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El Polígrafo

En el año 220 AC los chinos hacían la Prueba del Arroz para descubrir a los fabricantes de mentiras. La prueba consistía
en hacer al sospechoso masticar un puñado de harina de arroz que después debía escupir sobre una hoja de un árbol
considerado sagrado, si el arroz estaba seco se consideraba que el sospechoso mentía. Los Beduinos árabes aplicaban a
los supuestos mentirosos la Prueba de la Daga en la que el sospechoso debía lamer la hoja previamente calentada en una
hoguera, si su lengua se quemaba era prueba de que había mentido.

Quizá ambas pruebas contenían, sin saberlo, elementos psicofisiológicos válidos, ya que se ha comprobado que la tensión
emocional que provoca ser descubierto en una mentira puede disminuir la salivación.

La primera aproximación al detector de mentiras fue confeccionada a finales del siglo 19 por un italiano de apellido Patrizi.
Se llamaba "guante volumétrico", y estaba hecho sobre la base de un derivado del látex extraído de Malasia. El artefacto
encajaba perfectamente en la mano y era cerrado a la altura de la muñeca. Luego era llenado de aire y conectado mediante
un tubo a un medidor de los cambios de presión sanguínea en las venas de la extremidad.

La idea del italiano, contemporáneo de César Lombroso, era que las mentiras producen tensiones emocionales que
modifican tanto el pulso como la presión. El aparato, sin embargo, resultó un fiasco pues arrojaba resultados carentes de
confiabilidad.

Sin embargo, el principio que orientó la invención del "guante volumétrico" se mantuvo en esencia. El detector de mentiras
fue inventado en 1915 por el investigador norteamericano, catedrático en la Universidad de Harvard, William Moulton
Marston, realizando mediciones de la presión sanguínea. No es coincidencia que el personaje de comic, La Mujer Maravilla,
inventado también por Marston portara entre su equipo el "Lazo Dorado de la Verdad".

William M. Marston

En 1921 John Larson, un estudiante de medicina californiano desarrolló una máquina que a través de sensores eléctricos
colocados en el sujeto era capaz de medir el ritmo cardiaco, el respiratorio y la presión sanguínea, y registrarlos
automáticamente en un rollo de papel, las múltiples líneas que creaba durante su funcionamiento le ganaron el nombre de
polígrafo (muchas líneas)

En 1958 Richard O. Arther añadió una cuarta medida: la resistencia de la piel a la corriente eléctrica, que es alta si la piel
está seca, pero baja si la piel suda.
Los doctores David Raskin y John C. Kircher desarrollan en 1986 el primer polígrafo computarizado con sensor de actividad
electrónico.

En 1993, la Lafayette Instrument Company, Inc., presentó el primer polígrafo computarizado compatible con Windows®.

Los polígrafos son usados tanto en las policías de investigación como en ciertas empresas privadas que necesitan eliminar
razonablemente dudas acerca del personal que tiene acceso a información sensible, o que de alguna forma lo tendrá. Es
utilizado en averiguaciones sobre espionaje, y también para medir la rectitud de los funcionarios que participan en casos de
drogas. Los informantes de los órganos de seguridad, cuyo prestigio deriva casi exclusivamente de su fiabilidad, deben
someterse con regularidad a sesiones ante el detector de mentiras. No obstante, las características autoincriminatorias de
la prueba poligráfica hacen que las legislaciones por regla general no establezcan una obligación taxativa de exponerse a
esta tecnología.

Los datos fisiológicos recogidos en un gráfico, relativos a un protocolo de preguntas específicamente elaborado para una
propuesta concreta, permiten después de un análisis algorítmico, evaluar si una persona miente o cree decir la verdad
respecto a una cuestión previamente determinada.

Está comprobado que cuando una persona miente, se producen en su organismo a través del sistema nervioso autónomo,
reacciones fisiológicas y emocionales espontáneas de intensidad variable que de ninguna manera pueden ser controladas
por el sujeto. La presión sanguínea, el ritmo cardiaco, respiración y la conductancia de la piel sufren modificaciones.

