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PREGON DEL AÑO 2000

Autor : Ricardo Cañabate Egea

Hace sólo unos días, ni siquiera tres semanas, cuando ya estaba bien entrada la noche, regreso a casa
y, antes de entrar en ella, no sé por qué, ya huelo que algo pasa. Efectivamente, allí me encuentro con
una noticia que hace estallar ante mí multitud de sensaciones. Mi esposa me anuncia la llamada de la
Federación de Cofradías con la propuesta de encargarme el Pregón que hoy nos tiene aquí reunidos.
La noticia me sorprende y el que piensen en mí, aún más, así que pido poderlo meditar. No conozco a
fondo los Pregones de Semana Santa, algo que, al menos en Baza, viene de tiempos recientes, cuando
yo ya había pasado a formar parte de esos más de siete mil bastetanos que acabaron en tierras
catalanas. No soy tampoco un personaje ilustre ni un afamado hijo de Baza, así que no acababa de
entender por donde me había caído a mí esto. Sin embargo, hay algo que me ha calado y ha sido
cuando, sencillamente, se me dice que han pensado en mí como bastetano, simplemente, como
bastetano. Y ahí han puesto el dedo en la llaga de mi propia pasión. Como bastetano, no puedo fallar.
Como bastetano no puedo decir que no.

No sabía siquiera de donde iba a sacar el tiempo, la documentación, los datos, las fechas,... pero,
como bastetano, no puedo decir no la primera vez que se me reclama. Y aquí estoy, dispuesto a
contaros, tal vez otra Semana Santa, una Semana Santa mezcla de ausencias y de presencias, de
recuerdos que me llevan hasta mi infancia; narración, en la que sí tengo claro que, a falta de
documentos, sea mi corazón quien os hable.

Y permitidme que, desde esta tribuna, reclame para los que lejos estamos, para los que nos llaman
ausentes, pasada ya la moda de “jordis” y “lameorzas”, nuestro derecho a ser Baza, porque donde hay
un bastetano que quiere a su tierra, allí también hay un pedacito de Baza.

A lo largo del año, lo sé, Baza vive sus ausencias. También muchos bastetanos. Día a día, de forma
callada, pausada, con sentimientos que quedan en el corazón y que allí anidan. No se siente menos
Baza cuando se está lejos, si se tiene su presencia. Algunos de los que aquí hay saben cómo, estando
lejos, pero con Baza presente, brotan las lágrimas con sólo oír su nombre. Baza: alegría y sufrimiento,
amor y desamor, va despertando de ese letargo que a muchos nos llevó tan lejos. Pero no te
preocupes, Baza, porque te llevamos dentro y te llevamos dentro, a pesar de nuestra ausencia, que
más que ausencia diría presencia lejana.

Y dentro llevo yo también esos recuerdos de infancia que, de Semana Santa hablando, empiezan con
mi padre, para el que hoy quiero tener un recuerdo muy especial, como padre y como cofrade, que,
ligado a una de tantas Cofradías, la del Silencio, supo también poner su semilla en nosotros. Y nos
hizo amar la Semana Santa, como yo pido a todos vosotros que hagáis con vuestros hijos, para que la

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amen también, para que sientan nuestra Semana Santa y le busquen en su corazón un lugar de cobijo.

