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49 Congreso Internacional del


Americanistas (ICA)
Quito Ecuador
7-11 julio 1997
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Nidia R. Areces - Griselda B. Tarragó

"ELITES, PODER E IDENTIDAD EN AMERICA COLONIAL" Hist


05

SIMPOSIOS HISTORIA

"La élite santafesina en el siglo XVII. Familia y poder"

Nidia R. Areces - Griselda B. Tarragó

Escuela de Historia, Facultad de Humanidades y Artes,


Universidad Nacional de Rosario, Argentina.

Resumen

En esta ponencia analizaremos el control sobre los recursos, el


manejo de la política local, las estrategias de parentesco y solidaridad
que implementó la élite santafesina atendiendo a la conformación y a
los cambios que este sector de la sociedad experimentó durante el
siglo XVII y detectando la formulación de su identidad.

LA ELITE SANTAFESINA EN EL SIGLO XVII. FAMILIA Y PODER.

Santa Fe, una pequeña sociedad de frontera

Santa Fe la Vieja, un pequeño enclave urbano asentado sobre el río de


los Quiloazas, hoy San Javier, inició el proceso de urbanización en un
área de frontera y, en el transcurso de ese proceso, fue definiendo su
morfología y composición en un espacio de límites difusos en la región
litoral rioplatense, que se hallaba virtualmente despoblada, después
de los fallidos intentos de Juan de Solís (1516), Sebastián Gaboto
(1527) y Pedro de Mendoza (1536). Los primitivos fuertes y la primera
fundación de Buenos Aires, establecimientos efímeros, habían
sucumbido ante los ataques indígenas, las penurias y el hambre. Sólo
se mantuvo Asunción, en Paraguay, cuya ubicación geográfica le
dificultaba las conexiones con Perú y, más aún, con España.

En Santa Fe, la población blanca tuvo un crecimiento lento pero


significativo. Contó al momento de su fundación con,
aproximadamente, 80 pobladores blancos.1 En un principio, a escasos
años de establecida, la ciudad fue perdiendo gran número de
habitantes. Ciudad pequeña que en 1621 albergó 126 vecinos y
moradores , en 1675, ya en el nuevo sitio, 270 vecinos y en 1698,
360 hombres de guerra, lo que representaría una población de
aproximadamente 1.500 individuos, quedando en la vieja Santa Fe

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alguna tropa y aquellos pobladores que no quisieron o no pudieron


abandonar el lugar.2 Las poblaciones indígenas que ocupaban el litoral
rioplatense eran grupos cazadores-recolectores, algunos con
agricultura incipiente, cuya densidad demográfica y capacidad
excedentaria era baja, en comparación con los pueblos indígenas del
noroeste argentino. La conquista, como en otros territorios, ocasionó
un derrumbe demográfico significativo que afectó la reproducción de
estos pueblos.

Las pretensiones de los santafesinos de imponer su control sobre los


recursos, obtener mano de obra y liberar las vías de circulación
terrestres y fluviales de la presencia indígena y de sus continuos
ataques, no fue tarea fácil ni rápida. La conquista del espacio
geográfico, su afianzamiento y expansión, marchó estrechamente
unida a la ocupación progresiva de los espacios de poder por parte del
grupo blanco.

Tanto la ciudad como su entorno constituyeron una frontera. La


noción de frontera indica algo más que la demarcatoria de un límite
territorial. Es un espacio geográfico donde todavía se están
incorporando los territorios y conformando los procesos de
producción y estructuración institucional y social, procesos que
presuponen el choque, la interrelación, en síntesis, la vinculación de
sociedades distintas. El ámbito de esta frontera, en el espacio que nos
ocupa, era escenario tanto de confrontación como de interrelación
dinámica. Sin embargo, aún cuando blancos e indios ocuparan un
lugar determinado, existía un límite más allá del cual estaban los
dominios del otro.

Españoles y 'mancebos de la tierra'

Interesa resaltar la heterogénea composición del grupo blanco


repoblador. Podemos identificar, a partir de su distinta procedencia y
origen, lo que explicaría en parte las distintas posibilidades de
adaptación al medio y de relación con las etnias indígenas, tres
componentes básicos que confluyeron hacia la jurisdicción de Santa
Fe: el español ya asentado en la tierra; el contingente de mestizos o
mancebos de la tierra y el español arribado de la península.

De estos tres grupos, los protagonistas principales serán los


primeros. Juan Garay, capitán fundador de la ciudad, fue la
personalidad representativa del español asentado en la tierra con
experiencia en campañas y expediciones anteriores. Como jefe de la
expedición respondió a los poderes coloniales instituidos, cuyos
centros se encontraban alejados de la región litoral rioplatense, pero
que en la praxis, en su contacto y relación con las diferentes etnias
indígenas, se manejó a la usanza de los viejos y primeros
conquistadores. Contó con seguidores/subordinados blancos
integrantes de la hueste y con aliados indígenas con cuyo apoyo y su
reconocido liderazgo resolvió diversas situaciones coyunturales.

Los que lo acompañaron en la expedición fundadora de la ciudad eran


en su mayoría 'mancebos de la tierra', los primeros mestizos. Ruy
Díaz de Guzmán nos informa que

... se concedió facultad a un hidalgo vizcaíno llamado Juan de Garay,


para que hiciese gente, y saliese con ella a hacer una población en

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Sancti Spiritu, a donde más convenía. Y hecho su nombramiento


levantó ochenta soldados, todos los más hijos de la tierra ...3

Definir que era un mestizo en el horizonte social colonial es aportar los


rasgos de una categoría que escapa a la rígida estratificación que
distinguía a los hombres entre blancos e indios, es decir, del
encuadramiento de la fuerza de trabajo y de control social tal como
había sido pensado en el siglo XVI. La región paraguaya, de donde
provenía el núcleo fundador de Santa Fe, en realidad, escapó a este
aparentemente rígido encuadre de las dos Repúblicas. Era un espacio
social donde el sistema de alianzas establecido entre el blanco y el
cario/guaraní se basaba, en gran medida, en el intercambio de
mujeres; esto trajo aparejado que la conformación demográfica y
socioeconómica adquiriera rasgos de gran flexibilidad frente a la
cuestión del mestizaje. En el Paraguay, un mestizo, sin llegar a ser un
español, estaba adscripto a la identidad blanca, esencialmente era 'no
indio', consideración socio-étnica que podemos extender a la Santa Fe
de los primeros tiempos. En el siglo XVI sobre todo, -puesto que su
consideración se modifica en el siglo XVII- si bien los españoles
viejos, los beneméritos, mostraron su disconformidad o,
simplemente, vieron con malos ojos ciertas costumbres de sus
mezclados descendientes, no por ello, la sociedad en su conjunto,
dejó de reconocerlos como formando parte del grupo blanco.

El tercer componente del grupo blanco, que hemos mencionado,


arribó en las décadas de 1570/80 a la región rioplatense con la
expedición de Juan Ortiz de Zárate que trajo 736 personas en 1572; a
su vez, en 1582, con el navío de Alonso de Vera llegaron 50 personas
a las que se agregó el contingente de desertores de la expedición de
Alonso de Sotomayor de aproximadamente 80 hombres.4 El origen
regional de esta emigración fue variado, predominando los
provenientes del sur de España, de Andalucía, siguiendo en
importancia los originarios de las regiones del centro lo que nos indica
que el grupo blanco presentó diferenciaciones iniciales que pudieron
desdibujarse al asentarse en las nuevas tierras y enfrentarse al otro,
al indio, cuya cultura era valorizada como inferior.

Los españoles y mestizos asentados en la región, así como sus


primeros descendientes, que integrarán el grupo de los beneméritos,
bien pronto comprenderán que la ventajosa posición de Santa Fe
como enclave de intercambio y de paso, si bien no ofrecía riquezas
comparables a las del Perú, podía proporcionar una cuota nada
despreciable de enriquecimiento, cuota que resultó necesario recortar
y conservar en un contexto social restringido. La construcción social
en Santa Fe la Vieja giró, entonces, en torno a estrategias que
asignaron a unos pocos la riqueza circulante evitando su disgresión y
potenciando asi las posibilidades del grupo dominante.

En una etapa inicial, que correspondió al tiempo en que la ciudad


estaba asentada en su primer emplazamiento, estos vecinos-
feudatarios se vincularon fundamentalmente al ámbito de la
producción ganadera dirigida a circuitos de comercialización
interregionales que no controlaban, y a la producción agrícola que se
volcó al ámbito del consumo doméstico y a un mercado limitado a la
ciudad y a su hinterland. Estas actividades se desarrollaron a partir de
que, originariamente, se les concedieron mercedes de tierra para

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chacra y estancia, cubriendo precariamente las necesidades de mano


de obra con encomiendas pequeñas en número, pero efectivas como
recurso de provisión de trabajadores, y con pocos esclavos negros
introducidos, en su mayoría, por el puerto de Buenos Aires.

