro. Es probable que no exista una simbología para acueductos, pero no es común encontrar la
representación de agua cuya anchura está limitada por dos caminos que corren paralelos al canal.
E l M a p a d e N ü r e m b e r g | 97

En concreto, se puede sugerir que tanto la Ciudad de México como la cartografía


del siglo XVI, sufrieron un proceso de aculturación que puede percibirse a través de la
mezcla de estilos, formas y convenciones que muestran los mapas de la época -como los
que se incluyen en el libro Cartografía de tradición indígena. Mapas de Mercedes de
Tierra siglos XVI y XVII (2003)-. Debido a esta mezcla, los documentos cartográficos
pueden analizarse desde diferentes puntos de vista; por ello, como se había señalado, el
análisis del Mapa de Nüremberg y el Mapa de Uppsala resulta diferente; pero es gracias a
las características que uno y otro presentan -en cuanto a fusión de elementos de una y otra
cultura- lo que permite analizarlos desde el punto de vista de la aculturación y, por el
cruce de información arqueológica e histórica, es factible correlacionarlos espacialmente a
partir de los rasgos urbanos que uno y otro mapa comparten.

3.3. El Mapa de Nüremberg

Precisas y detalladas han sido las descripciones sobre el mapa que acompañaba la Tercera
Carta de Relación de Hernán Cortés, actualmente conocido como Mapa cortesiano o
Mapa de Nüremberg -por haberse publicado en Nüremberg, Alemania- y, en realidad,
poco se puede agregar al corpus literario sobre el tema, aunque sigan existiendo
discrepancias.70 La importancia de este mapa radica en que es el único documento
cartográfico de Tenochtitlan antes que fuera destruida, además, muestra elementos
urbanos -calzadas principales, albarradas, plazas, palacios o templos, acequias y canales-,
simbología indígena que permite hacer una reconstrucción hipotética de la plataforma que
rodea el Recinto Sagrado de Tenochtitlan y hacer inferencias sobre la construcción de la
ciudad novohispana.
70
Se puede consultar una descripción detallada y un análisis exhaustivo en el trabajo de Manuel Toussaint,
Justino Fernández y Federico Gómez Orozco (1990), en donde se propone que el mapa fue elaborado por
un soldado a cargo del Cortés. Por otro lado, Barbara Mundy propone que el mapa original, de cuyos
trazos se basaron los dibujantes de Nüremberg, fue elaborado por tlacuilos, inclusive llega a ver algún
parecido con la lámina 42 del Lienzo de Tlaxcala (Mundy, 1998). Para León-Portilla y Aguilera, es
incuestionable que este mapa fuera realizado por europeos, porque son evidentes las pautas de un
sinnúmero de planos de ciudades del Viejo Mundo (op. cit.).
98 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n

El origen enigmático del mapa ha generado al menos tres hipótesis sobre su origen:
La primera dicta que el mapa no fue elaborado por Hernán Cortés, pero sí por algún
soldado de su compañía. Manuel Toussaint (1990) desechó la hipótesis de que el mapa
fuera elaborado por Cortés pues dice que en ningún documento consta que el
conquistador fuese dibujante y, además, si él hubiese hecho el mapa, no hubiera dejado de
mencionarlo; por lo cual, propone que el mapa lo elaboró algún soldado de su compañía.
Por su parte, Martínez Baracs (2006) dice que el mapa fue mandado a hacer a amantecas
durante el sitio a la ciudad y luego -ya con modificaciones y “mejorado”- se envió una
copia a Carlos V que, posteriormente sería la que utilizaran en Nüremberg.71
La segunda hipótesis indica que el mapa se basa en un diseño elaborado por un
tlacuilo. Esta hipótesis es muy aceptada y el biógrafo de Cortés, José Luis Martínez,
parece confirmarla cuando dice que el testimonio de Pedro Mártir y el del Cortés -que
señala que había gente diestra en la elaboración de planos-, son pruebas de que existió un
plano elaborado por algún tlacuilo que conocía la topografía de la ciudad, del cual se
basaron los soldados de Cortés para hacer el que seguramente utilizaron para la conquista
de la ciudad mexica (Martínez, 1990a: 311).72 Se cree que el mapa original fue elaborado

71
“Al emprender el sitio de la ciudad de México en 1521, Hernán Cortés (1485-1547) mandó a amantecas
indios dibujar un mapa de la ciudad de México, del sistema lacustre y las calzadas, para poder coordinar el
ataque por tierra y por mar con los bergantines, a la gran ciudad. El plano fue reelaborado por un español,
como mapa de guerra. Probablemente se hicieron copias para los capitanes Pedro de Alvarado (1485-
1541), Cristóbal de Olid (1488-1524) y Gonzalo de Sandoval (1497-1528). Luego se sacó una nueva copia
mejorada, que Cortés envió a Carlos V junto con su Tercera Carta de Relación, firmada el 15 de mayo de
1522, días antes de iniciar el sitio” (Martínez, 2006). Aunque esta hipótesis reforzaría la propuesta de José
Luis Martínez, se debe hacer notar que los amantecas eran los especialistas en el arte plumario y no creo
que hayan sido diestros en cuestiones de cartografía. Sobre los amantecas se puede revisar el artículo
Oficial de pluma. Recuento de una Tradición Alada de María de los Ángeles Olay Barrientos (2001).
72
José Luis Martínez al igual que Barbara Mundy (op.cit), observan algún parecido entre la lámina 42 del
Lienzo de Tlaxcala y el Mapa de Nüremberg, además de que “el pequeño bolsón” al Sur del mapa,
identificado por Toussaint y Fernández como el lago de Xochimilco (op. cit.), “los amontonamientos
rocosos que hay al Sureste y Suroeste, y el convencional diseño en círculos tienen alguna semejanza con
la imagen de la siete cuevas de Chicomoztoc, que aparece en el folio 16 r de la Historia Chichimeca”
(Martínez, 1990a: 311-312). Según Martínez, en el mapa no hay un propósito de realismo geográfico, sino
una intención esquemática a partir de la cual, los pilotos españoles como Antón de Alaminos (que según
Toussaint hizo el mapa del Golfo), Galdín y Lorenzo Ginovés, o los jumétricos como Alonso García
Bravo, Alonso Martín Velázquez y Alonso Yañez (Toussaint, op. cit.), pudieron haber hecho algunos
E l M a p a d e N ü r e m b e r g | 99

por un tlacuilo, pero modificado por algún soldado de Cortés y, posteriormente, la copia
modificada fue enviada a Carlos V. Según José Luis Martínez, el mapa tuvo que ser
dibujado después de que los españoles fueran expulsados de Tenochtitlan, porque de otra
forma Cortés lo hubiera enviado con la Segunda Carta de Relación en donde por cierto,
no se menciona. El plano originalmente debió ser táctico porque los conquistadores
necesitaban un esquema donde se indicaran las calzadas, sus cortes y la ubicación de
monumentos, pues preparaban un ataque a la ciudad (Martínez, 1990a). Esta versión es
contraria a la propuesta por Toussaint pues para él se tuvo que dibujar antes de que los
mexicas le declararan la guerra a los españoles -después de la matanza del Templo
Mayor- porque después ya hubo mucha agitación (Toussaint et al., 1990).
La tercera hipótesis es la menos aceptada y difundida de todas, aunque no por ello
la menos apegada a la realidad. De acuerdo con esta versión, el mapa es una idealización
de la ciudad indígena que se elaboró a partir de las descripciones de Hernán Cortés, y que,
posteriormente, envió a España, pero no se conoce -hasta la fecha- ningún mapa que haya
llegado a Europa que muestre la Ciudad de México y sus contornos que pueda
considerarse como el modelo original en cual se basaron los impresores de Nüremberg.
Por otro lado, la similitud entre el Mapa de Nüremberg y el mapa que se incluye en
Utopía (Figura 8) de Tomás Moro es tal, que hay quien afirma que los impresores de
Nüremberg basaron sus trazos en este mapa utópico y en las descripciones plasmadas en
las Cartas de Relación para elaborar el de México-Tenochtitlan (Apenes, 1947; Martínez,
1990a; Martínez Baracs, 2006; Medina, 2007; Toussaint et al., op. cit.; León-Portilla y
Aguilera, op.cit.).73

ajustes y sustituyeron los glifos toponímicos por las glosas con caracteres latinos (Martínez, op. cit.).
73
Un estudio detallado sobre este mapa lo se encuentra en Toussaint et al., 1990 y Martínez, 1990. Llama
la atención el estudio realizado por Federico Gómez Orozco acerca del posible impresor que modificara el
plano original, porque refuerza la idea de un plano elaborado por un tlacuilo. Según Orozco, el impresor
Martín Plinius -grabador en Nüremberg entre 1510 y 1536 y cuyas obras pudieron estar influenciadas por
Alberto Durero (Martínez, 1990a; León-Portilla, 2007)- fue quien pudo realizar el grabado en madera por
una serie de obras que llevan su firma y que “acusan un estilo perfectamente identificado con el del Plano
atribuido a Cortés” (Apenes, 1947: 20). Por un lado, el Mapa de Uppsala -de manufactura indígena- no
está firmado y Alonso de Santa Cruz nunca se lo atribuyó. Por otro lado, el Mapa de Nüremberg tampoco
100 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n

Figura 8. Isla de Utopía


Según Manuel Toussaint, el Mapa de Nüremberg puede compararse con la imagen de la segunda edición
de Utopía de Tomás Moro “sobre todo cuando se trataba de un isla” (Toussaint et al., op. cit.: 93). Para
Martínez Baracs es comparable con ambas ediciones, pero sobre todo con la segunda (Martínez Baracs,
2006). En 1516 fue publicada la primera versión de Utopia en Lovaina, Bélgica, donde aparece un mapa
de Utopia que es más sencillo que el que aparece en la versión publicada en 1518 en Basel, Suiza,
dibujada por Ambrosius Holbein. Por la cercanía geográfica y porque se consideraba que en Nüremberg
estaban los mejores grabadores de Alemania, no es difícil que los artistas e impresores hayan conocido
una copia de alguna edición, lo que no necesariamente explicaría la supuesta similitud (Barreda, 2006;
Wikipedia contributors, 2008: Utopia (book); Morse Library, 2003; Martínez, 1990a).

está firmado por el supuesto autor -Martín Plinius-, cuyas obras están firmadas y gracias a la cuales es
posible establecer un relación de estilo-autoría. Entonces, dicho lo anterior ¿acaso ambas obras no están
firmadas porque tanto Alonso de Santa Cruz como Martín Plinius, no quieren darse crédito de algo que no
hicieron?
E l M a p a d e N ü r e m b e r g | 101

Lo que aquí se quiere señalar, es que las tres hipótesis no son totalmente
excluyentes, de hecho, es probable que el diseño original haya sido indígena, pero con
añadiduras españolas y que en Nüremberg se haya idealizado la ciudad representada con
base en el mapa de Utopia. No se sabe con certeza si el mapa original fue elaborado en
México-Tenochtitlan durante la ocupación pacífica de la ciudad o, en cambio, lo
elaboraron los aliados indígenas de los españoles durante la guerra, pero, en efecto, hay
indicios que hacen pensar que fue elaborado por un tlacuilo. No obstante, con los datos
que se disponen, sólo es posible plantear nuevas suposiciones; por ejemplo, si el mapa fue
dibujado en la Ciudad de México antes de la guerra, probablemente lo dibujó algún
mexica, pero si se hizo después de la matanza de Templo Mayor, es poco probable que los
tlacuilos fueran mexicas, a no ser que se tratara de un prisionero o acaso un desertor. Por
otro lado, si el tlacuilo fue aliado de los españoles (tlaxcalteca, por ejemplo), entonces se
explicaría hasta cierto punto la relativa simpleza del mapa, porque el tlacuilo estaría
dibujando un territorio desconocido y enemigo, aunque de ser así, son notables algunos
detalles que se observan dentro de la ciudad y que, difícilmente, podrían haber sido
conocidos por los aliados españoles. Tlacuilo mexica o no, el mapa fue manipulado por
algún europeo que conocía la ciudad, el uso de caracteres latinos para indicar el nombre
de lugares y cosas, así como la cruz que aparece arriba y al costado izquierdo de lo que
era el Templo Mayor -Templum ubi sacrificant- son indicios que permiten asegurarlo y, si
se parte del análisis que hicieron Toussaint et al. (1990), seguramente fue un europeo que
conocía la ciudad, por lo tanto, es muy probable que haya sido español y como las glosas
están en latín, la posibilidades se reducen; seguramente, Hernán Cortés, con sus
conocimientos de latín, fue quien modificó el mapa indígena.
En 1525, Pedro Mártir de Anglería escribió acerca de dos mapas que llevaba Juan
de Ribera -enviado de Cortés- hecho por indígenas. En uno de ellos, probablemente,
estaba representada una porción de la Cuenca de México dado que quedaron dibujados un
posible albarradón y quizá la ciudad de Tenochtitlan. Mártir de Anglería describe el plano
y -a juzgar por lo que menciona- parecería conocer su orientación:
102 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n

[…] Hay por el Norte unos montes, distantes en algunas partes, y separados unos de otros
por valles fertilísimos, a través de cuyas gargantas penetran con gran violencia en la llanura
los vientos septentrionales; por eso el costado de la ciudad de Tenustitán que mira en la
susodicha dirección, está protegido con anchos parapetos de vigas clavadas y enormes
piedras a fin de ponerlo al abrigo de ímpetu de los torbellinos […] (Pedro Mártir de Anglería
en León-Portilla y Aguilera, op. cit.: 14-15).
En efecto, parece que estaban representados el albarradón y la ciudad de México
porque de los dos mapas que revisó, uno representaba “pintada en manos de sus naturales,
con sus dos lagunas, la propia ciudad de Tenustitán” (Pedro Mártir de Anglería en
Martínez, 1990: 309). Aunque Pedro Mártir estaba observando el mapa mal orientado
porque el albarradón -que tal vez sea el que construyera Nezahualcóyotl en 1449-74 no
estaba hacia el septentrión sino al oriente, es notable la cantidad de detalles que sobre el
mapa menciona: grandes montes, valles fertilísimos, piedras y vigas, de forma tal que el
europeo fue capaz de leer un mapa de manufactura posiblemente indígena.
Si los mapas que Juan de Ribera enseñó a Pedro Mártir iban con la Tercera Carta
de Relación, entonces, es probable que el mapa que se usó en Nüremberg haya sido
elaborado por tlacuilos y quizá, incluía glosas con caracteres latinos para hacerlo
comprensible, tal y como ocurrió con muchos otros mapas del siglo XVI.75 En este
sentido, esto apoyaría la tesis de Barbara Mundy, pues ella dice que en el Mapa de
Nüremberg, a pesar de que está reelaborado con métodos indudablemente europeos,

74
Sobre este albarradón puede consultarse Lorenzo, 1991 y Carballal y Flores, 2004.
75
Mercedes Montes de Oca Vega afirma que “la eficacia con la que los mapas transmiten la información
acerca de las relaciones espaciales sobrepasa la comunicación verbal, [por eso] la presencia de glosas
junto a las imágenes de los mapas significa la imposición de una visión del mundo diferente, y siempre
occidental. […] Sin embargo, en el ámbito de la Colonia, privilegiar el empleo de la forma escrita en los
contextos de la impartición de justicia, administración de la propiedad, [y] tenencia de la tierra se
transforma en un problema de hegemonía lingüístico-escritural y la imposición de las glosas es una
evidencia de la necesidad de establecer este sistema desde una perspectiva prescriptiva como el más
adecuado y correcto para la comunicación” (Montes de Oca, 2003:145-146). Por otro lado, refiriéndose al
plano conocido como Plano en papel de Maguey o papel de Izote (Toussaint et al., 1990: 59 o papel de
amate (León-Portilla y Aguilera, op. cit.: 19), Miguel León-Portilla y Carmen Aguilera, se preguntan si
“los elementos europeo-cristianos que se observan localizados en su parte derecha […] no fueron
añadidos, en diversos tiempos, a la elaboración original de tan vigoroso estilo indígena” (León-Portilla y
Aguilera, op. cit.: 19), de hecho, como se ha observado, existen añadiduras al plano original que se
identifican porque son de otro material (González, 1992; León-Portilla y Aguilera, ídem; Toussaint et al.,
1990).
E l M a p a d e N ü r e m b e r g | 103

todavía pueden observarse algunos indicios que permiten vincularlo con tlacuilos
(Mundy, 1998).
El hecho de que el mapa haya sido elaborado por tlacuilos o por españoles
parecería un detalle minúsculo, pero para los efectos de esta investigación resulta
apremiante tratar de dilucidarlo, ya que es probable que existan elementos en el Mapa de
Nüremberg que permitan correlacionarlo espacial e iconográficamente, con el Mapa de
Uppsala, por una serie de convenciones cartográficas indígenas que permanecieron en el
tiempo. De hecho, la vista de la ciudad a ojo de pájaro es un rasgo que podría catalogarse
como meramente indígena, después de todo, según Linné (1948), el primer plano de
Viena data de 1547 y otro del Cairo data de 1546, es decir, posterior al Mapa de
Nüremberg.76 Además, el mapa del Cairo según Erich Bier -de Copenhague- tendría cierta
similitud con los mapas que se tratan en esta investigación, pues según su descripción, es
un mapa preciso al centro, pero distorsionado en los alrededores (ídem). Si bien es cierto
que la comparación que se hace en el libro de Linné se refiera al Mapa de Uppsala, el
mismo fenómeno -precisión al centro y distorsión en los alrededores- puede observarse en
el de Nüremberg.
Una suma de tradiciones y estilos (Figura 9) pueden verse reflejados en el Mapa de
Nüremberg; el cual, entre su origen prehispánico, las añadiduras españolas y la
recomposición que se hizo en Nüremberg es, en esencia, producto de la aculturación.