Cuando esto escribo, estando en Barcelona, acaba de despertar la primavera, así que, supongo, las
macetas ya floreciendo, para adornar las calles y balcones de Baza, sus jardines, su Plaza Mayor, su
Alameda. Supongo los oídos ya impregnados de los sones de tambores y cornetas, que llevan meses
de ensayos, pensando en esta semana. Semana de domingo a domingo, de la vida a la muerte y de la
muerte a la vida, en la que Baza se hace templo grande y ancho, cual una Jerusalén renacida, en la que
Vírgenes y Cristos, nuestras más preciadas imágenes cofradieras, caminan a lomos de costaleras y
costaleros o sobre el hombro de horquilleros, meciéndose en son acompasado de esos mismos
tambores y cornetas, cada vez también más nuestros, y llevando por las calles y plazas bastetanas, el
Calvario de nuestros Cristos: Ntro. Padre Jesús del Rescate, el Stmo. Cristo de la Misericordia, el
Nazareno, el Cristo del Amor, el Cristo de los Méndez, el Cristo del Descendimiento, el Cristo
Yacente del Santo Entierro y el Cristo Resucitado, que caminan todos ellos, durante nuestra Semana
Santa, junto a la pena tan grande de esa Madre tan divina y tan hermosa, tan humana y tan señora, que
representan las Vírgenes de Baza: la Santa Cruz, María Stma. de la Soledad, Ntra. Sra. de la
Esperanza, Ntra. Sra. de los Dolores de Santiago y la Dolorosa del Silencio. Calvario de Amor para
un Ser que hecho hombre muere y que Baza retoma para sí, entre esas ausencias y presencias, entre
gentes que están ahí y otras que... están lejos, algunos ya excesivamente lejos, pero están. Y que, año
tras año, renazca la dedicación a tan noble esfuerzo de pasar algunas horas de nuestra vida a la
Semana Santa bastetana. ¡Cuántas personas nos faltan!. Vaya para ellos, ausentes y presentes, nuestro
recuerdo y nuestro agradecimiento.

Se acerca la Semana Santa, pensaba. Hoy ya está aquí. Ha llegado precedida de novenas y cultos con
los que se hacen honores a los titulares de las distintas hermandades. Y por nuestras calles, ya bien
entrada la noche, mientras otros redoblan tambores y afinan cornetas, hombres y mujeres de Baza,
con unas parihuelas tal vez desnudas, pero cargadas, y a los sones de alguna marcha, van dejando y
cogiendo fuerzas. Juventudes costaleras, que llenan de alegría Baza, surgidas no ha muchos años,
pero cada vez con vigor más renovado, para que sobre ellos, sobre su pasión y su amor, que olvida
todo esfuerzo, paseen por las calles de Baza a Jesús y a María, a María y a Jesús, con todo su empeño
y con todo su amor. Que explotarán con la primera levantá y que ya no se vendrán abajo hasta que,
aún sin querer, los saquen de las trabajaderas, tras la última chicotá, tras la última arriada... hasta el
año que viene, para de nuevo, rendir nuestro cuerpo bajo la trabajadera y hacer oración a ese Cristo o
a esa Virgen que sobre sus cuerpos llevan, en presencia y en ausencia, todo el santo año. Presentes
porque los llevan dentro, ausentes porque no los ven con ellos, aunque están. ¡ Y qué duro es estar
lejos, cuando todo esto se vive sólo hacia adentro!. Son días de ajetreo, de trasiego, de preparativos,
de ilusiones y de sueños. Imaginando todo esto, no se puede evitar pensar en otros tiempos.

Tiempos que, simplemente, eran distintos, pero en los que toda la preocupación estaba en poner las
baterías y las flores, hinchar las ruedas y pagar unas monedas a hombres ya maduros, que se buscaban
donde se podía y, tan sólo unas horas antes, al menos desde mis ojos de niño, pero que, con un
esfuerzo no pequeño, empujaban cada trono, a veces dos el mismo día, tal vez en otras cosas
pensando, en las que, acaso, se incluía su propio sustento.

- Yo, para salir más, iré de representante.


- Que no, que ya no se puede, que hay que pedir el cetro.
Que, luego...
- Que con cetro tampoco puedes, que ya no hay representantes.
¡Ha llovido desde entonces!.

