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Arte y Encarnación
Palabra e imagen en la tradición iconográfica judía y cristiana
2 ARTE Y ENCARNACION - fray Domingo Cosenza OP
fray Domingo Cosenza OP - ARTE Y ENCARNACION 3
En el relato de la creación se muestra a Dios bajo la Por ese motivo no debía haber estatuas o pinturas
figura de un artista que se complace con su obra. La en los lugares de culto. La única imagen de Dios, mode-
conclusión del mismo implica un juicio estético, pero lada por él mismo y no por manos humanas, es el hom-
con derivaciones éticas: bre viviente, colocado en el Templo que es la creación.
Él está llamado a hacer, como el Creador, «obras
«Vio Dios cuanto había hecho, y todo era muy bello bellas» (kalá erga; cf. Gn 2,3), para que, al ser vistas, se
[bueno]» (Gn 1,31). glorifique al Padre que está en los cielos (Mt 5,16).
No te harás imágenes
«No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los
cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas
debajo de la tierra».
Exodo 20,4
E
s habitual abordar la prohibición de las imáge dad era hacer accesible al hombre esa presencia divina a
nes en el antiguo Israel partiendo de una oposi través de la sensibilidad característica del hombre. Res-
ción entre lo visible y lo invisible, lo material y lo pondía a una necesidad de ver y tocar.
espiritual. Desde esta óptica se considera el segundo Frente a esta necesidad, la prohibición de las imá-
mandamiento como la expresión de una mayor espiri- genes en el antiguo Israel no es una verdad religiosa
tualidad y de la superación de un primitivismo cul- general, sino el cuestionamiento más audaz a la con-
tual. El precepto indicaría que el Dios Invisible no pue- cepción general de la relación con la divinidad. En el
de ser representado en forma visible y que la adoración lugar de las imágenes, la religión bíblica ha puesto la
pertenece más al ámbito del corazón que de la vista. palabra. Mientras que una imagen tiene que estar pre-
Sin embargo todas éstas son verdades religiosas sente para provocar una reacción en la conducta, el
comunes, presentes también en culturas donde era co- lenguaje posee la capacidad de actualizar aquello que
mún el uso de las imágenes de la divinidad. Estas ideas no está presente: conserva el recuerdo del pasado y
se fueron abriendo paso en medio del culto tradicional anticipa la esperanza en lo futuro, habla de cosas que
de la mano de pensadores que buscaban la racionali- no aparecen de modo inmediato. Sólo un ser dotado de
dad más allá de los usos y costumbres practicadas. Y lenguaje puede expresar aquello que es Totalmente-dis-
hasta en algunos momentos llegaron a prestar aten- tinto más allá de su propio mundo vital.
ción al ejemplo de la tradición religiosa judía. Pero, pre- La prohibición de las imágenes se fue imponien-
cisamente por su carácter general, no pueden explicar do gradualmente, teniendo formulaciones diferentes en
la raíz de un principio que Israel asumió como una el transcurso de la historia. El libro de los Jueces descri-
Revelación del mismo Dios, que hacía de él un pueblo be lo que parece ser una situación corriente en los po-
diferente a las demás naciones. Ante una verdad tan blados en la época en que «no había rey en Israel y
evidente no sería necesaria una manifestación de parte hacía cada uno lo que le parecía bien» (17,6). Existían
de Dios que prohibiera la fabricación de imágenes. por entonces lugares de culto privados donde sin ma-
Esto parece más claro si se tiene en cuenta que las yor cuestionamiento se adoraba a YHWH por medio
imágenes no pretendieron expresar jamás la esencia de imágenes:
divina de un modo total. Las otras religiones hablan
también de la divinidad invisible, que supera la capa- «Miká, tenía una Casa de Dios; hizo un efod y unos
cidad de representación humana. Pero esto no les im- terafim e invistió a uno de sus hijos que vino a ser su
pidió dedicarle imágenes cultuales. Porque su finali- sacerdote» (17,5).
De la imagen a la palabra
En ocasiones, nos sentimos hundidos en la vida rutinaria de cada día (sin un pensamiento de Dios), mientras
que, por el contrario, otras veces tenemos la conciencia clara de que nuestra vida emerge y se realiza desde el
trasfondo de una inescrutable dimensión de profundidad. Para muchos, Dios no existe a no ser en un determina-
do estado de ánimo. Una de las tareas de la religión será, por tanto, el superar esta dependencia respecto de
estos estados de ánimo fugitivos.
Un modo de superar el carácter cambiante de los «estados de ánimo» es la vinculación de la experiencia y de la
conducta religiosa a la palabra. Los lugares de la naturaleza donde la divinidad se muestra son raros. Las
imágenes de los dioses no están presentes por doquier. La palabra, en cambio, puede ser aprendida e interio-
rizada. Por eso, no es casual que en el Deuteronomio la configuración de la fe monoteísta venga vinculada a la
palabra: «Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es un Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con
toda tu alma y con todas tus fuerzas. Guarda en tu corazón estas palabras que hoy te digo. Incúlcaselas a tus hijos
y háblales de ellas estando en casa o yendo de viaje, acostado o levantado...» (Dt 4,6-7). «Pues la palabra está
muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas» (Dt 30,14).
