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REGION DE HUAMANGA
1824 - 1968
Jaime Urrutia Ceruti*
Antonio Adriano Araujo**
Haydeé Joyo***
[Material editado para su divulgación por el “Portal del Sarhuino” en España 2011].
LAS COMUNIDADES
EN LA REGIÓN DE HUAMANGA
1824-1968
REFLEXIONES GENERALES
*
Profesor de la Universidad San Cristóbal de Huamanga.
**
Estudiante de Historia de la Universidad San Cristóbal de Huamanga.
***
Estudiante de Historia de la Universidad San Cristóbal de Huamanga.
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otros; apenas nos llegan -en una documentación hecha por y para
mistis- ecos de la vida campesina de los siglos XIX y XX. Quedan
definidas, pues, las limitaciones para un trabajo más profundo
La primera suposición generalizada es aquélla que señala que
la pérdida de recursos comunales en momentos inmediatamente
posteriores a la independencia -gracias, fundamentalmente, a los
decretos emanados de las constituciones liberales que veían en la
posesión comunal de los recursos un freno para el desarrollo del
capitalismo en el país- posibilitó el crecimiento de la gran propiedad.
Si nos remitimos a los juicios registrados por la Corte Superior de
Justicia, es recién —en términos globales- a partir de 1835 y hasta
1855 que las comunidades parecen resistir una mayor presión de
parte de los hacendados sobre los recursos que disponen (ver
cuadro l); pero, luego de 1855, esta presión aparentemente
disminuye y, más bien, son las propias haciendas las que enfrentan
el inicio de un largo ciclo de parcelación y litigios entre ellas. La
curva de diezmos en la región nos demuestra la contracción de la
economía luego de la independencia, en un proceso de declinación
iniciado en plena guerra separatista; este proceso de contracción
se acentúa precisamente en el período que se señala (cuadro 1)
como el de mayor «agresividad» de la hacienda sobre los recursos
comunales.
De hecho, el espacio regional no es homogéneo en cuanto a la
propiedad de la tierra; en otro trabajo (Urrutía 1981) hemos señalado
que las provincias norteñas son territorios casi exclusivos de
haciendas, si bien este nombre involucra propiedades muy disímiles
entre sí; desde el gran latifundio de la quebrada de San Miguel o de
las punas hasta los «funditos» de los valles adyacentes a la ciudad
de Huamanga (ver mapa l). En este «mar» de haciendas, cuyo
centro es la misma ciudad de Huamanga, «navegan» algunas de
las comunidades más grandes de la región, convertidas con la
república en capitales de distrito y fuentes de mano de obra y de
conflictos para la gran propiedad: Vinchos, Socos, Quinua,
Huamanguilla, por citar las más importantes; la realidad del sur,
desde las alturas de Pampa Cangallo hasta el Sarasara, muestra
una presencia comunera con recursos básicamente altoandinos y
de zona quechua, no «atosigada» por las haciendas, si bien algunas
de éstas existen en todas las regiones.
De aquellas comunidades «sumergidas» en el mar de
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Cuadro 1
Juicios que involucran comunidades (1821-1900)
Motivo 1825-35 1836-45 1846-55 1856-65 1866-75 1876-85 1886-95 1896-1900 Total
Intercomuncales por
tierra, etc. - - 3 1 4 1 3 4 16
Abusos autoridades
(nacionales) 4 6 3 1 1 1 4 2 22
Oposic. a tributo/con
tribuc., mita, diezmos, 3 3 2 - - - 5 1 14
etc.
Motín/levantamiento
(por varios) 1 1 3 - - 1 9 2 17
Comunidad contra
hacienda 2 7 9 5 5 1 6 3 38
Comunidad contra cura - 2 - - - - 3 1 6
Comunidad contra par-
ticulares 4 3 4 2 - - 1 3 17
Abigeato 1 - 1 - - - - - 1
Intercomunales por
abigeato - 1 - - - - 1 2
TOTAL 15 23 24 9 10 4 32 16 133
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432
haciendas se desprenderán muchas otras pequeñas a lo largo
del presente siglo, en un proceso contemporáneo con la
decadencia de las haciendas; pero es también allí, en esas grandes
comunidades cuya mayoría proviene de importantes núcleos
mitimaes prehispánicos que surgirán, originariamente, procesos
de privatización de recursos y diferenciación interna, asi como de
disolución de instituciones tradicionales; tanto la calidad de los
recursos mismos cuanto la cercanía y relación con los circuitos
mercantiles contribuyen a ese proceso de disgregación comunal;
en el sur, en cambio, sólo a fines del siglo pasado se inicia la
compra-venta en las comunidades, aunque el proceso tan
fácilmente enunciado no se presenta con tal claridad, puesto que
comunidades como Sarhua, por ejemplo, disponen a inicios de
siglo, como veremos, luchas contra la privatización, como única
vía para evitar una marcada diferenciación y una concentración
abusiva de recursos en manos de algunos comuneros.
