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IVAN GIDI BLANCHET

Yo me sé otra versión, tiene lugar en una balsa donde Dios,


Jesús y el Diablo se internan en altamar por varios días. Tras
largos monólogos, debates, discusiones, revelan sus verdaderas
intenciones. Dios tiene un plan maestro, con el que pretende
ampliar su poder e influencia sobre los hombres y, como es de
suponerse, Jesús juega el papel protagónico.
El plan incluye, desde luego, la muerte trágica y vergonzosa de
Jesús, porque sin un mártir el plan no funciona, solo
imagínense que nuestro querido y respetado señor hubiera
muerto de viejo por causas naturales; evidentemente no
existiría el cristianismo como lo conocemos y Dios lo sabía muy
bien. Pero no sólo debía morir de esa forma que eriza los pelos,
sino que debía hacerlo con la calidad de hijo de Dios. Pero Dios
va más allá y comenta que el siguiente paso es la muerte
espantosa de miles de mártires de manera programada para los
próximos dos mil años, la mayoría de ellos son reconocidos
como Santos. Jesús y el propio Diablo quedan horrorizados por
lo escuchado y el que le pide a Dios que desista es el propio
Diablo a cambio de hacerse a un lado en la vida de los
humanos. Dios no acepta, está determinado. Por su parte, Jesús
se niega a participar y sabe que no tiene escapatoria a menos
que provoque su muerte; es entonces cuando se hace arrestar y
se declara culpable de un delito común, rebelión, al declararse
Rey de los Judíos, pero nunca proclama ser hijo de Dios, motivo
por el que solo podían odiarlo, quererlo o tirarlo a loco, porque
no era un delito. Jesús programó su muerte tratando de
boicotear el plan de Dios, creyó, supongo, que al morir por una
razón distinta, como un delito común, bastaría.
Evidentemente no fue así.
La historia cuenta que cuando está crucificado se abre el cielo y
se escucha una voz portentosa que reza "Gracias hijo por morir
por mi", a lo que Jesús respondió casi sin aliento "Perdónenlo,
no sabe lo que hace". Cuenta la leyenda que lo último que Jesús
recuerda es que ponen un paño húmedo sobre sus labios, al
trabajosamente voltear para identificar a quien lo confortaba,
logró ver al Diablo alejarse al parecer lleno de pesar.
Todo esto no lo sabía de cierto, pero lo suponía. Pero un día
como cualquier otro, gris por cierto me encontraba junto a la
ventana cuando alguien o algo me susurro “salta”. Espantado
volví mi cabeza y ahí estaba, él, quién me dijo que en realidad
estaba bromeando y así empezó nuestra amistad que aún
perdura y que entre otras muchas me contó su versión de los
hechos.
Me contó cuanto admiraba a Jesús, que llegaron a ser buenos
amigos y que entre otras muchas es algo que nunca le
perdonará “al otro”.
Hay cosas de las que no habla, me dice que están más allá de mi
capacidad de comprensión.
En lo personal disfruto su compañía y creo que es el verdadero
amigo del hombre, te habla sin dobleces, te aconseja pasarla
bien y no preocuparte demasiado, comprende tus necesidades,
tu capacidad limitada y te ayuda como puede; está en contra de
la hipocresía, de las falsas expectativas , está en contra de la
mentira, de la incongruencia vestida de sotana, de la pedofilia
clerical, de que “el otro” proyecte sus frustraciones y nos
quiera llevar por la vida haciéndonos tal vez tan infelices como
él mismo debe serlo.
Porqué el ataque sistemático contra mi nuevo amigo, quien no
se atribuye méritos y se resiste a los despliegues de vanidad y
auto justificación en los que su contraparte se especializa.
Él sabe que elogio en boca propia es vituperio, sabe que el que
acusa tiene la carga de la prueba y que explicación no pedida,
acusación manifiesta. Sabe también que quién lo hace de
manera obsesiva , reiterada, sistemática es solo alguien con
miedo; que quien manipula con tanta preocupación, solo tiene
miedo a perder territorio, superficie tan frágil, porque solo
tiene ancla en nuestra mente y en nuestro desasosiego .
Ojalá me visitara esta madrugada, cómo me agradaría su
compañía inteligente y amena, especialmente ahora que
necesito su consejo, Supongo, que, como él siempre lo ha hecho,
espera que decida por mí mismo.

Dedicado con afecto y gratitud a José María Fuentes Pila

septiembre de 2007

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