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LECCIONES DE VIDA Tomo Cuatro

37. La Forma de Disfrutar de la Salvación de Dios Incluyendo la Primera Etapa de la


Santificación
38. El Perdón de Pecados y la Limpieza de Pecados
39. La Propiciación y la Reconciliación
40. La Santificación, Segunda Etapa
41. La Justificación
42. La Regeneración
43. El Renovar
44. La Santificación, Tercera Etapa
45. La Transformación
46. La Madurez
47. La Conformación
48. La Glorificación

Witness Lee
Living Stream Ministry
Anaheim, California
©1987 Witness Lee
Primera Edición, 3.000 copias, julio de 1987. Segunda Edición, 5.000 copias, julio
de 1987.
ISBN 0-87083-284-0
(Juego completo, rústica)
ISBN 0-87083-296-4
(Lecciones 37-48, rústica)
Publicado por
Living Stream Ministry
1853 W. Ball Road, P. O. Box 2121
Anaheim, CA 92804 U.S.A.
Impreso en los Estados Unidos de América

EXPLICACIÓN Y COMUNIÓN
1. Estas lecciones fueron específicamente preparadas para las reuniones de casa de
los nuevos creyentes. Los dos primeros tomos abarcan los diferentes asuntos entre
un creyente y Dios, los que él debe conocer, entender y practicar inmediatamente
después de ser salvo. Luego, los dos últimos tomos abarcan la salvación plena que
Dios ha preparado en Cristo para nosotros los que hemos creído en El, las riquezas
que hemos obtenido en Cristo, la experiencia que debemos tener en Cristo, las
cosas que debemos llevar a cabo en Cristo, y la meta que debemos alcanzar en
Cristo.
2. Es difícil evitar ciertos términos que son relativamente profundos y difíciles de
entender para los nuevos creyentes. No es necesario añadir explicaciones cuando
se leen estas lecciones en las reuniones. Mientras se lee lección tras lección, se
adquirirá un entendimiento completo de los términos. Aunque no haya un entendi-
miento completo en ese momento, se obtendrá el entendimiento gradualmente.
3. El conocimiento es vacío, y la letra mata; sólo Cristo es la realidad, y solamente
el Espíritu da vida. Por lo tanto, debe haber oración, confesión de pecados, y el ser
llenados y saturados con el Espíritu de Cristo en abundancia antes de leer estas
lecciones. Al leer, se debe tener la práctica de depender menos de la mente y más
del espíritu, rechazando la vieja manera de conocimiento, y enfatizando la nueva
manera de vida. En la lectura, frase tras frase debe ser expulsada por el espíritu con
vida, para tocar los espíritus de otros a fin de que ellos reciban la suministración de
vida del Cristo neumático.
4. Los versículos de la Biblia citados en estas lecciones son tanto económicos como
idóneos. Además, sus explicaciones son concisas y adecuadas, sin tener necesidad
de explicaciones más amplías. Lo único necesario es repetir lo que se lee, enfatizar
lo que se lee, leer de una manera viviente y orar-leer. A veces, se debe completar la
lectura con himnos o testimonios. Nunca se debe extender el significado del texto o
desarrollar un entendimiento basado en la inferencia.
5. Las Escrituras citadas en estas lecciones son de la Versión Reina-Valera. [Nota de los
traductores: correcciones ocasionales hechas conforme a las lenguas originales están
denotadas por las abreviaturas gr. o hebr. después de las referencias de los versículos.]
6. A fin de que estas lecciones sean de beneficio para las reuniones en casa, existe la
gran necesidad de mucha oración. Que el Señor bendiga Su recobro, perfeccione a Sus
santos y edifique Su Cuerpo.

El autor
Taipéi
20 de marzo de 1987
[Esta traducción no fue revisada por el autor, y por consiguiente toda inexactitud es
responsabilidad exclusiva de los traductores].

