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EGUNGUN

Son los espíritus ancestrales. Todas aquellas personas que ya


murieron y que tuvieron con una persona algún vínculo religioso o
familiar en vida.

Los Yorùbá consideran fundamental la reverencia a los ancestros, ya


que por ellos existimos.

Para la veneración a los ancestros se utilizan cultos a diferentes


Òrìşà. Uno de ellos es el culto a Orò, que es la reverencia a un
espíritu de grandes poderes ancestrales. También se le rinde
culto Alagemo, cuya práctica es una danza de manifestación en los
festivales de Egúngún en Nigeria, como símbolo de tradición.
Además, se propicia a Egbe Orun Egbe Aye, la fraternidad del cielo y
la tierra, que representa el mundo espiritual de todos los muertos así
como familias o comunidades de cualquier territorio en el planeta. La
deidad por lo general vive al pie de una mata de plátano o a la orilla
de un río, y es una gran ayuda ceremonial para un Awo Òrúnmìlà,
Bábálòrìşà o Iyalòrìşà.

fá relata en el odù Oturupon Meji que durante la vida primitiva de las deidades ocurrió un
fenómeno llamado ilè n mì, que se traduce como “la madre tierra estaba temblando”. Los
nefastos movimientos terrestres ocurrían de forma incesante y los resultados eran muertes
y destrucciones colosales. Los árboles se caían, las casas se hundían y los seres
humanos terminaban tapiados, el caos reinaba. Pero no sólo ocurría en Ilé Ifè, de todos los
lugares dónde Órúnmìlà había viajado llegaban reportes de la misma naturaleza.
Órúnmìlà decide consultar a Ifá. La recomendación fue paciencia, ya que la deidad que se
encargaría de resolver la funesta situación venía en camino desde el cielo. La gente,
especialmente de Ilé Ifè, consideraba que la venida de una nueva deidad llevaría mucho
tiempo y se preguntaban qué podría hacer esta nueva deidad que Ògún, Obàtálá y los
demás órísàs no lograrían.

Al poco tiempo, los Àbàlá, personas disfrazados o enmascarados, llegaron del cielo y se
dirigieron al palacio de Odùduwà. Inmediatamente le informaron al rey el motivo de su
misión y se instruyeron sobre los lugares devastados por los terremotos. Después de un
breve recibimiento, los Àbàlá fueron a la casa de Órúnmìlà para consultar a Ifá y recibir las
instrucciones finales y construir el plan de acción.

Los Àbàlá visitaron los pueblos y ciudades afectadas y realizaron los ceremoniales
pertinentes para que cesaran los temblores. Una vez terminada la misión, regresaron a Ilé
Ifè, pero al llegar descubrieron que nadie los podía albergar debido al perjuicio que había
ocurrido antes de su llegada.

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