Las maniobras y las divergencias de los distintos sectores del grupo


blanco tuvieron su culminación en Santa Fe en la rebelión de los Siete
Jefes, también denominada de los mancebos de la tierra, o el motín de
los desordenados, movimiento producido en junio de 1580, donde
estuvieron presentes las distintas facciones y sus cabecillas pugnando
por acceder y controlar los recursos económicos y el aparato del
estado, y donde los conflictos, como tantos otros del espacio colonial,
se profundizaron por el distinto origen étnico de sus actores, ser
español o mancebo de la tierra

"... en los pueblos que están poblados en estas provincias fuera de la


ciudad [Santa Fe y Buenos Aires] tienen por uso y costumbre por ser
la mayor parte de estos mancebos nacidos en esta tierra de que
repartan entre ellos los oficios de la república como son alcaldes
ordinarios y regidores y alguacil mayor y menores y estan tan
expuestos ya en ello que como son los mas salen con lo que quieran.
Adonde los españoles vecinos y conquistadores y pobladores de tales
pueblos lo reciben por agravio aquellos sean siempre preferidos en los
tales oficios pues que los hay entre ellos beneméritos para usar y
ejercer los dichos oficios ...y que en todo los demás sean iguales a los
españoles en los repartir la tierra y darlo sus vecindades de indios y
tierras y solares cono se hace y a hecho como a tales pobladores"5

Esta rebelión fue una manifestación política de una sociedad


estructurada recientemente que, sin embargo, revivió diferenciaciones
étnicas emergentes durante la conquista, pero que también marcó,
como ubicación de los hombres en la sociedad, las diferencias entre
unos y otros.

En resumen, la élite santafesina se conformó a partir de la expedición


proveniente de Asunción, liderada por Juan de Garay cambiando
progresivamente su fisonomía con la incorporación -vía matrimonio,
relaciones parentales y económicas- de nuevos miembros. Este grupo
funcionó en un tejido social de rasgos abiertos, maleables y
dinámicos, al cual también imprimió su sello, producto de su accionar
económico, político y cultural.

Una sociedad permisiva, pero no tanto

Frente a la dura realidad que significó una frontera abierta hacia


amplios espacios donde se imbricaban, confundían y entraban en
conflicto el frente de avance blanco con el indígena, donde la actividad
bélica se configuró como un fenómeno paulatinamente incorporado a
la cotideaneidad de los santafesinos, la vigencia de las normas
jurídicas hispanas adquirió progresivamente un carácter fuertemente
pragmático. Al no estar comprometidos en la empresa intereses
económicos relevantes para el estado español, la permisividad, o
mejor aún, una suerte de laxitud de control consentida, se constituyó
en moneda corriente del período y cinceló las formas específicas que
la dominación colonial configuró en la región.

Detengámonos sobre algunas peculiaridades de esta sociedad y

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comprenderemos mejor la operatividad de tales mecanismos y


estrategias. Veamos, por ejemplo, el papel que jugaron los
inmigrantes portugueses. La mayoría de los que vivieron en Santa Fe
llegaron ilícitamente6, especialmente durante las gobernaciones de
Góngora, Céspedes y Dávila, sobre quienes pesaron fuertes
acusaciones de contrabando.

Haciendo un promedio aproximado entre la cantidad de pobladores de


1621 y 1675, los portugueses según el registro de 1643
representarían un 26% de la población, considerando que todos
fuesen vecinos, hecho muy difícil de dilucidar. Sin embargo, y
suponiendo que sólo la mitad o un cuarto de ellos fuesen catalogados
en esta categoría, el porcentaje era alto para un conjunto poblacional
numéricamente pequeño.7

Esta presencia no fue sólo demográfica. La participación de estos


sujetos en el cabildo y su emparentamiento con las familias criollas a
través del matrimonio nos hablan de vías de integración lo cual nos
permite verificar, una vez más, un mecanismo extendido en las élites
urbanas de toda América, utilizado como instrumento de control
socio-económico y político: el matrimonio. Este se constituyó en una
variable decisiva para establecer el tejido social mediante parentesco y
consolidar la posición social de la familia o del individuo, así como en
el medio para incorporarse a los grupos dirigentes que ostentaban el
control de los gobiernos municipales y la burocracia administrativa y
judicial y, por lo tanto, dueños de la puerta de acceso al poder
político.8

En resumen, cabe decir que los portugueses lograron que se les


abrieran las puertas de la sociedad santafesina pero, al mismo tiempo,
ésta les facilitó el ingreso y su integración. Quizás, un índice evidente
de tal situación pueda medirse a través de la permanencia de los
sujetos registrados muchos años después de las requisitorias. La
actas capitulares dan cuenta de varios casos de portugueses
compelidos a irse entre 1643 y 1650, que veinte años después aún
están en Santa Fe. El caso más relevante fue el de Juan Cardoso
Pardo, que ocupó su cargo de regidor hasta el momento de su
muerte; Albaro de Andrada tenía todavía su estancia en la zona del
Salado en 1662; Gonzalo Leyton fue elegido mayordomo de la ciudad
en el año 1663; Antonio Madera, capturado cuando maloqueaba indios
en la frontera de Paraguay y llevado preso a Buenos Aires alrededor
de 1635, remató una pulpería en diciembre de 1663; en 1671 Manuel
Gomez tenía una tienda en la ciudad; el 1º de enero de 1672 Domingo
Caraballo era elegido alcalde de la Santa Hermandad.

Estos casos sólo constituyeron emergentes representativos de una


realidad que parece extenderse al contexto de toda la sociedad.
Recurrentemente figuran también apellidos que sospechosamente
suenan portugueses; podemos preguntarnos: ¿cuántos no se
registraron en ambos llamados, cuántos llegaron después y como los
otros, se quedaron, en una sociedad para la que los parámetros de
integración corrían por otros canales? Una ciudad de frontera,
multiétnica en sentido amplio, con un grupo humano heterógeneo y
móvil, en constante recambio debido al comercio, al río, a las
vaquerías, consuetudinariamente permisiva, que tenía una capacidad
mayor de absorción de estos extranjeros, a los que ya no consideraba

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como tal, y una capacidad autogestionada de modelar sus propias


normas sociales.

Las familias de la élite santafesina, siguiendo una de las tantas lógicas


normativas que envuelve el comportamiento de los individuos en la
sociedad colonial, no guardaban mucha consideración hacia los
individuos que realizaban oficios manuales. Dejando de lado el posible
entredicho político que encerró el caso de Leyva, es interesante
reseñar las apreciaciones que sobre su persona se vierten en el
Cabildo. El 4 de febrero de 1626, el regidor Alonso Fernández Montiel
solicitó se revocara el poder otorgado a Domingo de Leyva (Gallardo)
como Procurador de Santa Fe ante la Audiencia de La Plata. El Alcalde
Juan López de Vargas hace su defensa, destacando que era hijo de
conquistador y persona benemérita, y que además se había
solventado los gastos del viaje por haber tenido en cuenta la pobreza
de la ciudad. Fernández Montiel le imputó a Leyva 'que siendo
muchacho conoció en él tal oficio de zapatero' y que ignoraba que
hiciese viajes al Perú para comerciar hacienda. El regidor Francisco
Rodríguez de Mansilla ratificó esto último.9

La encomienda y el prestigio de la élite

La pregunta que surge es ¿en esta sociedad cómo fue conformándose


la élite? Para lo cual enmarcaremos este proceso constitutivo,
señalando los condicionamientos del medio y las dificultades en la
ocupación del espacio, un espacio de 'frontera abierta y de guerra'.10
En una pequeña población de frontera, la necesidad diaria de
decisiones trascendentes ligadas a la supervivencia fue determinando
un sistema normativo dinámico que progresivamente se adaptó a una
historia particular. Mejorar la previsibilidad para aumentar la seguridad
constituyó un incentivo para innovar en las estrategias empleadas y
permitir un mejor entretejido de las relaciones entre individuos y
grupos. Se perfiló en el horizonte de esta sociedad el accionar de un
grupo de sujetos, los notables, los "políticos", los poderosos, en una
historia plena de incertidumbres donde cotidianamente se planteaban
necesidades urgentes, inmediatas y mediatas, individuales y
colectivas, para cuya resolución se manejaban las informaciones del
contexto específico y coetáneo.