76
En la Crónicas de Nüremberg (Morse Library, 2003), prácticamente ninguna ciudad está representada a
ojo de pájaro y las crónicas se pueden considerar un antecedente directo del Mapa de Nüremberg
104 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n
Figura 9. Fusión de estilos y formas en el Mapa de Nüremberg
De arriba abajo y de izquierda a derecha: Las ciudades de Jerusalén, Turquía, Ulma y Salzburgo en la Crónica de Nüremberg (tomadas de Morse Library, 2003); Isla de Utopía en la segunda edición de Utopía de Tomás Moro (tomada de Barreda, 2006); Recinto
Sagrado de México-Tenochtitlan según el folio 269r del Códice Matritense (tomada de Barrera, 2008); Las siete cuevas de Chicomóztoc, folio 16r de la Historia tolteca-chichimeca (a propósito se ha orientado con el cerro de Culhualcán hacia abajo para que
pueda compararse con “el bolsón” hacia abajo de la imagen del Mapa de Nüremberg, identificado por Toussaint como el lago de Xochimilco, pero que según Mundy, es una tergiversación del glifo toponímico de Culhuacán (Mundy, 1998).
E l M a p a d e N ü r e m b e r g | 107

3.3.1. Elementos iconográficos en el Mapa de Nüremberg

El Mapa de Nüremberg se concibió a partir de convenciones europeas y de un estilo


que es propio de los mapas elaborados por Michael Wolgemut, Alberto Durero o
Martín Plinius (Figura 9). El gran parecido con la imagen de la isla de Utopía,
publicada con el texto de Tomás Moro unos años antes, hacen suponer que tanto los
impresores de Nüremberg como aquéllos que hicieron copias de este mismo mapa
(véase Toussaint et al., 1990), pensaban en Tenochtitlan como si se tratara de Utopía
misma. Después de todo, según Carlo Ginzburg, el discurso de Tomás Moro
acompañado de un mapa de la ciudad imaginada es un discurso retórico que intenta
dar validez a la existencia de algo que no existe (Ginzburg, 2003b).
El trabajo de Barbara Mundy invita a hacer una reflexión y un análisis acerca
del mapa que es posible -aunque un poco aventurado- gracias a los elementos
proporcionados por Montes de Oca et al. (2003). Para Mundy, es factible observar
rasgos que están relacionados con la cosmovisión mexica, de hecho, el lago de
Xochimilco -Sur del mapa, forma de bolsón (Figuras X y X), según fue identificado
por Toussaint et al.-, podría representar el topónimo de Culhucán (Mundy, 1998):

Dada la importancia de Culhuacan para los mexicas, es probable que lo hubieran


incluido en un mapa de México-Tenochtitlan y sus alrededores a principios del siglo
XVI; los europeos, entre ellos Cortés y el grabador de Nüremberg, pudieron no saber la
importancia que tenía Culhuacán para los mexica (Mundy, 1998: 23).77

No es difícil que los impresores de Nüremberg hayan confundido el topónimo


de Culhuacán (Figura 10) con un lago, ora por los colores verdosos del cerro y el
azul o el verde del agua, ora por la forma como se representa un cerro según
convenciones indígenas. Martínez (1991a) identifica un parecido entre el Mapa de
Nüremberg y Las siete cuevas de Chicomóztoc, en la Figura 9 se ha orientado esta

77
La traducción es mía “Given the importance of Culhuacan to the Culhua-Mexica, it is likely they
would have included it on an early sixteenth century map of Tenochtitlan and environs; yet
Europeans, among them Cortes and the Nuremberg engraver, could not have known the importance
that Culhuacan had to the Mexica” (Mundy, 1998: 23).
108 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n

imagen con el cerro que representa el glifo de Culhuacan hacia abajo para mostrar la
similitud entre éste y el “bolsón” del Mapa de Nüremberg, que se orientó con el
“bolsón” hacia abajo. De la misma forma, se podría pensar que los españoles o los
grabadores de Nüremberg confundieron la franja horizontal en la parte inferior del
símbolo “cerro” con un albarradón, el cual parece figurar la boca del “bolsón” que
formaría, según Toussaint et al., el lago de Xochimilco. Como se aprecia en la
figura, las albarradas se pudieron representar de manera similar al topónimo de
Tenayuca. ¿Acaso el edificio representado dentro del “bolsón” azul es una
tergiversación del tecpan de Culhuacán combinado con una albarrada o incluso con
el topónimo de Tenayuca? Si se observa con detenimiento el mapa, puede notarse
que los edificios que se ven en esta parte, son diferentes al resto, tanto por los
“cuadritos” como por las torres en punta. Los cuadritos debajo de las torres dentro
del “bolsón” ¿no se parecen a los círculos del tecpan de Culhuacán o a los del
topónimo de Tenayuca? Luis González Aparicio descubrió que si se traza una línea
imaginaria desde la Pirámide de Tenayuca hasta Culhuacán, su trazo pasaría sobre
los templos mayores de Tlatelolco y Tenochtitlan. González Aparicio (en González
y Cué, 2006) atribuye esta sorprendente coincidencia al vínculo ancestral entre
ambos lugares, el cual puede inferirse por las representaciones de ambos en la
primera lámina del Códice Mendoza y por las representaciones en la fachada de la
capilla de Tenayuca, donde se observan dos glifos tallados en piedra, uno al Sur -el
de Culhuacan- y otro al Norte -el de Tenayuca-.78

78
Sobre la relación entre Tenayuca y Culhuacan consultar Lombardo, 1973 y Smith, 2006.
E l M a p a d e N ü r e m b e r g | 109

Figura 10. ¿Lago de Xochimilco o representación del topónimo de Culhuacán?

Por otro lado, siguiendo nuevamente a Mundy (1998), el gran cuadro al


centro del mapa, -el Recinto Sagrado de México-Tenochtitlan (ver Capítulo 4)- se
puede visualizar un esquema representativo de la cosmovisión mexica.79 El esquema
incluye: 1) El Templo Mayor (templum ubi sacrificant), cuyos remates están
diferenciados -como aparecen en varios códices-; 2) La figura de un sol entre dos
torres -que podría representar el paso del sol entre los dos templos en el equinoccio
(Aveni et al., 1988; Mundy, op. cit.); 3) Dos tzompantli o “muros de cabezas” -
señalados como capita sacrificaturum- uno de los cuales puede observarse a un
costado de la fachada Norte de Templo Mayor en el sitio arqueológico; 4) La figura
de un cuerpo decapitado que, probablemente, represente a Coyolxauhqui, que estaba
79
Para una descripción detallada sobre esta porción del mapa véase Toussaint, et al., op. cit.
110 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n

al pie del templo, como fue descubierto con las excavaciones del Templo Mayor en
1978 (Matos, 1990).
La ubicación del Templo Mayor (Templum ubi sacricant -Templo donde
sacrifican-) no corresponde con la ubicación real según los recientes datos
arqueológicos (Matos, 1990; Barrera Rivera, 2006); sin embargo, al rotar los
elementos al interior del Recinto unos 180 grados, los elementos parecen coincidir
con la ubicación real aproximada según las excavaciones (Gutiérrez, 2003b); es
probable que el error en la ubicación de estos elementos al haberse rotado, se deba
más a un convencionalismo de la cartografía indígena que a un error del tlacuilo o
del grabador de Nüremberg, pero lamentablemente no se tienen los elementos para
poder esclarecer esta incógnita. Por el contrario, el cuadro que rodea al Recinto
Sagrado de Tenochtitlan, curiosamente, corresponde con el ancho que se propone
más adelante y, si los grabadores de Nüremberg hicieron una copia del mapa
indígena respetando las proporciones del mismo, confirmaría la idea de que la
cartografía indígena es precisa.
Llama la atención la cruz sobre el Templo del lado izquierdo (que
correspondería al Templo dedicado a Tlaloc), lo cual hace pensar que Hernán Cortés
ya había tumbado las figuras de los dioses mexicas y puesto en su lugar las
imágenes cristianas que menciona en su Segunda Carta; sin embargo, la cruz está
ubicada al margen de los templos, como si en el dibujo original ya no hubiera
espacio para ponerla y entonces se hubiera tenido que agregar en un espacio vacío.
A la postre, los impresores o grabadores de Nüremberg probablemente pusieron la
cruz donde la vieron dibujada, aún cuando el remate del Templo esté
conspicuamente vacío, a diferencia del templo del lado derecho (que correspondería
al Templo de Huitzilopochtli), que tiene -en su remate- rayas verticales.
E l M a p a d e N ü r e m b e r g | 111

Figura 11. Diferentes elementos representados dentro del recinto ceremonial de México-
Tenochtitlan en el Mapa de Nüremberg.

Otro elemento que para Mundy pudo corromperse cuando se redibujó el


mapa, es la forma como está representado el albarradón de Nezahualcóyotl, pues
para ella, el dibujo original quizá representaba una hilera de piedras según la
iconografía indígena (Figura 12).
Con la misma lógica que Mundy propone, se estudiaron otros elementos que
valdría la pena mencionar: 1) el dibujo que representa el palacio de Moctezuma
Xocoyotzin y 2) el dibujo que representa el llamado “zoológico” de Moctezuma. El
palacio de Moctezuma se representa en el Códice Mendoza como una construcción
de dos pisos con base en forma de herradura. De arriba abajo, dos cuartos flanquean
una entrada a un posible patio donde pueden observarse unas escaleras que
conducen a un cuarto superior, dentro del cual está dibujada la figura de
Moctezuma. Un edificio similar, con patio, dos pisos y con escaleras externas, se
112 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n

Figura 12. ¿Los albarradones según los tlacuilos?


En esta figura se muestran una serie de imágenes tratando de ejemplificar cómo pudieron haberse
visto los albarradones en el mapa dibujado por tlacuilos siguiendo sus convenciones cartográficas y
la interpretación de Mundy. De arriba abajo: Detalle del Mapa de Nüremberg; interpretación de un
albarradón siguiendo el artículo de Barbara E. Mundy con el topónimo para piedras que la autora
dibujó (1998: 24); interpretación de albarradas siguiendo el libro Cartografía de tradición
hispanoindígena (op. cit.,: 45), tomando como base los topónimos de Tetenanco del Códice Azoyú I
y el Códice Mendocino. Nótese el símbolo para representar las piedras en la parte inferior del
topónimo; hilera de piedras en un mapa de 1591 de Huejotzingo, Puebla. Según la glosa que
aparece debajo de la hilera, podría representar un malpaís (Mapa 1285, Cartografía de tradición
hispanoindígena, op. cit.); albarradas en el Mapa de Uppsala.
E l M a p a d e N ü r e m b e r g | 113

puede observar en el Códice Osuna, sólo que ya presenta detalles de origen español
como los arcos en las puertas o, incluso -como seña por demás evidente- la imagen
del virrey Mendoza de frente al tlatoani o gobernador tenochca en turno; la imagen
que presenta este códice es del tecpan calli de México-Tenochtitlan hacia 1565.
Resulta interesante observar la imagen del palacio de Moctezuma que aparece en el
Mapa de Nüremberg puesto que se asemeja a las imágenes antes referidas. Se debe
señalar, no obstante, que la tridimensionalidad para representar construcciones
podría tener origen europeo, empero, la similitud planimétrica es la que interesa
(Figura 13).
Por su parte, el zoológico (Figura 14) se representa en el Mapa de Nüremberg
como una serie de cuadros que contienen una especie animal determinada, como si
fueran corrales representados a la manera indígena (Montes de Oca et al., 2003).
Cabe decir que entre los animales que pueden identificarse se incluye una garza -
animal emblemático del lago-, un felino, varias especies de aves y -como si se
tratara de animales- pueden observarse dos siluetas humanas que, probablemente,
hagan referencia a las personas “monstruos” que Moctezuma reclutaba y que
incluían enanos, jorabados, deformes y albinos (Cortés, op. cit.: 67). En el Mapa que
se atribuye al Conquistador Anónimo, el género de animales ya había cambiado y se
redujeron; llama la atención que se haya dibujado lo que parece ser un elefante,
evidentemente, fruto de la ignorancia y la fantasía del dibujante.80.

80
Una copia de este mapa puede verse en Apenes, 1947, lámina no. 7.
114 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n

Figura 13. El Palacio de Moctezuma en el Mapa de Nüremberg


Similitudes entre diferentes representaciones del tecpan de Moctezuma: En la esquina inferior
izquierda, Códice Mendoza folio 69r (tomada de Berdan, 2007), el tecpan calli de Tenochtitlan
según el Códice Osuna y el palacio de Moctezuma II como se ve en el Mapa de Nüremberg.
E l M a p a d e N ü r e m b e r g | 115

Figura 14. La casa de los animales o el “zoológico” de Moctezuma

Como se ha tratado de mostrar, el mapa que fue reelaborado por el imaginario


alemán del siglo XVI, constituye una fuente inapreciable de información geográfica.
Sus trazos se basaron en el sistema cartográfico indígena y, afortunadamente,
algunos elementos que denotan la mano del tlacuilo han logrado sobrevivir a pesar
de su inclusión al sistema europeo, o si se prefiere, de su modificación sistemática a
la convención pictórica de Nüremberg.
116 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n

A grandes rasgos, esto es lo que se puede decir de este extraordinario mapa


que se ha catalogado como fantasioso en muchos sentidos, pero apegado a la
realidad en otros más. A través de este recorrido sincrónico, se puede decir que se ha
logrado hacer un décapage del mapa, dotándolo de la información que permitirá
vincularlo a nuestro Sistema de Información Geográfica. Dicho de otro modo, ya se
tiene la información de una capa o estrato, que muestra la ciudad de Tenochtitlan a
partir de los convencionalismos indígenas reelaborados por los grabadores de
Nüremberg. A continuación, se hablará sobre otra capa que interesa, el Mapa de
Uppsala, el cual, a simple vista, no se asemeja al Mapa de Nüremberg; no obstante,
algunos de los elementos que se han puesto en relieve -como el alabarradón, los
círculos del tecpan, los topónimos y, eventualmente, la ubicación de algunas
calzadas y elementos arquitectónicos- se pueden apreciar en el mapa del que a
continuación se hablará, que como se ha dicho, muestra la fisonomía de la ciudad
prehispánica sólo que con edificios españoles.
| 117

