You are on page 1of 5

Uno de los poderosos enemigos que debe enfrentar todo cristiano es la carne,

representada en el Antiguo Testamento por Amalec.

Amalec (1)
Eliseo Apablaza

Lectura: Éxodo capítulos 17 y 18.

En los capítulos 17 y 18 de Éxodo, se nos relatan algunos hechos que sucedieron en un lugar
denominado Refidim. Estos hechos, que corresponden a la undécima jornada de las 42 que el
pueblo de Israel vivió desde la salida de Egipto hasta la entrada en Canaán, tienen una
extraordinaria vigencia para nosotros.

En esta oportunidad, detendremos nuestra mirada en la guerra con Amalec.

Guerra con Amalec

En los primeros versículos del capítulo 17 se nos muestra a Israel viviendo una difícil situación, a
causa de la falta de agua para beber. Entonces, el pueblo tiene una rencilla con Dios. Dios les ha
llevado hasta allí para mostrarles Sus recursos, pero ellos están demasiado ciegos para verlo. La
respuesta de Dios para su necesidad es el agua de la roca herida, es decir, Cristo, tal como lo
interpreta el apóstol Pablo en 1ª Corintios capítulo 10.

Pero luego viene Amalec. Dice el versículo 8: "Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en
Refidim". ¡Vean qué cosa! El pueblo está en el peor estado espiritual, y entonces viene el enemigo
y ataca a Israel.

"Y dijo Moisés a Josué: Escógenos varones, y sal a pelear contra Amalec; mañana yo estaré sobre
la cumbre del collado, y la vara de Dios en mi mano. E hizo Josué como le dijo Moisés, peleando
contra Amalec; y Moisés y Aarón y Hur subieron a la cumbre del collado. Y sucedía que cuando
alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec. Y
las manos de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la pusieron debajo de él, y se
sentó sobre ella; y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro; así hubo
en sus manos firmeza hasta que se puso el sol. Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de
espada. Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un libro...".

Fíjense, qué interesante - había que escribirlo. Porque no era sólo una experiencia válida para
Israel, sino para muchos después.
"…y di a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo. Y Moisés edificó un
altar, y llamó su nombre Jehová-nisi; y dijo: Por cuanto la mano de Amalec se levantó contra el
trono de Jehová, Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en generación".

Amados hermanos y hermanas, en este pasaje podemos ver al Señor Jesucristo en una doble
faceta. Por un lado, lo vemos representado en Moisés, que está sobre la cumbre del monte, con
sus manos alzadas, para que el pueblo, en el valle, pueda vencer. El Señor Jesucristo, hoy mismo,
está a la diestra del Padre, en las alturas, como abogado y como sumo sacerdote. Y las manos
alzadas de Moisés nos muestran al Señor Jesús en la cruz, con sus manos alzadas y extendidas,
para que nos quede claro que la obra que el Señor Jesús realiza como sumo sacerdote y como
intercesor a favor de nosotros, tiene su base y su fundamento en la sangre de su cruz. Los méritos
de Cristo en la cruz son los que nos permiten a nosotros, hoy, vencer en la tierra.
Y Josué está en el valle. El nombre Josué es hebreo, y significa Dios es salvación o El Señor es
salvación. Es el mismo nombre Jesús, en griego. Josué en el Antiguo Testamento es,
tipológicamente, Jesús en el Nuevo Testamento. De tal manera que, cuando vemos a Josué en el
valle, peleando con Amalec y deshaciendo su ejército, nosotros vemos de nuevo al Señor
Jesucristo, aquí con nosotros, peleando las batallas, porque él es el único que gana batallas.

No crea usted que, si usted ganó alguna batalla espiritual, es por su mérito, su capacidad o su
fuerza de voluntad. ¡No! El único que venció todas las batallas es Jesucristo el Señor, y nosotros
simplemente nos paramos en el terreno de su victoria. En nosotros sólo hay defección y fracaso. Y
mientras no nos demos cuenta de eso, vamos a estar de nuevo fracasando, y una y otra vez
cayendo en las mismas cosas.