Nosotros partíamos en nuestra investigación del supuesto que
en un período de contracción económica, y ante la expansión de las
haciendas, los conflictos intercomunales también aumentaban
significativamente; de hecho, son pocos los conflictos registrados en
el siglo XIX, si bien debe tenerse en cuenta que muchos de estos
conflictos no transitaron por papeles ni corredores de la justicia misti,
por lo cual sería necesario seguir el rastro casi en cada arcón comunal,
pues continuamos en la suposición de conflictos mucho más
numerosos y sostenidos de los que hemos hallado (ver cuadros 2 y
3). Para el siglo XIX, y desde la independencia, son menos de 20 los
conflictos iniciados en los tribunales por comunidades contra otras
comunidades, reconociéndose en ellos, básicamente, los antológicos
y brutales enfrentamientos de las comunidades de la cuenca del
Qaracha, territorio libre de haciendas (Lucanamarca, Sarhua,
Huancasancos, Espite), y los otros enfrentamientos de la «banda de
enfrente» (Chuschi, Quispillaqta, Vinchos). En 1875, un juicio embarca
a casi todas ellas en la defensa de lo que cada una considera sus
linderos de pastos; es, como veremos, el inicio del ciclo ganadero en
la región (ver Montoya, 1980), y los recursos posiblemente se vuelven
más codiciables que en otras coyunturas. De hecho, las quejas contra
las autoridades locales (gobernador, juez de paz y cura) son más
frecuentes en los documentos registrados antes de la guerra con
Chile, lo cual no descarta el siempre latente conflicto por linderos,
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GRÁFICO No. 11
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DIEZMOS EN HUAMANGA
abigeato o aguas que hace explotar, a veces con violencia, los
equilibrios intercomunales del sur de la región.
La estructura de dependencia de las comunidades implica,
ya lo dijimos, la intermediación abusiva de dos autoridades
locales: gobernador y juez de paz. A partir de su posición de
poder, los gobernadores intentarán, como mistis que son,
apropiarse de recursos en el ejercicio de su cargo -los ejemplos
abundan a lo largo del siglo XIX, y los curacas, varayos, etc.
intentarán proteger los recursos comunales:
«Agustín Pacheco, Cayetano Benítez, Manuel Alfaro,
Manano Yrilla (y otros)... y demás curacas y cobradores
del distrito de Anco... no podíamos sufrir tanta
hostilización de este Sr. Tello con nombre de
Gobernador... que desde que nos invocó con nombre
de gobernador... estamos tan hostilizados... y hace
degollar nuestros animalitos...» (JPI: leg. 5 1; Cuad. 039,
1843).
Frente a las autoridades directamente representativas del
orden estatal y de sus leyes, con presencia cada vez más
creciente, las comunidades se organizan alrededor de una
jerarquía interna de cargos que, con ligeras variantes en
algunas zonas, culmina en los varayos como autoridades
máximas representativas de cada comunidad; aún en la mitad
del siglo XIX se mencionan «curacas» como personajes
representativos en juicios seguidos por comunidades, tal como
vimos en la cita anterior, pero a lo largo del siglo XIX la mención
a éstos irá desapareciendo, para hacer prevalecer la autoridad
de los alcaldes «de vara» y alcaldes «de campo» quienes, hacia
el último tercio del siglo pasado, ya detentan la máxima autoridad
al interior de las comunidades. La dualidad de alcaldes coincide
con otra dualidad bastante extendida en la región y que
permanece en muchas comunidades aún en nuestros días;
Hanan y Hurin son muchas veces elementos de referencia
cuando se trata de litigios en las comunidades; estas mitades
son consideradas «ayllus», diferenciándose de divisiones de
otro tipo, como la de ayllus de mitimaes en comunidades
también de la región y también vigentes durante el siglo
pasado: «tierras de la comunidad de Quinua del ayllu.