Pero eso por si faltaba, tras sequías prolongadas, tras esfuerzos desmedidos, tras tener todo preparado,
¡que no nos llueva, precisamente ahora!. Que no llueva, que no haga viento, que no asome este frío de
Baza que, si se lo propone, hasta nieve en Abril nos trae. Y siguen las ilusiones y no se regatea
esfuerzo, y todo son ganas que multiplican esas ilusiones y es que, en los corazones bastetanos, ya se
vive la Semana Santa, hacia fuera y hacia adentro, que de todo quiere Dios un poquito. Así os

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imaginaba, con plena seguridad, desde lo lejos, así os sentía, en mi ausencia, notando que estabais
ahí, trabajando, echando horas, dejando esfuerzos…

Y por fin, otra vez, todas las cofradías sacarán su cruz de guía. Todas las cruces de guía en las calles
de Baza, que abrirán paso a otros tantos cortejos, diferentes entre ellos, unos más nuevos, otros más
viejos, pero todos ellos parte viva de la Iglesia y de la ciudad de Baza, dando vivo testimonio de fe y
de hermandad y, tal vez por ello, presentando otra Semana Santa, que no será una más, que será... otra
nueva Semana Santa, pensada para que las calles y las gentes de Baza, vivan sus procesiones, o mejor
sus estaciones de penitencia, alcanzando a mucha más gente que, por indiferente que parezca en otros
planos religiosos, vuelven a grabar a fuego, aunque sea en su inconsciente, los momentos clave de la
Vida, Pasión y Muerte de Jesús, a través del barroquismo del color, de las vestiduras, de la
imaginería... de la Semana Santa que, una vez más, nos enseña la presencia de los que están ausentes,
aunque haya presentes que más ausentes estén.

Domingo de Ramos. Siempre me acordaré: día de estreno. Las Palmas. La Plaza Mayor. Día
rabiosamente soleado y brillante. Cielo azul. Flores. Sol y chiquillos que reculábamos por el
resbaladizo de la subida a la Mayor, en aquella piedra brillante que hoy está ya también perdida.
Algunos incluso pidiendo parches en el culo para pantalones, acaso recién estrenados, para tener pies
y manos, pero que habían de durar todo el año. Mientras, la Procesión de palmas y olivos inundaba la
plaza. Plaza con cuatro vigías que daban cobijo a las cuatro “chaunas”, que también pasaron a la
ausencia.

Es Domingo de Ramos, domingo de tradición, en el que ya nos encontramos próximos a ese olor a
cera en las calles, a ese enjambre de túnicas y capirotes, de capataces, costaleras, costaleros y
horquilleros, a ese bosque de faroles que nos ha de dejar ver el árbol de la Pasión y Muerte de Jesús.

Estamos... en Semana Santa. Y en ese juego de sueños y realidades, siempre es bueno recuperar
tradiciones, como señal de que seguimos vivos y vamos hacia delante, pero recordando nuestro
pasado, nuestra historia. Y como prueba de que estamos vivos y de que las cosas no se aletargan y
mueren y que, como renace cada año la primavera, las cosas que tenemos arraigadas, florecen como
la vida misma... y vuelven desde su ausencia, regresan.

Y vaya si está viva la Venerable Cofradía de Nuestro Padre Jesús del Rescate, que desde la Iglesia de
Santiago vuelve a la vida este Lunes Santo, que tan vacío, de unos años a esta parte, había quedado.
Desde 1986 y parece que fue ayer. ¡Cuánta emoción!. Tradición renovada. Baza: pueblo vivo. El
Lunes Santo recobra un sitio que nunca se había perdido, que quiero pensar, que sólo se lo habían
guardado. Nuestro Padre Jesús del Rescate sale a las calles de Baza, el día que antaño solía. Se
estremecerán calles y plazas, seguro, con un profundo suspiro de alegría. ¡Por fin!. Volvemos a estar
todos.

Mecidos por ese fresquillo de Baza, cuando ya la noche cerrada echa a andar, suenan los primeros
acordes de tambores y cornetas que marcan la salida de la primera Cruz de Guía de nuestra Semana
Santa, que se abre a su pueblo, ampliando con su recorrido el horizonte al que acostumbrados
estábamos. Que ahora hay más Baza. Y que al igual que Alhóndiga, Agua o Alamillos, también hay
Cádiz, Sierra Nevada o José de Mora. Y muchas más. Que se alegran también de que la Semana
Santa se abra y que abren también sus brazos, con toda su inquietud, con toda su ilusión, con todo su
amor, para extasiarse ante el rostro mágico y sereno de Jesús, con sus manos atadas, mirándole a la
cara y viendo en su rostro tanta dulzura, tanto dolor, tanta ternura, con esas manos atadas, que alguna
lágrima se derrama.

