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Hace tiempo encontré un tratado simple, poco atractivo, como si hubiera sido escrito en una
maquinilla vieja y fotocopiado en papel de poca calidad… Me llamó la atención el título:
Decidí leerlo y mi vida cambió por completo; mi fe en Dios creció aún más y me dió una razón
adicional para confiar en El… Un fragmento del tratado dice así:
Si a ustedes que me escuchan les impactó este testimonio, imagínense cuánto más me
impactó a mí al descubrir que ese segundo hijo por quien se le agotaron sus reservas
económicas para enfrentar su situación ERA YO y el que escribía ERA MI PAPA…
24 años más tarde, viví la misma situación: Me quedé sin empleo en abril de 2001 y estuve
más de un año sin conseguir otro. Las ayudas de desempleo sólo me cubrieron por seis
meses, y el resto del tiempo, fue mi familia, sobre todo mi mamá (porque mi papá ya había
fallecido) quien me aportaba económicamente para sobrevivir esta debacle. Igual que a mi
papá, hermanos de la congregación me daban ofrendas de amor, y amados hermanos
Caminantes de Emaús me sostenían, no tan sólo económicamente, sino emocional y
espiritualmente. Aprendí a abandonarme por completo en las manos del Señor y las
lecciones aprendidas mientras pasaba por este valle de aflicción y angustias, sirvieron para
redefinir mi relación con Dios y el ministerio al cual me había llamado… Volvió a hacerse
realidad el Salmo 66 que Dios usó en 1983 para ministrarme cuando me operaron dos veces
de la espalda. Después de ser probado, el Señor me sacó a abundancia, no material sino
espiritual.
Deja tus preocupaciones al Señor y EL te mantendrá firme; nunca dejará que caiga el hombre
y la mujer que le obedecen. (Salmo 55:22)