LECCIÓN TREINTA Y SIETE


LA FORMA DE DISFRUTAR DE LA SALVACIÓN DE DIOS INCLUYENDO LA PRIMERA
ETAPA DE LA SANTIFICACIÓN
En los tres tomos anteriores tratamos con treinta temas acerca de asuntos entre
Dios y nosotros, y entre nosotros y Dios. En este cuarto tomo, todavía
necesitamos una vista de conjunto concerniente la plena salvación de Dios.
Primero, estudiaremos la manera de disfrutar de la plena salvación de Dios; luego
examinaremos los diferentes aspectos de la plena salvación de Dios. Según la
revelación divina en la Biblia, hay claramente tres pasos que constituyen el
disfrute de la plena salvación de Dios.
I. LA SANTIFICACIÓN DEL ESPÍRITU SANTO
1) "... según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu,
para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo" (1 P. 1:2).
Aquí, la palabra nos muestra cómo el Dios Triuno causa que Su salvación nos
alcance: Dios el Padre nos eligió según Su presciencia, y Dios el Espíritu nos
santifica para que recibamos la redención de Dios el Hijo, la cual está indicada
aquí por la sangre de Cristo. Según nuestra experiencia de la plena salvación de
Dios, la santificación de Dios el Espíritu es el primer paso en nuestro disfrute de la
plena salvación de Dios. Dios el Padre nos eligió en la eternidad pasada según Su
presciencia. Luego, después que nacimos, Dios el Espíritu vino a santificarnos del
mundo, conforme a la elección del Padre, para que disfrutemos de la redención de
Dios el Hijo. Por eso, la santificación de Dios el Espíritu constituye el primer paso
en nuestro disfrute de la plena salvación de Dios. Sin embargo, este Paso no lo
damos nosotros; es la obra del Espíritu de Dios.
La santificación de Dios el Espíritu nos separa del mundo para que pertenezcamos a Dios
y disfrutemos de Su plena salvación. Esta santificación en nosotros se divide en tres
etapas. La primera es para nuestro arrepentimiento, la segunda es para nuestra
justificación, y la tercera es para nuestra transformación. Por consiguiente, la venida de
Dios el Espíritu para separarnos para el arrepentimiento, conforme a la elección de Dios
el Padre en la eternidad pasada, es la primera etapa de Su santificación plena en
nosotros. En esta primera etapa de santificación, El nos ilumina, haciendo que seamos
convencidos de pecado (Jn. 16:8), que nos volvamos en nosotros mismos (Le. 15:17), y
que nos arrepintamos y nos convirtamos a Dios (Hch. 26:20).
II. NUESTRO ARREPENTIMIENTO
1) "Arrepentíos, y creed en el evangelio" (Mr. 1:15).
Esta palabra nos dice que para disfrutar de la plena salvación de Dios, tenemos que
arrepentirnos y creer en el evangelio; es decir, tenemos que recibir la salvación de
Dios. Por consiguiente, nuestro arrepentimiento es el segundo paso en nuestro
disfrute de la plena salvación de Dios.
2) "Enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia ... un
pecador que se arrepiente ... volviendo en sí" (Le. 15:8, 10, 17).
En estos versículos, encender una lámpara, barrer la casa, y buscar con diligencia
significan que al escuchar el evangelio, Dios el Espíritu (el Espíritu Santo, quien nos
santifica) nos ilumina por dentro y descubre nuestros pecados uno por uno, para que
conozcamos nuestros pecados y nos arrepintamos. Por lo tanto, esta porción de la
Biblia nos muestra que es debido a ese iluminar y buscar en nosotros por el Espíritu
Santo, que nosotros los pecadores volvemos en nosotros mismos y nos arrepentimos.
El Espíritu Santo nos ilumina y busca interiormente para santificarnos del mundo y
para hacer que volvamos al Señor y recibamos la plena salvación de Dios. Por
consiguiente, la santificación del Espíritu Santo es el
primer paso para recibir la salvación y nuestro arrepentimiento es el segundo paso.
3) "... arrepintiesen y se convirtiesen a Dios" (Hch. 26:20).
El arrepentimiento significa literalmente un cambio en la manera de pensar que
produce un pesar y por consiguiente un cambio de meta. Nos arrepentimos y
creemos en el Señor porque después de escuchar el evangelio, el Espíritu Santo
santifica nuestra mente, haciendo que se arrepienta y cambie, es decir, que se
vuelva a Dios y que lo tome a El como meta en todo.
4) "Predicando... arrepentimiento... preparad el camino del Señor;
enderezad sus sendas. Todo valle se rellenará, y se bajará todo monte y
collado; los caminos torcidos serán enderezados, y los caminos ásperos
allanados; ... verá ... la salvación de Dios" (Le. 3:3-6).
Es mediante el mucho enderezar y allanar en nuestros corazones que vemos (es
decir, poseemos) el arrepentimiento en la salvación de Dios. El valle, el monte, los
caminos torcidos y los caminos ásperos son metáforas que describen las
condiciones de los corazones del hombre hacia Dios y hacia otros, y las relaciones
entre los hombres. Cuando nos arrepentimos y creemos en el Señor, nuestro
arrepentimiento endereza todos los caminos torcidos y allana todos los caminos
ásperos en nuestros corazones, haciendo que todo nuestro ser sea enderezado y
allanado para que Dios entre y lleve a cabo Su plena salvación.
III. NUESTRO CREER Y SER BAUTIZADOS
A. Creer
1) "Arrepentíos, y creed en el evangelio" (Mr. 1:15).
Esta palabra nos muestra que para disfrutar de la salvación de Dios tenemos que
arrepentirnos y también creer. Por el lado negativo, cuando nos arrepentimos,
sentimos remordimiento y confesamos nuestros pecados para aclarar y enderezar
nuestra condición que está caída y alejada de
Dios. Por el lado positivo, cuando creemos, creemos en Cristo y recibimos a Dios en
nuestro interior, para que le obtengamos a El y Su vida eterna.
2) "Para que todo aquel que en él cree ... tenga
vida eterna" (Jn. 3:16).
Cuando creemos en el Señor, creemos en [hacia adentro] el Señor, para estar unidos a
El en la vida eterna de Dios a fin de disfrutar de la plena salvación que Dios preparó
en El. Por lo tanto, el hecho de que "creer" es "creer en [hacia adentro]" lleva un
sentido fuerte de estar juntado y unido.
3) "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios" (Jn. 1:12).
Creer no es sólo "creer en [hacia adentro]" sino también recibir. "Creer en" es lo
mismo que "estar unido a", refiriéndose a nuestro estar unidos a Cristo, en quien
hemos creído; recibir significa recibir al Cristo en quien hemos creído y quien ha
entrado en nosotros para unirse a nosotros. Nuestro creer en Cristo nos hace ser los
que están en Cristo; nuestro recibir a Cristo hace que El sea el que está en nosotros.
