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RACISMO RECURRENTE

Por Lucas Garve. Fundación por la Libertad de Expresión. La Habana, 2008-06-20.

Hace unas pocas noches al regresar a mi casa en ómnibus, me entretuve en contar cuántos negros y mestizos
viajaban en el vehículo. No fue la curiosidad la que me empujó a contabilizar la cantidad de negros y mestizos
que utilizaban el ómnibus para llegar a su destino esa noche de lluvia. No incluí al chofer ni al cobrador de
pasaje, el resultado fue de un noventa y cinco por ciento. Entonces, me pregunté por qué los datos
demográficos ofrecidos por las autoridades estiman la población blanca como mayoritaria en la isla de Cuba.

También en estos días, leí un trabajo titulado “Los negros en Cuba”, publicado en la página electrónica
CUBANET, de una joven negra habanera que se lamentaba de ser víctima de un racismo que aún se resiste a
ser eliminado de la gente. Ella es recién graduada de Derecho, según tengo entendido y vive en un barrio
económicamente precario al sur de un suburbio habanero.

En su trabajo, la autora refleja los sufrimientos personales que le ha ocasionado el tener la piel negra. Parte de
un concepto racista a la inversa, pues en su autorrepresentación racial predominan las evaluaciones negativas
pues llega a confesar el deseo un cambio de imagen por su preferencia por el fenotipo blanco, reflejo de la
complejidad de su auto evaluación física. Las últimas investigaciones de la genética sobre el genoma humano
arrojaron el resultado que no hay diferencias tales desde ese punto de vista entre un hombre o mujer
originario de África y un semejante europeo. Entonces, usted podrá estar de acuerdo conmigo de que el
concepto de la inferioridad del negro es una idea difundida por los europeos durante el siglo XIX a causa de la
tendencia existente a clasificar todos los seres de la Naturaleza y como justificación de la esclavitud de
africanos como fuerza de trabajo en el sistema de plantación. La victimización de la autora del trabajo es
también producto de un racismo recurrente.

Un médico francés, François Bernier, en 1684, fue quien primeramente utilizó el término de “raza” como
medio de clasificación de los cuerpos humanos. En 1735, aparece en la obra El Sistema Natural del naturalista
Carlos Lineo la primera división racial de la humanidad, lo que revela la necesidad de reflejar las prácticas
racistas europeas a nivel de la codificación intelectual sobre hombres y mujeres no-europeos. Divisiones
falseadas de la humanidad que fueron trasladadas más tarde a la América Latina colonial en la que el racismo
anti-indio y anti-negro constituyeron los pilares ideológicos fundamentales de la sociedad colonial y la
principal justificación para sostener el concepto de no-personas como base de las representaciones raciales y
mantener como esclavos a millones de africanos y aborígenes americanos.

En Cuba, donde la esclavitud fue abolida hace solamente poco más de un siglo, aún proliferan lógicas
discursivas propias de esta herencia estructural. Incluso, en la autorrepresentación de muchos negros
sobrevive la evaluación negativa constatable en la autoestima afectada, el estigma del color de la piel, el pelo
duro y rasgos faciales de labios gruesos, nariz ancha, piel grasa.

La etiqueta de la imposibilidad de salir de la precariedad económica por causa de su color de piel es una
consecuencia de la sobrevaloración errónea de los reflejos de la autorrepresentación racial en la lógica
discursiva de amplios grupos de negros y mestizos. Esta idea emanada de las desigualdades sociales
acentuadas durante el período de crisis de los años 90 se refleja en el texto de la joven debido a los escasos
veintitantos años de la autora y su desarrollo existencial en un barrio geográfica y económicamente marginal.

En la actualidad, escuchamos en boca de negros y mestizos un discurso de auto- flagelación y fatalidad que no
es más que la justificación de sus propias incertidumbres y de su falta de esfuerzo por alcanzar una evaluación
positiva, de la carencia de un planeamiento de su futuro por imponer su individualidad y su diferencia –si
acaso existe dentro de su comunidad- , de su aferramiento a patrones de conducta a menudo asociales
resultado de una búsqueda equivocada de autenticidad.

El privilegio del mantenimiento de ese discurso resulta en la falta de sistematicidad en los estudios, en conocer
las reales causas de su relegación o marginalización social, lo que acentúa la carencia de voluntad propia para
salir del círculo vicioso de la marginalidad. Un impedimento que les obstaculiza apropiarse de un mundo
diferente, quizás, pero equivalente a ampliar sus capacidades intelectuales y materiales.