3.4. El Mapa de Uppsala. Breve recuento histórico.

Este mapa presenta un problema similar al Mapa de Nüremberg y es que después de


tres estudios extensivos y minuciosos, poco se puede agregar (Linné, 1948;
Toussaint et al., op. cit.; León-Portilla y Aguilera, op. cit.). Ya en 1938 -año en que
se publica por primera vez Planos de la Ciudad de México. Siglos XVI y XVII-,
Manuel Toussaint señalaba “bien conocido es de historiadores y americanistas el
plano que representa a la Ciudad de México, que existe en la Universidad de
Uppsala y ha sido tomado unánimemente por obra del famoso cosmógrafo Alonso
de Santa Cruz” (Toussaint et al., op.cit.: 135).
Desafortunadamente, las reproducciones que se habían hecho hasta 1938 no
eran lo suficientemente fieles como para hacer un estudio en detalle sin tener que
maniobrar el mapa original. De hecho, Toussaint, Fernández y Gómez ocuparon la
reproducción en litografía y colores elaborada por Adela Bretón y que aparece en la
edición de 1910 de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de
Bernal Díaz del Castillo hecha por Alfred Persival Maudslay, considerada una de las
mejores reproducciones hasta ese momento, de acuerdo con Federico Gómez de
Orozco (Toussaint et al., op. cit.).
Sin embargo, estaban por publicarse los Planos de la Ciudad de México,
cuando los autores de dicha obra recibieron noticias de Alfonso Caso acerca de una
reproducción a colores un poco reducida con respecto al original que, no obstante,
reproducía fielmente el mapa a partir del original. Esta copia -impresa en Estocolmo,
Suecia, por Sigvald Linné- pudo ser consultada por Toussaint, Fernández y Gómez
gracias a la “amabilidad” de Bodil Cristiansen, propietaria de un ejemplar. Sin
embargo, este duplicado no se usó para el análisis del Mapa de Uppsala que los tres
autores hicieron en su libro y, aunque Federico Gómez de Orozco no demerita su
valor, admite que la copia de Adela Bretón carece de detalle plástico y omite
algunos elementos como “las orlas y los ornatos que enmarcan el códice [además]
tuvo casi que reconstruir el mapa al hacer su copia, lo cual, aunque explicable, le
118 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n

resta interés en cierto aspecto, pero por otro lado constituye una gran ayuda para su
estudio” (ídem: 166).
Diez años después del estudio de Manuel Toussaint, Justino Fernández y
Federico Gómez apareció el trabajo que, de acuerdo con León-Portilla y Aguilera,
puede considerarse como una de las dos aportaciones más relevantes sobre este
mapa. Sigvald Linné, después de diez años de haber realizado la copia fiel del Mapa
de Uppsala, publica -también en Estocolmo- El Valle y la ciudad de México en
1550. Relación histórica fundada sobre un mapa geográfico que se conserva en la
Biblioteca de la Universidad de Upsala (Linné, 1948; León-Portilla y Aguilera, op.
cit.: 35). En este trabajo, el autor invita a recorrer cada detalle del mapa con ayuda
de los Diálogos de Francisco Cervantes de Salazar y, al mismo tiempo, hace un
estudio etnográfico mostrando fotografías de la Cuenca de México donde se
observan imágenes de la vida humana que aún sobrevivían cuando él escribió su
libro y que se observan en el Mapa de Uppsala, haciendo que el estudio sea ameno y
fácil de leer. Linné, además identifica varios elementos del códice cartográfico y
hace un pequeño estudio histórico de cada uno, con lo cual, autores como Edward
Calnek, lograron plantear otra hipótesis acerca de la fecha de elaboración del mapa
(Calnek, 2003).
Después de Sigvald Linné, prácticamente no se realizaron estudios tan
profundos sobre el mapa y, por desgracia, su libro tuvo una distribución un tanto
restringida. De hecho, hasta 1988 se publicó una segunda edición en español. En
1989, Miguel León-Portilla y Carmen Aguilera -con ayuda de Kjell Holm de la
embajada de Suecia en México- publicaron el Mapa de México-Tenochtitlan y su
contornos hacia 1550, que además de poner en relieve alrededor de 200 glifos
toponímicos contenidos en el mapa, hacen un estudio extensivo complementando los
trabajos de Toussaint et al. y Linné. Caracterizan algunos de los elementos de la
cartografía indígena, retomados por Reyes Equiguas en su estudio sobre Los
elementos topográficos de tradición indígena en los mapas de la región de Tula
(2003), donde se excluye la intencionalidad de la manufactura, la variación de los
E l M a p a d e U p p s a l a | 119

formatos o la base en que fueron hechos los mapas, so pretexto de que estas
características las comparten otros documentos de manufactura indígena. Este libro,
que también tuvo una distribución restringida, contiene un análisis cartográfico que
se puede dividir en dos tipos. Por un lado, a través de un estudio histórico, se trata
de caracterizar las dos formas de cartografía que pueden observarse en el mapa y,
por otro, se presenta un análisis por sectores a partir de una división que se hizo ex
profeso para el estudio. Finalmente, una de las características más importantes de
esta obra es que incluye una reproducción facsimilar doble, “una, integrada al libro,
para ser estudiada, y otra, para enmarcarla y, así, disfrutarla” (León-Portilla y
Aguilera, op. cit.: 9). Estas reproducciones toman como base las fotografías que los
autores mismos tomaron, gracias a las facilidades que les otorgaron en la Biblioteca
de la Universidad de Uppsala. Empero, como ya se había dicho, la obra tuvo una
distribución restringida y, como dice Rodrigo Martínez Baracs, “urge reeditar
porque se ha vuelto inaccesible” (2006b).
Afortunadamente, en 1997 -gracias a los adelantos tecnológicos disponibles
para un público cada vez más amplio- la Biblioteca de la Universidad de Uppsala en
colaboración con el Laboratorio de Medios Audiovisuales (Media Lab) de la
Universidad de Helsinki y el Departamento de Fotogrametría de la Universidad de
Tecnología de Helsinki, iniciaron un proyecto para reproducir digitalmente y crear
lo que ellos llaman, un facsímile digital del Mapa de Uppsala, el cual permite
visualizar el mapa y estudiarlo sin necesidad de tenerlo en nuestras manos y con
detrimento del mismo (Nuikka et al., 2004; Díaz-Kommonen, 2007). Gracias a
dicha labor es posible hacer un estudio como éste, ya que el mapa utilizado en esta
investigación se compiló a partir de las imágenes del Facsímile Digital de México
1550, que son ofrecidas por el sitio web Systems of Representation.81
Dicho lo anterior, se comprenderá que no se pretende repetir lo que ya otros
autores, de manera profunda y extensiva, han dicho sobre el mapa, y eventualmente

81
http://systems_of_representation.uiah.fi/map_of_mexico/project
120 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n

sus estudios son retomados para realizar el análisis de este mapa porque de ellos
depende la fiabilidad de los datos.

3.4.1. Sobre los orígenes del mapa y el proceso de aculturación en su


manufactura.

El Mapa de Uppsala fue considerado por mucho tiempo obra del cosmógrafo de
Carlos V -Alonso de Santa Cruz-, pero después del análisis historiográfico e
iconográfico -y hasta paleográfico- exhaustivo, así como la identificación de
alrededor de 200 glifos con distintas representaciones de pueblos y lugares diversos,
de sitios antiguos, cerros, etcétera (León-Portilla y Aguilera, op. cit. y Aguilera,
1990), se puede decir -con toda certeza- que el mapa fue elaborado por un tlacuilo
(Linné, 1948; Toussaint, 1990; Díaz-Kommonen, 2004; Martínez Baracs, 2006;
Medina, 2007 y León-Portilla y Aguilera, op. cit.).
Por otro lado, Carmen Medina considera que el mapa es muy interesante
porque “no es ni un típico mapa azteca, ni uno español, lo cual lo hace único en su
género” (Medina, op. cit.: 6); idea que sería apoyada por León-Portilla y Aguilera
dado que los mapas indígenas antes de la llegada de los españoles no eran “mapas-
paisaje”, los cuales tienen su origen en el contexto renacentista, y como puede
observarse en el Mapa de Uppsala, “perduraron algunos de los rasgos y elementos
hasta aquí identificados como mesoamericanos pero ya en fusión con otros de
insoslayable origen europeo” (León-Portilla y Aguilera, op. cit.: 25 y 27). No
obstante, no se debe obviar el acertado comentario de Barbara Mundy:

Cuando Keen escribió, era aceptado ampliamente entre los historiadores y los
historiadores del arte, que el estilo era, tal vez, el mejor índice de autoría -si algo
parecía europeo, entonces su dibujante o grabador o artista, era europeo-. Lo mismo
aplicaba para lo azteca, y el trabajo influyente de Robertson acerca del estilo indígena,
explicaba cómo distinguir ese estilo del europeo. Desde que Robertson escribió, sin
embargo, numerosos trabajos de arte del Nuevo Mundo colonial que parecen europeos
cuya autoría es indígena, contradicen cualquier ecuación simple de estilo acerca de la
autoría. Nuevas investigaciones históricas sugieren que la cultura indígena persiste más
allá de sus más visibles y altamente organizadas formas (como la religión) que fueron
erradicadas. Como resultado, ahora se tiende a pensar en la cultura del Nuevo Mundo,
E l M a p a d e U p p s a l a | 121

incluida su cultura visual, como una polinización-cruzada [¿fusión?] de lo Europeo y lo


indígena, y de sus artefactos como híbridos (Mundy, 1998: 13).82

Como se apuntó anteriormente, un rasgo que puede considerarse


característico de la cartografía indígena es la representación de un marco que
contextualice la parte central del mapa, que normalmente es aquella que tiene mayor
relevancia.
El Mapa de Uppsala o Mapa de México-Tenochtitlan hacia 1550 como fue
nombrado por Miguel León-Portilla y Carmen Aguilera, es obra de tlacuilos,
probablemente del Colegio de Santa Cruz Tlatelolco (Linné, 1948; Toussaint et al.,
op. cit. y León-Portilla y Aguilera, op. cit.). Su origen se remonta a los primeros
años de dominio español: posterior a 1536 -fecha en que se fundó el Colegio- y
antes de 1556 -año en que Carlos V deja el trono-.83 En palabras de Edward Calnek,
algunos autores como Toussaint (op. cit.) y, posteriormente seguido por Linné
(1948), “basándose en la suposición equivocada de que el dique junto al lado
oriental de la ciudad se construyó a raíz de la inundación de 1555” (Calnek, 2003:
156-158), pensaron que el mapa fue elaborado después esta fecha, y obviamente,
antes de que el rey de España dejara el trono, por lo que fechan el mapa para 1556.
Sin embargo, actualmente se sabe que este dique o albarradón -denominado en
época colonial como de San Lázaro- fue construido a finales del siglo XV, después
de la gran inundación de 1499 que, según dicen, mató al impulsor del proyecto:

82
La traducción es mía. “When Keen wrote, the Widely accepted view among historians and art
historians was that style was perhaps the best index of authorship-if something looked European,
then its painter or carver or artist was European. The same held for the Aztec, and Donald
Robertson's influential work on native style systematically laid out how to distinguish that style
from European. In the years since Robertson wrote, however, numerous art works from the colonial
New World that look European but were authored by indigenes disprove any simple equation of
style to authorship. New historical research also suggests that indigenous culture persisted long after
its most visible and highly organized forms (like religion) were suppressed. As a result we now tend
to think of culture in the New World, and with it visual culture, as a cross-pollination of the
European and the indigenous, and of its artifacts as hybrids” (Mundy, 1998: 13).
83
El mapa es un regalo que el cosmógrafo Alonso de Santa Cruz da a Carlos V, cuando todavía es
rey de España, y aunque la dedicatoria que aparece en el mapa, en la esquina inferior derecha,
resulta difícil de leer, en ningún lado figura que el mapa lo haya elaborado el cosmógrafo, aunque sí
parece que es un regalo para el rey (Toussaint et al., op. cit.; Linné, op. cit.; León-Portilla y
Aguilera, op. cit. y Medina, 2007).
122 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n

Ahuízotl, el penúltimo emperador mexica (Lombardo, 1973; Pérez y Rocha, 1996;


Calnek, 2003; Carballal y Flores, 2004 y Martínez Baracs, 2006).
Después de la inundación de 1555, el virrey Luis de Velasco convocó a los
señores de México, Texcoco y Tacuba para que le dijeran u orientaran acerca de
cómo resolvían el problema de las inundaciones, el problema de vivir en un entorno
lacustre, puesto que tenía miedo que la inundación fuera peor en 1556.84 Después de
que los señores de reunieron, concluyeron que lo mejor era hacer una albarrada junto
a las atarazanas, como antiguamente estaba hecha (Pérez y Rocha, 1996 y Martínez,
2006). Luego, el 23 de octubre de 1555, el virrey entregó al Cabildo una pintura
hecha por los indígenas donde estaba dibujada la ciudad de Tenochtitlan con la
representación de los ríos y acequias que entraban a ella, así como el lago que la
bordeaba (Toussaint et al., op. cit. y Pérez-Rocha, 1996). Por lo tanto, la fecha de
elaboración del mapa planteada por Toussaint no es del todo errónea porque, al
parecer, se elaboró un mapa cuya descripción coincide con el de Uppsala. De hecho,
si se piensa que este mapa era un plano para solucionar el problema de la
inundación, explicaría que el albarradón de Nezahualcóyotl y el de Ahuízotl
presentaran ese aspecto tan acabado, como nuevos, porque era una propuesta, un
plano, que indicaba que debían repararse los antiguos albarradones.
Aun así, no debes pensarse que los indígenas elaboraron un mapa de la noche
a la mañana, sobre todo considerando el grado de detalle, precisión y extensión
abarcada por el mismo. Es decir, durante el mes de septiembre la ciudad se inunda,
en octubre están planeando cómo van a prevenir futuras inundaciones, hasta finales
de noviembre se llega a un acuerdo sobre la reparación de los albarradones y es
hasta principios de diciembre que comienza su construcción (Pérez-Rocha, 1996 y
Martínez, 2006). Resta decir que faltaba sólo un mes para que Carlos V dejara el
trono, por lo cual, esta hipótesis sobre el año en que fue dibujado el mapa resulta un
poco inverosímil porque, en algún momento -como apunta León-Portilla y Aguilera-
84
Sobre los problemas que acarreaba vivir en un entorno lacustre como el de México-Tenochtitlan,
desde sus orígenes hasta la Conquista, consúltese el libro de Josefina García Quintana y José Rubén
Romero Galván, México-Tenochtitlan y su problemática lacustre (1978).
E l M a p a d e U p p s a l a | 123

el cosmógrafo “requirió de algún tiempo para estudiarlo, copiarlo y comentarlo en


su Islario” (op. cit.: 31).
Calnek propone una hipótesis alternativa. Para él, este mapa fue dibujado
entre 1537 y 1541, porque

El hecho de que la construcción de dos iglesias (Santa Catalina [#21] y San Agustín
[#90]), comenzadas en 1537, se muestren en el mapa «Orozco y Berra, 1867: 108;
Rosell, 1961: 39, 191» y, que el área ocupada por el Convento de la Concepción [#36],
comenzado en 1541 «Linné, 1948:56; Orozco y Berra, 1867: 108; Rosell, 1961: 255»,
esté conspicuamente vacía, sugiere que el mapa fue creado entre estas dos fechas
(Calnek, 2003: 158).

Esta hipótesis se refuerza si se apela a la cartografía y la coyuntura histórica


que se vive en Nueva España en aquellos momentos. Por un lado, el Mapa de
Uppsala, contrario a lo que se plantea, no refleja fielmente la ciudad descrita por
Francisco Cervantes de Salazar en sus Diálogos, es decir, una ciudad despoblada de
indios, fortificada y sin indicios de edificaciones indígenas; en cambio, refleja una
ciudad con varios lotes baldíos, construcciones sencillas y edificaciones que pueden
considerarse indígenas tanto por su forma, como por la decoración con motivos
circulares -similares al símbolo para representar el tecpan-. Según Mier y Terán
(2005), para 1534-1535, existen pocos vecinos en la ciudad, siguen habitando
indígenas en la traza y se evidencia un proceso de despoblamiento. Es hasta 1541,
después de que el alzamiento indígena en el Norte -Guerra del Miztón- pusiera en
alerta a los españoles, cuando comienzan a fortificarse las casas (León-Portilla,
2005). Como se observa en el Mapa de Uppsala, las casas no parecen estar
fortificadas; de hecho, si las se comparan con los edificios de un mapa de la Plaza
Mayor en 1562, se notará que éste último presenta torres, característica que no
puede observarse en el de Uppsala.85

85
El hecho de que en el Mapa de Uppsala no se representen casas con torres no quiere decir que no
las hubiera, de hecho, es probable que el elemento pictográfico anteceda al elemento arquitectónico;
los edificios no necesariamente están representados como fueron en realidad, aún cuando su
ubicación y área ocupada corresponda con ésta, según se demostró con el SIG. Los edificios pueden
estar representados a través de una serie de convenciones para diferenciarse entre si, por jerarquías
o tipos, más que por diferencias de materiales y formas.
124 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n