Indicios y pruebas de variada índole nos ofrecen una sociedad no


unitaria constituida por una diversidad de redes de interacción social
que se intersectan entre sí, redes que forman un entramado y que
construyen, lo que Eric Wolf denominó para Nueva España el
santuario del poder (la cursiva es nuestra) "solamente los ricos y los
poderosos podían penetrar en él, gracias a un parentesco adquirido en
matrimonio o a ofertas de provechosa colusión. Así pues, los colonos
terminaron, inevitablemente, por dividirse en gente bien 'relacionada'
para quien todas las cosas eran fáciles, y en individuos carentes de
relaciones, que hallaban el camino cerrado por manos invisibles y sus
propiedades y fortunas disminuidas por falta de apoyos políticos. La
gente bien 'relacionada' triunfaba; pero los hombres sin relaciones
debían contentarse con un modesto rendimiento de su capital."11

La construcción social en Santa Fe giró, así, en torno a estrategias


que asignaron a unos pocos la riqueza circulante evitando, por un
lado, su disgresión y, por otro, monopolizándola. En el mismo

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sentido, sólo un pequeño grupo de familias accedió al control de los


resortes del poder local, realidad que se manifestó en la frecuencia
con que apellidos de ese grupo se revelan en relación a las principales
actividades de la ciudad. Si bien no nos encontramos ante una
sociedad cerrada -lo que no se obtenía por cuna podía lograrse por vía
matrimonial, y, en última instancia, una más o menos respetable
fortuna borraba cualquier oscuro pasado- el ser encomendero, el
"vecino feudatario" integrante del grupo fundador, significó de hecho
posicionarse en el pináculo de esta sociedad. Si nos detenemos en la
lista de encomenderos, vemos que los nombres nos indican la
pertenencia a sectores de la élite, propietarios de tierras, vinculados a
la actividad comercial y ganadera y al accionar capitular.12

Explicitemos esta última cuestión. Las encomiendas tuvieron en Santa


Fe características particulares. Fueron proveedoras de mano de obra,
lo que no escapó al patrón general, y se convirtieron, a pesar de ser
encomiendas muy pequeñas, en un sustrato básico para la economía
de la región, así como en un cimiento del poder político de los 'vecinos
feudatarios' locales -Pero Gómez, Alonso Fernández Montiel, Francisco
de Argañaraz, Pedro de Aguilera, Juan de Osuna, Diego Thomas de
Santuchos, Luis Montero, Antonio de Vera Mujica, entre otros-
quienes fueron al mismo tiempo estancieros, criadores de mulas,
accioneros de vaquerías y comerciantes. Con estas actividades
participaron en el comercio interregional que conectó este espacio con
otros. Una característica esencial de las encomiendas santafesinas
residió en la escasa posibilidad de extracción de excedentes por parte
de dichos 'vecinos feudatarios' y en la distribución y movilidad espacial
de las poblaciones indígenas; la presencia y permanencia de estos
rasgos favoreció el predominio del servicio personal, a pesar de las
Ordenanzas que intentaron suprimirlo.13

Las primeras encomiendas dadas en merced experimentaron grandes


dificultades causadas por las adversas condiciones existentes;
dificultades que trataron de superarse, a principios del siglo XVII,
apuntalando y resguardando las encomiendas con el sistema de
reducciones organizado también tempranamente, y que tampoco
logró estabilizarse en el transcurso del mencionado siglo. La
supervivencia del sistema de encomienda -si bien con pocos indios
encomendados y con un reducido número de encomenderos, en
correlación con la cantidad total de vecinos- permitió contar con mano
de obra/indio encomendado cuyo trabajo/servicio estaba diversificado
en distintas actividades urbanas, rurales y de transporte. En Santa Fe,
la encomienda no fue la base de la organización del sistema
económico; sin embargo, perduró durante todo el siglo XVII,
interrelacionándose con otras formas de trabajo, siendo utilizado por
los vecinos más pudientes, quienes cuentan de esta manera con un
recurso básico de mano de obra dependiente.

A diferencia de otras regiones, el grupo de encomenderos


santafesinos no constituyó el sector hegemónico de la élite; ésta
aspiraba a gozar del privilegio de poseer encomiendas, pero este
sector de la sociedad estaba integrado por sujetos sociales múltiples
que debieron recurrir a estrategias económicas dinámicas y variables
para poder así captar la cuota de excedente que los diferenciara del
resto de la población.

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Durante el siglo XVII podemos decir que el grupo encomenderil, el


que prácticamente se hallaba confundido con el mercantil/ganadero,
constituyó el sector de mayor relevancia. Lo comprueban casos como
el de Feliciano Rodríguez, vecino-encomendero, con estancias en el
Salado, en 'la otra banda' (Entre Ríos) y en Buenos Aires, que se
dedicó al comercio poseyendo barcas para el transporte fluvial, y que
al morir en 1606, dejó 21 barriles, 20 botijas y tres cántaros de vino
de la tierra y, sobre todo, 'treinta y cuatro ollas de hacer vino, una
caldera grande de cobre y una alquitara o alambique para destilar
alcohol del mosto'. Sus múltiples actividades le posibilitaron un muy
buen pasar, como el de construir casa con mirador "para poder vivir
en lo alto".14 O considerar el caso del Gobernador Hernando Arias de
Saavedra, Hernandarias, criollo, apreciado como uno de los hombres
más ricos de la época, con residencia efectiva en Santa Fe.

Antes de la mudanza de la ciudad se hacen conocer como criadores


de mulas: Manuel Fernández Espinosa, Adriano de Centurión,
Hernando Arias Montiel, Luis Montero, Antonio de Vera Mujica,
Cristóbal Suárez Altamirano, Francisco Jimenez de Figueroa, Juan de
Avila Salazar, Francisco Jimenez Naharro y Alonso Ramírez Gaete,
todos con estancias en el Salado.15 Este mismo grupo
encomenderil/ganadero/mercantil fue el que paralelamente comenzó a
manipular formas diferentes de posesión de indios de servicio
necesarios para sus actividades. El 14 de agosto de 1665, José
Martínez de Salazar autorizó a su teniente de gobernador, corregidor y
capitán de guerra de Santa Fe, capitán Don Zacarías de la Sierra
Morales, para que

"haga un recuento exacto de los indios guaraníes de todas las edades,


sexos y condiciones rescatados de la otra banda del Paraná, a título
de prisioneros de los charrúas y otras naciones...y si son todos, o
parte de ellos, de los que estaban reducidos y situados en la otra
banda del río Paraná, en la reducción de San Miguel del Uruguay, que
le dejaron y se retiraron a su gentilidad y lo demás del caso. Le manda
tome noticias ciertas de qué indios hay en dicha ciudad, y en poder de
qué personas paran".16

La primera pieza presentada fue Lucía, guaraní, de aproximadamente


18 años, declarada por el mismo Antonio de Vera Mujica, quien años
atrás había defendido la integridad del sistema de encomiendas. Otro
encomendero, Antonio Fernández Montiel, presentó 3 piezas; el
general Roque de Mendieta Zárate, encomendero, un indio
guayantirán; también el capitán Bartolomé Caro declaró piezas
rescatadas.17 Los nombres de los restantes, entre los que aparecen
muchos 'Don' y 'capitán', sugieren la participación de gran parte de la
élite santafesina: Capitán Bartolomé Márquez, Don Francisco de los
Ríos, Capitán Juan Domínguez Pereyro, General Antonio Godoy,
Capitán Francisco Jiménez Navarro, Capitán Diego López de Salazar,
Capitán Juan de Avila, Capitán Juan de Vega y Ros, Don Juan Torres
de Valladares, Capitán Juan Resquín, el Maestre de Campo José de
Arévalo, el Capitán Juan Gómez Recio, el Capitán Lázaro del Pesso,
entre otros.

El proceso por el cual las encomiendas santafesinas se transformaron


no puede desvincularse de aquél que nos remite a la construcción de

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esa sociedad, especialmente en lo referente a la conformación de la


élite, a la consolidación de un grupo de poder, que accedió al
privilegio de los repartos de piezas como estrategia de acumulación y
fuente de prestigio.

Las encomiendas santafesinas, en su primera etapa, absorbieron los


condicionamientos que le imponen las particularidades de la población
encomendada y las condiciones económicas de la región, y
perduraron en ese pequeño universo, transgrediendo las disposiciones
y normas jurídicas, hasta principios del siglo XVIII. Pero, ¿por qué se
mantuvieron, cuál fue el interés de los vecinos santafesinos, a qué se
sintieron acreedores? Como expresa Diego Thomás de Santuchos, en
1650, porque tiene 'sustento en esta ciudad casa principal con madre,
hermanas, sobrinos, y otros deudos' teniendo además otras muchas y
notorias obligaciones 'y es imposible con disposicion de tan poca
gente poder acudir dellas y a las continuas que se ofrecen en paz y
guerra de este servicio de su magestad en que de ordinario he sido
ocupado'.

Estos vecinos, que acudieron a la defensa territorial y que generaron


fuentes alternativas de ingresos -fuentes con mayor perspectiva de
acumulación que las provenientes de las pequeñas encomiendas que
poseían cuya mayor trabazón residía en su inestabilidad temporal y
espacial- manifestaron, no obstante, un interés desmesurado por la
obtención y conservación de esas mercedes. El ser vecino feudatario,
el poder controlar indios de servicio, más allá de los beneficios
económicos directos que pudieran obtener, los distinguió del resto de
la población, y los marcó con el sello del prestigio en una sociedad
que conservaba los parámetros peninsulares de diferenciación social.

Comercio y élite

Apreciemos otro de los aspectos fundamentales de la sociedad


santafesina, el comercio y la participación que en él tuvo la élite. Por
su ubicación, Santa Fe, tanto en su primer emplazamiento como en el
nuevo (y actual) a pocos kilómetros del anterior, era el paso obligado
de los mercaderes que, provenientes de distintos lugares de las
Gobernaciones del Río de la Plata y del Tucumán, recalaban y residían
temporariamente en la ciudad. El comercio le brindaba a la población
santafesina una serie de posibilidades. El mayor beneficio de ello lo
sacaban aquellos vecinos que lograban relacionarse y que controlaban
los recursos productivos. Recursos que, dadas las condiciones
naturales de su espacio, fueron creciendo, en particular, aquellos
derivados de la ganadería concentrados en profusas tropas de ganado
vacuno 'vaqueado' en estas regiones que marchaban camino al Alto
Perú, junto a la yerba y otros productos.