Irás desamparado, cautivo,


doblegado y abandonado,
abrumado por la pena.
De tus manos prisioneras

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la sangre brotará,
pasarás Señor entre nosotros
y al contemplar tu quebranto,
sentiremos tu mirada
y nuestros ojos romperán en llanto.

Y así, pasito a pasito, marcha, hasta volver a su Plaza, cuando avanza la madrugada. Y la gente, su
gente, estará gozosa de haber perfumado, otra vez, las calles de Baza, perfume cargado con fragancia
de claveles y alhelíes, pero fragancias también de amor, de pureza, de devoción, de la ternura infinita
que este Jesús inspira.

Y al día siguiente, Martes Santo, donde la torre de la Mayor sirve de luz y guía para los que, por
distintos caminos, llegamos a Baza, tiene su casa la Santa Cruz, hoy transitoriamente acogida en otros
lares, como otra prueba de la hermandad de Baza. Pero da igual. Sea desde donde sea, cuando sale a
la calle, cuando los bastetanos alzan los ojos y la miran, cuando se encuentran con Ella, con la Virgen
de la Santa Cruz...

“Dios te salve María, bendita tú entre todas las mujeres...”

Así te ha rezado siempre Baza, mientras bajabas la empedrada cuesta de tu iglesia, o en cualquiera de
nuestras calles y plazas.

Buenas noches, Señora,


la de la Santa Cruz;
te sentí andar por las calles
y, al saber que eras tú,
soñé con tus pesares [...]

Pesares de Madre que llora, con esas lágrimas que recorren silenciosas unas mejillas rosadas de una
cara preciosa, lágrimas por los puñales que clavamos a los que llamamos hermanos y no tratamos
como tales, lágrimas que nos avisan que el rostro de Cristo está llamando nuestra atención por
cualquier esquina y no sabemos mirarlo. Y muchas gentes de Baza, como un racimo, acuden a tu
lado, para ser como ese inmenso sudario blanco, para enjugar tu llanto. Y te miran y te rezan y te
dicen piropos y te muestran su amor, para que nazca en ti la alegría que a tus fieles dejas, cuando
vuelves a tu casa.

Miércoles Santo: Serios horquilleros elevando al Cristo a pulso, con suavidad, con mimo, con amor.
¡Que no sufra más de lo que ya ha sufrido!. Va a empezar a caer la tarde. La plaza de la Merced,
coqueta y pequeña ella, ya se encuentra repleta, algunos encaramados hace ya buen rato, agolpándose
tus gentes para verte salir. Lento el paso, firme, elegante, mientras la tarde languidece, azulada,
muriendo de dolor, con recuerdos nostálgicos y Tú, a hombros de tus Hermanos horquilleros, brotas
imponente, ¡al cielo!, con pulso firme, ¡que no se mueva ni un dedo!, mientras la brisa acaricia la
llama de los cirios que ya lloran su cera, y Tú avanzas, pasito a pasito, hacia los balcones de palo.

Y enmudece la plaza
y la tarde se queda quieta
y reluce tu tez morena
cuando sales de tu casa.
Y la brisa te acaricia
cuando tu trono avanza
cuando hasta las piedras callan,
cuando te ama Baza.

Y cuando Santa María, Madre de Dios, fue más que nunca Madre de su Hijo, un Dios que se moría,

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quedó sola en su gran Soledad, pero El, para que no se quedara tan sola, la hizo Madre de toda la
Humanidad. Por eso, cuando el Cristo llega a San Juan, aparece Ella, radiante, hermosa, alzándose
entre esa candelería que... ¡vaya! un año más, juguetea con el viento, mientras sus hermanos no
disimulan el deseo: ¡Que no nos la apague, por Dios! ¡Que luzca como ella sabe!. Pero no os
preocupéis, que con luces o sin ellas, reluce porque Ella lleva el sol en su nombre: Soledad, porque
Ella lleva el Sol en su rostro y en su cuerpo, en sus ojos y en sus manos. Porque Ella... es el Sol y, por
eso, Baza no la deja caminar sola tras su Hijo y la rodea, y la mima, y le reza; y, aunque sea en voz
bajita, le dice bonita y guapa, y ella, con esos ojazos que tiene, parece sonreír viendo a su pueblo,
mientras la rampa baja. Y echa a andar. Y Baza mira su cara, ese rostro que tanda dulzura y amor
emana, arropándola, meciéndola esos costaleros que luego le gritan ¡guapa!, mientras Ella,
desgarrada, sigue mirando al cielo, hasta volver a su plaza.

