You are on page 1of 7

c  


 

c   
        
           

La diferencia entre el mapa de una ciudad y el de un planeta está en el


detalle. Dibujar un mapa de la Tierra con todas las carreteras y con las
calles de cada una de sus ciudades sería un proyecto muy ambicioso.
Sin embargo, no es comparable al esfuerzo que supone trazar el mapa
del cerebro humano. Por lo menos, para dibujar el mapa de una
ciudad desconocida, sólo hay que desplazarse hasta ella. En cambio,
cuando se empezó a crear el mapa cerebral no había facilidades de
ningún tipo.Se partió de la nada (una masa gelatinosa de
aproximadamente kilo y medio de neuronas que nadie sabía qué
contenía) y se tuvo que ir avanzando a ciegas en su contenido
misterioso, en el que supuestamente se encontraba el secreto de por
qué somos como somos.
Al principio la única manera de averiguar dónde se localizaba
determinada función del cerebro era estudiar a las personas que
tenían lesionada esa zona. Así empezaron a obtenerse, por un lado,
mapas poco detallados de la anatomía y de la función del cerebro y,
por otro, mapas de pequeños grupos de neuronas. Más tarde se
construyeron máquinas avanzadas para estudiarlo, cada vez con
mejor resolución.
Hoy, estos sistemas ya pueden coger
al cerebro en flagrante en medio de un
pensamiento. Laresonancia magnética
funcional (RM) y latomografía por
emisión de positrones (PET) permiten
ver el cerebro en pleno ajetreo
neuronal -mientras se habla, se
aprende un idioma, se mueve un brazo, etcétera-.Las areas activadas
pueden localizarse fácilmente en la pantalla del ordenador. En
procesos más complejos, como la memoria, se ha visto que
intervienen distintas áreas cerebrales simultáneamente.
Pocos dudan de que pronto se podrán fotografiar pensamientos
complejos, cuya explicación pertenecía al territorio de la psicología o la
filosofía. Aunque es probable que, para entonces, el mapa obtenido ya
no será como el de una ciudad sino que se habrá convertido en algo
parecido al de un transporte metropolitano en el que cada línea tiene
infinitas estaciones, transbordos y en el que cada tren puede tomar
distintas direcciones.Cada semana aparecen
nuevos estudios en los que se habla de
diferencias detectadas en el cerebro de
personas sanas y de enfermas. Estos
hallazgos hay que agradecérselos, sobre
todo, a dos sistemas: la resonancia
magnética (RM o MRI, del ingles Magnetic
resonance image) y a la tomografía por
emisión de positrones (PET, Positron
Emission Tomography)

Hasta ahora, la primera se utilizaba para estudiar sólo la anatomía y la


segunda para localizar la función del cerebro. Aunque ahora la
resonancia también se utiliza para estudiar la función cerebral, como
se verá más adelante.

Así, se ha comprobado, por ejemplo, que el cerebro de las mujeres y


el de los hombres es distinto; que también hay variaciones en el de los
homosexuales y transexuales; que en alteraciones como la
esquizofrenia suele haber un trasiego mayor de sangre por los núcleos
caudados; que en las personas deprimidas hay un menor metabolismo
en el córtex cerebral; o que en los obsesivo-compulsivos es frecuente
una mayor vascularización de los lóbulos frontales (lo que podría
significar que esta zona está trabajando más de la cuenta).

Sin embargo, que los científicos puedan medir y ver cada vez mejor
estas diferencias no significa que sepan ya lo que quieren decir. En la
esquizofrenia, por ejemplo, ¿es el mayor flujo de sangre la causa de la
enfermedad o por el contrario es un mecanismo del propio organismo
para luchar contra ella? No se sabe.

Las técnicas de imagen del cerebro, sin embargo, tienen cada vez
mejor resolución y prometen descubrir muchos más secretos en los
próximos años que en los 90, década que el ex presidente de EEUU
George Bush bautizó en su día como "la década del cerebro". De
momento, estas imágenes tienen una valiosa utilidad clínica. Sirven,
por ejemplo, para planear la operación quirúrgica de un tumor
cerebral: puede que el tumor sea inoperable por su situación, porque
existe el riesgo de dejar al paciente inválido, o sin voz, o ciego si se
toca una zona contigua. Sirven también para
observar cómo evoluciona una enfermedad.
En los enfermos de Parkinson -una
enfermedad caracterizada por muchas
alteraciones neurológicas, como la rigidez
muscular, el temblor de manos, la dificultad
para hablar o tragar, etcétera- están
lesionados los ganglios basales, que
producen menos sustancias químicas endógenas, como la dopamina,
que son necesarias para las funciones motoras. El PET se ha utilizado
para mostrar imágenes del cerebro de estos pacientes donde había
mayor o menor concentración de dopamina y ver cómo evolucionaba
el tratamiento.

El PET y la resonancia se utilizan cada vez más en psiquiatría para


obtener información de patologías como el Alzheimer, la enfermedad
de Huntington, el síndrome de Down, la esquizofrenia o la depresión,
porque son muy sensibles a los cambios biológicos que tienen lugar
en estas enfermedades.

También se están empleando para estudiar materias muy distintas,


como las funciones cognitivas (el lenguaje, la conciencia, el
aprendizaje, los procesos sensoriales, etcétera).

El PET ha servido incluso como máquina de la verdad en juicios. Una


instantánea del cerebro puede demostrar, entre otras cosas, si un
individuo está tomando determinadas drogas, o si está diciendo la
verdad, o si su comportamiento agresivo se explica por una profunda
alteración de su cerebro y no por un arrebato de ira.

