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Ficha de cátedra N° 1: Conocimiento de lo universal vs conocimiento de lo particular.

Diógenes
de Sinope discute con Platón

La cultura griega y el surgimiento de la filosofía occidental

Marcelo Graciosi Barrios

Filosofía es una palabra de origen griego, significa filo: amor, búsqueda, deseo, y sofía:
sabiduría1. Toda la filosofía occidental que llega a nuestros días se remonta a este origen griego.
Mas allá de la ubicación temporal de este inicio (se habla del siglo VII antes de cristo con la
figura de Tales de Mileto2), el surgimiento de la filosofía supuso un salto cualitativo en la
historia de la humanidad, lo que se transforma no solo en una manera de representarse el mundo
sino una manera de habitar el mundo, como lo propone el Heidegger en “El ser y el Tiempo”.
Con la filosofía se da paso a una visión racional, lógica del cosmos, que parte de una ruptura, el
hombre griego rompe con la naturalidad del mundo mítico y religioso, con el conjunto de
creencias que daban sentido a la existencia durante la época antigua. El origen de la filosofía
supone un nuevo pathos (estado de ánimo) que es el del asombro, asombrarse del mundo que los
rodea y preguntarse por la origen de lo todo lo existente. Por ello se habla del paso del mito al
logos. El mito era la estructura mental dominante del mundo antiguo, donde todo se explicaba
por referencias sobrenaturales, por acción de los dioses, por ende no había lugar para la
admiración y la interrogación. La mirada basada en el logos se interroga por todo y busca
explicaciones racionales nuevas, apartándose de lo sobrenatural. Es el caso de Tales de Mileto
que pensó que el origen de todas las cosas estaba en un ser fundamental para la vida misma: el
agua. Isaac Asimov comenta la grandeza de Tales en el nacimiento de la Filosofía como
superación del Mito: “…La idea de Tales,…tuvo su origen en Babilonia, otro de los países que
había visitado de joven…Los babilonios creían que la tierra firme era un disco situado en un
manantial de agua dulce, la cual afloraba aquí y allá a la superficie formando ríos, lagos y
fuentes; y que alrededor de la tierra había agua salada por todas partes…Cualquiera diría que
la idea era la misma que la de Tales, y que éste no hacía más que repetir las teorías
babilónicas. ¡No del todo! Los babilonios, a diferencia de Tales, concebían el agua no como
tal, sino como una colección de seres sobrenaturales…Tales se acercó a la misma solución
desde un ángulo diferente…Se limitó a decir: "Todas las cosas son agua"…”3
La teoría de Tales significa un enorme salto en la forma de comprender el mundo, al sentar las
bases de un pensamiento científico, en el que no había divinidades que se inmiscuyeran en los
designios del universo. La escuela de Tales llegó así a un supuesto básico: El universo se
conduce de acuerdo con ciertas "leyes de la naturaleza" que no pueden alterarse4.
Ahora bien este salto cualitativo en la forma de estar y pensar se dio en medio de una cultura
muy particular, la cultura griega.

Cultura griega
La cultura griega se presenta como una matriz capaz de producir, de crear un tipo nuevo
pensamiento, de concepción de mundo, un nuevo “marco epistémico”, dirían Jean Piaget y
Rolando García5. Pero no podemos creer que de la noche a la mañana el hombre decidió dejar
atrás una mentalidad mítica y pasar a una de carácter lógico. De hecho este proceso no se dio en
todas partes, sino en ciertas regiones de Grecia. ¿Cómo explicar este fenómeno? El surgimiento
de la filosofía no fue un proceso repentino, tampoco fue un hecho aislado sino que significó el
cambio de toda una cosmovisión.

