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Pero alguno dirá: Tú tienes fe y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin las
obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. 19Tú crees que Dios es uno. Haces bien;
también los demonios creen, y tiemblan. 20Pero, ¿estás dispuesto a admitir, oh
hombre vano, que la fe sin obras es estéril?
Observe la expresión: tú tienes fe… Esta persona que es la misma del v.14,
cree que solamente la acción de tener fe es suficiente para salvar a las personas. Sin
embargo, pensemos en lo siguiente: si usted dice que tiene fe, y cree que no hay nada
más que hacer para ser salvo ¿qué le dirá a Dios el día en que se presente ante Él?
¿Qué enseña la Biblia en relación a esto?
¿Qué dice el texto? Que cualquier persona que no guarda la Palabra de Dios
en su corazón, practicándola, es una persona que vive en tinieblas, y vivir en tinieblas
es sinónimo de estar muerto espiritualmente. El apóstol utiliza términos tales como:
guardar, andar, estar, permanecer y amar. No habla de solo pensar o tener solo un
pensamiento positivo acerca de las cosas.
Por lo tanto, la expresión de “tener fe” de nuestro texto, significa que esa
persona en realidad no está creyendo las palabras de Cristo. Mantengamos esto en
mente: el v. 15-16 ejemplifican el estilo de vida de una persona que cree que solo la fe
es suficiente para la salvación, sin haber entendido el contexto de que la fe que salva,
también produce frutos dignos de arrepentimiento.
Sin embargo, por el otro lado, está la persona que tiene obras. El contexto
muestra que la persona que dice: “yo tengo obras” da por sentado que tiene la fe
(como lo explica el texto más adelante). Al estar observando este texto, podemos
identificar también la singularidad de las obras, esto es: las obras solo pueden ser
producidas de manera personal, no grupal.
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Si algunas personas se reúnen para realizar buenas obras, pero solo lo hacen
cuando están reunidas, esas personas viven engañadas por creer que las obras
comunitarias (las que se hace solamente junto a otras personas) son suficientes para la
vida cristiana.
Así como la salvación es personal, los frutos también son personales. Dios
exige de cada persona frutos personales que manifiestan un arrepentimiento genuino.
Desde la perspectiva del apóstol Juan, una persona que tiene obras está en verdad
esforzándose por guardar, andar, estar y permanecer en Dios, en Cristo y en Sus
mandamientos. Cualquier persona puede hablar. Eso es muy fácil. El problema es
demostrar que se posee lo que se ha presumido.
Los destinatarios de esta carta eran judíos que se habían convertido a Cristo,
esa es la razón por la que Santiago utiliza este ejemplo. El pueblo de Israel había
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aprendido de memoria este pasaje. Dios les mandó que lo repitieran a sus hijos, y lo
mantuvieran visible dentro de sus casas. Sin embargo los judíos solo tomaron el texto
que les convenía a ellos, y olvidaron que el v.4 está unido de forma inseparable al v.5.
Ellos vivieron pensando que creer solamente el v.4 era suficiente para
ganarse el favor de Dios. No alcanzaron a comprender la relevancia del v.5: no se
puede creer lo que Dios ha dicho en el v.4 si no se vive de acuerdo al v.5, es una
contradicción.
Pero hay algo más: si una persona solo tiene un tipo de fe que reconoce
algunos aspectos acerca de Dios, no tiene una fe diferente de la que tienen los
demonios. En otras palabras: si tu fe solo reconoce intelectualmente algunas
características de Dios, pero sin manifestar frutos por medio de la obediencia,
entonces tienes exactamente el mismo tipo de fe que la de los demonios. No cambia
en nada.
Cristo les dijo a los fariseos en Juan 8:39-48 que eran de su padre el diablo.
Ellos creían que pertenecían al reino de Dios debido a que eran descendientes de
Abraham. Sin embargo el hecho de haber sido criados bajo las normas más estrictas
de la religión judía, no tenía valor al momento de exponerlas a la voluntad de Dios.
El apóstol Pablo reconoce esto en Filipenses 3.
Primero, Marcos 3:11-12 muestra la reacción que tenían los demonios ante
la presencia de Cristo: se postran en su presencia, claman a Él, reconoce su naturaleza
y deidad.
Los demonios son monoteístas (es decir, creen que solo hay un Dios
verdadero); también ellos son conscientes de que las Escrituras son la Palabra de Dios
y esa es la razón por la que Satanás las utilizó en Mateo 4:6; los demonios creen que
Cristo es el Hijo de Dios; creen que la salvación solo es la gracia de Dios por medio
de la fe; creen que Cristo se encarnó, murió y resucitó, y que ahora está sentado a la
diestra de Dios; ellos saben muy bien de la existencia del cielo verdadero y también
del infierno. Ellos tienen un gran conocimiento de Dios y sus planes. Sin embargo,
todo ese conocimiento, por muy real y significativo que sea, no los puede salvar.
Conocen la verdad acerca de Dios, de Cristo y del Espíritu Santo, pero odian
la verdad y aborrecen a Dios. Conocen la Biblia, pero no la obedecen. No aman a
Dios, no se gozan en la verdad, no buscan el bien, conocen la Biblia pero solo la usan
para manipular (ej. Mt. 4:6).
Vean además, ellos “tiemblan” ante Dios. La palabra que traduce temblar
solo se utiliza aquí en todo el Nuevo Testamento y significa temblar de miedo. Ellos
quedan paralizados por el poder de Dios. La sola presencia de Dios provoca que se
estremezcan, tienen terror.
Porque entienden el poder de Dios tiemblan, ¿pero que pasa con las
personas que creen que con solo reconocer algunas cosas de Dios, que pretenden
conocer a Dios, pero se condenan más por no vivir el evangelio? Están tan perdidos
como los demonios.