A través del análisis poligráfico y de la entrevista profunda, se logra identificación de productos conductuales de baja
confiabilidad y de riesgo, incluyendo nivel de ajuste de desempeño personal y profesional previos, ante la identificación y
proyección de las tendencias de psicopatía y sociopatía que apliquen en el formato comportamental del evaluado. La
kinética, el análisis gramatical y la proxémica generada por la persona en proceso de análisis poligráfico, complementan la
examinación.

Los detectores de mentiras tienen al menos tres componentes:

1. Neumógrafos para medir la frecuencia respiratoria. Estos son tubos de goma llenos de aire que son colocados en el
pecho y el abdomen
2. Un brazalete para medir la presión arterial y la frecuencia cardiaca
3. Dedales destinados a medir la llamada resistencia electro dérmica, que señalan si la persona está sudando en sus
dedos como consecuencia de la tensión generada por la necesidad de mentir.

La eficacia del polígrafo depende en mucho de la experiencia de quien administra las preguntas, así como también de las
percepciones de los interrogados sobre la realidad. Para ello es necesario establecer los patrones de reacción
psicofisiológica del individuo sometido a prueba. Esto se logra mediante la administración de preguntas de distintos tipos.
Unas irrelevantes sobre las cuales ya el investigador y el entrevistado tienen una respuesta conocida (p.e: "¿hoy es
martes?"). Otras llamadas "de control", no se refieren al tema central del interrogatorio, pero buscan determinar cómo
reacciona el organismo del entrevistado ante la perspectiva de decir mentiras. Finalmente, están las interrogantes relativas
al caso investigado.

A veces, una persona sometida a prueba poligráfica cree decir la verdad, pero tal creencia deriva de una percepción
equivocada. El examen no detectará mentira alguna, y la pesquisa podría tomar un camino incorrecto.

En los últimos años las principales universidades de los Estados Unidos han creado una nueva disciplina científica
denominada Psicofisiología Forense responsable del desarrollo de programas de investigación sobre la aplicación del
polígrafo en distintos campos.

Mediante la Psicofisiología forense se han puesto en práctica nuevas técnicas de interrogación validadas por los resultados
obtenidos en pruebas de laboratorio y casos reales. Los datos estadísticos obtenidos reflejan que la fiabilidad del polígrafo
esta por encima de la mayoría de las técnicas forenses de investigación, únicamente superada por la prueba del ADN.

Nuevas tecnologías y estudios realizados en la Universidad de Utah y en el laboratorio de Física Aplicada de la Universidad
John Hopkins asistidos por la Agencia Nacional de Seguridad de Los Estados Unidos, han permitido el desarrollo de
potentes programas informáticos (Axciton, Identifi, Polyscore y CPS) que aplicados en polígrafos computarizados son
capaces de determinar la veracidad de un testimonio con una fiabilidad superior al 95%.

Validados por los departamentos de Justicia y Defensa de Los Estados Unidos con la certificación de la American
Polygraph Association, los nuevos polígrafos computarizados son usados actualmente por agencias gubernamentales
como el U.S. Secret Service, F.B.I., C.I.A., D.E.A., policías locales, fiscalías etc., así como por gabinetes privados de
investigación.
En la actualidad el polígrafo es utilizado por agencias oficiales y sectores privados de más de 90 países.
En la antigua
China, el
acusado
tenía que
mantener un
puñado de
arroz en su
boca durante
la
presentación
de pruebas.
Se asumía
que la
persona era
"culpable" si
al final de la
presentación
, el arroz
seguía seco,
debido a que
la salivación
se detiene
durante
periodos de
angustia
emocional.

Los orígenes del polígrafo como se conoce actualmente, se remontan a 1913,


cuando William Marston, un estudiante de psicología en la Universidad de
Harvard, utilizó por primera vez la presión arterial como un método de detección
de la mentira.

El Dr. John Larson de la Universidad de California inventó un dispositivo más


complejo que registra simultáneamente la presión arterial y la respuesta galvánica
de piel, el cual se utilizó por primera vez en asuntos legales por el Departamento
de Policía de Berkley. El dispositivo de Larson es el primero que puede llamarse
Polígrafo ("muchos trazos"), ya que el dispositivo anterior utilizado por Marston
sólo registraba un componente.