Contra este culto privado los ministros del culto ¡para ser encarcelados! ¡Tu becerro repele, Sama-
oficial de las tribus parecen dirigir las maldiciones de ria!» (11,2; 8, 4-5).
su Dodecálogo:
Otros estrictos adoradores de YHWH como Amós
«Maldito el hombre que haga un ídolo esculpido o no se habían escandalizado por la imagen del Becerro,
fundido, abominación de YHWH, obra de manos a pesar de que ese profeta había criticado enérgica-
de artífice, y lo coloque en un lugar secreto. - Y todo mente el culto de Betel por su falta de sensibilidad so-
el pueblo dirá: Amén» (Dt 27,15). cial. La tendencia «iconoclasta» de Oseas es conse-
cuente con su mensaje de que Dios se revela a sí mismo
En cambio, el Decálogo de Ex 20 prohíbe represen- a través del lenguaje, para llegar a la interioridad del
tar a YHWH con la imagen de otras divinidades, como hombre, más allá de sus sentidos:
la imagen del toro, símbolo cultual de Baal. Evidencia
una época de sincretismo, en la que se daba culto a «Yo voy a seducirla; la llevaré al desierto y hablaré
YHWH bajo formas y concepciones derivadas del cul- a su corazón» (Os 2,16).
to a Baal. Aquí se sitúa tanto la historia del «becerro de
oro» (Ex 32) como la lucha de Oseas: En Dt 4,9-20 se ofrece una interpretación teológica
característica de la época del Exilio:
«Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí: a
los Baales sacrificaban, y a los ídolos ofrecían in- «Tened mucho cuidado de vosotros mismos: pues-
cienso... Con su plata y su oro se han hecho ídolos, to que no visteis figura alguna el día en que YHWH
El becerro de oro
En la realidad histórica, Jeroboam tal vez no pensó oponerse a la ley tradicional
de Dios. Al hacer sus becerros de oro, no pensó en representaciones de
YHVH, ni mucho menos en las de otro dios. Sus «becerros de oro» habían de
sobrepujar a los bueyes de bronce que sostenían el mar en el Templo de
Salomón, a la par que se les atribuía la función del Arca, y servían de trono al
invisible YHVH. Están inspirados, igual que el Arca, aunque en forma más
tosca, en la idea, corriente en la historia de las religiones, de «que a un
huésped divino o demoníaco se le brinda ocasión para presentarse
corporalmente, al ofrecerle un asiento desocupado». El toro ha sido elegido
como sede de Dios porque su imagen ha quedado profundamente grabada en la
fantasía popular semítica por ciertas figuras de piedra del cuarto milenio aC (de
la región del mismo Harán de donde Abraham salió para la tierra de Canaan), y
luego, especialmente, por el arte hitita, siendo el animal sagrado sobre cuyo
lomo se erguía el dios del tiempo. Igualmente la figura del toro era venerada en
Egipto (foto), de donde podría resultar familiar a los israelitas.
Así se comprende que ni Elías hablara en contra de los «becerros», ni Jehú
acabara con ellos (2 Re 10,29). Y lo que Oseas alega contra ellos, con altivez y
con sorna, sería debido a que el pueblo no sabía distinguir entre el sitial de un
dios y una representación de Dios mismo, y besaba el pedestal (Os 13,2)
«como si fuera Dios mismo».
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Representaciones de la Divinidad
«Adoran los egipcios muchas imágenes de anima-
les y estatuas fabricadas por los hombres; los ju-
díos, con sólo la luz del entendimiento, adoran a un
solo Dios. Tienen por profanos y excomulgados a
los que forman y pintan a los dioses en figura hu-
mana y en materias mortales, porque dicen que
aquella deidad suma, incorruptible y eterna, ni reci-
be mudanza, ni puede en manera alguna tener fin».
La casa - iglesia de Dura Europos Vecina a la sinagoga de Dura Europos, en Siria, se encontró
una casa dedicada al culto cristiano.
También es frecuente la figura del Pastor llevando la oveja sobre los hombros,
como en la parábola del Evangelio (Lc 15,4-7). Mientras los apologistas cristianos
del siglo II y III entablan un diálogo con el pensamiento helenístico, los artistas
representan a Jesús como Filósofo, ya que lo consideran como el Maestro que trae
la verdadera sabiduría al mundo.
Izquierda: Buen Pastor. Catacumba de s.Calixto (Roma).
Sarcofago de Cristo Doctor. Museo de Louvre (fines s.IV EC).
Arriba, derecha: Mujer orando. Catacumba de S.Calixto. Sobre estas líneas: Sarcófago de Junio Baso (año 359).
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«Habiendo restablecido la imagen mancillada en «Que vaya al sacerdote para que éste ruegue por él
su antigua dignidad, el Verbo la unió a la Belleza y recite el himno de la Transfiguración»
divina. Confesando la salvación, nosotros mismos
la expresamos por los hechos y la palabra». No hay nunca una fuente de luz en los iconos, ya
que la luz es su propio contenido. Se podría igual-
Cristo culmina la imagen divina en el hombre. Así mente decir que la contemplación de la Transfigura-
lo expresa Pablo: ción enseña a todo iconógrafo que pinta mucho más
con la luz que con los colores. Incluso en términos
«Todos nosotros que, con la cara descubierta, refle- técnicos, el fondo de oro del icono se llama «luz», y el
jamos como un espejo la gloria del Señor (que está método pictórico, la «aclaración progresiva». Cuan-
en el rostro de Cristo), nos transformamos en esa
misma imagen [icono], de gloria en gloria, por la
acción del Espíritu» (2 Cor 3,18; 4,6).
Bibliografía consultada