El comercio de esas mercancías generó un reflujo de bienes y de


metálico que será captado por los mejor ubicados en la escala social,
quienes, desde mediados de la década de 1640, fueron los que
pugnaron por el traslado de la ciudad, los que presionaron para el
otorgamiento del privilegio de puerto preciso y que, en consecuencia,
se quedaron con la parte más sustancial de riqueza que estas
actividades productivas y de tráfico proveyeron. Este grupo, el de los
más poderosos, los más prestigiosos, los más ricos, los mejor
ubicados políticamente, la élite, constituyeron el sector hegemónico

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de esta sociedad.

La progresiva constitución del vasto espacio peruano, con regiones


especializadas en diferentes producciones y con redes mercantiles que
movilizaban esas producciones hacia la zona altoperuana, generó un
compromiso creciente de Santa Fe que entró con vigor en esas redes
de comercialización. Antes del traslado, particularmente en la década
previa al mismo, se detecta una intensa actividad mercantil en la que
el mayor peso de participación residió en un grupo de mercaderes,
fleteros, apoderados, prestamistas y acopiadores de ganado
provenientes de diferentes lugares de ese espacio peruano, asentados
temporariamente en la ciudad y vinculados con un sector de la élite,
sector que no responde precisamente al grupo fundador y a sus
descendientes quienes seguirán apegados a la venta de ganado y a las
acciones de vaquería. Estos pasantes, que operaron en la ciudad
complementando sus actividades, adelantaban metálico y recibían
como pago, en la mayoría de los casos, vacas, 'haciendo ganado',
mulas y yerba, aunque en un principio, en lo que se refiere a estos
dos últimos productos, en forma muy modesta.

En el medio santafesino escaseaba la moneda, pero su valor era la


base sobre la cual se efectuaban las transacciones.18 Sobre el
consumo interno, los vecinos tenían un conocimiento relativamente
directo y completo, no sucedía lo mismo con la demanda externa;
todavía en esta sociedad pequeña y tradicional "la traducción de las
demandas externas a los productores locales constituye el dominio del
comerciante y sus agentes, quienes proporciona puentes logísticos y
de precio entre mundos de conocimiento cuyo contacto directo es
mínimo"19

El traslado de la ciudad a un emplazamiento más seguro y mejor


ubicado, así como la inmediata concesión del privilegio de puerto
preciso, señalarán un paso decisivo en la consolidación
socio/económica de Santa Fe, generando un punto de inflexión
histórica hacia una etapa diferente. Ambos hechos se interrelacionarán
profundamente, indicando el inicio de un profundo y decisivo cambio
en comparación a la etapa que se había iniciado con la fundación
misma de la ciudad. Referencias documentales nos indican que el
privilegio del puerto preciso se concedió en 166220, pero aún cuando
el privilegio se haya concedido en fecha posterior, contamos con
elementos para pensar que, probablemente, el grupo gestor e
impulsor del traslado de la ciudad se confunde con el que presiona
para el otorgamiento del privilegio y se encontrara, al mismo tiempo,
en inmejorable posición para aprovechar tales ventajas. Sin la
concesión del Puerto Preciso ¿cuánto más de ventajoso resultaría el
nuevo sitio para los vecinos, para la ciudad en su conjunto?
Interrogante que no tiene aún consistentes respuestas. Si bien
debemos tener en cuenta que, en realidad, este privilegio no fue
respetado totalmente y que, Buenos Aires y Asunción, resistieron su
vigencia desde el momento mismo de su implementación, no puede
negarse que este hecho imprimió un sello notable a la ciudad y a su
hinterland.

Es, entonces, en torno al momento del traslado (1650-1660) cuando


la realidad santafesina comienza a sufrir decisivas transformaciones.
Junto con la movilización hacia el nuevo sitio, asistiremos a un

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proceso en el cual algunos sujetos de familias notables se embarcaron


ellos mismos en los circuitos mercantiles, abriendo entonces las
puertas hacia nuevas posibilidades económicas, a través de un
proceso de diversificación de actividades. Quienes iniciaron este
camino, contaron con algunas ventajas: conocían el espacio y los
ritmos, tenían vínculos familiares con las familias poseedoras de
estancias o acciones de vaqueo o eran, ellos mismos, terratenientes
y/o accioneros, pudiendo contar con la mano de obra necesaria para
sostener la producción mular, realizar vaquerías en la otra banda del
Paraná, cruzar el ganado por el río y organizar tropas que marchaban
hacia Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta o Jujuy.

El caso quizás más paradigmático sea el de los Vera Mujica21, quienes


reciben un escaso legado familiar de su madre María de Esquivel,
consistente sobre todo en ganado y algunos esclavos.22 Sin
embargo, el período posterior al traslado de la ciudad nos muestra a
los hermanos Vera convenientemente ubicados, con mayores
recursos económicos y reconocidos social y políticamente. En 20
años, las posiciones de fuerza han cambiado ¿Cuáles han sido las
condiciones que han permitido la transformación? Vera Mujica se
encuentra vinculado a la producción de ganado, pero a ello se agregan
ahora las mercancías de Castilla y, sobre todo, la yerba. Los tres
hermanos ocupaban posiciones en el espacio de circulación
interregional (Potosí, Buenos Aires, Santa Fe) que les permitía,
seguramente, un acceso más directo y dinámico al circuito de
producción-comercialización, en el que estaban insertos.

Potencia este proceso de transformación, el 'avecinamiento' en Santa


Fe de hombres con caudales habidos en el comercio con 'el Pirú' a
través del casamiento con hijas de familias notables para la ciudad,
pero encerradas en un circuito económico que les impedía
desarrollarse. Teniendo en cuenta hasta qué punto Instrucciones,
como la de Mendo de la Cueva de 1640 para los mercaderes donde se
establecía que las autoridades pondrían 'particularísimo cuidado y
atención' en despacharlos a la brevedad a la ciudad de su domicilio,
impidiendo su avecinamiento porque 'se acarrea un gran servicio de
Dios por la mala vida que tienen' fueron respetadas por la sociedad
santafesina, en particular por un grupo, que si bien mantiene el
control, era permeable al ingreso de nuevos miembros, siempre y
cuando significaran un aporte de tipo económico. Esas familias
ofrecían tierras, ganado y apellido a extraños que llegaban a la ciudad
como 'estantes', 'pasantes'; este mecanismo extiendió y bifurcó un
entramado de redes con poderosas vinculaciones regionales.

Apreciemos el caso de Miguel Diez de Andino, hijo del gobernador del


Paraguay, fuertemente comprometido en el comercio yerbatero, quien
llegó a la ciudad como comerciante y dueño de una barca, la 'San
Buena Bentura',23 y que se casó con Petrona Alvarez de la Vega,
proveniente de familia con estancias en el Salado. Mientras Miguel
llevó al matrimonio "...caudal crecido..." Petrona no aportó dote.24
Este patrón se repitió, planteando la estrategia tanto de algunas
familias empobrecidas que de esta manera mejoraban notablemente
su situación, como la de los recién llegados que, a través del
matrimonio, obtenían el acceso a la sociedad local y a los resortes de
su economía.

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Otro caso es el de Luis Romero de Pineda, que llevó carretas cargadas


desde Santa Fe hasta Córdoba y Mendoza. Cordobés, hijo de un
mercader del mismo nombre, y que llegó Santa Fe con su padre, hizo
negocios con Antonio Alvarez de la Vega que le alquiló su estancia
para concentrar ganado. Durante sus estadas en Santa Fe, concertó
su casamiento con la hija de Alvarez de la Vega, Antonita, que aportó
como dote, según escritura del 17 de abril de 1651, media legua de
tierras en el Cululú.25 De ahí en más, acumuló más tierras a expensas
de antiguos pobladores, contando con el capital que provenía del
comercio. Sus hijas se casaron con Juan Gómez Recio y con Cristóbal
Gómez Recio, de reconocida familia. Ocupó, en 1666, un escaño en el
cabildo, al que volverá diez años después. En 1668, organizó una
vaquería en la otra banda del Paraná en sociedad con su yerno, Juan
Gómez Recio, por el derecho a vaquear heredado por éste del
segundo de sus abuelos y, en la década del setenta, lo encontramos
participando activamente en el tráfico de ganado.26

Es el espacio interior al cual Santa Fe y sus hombres se vinculan a


través de una compleja e intrincada dinámica -donde entran no sólo la
plata altoperuana sino un sin número de producciones regionales que
circulan en diferentes direcciones- el que adquiere relevancia en
nuestras consideraciones. Fue esa creciente función redistributiva
hacia un mercado interior progresivamente complejizado, lo que signó
con un profundo sentido 'articulador' a la ciudad de Santa Fe. Es
interesante apreciar cómo se marca la tendencia irreversible hacia la
conformación del mercado, generada como resultado de factores
endógenos y exógenos, pensando en procesos generalizables, en una
cierta historia común, pero, simultáneamente, rescatando las
diferencias zonales con sus condiciones específicas.27

El proceso esbozado para Santa Fe guarda rasgos similares al


analizado por J. Gelman para Buenos Aires.28 La autotransformación
de la élite y los rasgos de una economía que apoyándose en los
recursos locales, en el uso de mano de obra compulsiva, en las
vaquerías, etc, combinó el comercio de las llamadas 'monedas de la
tierra' con la circulación monetaria. De esta manera, las producciones
locales y el metálico quedaban integrados, procediendo al cambio y al
refinancimiento de nuevas operaciones.