Si, como dicen León-Portilla y Aguilera (op. cit.: 34), el virrey Mendoza
tenía relación epistolar con Alonso de Santa Cruz, no es difícil que el virrey le haya
enviado un mapa de la ciudad recién formado el Colegio de Santa Cruz. Estos
autores -siguiendo a Linné para reforzar su hipótesis sobre el origen del mapa-,
dicen que en abril de 1546 el príncipe Felipe había pedido al virrey Mendoza que se
realizaran trabajos de índole cartográfico para “ordenar mejor la administración del
virreinato” y, luego se preguntan “¿Es mucho imaginar que, en cumplimiento de la
orden del príncipe Felipe, Mendoza se dirigiera al Colegio, qué él mismo había
inaugurado, y solicitara la elaboración de nuestro mapa?” (ídem); con lo cual, llegan
a la conclusión de que fue posterior a esa fecha la hechura del mapa, en 1550. Sin
embargo, se propone una pregunta similar ¿es mucho imaginar que el mapa ya
estuviera hecho y que, en cumplimiento de la orden del príncipe, el virrey se
dirigiera al Colegio para que le dieran una copia? Después de todo, la realización del
mapa tomó bastante tiempo, pero se duda que después de cuatro años, el príncipe
siguiera esperando por algo que ordenó para un objetivo concreto.
Ahora bien, establecer la fecha precisa de elaboración del mapa, no es en sí
mismo importante, lo que interesa es contextualizar lo que se observa en el mapa
con relación a la transformación de la Ciudad de México en los primeros años de
dominio español. Si se considera que la ciudad estaba lista para poblarse dos años
después de conquistada, sólo habían pasado entre 15 y 20 años hasta el momento en
que el mapa fue elaborado, retomando la fecha que propone Calnek. Esto resulta
significativo dado que la ciudad representada en el mapa corresponde a la ciudad
construida por los conquistadores, los frailes y los indígenas, es decir, una ciudad
que, en términos generales, no era muy diferente a la que existía antes de la
Conquista, pero lo suficientemente aculturada para mostrarse diferente.
Este mapa sigue, en cierta medida, las convenciones cartográficas
prehispánicas, pero es evidente que mezcla componentes europeos que, al parecer de
León-Portilla y Aguilera, siguen el modelo renacentista. Sin embargo, debe
recordarse lo que Kubler (op. cit.), y más recientemente Equiguas (2003), dicen al
E l M a p a d e U p p s a l a | 125

respecto del modelo renacentista, que los indígenas, probablemente, nunca


recibieron instrucción formal sobre estas ideas. De hecho, como parte de esta
investigación, se revisaron algunos mapas del siglo XVI europeo86 para encontrar
posibles similitudes con el Mapa de Uppsala y, salvo el mapa de la ciudad de
Jerusalén (Figura 15) -dibujado por Christiaan van Adrichem en 1548- y el mapa del
Cairo -dibujado por Domenico delle Greche en 1546-, ningún mapa es comparable.
En efecto, algunos animales de carga, viviendas y ciertos españoles
golpeando indígenas o, simplemente, caminando por alguno de los tantos caminos
que pueden observarse, son imágenes recurrentes, pero es curioso que muchos
mapas europeos del siglo XVI que representan ciudades, no están elaborados a ojo
de pájaro. Más aún, ¿acaso la cartografía indígena se estancó con la llegada de los
españoles? Parece que no. Los indígenas del Colegio de Santa Cruz, probablemente,
fueron instruidos por los frailes e imitaron algunos elementos de la iconografía
europea, pero el Mapa de Uppsala no se parece, como bien lo dijo Carmen Medina
(op. cit.) a ningún mapa indígena, ni a ningún mapa europeo.

86
La búsqueda de los mapas se realizó a través de Internet tratando de localizar fuentes confiables,
como universidades o bibliotecas, que han digitalizado algunos mapas de Europa del siglo XVI y
los han puesto en la World Wide Web (www). Algunas de estas fuentes son: The Jewish National and
University Library & The Hebrew University of Jerusalem (Israel), Library of Congress Geography
and Map Division (EU), Morse Library, Beloit College (EU).
126 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n
| 127

Figura 15. Mapa de la ciudad de Jerusalén


Dibujado por Christiaan van Adrichem e impreso en 1584 (The Jewish National and University Library & The Hebrew University of Jerusalem, Maps
of the Holy Land from the Eran Laor Collection, http://jnul.huji.ac.il/dl/maps/pal/html/).
128 | C o n s t r u c c i ó n y R e c o n s t r u c c i ó n
| 129

Capítulo 4
¿Qué es lo que SIGue?

…Un penitente soñó varias veces la invasión de los extranjeros. Los


vio que entraban con grandes animales a las casas de los sacerdotes, y
que dormían allí todos revueltos, hombres y bestias. Traían gallinas,
muchas gallinas, que subían a los templos y se zurraban en ellos.
(Antiguos tarascos en López, 1988)

En el Capítulo anterior se trató de hacer un estudio sincrónico de los mapas para


otorgarles -al mismo tiempo- un trasfondo histórico. A continuación se muestran
algunos resultados que pudieron obtenerse a partir del estudio diacrónico de acuerdo
con la metodología propuesta aplicada al caso concreto de la Ciudad de México;
constituyen un ejemplo de aplicación de los SIG en combinación con los mapas
históricos, las fuentes escritas y las fuentes arqueológicas.
En primer lugar, se hablará sobre la distorsión y la precisión en el Mapa de
Uppsala con base en su georeferencia y una reconstrucción hipotética de la
plataforma que rodeaba al Recinto Sagrado de Tenochtitlan y al Recinto de
Tlatelolco, realizada a partir del Sistema de Información Geográfica y el estudio de
diversas fuentes arqueológicas e históricas. La reconstrucción hipotética de ambos
recintos es un producto alterno de la investigación, no obstante, permite
correlacionar algunos elementos coloniales con la traza prehispánica y permite un
mayor entendimiento del proceso de cambio que sufrió la ciudad.
Posteriormente, se describe un ejercicio de vectorización de la parte central
del Mapa de Uppsala para identificar algunos elementos arquitectónicos mostrando
un ejemplo de uso posible que resulta después del proceso de georeferencia de un
documento cartográfico –en este caso un mapa histórico-. Durante el proceso de
vectorización no sólo se georeferencia el mapa histórico, sino que pueden ser
georeferenciados diversos elementos que el mapa puede tener, con lo que se obtiene
un mayor control de los atributos que el mapa presenta.
130 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

Para finalizar, se hace una comparación entre el Mapa de Uppsala y el Mapa


de Nüremberg, que trata de sintetizar lo que se aborda en este capítulo y lo que se
abordó en el Capítulo 3, retomando el proceso de aculturación y urbanización.

4.1. Distorsión y precisión: El caso del Recinto de Tlatelolco en el Mapa de


Uppsala

Una de las características principales del Mapa de Uppsala es el detalle con que
representa a la Ciudad de México -representada a una escala cercana a 1:10000-.
Este detalle no es casual, a pesar de que para Justino Fernández (Toussaint et al., op.
cit.) esté dibujado sin medida, proporción o escala y sólo sea un croquis fantasioso.
A partir de la inclusión del mapa a un Sistema de Información Geográfica, se pudo
observar que el mapa se realizó pensando en la isla donde estaba la Ciudad de
México -que para la fecha en que se realizó ya parece más bien península- y no en
los alrededores. Pareciera que la distorsión que sufre el mapa es totalmente
consciente y sólo sirve para contextualizar y ubicar la ciudad, más que para
pretender representar fielmente una realidad, aunque se haya puesto empeño en que
los pueblos, caminos y parajes estuvieran ubicados adecuadamente; en la actualidad,
resulta más fácil poner en un recuadro un mapa a mayor escala -llamado “mapa de
referencia”- que sirve para ubicar el mapa capital.
A partir del análisis se identificó que la parte central del Mapa de Uppsala -
prácticamente sin distorsión- se acopla adecuadamente al trazo del mapa base -que
es un mapa moderno de la ciudad-, considerando la ubicación de lugares conocidos,
calles que se han conservado y, en general, cualquier indicio que permitió ubicarlo
en el espacio a partir del SIG.87 Por otro lado, parece que el mapa se realizó tomando
como base diferentes puntos de observación y contrario a lo que parece, Tlatelolco
no está distorsionado espectacularmente como pensaron Toussaint et al. (op. cit.) o
Miguel León-Portilla y Carmen Aguilera (op. cit.). Según León-Portilla y Aguilera -
siguiendo a Toussaint, Linné y Donald Robertson- esta distorsión puede responder a
87
En el Sistema de Información Geográfica se incluyeron los datos geográficos más recientes:
Fotografía aérea del la compañía Digital Globe de los años 2003 y 2005 y la fotografía aérea de la
Compañía Mexicana de Aerofoto de los años 1934, 1938, 1939, 1946 y 1947.
P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 131

una proclamación de grandeza para ensalzar el Colegio donde fue manufacturado el


mapa “como si se quisiera poner de relieve su grandeza” (op.cit.: 31, 72). No
obstante, en un grabado francés del siglo XIX, el espacio que ocupa el atrio de la
iglesia de Santa Cruz Tlatelolco junto al antiguo Colegio, vuelve a aparecer
distorsionado con respecto al centro de la ciudad. Francamente, sería difícil creer
que los franceses tuvieran interés alguno en enaltecer este espacio que además se
corre a un costado del grabado faltando poco para que no se incluyera. De igual
forma, se ve algo similar en la imagen de la Ciudad de México pintada por Juan
Gómez de Trasmonte,88 que dada la perspectiva y elementos mostrados,
seguramente se relaciona íntimamente con el grabado francés (Figura 16).
Según las crónicas de Hernán Cortés (1980) y Bernal Díaz (1980), el mercado
de Tlatelolco era el mercado más grande que hasta entonces habían visto, por lo
cual, suponiendo que la plaza donde se ubicaba el mercado corresponde con el
espacio que en el Mapa de Uppsala -en la región de Tlatelolco- dice “mercado”, es
comprensible que este espacio sea más grande que la Plaza Mayor al centro de la
ciudad.
El hecho de que el espacio ocupado por el recinto de Tlatelolco (iglesia,
convento, colegio y mercado) sea mayor que el espacio ocupado por el centro de la
ciudad española89 no implica, necesariamente, que esté totalmente
desproporcionado. Es probable, de acuerdo con el SIG elaborado, que una de las
razones por las que se vea más grande sea que el mapa se hubiese elaborado en dos
partes y que se hubiera detallado más la parte correspondiente a la ciudad española.

88
Un interesante estudio sobre esta pintura y otras dos de Adrián Boot, lo ofrece Roberto L. Mayer
(2005). Igualmente interesante es el estudio de Edgar Mejía sobre la ciudad “ideal” y “oficial” que
Trasmonte quiso plasmar en su pintura (2004).
89
La ciudad se dividió en dos a partir de la conquista: la ciudad donde habitarían los españoles,
delimitada por la traza, y la ciudad de los indígenas, fuera de la traza. Según las Actas de Cabildo,
los estudios de Edmundo O’Gorman, así como los de Lucía Mier y Terán, a pesar de las
restricciones para que los españoles habitaran exclusivamente en la traza y los indígenas fuera de
ella, los grupos siempre estuvieron mezclados o, si se prefiere, el proyecto de separación nunca se
llevó a cabo con éxito (Actas de Cabildo de la Ciudad de México, 1889; O’Gorman, 1938 y Mier y
Terán, 2005).
| 132

Figura 16. Grabado francés (1880), Ciudad de México según Trasmonte (1628) y Mapa de Uppsala (¿1537-1556?)
De arriba a abajo: Grabado Francés de 1880 basado, probablemente, en la perspectiva de Trasmonte (autor
desconocido); Forma y Levantado de la Ciudad de México (Juan Gómez de Trasmonte). Mapa de Uppsala
modificado para simular la perspectiva de las otras dos imágenes. Como se puede apreciar, enmarcado en un
rectángulo rojo, el espacio abierto en Tlatelolco es muy grande con respecto a cualquier otro espacio abierto en las
imágenes. Compárense ambas con la imagen del Mapa de Uppsala.
P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 133

Es decir, Tlatelolco podría ser parte del marco contextual del mapa, pero en
efecto, se trató de emparejar su importancia con respecto a Tenochtitlan y por ello
conserva cierta precisión; una posible explicación sería, justamente, como sugieren
Toussaint et al. (1990) y León-Portilla y Aguilera (op. cit.), que los dibujantes eran
del Colegio de Santa Cruz, aunque no aparezca anunciado el colegio.
Si se observa el Mapa de Uppsala en la región ocupada por Tlatelolco, se
nota un recinto con forma rectangular, alargado en el eje Norte-Sur, al poniente de la
Iglesia de Santa Cruz. Si se pone atención, este espacio está enmarcado por una serie
de cuadros blancos que se parecen a aquéllos que delimitan el Recinto Sagrado de
México-Tenochtitlan en el Códice Matritense, por lo cual, puede suponerse que
estos cuadros representan una barda o muro, o inclusive, una plataforma, si se
consideran los hallazgos arqueológicos (Figura 17). Cuando se hizo la georeferencia
de este espacio de acuerdo con una reconstrucción hipotética del Recinto Sagrado de
Tlatelolco -mostrada en el siguiente apartado-, el RMS90 era tan sólo de 6 con una
deformación de primer orden. A pesar de un error RMS tan bajo, el mapa se alarga
de Este a Oeste; no obstante, la calzada Vallejo y la que va al Tepeyac, se alinean
con unos caminos del Mapa de Uppsala que corresponden a los antiguos caminos
hacia Tenayuca y hacia Tepeaquilla (Martínez, 2006 y González y Cué, 2006).
En efecto, si las inferencias sobre el tamaño del Recinto Sagrado de
Tlatelolco -a partir del SIG y la información arqueológica e histórica- son correctas,
se puede pensar que el espacio cercado que aparece en el Mapa de Uppsala
corresponde al recinto ceremonial antiguo, y de ser así, es otra evidencia de que no
está exageradamente desproporcionado este espacio en el mapa. Ciertamente, el
mapa en esta región está desproporcionado con respecto al tamaño real que pudo
tener; pero el tamaño que muestra en el Mapa de Uppsala es directamente
proporcional al tamaño que pudo haber ocupado el Recinto Sagrado de Tenochtitlan,
90
Los desfases entre el mapa base y el dato raster -perceptibles a través de los puntos de control-
son medidos por la herramienta georeferencing, interpretados como errores o residuos y
computados tomando la suma de la raíz cuadrada media -RMS por sus siglas en inglés, Root Mean
Square- de todos los “residuos”, obteniendo el error RMS (Gregory, 2006 y ESRI, op. cit.). Este
valor indica la consistencia de los datos.
134 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

Figura 17. Recinto Sagrado de Tlatelolco


Se debe advertir que no todo el marco que rodea la Iglesia tiene el mismo motivo, de hecho sólo el
que está debajo de la iglesia tiene la trama de rectángulos y lo demás está liso. Llama la atención
que no tiene entrada al frente de la iglesia.

como si los dibujantes del Colegio de Santa Cruz Tlatelolco quisieran darle a
Tlatelolco la misma importancia que a Tenochtitlan, aún cuando el trazo de esta
región pudo no ser fundamental para los fines del mapa.
Resulta interesante que la proporción con que está dibujado el recinto de
Tlatelolco corresponde con el espacio que se ha asignado al Recinto Sagrado de
Tenochtitlan. Si los cálculos son correctos y el recinto de Tlatelolco mide 260
P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 135

metros, aproximadamente, por lado91 -tomando como referencia el eje mayor del
recinto de Tenochtitlan de 378 metros, aproximadamente-, la diferencia entre ambos
recintos serían tan sólo del 40% y no, como aseguran León-Portilla y Aguilera (op.
cit.), hasta 4 veces más grande con respecto al centro de la Ciudad de México.
Ambos autores consideran que los límites del Recinto Sagrado de Tenochtitlan, se
ubican entre las calles de Guatemala y Corregidora -de Norte a Sur- y las calles de
Palma y Correo Mayor -de Oeste a Este-; sin embargo, el espacio que puede
compararse con el recinto de Tlatelolco debe corresponder con el Recinto Sagrado
de Tenochtitlan para que sea comparable. Dicho de otro modo, este espacio debe
compararse desde los recintos ceremoniales, porque la evidencia arqueológica y
cartográfica, hace suponer que el atrio de la Iglesia de Santa Cruz Tlatelolco
correspondía con el Recinto Ceremonial de Tlatelolco, de ahí que en varios mapas y
vistas de la Ciudad de México donde aparece Tlatelolco, representen este espacio
tan grande, porque de hecho lo era.
Para comparar ambos espacios en el Mapa de Uppsala se copió una imagen
del recinto tlatelolca y se montó sobre el espacio que se propone como el ocupado
por el Recinto Sagrado de México-Tenochtitlan (Figura 18). Sorprendentemente, sin
ningún tipo de deformación -exceptuando la que resulta de rotar una imagen con un
programa de cómputo- los límites de este espacio coincidieron casi a la perfección,
lo cual lleva a suponer que el dibujante del mapa deformó la imagen a propósito,
para hacer a Tlatelolco tan grande como Tenochtitlan, pero conservando las
proporciones reales del recinto tlatelolca, como resaltando su importancia histórica y
cultural -como suponen Toussaint et al.(op. cit.) y León-Portilla y Aguilera (op.cit.),
es decir, sí aumentan la escala del Recinto Sagrado de Tlatelolco y del mercado,
pero no exageradamente, sino emparejando este recinto con el de Tenochtitlan.

