La problemática de la aplicación de la ley procesal en

Guatemala
Lic. Manolo Alexander Sajquim Sum
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales
Facultades de Quetzaltenango
Universidad Rafael Landívar

Marzo de 2003

El Derecho positivo es un fenómeno común a todos los pueblos en todos los

tiempos, no hay existencia humana sin un cierto sistema de Derecho;
confirmando así la identidad fundamental de la naturaleza humana, en la que
tiene sus raíces el Derecho.

Dentro del Derecho el proceso es un instrumento jurídico, por el cual damos

cumplimiento a los valores axiológicos y deontológicos que fundamentan y dan
vida al Derecho, siendo éstos la protección a la vida y a la integridad física, la
justicia, la libertad, la paz, la convivencia armónica, la seguridad, la igualdad y la
dignidad, el bien común (que es el fin supremo del Estado de Guatemala
contenido en el artículo 1 y 44 de la Constitución Política de la República de
Guatemala) y los demás valores contenidos profusamente en todo el
ordenamiento jurídico guatemalteco.

Frecuentemente olvidamos que el proceso es un instrumento y no un fin, que es

un medio y no un objetivo. Es todo un método por el cual buscamos la verdad
histórica o real y no la simple verdad procesal que se maneja en los tribunales y
que tanto daño hace a la sociedad guatemalteca. La mayoría de los jueces son
legalistas, no son juristas, ello implica ejercer la jurisdicción no con miras de
hacer justicia, sino simplemente aplicar la ley mecánicamente, sin recordar que
la ley también es un producto del Derecho, que busca la realización del mismo,
convirtiéndo así el proceso no en instrumento de la Administración de Justicia
sino en un obstáculo para la misma.

Completando esta problemática se observa que el soporte real de los procesos

son obsoletas normas que no se ajustan a la realidad social. Este es el caso del
Código Procesal Civil y Mercantil, Decreto Ley número 107, que entró en
vigencia el 1 de julio de 1964, o la medida de garantía de arraigo contenida en el
decreto 15-71 del Congreso de la República que entró en vigencia el 11 de
marzo de 1971, o los decretos que regulan como medio de prueba la declaración
de parte o confesión judicial del Estado, de algunos de sus organismos,
instituciones descentralizadas, autónomas o semiautónomas (Decretos 126-83,
70-84), la Ley de Tribunales de Familia (Decreto Ley número 206, que entró en
vigencia el 1 de julio de 1964), el propio proceso laboral que data de 1963, leyes

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como la de Titulación Supletoria, el reglamento general de tribunales, todo el
proceso de jurisdicción voluntaria, por citar algunas de ellas. Inclusive, la Ley de
lo Contencioso-Administrativo., Decreto número 119-96, que depende en gran
medida del actual Código Procesal Civil y Mercantil, con el cual no es posible
aplicar un principio de especificidad, y lograr el objetivo de dar celeridad a todos
los procesos contencioso-administrativos.

Toda esta situación legal ha dado paso a la necesidad de contar con un Código
Procesal General, que apoyado en el denominado proceso monitorio, dé
celeridad a la administración de justicia. Este proceso albergaría a todos los
procesos contenidos en todas las demás leyes procesales excepto la ley
procesal penal. Esta situación constituye una nueva expectativa de cambio que
mejoraría notablemente la administración de justicia estando acorde a las
nuevas tendencias procedimentales que se manejan en todo el mundo, debido a
la sencillez y cumplimiento de los principios procesales que se constituyen en las
directrices de todo proceso y que facilitarán el acceso a la justicia.

Para ello, creemos conveniente que el proceso monitorio se adapte a la realidad

jurídica procesal guatemalteca, sin que se trate de ajustar modelos de Derecho
Comparado únicamente al sistema de justicia, de forma que acompañado de la
hermenéutica necesaria, se constituya en un instrumento jurídico que otogue
seguridad y haga realidad los valores axiológicos jurídicos al aplicarse las
técnicas más modernas para dirimir los conflictos sociales.