Un sector de la élite, el que como hemos visto logró vincularse a los


circuitos de circulación mercantil interregional, comenzó a
diferenciarse del resto cuando logró involucrarse directamente en la
circulación del ganado, cuando se insertó en el engranaje de este gran
negocio que aseguraba el acceso al metálico. Aparecieron sujetos que
se encargaban de recoger el ganado en alguna estancia del Salado y
vendérselo directamente a los fletadores, comerciantes, apoderados
realizándose el pago en metálico.29

Si bien, tempranamente, los santafesinos agregaron a sus actividades


específicamente ganaderas, las de un comercio probablemente muy
limitado en sus orígenes, éste adquierió un giro realmente importante
cuando se articuló de manera creciente a la producción yerbatera que
bajaba desde la zona paraguaya, al que acompañó en menor medida,
el tabaco. Aunque inicialmente productos como los lienzos, vino,
azúcar ocuparon un lugar destacado en este tráfico, fue en torno a la

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yerba, como hemos dicho, donde la ciudad encontró sus mejores


opciones siendo el producto que desde fines de la década del sesenta
le permitió relacionar la región con la economía peruana. Tal como
expresa Juan Alvarez "el monopolio del río era sin duda importante
porque con él toda la yerba consumida en las posesiones españolas
de América tenía necesariamente que ser descargada en Santa Fe y
conducida por carretas santafesinas".30 Obviamente, y aunque el
proceso estuviese lanzado desde el momento mismo de su fundación,
la concesión del privilegio del puerto preciso fue decisiva para la
suerte de la ciudad. Un amplio abanico de nuevas posibilidades
económicas posibilitó la conexión con espacios de mayor circulación
de metálico en una sociedad donde éste escaseaba, la reproducción
de múltiples actividades, el tráfico de mulas y vacas, y la fletería, todo
lo cual generó el desarrollo de este enclave litoral.

La yerba había crecido en forma sostenida, a partir de 1630, como


'producto exportable paraguayo', desplazando a los otros productos
mencionados. Precisamente, el momento decisivo de ampliación del
comercio de yerba se dió en torno a la concesión del privilegio de
puerto preciso,31 cuando podemos ver directamente a los
santafesinos en tratos de importancia. La ciudad se transformó en
este período en el centro más importante de redistribución de yerba y
esto se evidenció en el protagonismo de este producto en las
transacciones.32

Los santafesinos que comerciaban con ganado también lo hacían con


yerba, a la que en mucha menor proporción acompañaban el tabaco y
otros géneros, entre otros podemos citar a Alonso Fernández Montiel,
Luis de Figueroa, Antonio de Vera Mujica, Antonio de Godoy. Se
montaron sobre las redes mercantiles urdidas a partir del vacuno y
aprovecharon los vínculos establecidos previamente con Asunción
para viabilizar el comercio yerbatero. La forma en que se operó
presenta múltiples variables, como en el caso del comercio de vacas.
Apareció tanto la gestión directa sobre la compra de yerba en el
Paraguay, la compra a intermediarios, como la habilitación con
metálico o a través del adelantamiento del producto.

Es interesante visualizar la actuación de Antonio de Vera Mujica quien


se destacó decididamente en la función pública y militar no sólo en la
misma Santa Fe, sino en todo el ámbito regional. En 1684, ejerció
como gobernador del Paraguay donde se comportó como un activo
organizador de la producción yerbatera.33 No olvidemos que él
mismo se vinculó tempranamente al tráfico de yerba y se encontró
comprometido en tratos de magnitud. No resulta difícil apreciar los
beneficios múltiples que la ocupación de esta jerarquía debió
granjearle a él y a los intereses vinculados a sus negocios,
estableciendo relaciones con sectores ligados a la producción de yerba
de la élite asunceña, y ampliando el papel que le cabía a Santa Fe en
todo el circuito de comercialización de la yerba. Su red tenía un
alcance regional de amplio espectro ya que, como vimos, abarcaba los
dos ejes Asunción/Potosí en donde su hermano ocupaba una posición
privilegiada.

Familia y élite

En estos espacios urbanos, los grupos familiares formaron sociedades

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organizadas por vínculos de parentesco alcanzando posiciones


económicas, sociales y políticas con base en su estatuto y grupo
étnico. Las conexiones creadas por matrimonio, hijos y parentescos
colaterales aseguraron la existencia de un núcleo de soporte familiar.

Las estrategias de poder a que recurrieron los vecinos surgieron de la


misma situación colonial que configuró la naturaleza de las relaciones
sociales con la conformación de un pequeña élite dentro de la cual las
categorías de parentesco, económicas, jurídicas, religiosas, etc
aparecieron entrelazadas conformando una dimensión colectiva que
se reflejó en ámbitos diversos, como el accionar del Cabildo o en las
pautas para organizar compañías de comercio.

También en Santa Fe, única ciudad en un extenso e inestable


territorio, se conformó un grupo de poder cuya denominación común
fue el control de los recursos y el manejo de la política local. Los más
ricos y prestigiosos miembros de esta sociedad formaron un grupo
corporativo entre quienes se establecieron lazos de solidaridad. Una
conducta previsible, en una pequeña sociedad, con un mercado
matrimonial restringido y con recursos escasos. Las principales
familias constituyeron un universo de posibles asociaciones y
parentescos; como consecuencia lógica de estos comportamientos
esta sociedad muestró un alto grado de vinculación del grupo blanco.
La descendencia de Juan de Garay, emparentada con los
descendientes del adelantado Don Juan de Sanabria y del fundador de
Córdoba, Gerónimo Luis de Cabrera,34 ilustra estos mecanismos.

Los rasgos de este proceso fueron muy dinámicos, caracterizando a


esta élite que debió redefinir sus estrategias económicas y sociales, de
acuerdo a coyunturas variables, conteniendo a algunas familias y
expulsando a otras que no se adecuaron a los cambios. Un elemento
básico de esta conducta provino de las estrategias matrimoniales.
Siendo el matrimonio uno de los principales mecanismos para adquirir
y mantener riqueza y posición social, la elección del cónyuge resultaba
decisiva. Si nos detenemos en el grupo de encomenderos,
observamos que los apellidos emparentados por vía matrimonial,
indican la pertenencia a sectores de la élite vinculados a la acción
capitular, a la actividad comercial y ganadera.35

La genealogía de algunas familias principales nos aportan datos acerca


de las normas que pautan la elección del cónyuge, Antonio de Vera
Mujica se había casado con Melchora Arias Montiel perteneciente a una
de las primeras y más reconocidas familias. Entre sus yernos, el
general Antonio de Godoy, teniente gobernador de Santa Fe e
importante comerciante en yerba, y el Capitán Francisco Ruiz de
Cabrera, descendiente de los fundadores de Córdoba y de Santa Fe.
Uno de sus hijos se había casado con Juana Ventura López Pintado,
hija del principal empresario de vaquerías de Santa Fe. Otro caso,
Alonso Fernández Montiel, que fue gobernador del Paraguay entre
1683 y 1685, casado con Juana Belmonte, también perteneciente a la
élite. Sus hijas se casaron con Cristóbal Jiménez de Figueroa, activo
comerciante de ganado, con Lázaro del Peso, Miguel de Santuchos y
Juan Lasso de la Vega, todos de destacada actuación en el ámbito
capitular. El conflicto por la herencia del Capitán Diego Resquín indica
el emparentamiento de varios grupos familiares asentados
inicialmente.36

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Puede constatarse el papel cumplido por la familia, el parentesco y las


redes informales de vínculos primarios en la historia colonial. La
ligazón de estos vínculos a la actividad empresarial caracterizaba
también el comportamiento de estos sectores como otra estrategia
para acumular recursos y prestigio. El parentesco era un componente
elemental en la conformación de cualquier empresa si consideramos
que no existían estructuras contractuales, que regularan las
sociedades a largo plazo, para la organización de los negocios. En
este contexto, el que un socio fuese también un pariente ayudaba al
control de la incertidumbre de toda operación pactada en estos
términos.