1
Ferrater Mora, José. 1992 Diccionario de Filosofía. Bs. As., Alianza.
2
Uno de los llamados siete sabios de la antigua Grecia, habría considerado que el agua es el componente esencial
presente en todos los seres.
3
Asimov, Isaac 1990 Grandes ideas de la ciencia. Madrid Alianza. Pág.65.
4
Cf. Asimov, Isaac. Op. Cit.
5
Piaget y García con el concepto de marco epistémico hacen referencia al desarrollo de instrumentos cognitivos que
solo son posibles en determinado medio socio-cultural.
Jean Piaget y Rolando García (1984) Psicogénesis e Historia de la Ciencia. Siglo XXI, México. Pág. 232
Para algunos autores los griegos tuvieron un genio particular (el genio helénico) que les
permitió trascender, por medio de sus creaciones culturales, al resto de las civilizaciones.
Rodolfo Mondolfo, especialista en el tema, nos advierte acerca del peligro de caer en
exageraciones y pensar que los griegos desarrollaron el arte, la ciencia, la filosofía sin tener
ningún tipo de vínculo con otras civilizaciones. Por el contrario, el apogeo cultural del pueblo
griego estuvo ligado a los múltiples contactos que tuvo con otras civilizaciones, como los
egipcios, fenicios, con pueblos de Asia menor y hasta la Mesopotamia6. Estos contactos
tuvieron su origen en el intercambio comercial. Los griegos constituyen un pueblo, organizado
en ciudades estado, independientes unas de otras, aunque dos de ellas sobresalen y tienden a
dominar al resto: Esparta que se distingue por su capacidad militar y Atenas por su grado de
desarrollo cultural7.
La filosofía surge en medio de un conjunto de procesos sociales de cambio. En el campo de la
política, a partir del siglo VII a.c. se producen ciertas transformaciones en la organización de
Atenas. Los miembros de la polis (ciudad) se convierten en ciudadanos que pueden participar de
la institución de las leyes. Dracón estableció las leyes escritas, lo que constituyó un gran avance
pues las leyes estaban a la vista de todos y no dependían de criterios personales, (de este modo
se evitaba la arbitrariedad de la nobleza en las decisiones sobre asuntos públicos y privados).
Solón realizó una reforma política que implicó el surgimiento de un gobierno basado en la
Asamblea Popular o Ecclesia, formada por todos los ciudadanos sin distinción y su función era
hacer las leyes y elegir a los arcontes, funcionarios que presidían los tribunales y los ritos
religiosos. Clístenes modificó las leyes de Solón con un sentido más democrático, a partir de la
organización de la población en demos, lo que aseguraba una mayor participación en las
ciudadanos por medio de su oratoria en la formación de leyes. Pero fue Pericles el que llevo la
Democracia ateniense a su máximo esplendor. En la oración fúnebre de Pericles, se plasma
parte del ideal griego de organización social y política: "Tenemos un régimen de gobierno que
no envidia las leyes de otras ciudades, sino que más somos ejemplo para otros que imitadores
de los demás. Su nombre es democracia, por no depender el gobierno de pocos, sino de un
número mayor; de acuerdo con nuestras leyes, cada cual está en situación de igualdad de
derechos en las disensiones privadas (...) Y nos regimos liberalmente no sólo en lo relativo a los
negocios públicos, sino también en lo que se refiere a las sospechas recíprocas sobre la vida
diaria, no tomando a mal al prójimo que obre según su gusto (…). Y al tiempo que no nos
estorbamos en las relaciones privadas, no infringimos la ley en los asuntos públicos, más que
nada por un temor respetuoso, ya que obedecemos a los que en cada ocasión desempeñan las
magistraturas y a las leyes (…), sobre todo a las que están legisladas en beneficio de los que
sufren la injusticia, y a las que por su calidad de leyes no escritas, traen una vergüenza
manifiesta al que las incumple. En lo relativo a la guerra diferimos de nuestros enemigos en lo
siguiente: tenemos la ciudad abierta a todos y nunca impedimos a nadie, expulsando a los
extranjeros, que la visite o contemple pues confiamos no tanto en los preparativos y
estratagemas como en nuestro vigor de alma en la acción. (...) por estos motivos y por otros es
aún nuestra ciudad digna de admiración. Pues amamos la belleza con poco gasto y la sabiduría
sin relajación; y utilizamos la riqueza como medio para la acción más que como motivo de
jactancia, y no es vergonzoso entre nosotros confesar la pobreza, sino que lo es más el no
huirla de hecho. (…), nos preocupamos a la vez de los asuntos privados y de los públicos, y
gentes de diferentes oficios conocen suficientemente la cosa pública; pues somos los únicos que
consideramos no hombre pacifico, sino inútil, al que nada participa en ella (…) la ciudad
entera es la escuela de Grecia, y (…) cualquier ateniense puede lograr una personalidad
completa en los más distintos aspectos y dotada de la mayor flexibilidad, y al mismo tiempo el
encanto personal. (...) Fue por una ciudad así por la que murieron éstos, considerando justo,
(…), que no les fuera arrebatada, y por la que todos los que quedamos es natural que queramos
sufrir penalidades”8