La expresión "en Cristo" se refiere al comienzo de nuestra unión con El, el cual nos
proporciona la posición y esfera para disfrutar de la plena salvación de Dios; la
expresión "Cristo en nosotros" se refiere al progreso de esta unión, el cual nos da
además la experiencia y los elementos del disfrute de la plena salvación de Dios. Si
permitimos que continúe sin estorbos o distracciones nuestra experiencia de estos dos
aspectos que nosotros estamos en Cristo y que Cristo está en nosotros-disfrutaremos
rica e incesantemente de la plena salvación de Dios en Cristo.
4) "A los que por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo les ha sido
repartido una fe
igualmente preciosa que la nuestra" (2 P. 1:1, gr.).
La fe mediante la cual creemos en Cristo y recibimos a Cristo, y por la cual somos salvos
(Ef. 2:8), es como la fe
preciosa que nos fue repartida. La palabra "repartido" indica que no tenemos esta fe en
nosotros mismos; más bien, la obtenemos de Dios. Además, esta fe es "igual", es decir,
es de la misma y sola entidad. La frase "fe igual' indica que la fe poseída por nosotros,
los que hemos creído en Cristo y hemos recibido a Cristo, es de una-misma y sola
entidad, de la cual a cada uno de nosotros nos fue dada una asignación. Esto es como la
totalidad de la buena tierra de Canaán que fue repartida a los israelitas en el Antiguo
Testamento (Jos. 14:1-5). La buena tierra de Canaán en el Antiguo Testamento tipifica al
Cristo todo inclusivo en el Nuevo Testamento. En el Nuevo Testamento, Dios da este rico
Cristo como una herencia repartida a todos los escogidos por El. Esta herencia está
incluída en la fe, y mediante esta fe recibimos y nos fue repartida la herencia. Por
consiguiente, esta fe nuestra es la herencia que recibimos de Dios. Esta fe es también
aquélla mediante la cual recibimos y nos fue repartida esta herencia de Dies, Por lo
tanto, la herencia repartida por Dios y la fe mediante la cual recibimos y nos fue
repartida la herencia de Dios son la misma cosa, es decir, son Cristo mismo dada a
nosotros por Dios. Por una parte, el Cristo dado a nosotros por Dios, es nuestra herencia
que Proviene de Dios; por otra, El es también la fe mediante la cual recibimos y nos fue
repartida la herencia de Dios. Ambas son Cristo. Cuando escuchamos y creemos en el
evangelio, el Espíritu Santo, quien nos santifica y hace que nos arrepintamos, introduce
a Cristo en nosotros por un lado, para ser nuestra herencia que proviene de Dios y, por
otro, para ser la fe mediante la cual recibimos y nos es repartida la herencia de Dios.
Ambas son la porción que Dios nos da es decir, la porción de los santos que proviene de
Dios (Col, 1:12). Además, el Espíritu Santo, quien introduce a Cristo en nosotros, es la
expresión consumada del Dios Triuno alcanzándonos y entrando en nosotros para
introducir a Cristo en nosotros como nuestra porción eterna que proviene de Dios. Por lo
tanto, el Dios Triuno entra en Su pueblo escogido para ser su fe, haciendo que ellos
entren en El para estar unidos a El como una sola entidad en Su vida divina. Este es el
significado máximo de la mismísima fe por la cual entramos en Cristo.
B. Ser bautizados
1) "El que creyere y fuere bautizado, será salvo" (Mr. 16:16).
Esta simple y clara palabra nos revela adicionalmente que para poder disfrutar de la
plena salvación de Dios, no sólo necesitamos creer sino también ser bautizados. Creer
y ser bautizados no son dos pasos, sino un paso que exige los dos pies. Ambos son
necesarios para completar un paso. Creer es la realidad interior de nuestro entrar en
Cristo, y ser bautizados es la confesión, el testimonio, la señal y la declaración
exteriores de nuestro entrar en Cristo.
2) "Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis
revestidos" (Gá. 3:27).
Tal como nuestro creer interior es nuestro entrar en Cristo, así también lo es nuestro
bautismo exterior. Es sólo cuando estos dos se combinan que hay un entrar completo
y substancial. Mediante la fe y el bautismo entramos en Cristo completa y
substancialmente, revistiéndonos de Cristo como la justicia que obtenemos creyendo
en El. Así llegamos a ser herederos de Dios (Lc. 15:21-23) para heredar al Cristo de
Dios como nuestra herencia (Gá. 3:29).
3) "Todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido
bautizados en su muerte" (Ro. 6:3); "...sepultados con él [con Cristo] en el
bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él" (Col. 2:12).
Cuando somos bautizados en Cristo, somos también bautizados en Su muerte. Siendo
sumergidos en El, tenemos una unión con El, así que todo lo que El experimentó llega
a ser nuestra experiencia. Puesto que El experimentó la muerte y resurrección,
nosotros participamos en la muerte y resurrección que El experimentó siendo
bautizados nosotros en El para estar unidos a El. Morimos con El en Su muerte y
fuimos de esta manera librados de todo lo que es de la vieja creación. Fuimos también
resucitados con El en Su resurrección para entrar en todo lo que es de la nueva
creación.
4) "El bautismo que corresponde a esto [al agua] ahora nos salva (no
quitando las inmundicias de la
carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la
resurrección de Jesucristo" (1 P. 3:21).
Así como el diluvio rescató de esa generación corrupta a la familia de Noé (Gn. 6:11,
17), así el bautismo nos rescata del mundo corrupto. Este bautismo no es quitar las
inmundicias de la carne, sino es una aspiración de una buena conciencia hacia Dios.
Es una aspiración de una buena conciencia hacia Dios por aquéllos que son
bautizados, a fin de que puedan testificar ante el hombre que todos sus problemas
con Dios han sido resueltos, que ya no hay más acusación en su conciencia, que al
contrario, están llenos de paz y fe, y que han sido bautizados en el Dios Triuno (Mt.
28:19). Además, por la resurrección de Cristo, esto es, por el hecho de que Cristo se
hizo el Espíritu de vida en resurrección, ellos están orgánicamente unidos a El.
La santificación del Espíritu Santo, nuestro arrepentimiento, nuestro creer y ser
bautizados, los cuales acabamos de ver, son los tres pasos necesarios para que
disfrutemos de la plena salvación de Dios en Cristo. Además, en nosotros que
estamos experimentando la plena salvación de Dios, la experiencia de la realidad de
estos tres pasos debe repetirse como un ciclo, una y otra vez.