Jueves Santo. Sale el Nazareno, mirada clavada, profunda, que más que llevar una cruz, la abraza.
Siempre dulce, sereno, emanando dolor, sufrimiento y, sobre todo, vida. La pasada Navidad, alguien
contemplaba una fotografía que tenía en mi exposición en el Museo y ese alguien me pregunta:
- ¿Quién es?
Y yo:
- El Nazareno.
Pero me insiste:
- No, ¿que quién es?
Y repito:
- El Nazareno
Y de nuevo:
- Que no me entiendes, ¿qué quién se ha puesto para hacerse la foto?
Y yo
- El Nazareno, el de san Juan.
- Ahhhh!

Hombre el Nazareno. Dios y Hombre. Nuestro Padre Jesús Nazareno, paciente, humillado, avanza
agobiado y encorvado por el peso de su cruz... de su cruz y de la nuestra, de nuestra cruz de cada día,
que pasea por las calles de Baza, cual Vía Dolorosa que le lleva al Calvario, con un caminar lento,
con un rostro que sufre y que sangra, con las espinas de su corona que ya taladran su frente, mientras
Baza manifiesta su respeto hacia Ti en una calma solemne, en un murmullo impaciente mientras se
impregnan nuestras retinas con ese cuadro único que vemos cada Jueves Santo.

¿Qué has hecho Tú, padre mío,


que vas sufriendo condena?
Siendo Tú el mejor nacío,
siendo tu Madre tan buena,
¿por qué te llevan prendío?

Prendío y con la cruz sobre su espalda, por la Plaza de las Eras, bajando la cuesta; soportando el
dolor, con un caminar lento y majestuoso, bajo el bastetano cielo que acaricia, con su brisa, su túnica
morada, camino del Calvario, donde morirá en esa cruz, que por Simón de Cirine ya no arrastra.

Y, muy cerquita, antes de que la tarde se apague, por esas mismas calles de Baza, por ese camino del
Calvario, se hace Pasión eterna ese Cristo, en la Cruz de su Amor, estremecido de dolor, pero
henchido de Amor, en una agonía que conmueve, mientras sufre, mientras derrama su sangre,
acompañado de su discípulo amado, San Juan, quien compartió los más profundos misterios con el
Maestro.

Cristo del Amor, en la cruz callado,


con las manos abiertas pintaste las estrellas
y la flor de tu Calvario [...]

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[...] Aunque va crucificao
ese Divino Señor
por salvarnos del pecao
le sigue manando Amor
del clavel de su costao. [...]

Y detrás, la Madre Esperanza.


Esperanza perdida,
Esperanza marinera,
sin puerto ni bahía
donde refrescar su cara de flor
con aromas de manzanilla.

Siempre nos queda la Esperanza. Esperanza, porque su mayor dolor asume tantos azotes como da la
vida misma, cada día. Esperanza, que nos ha dado a su Hijo perdonando en un madero clavado.
Esperanza y Amargura, pero ayuda cual Cirinea bendita que, cuando en tantas ocasiones nos creemos
solos y abandonados, nos acoge como Madre que nos abraza en su regazo, aún cuando estamos
cautivos de nuestras propias miserias. Que el amor vivido en esta Pasión cristiana y cofrade, en las
estaciones de penitencia que están por llegar, que ya llegan, nos lleven a coger un compromiso de
Esperanza.

