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Memristores: El

futuro está ya
(casi) aquí
José Manuel Alarcón

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MEMRISTORES: EL FUTURO ESTÁ YA (CASI) AQUÍ
por José Manuel Alarcón

Quédate con esta palabra: MEMRISTOR. Ahora seguramente no te dice nada, pero
probablemente en unos pocos años será tan importante que pasará a formar parte del
vocabulario común.

Como su propio nombre indica un memristor es un híbrido entre una unidad de memoria y un
resistor. Y aunque ni siquiera muchos expertos en electrónica han oído hablar sobre él todavía,
se está usando en la actualidad en algunos proyectos avanzados y su destino es ser la base de
grandes avances en los próximos años.

El origen del memristor

Hoy en día se usan en la práctica tres tipos de componentes electrónicos llamados


fundamentales, es decir, que son la base para construir cualquier otro componente
electrónico: el resistor, el capacitor y el inductor. En 1971, extrapolando la simetría conceptual
que existía entre estos tres componentes, el profesor Leon Chua dedujo que debía existir un
cuarto componente fundamental, y determinó teóricamente cómo debería ser, llamándole
memristor.

Hasta hace muy poco este cuarto componente fundamental sólo existía en forma de unas
ecuaciones matemáticas que lo describían y, aunque el Dr. Chua dedujo con toda precisión
cuáles serían sus propiedades físicas y cómo funcionaría, ni él ni ningún otro ingeniero fueron
capaces de crear un dispositivo físico que se comportase como describían las ecuaciones...

…Hasta el 30 de abril de 2008.

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Ese día un equipo de investigadores de HP Labs liderados por Stan Williams anunció que
habían desarrollado un dispositivo memristor en una capa fina de dióxido de titanio.

(17 memristores en línea creados en HP Labs. Foto de HP Labs de libre distribución)

Un memristor tiene la característica fundamental de que es capaz de recordar la cantidad de


carga que lo ha recorrido. Podemos pensar en un memristor como en una tubería por la que
circula agua (sería la corriente) y en la que a medida que lo hace en un sentido, el diámetro de
la tubería se hace más grande dejando que pase más agua (disminuyendo la resistencia),
mientras que si hacemos que el agua circule en el sentido contrario la tubería se estrecha
(aumentando la resistencia). Si de repente paramos el flujo de agua, la tubería se queda con el
diámetro que tuviese en ese momento. Lo mismo pasa en el memristor con la corriente
eléctrica: al circular en un sentido aumenta la resistencia del dispositivo, al hacerlo en el otro
sentido disminuye, y al quitarle la corriente se queda con la resistencia que hubiera en ese
momento.

Alguno a estas alturas podría argumentar que así es como se comporta un diodo. Pero un
diodo aunque modifica su resistencia en función del voltaje que se le aplica, vuelve a su
resistencia original al dejar de aplicarle corriente. El memristor la recuerda.

¿Por qué es importante el memristor?

En la actual arquitectura de cualquier dispositivo electrónico hay dos operaciones muy


diferentes que se realizan por separado. En cualquier computador tenemos por un lado el
almacenamiento de la información y por otro el procesamiento de dicha información. Da igual
lo juntos que los pongamos, al final el almacenamiento y el procesamiento se realizan de
forma separada, en dispositivos separados, y se debe transmitir la información entre uno y
otro. Esto tiene un coste en términos de energía y de tiempo, pero también de filosofía de
trabajo. Sin embargo un memristor se comporta a la vez cómo un circuito lógico y como un
elemento de memoria. Ello permite ubicar físicamente en el mismo lugar ambas operaciones y
abre un nuevo campo conceptual acerca de cómo hacer computación.

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Se acabó también el blanco y negro de los 1 y los 0 que usan los ordenadores actuales. Un
memristor puede almacenar algo más que simples 1 y 0, ya que gracias a su resistencia
variable y la memoria de ésta, se podría usar para almacenar otros valores intermedios.

Además los memristores son mucho más rápidos que los componentes de memoria
permanente actuales (tan rápidos como la memoria SDRAM) y son extremadamente pequeños
incluso para los cánones actuales, que permiten integrar ya cientos de millones de transistores
en un chip.

Por ello será posible crear dispositivos con cantidades ingentes de memristores capaces de
almacenar y procesar información. ¿Te imaginas ya las posibles aplicaciones?