LECCIÓN TREINTA Y OCHO


EL PERDÓN DE PECADOS Y LA LIMPIEZA DE PECADOS
En Su plena salvación, Dios primero nos perdona nuestros pecados y nos limpia de
nuestros pecados. Cuando recibimos la plena salvación de Dios, lo primero que
disfrutamos es el perdón de nuestros pecados por Dios y Su limpieza de nuestros
pecados.
I. EL PERDÓN DE PECADOS
1) "Todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados" (Hch. 10:43).
El perdón de pecados es la primera parte de nuestra redención, y lo recibimos en el
momento en que creemos. Nuestro primer problema ante Dios es que hay un registro
de pecado debido a nuestras obras pecaminosas. Sólo cuando nuestro registro es
aclarado puede liberarnos la justicia de Dios. A menos que sean eliminadas nuestras
obras pecaminosas ante El, el Dios justo no puede concedernos las cosas restantes de
Su redención. Por lo tanto, primero necesitamos tener el perdón de Dios de nuestros
pecados.
A. El significado del perdón de pecados
1) Siendo librados del castigo de la justicia de Dios: "El que en él cree, no es
condenado" (Jn. 3:18).
Primero, el perdón de pecados significa la eliminación de nuestro registro de pecado
ante Dios a fin de que seamos librados del castigo de la justicia de Dios. Debido a que
teníamos un registro de pecado ante Dios y estábamos condenados, deberíamos haber
sufrido el justo castigo de Dios. Pero cuando Dios nos perdonó, El nos libró de Su justo
castigo y no nos condenó más.
2) Haciendo que los pecados salgan de los perdonados: "Dar. perdón de
pecados" (Hch. 5:31); "Jehová cargó en él [en Cristo] el pecado de todos
nosotros" (Is. 53:6); "Llevó él mismo [Cristo] nuestros pecados en su cuerpo
sobre el madero [la cruz]" (1 P. 2:24).
En el Nuevo Testamento, la palabra griega para perdón significa "haciendo (lo) salir" y
"despidiendo". Cuando Dios nos perdona nuestros pecados, El no sólo elimina nuestro
registro de pecado ante El, sino que también causa que se vayan de nosotros los
pecados que hemos cometido. Esto es porque, cuando Dios hizo que el Señor Jesús
fuese nuestra ofrenda por el pecado en la cruz, El cargó en El todos nuestros pecados
para que los llevara por nosotros. Además, cuando Dios hizo que el Señor Jesús
llevara nuestros pecados en la cruz para que sufriese el juicio y el castigo de Dios en
nuestro lugar, El también hizo que todos nuestros pecados fueran cargados en
Satanás para que él los llevara por siempre. Esto se revela como un tipo en la
expiación registrada en Levítico 16. El pecado provino de Satanás y se nos pasó, con
el resultado de que llegamos a obtener un registro de pecado ante Dios. Dios puso
todos nuestros pecados sobre el Señor Jesús para que los llevara todos con El a sufrir
el castigo de Dios por nosotros y a cancelar nuestro registro de pecado ante Dios.
Habiendo hecho esto, Dios devolvió todos nuestros pecados a Satanás para que él
mismo los llevara. De este modo, Dios puede perdonar los pecados a los perdonados
y hacer que sus pecados los dejen. "Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo
alejar de nosotros nuestras rebeliones" (Sal. 103:12).
3) Olvidándose de los pecados de los perdonados: "Porque seré [yo, Dios]
propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus
iniquidades" (He. 8:12).
Cuando Dios perdona, El también olvida los pecados de los que El perdonó. Cuando
Dios perdona nuestros pecados, El no sólo cancela nuestro registro de pecado y hace
que nuestros pecados se vayan de nosotros, sino que en Sí mismo también olvida
nuestros pecados. Una vez que nos perdona, El borra nuestros pecados de Su
memoria y de ningún modo se acordará más de ellos.
B. La base para el perdón de pecados
1) "Sin derramamiento de sangre no se hace remisión" (He. 9:22).
El perdón de nuestros pecados por Dios se basa en el derramamiento de sangre para la
redención. Debido a que El es justo, Dios no puede perdonar los pecados de los
hombres sin alguna razón. Su justicia requiere que todo el que peque muera (Ez. 18:4).
A menos que Su requisito justo sea satisfecho, Su justicia no puede permitirle perdonar
a los pecadores sus pecados. Pero, puesto que el Señor Jesús murió y derramó Su
sangre en la cruz conforme a la justicia de Dios, satisfaciendo así el requisito justo de
Dios, El puede legalmente perdonar a los hombres sus pecados conforme a Su justicia.
El Señor Jesús dijo: "Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada
para remisión de los pecados" (Mt. 26:28). Puesto que la sangre del Señor Jesús fue
derramada por los hombres conforme a la justicia de Dios, satisfaciendo así los
requisitos justos de Dios, Su sangre llegó a ser la base sobre la cual pueden ser
perdonados los pecados de los que creen en El.
C. El modo de recibir el perdón de pecados
1) El arrepentimiento: "El arrepentimiento y el perdón de pecados" (Le. 24:47).
Arrepentirse ante Dios es el primer paso para que los pecadores reciban el perdón de
sus pecados.
2) La fe: "Todos los que en él [en Cristo] creyeren, recibirán perdón de
pecados" (Hch. 10:43).
Por el lado negativo, arrepentirse es alejarse de los pecados, mientras que por el lado
positivo, creer es creer en Cristo. Creer en Cristo es entrar en El y unirse a El. Este es el
segundo paso para que recibamos el perdón de nuestros pecados. Este paso sigue
inmediatamente el arrepentimiento.
D. Los resultados del perdón de pecados
1) Temer a Dios: "Pero en ti hay perdón, para que seas temido" (Sal. 130:4,
hebr.).
El perdón de nuestros pecados por Dios, hace que le
temamos. Cuanto más disfrutamos de este perdón, más le tememos.
2) Amar a Dios: "Sus muchos pecados le son perdonados, porque amó [la
mujer pecadora] mucho" (Le. 7:47).
Esto es lo que el Señor Jesús dijo con respecto a la mujer pecadora cuyos pecados El
había perdonado. La cláusula "porque amó mucho" no se refiere a la razón por la cual
el Señor la perdonó. Más bien, se refiere al testimonio de haber sido perdonado por el
Señor. Que ella amó tanto al Señor testificó que ella fue perdonada mucho por el
Señor. Cuanto más nos perdona el Señor, más le amamos. Por lo tanto, amar al Señor
es un resultado de ser perdonados por El.
II. LA LIMPIEZA DE PECADOS
1) "El [Dios] es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de
toda maldad" (1 Jn. 1:9).
Esta palabra aquí nos muestra que la limpieza que Dios hace de nuestros pecados
sigue de cerca Su perdón de nuestros pecados. Cuando perdona nuestros pecados, al
mismo tiempo nos limpia de nuestros pecados.
A. El significado de la limpieza de pecados
1) "Lávame, y seré más blanco que la nieve" (Sal. 51:7); "Si vuestros pecados
fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos
como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana" (Is. 1:18).
Cuando Dios perdona nuestros pecados, nos exenta del castigo por los pecados;
cuando Dios nos limpia de nuestros pecados, El borra las huellas de nuestros pecados.
Si solamente hubiera el perdón de pecados y no la limpieza de pecados, aunque
nuestros pecados fuesen perdonados, aun permanecerían las huellas de nuestros
pecados. El perdón es un procedimiento legal, mientras que la limpieza es un
aclaramiento real. Con respecto a la ley justa de Dios, nuestros pecados necesitan ser
perdonados. Con respecto a las huellas del pecado en nosotros, nuestros pecados
necesitan ser lavados. Por consiguiente, en la plena salvación de Dios, El no sólo quita
nuestro registro de pecado ante El conforme a la justicia de Su ley, sino que también
limpia las huellas de los pecados en _nosotros. Su limpieza de nuestros pecados nos
hace tan blancos como la nieve y la lana. La limpieza que nos hace tan blancos como
nieve es una limpieza posicional, por fuera; la limpieza que nos hace tan blancos como
lana es una limpieza de nuestra naturaleza, por dentro.
B. Los dos aspectos de la limpieza de pecados
1. La limpieza de pecados por medio de la sangre
1) "La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado" (1 Jn. 1:7).
La limpieza que Dios hace de nuestros pecados es de dos aspectos. Uno es en nuestra
posición exterior, mientras que el otro es en nuestra naturaleza interior. La limpieza
posicional y exterior que Dios hace de nuestros pecados es por medio de la sangre del
Señor Jesús. La sangre del Señor Jesús, el Dios-hombre, nos limpia de todo pecado,
exterior y posicionalmente.
a. Ante Dios
1) "El cual [Cristo] ... habiendo efectuado la purificación de nuestros
pecados .... se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas" (He. 1:3).
Esto se refiere al Señor Jesús, quien nos purificó de nuestros pecados ante Dios de una
vez por todas, por el derramamiento de Su sangre en la cruz, haciéndonos así
posicionalmente puros ante Dios y ante Su ley.
b. En la conciencia de los creyentes
1) "La sangre de Cristo ... limpiará vuestras conciencias de obras muertas para
que sirváis al Dios vivo" (He. 9:14).
La sangre del Señor no limpia nuestro corazón, sino nuestra conciencia por dentro.
Puesto que la sangre del Señor nos limpia de nuestros pecados ante Dios y ante Su ley,
la sangre también purifica nuestra conciencia ante ella misma, permitiéndonos así
servir a nuestro Dios vivo con confianza.
2. La limpieza de pecados por la vida
1) "El lavamiento de la regeneración" (Tit. 3:5); "Mas ya habéis sido lavados... en el
Espíritu de nuestro Dios" (1 Co. 6:11, gr.).
Estos dos versículos nos muestran la vida de Dios que nos regenera y el hecho de ser
limpiados por Su Espíritu. Esta es una limpieza interior en nuestra naturaleza por Su
vida y por Su Espíritu. Cuando somos regenerados, recibimos la vida de Dios y
tenemos al Espíritu de Dios morando en nosotros. Cuando la vida de Dios crece en
nosotros y Su Espíritu se mueve en nosotros, tiene lugar una función metabólica que
quita y lava las impurezas de nuestra naturaleza, es decir, de nuestra disposición. Así,
disfrutamos de la limpieza de pecados en la plena salvación de Dios, tanto en nuestra
posición exterior como en nuestra disposición interior.

