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Elaborado por: Cristian A.

Estrada Medina
Grupo SB10A
RESUMEN DE LOS CAPITULOS IV, V y VI DE EL IMPERIALISMO FASE
SUPERIOR DEL CAPITALISMO DE LENIN.

4. La exportación del capital.


La exportación de capital ocupa en el régimen imperialista el puesto que la de mercancías
ocupaba en un capitalismo de libre acumulación.
En este régimen es inevitable, según Lenin, el desigual desarrollo entre las distintas ramas
de la economía y entre uno y otro de los países capitalistas. Lo que provoca ―en los países
más desarrollados― una gran excedencia de capital. Este capital, en teoría, se podría
emplear para elevar el nivel de las masas más pobres dentro del mismo país
―desarrollando, por ejemplo, la agricultura―; «pero entonces el capitalismo dejaría de
serlo, porque la desigualdad de desarrollo y la condición miserable de las masas son las
condiciones indispensables, las bases mismas de la existencia del sistema. Desde el mismo
momento en que el capitalismo es capitalismo, la excedencia de capital no se destina a
elevar el nivel de la existencia de las masas en un determinado país ―ya que entonces
resultaría una disminución de las ganancias para sus posesores―, sino a aumentar tales
ganancias con el empleo del capital en el extranjero, en los países más atrasados»
Esta exportación tiene además otra consecuencia: la inserción de los países menos
desarrollados en el área del capitalismo. Con ello se consigue ―aparte de la explotación
por parte de unos pocos países opulentos de la mayoría de los pueblos del mundo― que el
capital financiero extienda sus tentáculos absolutamente por toda la tierra
5. La división del mundo entre agrupaciones capitalistas.
Acabamos de ver cómo los países capitalistas se dividen las áreas de influencia mediante la
exportación de capital.
Además de esta división ―que Lenin llama trascendental― «el capital financiero ha
conducido a una división también concreta del mundo» Los grandes trusts mundiales,
estatales o privados ―así ocurrió, por ejemplo, con el de la electricidad―, se dividen el
mercado mundial por medio de acuerdos; eliminan así la mutua concurrencia y hacen
imposible ―dada la enorme potencia de estas agrupaciones― la de cualquier otra empresa
más modesta
Esta situación, observa Lenin, ha llevado a algunos escritores burgueses a pensar que «los
cartels internacionales, constituyendo una de las expresiones más acentuadas de la
internacionalidad del capital, permitían esperar que se mantuviese la paz entre los pueblos
en régimen capitalista» Lo que supone, ni más ni menos, la negación más radical del
marxismo: la revolución se torna no-necesaria, y también, por tanto, el paso de capitalismo
a socialismo. No extraña, entonces, que Lenin afirme a renglón seguido: «Teóricamente
esta opinión es absurda» Y lo es, porque ―en sede marxista― toda la realidad humana es
economía; y la fuerza motriz que empuja el proceso económico es precisamente la lucha
entre los contrarios: no se puede ser marxista ―y para Lenin el marxismo es, de modo
dogmático, la misma «verdad»― e ignorar este profundo sentido de lucha:
«Prácticamente no es sino un sofisma y un medio deshonesto para difundir el peor
oportunismo. Los cartels internacionales demuestran hasta qué punto se han desarrollado
los monopolios capitalistas y cuál sea el objeto de la lucha entre los grupos capitalistas.
Esta última circunstancia es la más importante: ella sola nos revela el sentido
histórico-económico de los acontecimientos, porque las mismas formas de la lucha pueden
cambiar y cambian constantemente: por causas varias relativamente temporales y
particulares, mientras que el sentido de la lucha, su contenido de clase, no puede cambiar
mientras haya clases» Es más: las variaciones en la forma de la lucha ―manteniendo
siempre la intrínseca contradicción para Lenin― son inevitables y constituyen la
posibilidad misma del avance histórico.
Es ese profundo «sentido de lucha» lo que de continuo tratarían de velar los escritores
burgueses. Los capitalistas se reparten el mundo porque la concentración de capital les
obliga a ello, si quieren obtener ganancias proporcionales a las fuerzas que poseen; «pero
las fuerzas varían con el desarrollo económico y político. Para comprender lo que sucede es
necesario saber qué problemas entran en juego como consecuencia de este cambio de
fuerzas. El hecho de que estas variaciones sean «puramente» económicas o no económicas