El parentesco y las redes familiares definían así una fuerte


personalización de los negocios. A falta de otras seguridades, el trabar
lazos económicos con los parientes constituía una suerte de reaseguro
frente a los peligros inherentes al control de circuitos y espacios tan
dilatados y lejanos. El tener una parentela dilatada generaba entonces
un doble beneficio. Por una parte, y como el emparentamiento se
daba frecuentemente entre miembros de las familias de la élite,
subyacían sentimientos de identidad colectiva de pertenencia a un
mismo grupo social. Por lo demás, era una conducta esperable que un
'pariente' fuera solidario y leal frente a las 'filtraciones' que podían
ofrecer las empresas emprendidas. En esta red participaban no sólo
los parientes consanguíneos (padres-hijo, hermano-hermano,
tío-sobrino), sino también político (suegro-yerno, cuñados y
concuñados) y ritual (compadres). Las relaciones familiares (como
parte de toda la red de relaciones personales que urdían la economía
colonial), intersectan constantemente el ámbito de lo económico, y le
otorgan especificidad a esta realidad que analizamos.

Veamos, por ejemplo, el caso de Alonso Fernández Montiel quien tenía


con el Capitán Josep de León y Zárate, su cuñado, negocios de yerba
en común y una barca en sociedad que hace la carrera del Paraguay.
En octubre de 1674, una carta de deuda y obligación revela que
Montiel debe a Antonio de Godoy, yerno de Vera Mugica, 800 @ de
yerba del Paraguay, por otra cantidad que su cuñado 'tuvo en sus
manos'.37 Luis Gómez y Gregorio Benítez son cuñados hacen una
compañía con Martín de Vera para entrar a vaquear en el Valle
Calchaquí "luego y cada y cuando que por parte del dicho don Martín
de Vera se les pida y ordene los hagan".38 Por su casamiento con
Diego de Ledesma Valderrama, Miguel Diez de Andino le otorgó a su
hija Josepha una dote que incluía 4.775 pesos en géneros, 19.562
pesos en especie y 2.136 pesos. Era una dote excepcional para los
valores que son habituales en Santa Fe. Ledesma Valderrama era
socio de Andino en el comercio de yerba. La dote contiene una alta
significación en el sentido que estamos argumentando, ya que
actuaba como un reaseguro del vínculo económico a través de la
alianza matimonial.39

El papel de las redes de vínculos primarios no es sino un aspecto de


los lazos personales de la estructura económica global. La ausencia de
un contexto institucionalizado y seguro llevaba hacia el ejercicio de
formas personalizadas donde la trabazón de solidaridades constituían
la materia prima de las asociaciones; esta misma condición contenía el
germen de conflictos y contradicciones. Las obligaciones contraídas, a

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veces sólo una carta, los acuerdos secretos, los tratos de palabra, y la
profusión de todas estas formas que hacían eje frecuentemente en los
lazos de reciprocidad contraídos, determinaban que toda operación se
asentase sobre bases poco perdurables. Lo intrincado de estos pleitos
donde se encadenan conflictos, donde se mezclan e intervienen una
multitud de sujetos dan prueba de ello. Podemos mencionar el sonado
pleito entre Hernandarias y el Alcalde Hernando de Osuna por la
acción de ganado de 'la otra banda' (1636); entre el Capitán Pedro
Arias Gaitán contra Juan de Osuna, vecino encomendero, por la
posesión y feudo del indio Alonso (1646); entre el Capitán Juan de
Cifuentes contra el capitán Alonso Montiel sobre posesión del feudo y
encomienda de indios (1647); entre el Capitán Juan de Cifuentes
contra el Capitán Diego Thomás Santuchos por cobro de 600 pesos
(1648); entre Francisco Gómez Recio contra Feliciano Torres por
razón de haberse ahogado un negro esclavo de dicho Recio en
servicio de Torres (1661); entre Miguel Martín de la Rosa y Juan
Resquín sobre mejor derecho a dos cuerdas de tierra (1664), etc. En
estos casos, los testigos presentados por las partes dan muestras de
las solidaridades e intrincadas redes establecidas.

A manera de conclusión

El tratamiento del tema de la élite santafesina presupone considerar la


idea de proceso. Este proceso significó una tarea de construcción por
parte de los sectores dominantes que fueron delimitando sus normas
de acción a partir del aprendizaje histórico. Una tarea creativa que
estuvo plagada de tensiones y contradicciones. Un grupo de hombres,
que si bien provienen de otros núcleos poblados, deben comenzar a
construir una nueva historia en un sitio diferente, con condiciones y
recursos materiales, humanos y económicos también diferentes, en
un proceso de adaptación/integración que debió considerar una
multiplicidad de factores para no fracasar.

Observación: El texto de las fuentes incluidas ha sido modernizado.

SIGLAS

ANB Archivo Nacional de Bolivia.

ANA Archivo Nacional de Asunción, SH Sección Historia.

EP Escrituras Públicas, Departamento de Estudios Etnográficos y


Coloniales de Santa Fe.

EC Expedientes Civiles, Departamento de Estudios Etnográficos y


Coloniales de Santa Fe.

ACSF Actas del Cabildo de Santa Fe, Archivo General de la Provincia


de Santa Fe. CDA Colección Diez de Andino.

MEJBA Museo Etnográfico Juan Bautista Ambrosetti, Buenos Aires.

NOTAS

1. Para la repoblación del litoral, Garay "levantó ochenta soldados,


todos los más hijos de la tierra" que se asentaron inicialmente en
Santa Fe, en Díaz de Guzmán, Rui. Historia del descubrimiento,

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población y conquista de las Provincias del Río de la Plata . Plus Ultra.


Buenos Aires, 1619 /1612/, p. 280.

2. Informe Góngora al Rey, 20-5-1622, en CERVERA, Manuel M.


Historia de la ciudad y provincia de Santa Fe. 1573-1853. , T.III,
Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 1979, pp. 384; Vázquez de
Espinosa, Antonio Compendio y descripción de las Indias Occiden
tales. Transcripto del manuscristo original por C. Upson Clark.
Washington, Smithsonian Institution, 1948.Vol.108, Cap.46;
CERVERA, Manuel M., op. cit. , II, p. 52.

3. DIAZ DE GUZMAN, Rui. La Argentina . Libro III, Cap XIX. Plus Ultra.
Buenos Aires, 1969, p. 280.

4. KONETZKE, Richard. La emigración española al Río de la Plata en el


siglo XVI. En Miscelánea americanista - Homenaje a D. Antonio
Ballesteros Beretta (1880-l949) - C.S.I.C. III, Madrid, 1952, pp.
350-355.

5. Carta del Tesorero Hernando de Montalvo al Rey, Buenos Aires, 12


de octubre de 1585. En Roberto Levillier. Correspondencia de los
oficiales reales de hacienda del Río de la Plata con los reyes de España
, T. I, Sucesores de Rivadaneyra, Madrid, 1915, pp. 361-387.

6. Véase nuestro trabajo "Los inmigrantes portugueses en Santa Fe la


Vieja: estrategias parentales, económicas y sociales de integración".
Ponencia presentada a las XIV Jornadas de Historia Económica ,
Córdoba, Argentina, 4 al 6 de mayo de 1994.

7. Son varias las órdenes de expulsión y vigilancia de los lusitanos


llegados al Río de la Plata, arribados sin la debida licencia oficial. Una
de ellas, la Real Cédula del 7 de enero de 1641, dictado contra los
portugueses habitantes de estos pueblos de Santa Fe, Buenos Aires y
Corrientes, la hace cumplir el Gobernador Gerónimo Luis de Cabrera
en momentos en que se temía que la sublevación de Portugal y
separación de España fuera aprovechada por los estantes portugueses
en las colonias para provocar revueltas. En Santa Fe, el desarme y
manifestación de las armas que tuvieron ordenada en 1643, la efectúo
el Teniente de Gobernador Hernando de Tejeda y Mirabal y en su
ausencia, el General Cristóbal de Garay ordenando que los
desarmados y revisados manifestaran nombre, edad, oficio,
naturaleza, estado, hacienda, familia, tiempo de estadía y permiso con
el que entraron, todo ello bajo pena de la vida y 'perdimento de los
bienes', en TRELLES, Manuel R. Revista del Archivo General de Buenos
Aires , T. III, Imprenta del Porvenir, Buenos Aires, 1871, pp. 142
-263. EC 54, Leg. 36. Año 1650. Registro de los portugueses en Santa
Fe, 1647/48.

8. LAVRIN, Asunción."La mujer en la sociedad colonial


hispanoamericana", en BETHEL, Leslie. Historia de América Latina 4.
América latina colonial: población, sociedad y cultura . Barcelona,
Cambridge University Press-Editorial Crítica, p. 113.

9. ACSF T.II, fs 256 v a 258 v, 4-2-1626.

10. ARECES, Nidia R. et. al. "Santa Fe la Vieja. Frontera abierta y de


guerra", en Memoria Americana II , Instituto de Ciencias

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Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires,


1993, pp. 7- 40.

11. WOLF, Eric. Pueblos y culturas de Mesoamérica . Ediciones Era,


S.A.. México, 1967 (1º ed. inglés 1959), pp. 204 - 205.

12. ARECES, Nidia y Griselda TARRAGÓ. "Vecinos y encomenderos de


Santa Fe, siglo XVII. Estrategias y transgresiones". Ponencia V
Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia y 1a. Jornadas
Rioplatenses Universitarias de Historia , Montevideo, Uruguay, 1995.