¿Queda todavía, hermano, hermana, en tu corazón, alguna confianza en tus recursos? Cuando
enfrentas una tentación, ¿echas mano a lo tuyo, a tu fuerza, a tu empuje? Entonces, serás
derrotado. Es Josué, es Jesús, el que ha vencido a Amalec y a su pueblo a filo de espada.

Ahora, voy a centrarme un poquito más en esta frase del versículo 13. Dice: "Y Josué deshizo a
Amalec y a su pueblo a filo de espada". Cuando uno lee la palabra deshizo allí, piensa que el
ejército de Amalec quedó absolutamente destruido.

Sin embargo, en el versículo 16, al final, dice: "Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en
generación". Entonces, uno se pregunta: 'Bueno, ¿fue deshecho Amalec, o no?'. Y uno empieza a
pensar que tal vez hay una contradicción aquí. Si fue deshecho, entonces no tiene por qué volver a
aparecer en las siguientes generaciones.

Sin embargo, en estos días, leyendo La Biblia de las Américas, pude entender mejor el asunto.
Esta Biblia usa la misma palabra deshizo en el versículo 13, pero pone una nota al pie de página,
que dice: "Lit., debilitó". O sea, en el hebreo, dice debilitó. Eso aclara muchas cosas. No es que
Amalec haya sido destruido – sólo fue debilitado, sus fuerzas menguaron.

Y esto, ¿qué tiene que ver con nosotros? Sin duda, tiene mucho que ver con nosotros, porque
Amalec, aquí y en toda la Escritura, representa la carne. Así como Josué representa a Jesús,
Amalec representa la carne. Y por eso es que había que dejar una memoria de estas cosas en un
libro, porque nosotros, en las postreras generaciones, todavía tendríamos problemas con Amalec.
Y por esa razón es que aquí dice que Jehová tendrá guerra con él de generación en generación, y
por eso dice que Josué debilitó a Amalec.

De manera similar, cuando en Hebreos dice que el Señor "destruyó por medio de la muerte al que
tenía el imperio de la muerte", nos podría hacer pensar que, por causa de que el enemigo fue
destruido, ya no tiene más acción. Pues cuando algo es destruido, no tiene más poder alguno.

Sin embargo, nosotros sabemos que el enemigo está actuando, y con mayor furia que nunca.
Ocurre que la expresión destruyó allí en Hebreos, en realidad, significa también "redujo a la
impotencia", "debilitó hasta el extremo", pero no exactamente "destruyó".

Hermanos, tenemos que ser muy honestos y muy claros, porque un error en este punto pudiera
traernos muchas confusiones. No podemos confiarnos. Hay tres enemigos del cristiano. Ustedes
saben cuáles son: el diablo, el mundo y la carne – Amalec. Amalec, que fue reducido a la
impotencia, que fue debilitado aquí por el Señor Jesucristo, pero que está vivo. La carne está allí,
no podemos ser ingenuos.

El pueblo de Amalec
Ahora, sigamos analizando el versículo 13 de Éxodo 17. Dice: "…deshizo a Amalec y a su
pueblo…". A su pueblo, es decir, todo su ejército. Cuando nosotros buscamos en el Nuevo
Testamento, cada vez que aparecen las obras de la carne, encontramos una larga lista. Ese es el
ejército de Amalec, ese es el pueblo de Amalec.

Leamos en Gálatas 5:20-21. Ahí está primer teniente del ejército de Amalec: "…adulterio…". En
seguida tenemos otros oficiales del ejército de Amalec: "…fornicación, inmundicia, lascivia,
idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias,
homicidios, borracheras, orgías…". En total, se mencionan diecisiete. Pero luego dice: "…y cosas
semejantes a estas…".