Anansayocc» y «tierras del ayllu Cañari», ambas de la comunidad de
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CUADRO No. 2
Comunidades en Litigios
Comunidad Parte Año Motivo
Contraria
Acosvinchos matrimonio 1825 Robos y abusos
Iquicha Estado 1825/1840 Levantamiento
Socos hacendado 1826 Despojo de tierras
Totos-Paras diezmero 1827 Oposición a diezmos
Huayhuaca hacendado 1828 Tierras
Quinua tintillero 1828/1843 Posesión ilegal de tierras
Acosvinchos usurpador Tierras usurpadas por deuda
Vinchos
Socos
Paccha municipalidad 1831 Oposición a reparar puente
del Pongora
Tambillo diezmero 1831 Abusos físicos para cobrar
diezmos
Cachi gobernador 1831 Abuso de autoridad
Chiara gobernador 1831 Abuso de autoridad
Parqay vecino 1833 Despojo de tierra a 35
indígenas
Santiago hacendado 1835 Asonada y ocupación de
tierras
Hualla gobernador 1835 Abuso de autoridad
Huamanguilla familia 1836 Pertubar tierras de comuni-
dad
Hualla Estado 1837 Motín contra contribución
Ccarhuauran juez de paz 1838 Abusos para obtener regalos
Vischongo gobernador 1838 Abusos para obtener regalos
Quinua gobernador 1838 Abuso en contribuciones
Chusqui/Quis-
pillacta Cachivinchos 1839 Robo de ganado y bienes
Huamanguilla hacendado 1840 Litigio por tierras
Quinua cura 1840 Litigio por tierras
Chaviña hacendado 1840 Litigio por tierras
Huambalpa intendente 1840 Abusos
Chanin Arr. Pomacocha 1841 Por privar de libertades indi-
viduales
Santiago juez de paz 1843 Excesos
Anco gobernador 1843 Hostilización para contribuir
Vinchos hacendado 1843 Litigio por tierras
Cachi-Vinchos monja 1844 Litigio por tierras
Comunidad Parte Año Motivo
Contraria
Colcabamba hacendado 1844 Flagelaciones, robos, asesinatos
Socos hacendado 1845 Entrega de documentos
Pacaycasa gobernador 1846 Oposición a contribución
Paccha juez de paz 1846 Abusos
Andamarca gobernador 1846 Despojo de tierras comunales
Pomabamba forastero 1846 Uso de tierras comunales
Cachivinchos monja 1846 Deslinde y propiedad de tierras
Socos Rancha 1846 Barbecho ilegal de tierras
Quinua gobernador 1847 Devolución de echaderos
Maynay hacendado 1848 Uso del agua de riego
Paquec/Chaco
Huamanguilla hacendado 1848 Despojo de tierras
Vinchos hacendado 1848 Despojo de tierras
Socos hacendado 1848 Despojo de tierras
Paccha hacendado 1848 Despojo de tierras
Pomabamba forastero 1846 Uso de tierras comunales
Cachivinchos monja 1846 Deslinde y propiedad de tierras
Socos Rancha 1847 Barbecho ilegal de tierras
Quinua gobernador 1848 Devolución de echaderos
Maynay hacendado 1848 Uso del agua de riego
Paquec
Chaco
Huamanguilla hacendado 1848 Despojo de tierras
Vinchos hacendado 1848 Despojo de tierras
Socos hacendado 1848 Despojo de tierras
Paccha hacendado 1848 Despojo de tierras
Chuschi forastero 1849 Oposición a compra de tierras
por forastero.
Pomabamba grupo indios 1850 Posesión de tierras
Quinua hacendado 1851 Litigio por tierras
desconocida Allarpo 1851 Litigio por tierras
Huamanguilla hacendado 1852 Litigio por tierras
Quinua hacendado 1852 Juicio por deuda anterior
Huamanguilla indígena 1852 Posesión incorrecta de tierras
Maynay Reg. Aguas 1852 Reparto arbitrario del riego
Quinua hacendado 1856/62 Litigio por tierras
Pinahua hacendado 1858 Litigio por tierras
Apucancha juez de paz 1859 Expropiación y despojo
injusto de tierras
Anchachuasi invasores 1861 Pide linderación para evitar
invasores
Comunidad Parte Año Motivo
Contraria
Chilcas familia 1861 Quieren quitarles «tierra de mita»
Cordoba hacendado 1861 Litigio por estancia y pastos
Rancha hacendado 1862 Usurpación de tierras
Poma gobernador 1866 Despojo de tierras comunales
Huando vecino Acoria 1870 Litigio con hacienda
Pomahuasi hacendado 1870/75 «Asonada», litigio por tierras
Acoria hacendado 1871/73 Deslinde, litigio por tierras
Sancos hacendado 1872/79 Compra de moyas comunales
Chigua hacendado 1872 Restitución de tierras de Hda.