Prácticamente desde su aparición, el polígrafo, o detector de mentiras, siempre ha estado


envuelto en polémica. Fue inventado en 1938 por un policía precisamente para investigar un
crimen, el campo donde más controversia ha despertado.
Algunos sistemas judiciales, en más de 90 países, los permiten mientras que otros limitan
su uso a nivel judicial pero sí para pruebas de empleo o de capacitación psicológica, por
ejemplo. Por culpa de estas máquinas, en los países en los que sí puede ser usado como
evidencia ante un tribunal muchos inocentes han acabado entre rejas y otros muchos
culpables en libertad, lo que ha dado lugar a numerosas críticas y a cuestionar si pueden
ser usados como prueba definitiva.

El principal problema en torno al polígrafo radica en que hay varias maneras de realizar el
test para averiguar si el sujeto está mintiendo y cada una de esas maneras aporta resultados
completamente diferentes. Por ejemplo, en una de ellas se interroga al sospechoso con
preguntas totalmente normales como ‘¿Verdad que hoy es lunes?’ o alguna pregunta muy
obvia similar intercaladas con preguntas mucho más agresivas como ‘¿Mató usted a la
víctima?’ o en otras se le muestran muchas fotos de pistolas y entre ellas una de la pistola
con la que cometió el crímen.

La pega es que si eres demasiado estricto puede que obtengas demasiados falsos positivos
y si eres demasiado permisivo demasiados falsos negativos, es decir, más que en el
aparato, el problema está en la manera de usar el aparato. Según un estudio de la National
Academy of Sciences de EEUU el polígrafo en sí es sorprendentemente preciso, entre el 85 y
el 89% de fiabilidad.

Sin embargo ese mismo estudio señala que para realizar investigaciones criminales o
recabar pruebas concluyentes el polígrafo no acaba de ser adecuado pues pese a la
fiabilidad tiene un margen de error demasiado grande, un intervalo de confianza demasiado
amplio.

Según la Universidad Autónoma de Madrid, esa fiabilidad está por encima de muchas otras
técnicas forenses que sí se consideran abiertamente como útiles para una investigación,
como algunos métodos de identificación de ADN. Los jueces españoles, pese a estar
regulado y permitido, tampoco acaban de confiar en el aparato y además, según la
legislación española curiosamente el imputado tiene ‘derecho‘ a mentir si así lo desea, con
lo que podría rechazar a hacerse una prueba de polígrafo o aunque se le hiciese no tendría
validez legal ¿qué más da que se compruebe que está mintiendo si tiene ese derecho?

En repetidas ocasiones se ha conseguido enganañar al polígrafo y muchos de sus


principios y de los argumentos en los que se apoyan las acusaciones están basados en
pura pseudociencia. El polígrafo puede llegar a medir ciertos parámetros y esos en concreto
con la fiabilidad y el margen de error que antes comentábamos. El físico y profesor de la
Universidad de Maryland Robert Lee Park comentó una vez irónicamente: ‘El polígrafo
descubre incrementos abruptos en el ritmo cardiaco, la presión sanguínea y la sudoración.
Por lo tanto, esta máquina es un detector muy fiable de orgasmos. Pero, ¿detecta mentiras?.
Sólo si uno está fingiendo un orgasmo‘.

Para engañar al polígrafo basta con apretar los dedos de los pies fuertemente contra el
suelo o concentrarse en realizar operaciones matemáticas complejas, con lo cual tus niveles
de tensión y nervios serían tan altos siempre que eclipsarías la prueba. Luego está por otro
lado su lamentable uso en programas de televisión, donde por supuesto, la charlatanería
insulsa y un mínimo de rigor científico están totalmente fuera de lugar.

El detector de mentiras, en definitiva, no es un intstrumento fiable para conocer la verdad, o


al menos en su totalidad y usarla con un propósito determinado, como en un juicio. Puede
servir para presionar, intimidar o hacer creer que se ha obtenido un resultado fiable para
hacer confesar al acusado pero nunca apoyar todo el peso de una sentencia en el resultado
de una prueba.

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