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Apostemos por la Participación

Infantil
Sonia González (Técnica Área de Programas y Proyectos de PROYECTO SOLIDARIO)
Más información: www.proyectosolidario.org

Para PROYECTO SOLIDARIO la participación es un elemento central para una


sociedad democrática, ligado a la capacidad de sus ciudadanos y ciudadanas
para influir en la toma de decisiones de un país, una comunidad o un
colectivo. Sin embargo, cuando ponemos este término en relación con la
infancia, parece que las cosas no son tan claras y empezamos a poner
límites a la democracia.

Los niños, niñas y adolescentes constituyen un tercio de la población


mundial, y son depositarios de todos los derechos humanos. Sin embargo,
constituyen una categoría particular, caracterizada por un conjunto
específico de necesidades y derechos que tienen un reconocimiento
específico y concreción en la Convención sobre los Derechos del Niño de
Naciones Unidas (en adelante CDN).

Los Derechos de los niños son regularmente objeto de abuso o


descuido y su voz sigue sin oírse incluso cuando hay que
adoptar decisiones sobre cuestiones que les atañen
directamente o que afectan a su bienestar.

Varios factores influyen en esta actitud. Habitualmente, se considera a los


menores de edad desde una visión centrada en el adulto en la que las
relaciones de poder son totalmente asimétricas: no se da valor a sus
experiencias, se les presupone poco competentes, incapaces de comunicarse
hábilmente,… Es decir, son una especie de pre-ciudadanos sin mucho que
aportar. Por otro lado, también se teme la pérdida del respeto a la autoridad
de los mayores y la consiguiente disminución de su poder, junto con el
peligro de que el menor se aleje de la necesaria protección  del adulto.

La Convención de los Derechos del Niños de 1989 (CDN) supone un


importante desafío para esta concepción de infancia básicamente
subordinada y pasiva. En ella se pone de manifiesto que los niños, niñas y
adolescentes son sujetos de derechos y son elementos activos en el ámbito
de la ciudadanía. Tanto es así que, la participación infantil, a pesar de no
venir recogida literalmente en la CDN, se considera como uno de sus
principios vertebradores.

Concretamente, el artículo 12 indica que los Estados deben garantizar al


niño que esté en condiciones de formarse un juicio propio, el derecho a
expresar su opinión libremente en todos los asuntos que le afecten, y deben
tener en cuenta sus opiniones en función de su edad y madurez. Bajo este
enfoque, se considera que los menores de edad son parte de la sociedad en
igualdad de condiciones, son expertos en los temas que les influyen y tienen
capacidad para transmitir sus preocupaciones e intereses. La participación
supone un fin en sí mismo y va unida al fortalecimiento de una sociedad
libre y democrática.

Por otra parte, es un importante medio para lograr todos los demás
derechos de la Convención: potencia el desarrollo personal de los niños y
niñas, fomenta la confianza en sí mismos, aumenta su autoestima y, en
definitiva, es el mejor antídoto contra la desprotección de la infancia, ya que
les empodera y les posiciona como actores influyentes en su propia vida.

La educación entra en juego como fuente de información y como ámbito


propicio para poner en marcha las experiencias participativas y el
aprendizaje en derechos. La participación y la educación son dos
procesos que se nutren y fortalecen mutuamente y que tienen como
resultado último la generación de una ciudadanía activa, responsable y
respetuosa con los valores democráticos que defienden la igualdad y los
derechos. No puede haber educación de calidad, sin una participación directa
de los propios beneficiarios de la misma.

No existen recetas universales para implementar esta participación. La


Observación General Nº 1 del Comité de los Derechos del Niño recomienda
que: “Debe promoverse la participación del niño en la vida escolar, la
creación de comunidades escolares y consejos de alumnos, la educación y el
asesoramiento entre compañeros, y la intervención de los niños en los
procedimientos disciplinarios de la escuela, como parte del proceso de
aprendizaje y experiencia del ejercicio de los derechos”.

El Comité, también alienta a los Estados a no limitarse al ámbito escolar.


Desde la propia familia, pasando por los centros de ocio, la sanidad,
la justicia, hasta los diferentes foros públicos, se puede y se debe
favorecer la actividad participativa.

Los adultos cumplen un rol fundamental en la generación de estos espacios.


Son los guías del proceso paulatino de adquisición de autonomía que llevará
a los niños a una participación protagónica. Y son los receptores de sus
sugerencias y demandas. Sin embargo, son también la principal barrera que
nos encontramos a la hora de facilitar canales para hacer efectiva la
participación. Para evitar esto se debe generar un cambio global de actitud y
romper con los esquemas tradicionales. Dos son los aspectos a fomentar:
por un lado, el respeto por las potencialidades de los menores; y, por otro,
su reconocimiento como interlocutores válidos.

Toda sociedad democrática o que aspire a considerarse como tal, tiene que
dejar de considerar como secundario el principio de Participación infantil de
la Convención de los Derechos del Niño y debe institucionalizarlo como
elemento básico en todos los ámbitos de decisión.

La organización del Congreso EDUCA PARTICIPA Y CRECE en Málaga


y Chefchaouen, refleja y contribuye a los compromisos de PROYECTO
SOLIDARIO de promover y proteger efectivamente los Derechos Humanos
de niños, niñas y adolescentes. En particular, aspira a permitir la
participación de los niños en la elaboración, aplicación y seguimiento de las
políticas y acciones que afectan a la concreción de sus Derechos y en
concreto al Derecho a la Educación.

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