Manta Auccara 1872 Deslinde de usurpac. Tierras
Lucanamarca Sarhua 1875 Pastos en litigio
Acobambilla Manta 1875 Litigio por tierras
Lucanamarca/Es-
pite/Chuschi/
Sarhua/Sancos/
Vilcanchos/Chiara vecino 1876 Usurpación de tierras
Huanta-Huanca municipio 1877 Remate ileg. de tierras comunales
Mamacocha hacendado 1878 Litigio por tierras
Tincacc Manchiri 1881 Deslinde por tierras
Colta Oyolo 1886 Acta de conciliación
Lorccaje Estado 1886 Levantamiento
Tambo Estado 1886 Levantamiento
Chuschi/Pujas gobernador 1887 Levantamiento contra
matrícula
Prov. Cangallo subprefecto 1887 Descontento de todas las comu-
nidades contra contribución
Socos cofradía 1887 Reclamo terr. a Pdte. Repúb.
Chihua hacendado 1888 Tierras de mita usurpadas
Huaribamba hacendado 1888 Litigio por tierras
Chihua hacendado 1888 Quieren cobrar deudas con
bienes comunales
Sancocirca hacendado 1889 Piden amparo de propiedad
Macachacra gobernador 1890 Oposición a contribución
Huaribamba Yanaconas 1890 Litigio por tierras
Anyama Antaparcco 1891 Desvío río en lluvias (daños)
En toda región 1891-93 Oposición a moneda feble
«boliviana»
Querobamba Estado 1892 Reparto «ilegal» tierr.p.varayos
Puente Anos 1893 Abigeato
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Comunidad Parte Año Motivo
Contraria
Pampas hacendados 1893 Usur. de tierras comunales
Sta. Ana/S. Pedro cura 1893 Abuso tarifas eclesiásticas
Acosvinchos Estado 1893 Contra gobernador
Pampas/Cochamarca juez de paz 1894 Litigio por tierras
Totos gobernador 1894 Oposic.a nombram. Gobernad.
Challhuanca Estado 1894 Enfrentamiento de ejércitos
Huancasancos gobernador 1895 Cambio gobernad. P. Incompet.
Sancos comisario 1896 Abuso, multas y prisiones por
querer terrenos
Vilcas/Manchiri/
Tinca, etc.
Pomabamba Chivilla 1896 Oposición a entrega tierras en
posesión
Carapo cura 1896 «Primicias» atrasadas
Manchiri Estado 1896 Apoyo a Cáceres
En toda la 1896 Contra el impuesto a la sal
región
Ongoy hacendado 1896 Restitución de tierras
Huachuas hacendado 1896 Invasión hacienda p. Compra
Laramate vecino 1897 (?) Destrucción de cerco privado
Manchiri vecino Carapo 1898 Usurpac. De tierras comunales
Sancos vecino 1898 Usurpación de tierras y sgua
Ayahuanco gobernador 1898 Levantamiento contra gobern.
Sarhua vecino Lucanas 1898 Usurpac. De tierras
Sarhua Lucanamarca 1899 y ss. Arriendo de pastos y usurpac.
Quije hacendado 1899 ¿1939? Usurpac. De tierras
1824-1870
Favre (1985) ha señalado, para el caso de los Asto de
Huancavelica, la finalización en 1830 del largo proceso de pérdida
de la identidad étnica, así como la paralela «homogenización
social» y la atomización política. Para el caso de Huamanga
habría quizá que reconocer el mismo proceso en la región de
haciendas, hacia el norte; mientras que en el sur la identidad se
mantiene un período mayor por ausencia de la gran propiedad.
De 1824 a 1870 el dominio ejercido por grupos descendientes
de mitimaes sobre los recursos, en su mayoría condicionó o
fortaleció actitudes comunales; si bien la disgregación de la
identidad étnica, —como señala Favre- parece ser ya una
evidencia a fines del siglo XVIII (siglo que aparece como el de
mayor agresividad de parte de la gran propiedad); de otra parte,
se insinúa también desde fines de ese siglo la recuperación
demográfica en toda la región (la visita de Huamanga de 1770
así lo muestra).
De la historia de comunidades luego de la independencia, resalta
la sublevación de los iquichanos -que durará casi hasta mediados
de siglo- y la oposición a ella del nuevo orden y sus clases
441
dominantes, que deben recurrir a comuneros libres (los
morochucos de Cangallo) para defenderla ciudad de Huamanga.
Pasado el peligro iquichano encontramos un aumento en las
quejas contra apropiación de tierras de parte de las haciendas.