6
Mondolfo, Rodolfo. 1956, El genio helénico. Buenos Aires. Columba. Págs. 3-7
7
Cf. Jaeger, Werner 1990 Paideia. Los ideales de la cultura griega. Fondo de Cultura Económica. Madrid.
8
Pericles, Oracion Funebre. Disponible en: http://www.pucpr.edu/facultad/jlopez/la_oracion_funebre.pdf
En esta oración a los caídos en la guerra del Peloponeso hay algo más que una reverencia a un
sistema político, estamos frente un estilo de vida, cuya fuerza surge justamente de esa búsqueda
de lo ideal como modelo a seguir.
Esta concepción de democracia como estilo de vida, abre al griego a una vida más reflexiva. El
ideal de ciudadano es aquel que acerca al sujeto a la sabiduría. Durante el siglo de Pericles se
financian grandes obras públicas, se contrata a grandes escultores, se congrega a pintores y
hombres de letras. La ciudad es un ámbito de exaltación de cívica y de las más diversas
creaciones culturales.
En la antigua Grecia se dio una íntima relación entre política y filosofía. Desde su nacimiento la
polis (como espacio social de participación intelectual y moral) haría posible el ejercicio de la
retórica como arte que propende a la formación y el saber. “La aparición de la polis constituye
en la historia del pensamiento griego, un acontecimiento decisivo. Desde su advenimiento, que
se puede situar entre los siglos VIII y VII, (…), las relaciones (…) adquieren una forma nueva,
cuya originalidad sentirán plenamente los griegos. Llega a ser la herramienta política por
excelencia, la llave de toda autoridad en el Estado, el medio de mando y de dominación sobre
los demás. El arte político es un ejercicio del lenguaje y el logos. La retórica y la sofística
abren el camino de las investigaciones de Aristóteles y definen las reglas de la demostración,
sientan una lógica de lo verdadero, propia del saber teórico. Un segundo rasgo de la polis es
el carácter de plena publicidad que se da a las manifestaciones más importantes de la vida
social…”9
Este cuadro de desarrollo cultural no podría comprenderse sin la noción de paideia, presente en
cierto modo en el discurso de Pericles. Werner Jaeger considera que es difícil definir la paideia,
pues no se identifica con la idea moderna de civilización, cultura, tradición literaria o educación.
Todos estos conceptos reducen algún aspecto de su significado, tendríamos que utilizarlos todos
a la vez para dar cuenta del mismo.10 La paideia está ligada a la formación del hombre griego,
en tanto parte de un colectivo, en tanto miembro de una comunidad. Poco a poco el griego
comienza a verse a sí mismo como un sujeto de la historia, como un hacedor de la misma. La
educación lo prepara para la búsqueda de superación racional, de equilibrio, de perfección, de
armonía. Este ideal, que pesa en la conciencia del hombre griego, está inspirado en Apolo, dios
de la luz, la claridad, la verdad (notemos la persistencia de creencias religiosas que se funden
con el pensamiento filosófico). Los valores con que se forma a los jóvenes griegos apuntan a la
grandeza de su polis y a la excelencia política. En este sentido, se busca la coherencia entre la
teoría y la práctica, entendida no sólo como el respeto de las leyes, sino como el respeto de los
valores de la comunidad. Por eso para el griego de la antigüedad, no hay nada más puro y
elevado que la muerte heroica, la que impregna al héroe con cualidades que le permiten
trascender su finitud y perdurar en los hombres de las distintas épocas. La vida heroica se
muestra como tal cuando es digna de ser cantada por los poetas11).
La educación (vía transmisión oral u obras literarias como la Iliada y la Odisea), transmite esos
valores. La vida cotidiana está basada en la práctica de ciertos ideales. El griego piensa que lo
que lo distingue de los animales, y por analogía de otros pueblos, es la búsqueda de la
perfección individual pensada en términos de la polis. Por ello el griego es tanto el animal
racional como animal político. Incluso la naturaleza corporal del hombre y sus cualidades puede
cambiar mediante una educación consciente y elevar sus capacidades. El espíritu humano lleva
progresivamente al descubrimiento de sí mismo, crea, mediante el conocimiento del mundo
exterior e interior, formas mejores de la existencia humana. La paideia alude entonces a algo
que va mucho mas allá de lo que hoy puede significar para nosotros la cultura, noción despojada
del sentido de ideal humano, de educación para la trascendencia hacia la comunidad, de
encarnación de los valores más altos.
Surgida en ese ambiente sociocultural, la filosofía reflejó el ideal griego en un contexto. Los
llamados “primeros filósofos”, son individuos – ciudadanos, que buscan un verdadero
conocimiento del cosmos y se interesan por la astronomía, las matemáticas, el arte, etc.