91
Cabe mencionar que la orientación de dicho recinto, siguiendo la plataforma Este, coincide con la
orientación de la ciudad de Teotihuacan, a diferencia del recinto de Tenochtitlan que está orientada
7 grados al Oeste, aproximadamente, con respecto a Teotihuacan. Es decir, Tenochtitlan tiene una
desviación con respecto al Norte real de 7°, mientras que Tlatelolco tiene una desviación, según la
plataforma oriente del Recinto Ceremonial, de 14°, igual que Teotihuacan.
136 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

Figura 18. Comparación entre los recintos sagrados de Tlatelolco y Tenochtitlan en el Mapa de
Uppsala.
Arriba, la comparación que se hizo a partir del área que ocupa el Recinto Sagrado de México-
Tenochtitlan, marcado en naranja. Abajo, la comparación que hacen León-Portilla y Aguilera.
P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 137

4.1.1. Reconstrucción de la plataforma que rodeaba al Recinto Sagrado de


Tenochtitlan: coatepantli.
A partir del estudio de los mapas de Nüremberg y de Uppsala, y tomando en
consideración los hallazgos arqueológicos en el Recinto Sagrado de Tenochtitlan
junto con algunos documentos históricos, se propone una reconstrucción de la
plataforma que rodeaba al Recinto Sagrado de Tenochtitlan, con la finalidad de
entender parte del proceso de construcción de la ciudad novohispana, cómo se
organizó espacialmente la ciudad durante el proceso de aculturación y cómo se
configuró el espacio desde el urbanismo indígena y la arquitectura española.
Gracias a los recientes hallazgos arqueológicos, puede afirmarse que
Tlatelolco y Tenochtitlan -como ciudades gemelas- no sólo compartían una historia
en común. Salvador Guilliem -en el artículo “Tlatelolco: espejo de Tenochtitlan”
(2006)-, hace una comparación entre ambos lugares con base en los monumentos
que han podido ser identificados en los recintos sagrados de cada sitio. Salvador
Guilliem -retomando los datos proporcionados por Matos Moctezuma- afirma que el
recinto ceremonial de Tlatelolco tiene la misma proporción que el recinto
ceremonial de Tenochtitlan, sólo que es más reducido (

Tabla 2). Si se toman como ciertos los datos aproximados de ambos recintos,
según Matos, López Lujan y Guillem, el recinto ceremonial de Tlatelolco sólo es
0.16±0.02 veces más pequeño que el de Tenochtitlan. Sin embargo, José Álvaro
Barrera Rivera (2006), propone otras medidas para el recinto de Tenochtitlan,
reduciendo sus medidas un 11%, aproximadamente (440x380m). Esta medida, sin
embargo, corresponde al interior del recinto y, por lo tanto, se tendría que añadir el
ancho de la plataforma que, según el SIG y un recorrido de superficie somero, tiene
un promedio de 30±1 m al oriente de Templo Mayor.92 Por lo tanto, suponiendo que
este ancho se mantiene a lo largo de toda la plataforma, las medidas al exterior del

92
Tomando como medida la plataforma mejor conservada porque hay indicios de otra que, según
Barrera Rivera, tendría hasta 41 metros de ancho (Barrera Rivera, 2006).
138 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

recinto serían de, aproximadamente, 470x410m, o sea, 20m de diferencia en el eje


Norte-Sur y 50m en el eje oriente-poniente, según las medidas proporcionadas por
Matos-Luján-Guilliem.

Tabla 2. Medidas aproximadas de los recintos sagrados de Tenochtitlan y Tlatelolco, según


Matos-Luján-Guilliem

Tlatelolco Tenochtitlan Escala Redondeo Diferencia en


metros
Largo (m) Variación de
390 460 1:1.1794487 1.18 7.4 metros a lo
Norte a Sur
ancho
Ancho (m) Variación de
372 430 1:1.1559 1.16 7.9 metros a lo
Este a Oeste
largo

Dicho lo anterior, y con base en el SIG, parece que las medidas que proponen
Matos-Luján-Guilliem son exageradas, porque del centro del Templo Mayor de
Tlatelolco al inicio de la plataforma en la parte interna al recinto hay una distancia
aproximada de 100m, y si el recinto de Tlatelolco es parecido al de Tenochtitlan
pero más reducido, es muy probable que la plataforma no sea mayor a los 30m de
ancho. Por tal motivo, y suponiendo que el Templo Mayor de Tlatelolco estaba al
centro del recinto en el eje Norte-Sur, si se suman 100m desde el centro del templo
hacia el Sur, donde posiblemente esté el inicio de la plataforma Sur, más otros 30m
de ancho, entonces, resultaría un total de 260m de largo en el eje Norte-Sur, casi
200m menos que la propuesta mencionada. Curiosamente, el edificio del IMSS -
alargado de Este a Oeste- se encuentra sobre lo que sería la plataforma Norte del
recinto ceremonial. De igual forma, al Oeste del Templo Mayor, cruzando la
avenida Eje Central, se encuentra otro edificio alargado, sólo que de Norte a Sur; si
se hacen corresponder las medidas del recinto de 260m, este edificio estaría sobre la
plataforma Oeste a 170m, aproximadamente, del centro del Templo Mayor. Estos
dos edificios parecerían dibujar los límites Norte y Oeste, respectivamente, del
antiguo Recinto Sagrado de México-Tlatelolco. Desgraciadamente, sólo una
excavación arqueológica podría confirmar esta suposición (Figura 19)
P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 139

Figura 19. Recinto Sagrado de Tlatelolco.


El punto negro al centro del recinto, donde se cruzan dos líneas continuas negras, representa el centro del Templo Mayor de
Tlatelolco. Nótese cómo ha sufrido alteraciones la plataforma Norte y, prácticamente, la figura geométrica del recinto se ha
perdido (líneas naranjas).

Por otro lado, una tercer propuesta para las medidas del Recinto Sagrado de
Tenochtitlan la enuncia William Sanders (2006), y se basa en el plano de Ignacio
Marquina, algunas fuentes históricas -como el esquema de Templo Mayor que
aparece en el folio 269r del Códice Matritense- y las excavaciones recientes en
Templo Mayor. En esta propuesta, Sanders deja entrever que el recinto ceremonial
abarcaba una superficie similar a la propuesta por Marquina, aunque al Sur el límite
lo marcaba la calle de Moneda, cuyo ancho puede estar delineado por la plataforma.
Sin embargo, a raíz de las excavaciones en el Centro Histórico desde la creación del
140 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

Programa de Arqueología Urbana (PAU) en 1991, ahora se puede afirmar que el


límite oriental del Recinto Sagrado, a diferencia del que propuso Marquina¸ no
llegaba hasta la calle de Correo Mayor (Barrera Rivera, 2006 y Barrera Rodríguez,
2006).93 Sanders no precisa ni los límites de la plataforma, ni establece una medida
en particular; sin embargo, lo interesante de su propuesta es que compara la
plataforma del Recinto Sagrado de Tenochtitlan con la plataforma que rodea el
recinto denominado La Ciudadela en Teotihuacan (Sanders, 2006).
A principios de los noventa se descubrió una parte de la plataforma que
delimitaba el recinto al Este del Templo Mayor, la cual corre de Norte a Sur y se
pierde debajo de la calle Licenciado Verdad. Los edificios que se encuentran a lo
largo de la calle, cuya fachada apunta al poniente, marcan el límite exterior del
recinto, lo cual explicaría el desplome del edificio de Santa Teresa la Antigua, ya
que se asienta en el filo de la plataforma prehispánica (Barrera Rivera, 2006). Al
descubrirse esta plataforma, se descartó la presencia de un muro que rodeaba el
Recinto Sagrado -el famoso Coatepantli (Barrera Rodríguez, 2006)- que puede estar
representado de forma estilizada o simbólica por medio de esta plataforma. De
hecho, como dice Sanders, la descripción de un muro por parte de cronistas y
conquistadores pudo deberse a que visto desde fuera, daba la impresión de que un
muro lo rodeaba, porque, -como en Teotihuacan- los templos o edificios que estaban
sobre la plataforma pudieron tener grandes paredes entre ellos (Sanders, 2006). El
PAU arrojó un dato que, probablemente, apoye la propuesta de Sanders ya que una
excavación en el Palacio de la Autonomía Universitaria descubrió un muro sobre
una banqueta encima de la plataforma (Barrera Rodríguez, 2006)
Sobre las similitudes entre esta plataforma que enmarca el Recinto Sagrado
de Tenochtitlan y La Ciudadela en Teotihuacan, se pueden mencionar los siguientes
datos: Durante el gobierno de Moctezuma Ilhuicamina, con Tlacaelel como
cihuacóatl o consejero y Nezahualcóyotl como el genio detrás de las obras de
ingeniería, la ciudad de Tenochtitlan se reconstruye casi en su totalidad, sobre todo
en la parte central. Es en este periodo cuando se construyen las llamadas Casas
Viejas de Moctezuma (que delimitaban el Recinto Sagrado de Tenochtitlan hacia el
93
Según Raúl Barrera Rodríguez, desde las excavaciones de 1978-1982 ya se suponía esto.
P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 141

poniente), se construye “esa gran plaza rodeada por la muralla de serpientes” o


coatepantli y quizá también se haya modificado la posición del tianguis, que desde
entonces ocuparía un lugar al Sur del Recinto Sagrado, donde actualmente es la
Plaza de la Constitución -popularmente conocida como Zócalo- (Lombardo, 1973).
A partir del ascenso al poder de Moctezuma Ilhuicamina, en 1440, es que los
mexicas comienzan a depositar antigüedades en el Recinto Sagrado de Tenochtitlan
y antes de su llegada, con Itzcóatl, se habían quemado los libros antiguos de historia
como para borrar el pasado oscuro de los mexicas y después de eso, comenzar a
reinterpretarlo (Luján, 1988):
Ese rescate de una tradición extinta debe entenderse como una de tantas estrategias
esgrimidas por la nobleza mexica para sustentar ante propios y extraños, y ante
mortales y dioses, su posición dominante[…]
Los mexicas rescataron un pasado que nunca fue suyo. Estos “advenedizos” de la
Cuenca hicieron así de su presencia un suceso menos contingente y su lugar en el
cosmos apareció menos arbitrario para los vecinos. Al final de cuentas, la filiación
mítica con los constructores de Teotihuacan los despojaba de todo anonimato, así como
su descendencia indirecta del pueblo tolteca los hacía sentir que pertenecían a un
mundo de que se habían adueñado (Luján, 1988: 50-51)

Dados los nexos con Teotihuacan en la época en que se reconstruye


Tenochtitlan y adquiere la forma que los españoles encontraron años más tarde, no
es difícil que la plataforma que rodeaba al Recinto Sagrado de México-Tenoctitlan
se pareciera a la que puede observarse en la actualidad en Teotihuacan, en el espacio
denominado La Ciudadela, después de todo, estaban copiando modelos. Si los
mexicas copiaron el modelo teotihuacano para diseñar el Recinto Sagrado de
Tenochtitlan, entonces explicaría que hacia el poniente del recinto, no se muestre
claramente una desnivelación en el terreno en comparación con los desniveles hacia
el Oriente, tal y como lo mostró un topografía de la zona que se realizó entre el 27
de mayo y el 3 de junio de 2007 a cargo del Dr. Gerardo Gutiérrez Mendoza -con la
participación de los arqueólogos Alfredo Vera Rivera y Juana Mitzi Serrano Rivero-
y como también puede observarse con el modelo de elevación digital elaborado por
la NASA a través de la Shuttle Radar Topography Mission porque, como se observa,
en La Ciudadela o en la Pirámide de Sol, en Teotihuacan, la plataforma era menos
142 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

alta hacia el poniente. En este sentido, no parece una coincidencia que en el Mapa
de Nüremberg se haga una distinción hacia el poniente de la plataforma, mostrando
dos líneas que cortan la continuidad del recinto hacia el Norte y hacia el Sur; como
si la plataforma hubiera sido diferente justamente hacia el poniente (Figura 20).

Figura 20. Plataforma del Recinto Sagrado de Tenochtitlan según el Mapa de Nüremberg

Por otro lado, en la Figura 21, se muestran dos imágenes que tratan de
mostrar la semejanza entre las plataformas que rodean la Ciudadela y la Pirámide
del Sol en Teotihuacan, con la plataforma del Recinto Sagrado de Tenochtitlan. En
primer lugar se muestra una imagen del Centro Histórico con la imagen sobrepuesta
de La Ciudadela, tratando de emparejar el Templo de Quetzacóatl con el Templo
Mayor de Tenochtitlan, según las excavaciones del Proyecto Templo Mayor (cuadro
naranja). Debajo de esta imagen, está una sobreposición del recinto que rodea la
Pirámide del Sol sobre el Centro Histórico, en este caso, haciendo coincidir el lado
oriente de la plataforma del Recinto Sagrado de Tenochtitlan, según la propuesta de
esta investigación (polígono amarillo), con el lado oriente de la plataforma del
recinto de la Pirámide del Sol, cuyo centro se alinea con la calle de Guatemala para
hacerlo coincidir con el centro del Templo Mayor. El área del Recinto Ceremonial
en Tenochtitlan, retomando la propuesta de José Álvaro Barrera Rivera y según el
planteamiento de esta investigación, es más parecida en medidas y proporciones al
P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 143

recinto de la Pirámide del Sol, incluyendo el ancho de la plataforma, aunque


probablemente la plataforma del recinto de Tenochtitlan, tuviera edificios como los
que se observan en La Ciudadela.

Figura 21. Teotihuacan en Tenochtitlan


144 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

Ahora bien, con base en la topografía que se hizo en 2007, un pequeño


recorrido de superficie realizado el 5 de octubre de 2008 – cuya área de estudio fue
delimitada por las capillas de los barrios antiguos de Tenochtitlan (San María
Cuepopan, San Sebastián Xolalpan, San Pablo Zoquiapan y San Juan Moyotlan)- y
el análisis de los planos y mapas que se disponen, se formuló la propuesta sobre la
extensión del Recinto Sagrado de México-Tenochtitlan, y sobre la cual ya se ha
hecho mención en los apartados anteriores.
Los límites de la plataforma, estarían definidos, en principio, por los edificios
que existían en época prehispánica y que colindaban con el Recinto: al Sur, el
recinto delimitaba con las Casas Nuevas de Moctezuma, que después de que se
conquistó Tenochtitlan, se convirtieron en las Casas Nuevas de Cortés94; también al
Sur, el Recinto delimitaba con la plaza que hasta donde se sabe, no ha cambiado su
tamaño, aunque actualmente se conoce como Plaza de la Constitución; al poniente,
delimitaba con las Casas Viejas de Moctezuma o Palacio de Axayácatl, que se
convirtió en las Casas del Ayuntamiento y actualmente es parte del Monte de
Piedad. Se debe hacer notar, que el límite del Recinto lo marcan los locales y no los
portales que fueron construidos posteriormente; Hacia el Norte no se puede precisar
alguna edificación prehispánica salvo la Casa de Cuauhtémoc, que posiblemente
ocupó parte de la Plazuela de Santo Domingo, entre las calles de República de Cuba
y República de Brasil (véase Toussaint et al, op. cit.; Linné, 1948); el límite oriente,
coincide con la calle Licenciado Verdad según las excavaciones de 1991 del PAU.
Según el software ArcMap, la plataforma oriente tiene un ancho promedio de
35 metros, que pudieron medirse en el plano de las excavaciones que se muestra
afuera del sitio arqueológico Templo Mayor y que corresponde al Plano General del
Proyecto Templo Mayor (Luján, 2006: Tomo II). En este plano se pueden observar

94
El límite norte de las Casas de Cortés llegaban, aproximadamente, hasta la parte sur de los patios
marianos, a 160 metros de la calle Corregidora; no abarcaban toda la superficie que actualmente
ocupa el Palacio Nacional, de hecho, en un plano de 1562 –Plaza Mayor de México en 1562
(tomado de Serrera, 2006)-, en el lugar que posteriormente ocuparían los patios marianos, o sea, la
esquina norponiente del Palacio Nacional actual, se lee una leyenda que dice “solares para labrar”, y
es que el área está completamente vacía según el plano (SHCP, 1974 y SHCP, 2005).
P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 145

dos plataformas, una de las cuales, la mejor conservada, mide sólo 30 metros. La
otra plataforma y que parece ser posterior, es la que mediría hasta 35 metros, pero
sólo pueden identificarse los desplantes al interior del recinto, a unos 10 metros de la
plataforma sobre la que desplanta el Templo Mayor.
Hacia el Sur, como se había dicho, el límite del recinto lo marcan las Casas
Nuevas de Moctezuma o Casas Nuevas de Cortés. Como puede observarse en las
Figura 22 y Figura 23, con líneas punteadas moradas, el espacio que ocupaban las
Casas Nuevas de Cortés era menor que el espacio que actualmente ocupa Palacio
Nacional, lo cual se sabe, en parte, gracias a un mapa de 1562 que se conserva en el
Archivo General de Indias y que muestra la Plaza Mayor de México y sus
alrededores. En cierta medida, esto explicaría que la plataforma oriente del Recinto
Sagrado, se meta en Palacio Nacional casi 35 metros, después de los patios
marianos, sin embargo, se dice que en este espacio había suelo cenagoso y
dificultaba la cimentación (SHCP, 1976), por lo que la existencia de la plataforma
en este punto se podría poner en duda, empero, los estudios de Barrera Rivera
(2006), permiten afirmar que la plataforma si se metía hasta finalizar los patios
marianos. Por otro lado, si bien el límite lo marcan las Casas Nuevas de Cortés, se
dejó un pequeño espacio entre el Recinto y las Casas, de 15±1 metros,95 suponiendo
que entre ambas edificaciones existiera un espacio libre -como la calle que se
observa al lado de la “Casa del Marqués” o Casas Nuevas de Cortés en el Mapa de
Uppsala-.
Los límites del recinto hacia el Norte, se sacaron de forma similar a como
Barrera Rivera (2006) sacó los límites que él propone. Se proyectaron
simétricamente los límites conocidos del Sur hacia el Norte, a partir del centro del
recinto, marcado por el Templo Mayor. Obviamente, partiendo de la idea de que el
recinto era simétrico y que el Templo Mayor estaba ubicado al centro del mismo en
el eje Norte-Sur, y corrido hacia el Este, en el eje Este-Oeste.