Nos parece, como dijimos, que entre 1835 y 1855 la gran
propiedad tiende a acaparar recursos comunales.
La supresión en 1853 del tributo no implicó la eliminación
real de muchas cargas impuestas a los indígenas y comunidades
en la región y en todo el país; censos y contribuciones, los dos
mecanismos de exacción más extendidos, continuaron frenando
no sólo el desarrollo de las comunidades indígenas sino también
el de las mismas haciendas, que nunca pudieron librarse, a lo
largo de su historia, de las pesadas cargas tributarias que
impidieron una acumulación primitiva que hubiera generado otras
características de producción en la región. La toma de conciencia
por las comunidades ante el abuso es ilustrado con el siguiente
ejemplo:
«El proceso criminal contra el joven Mariano Flores por
denominarse protector de la comunidad e incentivar a
los indígenas a que no pagasen los censos y
contribuciones y a fuerza de pleito sacar libre las
haciendas de Huacaurara, Catarrara, Pampachacra,
Sayhuapata y otras para luego repartirse entre ellos (los
indígenas)». (CSJ, leg. 896, f. 6,1846-1869.)
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Fueron los curas, creemos, los Principales acaparadores de
tierras y recursos comunales a lo largo del siglo XIX e inicios del
siglo XX; ser cura resultaba, al parecer, una vía de «acumulación
similar a la de comerciante, arriero o ganadero. Abundan los
testamentos en el Archivo Departamental de Ayacucho, como el
del presbítero Mariano Saturnino Muñoz, cura de Acobamba, en
Angaraes, quien llegó a su diócesis sin mayores bienes propios
y luego de varios años de ejercer en la zona incluye en su
testamento las haciendas Socos y Chaupimayo, las cuales dona
a su madre e hija, respectivamente; para salvarse en la eternidad,
destina el producto de la venta del ganado que se hallaba en
esas haciendas para, gastos al momento de «entregar su alma
al señor». Ejemplos como éste de 1864 pueden hallarse en
cualquier momento del siglo pasado y prácticamente en cualquier
rincón de la región; la dependencia ideológica indígena hacia el
cura resulta mayor que hacia cualquier otra autoridad, y los
chantajes ante las protestas de los comuneros son entonces
tomados con mucho mayor temor: imposibilidad de enterrar a
los muertos, de bautizarse, de realizar misas, etc. Los curas se
muestran inflexibles y rapaces cuando se trata de obtener las
«primicias» (derechos cobrados en especies) de las
comunidades, o aumentar arbitrariamente sus tarifas por
servicios:
«…habiendo puesto en conocimiento del P~ de esta
Doctrina D.D. Mariano M. Aybar, quien no ha dado
cumplimiento a dicho arancel, por el contrario ha
cobrado y cobra a su arbitrio, motivo por el que los
varayos a pedimento de la comunidad fueron a esa
ciudad (de Huamanga) a reclamar... y lejos de sacar
algún provecho en favor de este pueblo, se asegura
han sido reducidos a prisión y sometidos a juicio» (Pref.
Of. Rec.; S.P. Ayacucho; leg. 02,1893-1899).
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verdaderos hacendados o entregando el dominio de las
tierras a los conventos o iglesias que son los que en la
sierra van acaparando o inmovilizando los capitales»
(Parra, 1933: 17; el subrayado es nuestro).
1870-1915
En estos años son varias las coyunturas que inciden en la
evolución de las comunidades en la región, además de la
continuación de los procesos más lentos y sostenidos descritos
anteriormente. Nos parece encontrar en este período:
- La guerra con Chile y la crisis posterior.
- Un ciclo en alza ganadero-lanero, cuya curva está aún
por establecerse con precisión para toda la región..
- El aumento en la producción de trigo.
- Los intentos de «colonización» de la ceja de selva del
Apurímac.
La guerra con Chile movilizó distintamente al campesinado de
la región. Si bien no hubo casi acciones bélicas entre los ejércitos
beligerantes, salvo la resistencia en Huanta a la expedición chilena
destacada en persecución de Cáceres, las campañas de
resistencia incorporaron posiblemente importantes contingentes
de comuneros de la región; no hemos podido aún analizar cuáles
fueron los sectores que se incorporaron al ejército de Cáceres,
pero sublevaciones posteriores nos permiten insinuar una adhesión
muy definida en comunidades del río Pampas y de la zona de San
Miguel, a las cuales se unen los movilizados detrás (te los caudillos
caceristas locales, de los cuales Miguel Lazón, terrateniente de
Huanta, es el más destacado ejemplo. Además de estos sectores
campesinos, cabría recordar el apoyo al «ejército de la resistencia»
de parte de artesanos, pequeños Comerciantes y arrieros de la
misma ciudad de Huamanga, ejemplificado en el enfrentamiento
de Cáceres con Frías, en el llamado combate de Acuchimay.