9
Vernant, Jean, 1986. Los orígenes del pensamiento griego. Paidos:.Madrid. Pág.,5-8.
10
Cf. Jaeger, Werner. Op. Cit.
11
Ver la obra de Jean Pierre Vernant, La muerte heroica en la Grecia antigua.
De la pregunta por el Cosmos a la pregunta por el Hombre
Al igual que Tales, otros filósofos (también llamados filósofos de la naturaleza por el objeto
estudio del cual partían) buscaron explicar el universo por medio de elementos naturales como
el aire o el átomo. En este escenario de cosmologías surge Sócrates, quien puede ser
considerado el primer filósofo griego en sentido estricto, por dirigir sus reflexiones y estudios
sobre realidad humana y dejar atrás las preocupaciones sobre el origen del universo. ¿Se debe
vivir simplemente o es necesario aprender a vivir? He aquí uno de los grandes retos que plantea
Sócrates a sus conciudadanos. Podemos pensar que el hombre que vive ocupado de sus
menesteres diarios olvida el sentido que puede tener su existencia. Pero también cabe
preguntarse, ¿tiene valor pensar la vida o es más conveniente simplemente vivirla? Ante estas
cuestiones Sócrates responde tajantemente: La vida examinada es la única que merece ser
vivida12.
Sócrates nació en Atenas en el 470/469 y falleció en el 399a.c., hijo del escultor Sofronisco, y
de la partera Fenáreta. Los datos sobre su vida y obra son escasos e inciertos, ya que no dejó
ningún escrito propio.. Tras una vida entregada a interpelar a sus conciudadanos, obedeciendo la
voz interior de su daimon, y a instarlos, según Platón, a que fueran «mejores y más sabios»,
restablecida ya la democracia ateniense, es llevado a juicio doblemente acusado de ser sofista,
impío y corruptor de los jóvenes, por Anito, en nombre de los artesanos y políticos, por Meleto,
en el de los poetas, y por Licón en el de los oradores. Condenado por el tribunal popular a beber
la cicuta y tras rechazar los planes de huida que le ofrece Critón, muere en la prisión de Atenas,
rodeado de algunos de sus amigos y discípulos y mandando decorosamente a su mujer Xantipa,
que llevaba a su hijo pequeño en brazos, que se ausentara. La figura de Sócrates, ensalzada por
Platón como el hombre «más sabio y justo de su tiempo», se ha convertido con el transcurso del
tiempo, y pese a sus contornos algo difusos, en el paradigma del filósofo y hasta en
personificación de la misma filosofía13.
El Sócrates de Platón es un personaje moral por excelencia, vitalmente dedicado a persuadir a
todos a interesarse, no por el cuerpo o la fortuna, sino «porque el alma sea la mejor posible». A
este Sócrates lo hizo Platón, personaje central de sus primeros diálogos, convirtiéndolo en
iniciador de su teoría de las ideas, y este Sócrates es el que acepta la tradición filosófica, una vez
desechadas las exageraciones platónicas y añadidas las sobrias precisiones de Aristóteles, como
el más cercano al personaje histórico. Las características de este personaje -«tábano»
perturbador de la tranquilidad de las conciencias- justifican más los recelos que se suscitaron en
torno a su figura y que le llevaron a la muerte. Aristóteles, que no conoció personalmente a
Sócrates, pero que habría oído hablar de él a su maestro Platón, le nombra unas cuarenta veces
en sus obras, aunque siempre ocasionalmente. Pese a ello, sus apreciaciones se consideran
objetivas. Le atribuye, sobre todo, la «búsqueda del universal» a través de las «definiciones»14.
Sócrates no puso por escrito sus doctrinas, y todas sus enseñanzas, según el testimonio de
Platón, son orales. A diferencia de los sofistas, coetáneos suyos, Sócrates no construye largos y
hermosos discursos, sino diálogos metodológicamente construidos en dos partes fundamentales:
la ironía y la mayéutica. En la primera, tras presentar el tema del diálogo con una pregunta del
tipo ¿qué es la justicia?, desarrolla la refutación (élenkhos) de la aparente sabiduría del
interlocutor, que, llevado de su ignorancia, no sabe, pero cree saber. Una larga sucesión,
impertinente a veces, de preguntas y respuestas, tiende a lograr el reconocimiento de la propia
ignorancia, por parte del interlocutor, lo cual lo deja en disposición de comenzar, de la mano de
Sócrates, la búsqueda de la definición o el concepto, que supondría un verdadero saber. El punto
de partida de esta indagación no puede ser otro que el de la confesión de la propia ignorancia: la
que Sócrates reconoce en sí mismo reflexionando sobre el oráculo de Delfos y la que consigue
que el interlocutor reconozca tras refutar su aparente saber. Prosigue entonces la labor de
concebir y dar a luz «conceptos». A esta segunda parte llama el mismo Sócrates mayéutica, por