El PET y la resonancia magnética han provocado una explosión de


nuevas investigaciones que están revolucionando la manera de
entender cómo funcionamos como personas. Cada vez se pueden ver
procesos más complejos del pensamiento que están desbancando
teorías tan arraigadas como el psicoanálisis de Freud y la
interpretación de los sueños o aspectos del ser humano que
pertenecían más al campo de la filosofía que al de la ciencia.

En resumen, a estas técnicas de imagen se les augura un futuro


brillante en medicina, psicología, psiquiatría y en las neurociencias en
general para estudiar la relación entre la estructura del cerebro y su
función.

c      

La resonancia magnética funcional es la última novedad en el campo


de imagen cerebral. En un principio, la RM se
utilizó para analizar materiales no vivos,
como las estrellas. Después se empezó a
emplear en Medicina para obtener con
ellaimágenes anatómicas del cerebro de gran
calidad. Y hace tan sólo tres o cuatro años se
ha visto que también puede ofrecer imágenes
funcionales, como ha estado haciendo el
PET.

Según el doctor Juan Lineras, neurorradiólogo del hospital Ruber


Internacional de Madrid, la RM tiene una serie de claras ventajas
sobre las otras técnicas funcionales. En primer lugar, tiene mayor
resolución, no sólo espacial (que quiere decir que se ve más nítida la
imagen) sino temporal (que se ve más rápidamente). "Esto es muy
importante a la hora de estudiar la función, porque no es lo mismo ver
al cerebro actuar 10 minutos después que verlo actuar a tiempo real",
dice el doctor Lineras.

Así, con la RM se puede ver el cerebro funcionando. En la pantalla de


un ordenador aparecen las zonas que se activan al mover, por
ejemplo, un brazo en el mismo momento en el que el individuo mueve
el brazo.
La segunda ventaja, según este especialista, es que con la RM
funcional se puede obtener al mismo tiempo el mapa de activación y la
imagen anatómica, y además es posible fusionar ambas imágenes
fácilmente.

Es decir, que se puede saber exáctamente cuál es la zona que se está


activando porque se superpone a la estructura anatómica. Según el
doctor Lineras, esto es hasta ahora difícil de conseguir con el PET,
porque para ello se tiene que importar, mediante un sistema
informático, una imagen de resonancia y tratar de encajar las dos
imágenes. Y es mucho menos exacto.

J 

¿Cómo captan la resonancia magnética y el PET el cerebro


funcionando? Se explica por un proceso
cerebral que se llama autorregulación. El
cerebro tiene la particularidad de que
cuando una zona necesita más energía
porque está trabajando más, pone en
marcha un sistema de alarma y en menos
de cuatro segundos le llega la sangre. El
área que más trabaja, gasta lógicamente
más energía y más oxígeno (por eso pide
más sangre, que es la que transporta
ambas cosas: la energía va en forma de
glucosa, y el oxígeno circula enganchado en las moléculas de
hemoglobina).

Lo que hace el PET para ver la función cerebral es medir el gasto de


glucosa. En cambio, la resonancia magnética "hace una medida
indirecta muy parecida pero muy ligada al metabolismo", explica el
doctor Lineras.

Uno de los métodos que emplea la RM consiste en medir los cambios


de flujo sanguíneo que hay en la zona del cerebro que demanda más
sangre. Otro, más sofisticado, se basa en las diferencias del contenido
de oxígeno. La máquina es capaz de detectar estas diferencias y
altera la señal creando la imagen que vemos en la pantalla. "Si muevo
la mano y la paro a los 10 segundos y la vuelvo después a mover, el
nivel de oxígeno aumentará y disminuirá en el cerebro en la zona
motora siguiendo este ritmo", dice Lineras.

Un inconveniente del PET es que hay que inyectarle un isótopo


radiactivo al individuo cada vez que se quiere ver un detalle de su
cerebro y esto hace que no sea una técnica inocua y repetible como la
RM. "En lo que se refiere al mapeo del cerebro, la RM es superior.
Claro que el PET también va a evolucionar, y se encargará de campos
en los que será la mejor técnica", explica el doctor Lineras. Aparte de
marcar el gasto de glucosa, también puede seguir a un
neurotransmisor determinado.

Por otro lado, el PET es muy útil para estudiar enfermedades que
provocan alteraciones del metabolismo cerebral global o que afectan a
áreas muy grandes del cerebro.

"En estos casos no es necesario ver un área de actividad concreta.


Por ejemplo, en el caso de una persona deprimida la corteza cerebral
puede tener menos metabolismo y el PET es útil para cuantificar esto",
dice Lineras.

Lo ideal de la resonancia magnética es poder aislar procesos sencillos


dentro de los procesos complicados. "Es como una orquesta. Si haces
que suene toda al mismo tiempo es más difícil hacerse una idea de
cómo se consiguen los agudos o los graves", explica Lineras.

×    
 

Para ello, es muy importante el trabajo multidisciplinar en este campo.


No sólo ha de estar presente un neurorradiólogo sino también un
neuropsicólogo.

Un solo especialista no es capaz de tener todos los conocimientos


necesarios. "El neuropsicólogo es el que sabe, por ejemplo, que para
activar la zona del habla -el área de Wernicke- el individuo no tiene ni
que hablar ni que leer, sino discriminar cuando entiende una palabra y
cuando no", dice este especialista.



×


La tesla es una unidad de intensidad de campo magnético. "Es como


el voltaje de las bombillas", dice Lineras. "Cuanto más alto sea, más
brillan". En principio, a más teslas, mejor se verá la activación del
cerebro, pero una intensidad muy alta también tiene inconvenientes.
Actualmente en el Ruber Internacional se está trabajando con 1.5
teslas. En algunas investigaciones que se realizan en otros países se
está trabajando con tres o cuatro teslas, que es mucho.

You might also like