445
Muy tentativamente podemos proponer la hipótesis que las
comunidades dueñas de sus recursos, sin interferencia de
haciendas, y los sectores populares urbanos más mercantiles, es
decir, morochucos, pequeños comerciantes, viajeros, artesanos,
minifundistas del valle de Huanta, así como comunidades ganaderas
del sur apoyaron o formaron parte del ejército de resistencia; por el
contrario, siervos y yanaconas, o miembros de comunidades
«esclavas» fueron relativamente indiferentes al conflicto. No está
demás recordar que en el centro del territorio terrateniente, la ciudad
de Huamanga brindó una acogida casi generosa, sin dificultades, a
la expedición chilena, y Cáceres impuso una y otra vez cupos a los
terratenientes huamanguinos, muchos de los cuales luego, por
opción lógica, se convirtieron en pierolistas activos.
En este período, la mejora en la demanda de ganado y lanas
benefició, sobre todo, a las comunidades del sur, dueñas de recursos
adecuados para participar en el mercado creciente de ganado en
pie y de fibra. Hasta fines del siglo pasado los circuitos de ferias,
que eran los que conectaban cíclicamente la demanda del mercado
con la oferta campesina, funcionaron dinámicamente en cada una
de las zonas donde aquéllas se realizaban (Urrutía 1982). Si bien la
creación en 1870 del departamento de Apurímac y el
desmembramiento oficial de la provincia de Andahuaylas restaron
cierto poder a la clase dominante ayacuchana, ello no hace sino
demostrar, entre otras cosas, el peso que los circuitos del sur habían
cobrado en la región.
Desde Huancasancos hasta Parinacochas, el impacto de la
demanda de ganado y lanas es mayor que en el resto de la región,
y los mecanismos de comercialización se enlazan con el uso del
poder local o los lazos establecidos en las comunidades:
«Los pocos que saben leer y que pueden ser
Gobernadores, reciben abilitaciones (sic) de los
obligados, colectores de ganados, esto reparten a los
tenientes que deben ganar algo, de modo que los
propietarios o dueños de res reciben el dinero ya
aquilatado, es una verdadera plaga la que existen (sic)
en esos pueblos» (Pref S.P. Luc. leg. 26, 1874-1899).
1915-1940
Este período representa, a partir de la penetración del capital
extranjero y sus inversiones, no sólo la definitiva subordinación del
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país al imperialismo norteamericano sino que, y a partir de esta
articulación de dependencia, los intentos sucesivos de modernización
de las estructuras del Estado; estos intentos estuvieron reflejados,
para el caso de las comunidades, en las leyes emitidas y en la
necesidad de articular más estrechamente al campesinado con el
mercado, es decir, de hacer crecer el mercado interno para así
expandir el capital.
Con el oncenio de Leguía se sanciona, por primera vez, la
existencia legal de las «comunidades indígenas» reconocién-doseles
personería jurídica y potestad sobre los recursos declarados por ellas;
este movimiento de reconocimiento del Estado a la principal
organización del campo resulta el corolario de dos procesos conocidos:
de una parte, la gestación de los movimientos proindígenas en los
sectores urbano-intelectuales del país y, de otra parte, una ola de
movilización campesina de toma de tierras, de menor incidencia en
nuestra región, pero con profundo impacto en el altiplano sureño.
El surgimiento del «indigenismo» -con todas sus variantes y a
nivel nacional- tendrá en Ayacucho un muy pálido reflejo en los escritos
de los profesionales -casi en su totalidad miembros de familias
terratenientes- publicados en revistas locales; en ellos los prejuicios
contra «el indio» seguían vigentes, si bien se trataba paternalistamente
de «integrarlos» a las cooperativas, o «erradicar el consumo de
bebidas». o «darles educación»; este débil indigenismo es quizás un
reflejo de la baja intensidad de las pugnas directas entre los sectores
campesinos y los propietarios terratenientes.
En nuestra región, el movimiento campesino de La Mar resulta
casi un ejemplo aislado de lucha violenta contra el poder local,
impuestos y, secundariamente, la gran propiedad.