12
Platón (1951). “El Critón o del deber”, “Menón”, “Teetetos” o de la ciencia…”. Madrid. Edición Ibérica.
13
Obiols, Guillermo. 1998. Nuevo Curso de Lógica y Filosofía. Buenos Aires. Kapeluz.
14
Zubiri, Xavier. 1941 Sócrates y la sabiduría griega. Madrid. Escorial. Disponible en:
http://www.zubiri.org/works/spanishworks/nhd/socratesysabiduria.htm
tratarse de un arte parecido al que ejerce su madre: la partera ayuda a las mujeres a dar a luz
cuerpos, Sócrates ayuda a los hombres a dar a luz pensamientos15.
Las respuestas a las preguntas ¿qué clase de cosa es...? constituyen la primera teoría ética de la
humanidad basada en el análisis conceptual. Platón deduciría de ella el conocimiento de las
esencias o ideas. Sócrates se limita a un tipo de investigación cuyo objetivo es el universal o la
definición; esto es, un concepto universal conseguido y aceptado por todos. Identifica el
conocimiento de estos conceptos éticos con la práctica de la virtud y la consecución de la
felicidad. Identifica «saber» con «virtud», hasta el punto de afirmar que «nadie hace el mal
voluntariamente», pero vincula además la felicidad al obrar bien, o a vivir bien; a la primera
doctrina se la llama intelectualismo ético y a la segunda, eudemonismo16.
El método socrático consiste en el conjunto de procedimientos basados en el diálogo y en la
inducción utilizada para guiar el acceso al conocimiento, ya que para éste se establece una
relación de validez entre la adquisición del saber y el método utilizado para su adquisición. De
esta manera, alguien (un artista, por ejemplo) puede producir obras bellas, pero su producción
está limitada por su auténtico desconocimiento de lo que la belleza es verdaderamente. Puesto
que Sócrates no escribió nunca ninguna obra, no es posible describir de forma directa su
método, y debemos remitirnos a los diálogos de Platón y a las indicaciones de Aristóteles (…)17.
Las enseñanzas de Sócrates se oponían a las de los sofistas que sustentaban posiciones
relativistas y escépticas, no perseguían la búsqueda de la verdad, sino la consecución del éxito.
Por ello desarrollaban técnicas de retórica más tendientes a convencer, mientras Sócrates se
preocupa por el cuidado del alma y la consecución de la verdadera, areté. Atendiendo al proceso
del diálogo podemos distinguir en él dos partes: la ironía y la mayéutica. Atendiendo más
concretamente a las formas de razonar que se dan en el mismo diálogo podemos distinguir la
inducción y la definición18.
1º La ironía y la inducción: Sócrates interroga a sus interlocutores a partir de la confesión de su
ignorancia sobre el tema que se va a tratar. De esta manera él -que solía afirmar que «sólo sé
que no sé nada»- obliga a sus interlocutores a responder a las preguntas (que habitualmente
giran alrededor de conceptos como el valor, la amistad, el amor, la justicia, etc.) y procede luego
a examinar las respuestas que, en general, no contestan la pregunta, puesto que en lugar de
responder «qué es» la belleza, por ejemplo, las respuestas muestran casos particulares de cosas
bellas, pero no «la» belleza en sí. El examen de las respuestas constituye el momento de
razonamiento inductivo que Aristóteles señala como una de las aportaciones de Sócrates a la
historia del pensamiento. Pero la ignorancia de Sócrates no es un mero no saber, ya que
reflexiona sobre los fundamentos del conocer y se da cuenta de que, en general, el pretendido
saber es sólo un enmascaramiento de una ignorancia mayor: la de la ignorancia que se ignora a
sí misma y se reviste con los ropajes de un falso saber o de un saber parcial. De ahí que la
ignorancia socrática aparezca como ironía.
2º La mayéutica y la definición. La mayéutica socrática es el arte de dar a luz aquellas ideas que
ya estaban en la mente de sus interlocutores (sin que éstos lo supieran), o patentizar la
ignorancia revestida de falso saber, obstáculo principal para la adquisición del auténtico saber.
Mediante este procedimiento, Sócrates libra el alma de sus interlocutores de su ignorancia y, al
mismo tiempo, libera las verdades que están presentes de manera virtual en la mente de sus
interlocutores, de forma que ayuda a dar a luz los conocimientos que éstos poseen virtualmente.
Por esa razón, Platón (en el Teeteto) compara a Sócrates con una comadrona, que ayuda a
alumbrar al hijo que está en las entrañas de otra mujer, Sócrates ayuda a dar a luz las ideas que
ya están en la mente de su interlocutor. Por esto se puede considerar el método socrático como
una aplicación de la máxima escrita en el frontón del templo de Delfos: «conócete a ti
mismo»19.