95
Medida aproximada de la acequia en el mapa de 1562 según SIG y que corresponde al ancho de
la calle de Corregidora a la altura de Palacio Nacional.
146 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

Figura 22. Reconstrucción hipotética del Recinto Sagrado de Tenochtitlan


P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 147

Ahora bien, la parte superior de la plataforma se pudo utilizar como guía y


nivel de las calles que recorre, como en el caso de la calle Licenciado Verdad, cuya
nivelación y orientación está marcada por la plataforma Este del Recinto, según
revelan las excavaciones en el Palacio de la Autonomía Universitaria (Barrera
Rodríguez, 2006:283-288). Hacia el poniente, el espacio que hay entre la antigua
Catedral y las Casas Viejas, según el mapa de 1562, corresponde con el ancho de la
plataforma y al mismo tiempo con el ancho de la calle (Figura 23). De igual forma,
hacia el norte, la plataforma pudo servir como base de la calle que actualmente se
conoce como República de Cuba. Cabe apuntar que, según la configuración urbana
actual, la plataforma se mete aproximadamente 15 metros por debajo de las
construcciones, no obstante, la ciudad ha sufrido diferentes modificaciones a lo
largo de su historia y tanto el ensanchamiento como el adelgazamiento de las calles
ha sido común, según lo revela el SIG que se que se elaboró, por lo que algunas
veces, el ancho de la plataforma pudo abarcar -en un principio- toda la calle y luego,
los edificios que se fueron construyendo utilizaron parte de la plataforma como base
de su cimentación.
148 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

Figura 23. El mapa de la Plaza Mayor de México de 1562


Nótese el espacio vacío al norte de las Casas Nuevas según el mapa de la Plaza Mayor de México
de 1562 (tomado de Serrera, 2006: 247, Archivo General de Indias, Sevilla).
P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 149

Aunque puede ser evidente la relación que se hace entre la plataforma y las
calles, según los límites propuestos del Recinto Sagrado de Tenochtitlan, no es tan
evidente que los basamentos prehispánicos hayan sido utilizados para soportar las
edificaciones hispanas; pero el hecho de que las excavaciones arqueológicas
localicen los pisos de estos basamentos y en algunas ocasiones, los postes de
cimentación clavados en ellos, hacen suponer que así fue como se construyó la
ciudad novohispana. La evidencia más tangible de que la base de los edificios
prehispánicos se utilizó para soportar las edificaciones hispanas es, eventualmente,
el hallazgo de vestigios arqueológicos in situ y semicompletos, seña evidente de que
la ciudad prehispánica no se destruyó por completo Una fotografía que fue tomada
cuando estaba siendo excavada la Casa de las Águilas habla por sí sola; las
columnas de origen español, que demarcan un patio de Oeste a Este y que están
sobre el basamento prehispánico de la Casa, parece que no sólo están ocupando la
base del edificio mexica, sino además, las escaleras que daban acceso al mismo. Es
decir, están reutilizando el edificio de manera funcional y práctica: las escaleras
darían acceso al patio y, el basamento, soporte al nuevo edificio (Figura 24).

Figura 24. Basamento de la Casa de las Águilas.


Nótense las bases de las columnas sobre el basamento y su orientación, correspondiendo con la
orientación de las escaleras de acceso de la Casa de las Águilas (tomada de Luján, 2006).
150 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

4.2. Georeferencia y vectorización: Transformando el Mapa de Uppsala al


lenguaje de los SIG

A partir del proceso de georeferencia se pudo notar que el Mapa de Uppsala resultó
tener un alto grado de precisión; posteriormente, una vez que se referenció
espacialmente, pudo compararse con otras capas de información o estratos
cartográficos por medio de un Sistema de Información Geográfica. Una vez
georeferenciado fue factible realizar otro tipo de análisis más allá del comparativo.
La complejidad espacial e iconográfica que muestra el mapa, difícilmente podría ser
analizada espacialmente si no se simplifica. En el Capítulo 2, se habló sobre el
supuesto de que cada cosa en el mundo puede clasificarse a partir de sus atributos y,
con ello, una realidad tan compleja como la que muestra el Mapa de Uppsala se
podría abstraer y reducir a vectores.
Tabla 3. Número de elementos descritos en el Mapa de Uppsala a
partir de su forma
Nombre de la Número de formas
forma por tipo
Acequia 13
Albarrada 4
Atrio 2
Barda 1
Calle 19
Calzada 4
Casa 35
Convento 3
Cruz 1
Cuerpo de Agua 3
Fortaleza 1
Fuente 1
Manzana 1
Palacio 3
Plaza 3
Templo 14
(en blanco)
Total general 108
P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 151

Con el fin de simplificar el mapa y analizarlo con más detenimiento, diversos


elementos urbanos y arquitectónicos que se muestran en el mismo fueron
redibujados como polígonos -por medio del software ArcMap de ESRI- con el fin de
poder discriminarlos a partir de su forma.96 Después de vectorizar el elemento por su
forma, se describieron algunos de sus atributos según el método sugerido y
propuesto por Patiño (1994; Comunicación personal, 2008) y se incorporaron a la
base de datos relacionada con el archivo de vectores. Se describieron un total de 108
elementos y se identificaron 17 formas diferentes (Tabla 3). Para la realización de la
base de datos, se utilizaron las descripciones del Mapa de Uppsala de Toussaint et
al. (1990) y Linné (1948). También se recurrió a la base de datos que elaboró Mier y
Terán (2005) sobre el otorgamiento de solares en la Ciudad de México de 1524 a
1536, el artículo de Calnek (2003) sobre los barrios de Tenochtitlan y Tlatelolco, así
como al mapa de localización de solares de conquistadores que elaboró Ana Rita
Valero de García Lascurain (1991). Los atributos que se otorgaron a cada elemento
permiten tener un control de cada rasgo por medio del SIG pues se puede localizar
cualquier atributo de forma sencilla y dinámica. Incluso es posible hacer mapas
coropléticos a partir de los valores únicos que se describieron (en la Tabla 4 se
muestra un esquema de la base de datos).
Cabe decir que la base de datos podría crecer y extenderse hacia los
elementos que se localizan fuera del área urbana, sin embargo, dado que esta parte
del mapa no pudo ser georeferenciada, los polígonos de estos elementos suburbanos
no estarían georeferenciados y sólo servirían para ubicarlos con relación al dibujo
pero no en correspondencia con el geoide. Por tal motivo y porque rebasaba los
límites de esta investigación, se decidió construir la base de datos únicamente de los
elementos que están dentro de la zona urbana del mapa, en especial aquéllos que se
pudieran identificar y otorgarles algún nombre -con base en las fuentes que se
enunciaron- y cuya descripción pudiera ser clara. Los elementos que se ven borrosos

96
En el Anexo se encuentra una imagen del Mapa de Uppsala donde se indican los elementos
clasificados.
152 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

o que son iguales y están dispersos, no fueron clasificados porque difícilmente se


podría establecer una relación espacial con mapas posteriores. Para el caso del mapa
en cuestión fueron clasificados diferentes atributos con el fin de elaborar una base de
datos relacional (objeto-atributos) que permitiera tener un control de algunos
elementos que se identificaron en el mapa y otros que se consideró necesario
clasificar por representar un rasgo sui generis. Los elementos que fueron descritos y
que se incluyeron en la base de datos se muestran en la Tabla 5 (la base de datos
completa se incluye en el Disco Compacto).

Tabla 4. Esquema de la base de datos

-Función probable
-Notas
P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 153

Finalmente, en la Tabla 5 se especifica cada campo de la base de datos. Hacer


este ejercicio permitió hacer un reconocimiento general de los diversos elementos en
el Mapa de Uppsala y se observaron rasgos que pueden servir para futuras
investigaciones.

Tabla 5. Significado de cada encabezado para la base de datos

ID Identificador único de cada elemento


NOMBRE Nombre del elemento con base en Toussaint et al
(1990), Calnek (2003), Mier y Terán (2005), entre
otros.
REFPREHIS Referencia con algún elemento prehispánico con base
en Toussaint et al (1990), Calnek (2003), entre otros.
FORMAGEN Forma General del Elemento Arquitectónico (Ver
Tabla 3)
ORIENTA Orientación del elemento según la fachada. En el caso
de calles y acequias se especifican los puntos
cardinales en que corren, por ejemplo, Norte-Sur.
ACCESOS Número de accesos
ACCESTIP Tipo de acceso (e.g. arco, cuadrado)
ARCOS Número de arcos
COLUMNAS Número de columnas
TORRES Número de torres
REMATE Tipo de Remate (e.g. chapitel, bóveda, almenas)
TECHO Tipo de techo (e. g. Dos aguas, Cuatro aguas, Teja,
Tejamanil, Vigas, Terrado)
CRUZ El elemento tiene cruz (Si -1- o No -0-)
ATRIO El elemento tiene atrio (Si -1- o No -0-)
BANQUETA El elemento tiene banqueta (Si -1- o No -0-)
CHALCHIS El elemento tiene chalchihuites (Si -1- o No -0-)
NumChal Número de Chalchihuites
COLOR Color general del elemento
MATERIAL Clase de Material (e. g. Piedra, madera, paja)
TIPO Tipo de material (e. g. empedrado, apisonado, tapial,
sillar, sillerejo, mampostería)
FUNC_PROB Función Probable (normalmente coincide con la
forma)
Notas Notas adicionales
154 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

Al desarrollar el Sistema de Información Geográfica -en especial la


georeferencia del Mapa de Uppsala y su vectorización- se observaron diversos
detalles que lamentablemente no han podido ser estudiados en esta tesis porque
rebasaba sobremanera los límites de la investigación;97 gracias al ejercicio de
georeferencia y elaboración de vectores, es posible realizar otro tipo de análisis que
podrían irse refinando conforme se perfecciona la base de datos.

Figura 25. Detalle de la “Casa del Marqués” en el Mapa de Uppsala.


Nótese el edificio con tres columnas sin arcos -acceso cuadrado-, similar al tecpan calli.

En el Anexo se muestran algunos mapas que se pueden desarrollar gracias al


SIG. Estos mapas sólo son un ejemplo de uso de las bases de datos en combinación
con los datos vectoriales, el Mapa de Uppsala georeferenciado y el modelo de
elevación digital de la Shuttle Radar Topography Mission (SRTM). En esta serie de
mapas se discriminaron diversos tipos de atributos a partir de la forma general que
se les asignó -e.g. agua, calles, casas-; como podrá observarse, el núcleo urbano de
la Ciudad de México se ubica sobre la parte más elevada de la ciudad actual según la
ubicación de los edificios en el Mapa de Uppsala con relación al modelo de la
SRTM98 y, por otro lado, los elementos urbanos -como calles y acequias- se

97
Como ejemplo, puede observarse la Figura 25, que muestra un acercamiento a la Casa del
Marqués, donde se aprecia un edificio con tres columnas, similar al del tecpan calli de Moctezuma
del Mapa de Nüremberg o al de Tenochtitlan del Códice Osuna (ver Figura 13. El Palacio de
Moctezuma en el Mapa de Nüremberg)
98
En los mapas se ven unos manchones blancos que están en la parte del centro de la ciudad y en el
P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 155

distribuyen con relación a esta topografía. Por ejemplo, en la Figura 26 puede verse
que en la parte más elevada del centro de la ciudad no pasan acequias, como si la
topografía hubiese sido decisiva para que el agua fluyera de forma natural o
inclusive, podría ser que las acequias se convirtieran en canales subterráneos.

Figura 26. Acequias y Cuerpos de Agua en el Mapa de Uppsala.

recinto de Tlatelolco; estos manchones corresponderían a las partes más elevadas y probablemente
indiquen la presencia de las islas originales donde se asentaron los mexicas.
156 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

Aunque la forma de darle sentido a los datos que se despliegan en la pantalla


de una computadora puede ser prácticamente ilimitada, en este trabajo sólo se
utilizaron para tratar de conocer más de cerca el mapa y examinar diversos
elementos de la iconografía prehispánica y, eventualmente, algunos rasgos que se
consideraron importantes se retomaron para apoyar algunos argumentos que pueden
encontrarse a lo largo de la tesis; en este sentido, gracias al análisis arqueo-
arquitectónico que se hizo, se puede sugerir que la presencia de chalchihuites en
casas con jambas y dintel y/o en casas con techo terrado o tejamanil y/o accesos
cuadrados en el centro de la ciudad -en la traza- podrían ser un indicio de la
presencia de indígenas en el centro y puede creerse que su influencia en los asuntos
de gobierno resultaba fundamental en la construcción de la nueva ciudad, por ello se
permitía que tuvieran construcciones dentro del espacio que se supone estaba
destinado exclusivamente para los españoles.
En las páginas siguientes se aborda de forma sintética la presencia de
chalchihuites en el centro de la ciudad; gracias al SIG se podría hacer un análisis
minucioso sobre los elementos que se observan en el mapa, sin embargo, dados los
objetivos de esta investigación sólo se hizo énfasis en los chalchihuites. En el Disco
Compacto se encuentra una copia de los mapas y el archivo de vectores junto con su
base de datos para que se puedan hacer análisis alternos.