Expresión máxima de tronío y majestad, hermosura, grandeza y esplendor. Sencillez en su cara,


belleza en su rostro y en toda ella: Amor. Esperanza y Amor. Amor y Esperanza, en las calles de
Baza. Por la Cava Alta, por la calle Ancha,... Bajo el palio que tus costaleros aguantan con tu mismo
amor, bailando las bambalinas, redoblando, cual tintineo de guirnaldas estrelladas, mientras la noche
avanza y regresas a tu Casa, con un repique de campanas, sin que toque el campanero.

Muere la tarde del Jueves Santo, arrebatada de dolor, cuando, sobre un manto de claveles rojos y de
lirios morados, echa a andar el Cristo de los Méndez, clavado a un madero que rememora aquel otro,
abandonado un anochecer por unos desconocidos, en un portal de una casa solariega de Baza y que
amaneció convertido en un Santo Cristo.

¡Capataz!
lleva despacio a Jesús
que va muerto por amor
sobre el árbol de la cruz.
Que no le roce
ni el aire que se mece por las ramas [...]
Ni el clavel de la ventana,
ni el geranio del balcón,
ni el cuchillo de la noche,
ni el reflejo del farol [...]

Imponente. Muerto y clavado al madero, con el dolor de tus heridas, con el dolor de tus clavos,
perdonando los pecados, con los brazos abiertos por las calles de Baza.

Y cuando más que Jueves Santo, madrugada de Viernes es, llega inmenso a su Plaza, en su infinito
dolor, en la Cruz, porque fue la voluntad del Padre, allá, en el Cielo. Y repite ese cartel de Semana
Santa, con la torre de su casa. Y la luna, que allá a lo lejos contempla nuestras miradas a este Cristo,
con trono de Rey y palio de cielo, que se alegra en su dolor al verse entre la gente buena, la buena
gente de Baza.

Amanece el Viernes Santo, algo mas tarde ahora, sin el madrugón de otros tiempos más tempraneros,
pero que siempre recuerdo con un sol esplendoroso, en el desnudo cielo azul de primavera, si acaso

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con algunas nubes que otean el horizonte, allá por donde la Sierra.

¡Costaleras!
Llevadlo muy en silencio,
que no lo moleste nadie,
que no se escuchen las voces,
ni los pasos.
¡Silencio!
¡Rezadle! [...]

Cristo ha muerto y allí está José de Arimatea y Nicodemus. Después vendrán las tres Marías. Y San
Juan. Descendimiento que es portado por sesenta, sí, digo bien, sesenta costaleras, que comienzan
rodilla a tierra, en emoción contenida.

Stmo. Cristo del Descendimiento: No sé cómo será tu cara, no sé como serán tus ojos, pero sé que se
te aguarda. Y cuando salgas de tu casa, cuando avances en tu paso, cuando la mañana quede quebrada
por tu sufrir de Dios y de Hombre, mira al pueblo de Baza que a Ti eleva plegarias, para que cese el
llanto de tu alma y que, al menos para tus adentros, sientas que has llegado a tu casa. Y ya no tendrás
más remedio que pasear cada año por la calle del Agua, por los Solares, por los Caños Dorados y la
Alameda, por tu Baza que, con el corazón y con el alma, aquí estará esperándote.

Le sigue la Virgen de los Dolores mientras se hace, cada vez más patente, el más claro y primaveral
despertar de Baza, el estallar de las flores, el cielo más azul todavía, en una sinfonía de sensaciones
que acompaña a la Madre que contempla a su Hijo muerto, mientras ese alma caritativa, que siempre
acaba acudiendo, lo desciende del madero al que fue clavado.

¡Si yo pudiera Señora,


ser también paso de palio!
De mis dos brazos te haría
dos varales torneados.
de mis ojos, luz de cirios.
Jarras de plata, mis manos. [...]

Y, durante toda la mañana, se estremecen las calles de Baza, con esa Madre que sigue a su Hijo, en
sus dolores, en su quebranto, por la calle de las Monjas, por la Corredera, por la carrera Palacio,... con
paso lento y quedo, hasta volver a su Iglesia, para esperar otro año y volver a enseñar tu hermosura, y
tu pena callada,..y tus Dolores.