Las aplicaciones prácticas del memristor

La primera aplicación obvia –y es, de hecho, la que estaba buscando HP cuando lo


descubrieron- es la creación de memorias no volátiles de alta velocidad y acceso aleatorio.
Imagínate una memoria con cantidades enormes de capacidad de almacenamiento, con la
misma (o más) velocidad que la memoria RAM de tu ordenador, un consumo de energía
bajísimo y que no pierde la información aunque pierda la alimentación. Imagina ahora un
ordenador que aunque lo apagues o se vaya la corriente, conserva el estado exacto en el que
estaba y se enciende instantáneamente en cuanto lo vuelves a conectar a una fuente de
energía, como si jamás se hubiese apagado. Dentro de unos 3 o 4 años seguramente
tendremos algo así en el mercado.

La otra aplicación en la que se está trabajando es más interesante y al mismo tiempo deriva
gran cantidad de incógnitas tecnológicas, éticas y filosóficas: cerebros artificiales. Y esta vez no
es el típico “humo” que nos han querido vender sobre que, gracias a la ley de Moore, cada año
estamos más cerca de la inteligencia artificial. En este caso se trata de un salto conceptual
real.

Un memristor presenta un comportamiento muy parecido al de una neurona. Un cerebro no


tiene un “dispositivo” destinado al almacenamiento y otro para el proceso, sino que está
formado por miles de millones de neuronas conectadas entre sí. Cada una procesa entradas y
salidas, almacena información y, mediante las sinapsis, se comunica con las otras neuronas a
las que está enlazada. Un memristor es capaz de hacer lo mismo, y dado su pequeño tamaño
sería posible incluir miles de millones de ellos en poco espacio, equiparándose a la capacidad
de empaquetamiento que tiene un cerebro.

Las implicaciones de esto son impresionantes. Y, como dicen los anglosajones, ya hay gente
que ha colocado su dinero en donde tiene la boca, y se ha puesto manos al a obra. Existe un
proyecto llamado MoNETA que está trabajando muy duro para poner en marcha algo así. El
proyecto está financiado por DARPA (la agencia el departamento de defensa de EEUU,
responsable entre otras muchas cosas de la existencia de TCP/IP y de Internet) y lo realizan
investigadores de la Universidad de Boston.

Los primeros resultados están encaminados a conseguir cosas relativamente prosaicas, y aún
alejadas de la inteligencia artificial a la que nos tiene acostumbrados la ciencia-ficción:
reconocer caras de personas con fiabilidad y aunque cambien de aspecto externo, conducir un

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coche entre el tráfico de una gran ciudad sin ayuda de personas, o enviar vehículos realmente
autónomos a marte. Pero las siguientes fases son más prometedoras todavía. La idea es
simular primero el cerebro de una rata o algún otro mamífero “simple” para, “quizá en 15 o 20
años”, poder crear cerebros tan complejos como los de los seres humanos. Este
interesantísimo artículo de IEEE Spectrum ilustra con detalle los entresijos del proyecto
MoNETA. Es muy largo pero merece la pena.

Hasta ahora los intentos de simular la capacidad cognoscitiva de un cerebro mediante


ordenadores y chips convencionales se topaban con grandes barreras: capacidad de cómputo,
tamaño, complejidad de las relaciones entre neuronas simuladas... y sobre todo que el
funcionamiento es esencialmente distinto y al final hay un software que intenta emular al
cerebro ejecutándose encima de un hardware. El enfoque seguido por MoNETA y el uso de
memristores es completamente distinto. Los cerebros de memristores no se programarán
sino que aprenderán de la experiencia, como si fueran cachorros. Se buscará que puedan
adaptarse por sí mismos a situaciones cambiantes y, al igual que un animal se las ingenia para
buscar comida o salvar obstáculos, los cerebros de memristores podrán adaptarse a diferentes
situaciones de manera autónoma y sin experiencia previa.

Al igual que las neuronas del cerebro se mueren y el cerebro es capaz de adaptarse a ello sin
ningún problema, los chips de memristores tienen también una tasa alta de fallos a los que
deben adaptarse. Por eso también un programa convencional imbuido en el hardware no
serviría, y deben ser cerebros adaptativos.

Las consecuencias en la sociedad y la economía de esta nueva tecnología y sus aplicaciones


están todavía fuera de nuestra imaginación. Pero nos encontramos probablemente ante un
cambio importante. Si las expectativas depositadas en los memristores aportan en la práctica
la mitad de lo que se pretende conseguir, tenemos por delante unos años de avances
tecnológicos sin precedentes.

No sé tú, pero yo no me lo quiero perder :-)

Acerca del autor


José Manuel Alarcón es ingeniero industrial. Desde 1997 ha escrito varios cientos de artículos para las
principales publicaciones de informática y programación en España, y es autor de diversos libros de
programación y de empresa. Mantiene un blog personal en http://jmalarcon.es y un blog técnico en
www.jasoft.org. Puedes seguirlo en twitter: @jm_alarcon.

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