15
Zubiri, Xavier. Op. Cit.
16 Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu. Diccionario de filosofía. Barcelona. Herder. Disponible en:
http://veintiunobuenosaires.blogspot.com/2008/07/mtodo-socrtico.html
17
Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu. Op. Cit.
18
Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu. Op. Cit
19
Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu. Op. Cit
Desde otro punto de vista, existen similitudes entre este método socrático y el método de
asociaciones libres utilizado por Freíd en la instancia clínica, consistente en la interrogación del
paciente, el cual, a través de sus propias palabras, y con la ayuda del psicoanalista que las
interpreta, llega a un conocimiento de sí mismo que no poseía. Es decir, «da a luz» unos
contenidos de su mente de los cuales no era consciente.
Sócrates va a generar un intenso movimiento intelectual en la época. Muchos de sus discípulos
terminan formando escuelas propias, entre las que se destacan la Academia de Platón y la
corriente de los Filósofos cínicos, entre los que sobresale Diógenes de Sinope.

Bibliografía
_ Asimov, Isaac. 1990 Grandes ideas de la ciencia. Madrid. Alianza
_ Cartledge, Paul 2007 Los griegos: encrucijada de la civilización. Barcelona. Critica.
_Ferrater Mora, José. 1992 Diccionario de Filosofía. Bs. As., Alianza
_ Jaeger, Werner 1990 Paideia. Los ideales de la cultura griega. FCE. Madrid
_ Jean Piaget y Rolando García 1984 Psicogénesis e Historia de la Ciencia. Siglo XXI, México
_ Mondolfo, Rodolfo. 1956, El genio helénico. Buenos Aires. Columba
_ Obiols, Guillermo. 1998 Nuevo Curso de Lógica y Filosofía. Buenos Aires. Kapeluz
_Pericles, Oracion Funebre. Disponible en:
http://www.pucpr.edu/facultad/jlopez/la_oracion_funebre.pdf
_Platón 1951. “El Critón o del deber”, “Menón”, “Teetetos” o de la ciencia…”. Madrid. Edición
Ibérica
_ Vernant, Jean, 1986. Los orígenes del pensamiento griego. Paidos: Madrid.
_ Zubiri, Xavier. 1941 Sócrates y la sabiduría griega. Escorial: .Madrid.

Diógenes de Sinope discute con Platón


Mariela Fogar

1. Platón: (427-347 a. C.) Nació en Atenas. De familia aristocrática, entró en el círculo de


Sócrates interesándose por la filosofía y la política.
A la muerte de su maestro se trasladó a Megara donde leyó textos de los eleáticos. Viajó a
Cirene, a Egipto y después a Sicilia, invitado por el tirano Dionisio el Viejo. En Siracusa se
relacionó con los pitagóricos y se aficionó a la física y a las matemáticas. Fue vendido como
esclavo hasta que regresó a Atenas, donde fundó la Academia (387 a. C.) Viajó nuevamente
a Siracusa para convencer a Dionisio el Joven de introducir reformas políticas, pero tuvo que
huir de nuevo. En el tercer viaje fracasó otra vez en el intento de aplicar sus ideas políticas a
la realidad. Volvió a Atenas y se dedicó a la Academia y a sus escritos.