LECCIÓN TREINTA Y NUEVE


LA PROPICIACIÓN Y LA RECONCILIACIÓN
En la plena salvación de Dios, existen estos dos asuntos: la propiciación y la
reconciliación; es decir, Dios hace propiciación por nosotros, los que una vez
teníamos un problema con El, y Dios nos reconcilia con El mismo a nosotros quienes
éramos Sus enemigos. Cuando creemos en el Señor y somos salvos, obtenemos
estos dos asuntos y disfrutamos de ellos.
I. LA PROPICIACIÓN
1) "...su Hijo [el de Dios] una propiciación por nuestros pecados" (1 Jn. 4:10,
gr.).
Cuando pecamos contra Dios, vinimos a ser pecaminosos delante de El. Esto causó
que se empezó a existir un problema entre Dios y nosotros. Por esta razón, el Señor
Jesús no solamente se ofreció por nosotros como nuestra ofrenda por el pecado en la
cruz (Is. 53:10) para redimirnos de nuestros pecados delante de Dios, sino que
también se hizo nuestra propiciación para mitigar el problema que teníamos con
Dios.
A. El significado de la propiciación
1) "El [Cristo] es la propiciación por nuestros pecados" (1 Jn. 2:2).
La palabra "propiciación" literalmente quiere decir una mediación entre dos partes
para que se unan. Cuando una parte "A" empieza a tener un problema con una parte
"B", ya sea porque la ofendió o le debe algo, entonces la parte "B" hará alguna
reclamación a la parte "A". Si la reclamación no es cumplida, el problema entre las
dos partes no se resolverá y las dos no podrán reconciliarse. Por consiguiente, se
necesita la propiciación. Nuestros pecados nos separan de Dios e impiden nuestra
comunión con El. Nos hacen tener un problema con Dios. Por lo tanto, necesitamos al
Señor Jesús como nuestro sacrificio propiciatorio para satisfacer la exigencia de Dios.
B. La realización de la propiciación
1) "...para expiar los pecados del pueblo" (He. 2:17).
Cuando el Señor Jesús realizó la redención por nosotros en la cruz, también realizó la
propiciación por nosotros. Ya que Su padecimiento de la muerte y Su derramamiento
de sangre trató con los pecados que causaron nuestro problema con Dios, Su muerte y
derramamiento de sangre calmaron el problema causado por los pecados. Esto
permite que Dios y nosotros, nosotros y Dios, estemos mutuamente en paz.
C. La aplicación de la propiciación
1) "... a quien [al Cristo redentor] Dios puso como la cubierta propiciatoria [la
tapa del arca] por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia"
(Ro. 3:25, gr.).
En la cruz, Cristo realizó la propiciación por nosotros mediante Su redención. El mismo
se hizo nuestra propiciación, la cual es tipificada en el Antiguo Testamento por la tapa
del arca en el Lugar Santísimo, el lugar donde Dios manifestó misericordia al hombre.
Sobre Cristo como la cubierta propiciatoria, Dios puede aplicar la misma propiciación
realizada por Cristo a los que creen en Cristo y que se acercan a Dios. Esto mitiga el
problema entre El y ellos, causado por el pecado.
II. LA RECONCILIACIÓN
1) "Dios... reconciliando consigo al mundo" (2 Co. 5:19).
La reconciliación con Dios sigue de cerca la propiciación y ésta nos trae la
reconciliación. La propiciación realizada por el Señor Jesús por medio de Su redención
nos reconcilia con Dios.
A. El significado de la reconciliación
Ser reconciliado con Dios literalmente significa tener un cambio completo hacia Dios.
En la caída del hombre, el hombre se rebeló contra Dios, empezó a tener un problema
con Dios, se opuso a Dios (Col. 1:21), y vino a ser enemigo de Dios (Ro. 5:10). Por lo
tanto, el hombre necesita un cambio completo hacia Dios; es decir, necesita_ ser
reconciliado con Dios a través de la redención de Cristo. No es que Dios sea
reconciliado con nosotros, sino que nosotros somos reconciliados con Dios. Ya que Dios
nunca nos ha causado problemas, El no tiene que ser reconciliado con nosotros. Al
contrario, nosotros somos los que tenemos problemas con Dios, y por lo tanto
necesitamos ser reconciliados con El.
B. La realización de la reconciliación
1) "Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por
Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación" (2 Co. 5:18-19).
La reconciliación por la cual estamos reconciliados con Dios, proviene de El. Dios nos
reconcilia con El mismo por Cristo y en Cristo. Por lo tanto, la reconciliación es por
completo obra de Dios.
2) "Por medio de él, [de Cristo] reconciliar consigo [con Dios] todas las
cosas ... haciendo la paz mediante la sangre de su cruz" (Col. 1:20).
Puesto que Dios quiere reconciliarnos consigo, El hizo la paz por nosotros mediante la
sangre derramada por Cristo en la cruz, y luego, nos reconcilió consigo por medio de
Cristo. Por lo tanto, este dulce asunto de nuestro ser reconciliados con Dios fue
realizado por Dios. Fue realizado por Dios mediante el derramamiento de la sangre de
Cristo en la cruz. Derramando Su sangre en la cruz, Cristo, por un lado, hizo la paz a
favor de nosotros para reconciliarnos con Dios, y por otro, realizó lo mismo en nombre
de Dios, ya que fue Dios quien hizo la paz por nosotros por medio de Cristo.
C. El resultado de la reconciliación
1) Teniendo paz para con Dios: "Tenemos paz para con Dios por medio de
nuestro Señor Jesucristo" (Ro. 5:1), Tener paz es estar en paz. Una vez éramos
pecadores, los que tenían problemas con Dios. No teníamos paz con Dios y no
estábamos en paz con Dios. Pero ahora, ya que hemos sido reconciliados con Dios por
medio de la redención y la propiciación de Cristo, tenemos paz para con Dios y
disfrutamos de la paz juntamente con El.
2) Gloriándonos en Dios: "También nos gloriamos en Dios por el Señor
nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación" (Ro.
5:11). Literalmente, la expresión "nos gloriamos" aquí usada incluye el significado de
regocijo, exultación, ensalzamiento y jactancia. Puesto que fuimos reconciliados con
Dios por medio del Señor Jesucristo y obtuvimos a Dios, Dios mismo llegó a ser
nuestra porción eterna. Podemos disfrutarle a El gloriándonos, regocijándonos,
exultándonos, ensalzándonos y llenándonos de orgullo en El; es decir, "también nos
gloriamos en las tribulaciones" (Ro. 5:3), y "nos gloriamos en la esperanza de la gloria
de Dios" (Ro. 5:2).
3) Siendo salvos en vida: "Estando reconciliados, seremos salvos por su
vida" (Ro. 5:10). Al estar reconciliados con Dios, somos introducidos en la vida de
Cristo. Como consecuencia, podemos ser salvos en la vida de Cristo, esto es, ser
salvos de muchas cosas negativas por la vida de Cristo, para ser librados de nuestros
pecados que nos enredan, del mundo y su usurpación, de nuestra carne,
temperamento, y disposición, y de nuestro "yo" y nuestro hombre natural.
Los tres puntos anteriores son el resultado de nuestra reconciliación con Dios.
D. El segundo paso de la reconciliación
1) "Os rogamos [a los creyentes] en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios" (2
Co. 5:20).
El texto anterior a este versículo dice que Dios reconcilió consigo al mundo. Ya hemos
visto este asunto anteriormente. En este versículo, Dios les dice a los creyentes,
quienes ya están reconciliados, que se reconcilien todavía más con El. Esto indica que
hay dos pasos en nuestra reconciliación completa con Dios. El primer paso es que
cuando éramos pecadores, fuimos reconciliados con Dios, siendo librados de pecados y
justificados por Dios. El segundo es que, después de ser salvos, mientras aún estamos
viviendo en la vida natural, nos reconciliamos conciliamos con Dios, siendo librados de
la carne para llegar a ser la justicia de Dios. Para el primer paso de nuestra reconcilia-
ción con Dios, Cristo murió en la cruz para llevar nuestros pecados (1 P. 2:24; 1 Co.
15:3), a fin de que nuestros pecados fuesen perdonados por Dios y Dios nos justificara
por causa de El. Para el segundo paso de nuestra reconciliación con Dios, Cristo fue
hecho pecado y fue crucificado por nosotros en la cruz (2 Co. 5:21), para que fuésemos
librados de la carne y fuésemos hechos justicia de Dios en Cristo.