(por ejemplo, militares) es una cuestión secundaria y no puede modificar en nada nuestra
opinión esencial sobre la fase más reciente del capitalismo. Sustituir la cuestión del objeto
de las luchas y de los acuerdos entre los grupos capitalistas por la de la forma de estas
luchas y estos acuerdos (hoy pacíficos, mañana bélicos, pasado de nuevo pacíficos)
significa rebajarse a la función de sofista» Y no otra cosa harían, según Lenin, los
escritores burgueses.
En resumen: el desarrollo objetivo del proceso económico se realizaría dialécticamente
mediante constantes negaciones de la situación anterior; mediante enfrentamientos
continuos ―violentos siempre en los momentos decisivos― entre las diversas formas que
adquiere externamente este proceso. El desarrollo económico para Lenin determina y
penetra las manifestaciones de cualquier otra esfera de la actividad humana, de la que ―en
definitiva― constituye su infraestructura: «La época del más reciente capitalismo nos
demuestra que entre los grupos capitalistas se establecen relaciones definidas, basadas
sobre la división económica del mundo, mientras que, paralelamente y en relación a este
hecho, se establecen determinadas relaciones entre grupos políticos, entre Estados, sobre la
base de la división territorial del mundo, de la lucha por las colonias, de la lucha por el
territorio económico»
6. La repartición del mundo entre las grandes potencias.
Estudia Lenin en este capítulo las peculiares formas políticas ―sobre todo a nivel
internacional― del imperialismo y su radical dependencia con respecto al momento actual
del desarrollo económico.
A finales del siglo XIX, y por primera vez en la historia de la humanidad ―según
Lenin―, el mundo se encuentra completamente dividido entre las grandes potencias
capitalistas: «Atravesamos ahora una época original de política colonial universal, unida
con los más estrechos vínculos a la fase más reciente del desarrollo capitalista: la del
capital financiero»
El límite del desarrollo del capitalismo anterior al monopolio lo sitúa Lenin entre 1860 y
1870. Y es precisamente a partir de estas fechas cuando se iniciaría el desarrollo de las
conquistas coloniales; y cuando la lucha por la división y repartición del mundo se tornaría
extraordinariamente áspera. «Queda, por tanto, fuera de toda duda el hecho de que el paso
del capitalismo de la libre concurrencia al monopolio, al capitalismo financiero, haya que
unirlo a la intensificación de la lucha por la división del mundo» . Esta afirmación de Lenin
supone elevar ―gratuitamente y de un plumazo― a la categoría de causa absoluta y
excluyente lo que ―en un análisis objetivo― no pasaría de ser un elemento lateral y
coadyuvante. Atribúyase a los factores económicos toda la importancia que se quiera;
déseles si se desea ―y es ya conceder demasiado― una influencia decisiva; pero nunca
actuarán estos factores más que tamizados, por la radical libertad de las personas
individuales.
El colonialismo actual reviste para Lenin un conjunto de características, derivadas todas
ellas de las del actual capitalismo. Y éste tiene como base el monopolio, que nunca es más
sólido y fuerte que cuando reúne en sí todas las fuentes de la materia prima: «Sólo la
posesión de colonias da a los monopolios completas garantías de éxito contra todos los
casos fortuitos en la lucha con los concurrentes, comprendiendo también la posibilidad de
defenderse por medio de una ley que instituya el monopolio de Estado» . Cuanto mayor es
el desarrollo del capitalismo, tanto más crece la concurrencia, la falta de materia prima, su
búsqueda incontrolada por todo el universo y, en consecuencia, la lucha por la conquista de
las colonias.
Hasta aquí la influencia directa del proceso económico en la lucha por las colonias. Pero no
es todo: en un materialismo dialéctico hay que considerar también la acción de retorno de
los procesos conscientes sobre el desarrollo económico. Y así lo hace Lenin: «La
superestructura no económica que se eleva sobre las bases del capitalismo financiero, es
decir, su política y su ideología, refuerza la tendencia a las conquistas coloniales» . A nivel
internacional, esta supersestructura crearía distintas formas de dependencia de los
gobiernos: además de la de colonizador a colonizado, la de aquellos países formalmente
independientes, pero fuertemente condicionados por una estrecha red de relaciones
financieras y diplomáticas (semicolonias y países libres).

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