Veamos algunas de las particularidades regionales en este
período. Los ayacuchanos coinciden en señalar, desde fines
de la primera década del presente siglo, la crisis por la cual
atraviesa la región. A la Incapacidad estructural del régimen
terrateniente por «modernizar» se Suma, en esa época, la
penetración del capital mercantil, que afectara o transformará
con diferente intensidad la vida comunal indígena. De una parte,
la construcción del ferrocarril Huancayo-Ayacucho iniciada en
1908, resumirá las esperanzas de «desarrollo regional» de los
sectores mercantiles y la intelectualidad ayacuchana; de otra
parte, y confirmando aislados intentos de décadas pasadas, la
453
‘conquista de la selva» será planteada como complemento
indispensable de la ampliación de las vías de comunicación, en
virtud de representar casi la única posibilidad ante la crisis de las
haciendas serranas, a través de una producción agrícola de
exportación.
La debilidad de la clase dominante huamanguina, parasitaria
en gran medida de sus propiedades semifeudales, queda
demostrada con la anulación del ferrocarril mencionado, suplido
por el rarnal Huancayo-Huancavelica, apoyado por el poderoso
Manchego Muñoz y los sectores más «modernos» de hacendados
ligados al leguiismo. Otro indicador directo de la debilidad del poder
terrateniente tradicional está representado por la venta de haciendas
a comerciantes y funcionados, fenómeno que se acentúa desde
fines de la primera década. Los cambios generados condicionan,
de otra parte, lo que Montoya ha estudiado como «el mito de la
escuela»: para amplios sectores rurales, la instalación de escuelas
representaba la vía ideal por la que se podían integrar a la sociedad
mayor, en una concepción democrática de ésta. Desde inicios de
siglo, y en forma creciente conforme transcurren los años, las
comunidades construirán locales escolares además de capillas,
canales de riego, caminos, etc. y solicitarán a las autoridades -o
pagarán ellas mismas- un «preceptor».
A la crisis regional mencionada por los contemporáneos se
suman dos fenómenos de importancia: de una parte, los hacendados
en quiebra permanente empiezan a abandonar sus propiedades o
las venden a colonos y comuneros; por otra parte, haciendo uso de
las nuevas rutas, y por primera vez en la historia regional, los
campesinos migran -en algunas comunidades masivamente, sobre
todo hada la costa- para trabajar en las haciendas o en las
extracciones de guano, si bien estas migraciones son
mayoritariamente cíclicas y no desprenden a los migrantes de su
comunidad de origen.
Al arriendo -en especies o dinero- de fragmentos de hacienda,
fenómeno existente desde períodos anteriores, se suma entonces
la venta de tierras de poca rentabilidad para los propietarios. (No
estamos señalando sino el inicio de un fenómeno que se acentuará
en los años 1940-68.) Debe reconocerse, sin embargo, que los
terrenos en transacción resultan periféricos en cuanto a calidad de
tierras, disponibilidad de riego, etc. En las tierras con riego
permanente, o allí donde la demanda del mercado sostiene una gran
454
propiedad, ésta se fortalece e inclusive intenta ampliarse. Debe,
por lo tanto, realizarse un análisis más detenido, básicamente
en el Registro de propiedades Inmuebles de Ayacucho, de la
evolución de ambas tendencias.
Decíamos líneas arriba que la expansión del capital y del
Estado tendrá luego incidencia variada en las comunidades de
la región, pero algunos cambios importantes son ya visibles en
este período.
En primer lugar, el consumo de productos manufacturados,
comercializados a través del nuevo sistema de ferias, va
creciendo en conforme avanzan las carreteras, y ello implica no
sólo cambios en la vida cotidiana del campesino en general, sino
su dependencia creciente a los productos industriales. A la
carretera Huancayo-Ayacucho, que suplió el ferrocarril frustrado
y que fue concluida en primera instancia en 1924, año del
centenario de la batalla de La Quinua, se sumaran dos vías
importantes, finalizadas en la década siguiente: la carretera a
Andahuaylas y la vía de penetración a la ceja de selva del río
Apurímac. Conforme avanza la construcción de estas carreteras
la ferias crecen, introduciendo el consumo cada vez más
generalizado de velas, fósforos, aceite, kerosene, etc. a cambio
granos y productos de pan llevar en general, acaparados por los
comerciantes feriantes, quienes luego los trasladarán a las
ciudades. El sistema de arriaje, que llevó a la especialización de
amplios sectores urbanos y rurales de nuestra región fue
desapareciendo, empobreciéndose quienes dedicaban a él buena
parte del año.
