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ADAN EN BÚSQUEDA DE SÍ MISMO

Xavier Vargas Beal


Guadalajara, México
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente
( Para críticas, comentarios, sugerencias, etc., xvargas@iteso.mx )

A un lado de la puerta de ingreso a la capilla de la universidad en la que he


trabajado más de 25 años había hace tiempo un letrero que decía: "Por favor
tenme paciencia, Dios no me ha terminado". Este mensaje (que por desgracia ya
retiraron) ya es interesante y profundo si la súplica está dirigida a un tercero, pero
lo es más todavía si tal sentencia es leída en sentido personal, porque entonces
resulto ser yo mismo quién estoy siendo invitado a la paciencia respecto de la
propia incompletez existencial. Bajo esta lógica, soy yo quién no esta terminado,
pero también quién debe tener paciencia, mientras yo mismo me acabo ya que si
bien es Dios quién actúa en todos nosotros para terminarnos, lo hace
precisamente a través de nosotros mismos y con base en la libertad que
poseemos como don original justamente para ese fin.

Esta figura de un Yo que actúa sobre un Yo, para hacerlo crecer mientras el Yo
guarda compostura pacientemente, es quizá por mucho una verdad estructural
existenciariamente hablando, que experienciamos año tras año, día a día,
momento a momento. Es, en resumen, la consecuencia directa del mal llamado
pecado original, pues es esta búsqueda y construcción del sí mismo, a fin de
cuentas, la búsqueda y construcción del paraíso perdido.

Desde niño escuché -erróneamente creo- la interpretación de que el pecado


original había sido al inicio de los tiempos un pecado de envidia y soberbia, al
querer Adán ser como Dios mismo; pero con los años, he ido modificando esta
visión. En primer lugar, porque filosóficamente hablando, a Adán no le habría sido
posible sentir envidia ni soberbia antes del propio pecado original, ya que antes,
Adán era todavía un ser puro y sin malicia, y no es aceptable -sin faltar a la razón
más elemental- que pudiera pecar quién no conocía el mal. El pecado original
habría implicado la conciencia de hacer algo malo, pero para tener tal conciencia
Adán habría tenido que distinguir entre el bien y el mal, cosa que no podía hacer
dado que aun no había comido del fruto del árbol, precisamente, del conocimiento
del bien y del mal. En segundo lugar, he cambiado mi primera visión, porque me
parece que lo verdaderamente grave del pasaje bíblico, no es que Adán quisiera
ser como su padre, Dios; aspiración más que legítima para cualquier hijo, sino que
Adán no aceptara ser Adán en toda su condición originaria. Al dar el paso hacia no
ser Adán existenciariamente para ser como Dios, ontológicamente, Adán se
abandonó a sí mismo. Al no asumirse Adán existenciariamente, es decir tal como
era, se perdió a sí mismo. Ello explicaría la caída del ser humano en aquel
momento original y la perpetua búsqueda de sí mismo aún hoy día.

Es interesante además, en esta primera antropología del Génesis, que haya sido
Eva quién convenció a Adán para dejar de ser Adán (Sin quererme meter por
ahora en los problemas de genero propios de la posmodernidad). Es decir, una
parte de Adán encarnada afuera de él pidiéndole a Adán mismo dejar de ser Adán
para ser como Dios. Al aceptar Adán esta sugerencia de sí mismo en la persona
de Eva, desencadena el resultado fatal: Dios mismo, impaciente ciertamente con
él y con ella, los echa del paraíso de Ser lo que eran antes de desear ser
diferentes, condena a Eva a reproducir a Adán con dolor, y a ambos a morir en su
nueva condición para renacer como fueron originariamente creados en el reino de
los cielos.

La metáfora, para mí, no puede ser más clara; ningún pecado me parece medió la
primigenia fatalidad humana, porque Adán no podía pecar, más bien interpreto
desde una lógica cosmogenética, que la decisión de Adán fue una simple elección
equivocada al optar con libertad por no ser lo que era. Hoy, Adán, para rescatarse
a sí mismo en cada uno de nosotros, tiene que encontrarse y construirse a sí
mismo con la paciencia que nos pide la frase aludida al principio, año tras año, día
a día, momento a momento, desde siempre y hasta el fin de los tiempos.
El contenido de esta tesis tiene como tema central el esclarecimiento de este
proceso de simismación del ser humano, aquí lo he llamado por el nombre que la
Psicología humanista le dio a mediados de este último siglo: "el crecimiento", pero
de hecho constituye, bajo otras denominaciones el fenómeno del desarrollo
humano desde el origen mismo del lenguaje y de la cultura, que lo envuelve como
fenómeno biológico, psicológico y social. Este tema es abordado por esta
investigación, como se anuncia ya desde el título mismo de la tesis, en el ámbito
del oficio docente.

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