4.2.1 La representación de chalchihuites en el Mapa de Uppsala

Una de las representaciones importantes en las fachadas de algunos edificios dentro


del Mapa de Uppsala son unos círculos conocidos como chalchihuites; su
importancia radica en que se han interpretado como un elemento característico de la
iconografía prehispánica utilizado para denotar grandeza y alto estatus (Kiracofe,
1995; León-Portilla y Aguilera, op.cit.; Evans, 2005). Su representación en el centro
de la ciudad podría indicar la presencia de nobles indígenas o edificios con
funciones de gobierno que los tlacuilos del Colegio de Santa Cruz Tlatelolco
consideraron importantes. León-Portilla y Aguilera, mencionan que los “discos o
P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 157

anillos al modo de los que se ven en palacios y otras edificaciones prehispánicas”


(op. cit.: 73), contrastan con las glosas escritas en caracteres latinos, los edificios
españoles y con una veleta con la figura de un gallo (ídem). Aunque nadie puede
saber con certeza lo que estos discos quisieron comunicar, James B. Kiracofe
(1995), propone que pudieron expresar significados fácilmente reconocidos por
aquellos iniciados en el entendimiento de ese complejo sistema simbólico. En todo
el Mapa de Uppsala, Susan Toby Evans identificó 72 edificios residenciales o
administrativos con chalchihuites de los cuales, 62 tienen un “estilo nativo” y sólo
10 un “estilo europeo” (Evans, 2005). Según Evans, estos símbolos pudieron ser
dibujados por los pintores del Colegio de Tlatelolco para representar edificios o
lugares importantes, edificios con funciones de gobierno español e indígena, o
edificios de personas importantes o con poder, como caciques indígenas o
gobernadores, por ejemplo.
La existencia de este símbolo dentro de la traza española podría ser otro
indicio de la presencia indígena en el centro de la ciudad y, es probable, que algunos
de estos indígenas tuvieran injerencia para las cuestiones de gobierno y obras
públicas. Como señaló O’Gorman, los españoles y los indígenas siempre estuvieron
juntos, de hecho, algunos españoles -en los primeros años de Colonia- se casaban
con hijas de indios de condición noble y ricos “con el objeto de adquirir derechos
del señorío indígena” (O’Gorman, 1938: 793). Por lo tanto, no es difícil pensar que
algunas casas con discos dentro de la traza, estén ocupadas por indígenas o por
españoles casados con indígenas o incluso con cacicas -como la de Teposcolula, que
decoró su casa precisamente con estos motivos- (Kiracofe, 1995). Además, llama la
atención que, en la calle de Guatemala, anteriormente conocida como “la calle que
va a las Atarazanas” -justo donde se descubrió el Templo Mayor de Tenochtitlan-
aparezcan dos edificios paralelos con esta decoración. Los dueños de estos espacios,
hasta donde se sabe (Valero, 1990; Mier y Terán, 2005; Luján, 2006: Tomo 1), sólo
eran conquistadores y no ejercieron cargos de gobierno, y los edificios no fueron
utilizados para funciones de gobierno u otras que los indígenas consideraran de
prestigio como para ponerles motivos de disco en los frisos (Valero, 1991; Kiracofe,
158 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

1995; Mier y Terán, 2005 y Evans, 2005). El hecho de que allí estuviera el
Uchilobos -como se le conocía al Templo Mayor según las Actas de Cabildo-,99 es
interesante porque los discos podrían indicar que allí estuvo el Templo Mayor, pues
“estas representaciones pudieron servir como recursos mnemotécnicos para los
viejos y a veces prohibidos, mapas cognitivos” (Evans, 2005: 33).100 Según Orozco
y Berra, en los primeros años de vida colonial -en medio de las nuevas
construcciones- subsistían el Templo Mayor de Tlatelolco y de Tenochtitlan
(Martínez, 1990). Por tal motivo, es probable que estos edificios con chalchihuites
en el área que ocupó el Templo Mayor, simbolicen la grandeza del templo y, con
ello, se perpetuara su memoria.
Como puede observarse en el Mapa de Uppsala, a pesar de que sí aparecen
representaciones piramidales, no es posible observar algún indicio del Templo
Mayor de Tlatelolco o Tenochtitlan, lo que indica: 1) que este mapa es posterior al
derrumbe total de ambos templos o 2) que, de existir, eran elementos que no debían
mostrarse en el mapa. No es difícil que los frailes impidieran que se mostrara
cualquier indicio de los restos, aún en pie, de la ciudad mexica, sobre todo
considerando que este documento cartográfico pudo haberse elaborado ex profeso
para el rey Carlos V (León-Portilla, op.cit.). Parece que los tlacuilos tuvieron
cuidado en no dibujar topónimos dentro de la ciudad, como si los frailes del Colegio
lo hubieran impedido. Aún así, las diferentes representaciones arquitectónicas dentro
de la ciudad en combinación con los chalchihuites, reflejan un sesgo de la
iconografía indígena de forma discreta. Aunque no es evidente, algunos de estos
chalchichuites, -más allá de indicar edificios que se consideraran de alto estatus-
pudieron indicar la presencia de nobles indígenas o, inclusive, edificios indígenas
todavía en pie o cuyos restos fueron utilizados como base para la construcción de las
casas españolas. Es notable que las Casas Nuevas de Cortés -anteriormente el
Palacio de Moctezuma- no tengan la representación de chalchihuites, aún cuando se

99
Todavía en 1527 se menciona al Uchilobos como referencia para ubicar un solar (Actas de
Cabildo de la Ciudad de México, Acta del 8 de febrero de 1527 y Mier y Terán, 2005).
100
La traducción es mía: “Thus the hilltops depicted on the Mapa de Mexico served as mnemonic
devices for the old and often forbidden cognitive maps” (Evans, 2005: 33).
P r u e b a s y a p l i c a c i o n e s | 159

convirtieron en el palacio de gobierno por su grandeza y simbolismo desde el punto


de vista español (Ver Nota al Pie Número 97 y Figura 27).

Figura 27. Algunos edificios en el centro de la ciudad española según el Mapa de Uppsala.
Aunque son bastantes los edificios con la representación de chalchihuites, en esta imagen sólo se
muestran los que están ubicados en el área que corresponde al Templo Mayor y otros que, según
Evans (2005), son edificios indígenas. Como puede observarse, los chalchihuites no están presentes
en las Casas Nuevas de Cortés.

En la Figura 27 -además de mostrarse algunos edificios con chalchihuites- se


puede observar que los edificios son parecidos entre sí, pero hay elementos que
permiten identificar su origen, importancia y tipo. Por ejemplo, -salvo por la “Iglesia
Mayor”- todos los templos tienen una torre con techo puntiagudo –chapitel- con una
cruz como remate; por otro lado, las casas habitacionales pueden ser de varios tipos -
dependiendo del dueño y estatus-, pero normalmente están representadas como un
cuadro con una puerta. Algunas de las casas que aparecen al norte de la ciudad no
están coloreadas de ese tono blancuzco que caracteriza a las del centro, pero la
160 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

presencia de chalchihuites puede reflejar su jerarquía. Los edificios que tienen puertas
en arco podrían ser de origen español, pero si tienen chalchihuites podrían pertenecer
a un indígena o indicar funciones de gobierno o poder. No es el momento para hacer
una caracterización de los edificios que se observan en el Mapa de Uppsala, lo que se
quisiera recalcar es que el elemento pictográfico antecede al elemento arquitectónico
–cuestión que anteriormente ha sido señalada por otros autores como Toussaint et al.,
op. cit. y León-Portilla y Aguilera, op. cit.; la representación de las edificaciones
parece corresponder al convencionalismo pictográfico indígena en fusión con algunas
convenciones que los frailes del Colegio de Santa Cruz Tlatelolco pudieron enseñar a
los tlacuilos; en este sentido, puede observarse parte del proceso de aculturación, ya
que, aunque se diferencien los edificios por sus tipos y según las convenciones de los
pictogramas indígenas, la forma general de representarlos corresponde más una
convención europea.

4.3 Similitudes entre el Mapa de Uppsala y el Mapa de Nüremberg

Como se había apuntado anteriormente, a partir de las características de cada mapa


estudiado se puede establecer una relación entre ambos, de tal forma que se pueden
identificar algunos elementos que comparten. La fusión de estilos en la manera de
elaborar un mapa y otro, es la muestra más contundente del proceso de aculturación
durante el siglo XVI. Los elementos urbanos que se muestran en el Mapa de
Nüremberg y que se repiten en el Mapa de Uppsala, demuestran una continuidad
espacial más que una modificación en el proceso de urbanización que transformara la
configuración del espacio. Desde el punto de vista arquitectónico, es fácil detectar
diferencias entre el Mapa de Uppsala y el Mapa de Nüremberg -dado que éste último
se dibujó con una convención europea-, pero como se vio en el apartado sobre la
iconografía en el Mapa de Nüremberg, entre la tergiversación de los edificios, aún es
posible percibir la naturaleza indígena del mapa. Por lo tanto, es posible encontrar
similitudes entre los dos mapas desde el punto de vista urbano, aunque desde el punto
de vista arquitectónico existan diferencias notables; por lo demás, parece claro que la
ciudad prehispánica delineó la ciudad novohispana.
S i m i l i t u d e s e n t r e l o s m a p a s | 161

Figura 28. Comparación entre el Mapa de Uppsala y el Mapa de Nüremberg al norte de la ciudad
Abajo se trata de mostrar, esquemáticamente, algunas similitudes entre ambos mapas. De arriba
abajo: 1) Calzada a Tacuba; 2) Calzada a Tenayuca y Azcapotzalco; 3) Calzada a Santa Catalina; 4)
Recinto Ceremonial de Tlatelolco; 5) Posible calzada o canal que entronca con otros caminos que
van hacia el norte, incluyendo la calzada al Tepeyac; 6) Acequia que entronca con el camino
anterior y con la calzada al Tepeyac y 7) Albarradón de Nezahualcóyotl.
162 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?

En la Figura 28 se muestran algunas semejanzas entre la sección norte de


ambos mapas que podrían confirmar la idea de que el trazo de la ciudad mexica no
fue borrado, aún cuando la ciudad se veía desolada porque las casas fueron
derribadas por los españoles conforme las iban ganando, según los Anales de
Tlatelolco (2005). En la Figura 29 se muestra una imagen similar a la de la Figura
28, pero muestra algunas semejanzas entre los dos mapas en la sección central de la
ciudad. Aunque los mapas son diferentes y el grado de detalle alcanzado en el de
Uppsala opaca al de Nüremberg, guardan una relación espacial que permite suponer
que la ciudad no cambió su fisonomía urbana a pesar de que gran parte de las
construcciones prehispánicas fueron destruidas.
Tanto el Mapa de Uppsala como el Mapa de Nüremberg, reflejan una ciudad
lacustre; se observan pantanos que rodean la inmediaciones de la parte urbanizada,
canales de agua o acequias que cruzan la ciudad y ríos que desembocan en los lagos
o las lagunillas que se forman al sureste y al noreste del centro de la ciudad; también
muestran gente que va y viene en canoa -viajando, pescando o transportando
alimentos-, cazadores de aves acuáticas o recolectores de sal. Sin lugar a dudas, los
pobladores adaptados a un estilo de vida lacustre, diferían de los españoles, cuyo
único referente similar -aunque lejano- era Venecia. Los españoles se enfrentaron a
un entorno al que no estaban acostumbrados y que, de hecho evitaban, como lo
demuestran las instrucciones que Carlos V le da a Pedrarias Dávila, donde se dictaba
que para establecer un nuevo asentamiento era necesario observar que el lugar
escogido fuese saludable y no húmedo o pantanoso (Stanislawski, 1947). En estas
circunstancias, el proceso de aculturación no sólo fue un efecto del choque entre dos
culturas, sino de la necesidad imperiosa de los españoles de adaptarse a un entorno
lacustre que se imponía y que, lamentablemente, con el transcurso del tiempo, fue
sucumbiendo ante la incapacidad de los mestizos para lidiar con él.
S i m i l i t u d e s e n t r e l o s m a p a s | 163

Figura 29. Comparación del centro de la ciudad en el Mapa de Uppsala y el Mapa de Nüremberg.
En la imagen inferior, de arriba abajo: 1) Acueducto que traía agua de Chapultepec; 2) Calzada a
Tacuba; 3) Plaza Mayor; 4) Calzada a Iztapalapa; 5) Acequia Real; 6) Cuerpo de Agua; 7) Calle a
las Atarazanas y 8) Albarradón de Nezahualcóyotl.
164 | ¿ Q u é e s l o q u e S I G u e ?
| 165

Conclusiones

…lo que presentamos son las piezas asimétricas y deformes de un


rompecabezas diferente, uno que -por sus características- se
podría armar de varias maneras, uno que -según como se enlacen
sus partes- resultará en un paisaje cultural disímil. Esta tesis es
una de las posibilidades de ensamblaje.
(Fenoglio, 2008)

A lo largo de este intento fallido por develar el hilo negro, se hizo lo posible por
participar en las discusiones en torno a la destrucción de Tenochtitlan y la
construcción de la ciudad novohispana para tratar de develar otra clase de hilos. En
la Introducción se mencionó que el objetivo de esta investigación era reconstruir,
cartográficamente, el proceso de desmantelamiento de Tenochtitlan. Sin embargo, a
pesar de que la validez de una investigación no radique en la comprobación de sus
hipótesis o alcanzar de manera íntegra los objetivos, debe admitirse -con cierto
pesar- que no se logró reconstruir cartográficamente el proceso de
desmantelamiento. Empero, lo anterior no significa que se haya fracasado en el
intento; por el contrario, pues al tratar de reconstruir este proceso, se descubrió que
otro se anteponía a la destrucción: el proceso de aculturación.
En un principio se pensaba que Tenochtitlan había sido desmantelada
sistemáticamente para construir, sobre sus escombros, la Ciudad de México; sin
embargo, durante el proceso de investigación se descubrió que tal aseveración era
errónea. La ciudad de Tenochtitlán no fue destruida sistemáticamente; no se impuso
sobre ella una nueva concepción hispana de ciudad de forma consciente; se
construyó una nueva ciudad, una diferente: una ciudad aculturada, producto de un
proceso paulatino que respondía a diversos factores, pero quizá el menos influyente
de todos era precisamente el factor consciente de destrucción y desmantelamiento.
En efecto, algunos edificios indígenas fueron destruidos durante la guerra de
conquista y, posteriormente, durante la construcción de la ciudad novohispana para
que sirvieran como materiales de construcción para las nuevas edificaciones y como
166 | C o n c l u s i o n e s

soporte; pero la ciudad no fue destruida por completo, de haber sido así, sería casi
imposible hallar vestigios prehispánicos in situ y tan bien conservados como los que
día a día se descubren. En conjunto, los mexicas y los conquistadores hispanos
produjeron una forma particular de organizar socialmente el espacio: la Ciudad de
México. A partir del contacto entre mexicas y españoles se inició un proceso
aculturativo que se desarrolló antes y después de la guerra de conquista y que,
posteriormente, derivó en una cultura mestiza. La influencia y participación directa
de los indígenas en la planificación y construcción de la ciudad fueron vitales en las
obras de infraestructura. La circunstancia ambiental particular de la Cuenca de
México -un entorno lacustre y fangoso- fue la que obligó a los españoles -sin una
referencia directa similar- a recurrir a la experiencia y tradición indígena para
resolver los problemas de poblamiento. El proceso de aculturación no sólo fue un
efecto del choque entre ambas culturas, sino un proceso necesario para que la ciudad
volviera a ser poblada. Este proceso -en el caso particular de la organización social
del espacio- jugó un papel fundamental para que los españoles se adaptaran al nuevo
entorno y, por ello, es probable que hayan permitido que los señores indígenas a
cargo de los macehuales -la mano de obra, heredera de la tradición lacustre-
habitaran en el centro de la ciudad, pues eran los supervisores de las obras, al menos
en los primeros años de dominio español (véase Pérez, 2005 y Rojas, 2005). La
presencia de algunos edificios con la representación de chalchihuites en el Mapa de
Uppsala, así como las diferentes casas que parecen de indígenas y que están
esparcidas por toda la ciudad, podrían ser evidencias que corroborarían dicha idea.
Si el estudio sólo se hubiese basado en las fuentes históricas para tratar de
mostrar la influencia indígena en la construcción de la nueva Ciudad de México,
difícilmente se hubiera observado el impacto del proceso aculturativo en la
urbanización de la ciudad. Por otro lado, la escasez de fuentes indígenas sobre la
reconstrucción de Tenochtitlan lleva irremediablemente a que las inferencias
históricas resulten unilaterales y, como el objeto de estudio fue producto de la
aculturación, sería absurdo hablar de aculturación si sólo se retoma el punto de vista
| 167

español. Por lo tanto, para compensar de alguna forma la escasez de fuentes


indígenas, aunado al estudio de las fuentes arqueológicas e históricas, se optó por
analizar dos mapas que se consideraron fundamentales para comprender el proceso
de cambio cultural y urbano: En primer lugar, el Mapa de Nüremberg, que es el
único documento cartográfico de Tenochtitlan antes que fuera transformada. En éste
se muestran elementos urbanos -calzadas principales, albarradas, plazas, palacios o
templos, acequias y canales- y simbología indígena que permitieron hacer una
reconstrucción hipotética de la plataforma que rodeaba el Recinto Sagrado de
Tenochtitlan y hacer inferencias sobre la construcción de la ciudad novohispana. En
segundo lugar, se analizó el Mapa de Uppsala que, al igual que el de Nüremberg,
fue contextualizado histórica y arqueológicamente, pero además, fue incluido en un
Sistema de Información Geográfica con el fin de comprobar que, a pesar de que
muestra edificios españolizados, refleja parcialmente lo que alguna vez fue la ciudad
de Mexico-Tenochtitlan.
Al georeferenciar el Mapa de Upssala se observó que la parte central del
mapa -más urbanizada o modificada espacialmente- se acoplaba adecuadamente con
otros mapas georeferenciados a través de la ubicación de algunos elementos que han
sobrevivido en el tiempo y que aparecen en los mapas modernos -ubicados
espacialmente con la precisión de los Sistemas de Información Geográfica-.
Por otro lado, al haberse desarrollado un Sistema de Información Geográfica
que permitiera evaluar las diferencias y similitudes entre distintos estadios de la
ciudad desde 1519 hasta 1554 -teniendo como base para tal fin el Mapa de Uppsala
y el Mapa de Nüremberg- se sugiere que la traza urbana española respetó el trazado
de la ciudad prehispánica. Con esta investigación, se trató de mostrar que la traza
española no es sinónimo de traza urbana de la ciudad novohispana -o sea, la
configuración de calles, acequias, tamaño de solares, espacios públicos, entre otros
elementos urbanos-, sino una delimitación del espacio que ocuparían los españoles
para no mezclarse con los indígenas y una traza arquitectónica de los nuevos
edificios ubicados de acuerdo con un disposición específica de los terrenos para que
168 | C o n c l u s i o n e s