13. Ordenanzas de Alfaro. Leyes de Indias , Libro V, título 17. Ver


CERVERA, Manuel. op.cit. , T.I, p.280.

14. EC 52, fs. 116-130. Año 1638.

15. FERNANDEZ DIAZ, Augusto. Juan de Garay. Su vida y su obra.


Rosario, Molachino, 1973, p.557.

16. EC 57, Leg. 99. Año 1666. "Autos y diligencias hechas por el
Capitán Juan Zacarías de la Sierra Morales corregidor y justicia mayor
de esta ciudad de Santa Fe en virtud del orden del señor presidente,
gobernador y capitán general de esta provincia sobre los indios,
indias, muchachos y muchachas que tienen los vecinos de esta ciudad
rescatados de la otra banda del río Paraná de esta jurisdicción."

17. A través del rescate, los santafesinos recuperaban para su servicio


indios ya desnaturalizados que se encontraban cautivos de otras
tribus indígenas, en este caso, de los charrúas. Ver Nidia R. ARECES,
Silvana LOPEZ y Elida REGIS. "Relaciones interétnicas en Santa Fe la
Vieja. Rescate con charrúas", en Reflexiones sobre el V Centenario ,
UNR Editora, Facultad de Humanidades y Artes, Rosario, 1992, pp.
155-183.

18. LOPEZ, Silvana y Elida REGIS. Informe de avance sobre fletes.


PID/CONICET, Proyecto "La élite santafesina en el siglo XVII: Bases
socio-económicas y estrategias de poder", 1995. Se han comprobado
127 operaciones de venta y transporte de mercaderías en la década
de 1640. Entre 1641-1645, el promedio es de 20 operaciones por año.
De las 127 operaciones la mayor parte es de ganado vacuno,
siguiendo en importancia la yerba. Con respecto a los 46 fletamentos
detectados en la década, son realizados por 21 fleteros de los cuales
sólo dos son de Santa Fe, y del resto la mayoría vecinos de otras
ciudades.

19. APPADURAI, Arjun. La vida social de las cosas. Perspectiva


cultural de las mercancías . Grijalbo. México, 1986, p. 61.
Introducción.

20. ANA SH 8, 2. Real Cédula que crea el puerto preciso en Santa Fe;
ANA SH 8,3. Acuerdo en el que se pide al Real Consejo de Indias
sobreseer el cumplimiento de la real cédula de creación del Puerto
Preciso de Santa Fe.

21. Martín de Vera y Gutiérrez, natural de la Gran Canaria, donde al


igual que su padre, fue Regidor y Cap. de Infantería. Se desposó con
Doña Ginebra de Muxica, en la que tuvo a Juan de Vera Mujica, Ana de

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Vera Muxica, Martín de Vera Mujica , Sebastián de Vera Mujica,


Francisco de Vera Mujica, García de Vera Mujica, Catalina de Vera
Muxica, Salvador de Vera Mujica.

Martín de Vera Muxica se casó en Palma con Doña Sebastiana


Manrique de Acuña. Tuvieron a : Martín de Vera Mujica y Manrique de
Acuña . Encomendero, Regidor y Capitán del Presidio de Buenos Aires.
Se casó 2 veces: con Isabel de Monroy y con Doña Agueda de
Valdivia; Sebastián de Vera Mujica y Manrique de Acuña , bautizado en
Las Palmas el 23 de octubre de 1580, pasó al Río de la Plata en 1607,
habiendo hecho antes de embarcarse en Las Palmas información de
nobleza. Se radicó en Santa Fe donde fue maestre de campo,
encomendero de Colastiné, Regidor y Alférez Real en 1624. Se casó
con María de Esquivel y Nájera, natural de Santa Fe, fallecida bajo
disposición testamentaria el 6 de julio de 1650 (hija de Tomás de
Nájera, español, poblador y encomendero de Santa Fe, Teniente de
Gobernador y Justicia Mayor, y de doña Jerónima de Esquivel,
española.Tuvieron a : Antonio de Vera Mujica y Esquivel, Pedro de
Vera y Esquivel, fallecido soltero, Martín de Vera y Esquivel, fallecido
soltero. Antonio de Vera Mujica y Esquivel . Nacido en Santa Fe en
1620, Capitán de Caballos del Presidio de Buenos Aires en 1640,
Alcalde de la Santa Hermandad en Santa Fe desde 1643 a 1648.
Regidor y procurador general, Gobernador de Córdoba durante pocos
días, Gobernador de Paraguay en 1684, Sargento Mayor del Presidio
de Buenos Aires. Tomó parte en varias expediciones en el valle
Calchaquí y comandó las tropas de asalto de la Colonia del
Sacramento en 1680. Contrajo enlace en Santa Fe con Doña Melchora
Arias Montiel (hija de Hernando Arias Montiel y de Doña Francisca
Maldonado; nieta de Alonso Fernández Montiel, Escribano y Regidor
de Santa Fe en 1580, y de Doña Isabel Arias)./"Hernado Arias Montiel,
mantuvo su residencia en Santa Fe, donde en las décadas de 1630 y
1640 nacieron al menos once hijos: doña Catalina, doña Melchora,
Pedro Ignacio, Bernabé, doña Antonia, doña Francisca, Hernando,
Miguel, Gabriel y Cristóbal, todos los cuales usaron el apellido Arias
Montiel". LAZCANO COLODRERO, Arturo G. Linajes de la gobernación
del Tucumán . Córdoba, Talleres Gráficos Biffignadi, 1969. T.III, pp.
473-484. Este autor refiere que Martín de Vera y Esquivel falleció
soltero, mientras que nuestra indagación documental lo hace casado
en tres oportunidades residiendo como Juez en la ciudad de La Plata.

22. EP I, fs.139 a 142, 6 de junio de 1650.

23. EP IV, fs. 474 v/475, 7 de mayo de 1674. En 1674 dice 'que está
camino a la Asunción del Paraguay [su barca] despachada desta
ciudad adonde estoy de asistente de viaje al Pirú otorgo que devo al
General Antonio Godoy teniente de gobernador' con 752 arrobas de
yerba del Paraguay por otras tantas que le prestó.

24. AGPSF CDA Carpeta 5.

25. Perteneciente a la estancia de los Resquín, padre de Francisca la


madre de Antonita, hija de Diego Suárez Altamirano y de doña María
Resquín, nieta de Diego Suárez, portugués, y de doña Ana Matute
Altamirano, familias beneméritas.

26. El 7 de julio de 1674 se celebra una escritura de fletamento entre

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Antonio de Echave y Luis Romero de Pineda por la que el segundo


debe llevar hasta el paraje de los Choromoros en Tucumán 24.000
cabeza de ganado vacuno donde habían de invernar, haciéndose
cargo de los costos y cobrando por el flete la mitad de las vacas
transportadas. EP IV, fs.523-525.

27. ASSADOURIAN, Carlos Sempat. "Integración y desintegración en


el espacio colonial", en Juan Carlos Grosso y Jorge Silva Riquer
(comp). Mercados e Historia . Instituto Mora, México, 1991, pp.
142-143.

28. GELMAN, Jorge D. "Economía natural-economía monetaria. Los


grupos dirigentes de Buenos a principios del siglo XVII", en Anuario de
Estudios Americanos , Tomo XLIV, Sevilla, 1987, pp. 89-107.

29. Por ej. Antonio de Vera Mujica consigue una licencia de María de la
Rossa, heredera del Cap. Cristóbal de Domínguez para vaquear en la
"otra banda" hasta 30.000 vacas, por lo cual cobra 1.000 vacas
entregadas en el Salado Grande, en EP IV, f. 58. Escritura de deuda
del 7 de agosto de 1674 de Alonso Fernández Montiel y Juan de
Basualdo, perteneciente a familias de la élite, con Juan de Miranda,
por 7.390 pesos que se compromenten a pagar en 14.780 vacas a
entregar en Santa Fe para enero de 1675, en 'una sola paga, todas
juntas', en EP IV, fs. 490 v. a 491 v. En la misma fecha, dicho Juan de
Miranda firma otra escritura con Pedro de Mitre y Juan de Aguilera,
vecinos de Santa Fe, por 1.624 vacas a 4 reales c/u, en EP IV, fs. 492
a 493. Antonio Suárez Altamirano y el Alférez Pedro de Lencinas,
vecinos moradores de Santa Fe, el 19 de junio de 1674 declaran deber
en mancomún a Antonio de Echave, mercader residente, 9.000 vacas
por 4.500 pesos en reales de a ocho previamente pagados 'puestas y
entregadas una legua desta ciudad entre los rios Salado y Saladillo
donde acostumbran hacer dichas entregas de ganado', aclarando que
en caso de creciente del Paraná deberá esperar la bajante, y en caso
de que no baje, Echave podrá comprar ganado a quien lo tenga a
costa de los vendedores, en EP IV, fs. 520 a 520 v. Juan de Basualdo
declara el 19 de junio de 1674 que le debe al mismo Echave 4.500
vacas que previamente ha pagado a 4 reales por cabeza, a entregar
en las mismas condiciones que en el anterior en febrero de 1675, en
EP IV, fs 521 a 521 v. Cristóbal Domínguez, vecino morador de Santa
Fe. declara el 20 de julio de 1674, que le debe al mismo Echave,
8.000 vacas compradas bajo las mismas condiciones, EP IV, fs. 530 a
530 v.