Amalec es el gran capitán, y tiene al menos diecisiete tenientes o ayudantes. Y luego, mucho
ejército, muchas "cosas semejantes a estas". ¿Dónde están todas estas cosas? En el corazón del
hombre. No están fuera, están dentro. Porque el Señor Jesús, en el pasaje de Marcos 7:21 y 22,
dice: "Del corazón del hombre salen estas cosas, y eso es lo que contamina al hombre".

Lo que allí menciona el Señor son algunas cosas bien parecidas a las de Gálatas: "…Malos
pensamientos, adulterios, fornicaciones, homicidios, hurtos, avaricias, maldades, engaño, lascivia,
envidia, maledicencia, soberbia, insensatez". Hay varias que se repiten.

El ejército de Amalec está presente hoy. Y no está lejos, está en nuestros propios corazones, en
todos nosotros. La diferencia entre un cristiano vencedor y un cristiano derrotado, es simplemente
ésta: en el primero, Amalec está debilitado; en el segundo, está fuerte. Esa es toda la diferencia. La
diferencia no es que en el primero está Amalec y en el segundo no está. No. En el primero Amalec
está reducido a la impotencia, no tiene fuerza para actuar, y en el otro es fuerte, se manifiesta con
toda su fuerza.

Pedro, en su 1ª Epístola, capítulo 4 versículo 3, vuelve sobre este mismo asunto, y nos menciona
algunos otros soldados de Amalec: "…lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación
y abominables idolatrías…".

Noten ustedes que en las tres menciones, en estos tres pasajes que he leído, se mencionan,
sorprendentemente –aparte de todo este asunto de las enemistades, de las iras, las disputas entre
las personas– se mencionan cuestiones que tienen que ver con el sexo. Es sorprendente.

El Nuevo Testamento fue escrito en los tiempos del Imperio Romano. Poco antes, la cultura griega
había florecido y había decaído. Y justamente, una de las principales causales de la hecatombe de
la cultura griega y de la cultura romana fue la sexualidad desatada, sin límites.

Aquello fue un absoluto desorden moral. Sin duda, aquella época, el primer siglo de nuestra era,
era muy parecida a lo que es el fin de esta era – los mismos problemas, las mismas dificultades,
los mismos graves pecados.

Miren ustedes a su alrededor, y van a quedar espantados. Amalec está más fuerte que nunca.
Afuera, el diablo y el mundo; adentro, la carne. Tres enemigos formidables que se unen, que
forman una alianza. Entonces, hermanos, nuestra única esperanza de sobrevivir en este ambiente,
es que nuestro Josué reduzca a Amalec a la impotencia dentro de nosotros. No lo va a matar. No
lo va a destruir. Insisto en ese punto, porque es muy fácil ser ingenuo en esto, y sobreespiritualizar,
pensando que la carne es un enemigo ya destruido, y que no nos puede atacar más.

Es verdad que el Señor nos guarda. Él es nuestro escudo, y él es nuestra fuerza. Sin embargo, si
nos descuidamos, el enemigo se va a levantar con más fuerza que nunca, y la carne va a revivir y
va a dar fruto para muerte.
A filo de espada

Ahora terminemos de leer el versículo 13: "Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de
espada". Esta frase es muy importante. Esto nos muestra, en primer lugar, que nosotros estamos
trabados en una guerra. Nosotros, los cristianos de este siglo, estamos en guerra. Y por eso,
nuestro Josué, actúa, vence, "a filo de espada".

Si trasladamos esto al Nuevo Testamento, sabemos que la espada es la Palabra de Dios.


¿Recuerdan ustedes que en esa visión de Apocalipsis el Señor tiene una espada aguda de dos
filos que sale de su boca? ¿Y se acuerdan ustedes que cuando Josué iba a entrar a Jericó, para
tomar la primera ciudad y capturarla, se le aparece un varón con una espada desenvainada, y se le
presenta como "el Príncipe de los ejércitos de Jehová"?