Y antes que el sol empiece a declinar la tarde, vuelve a la calle Ella, aún más sola, más Soledad.
Acompaña a su Hijo que ahora ya yace. Pero no,... no va sola. Ahí estamos todos. Es la
Archicofradía, la Cofradía donde todos han de caber y donde todos se han de esforzar, que El no vino
para estar sólo, que quiso estar con los hombres y por ellos vivió, sufrió y murió.

Ella va llorando, sola,


¡que no la apresure nadie!
pues le traen muerto a Jesús
después de crucificarle. [...]

Quizá aquí hay algo más de desconsuelo, quizá aquí esté nuestro próximo reto, quizá aquí sea
necesario meditar, un poco tan solo, sobre esta procesión y tratar de que, una vez recuperado lo que
teníamos, se pueda hacer una noble causa común de nuestros sentimientos aletargados, que no
dormidos, para agarrarnos todos a la trabajadera del Santo Entierro, para inyectarle esa savia nueva de
vitalidad, de entusiasmo y de vida, en esta última noche santa bastetana.

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Y en la noche bastetana, vida y muerte. Ausencia y presencia. Quejíos de saetas que llegan al alma,
causando escalofríos en el cuerpo. Son las doce de la noche. Las doce en punto de la noche y habla el
silencio. Silencio de los tambores que acompañan a Nuestra Virgen de los Dolores.

[...] En silencio,
que no la moleste nadie
que la brisa de este pueblo
por los caminos del aire,
nos mantenga vivo y fresco
el vigor de su mensaje.
¡Silencio,
por Dios, Silencio!
Que no la moleste nadie,
dejad que sea el corazón,
el poeta del instante.

Y sólo se oye un tambor, un tambor ronco, un tambor que rompe el aire, mientras siete puñales de
acero son la causa de sus penas. ¡Cuánto duele, Dolorosa, el dolor de tus dolores! ¡Cuánto duele ver
la herida de ese corazón que ya... casi ni late!. Virgen y Madre, cuyo rostro muestra el más inmenso
dolor de los dolores, mecida dulce, suavemente, sobre su trono, mientras el pueblo de Baza la besa
con la mirada, mientras la acoge con cariño en sus calles.

Y al amanecer del tercer día, Cristo resucitó. Cristo se levanta, como se levanta la aurora, como se
levanta el alba y, los chiquillos de Baza, al cielo aún más lo alzan, mientras repican las campanas,
mostrando su alegría. Cristo ha resucitado, también, encendiendo la llama cofrade en nuestros
chiquillos. Escuela de cofrades, costaleros y horquilleros.

Uno, que de niños algo sabe, piensa que ya ha brotado la semilla, que se empieza a recoger la
cosecha, cual si de nuestra rica vega se tratara. Y ¿dónde mejor que en todas estas criaturas?. Niños y
niñas, niñas y niños, que se agolpan a mamar el amor y el respeto por las cosas de nuestra tierra y,
como no, por nuestra Semana Santa, mientras pasean a su Cristo, mientras lo miman y lo abrazan. Ya
ha brotado la semilla.

Semana de amor y de pasión. Semana de vida y de muerte, que da paso a la Pascua de Resurrección,
que nos transporta de la muerte a la vida. Y como que estamos vivos, comienza de la Semana Santa
del 2001.

Y tenerlo claro: cuando los niños, guiados por sus mayores son capaces de vivir lo que se vive en
nuestra Semana Santa, no se puede hablar de folklore ni novelerías, hay que hablar de amor y de fe,
de fe y de esperanza; de esperanza nazarena que impregna el corazón, el alma y los sentimientos. Y a
vosotros, que estáis aquí porque así lo sentís, estoy más que seguro, porque la Semana Santa
bastetana corre por vuestras venas, que seáis capaces de hacer que cada año, cuando la primavera
estalle, se impregne de nuevo el aire, con la Semana Santa de Baza.

¡Tos por iguá, valiente!

¡Poco a poco!

¡Vamos de frente!

¡Al cielo con ella!

8
t

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