30. ALVAREZ, Juan. Ensayo sobre la historia de Santa Fe . Colmegna,


Santa Fe, 1910, pp. 140-141.

31. Para los años 1660-1680 entran en Santa Fe (sin incluir la


producción de las misiones jesuítas del Paraguay) alrededor de 25.000
arrobas anuales. Véase GARAVAGLIA, Juan Carlos. Mercado interno y
economía colonial . México, Enlace/Grijalbo, 1983, pp.68-70.

32. Veamos, por ejemplo, el siguiente caso: Francisco de Ledesma


Valderrama, vecino de Santiago del Estero, dice que su
hermanoMartín de Ledesma Valderrama otorgó escritura de
fletamento de 105 tercios de yerba en el puerto de Buenos Aires en
favor del Sargento Mayor Francisco de Palacio para que él los fletara

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desde Santa Fe "donde los tenía para la de Jujuy". Los tercios pesan
702 arrobas y 1 libra, más 4 tercios y 3 sacos de tabaco que
pertenecen a Matías Pardo Baños. En el fletamento se agregan otras
753 arrobas y 24 libras de yerba, y se utilizan cinco carretas con
sesenta bueyes, en EP IV, f. 424, 19 de setiembre de 1674.

33. "El sucesor de Diez de Andino, Antonio de Vera Mujica ante la


repetición de los beneficios simples y el alarmante estado de los
tributarios de los pueblos pròximos a Asunción..., decide exonerar de
la carga del beneficio general a una serie de pueblos: Tobatí, Los
Altos, Atirá, Guarambaré, Ypané e Itá. Estos se reservarán para los
mandamientos de navegación y las tareas relacionadas con las
entradas de guerra al Chaco y las fortificaciones. En cambio, afirma,
"...ay Pueblos de donde se puede suplir con mucho descanso por
estar tierra adentro convezinos a dichos yervales y que ajustandose a
las dichas ordenanzas Reales se adjudicaran a estos Beneficios como
los estavan los de la Villa Rica del Espíritu Santo". De este modo,
podemos ver cómo el gobernador coordina los intereses de ciertos
grupos -en este caso, los encomenderos de los pueblos exonerados
de acudir al beneficio, a quienes explícitamente nombra y todos los
empresarios que necesitaren de marineros y auxiliares para la
navegación- y decide hacer recaer la carga de los beneficios en otros
pueblos. Un bando, publicado al día siguiente del auto que hemos
citado, especifica claramente: "se impondrá y para que den la mita de
la sexta parte de los Yndios de los pueblos de Yutí y Caazapá que
doctrinan los Religiosos de la Horden de San Francisco convezinos de
los dichos yervales y los Pueblos de San Ignacio, Santiago y Nra
Señora de fee, que tuvieron el nombre de Caaguazú y aguarambí y se
mudaron a la vezindad de Villa Rica...ayan de da assi mismo mita a
los vezinos de la Villa Rica", GARAVAGLIA, Juan Carlos, op.cit ,
pp.315-316.

34. CERVERA, M., op. cit ., T.I, pp. 210-216.

35. 1/ Sebastián de Aguilera como hijo de Pedro de Aguilera, vecino


feudatario de Santa Fe, quien en cláusula de sus testamento declaró
'por sucesor en los indios de mi encomienda a Sebastián de Aguilera y
que libremente pueda tomar posesion de ellos ante todas las justicias
de Su Majestad'. Pedro de Aguilera fue vecino fundador de Santa Fe y
su teniente de gobernador en 1617. 2/ Pedro Alvarez Martínez como
hijo de Pedro Alvarez Martínez. 3/ Felipe Arias de Mansilla . 4/ Juan
Arias de Saavedra natural de Buenos Aires, Sargento Mayor, Maestre
de Campo, Teniente de Gobernador de Santa Fe. 5/ Pedro Arias
Gaitán . 6/ Bartolomé Caro como nieto de Francisco de Porras. 7/
Alonso Delgadillo hijo de Juan Ruiz de Atienza, natural de Medina del
Campo, Castilla la Vieja, y de Da. María de Avila, natural de Santa Fe.
8/ Alonso Delgadillo y Atienza (medio hermano del anterior) hijo de
Juan de Ruiz Atienza y de Da María de Britos, natural de Santa Fe. 9/
Juan de Espinoza , vecino feudatario y natutal de Santa Fe hijo del
Capitán Feliciano Rodríguez y de Beatriz de Espinosa. 10/ Alonso
Fernández Montiel hijo de Alonso Fernández Montiel y de Isabel de
Arias. Su padre era natural de Baena, Andalucía y vino con la
expedición de Ortíz de Zárate en la que era tratado de Don y tenido
por hijodalgo. Isabel de Arias era hija de Cristóbal Arias, que vino en
la misma armada de Ortíz de Zárate y fue muerto por los charrúas. En
su testamento de 1654 declaró 'sucesor del feudo y encomienda de

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indios que estoy poseyendo'. 11/ Juan Fernández Romo como hijo de
Alonso Fernández Romo, natural de Córdoba de Andalucía, quien fue
vecino fundador de Santa Fe, Teniente de Gobernador. Tenía una
encomienda de indios caracaras reducidos en Santa Clara de los Altos,
que habían sido encomendados a su padre por Hernandarias de
Saavedra el 2/10/1609. 12/ Cristóbal de Garay como hijo y sucesor
de Juan de Garay. Su padre, el general Juan de Garay, alcalde, regidor
y teniente de Gobernador de Santa Fe, era hijo de Juan de Garay,
fundador de Santa Fe y Buenos Aires. Su madre, Juana de Sanabria
era hermana de Hernandarias de Saavedra. Se casó con Da Antonia
de Cabrera, hija de Pedro Luis de Cabrera. 13/ Isabel de Lencinas
como hija y heredera de Domingo Masedo e Isabel de Lencinas,
vecinos de Santa Fe. 14/ Mateo de Lencinas , hijo del Capitán Luis de
Lencinas de María Hernández. 15/ Alonso de León como hijo de
Alonso de León. 16/ Domingo Martín como nieto de Antón Martín. Su
abuelo era poseedor de una tierras otorgadas por merced de Garay el
7/12/1580. 17/ Roque de Mendieta hijo de Pedro de Mendieta Zárate
y de Da. Juana González de Vallejos, vecinos de Santa Fe. Fue regidor
en 1650, 51,55 y 57, procurador en 1654 y 65, Defensor de Menores
en 1663 y 72 y Alcalde Ordinario en 1654. 18/ Luis Montero hijo de
Luis Montero y Constanza Ramírez. Vecino de Santa Fe y natural del
Lisboa. 19/ Diego Ramírez . 20/ Alonso Ramírez Hijo del Capitán
Francisco Ramírez de Gaete y Da Jerónima de Altamirano, vecinos de
Santa Fe, y casado con Da Juana de Garay. 21/ García Rodríguez
como nieto de Juan Jimenez. 22/ Bernabé Sánchez como hijo de Juan
Sánchez. Su madre Isabel de Espinosa era hija del Capitán Juan de
Espinosa "conquistador antiguo de estas provincias del Paraguay y Río
de la Plata"; nacida en Paraguay se avecindó en Santa Fe cuando se
casó con Juan Sánchez quien era "conquistador de esta ciudad". 23/
Cristóbal de Santuchos hijo de Antonio Tomás de Santuchos y de
Isabel de González. Su padre, Antonio Tomás de Santuchos era hijo
de Diego Tomás de Santuchos, venido en la expedición de Ortíz de
Zárate. 24/ Diego Tomás de Santuchos hijo de Miguel de Santuchos y
de Da María de Peralta (primo hermano del anterior. Su abuelo era
Diego Tomás de Santuchos). Tenía estancia en el paraje de los
lulassas, a cuatro leguas de Santa Fe. Se casó con Isabel Arias Montiel
a quien "heredera del feudo y encomienda de los indios". 25/ Miguel
de Santuchos hijo del capitán Diego Tomás de Santuchos y de
Catalina Correa de Santa Ana, venidos en la expedición de Ortíz de
Zárate (padre del anterior). 26/ Antonio Suárez Altamirano hijo de
Diego Juárez, natural de Lébora, Provincia de Portugal, y de Ana
Matute Altamirano, hija de Cristóbal Matute Altamirano, vecinos de
Santa Fe. 27/ Andrés Velázquez Torrejón . 28/ Ignacio Vega y
Robles . 29/ Antonio de Vera y Mujica hijo del Capitán Sebastián de
Vera Mujica y María de Esquivel.

36. EP T. 1, f. 181,182, 2-2-1654.

37. EP T. 4, f. 436 v.

38. EP T. 1, f. 473 a 474, 1-1-1645.

39. AGPSF, CDA, carpeta 5.

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