los españoles pudieran habitar en el centro de la ciudad, principalmente, aquéllos


que intervinieron en la Conquista.
Hasta el siglo XVIII, la Ciudad de México comenzó a adquirir la forma que
presenta actualmente -un trazado uniforme con calles paralelas, manzanas similares
en intervalos regulares, entre otros elementos- y es, prácticamente, hasta la segunda
mitad del siglo XX cuando la ciudad adquirió la forma que los renacentistas
hubieran considerado idónea. Si los mapas son el reflejo de un espacio en un
momento específico, se puede decir -según el Sistema de Información Geográfica
que se elaboró- que durante los tres siglos de Colonia la ciudad española pudo
parecerse más a la ciudad prehispánica que a la ciudad ideal renacentista, aunque la
ciudad prehispánica, de algún modo, se adaptaba a las ideas renacentistas y, por ello,
se conservó durante tanto tiempo su configuración urbana.
Desde el punto de vista cartográfico se pueden encontrar semejanzas entre el
Mapa de Nüremberg y el Mapa de Uppsala que permiten afirmar que la traza
urbana española es, prácticamente, idéntica a la traza urbana prehispánica. En
términos generales, Tenochtitlan se transformó en una ciudad española desde un
punto de vista arquitectónico. La traza de los edificios se tuvo que rehacer para que
los españoles habitaran según sus costumbres y como grupo dominante tuvo el
tiempo y el cuidado suficiente para construir sus casas para sentirse como en
España. La traza española es producto de un proceso de aculturación más que una
proyección innovadora del espacio urbano unilateral; el estudio sincrónico de los
mapas de Nüremberg y Uppsala, así como su comparación espacial y diacrónica,
permiten sugerirlo. Además, fue posible encontrar una correspondencia entre la traza
urbana que se observa en el Mapa de Uppsala y los vestigios arqueológicos del
Recinto Sagrado de Tenochtitlan y sus inmediaciones; gracias al SIG se pudo
observar que algunas modificaciones que ha sufrido la ciudad durante los últimos
quinientos años han alterado la constitución original que pudo tener Tenochtitlan,
pero se puede asegurar que a pesar de las constantes transformaciones, la fisonomía
| 169

urbana de la Ciudad de México en la actualidad es, en esencia, de origen


prehispánico.
El Mapa de Uppsala y el Mapa de Nüremberg guardan una relación histórica,
pero la relación espacial no es evidente; por ello, se realizaron estudios que
permitieran contextualizarlos histórica y cartográficamente para así descubrir la
relación espacial que existía entre ellos. Se partía del hecho de que el análisis de
ambos documentos cartográficos debería permitir generar una propuesta sobre la
destrucción de Tenochtitlan pues permitiría identificar los rasgos que desaparecieron
cuando la ciudad fue conquistada. No obstante, en contra de lo esperado, se
observaron diversas similitudes entre ambos mapas que mostraban una continuidad
de elementos urbanos -como calles y acequias- que indicaban una permanencia del
urbanismo prehispánico. Por ello, se consideró apropiado hablar de una
reconstrucción y construcción de la Ciudad de México, más que de la destrucción de
Tenochtitlan porque a pesar de que los edificios prehispánicos -que se muestran en
el Mapa de Nüremberg- desaparecieron, el asiento de la ciudad mexica corresponde
con el de la ciudad hispana -según la evidencia histórica y cartográfica (Mapa de
Uppsala)-, mostrando una reorganización social del espacio a partir de un proceso
de aculturación, reflejado en la cartografía indígena del siglo XVI. Se considera que
esta permanencia en la estructura urbana y espacial en los primeros años de dominio
español, podría responder a que se conservó la estructura básica del altepetl -que
puede definirse como la forma en que algunos pueblos mesoamericanos organizaban
socialmente el espacio, incluidos los mexicas-, por lo tanto, no sería extraño que la
constitución urbana de Tenochtitlan -respondiendo a este tipo de organización- se
conservara, modificara y transformara de distintas maneras para poder administrar y
gobernar la Ciudad de México (Hirth, 2003 y Gutiérrez, 2003). Después de todo, la
ciudad estaba “iyolloco in altepetl, «en el corazón del altepetl» que era la in
altepeyotl Mexico, «la parte construida de México Tenochtitlan (con casas y calles)
»” (Lockhart, 1999: 35). Por otro lado, si en un altepetl nahua ningún agrupamiento
urbano constituye una jurisdicción autónoma (Lockhart, 1999; Hirth, 2003 y
170 | C o n c l u s i o n e s

Gutiérrez, 2003), entonces es probable que cuando se realizaba un mapa, se


representaba tanto el corazón del altepetl como las localidades que lo componían.
Así, sería probable reconocer un altepetl cartográficamente a través del marco que
rodea los mapas -y que se ve distorsionado con relación al centro-. El marco,
entonces, es una forma de contextualizar la parte central del mapa, como si los
dibujantes quisieran mostrar la ubicación de la ciudad, pero en relación con otras
localidades. Esto explicaría que la parte de la ciudad correspondiente al centro de
Tenochtitlan, tenga mayor precisión que los alrededores y que Tlatelolco, pues lo
que se representa es el corazón del altepetl, el lugar que en aquel momento lo
españoles decidieron poblar exclusivamente. En tanto que el Mapa de Uppsala
representa el altepetl de Tenochtitlan, todos los alrededores sólo reflejan, de forma
un tanto esquemática, la situación de la isla urbanizada. Sería necesario elaborar un
trabajo de investigación en este sentido para tratar de encontrar una relación al
respecto, pero resulta interesante que tanto el Mapa de Nüremberg como el Mapa de
Uppsala -elaborados por indígenas- incluyan un marco de referencia similar. En esta
investigación se consideró que este marco de referencia se pudo transformar -a
través de un proceso de aculturación- en el “mapa de referencia” de los mapas
modernos, lo cual es una hipótesis, una veta que se deja expuesta para futuras
investigaciones.
En 1492 comenzó una coyuntura que agitaría ferozmente el mundo indígena
y español. El proceso de aculturación en América -iniciado con la llegada de
Cristóbal Colón- no sólo modificó las matrices que daban significado al
comportamiento y a la creencia social de ambos grupos, sino que a la larga generó
una cultura mestiza. Cultura mestiza que se refleja en la construcción de la Ciudad
de México, y que perdura hasta nuestros días.
| 171

Propuestas para la aplicación de un SIG en arqueología


Esta tesis es un estudio de aculturación relativamente simple que trata de vincular
tanto la visión española de la conquista, como la indígena desde un punto de vista
espacial a través de la aplicación de los Sistemas de Información Geográfica.
Conforme se avanzaba en la investigación, surgieron ideas que devienen del uso de
esta tecnología aplicada y que podrían aprovecharse en distintos tipos de estudios.
Por ello, se consideró pertinente esbozar algunas de las aplicaciones viables. Como
puede observarse, los documentos históricos podrían representar al grupo español y
con los documentos cartográficos, al grupo indígena; evidentemente, a través de un
proceso de análisis de estos documentos, se infieren cuestiones relativas de uno y
otro grupo. La evidencia arqueológica, por otro lado, es un puente que evidencia el
contacto entre las dos culturas y permite analizar las transformaciones que sufrieron
los españoles y los indígenas desde el punto de vista material.
Por lo demás, aunque la cartografía histórica sirva “como auxiliar para
agilizar la interpretación de los usos del suelo y contextos arqueológicos” (Medina y
Peñaflores, 1994), en general, se debe contextualizar históricamente y, de ser
posible, georeferenciarse para poder verificar su utilidad. Si sólo se comparan los
datos que arroja una excavación con ciertos mapas históricos que parecen
representar el espacio excavado, se otorga al mapa información que no
necesariamente es correcta porque se ignora la ubicación espacial precisa de los
elementos observados. Además, la cartografía no sólo permite agilizar
interpretaciones, en esta investigación se trató de mostrar que en combinación con
los SIG, puede ser una herramienta que permitiría explicar situaciones espaciales en
el tiempo e, incluso, generar otro tipo de interpretaciones sobre un fenómeno
determinado.
Los Sistemas de Información Geográfica permiten evaluar los cambios que
sufre el espacio a través del tiempo y, por tanto, se postulan como una herramienta
de análisis fundamental para la investigación arqueológica. En el caso específico de
172 | C o n c l u s i o n e s

esta investigación, los mapas se georeferenciaron para utilizarse como estratos


cartográficos -considerados como instantáneas de un lugar y tiempo determinado
contextualizados históricamente- con la finalidad de excavar sin excavar. El SIG se
convirtió en un “radar de penetración” que permitió conocer diferentes estadios de la
Ciudad de México; de alguna forma se pudo excavar sin excavar. Mientras esta
investigación se llevaba a cabo, Luis Barba Pingarrón trataba de realizar -por medio
de un georradar- un mapa de la Ciudad de México que integrará un trazado urbano
antiguo, con la finalidad de ubicar estructuras arqueológicas y evitar su afectación
durante obras de remodelación e infraestructura en la Ciudad de México (Rodríguez,
2008). Si la tecnología de los SIG se implementara en combinación con la
tecnología de georradar, no sólo se podría trazar un mapa antiguo, sino estudiar la
ciudad desde un punto de vista urbano que contemplara diferentes estratos
cartográficos, de forma que las excavaciones de rescate arqueológico y salvamento
en contextos urbanos estarían controladas a partir de un Sistema de Información
Geográfica constituido por planos del cableado telefónico y eléctrico, tuberías de
gas, agua o drenaje. A través de un Sistema con estas características tanto las obras
públicas como las privadas tendrían que recurrir a este Sistema para no afectar
contextos arqueológicos y los arqueólogos lo utilizarían para planear una estrategia
de excavación en caso de rescate.
Eventualmente, sería factible elaborar un SIG para cualquier lugar con
información cartográfica para estudiar las transformaciones del espacio por medio
de un estudio histórico-arqueológico-cartográfico, que a su vez pueda utilizarse
como medio de referencia obligado en casos donde el terreno tenga que ser
excavado. La utilidad del Sistema radicaría en la correspondencia espacial entre los
mapas antiguos y los modernos, averiguando si los primeros pueden ser utilizados
en un SIG dada su correspondencia espacial con la realidad. En efecto, se necesitan
estudios similares a éste que permitan corroborar la precisión de los mapas
indígenas, que a pesar de haber sido elaborados a partir de convenciones o
proyecciones desconocidas, guardan una relación estrecha con el espacio real
| 173

representado que puede observarse por medio de la georeferencia. Si la realización


del SIG arqueológico para obras de rescate y remodelación de espacios urbanos
resultara una tarea compleja, entonces se podría comenzar elaborando un catálogo
de diferentes mapas históricos susceptibles de ser georeferenciados dada su
correspondencia espacial con la realidad -desde mapas tipo códices del siglo XVI o
anteriores, hasta los mapas topográficos del siglo XX-, de tal forma que se disponga
de una base de datos geográfica formada a partir de estos documentos, que se vaya
construyendo a partir de las investigaciones regionales de diversos científicos
sociales.
Las constantes obras de remodelación, la ampliación de calles, la
introducción de los vehículos motorizados, el desagüe del lago, el azolve de
acequias y los esfuerzos recurrentes por hacer del Centro Histórico de la Ciudad de
México un espacio moderno y organizado de acuerdo con teorías urbanas
occidentales -en combinación con las políticas de sus gobernantes y el curso, a veces
caprichoso, que toma la historia- han dado como resultado una ciudad que guarda en
sus entrañas la historia de un pueblo que fusiona, de manera admirable, diversas
matrices que de manera consciente e inconsciente, dan significado al
comportamiento y a la creencia social que sufre, ininterrumpidamente, procesos de
aculturación y urbanización.

El 13 de agosto de 1521 Tenochtitlan murió. Su corazón se detuvo y pronto todos


los órganos que le dieron vida comenzaron a podrirse. Sin embargo, algunas células
del cerebro seguían con vida. El cuerpo mismo seguía existiendo ¿acaso hay algún
ser vivo que desaparezca apenas muere? La sangre que alguna vez fluyó por sus
arterias abandonó al cuerpo que daba vida. Pasaron más de 400 años para que la
ciudad dejara entrever sus entrañas para permitir observar, una vez más, aunque sea
en ruinas, los fragmentos del pasado indígena.
174 | C o n c l u s i o n e s
| 175

Obras Consultadas
176 | B i b l i o g r a f í a
| 177
178 | B i b l i o g r a f í a
| 179
180 | B i b l i o g r a f í a
| 181
182 | B i b l i o g r a f í a
| 183
184 | B i b l i o g r a f í a
| 185
186 | B i b l i o g r a f í a
| 187
188 | B i b l i o g r a f í a
| 189
190 | B i b l i o g r a f í a
| 191
192 | B i b l i o g r a f í a
| 193
194 | B i b l i o g r a f í a
| 195
196 | B i b l i o g r a f í a
| 197

Anexo
198 | A n e x o

I. Diferentes datos cartográficos que se incluyeron en el SIG

• Mapa de Nüremberg atribuido a Cortés (1524)


• Mapa de Uppsala (1550)
• Forma y levantado de la Ciudad de México, de Juan Gómez de Trasmonte
(1628)
• El Plano de la Imperial México de José Antonio de Alzate y Ramírez (1769)
• Plano general de la Ciudad de México de Don Diego García Conde (1793).
• Plano del perimetro central, directorio comerical de la Ciudad de Mexico de
Julio Popper (1883)
• Fotografía Aérea de la Compañía Mexicana de Aerofoto (años de 1934, 1938,
1939, 1946 y 194)
• Mapas de Manuel Toussaint y Justino Fernández para esquematizar los planos
que analizan en Planos de la Ciudad de México (1990 [1938])
• Plano reconstructivo de la región de Tenochtitlan al comienzo de la Conquista
de Luís González Aparicio (2006 [1973])
• México-Tenochtitlan. Primer Traza 1524-1534 de Ana Rita Valero de García
Lascurain (1991)
• Ortofoto INEGI Clave E14A39 B (1996)
• The barrios of Tenochtitlan-Tlatelolco de Edward Calnek (2003)
• Colección de Mapas de Tomas Filsinger (2005)
• Fotografía aérea del la compañía Digital Globe de los años 2003 y 2005
• Cartografía Geoestadística Urbana 2005 del INEGI Claves 090150001 y
090170001
• Mapa del Centro Histórico de la Ciudad de México elaborado por la Secretaría
de Turismo (2008)
• Mapa ruteable del Distrito Federal elaborado y mantenido por MexGPS
| 199

II. Atributos para algunos elementos en el Mapa de Uppsala

A continuación se presentan algunas fichas que se elaboraron a partir de la base de


datos que se realizó para el Mapa de Uppsala. Sólo se han impreso algunas fichas
como ejemplo; la totalidad de las fichas y el archivo vectorial con la base de datos se
encuentran en el Disco Compacto incluido en la tesis. Después de las fichas se
encuentra una impresión del Mapa de Uppsala con la ubicación de los elementos
clasificados, en seguida se muestran algunos mapas que se hicieron a partir de la
base de datos.
200 | A n e x o
| 201
202 | A n e x o
| 203
204 | A n e x o
| 205
206 | A n e x o

III. Mapa de Uppsala georeferenciado con ID de elementos clasificados


| 207

IV. Mapas elaborados a partir del archivo SHP

Los archivos SHP son los archivos predeterminados para utilizarse con ArcMap y se han convertido en
un estándar para el manejo de datos vectoriales en un SIG. Un archivo SHP está asociado a una base de
datos en formato dBase y en el caso de este trabajo, esta base de datos fue la que se utilizó para
desarrollar los siguientes mapas; corresponde con la base de datos para la descripción de los elementos
arquitectónicos en el Mapa de Uppsala y es la misma que se utilizó para la elaboración de las fichas
que se presentaron en el Anexo II y el mapa del Anexo III.
208 | A n e x o
| 209
210 | A n e x o
| 211
212 | A n e x o
| 213
214 | A n e x o
| 215

V. Parte central del Mapa de Uppsala.

La versión completa del mapa se encuentra en el Disco Compacto.


216 | A n e x o
| 217

VI. Mapa de Nüremberg.

La versión completa –con el mapa del Golfo de México- se encuentra en el Disco Compacto.

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