Platón, República, Buenos Aires, EUDEBA, 1977. Libro VII hasta 521c, págs. 381 / 390.
Sócrates dialoga con Glaucón.
I. “- Y ahora —proseguí— compara con el siguiente cuadro imaginario el estado de
nuestra naturaleza según esté o no esclarecida por la educación. Represéntate a unos
hombres encerrados en una especie de vivienda subterránea en forma de caverna,
cuya entrada, abierta a la luz, se extiende en toda su longitud. Allí, desde su
infancia, los hombres están encadenados por el cuello y por las piernas, de suerte
que permanecen inmóviles y solo pueden ver los objetos que tienen delante, pues las
cadenas les impiden volver la cabeza. Detrás de ellos, a cierta distancia y … altura,
hay un fuego cuyo resplandor los alumbra, y entre ese fuego y los cautivos se
extiende un camino escarpado, a lo largo del cual imagina que se alza una tapia
semejante al biombo que los titiriteros levantan entre ellos y los espectadores y por
encima del cual exhiben sus fantoches.
- Imagino el cuadro, —dijo.
- Figúrate además, a lo largo de la tapia, a unos hombres que llevan objetos de toda
clase y que se elevan por encima de ella, objetos que representan, en piedra o en
madera, figuras de hombres y animales de mil formas diferentes. Y como es
natural, entre los que los llevan, algunos conversan, otros pasan sin decir
palabra.
- ¡Extraño cuadro y extraños cautivos! —exclamó.
- Semejantes a nosotros —repliqué—. Y ante todo, ¿crees tú que en esa situación
puedan ver, de sí mismos y de los que a su lado caminan, alguna otra cosa fuera de las
sombras que se proyectan, al resplandor del fuego, sobre el fondo de la caverna
expuesto a sus miradas?
- No –contestó- porque están obligados a tener inmóvil la cabeza durante toda su
vida.
- Y en cuanto a los objetos que transportan a sus espaldas, ¿podrán ver otra cosa que no sea su
sombra?
- ¿Qué más pueden ver?
- Y si pudieran hablar entre sí, ¿no juzgas que considerarían objetos reales las sombras que vieran?
- Necesariamente.
- ¿Y qué pensarían si en el fondo de la prisión hubiera un eco que repitiera las palabras de los
que pasan? ¿Creerían oír otra cosa que la voz de la sombra que desfila ante sus ojos?
- ¡No, por Zeus! - exclamó.
- Es indudable – proseguí - que no tendrán por verdadera otra cosa que no sea la sombra de
esas objetos artificiales.
- Es indudable - asintió.
- Considera ahora – proseguí - lo que naturalmente les sucedería si se los librara de sus cadenas a