Una de las causas, por lo menos en Cuba, de esta situación de auto devaluación propia reside en que el
espacio de la valoración del papel de los negros en la “historia” o en el “relato nacional” se diluyó de una
forma tal en aras de un nacionalismo monocromo que se han minimizado los aportes de los negros a algunos
campos exclusivos donde su participación es innegable. ¿Pero acaso se ha difundido, estudiado, analizado
concienzudamente el papel jugado por personalidades negras y una prensa negra a finales del siglo XIX y
comienzos del XX? ¿Se ha dado el valor justo en la Historia de la nación al papel de las asociaciones de negros y
mestizos desde el Siglo XIX hasta su disolución en los 60 del siglo XX? ¿Se ha introducido acaso en los años de
República cubana el estudio profundo y justo de muchas personalidades negras y mestizas que enorgullecerían
a cualquiera?

Una respuesta negativa es la que se puede ofrecer a las anteriores interrogantes por el momento. Sólo se toca
el caso de los Maceo y el paradigma de Juan G. Gómez, como grandes patriotas, ¿Y nada más? ¿Cuántos
generales, brigadieres y coroneles negros y mestizos hubo en las filas mambisas? Ellos bien contribuirían a
levantar el “orgullo de ser negro en Cuba”, pero ¡hasta la Historia nacional ha sido blanqueada durante
decenas de años!, ¿Con qué fin?

Los negros y mestizos en Cuba hoy no perciben desprecio, indiferencia, odio, como pretende la autora. Si
bien hay que reconocer una reticencia a eliminar las desigualdades raciales que aún existen en Cuba, vale
aclarar que estas desigualdades se hicieron cada vez más visibles a partir de los años 90, como resultado de
cierta funcionalización de formas de racismo que se mantuvieron rezagadas en las mentes de algunos grupos
de personas en la sociedad. Pero, nunca alcanzó un nivel de tendencia general de los integrantes de la
sociedad.

A diferencia de lo anterior, sí existe una creciente interracialidad en las relaciones interpersonales observable
sobre todo en los matrimonios y además en las amistades. Por otra parte, el incremento de adeptos de las
religiones sincréticas contribuye a la revalorización de la herencia africana a nivel personal y familiar. Cada vez
más, se puede constatar el crecimiento de esto por la cantidad de personas, muchas de ellas jóvenes, de
collares y manillas de cuentas que los identifican con diferentes deidades del panteón africano.

Sin embargo, aunque el peso del aporte de las culturas yoruba, bantú, arará al proceso de sincretismo
efectuado en Cuba es reconocido como imprescindible, estimo que gracias a ese mencionado proceso los
elementos interventores resultaron transculturados, mezclados, transformados en “lo cubano”. Una síntesis
de todas las intervenciones étnicas que hemos sufrido.

Por lo anterior, considero que en Cuba es inapropiado llamar a los cubanos negros o mestizos como “afro
descendientes” o “afrocubanos”. Si operamos de esta forma, tendríamos que llamar a los cubanos blancos,
hispano descendientes.

Un error, en el sentido en que lo examino, porque ¿dónde está la limpieza de sangre de unos y otros? Hacer
retroceder el mestizaje, tan imprescindible en el proceso de formación de la población cubana, lo consideraría
más que desacierto, un error en el camino de encontrarnos y situarnos como cubanos negros en el centro del
camino de una valoración efectiva y real. Nuestro reconocimiento no necesita de revestirnos con trajes de
importación cortados a la medida de realidades que no fueron nuestras.

El racismo en los Estados Unidos no se asemeja a los ejemplos cubanos. En Cuba, las marcas de las diferencias
pesaron sobre todo en lo económico, más que en lo racial. Además, el desarrollo poblacional no se dio en
espacios separados racialmente.

Realmente, el complejo nudo de contradicciones de prácticas racistas sobrevivientes tiende a resolverse de


cierta manera en la institucionalización de la educación de los individuos y el reconocimiento de una
autoevaluación positiva de sus posibilidades como individuo.

Los problemas críticos que afectan principalmente la sociedad cubana no son de índole raigalmente racial, sino
políticos sobre todo y tocan a blancos, negros y mestizos en general. El reconocimiento de la necesidad que se
respeten los derechos individuales de los ciudadanos en su totalidad, del derecho a elegir su destino sin
imposiciones, sino por su particular elección, es un imperativo real para encontrar las vías idóneas para
alcanzar el objetivo de mejoramiento material y espiritual que deseamos. Además de constituir, posiblemente,
una de las vías para erradicar paulatinamente el racismo recurrente en nuestra sociedad. FIN. LG/08.

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