LECCIÓN CUARENTA
LA SANTIFICACIÓN, SEGUNDA ETAPA
La santificación es otro aspecto importante de la plena salvación de Dios y llega a ser
una faceta de nuestra experiencia en el disfrute de la plena salvación de Dios.
I. EL SIGNIFICADO DE LA SANTIFICACIÓN
1) "... para poder discernir entre lo santo y lo profano" (Lv. 10:10).
El significado de la santificación, ya sea en el hebreo del Antiguo Testamento o en el
griego del Nuevo Testamento, es principalmente separación. Por lo tanto, el ser
santificado (ser hecho santo) en la Biblia significa ser separado de las cosas ordinarias y
comunes. La santidad es el estado de la naturaleza de Dios, la cual no sólo es sin
pecado y sin maldad, sino que también es diferente de todo y es distinta de lo común.
Por consiguiente, siempre que la Biblia menciona a Dios y las cosas concernientes a El
o que le pertenecen a El, las describe como santas. Toda persona, cosa o asunto que no
se entrega a Dios, o no le pertenece a El, es común. Una vez que se entrega a Dios y le
pertenece a El, llega a ser santificada, es decir, separada.
II. LA SEGUNDA ETAPA DE LA SANTIFICACIÓN
1) "Mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido
justificados" (1 Co. 6:11).
Como ya se mencionó en la lección treinta y siete, según la revelación en la Biblia, la
santificación en la salvación de Dios en nosotros se divide en tres etapas: la primera es
para nuestro arrepentimiento, la segunda es para nuestra justificación, y la tercera es
para nuestra transformación. El versículo aquí citado se refiere a la segunda etapa
después del lavamiento y antes de la justificación. Por lo tanto, esta etapa de la
santificación sigue la limpieza de los pecados que se trató en la lección treinta y ocho, y
introduce a la justificación que se discutirá en la siguiente lección. Antes de poder ser
santificados, primero tenemos que ser limpiados de nuestros pecados; del mismo
modo, antes de poder ser justificados, primero tenemos que ser santificados.
III. LA SANTIFICACIÓN POSICIONAL
1) "Que reciban ... perdón de pecados ... entre los santificados" (Hch. 26:18).
En la segunda etapa, la santificación que recibimos en la plena salvación de Dios es
tanto posicional como disposicional. La santificación posicional es un hecho, una
posición santificada que recibimos en Cristo cuando creemos. La santificación
mencionada en este versículo es tal santificación posicional.
A. Mediante la ofrenda única de Cristo
1) "Somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha
una vez para siempre" (He. 10:10).
Esta santificación posicional se realiza mediante la ofrenda del cuerpo de Cristo hecha
de una vez y para siempre, como una ofrenda por el pecado, para separarnos.
B. Mediante la sangre de Jesús
1) "...Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre" (He. 13:12).
Obtenemos santificación posicional mediante la sangre redentora de Cristo derramada
en la cruz. Una vez que somos redimidos por la sangre del Señor, somos separados del
mundo, recibiendo una posición santificada y siendo hechos santos para El.
C. Siendo llamados
1) "Los santificados en Cristo Jesús, llamados santos" (1 Co. 1:2, gr.).
Obtenemos esta santificación posicional como resultado de ser llamados por Dios.
Cuando somos salvos y llamados por Dios, somos separados por El para ser santos.
Esto es
un asunto de posición. Por supuesto, recibimos también la vida santa de Dios cuando
fuimos salvos y regenerados, pero esta vida santa todavía no había sido expresada en
nuestro vivir para que llegara a ser nuestra experiencia de santificación.
IV. LA SANTIFICACIÓN DISPOSICIONAL
La santificación disposicional es la santificación que expresamos en nuestro vivir como
resultado del crecimiento de la vida que recibimos al creer en Cristo.
A. Mediante el santificador
1) "Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos" (He.
2:11).
Cristo es santo, y es también Aquel que nos santifica. Tanto El como nosotros somos
de Dios el Padre. La palabra "de" indica que esta santificación viene de la vida divina
de Dios el Padre, la cual está tanto en Su Hijo como en nosotros. Cristo y nosotros
tenemos la misma vida (Col. 3:4) y la misma naturaleza. Dios en Cristo dispensa Su
vida y naturaleza divinas en nosotros, para que seamos participantes de Su naturaleza
divina (2 P. 1:4), y expresemos así en nuestro vivir una vida santificada por medio de
Su vida divina con Su naturaleza santa en nosotros. Por lo tanto, esta santificación es
la santificación de la vida de Dios y es la santificación que experimentamos; es princi-
palmente disposicional, y no posicional.
B. En el nombre del Señor Jesucristo
1) "Habéis sido santificados ... en el nombre del Señor Jesús" (1 Co. 6:11).
La santificación aquí mencionada no es la santificación que obtuvimos de modo
objetivo en nuestra posición mediante la sangre del Señor. Más bien, la
experimentamos subjetivamente en nuestra disposición en el nombre del Señor. El
estar en el nombre del Señor es estar en Su persona, es decir, estar en la unión
orgánica con El por medio de la fe. En realidad, esto es estar en El mismo. Cuando
fuimos salvos, invocando el nombre del Señor, inmediatamente fuimos puestos en Su
nombre, en Su viviente persona. Entramos en una unión orgánica con El, participamos
de Su vida y naturaleza divinas, y fuimos santificados disposicionalmente.
C. En el Espíritu de Dios, el Espíritu
1) "Habéis sido santificados ... en el Espíritu de nuestro Dios" (1 Co. 6:11).
Somos santificados disposicionalmente estando en el Espíritu de Dios. Este versículo
dice que hemos sido santificados no sólo en el nombre del Señor Jesús, sino también
en el Espíritu de Dios. El nombre del Señor Jesucristo es simplemente Su persona, y
Su persona es el Espíritu. El nombre del Señor y Su Espíritu son inseparables. Cuando
invocamos el nombre del Señor, El nos alcanza con el Espíritu. Puesto que el Espíritu
es el Espíritu de santidad (Ro. 1:4), cuando nos unimos al Señor, experimentamos la
obra santificadora del Espíritu y somos santificados subjetiva y disposicionalmente.
V. EL MODO DE SER SANTIFICADO
1) Por la fe en Cristo: "... por la fe que es en mí [en Cristo]... entre los
santificados" (Hch. 26:18). Para ser santificados y de esta manera separados para
Dios, primero tenemos que creer en Cristo. Cristo derramó Su sangre por nuestra
redención para comprarnos (1 Co. 6:20) a fin de santificarnos (He. 13:12). Si
deseamos participar de este hecho, tenemos que creer en El y unirnos a El. Una vez
que creemos en El y nos unimos a El, somos santificados por Su redención, teniendo
el hecho de la santificación y obteniendo la posición de la santificación.
2) Por el hecho de estar en Cristo: "... los santificados en Cristo Jesús" (1 Co.
1:2). Al creer en Cristo, entramos en El y nos unimos a El. Ya que El mismo es santo
(Lc. 1:35), una vez que estamos en El y nos unimos a El, somos separados para ser
santos. Cristo es el elemento y la esfera en la cual estamos separados, es decir,
santificados para Dios.
Los dos puntos aquí mencionados son el modo para que seamos santificados.
VI. LOS MEDIOS DE LA SANTIFICACIÓN
1) La vida, Cristo: "Cristo... nos ha sido hecho por Dios ... santificación" (1 Co.
1:30). Este versículo muestra que la santificación es simplemente Cristo. Al creer en El,
Cristo entra en nosotros para ser nuestra vida. Esta vida es santa y puede hacer que
expresemos una vida santa en nuestro vivir y que seamos santificados.
2) La luz, la santa Palabra: "Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad"
(Jn. 17:17). A fin de hacernos santos, Dios nos da vida por dentro y la santa Palabra por
fuera. La santa Palabra es la verdad, la cual es capaz de santificarnos. La vida de Dios
dentro de nosotros, con su naturaleza santa, requiere que seamos santos; la santa
Palabra de Dios, como nuestra luz santificadora y nuestra guía por fuera, nos enseña a
ser santos. Estas dos se relacionan por dentro y por fuera para santificarnos.
3) El poder, el Espíritu Santo: "...santificada por el Espíritu Santo" (Ro. 15:16). A
fin de hacernos santos, Dios también nos da el Espíritu Santo para que sea nuestro
poder santificador. Estos tres-la vida de Cristo, la luz de la santa Palabra y el poder del
Espíritu Santo-obran juntamente para santificarnos.

