Dentro de las instituciones educativas tanto docentes como directivos nos
desempeñamos dentro de un contexto cambiante e incierto en una realidad inmersa en la complejidad. Con los planteamientos institucionales como orientación hacia una visión compartida sobre qué tipo de convivencia queremos en nuestras escuelas y con estilos de gestión educativa de acuerdo a diversos escenarios, son muchos los factores que intervienen tanto en la gestación como en la manera de abordar la resolución de situaciones conflictivas. Resulta de vital importancia tener en cuenta estos factores intervinientes, conocerlos, evaluarlos y analizarlos para lograr el abordaje adecuado para la situación. La intervención puede tomar diferentes características y ser efectiva en tanto y en cuanto las estrategias se vinculen con una realidad dinámica que nos exige una preparación adecuada para que la intervención sea lo más acertada posible. La cultura y costumbres de los alumnos a veces chocan con los que forman parte de la vida escolar, teniendo en cuenta la formación familiar con sus nuevas configuraciones y vínculos, los medios de comunicación y las redes sociales que nos plantean nuevos desafíos en lo que se refiere a las relaciones entre los adolescentes. Contamos con la implementación de estrategias de acompañamiento de los alumnos en su trayecto escolar, la normativa, el diálogo y el manejo de la mediación como herramientas de vital importancia para la resolución de los conflictos, sin perder de vista que la formación docente es fundamental para el abordaje y la resolución de las diferentes situaciones. Por otra parte es necesario conocer al joven más que observar y analizar sus conductas, debemos proponernos interpretarlo desde un lugar más cercano que el de la observación, desprendiendo al joven de sus estructuras y asumiendo que estas son parte de su desarrollo como persona de manera integrada no solamente como un lugar de paso sino que el aquí y ahora es determinante para el sujeto juvenil en donde desarrolla sus prácticas y actividades. Es necesario pensarlo como un sujeto histórico y relacional teniendo en cuenta que se desarrolla en un proceso dinámico, cambiante lleno de estímulos de los más diversos. En cuanto a la relación entre el adulto y el joven la búsqueda de la distancia óptima es un desafío que desde el rol de educadores debemos plantearnos, en donde seamos portadores y representantes de las normas y legalidades sin perder de vista que estamos frente a un sujeto producto de una historia y de circunstancias de las cuales no somos ajenos, en continuo cambio tanto en lo individual como en lo relacional. Vincularse sin la presencia del maltrato no significa horizontalidad; en el rol debe existir la diferencia entre el adolescente y el adulto como una relación asimétrica, sin embargo según Balardini (2005) en muchas ocasiones se genera una especie de juvenósfera cultural, la cual hace que muchos adultos sean más juveniles que adultos, sin dudas es importante poder ubicar al sujeto adolescente como sujeto de derecho, escuchándolo de verdad sin abandonar el rol. El desafío es poder reconocer al otro como sujeto ejerciendo de la misma manera el rol diferenciado de adulto frente al adolescente. Por otra parte vemos que las reglas y normas dentro y fuera del ámbito educativo se transmiten por medio de la confianza. Si se cree en el sujeto representante de la ley para el individuo que debe cumplirla es facilitada la tarea de internalizarla y asimilarla, muchas veces el problema principal no está dado por la transgresión de la norma sino por la impunidad, en donde todo es lo mismo, sin que de esta manera se pueda construir una cultura de seguridad interior sobre la base de la confianza en el otro, punto fundamental en la construcción de autoridad.