¿Quién creen ustedes que es ese príncipe que aparece allí? ¡Es el Señor Jesús! De tal manera
que en el Antiguo Testamento, él está con la espada, y en el Nuevo, también está con la espada.
Sí, hermano, nuestro Señor es un guerrero, nuestro Señor es el valiente, nuestro Señor es el
príncipe de los ejércitos de Jehová, varón de guerra, que ha vencido todas las batallas.

No seamos ilusos, no seamos ingenuos. ¡Estamos en guerra! Y aquí es nuestro Josué el que
reduce a la impotencia a Amalec, a filo de espada.

¡Oh, el Señor Jesús usó maravillosamente la espada, cuando estuvo en la tierra! Sí. ¿Se acuerdan,
en el desierto? Podemos ver ahí a dos contendientes terribles, y cada uno con la espada. El diablo
también usó la Palabra. Sin embargo, el Señor Jesús lo derrotó una y otra vez. Y desde ese primer
momento hasta el final, siempre el Señor Jesús usó la espada de la Palabra, para deshacer las
mentiras, para establecer la verdad, para avergonzar a los enemigos. ¡Oh, amados hermanos, no
hay nadie que haya usado la espada de la palabra como él! Y nosotros también necesitamos
usarla de la misma manera.

En Hebreos 4:12 dice que la palabra de Dios es como una espada de dos filos, que penetra hasta
partir el alma y el espíritu, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Entonces, es
por la Palabra que Amalec es reducido a la impotencia.

¿Y cómo lo hace el Señor hoy día con nosotros y en nosotros? Mientras tú lees la Palabra, el
Señor Jesús, con su espada, va tratando con el Amalec que está en tu corazón. Cada palabra de
su boca va a ser un sablazo contra el Amalec que está dentro de nosotros, porque es a filo de
espada que lo derrotó.

Entonces, leer la Biblia no es sólo una buena costumbre; no es sólo un buen hábito, no es sólo un
mandamiento. Hermano, de aquí en adelante, leer la Biblia significará, que tú estarás permitiendo
en tu corazón –de allí de donde salen todas estas cosas odiosas– que el Señor Jesús debilite tu
carne hasta reducirla a la impotencia.

No es una simple lectura. Pues cuando lees la Palabra con unción, sientes que te va haciendo un
lavamiento por dentro, que te va debilitando todas estas cosas, y reduciéndolas a la enfermedad.
(En muchos casos en el Nuevo Testamento, la palabra que se traduce como 'enfermedad' es
astheneia, 'falta de fuerza', debilidad).

Oh, amados hermanos, ¿se dan cuenta cómo el Señor actúa? Sin embargo, nosotros tenemos
responsabilidad en esto. Por eso, allí en Filipenses dice: "Ocupaos en vuestra salvación con temor
y temblor". No dice: 'Trabajad para vuestra salvación'. "Ocupaos en vuestra salvación…", en lo que
ya tenéis, para que sea actuante, potente, vigente.
Hermanos, entonces, les invito a que ahora leamos Éxodo 17:13 a la luz del Nuevo Testamento: "Y
Josué (Jesús) debilitó a Amalec (la carne) y su ejército (todas las obras de la carne), a filo de
espada (por medio de su Palabra)". ¡Bendito es el Señor!

Por eso, es tan bueno lo que están haciendo nuestros jóvenes – están leyendo la Escritura en
forma ordenada y persistente. Y no sólo eso, también memorizándola. Esa palabra va debilitando
la carne, la va poniendo a raya. Y gracias a eso, tenemos hoy, por la misericordia de Dios, jóvenes
sanos en la fe. ¡Bendito es el Señor! Nuestro Josué está haciendo un trabajo precioso.

¿Y qué pasará con los viejos? Los que a veces pasamos una semana entera y no tomamos el
Libro. Y pasa otra semana, y no doblamos la rodilla. ¡Estamos tan cansados! Tenemos que
permitir, que nuestro Josué use su espada en nosotros. Que el Señor nos ayude.

(Extracto de un mensaje impartido en Temuco, en agosto de 2008)

You might also like