LECCIÓN CUARENTA Y UNO


LA JUSTIFICACION
La justificación es un asunto clave en la plena salvación de Dios. Después de obtener
el perdón y la limpieza de los pecados, y después de ser santificados, ya no tenemos
más problemas ante Dios. Entonces Dios tiene la posición y la base para
justificarnos. Este es otro vínculo crucial en nuestro disfrute de la plena salvación de
Dios.
I. EL SIGNIFICADO DE LA JUSTIFICACIÓN
1) "Con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea
el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús" (Ro. 3:26).
En la Biblia, la justificación significa que Dios, conforme a Su justicia, declara al
hombre justo. En otras palabras, Dios justifica al hombre conforme al criterio de Su
justicia.
II. LA JUSTIFICACIÓN OBJETIVA
1) "... será justificado delante de él [de Dios]" (Ro. 3:20).
La justificación de Dios tiene dos aspectos, el objetivo y el subjetivo. La justificación
objetiva es ser justificados posicionalmente conforme a la justicia que recibimos de
Dios (Fil. 3:9); tal justificación es ser justificados al tener a Cristo como nuestra
justicia (1 Co. 1:30). Obtenemos esta justificación en virtud de los siguientes cuatro
puntos:
A. Por la gracia de Dios
1) "... siendo justificados gratuitamente por su gracia [la de Dios]" (Ro.
3:24).
El hecho de que el hombre es justificado por Dios es, primero, por la gracia de Dios.
La justificación que Dios nos da por Su gracia es Su cumplimiento gratuito de todos
Sus requisitos justos por nosotros. Esta justificación puede ser aceptada y recibida
por todos sin esfuerzo humano y sin precio; por lo tanto, es gracia.
B. Mediante la redención de Cristo Jesús
1) "Siendo justificados ... mediante la redención que es en Cristo Jesús" (Ro.
3:24).
Dios puede justificarnos por Su gracia mediante la redención de Cristo Jesús. Aparte
del derramamiento de la sangre del Señor Jesús en la cruz para efectuar la redención
por nosotros y satisfacer el requisito justo de Dios, no hay base ni manera para que
Dios nos justifique por Su gracia, aun cuando El desea hacerlo. Sin embargo, debido a
que el Señor Jesús derramó Su preciosa sangre en la cruz, pagó el precio y satisfizo
todos los requisitos de la justicia de Dios en nosotros (Ro. 5:9), Dios puede justificar-
nos por Su gracia conforme a Su justicia.
C. Por nuestra fe en Cristo
1) "Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino
por la fe de Jesucristo" (Gá. 2:16).
El hombre es justificado por Dios no solamente por la gracia de Dios y mediante la
redención en Cristo Jesús, sino también por su fe en Cristo. Tanto la gracia de Dios
como la redención de Cristo Jesús son por parte de Dios, mientras que la fe en
Jesucristo es por nuestra parte. Por su gracia, y mediante la redención en Cristo Jesús,
Dios quiere justificarnos y puede justificarnos; sin embargo, para que seamos
justificados por Dios, existe todavía la necesidad de nuestra fe en Jesucristo.
D. Comprobado por la resurrección
y ascensión de Cristo
1) "El cual [Jesús] fue ... resucitado para nuestra justificación" (Ro. 4:25).
La resurrección de Cristo es una comprobación de nuestra justificación. La muerte de
Cristo satisfizo los requisitos justos de Dios para que Dios nos justificara. La
resurrección de Cristo es la justificación y aprobación por
Dios en cuanto a Su obra; por lo tanto, es también una comprobación de Su obra.
2) "...de justicia, por cuanto voy [yo, Cristo] al Padre" (Jn. 16:10).
La ascensión de Cristo al Padre en los cielos después que El fue resucitado es
también una comprobación de nuestra justificación, tal como dice la tercera
estrofa del himno #20 en el himnario inglés:

Padre Dios, Tú has aceptado


A Jesús como nuestro substituto;
Juzgado el Justo por los injustos,
¿Podrías cambiar Tu actitud?
Como prueba de justicia perfecta,
A Tu propia mano derecha se sentó; El, como Tu plena satisfacción.
Corresponde justamente Tu necesidad.
(Traducción literal del inglés.)

La resurrección y ascensión de Cristo, y el haberse sentado a la diestra de Dios son


una comprobación de nuestra justificación por Dios, confirmando que Dios nos ha
justificado debido a la muerte de Cristo, la cual satisfizo los requisitos justos de
Dios.
III. LA JUSTIFICACIÓN SUBJETIVA
1) "...de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la
justificación de vida" (Ro. 5:18).
Hemos obtenido la justificación objetiva y posicional por la gracia de Dios,
mediante la redención en Cristo Jesús, y por nuestra fe. Esto nos da la posición para
recibir la vida de Dios así como es declarado en este versículo: "...la justificación de
vida".
A. Por la vida de Dios
1) "Llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo" (Fil. 1:11).
Cuando vivimos por la vida de Dios, la cual recibimos en nuestra justificación posicional,
llevamos frutos de justicia por medio del Señor Jesús. Estos frutos son Cristo como
nuestra justicia, a quien expresamos mediante el vivir por la vida de Dios, para que
seamos justificados subjetivamente. Esta justificación, que es de vida, no se obtiene
exteriormente sino que se expresa en el vivir interior. Por consiguiente, es subjetiva.
B. Por el Cristo resucitado
1) "El cual [Jesús] fue ... resucitado para nuestra justificación" (Ro. 4:25).
Somos también justificados subjetivamente por el Cristo resucitado. La resurrección
de Cristo que se menciona en este versículo no es sólo una comprobación exterior
de nuestra justificación objetiva; sino que es también para que Cristo entre en
nosotros y sea nuestra vida (Col. 1:27; 3:4), para que lo expresemos en nuestro vivir
como nuestra justicia subjetiva y así seamos justificados subjetivamente.
Obtenemos la justificación objetiva porque creemos en Cristo y le ganamos como
nuestra justicia objetiva; obtenemos la justificación subjetiva porque vivimos por
Cristo y le expresamos en nuestro vivir como nuestra justicia subjetiva. La
justificación objetiva hace que tengamos vida; la justificación subjetiva nos hace
crecer en vida y ser transformados hacia la madurez.
C. En el nombre del Señor Jesucristo
1) "...habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús" (1 Co. 6:11).
Estar en el nombre del Señor Jesucristo es estar en la persona del Señor Jesucristo,
es decir, estar en el Señor Jesucristo mismo. Esto habla de nuestra unión orgánica
con el Señor, de participar de Su vida y naturaleza divinas, y de llegar a ser justos
subjetivamente. Es decir, esto habla del unirnos a Cristo en Cristo para que seamos
hechos la justicia de Dios (2 Co. 5:21b).
D. Por el Espíritu de Dios
1) "Habéis sido justificados ... en el Espíritu de nuestro Dios" (1 Co. 6:11, gr.).
Nosotros experimentamos la justificación subjetiva también en el Espíritu de Dios.
Cuando fuimos salvos, el Espíritu de Dios entró en nosotros para traernos la vida de
Dios a fin de que seamos justificados subjetivamente por Dios en vida. Por lo tanto,
obtenemos la justificación subjetiva en vida por la vida de Dios, por el Cristo resucitado,
en Su persona, y en el Espíritu de Dios.
IV. EL CICLO CON RESPECTO A LA REDENCIÓN
Los seis pasos de la experiencia desde el perdón hasta la justificación están todos en el
aspecto redentor de la plena salvación de Dios. Estos seis pasos constituyen un ciclo
perpetuo en la experiencia del creyente en la vida espiritual, hasta la redención de sus
cuerpos, esto es, hasta su glorificación. Al mismo tiempo, el arrepentimiento, el cual es
la forma de disfrutar la salvación, también acompaña este ciclo según la necesidad de
estos seis pasos de la experiencia. Antes de la redención de nuestro cuerpo, es
inevitable que caigamos y seamos corrompidos. Siempre que caemos o nos
corrompemos necesitamos arrepentirnos para ser nuevamente perdonados, limpiados,
propiciados, reconciliados, santificados y justificados a fin de mantener así nuestra
comunión con Dios y continuar viviendo delante de Dios. Siempre que cometemos
transgresión y otra vez nos corrompemos, tenemos que arrepentirnos una vez más
para ser de nuevo perdonados, limpiados, propiciados, reconciliados, santificados y
justificados. Esto entonces llega a ser un ciclo de experiencia que se repite una y otra
vez en nuestra vida espiritual, para que continuemos en el disfrute de la plena
salvación de Dios.