Al interior de las comunidades la integración creciente de
áreas a la circulación mercantil y las ferias, las expectativas por
la escuela y la educación, así como la migración golondrina
condicionan la perdida de legitimidad de los varayos; además,
un nuevo intento desde arriba fortalecerá, -esta vez con éxito- la
tendencia a la desaparición de estas autoridades tradicionales y
su suplantación por una nueva autoridad: el personero de la
comunidad. El Congreso Regional realizado en Huánuco en 1921
acuerda un decreto por el que se establece:
«Art. 1. Queda abolida de manera absoluta entre los
indígenas de la Región del Centro, el nombramiento de
Alcaldes de Vara o Varayos.
455
Art. 2. Las autoridades que de alguna manera
infringieran esta ley interviniendo en el nombramiento
de alcaldes o permitan hacerlo, serán destituidas de
sus cargos inmediatamente».
Los varayos continuaron siendo elegidos en muchas
comunidades de la región, pero conforme estas comunidades
son incorporadas a los procesos señalados las varas irán
desapareciendo paulatinamente; el fenómeno es mucho más
tardío que en el valle del Mantaro donde, según Arguedas, casi
ya no quedaba nada del sistema de varas en 1905 (Arguedas
1985, pág. 80), reemplazado por una organización más moderna.
Aunque no hemos obtenido aún información suficiente,
pensamos que, de la misma manera que las comunidades se
muestran dinámicas en la obtención-recuperación de recursos,
aumentan en este período los conflictos intercomunales, puesto
que uno de los requisitos del reconocimiento de las comunidades
es el claro deslinde de sus fronteras. Además, las ideologías de
los partidos nacionales recién creados y la propaganda
demagógica del oncenio refuerzan las reivindicaciones
comuneras.
El gráfico 2 resume el reconocimiento legal de
comunidades por los gobiernos, desde Leguía hasta el
segundo período de Belaunde. Los gobiernos de economía
liberal, abierta al capital extranjero, son los que mayor número
de comunidades han reconocido en el departamento de
Ayacucho. Ello representa posiblemente, entre otras
consideraciones, los intentos del capitalismo por ampliar el
mercado, por modernizar las estructuras rurales y por
dinamizar la economía de las áreas comuneras.
De otra parte, el cuadro 4 nos permite apreciar con
claridad la evolución del reconocimiento de comunidades
en cada una de las provincias del departamento de
Ayacucho.
Mientras que en el norte, en las provincias de Huamanga y Huanta,
apenas 8 comunidades se hacen reconocer ante los organismos de
Estado entre 1926-1940, en las provincias del sur (Cangallo, Víctor
Fajardo y Lucanas), de mayor densidad comunera, se extiende el
reconocimiento, en el mismo período, a 24 comunidades; Lucanas,
provincia básicamente de pastos, representa el área
456
457
Cuadro 4
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Comunidades reconocidas en Ayacucho
Años Total Huamanga Huanta La Mar Cangallo/ V. Fajardo Lucanas Parinacochas Río
Vilcas H Huancasancos Apurímac
1926-1930 10 1 1 1 5 2
1931-1938 13 2 2 1 3 4 1
1939-1945 66 4 3 10 17 28 4
1946-1948 31 2 2 1 11 3 8 4
1949-1956 23 3 4 4 8 4
1957-1961 34 9 1 1 9 4 6 4
1962-1963 8 1 1 1 1 1 3
1964-1968 69 4 4 1 27 3 11 19
1969-1975 21 6 4 10 1
1976-1980 41 15 13 4 3 2 1 3
1981-1985 43 21 4 4 3 5 3 3
TOTAL: 359 68 35 16 79 38 73 44 6
de mayor número de comunidades reconocidas (más del 50 por
ciento).
Por su parte, Parinacochas se asemeja a las provincias
norteñas, principalmente Huanta, en una combinación de
haciendas, medianas propiedades, minifundio independiente y
comunidades: apenas 3 comunidades de esta provincia logran
reconocimiento legal en el período. Volveremos luego a las cifras
del cuadro 4, pero podríamos recordar, a modo de digresión, un
cuento de Arguedas escrito en esta época, y que resulta un
resumen de comportamientos comunales en relación al dominio
de recursos:
1925 33 300 22 10
1926 16 0 0 0
1927 73 109 6 0
1928 33 115 4 0
1929 25 450 2 0
1930 16 3 11 0
1936 58 205 8 50
1937 72 1130 19 14
1938 33 310 10 25
CUADRO 6
Años Colonos Pequeños
propietarios
1950 60 1
1960 30 10
1965 10 40
1970 5 46
BIBLIOGRAFÍA
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