la vez que se los curara de su ignorancia. Si a uno de esos cautivos se lo libra de sus cadenas y se
lo obliga a ponerse súbitamente de pie, a volver la cabeza, a caminar, a mirar a la luz, todos esos
movimientos le causarán dolor y el deslumbramiento le impedirá distinguir los objetos cuyas
sombras veía momentos antes. ¿Qué habría de responder, entonces, si se le dijera que momentos
antes solo veía vanas sombras y que ahora, más cerca de la realidad y vuelta la mirada hacia
objetos reales, goza de una visión verdadera? Supongamos, también, que al señalarle cada uno de
los objetos que pasan, se lo obligara, a fuerza de preguntas, a responder qué eran; ¿no piensas
que quedaría perplejo y que aquello que antes vela habría de parecerle más verdadero que lo que
ahora se le muestra?
- Mucho más verdadero - dijo.
- Y si se lo obligara a mirar la luz misma del fuego, ¿no herirá ésta sus ojos? ¿No habrá de
desviarlos para volverlos a las sombras, que puede contemplar sin dolor? ¿No las juzgará más
nítidas que los objetos que se le muestran?
- Así es -dijo. –
- Y en caso de que se lo arrancara por fuerza de la caverna – proseguí-, haciéndolo subir por el
áspero y escarpado sendero, y no se lo soltara hasta sacarlo a la luz del Sol, ¿no crees
que lanzará quejas y gritos de cólera? Y al llegar a la luz, ¿podrán sus ojos
deslumbrados distinguir uno siquiera de los objetos que nosotros llamamos verdaderos?
- Al principio, al menos, no podrá distinguirlos - contestó.
- Si no me engaño – proseguí -, necesitará acostumbrarse para ver los objetos de la región
superior. Lo que más fácilmente distinguirá serán las sombras, luego las imágenes de los
hombres y de los demás objetos que se reflejan en las aguas y, por último, los objetos
mismos; después, elevando sus miradas hacia la luz de los astros y de la luna, contemplará
durante la noche las constelaciones y el firmamento más fácilmente que durante el día el
Sol y el resplandor del Sol.
- Sin duda.
- Por último, creo yo, podría fijar su vista en el Sol, y sería capaz de contemplarlo, no sólo en
las aguas o en otras superficies que lo reflejaran, sino tal cual es, y allí donde
verdaderamente se encuentra.
- Necesariamente - dijo.
- Después de lo cual, reflexionando sobre el Sol, llegará a la conclusión de que éste produce
las estaciones y los años, lo gobierna todo en el mundo visible y que, de una manera u otra,
es la causa de cuanto veía en la caverna con sus compañeros de cautiverio.

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