LECCIÓN CUARENTA Y DOS


LA REGENERACIÓN
En la plena salvación de Dios, cuando creemos en Cristo y experimentamos así el
perdón de pecados y la limpieza de pecados, la propiciación y la reconciliación, así
como la santificación y la justificación, recibimos inmediatamente la regeneración de
Dios. La experiencia de seis pasos mencionada anteriormente pertenece al aspecto
redentor de la plena salvación de Dios. La regeneración (el nuevo nacimiento)
pertenece al aspecto de vida de la plena salvación de Dios y es el comienzo de este
aspecto. La regeneración es, por lo tanto, un asunto muy crucial que se relaciona con
nuestro disfrute de la plena salvación de Dios, y tiene que ver con nuestro vivir y
obrar en la era presente después que creemos en Cristo y somos salvos, así como con
nuestro destino en la era venidera y en la eternidad.
I. LA NECESIDAD DE LA REGENERACIÓN
1) "[Yo, el Señor Jesús] te dije [a Nicodemo quien procuraba hacer el bien]:
Os es necesario nacer de nuevo" (Jn. 3:7).
Todo hombre está dispuesto y listo para hacer el bien, pensando que simplemente
necesita buenas obras y moralidad, sin darse cuenta que necesita nacer de nuevo
para recibir otra vida. Así que, el Señor Jesús le dijo a Nicodemo, quien procuraba
hacer buenas obras: "Os es necesario nacer de nuevo". Nicodemo representa a todos
los que desean hacer el bien sin conocer la necesidad del hombre. Sólo Dios y el
Señor Jesús conocen la necesidad del hombre. Esta necesidad es la regeneración.
A. El hombre siendo de la carne
1) Jesús dijo: "Lo que es nacido de la carne, carne es" (Jn. 3:6).
El hombre necesita ser regenerado porque él es nacido de la carne y es de la carne.
Lo que es nacido de la carne y es de la carne, carne es. La carne no se sujeta a la ley
de Dios ni tampoco puede, y no puede agradar a Dios (Ro. 8:7-8). El hombre carnal es
formado en maldad (Sal. 51:5) y es concebido en pecado. El está vendido al pecado
(Ro. 7:14), pertenece al pecado, es ajeno de la vida de Dios (Ef. 4:18) y no tiene nada
que ver con Dios. Sea bueno o malo a los ojos del hombre, lo que el hombre carnal
tiene es meramente la vida humana de la carne, y no la vida de Dios. Por lo tanto, el
hombre necesita ser regenerado para obtener la vida de Dios.
B. Para entrar en el reino de Dios
1) "Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no
naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios ... que el que no naciere de
agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios" (Jn. 3:3, 5).
El hombre también necesita ser regenerado a fin de entrar en el reino de Dios. A
menos que un hombre sea regenerado, no puede ver el reino de Dios, ni puede entrar
en él. El reino de Dios es espiritual, y el ver este reino espiritual es entrar en él. La
regeneración es la entrada única a través de la cual el hombre entra en el reino de
Dios. El reino de Dios es la esfera de lo que Dios es, así como el reino vegetal es la
esfera de lo que las plantas son, y el reino animal es la esfera de lo que son los
animales. Sin las plantas no hay reino vegetal, y sin los animales no hay reino animal.
Lo que el hombre es, y lo que Dios es, es básicamente diferente, estando ellos en dos
esferas diferentes y en dos reinos diferentes. A fin de entrar en el reino humano, uno
tiene que nacer del hombre para tener la vida humana; del mismo modo, a fin de
entrar en el reino de Dios, uno tiene que nacer de Dios para tener la vida de Dios. Por
lo tanto, el hombre tiene que nacer de Dios, es decir, tiene que ser regenerado para
tener la vida de Dios y poder entrar en el reino de Dios.
II. EL SIGNIFICADO DE LA REGENERACIÓN
1) "Nicodemo le dijo [al Señor Jesús]: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo
viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y
nacer"? (Jn. 3:4).
El significado de las palabras "nacer de nuevo" es "nacer otra vez". Así que, Nicodemo
pensó que necesitaba entrar otra vez en el vientre de su madre para nacer por
segunda vez. Aunque él entendió correctamente el significado literal de "nacer de
nuevo", malentendió el significado del nuevo nacimiento. Aunque ser regenerado
literalmente significa nacer de nuevo, el significado de la regeneración no es entrar
en el vientre de la madre y nacer por segunda vez.
A. La regeneración es ser engendrado de Dios
1) "Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de
voluntad de varón, sino de Dios" (Jn. 1:13).
Ser regenerado no es ser engendrado de sangre (la vida carnal del hombre), ni de
voluntad de carne (la voluntad del hombre carnal caído), ni de voluntad de varón (la
voluntad del hombre creado por Dios), sino de Dios, para que el hombre obtenga la
vida espiritual de Dios. Por lo tanto, nosotros que hemos sido regenerados, hemos
obtenido la vida de Dios además de la vida humana que ya poseemos.
B. La regeneración es nacer de arriba
1) "El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios" (Jn. 3:3).
En la lengua original la expresión "de nuevo" aquí usada es la misma expresión que
"de arriba" en Juan 3:31. Por lo tanto, ser regenerado también significa nacer de
arriba. Cuando nacimos por primera vez, de nuestros padres, nacimos de la tierra, de
abajo, y la vida humana de la carne que obtuvimos, proviene de la tierra y es de la
tierra. Cuando nacemos por segunda vez, de Dios, es decir, cuando somos
regenerados, nacemos de arriba, del cielo, y la vida espiritual de Dios que recibimos
proviene del cielo y es del cielo. Por lo tanto, ser regenerado es nacer de arriba para
que el hombre tenga esta vida celestial de Dios.
C. La regeneración es nacer de agua y del Espíritu
1) "El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de
Dios" (Jn. 3:5).
El asunto de nacer de agua y del Espíritu mencionado por el Señor Jesús, se refiere a la
regeneración por medio del agua del bautismo predicado por Juan el Bautista, y por
medio del Espíritu Santo dado por el Señor Jesús. El bautismo de agua indica muerte y
sepultura, simbolizando la muerte y sepultura de Cristo para la terminación de los que
se arrepienten y creen. El Espíritu, quien es el Espíritu Santo, el Espíritu de vida y
resurrección, hace que los creyentes participen en la resurrección de Cristo a fin de
que los terminados experimenten la germinación de una nueva vida. Por medio de ser
bautizados en esta agua y en este Espíritu, los que creen en Cristo son regenerados y
son librados de todas las cosas viejas del hombre para entrar en el reino de Dios, el
cual es la esfera de la vida divina y del gobierno divino. Esto nos habilita a vivir por la
vida eterna de Dios en el reino eterno de Dios.
D. El Espíritu engendrando al espíritu
1) "Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es" (Jn. 3:6).
La regeneración es también el Espíritu de Dios engendrando a nuestro espíritu, es
decir, es el Espíritu de Dios regenerando a nuestro espíritu humano con la vida de Dios.
Cuando creemos en Cristo y somos regenerados, el Espíritu de Dios dispensa la vida de
Dios, o sea, el elemento de Dios, en nuestro espíritu, vivificando nuestro espíritu y
haciéndolo un espíritu nuevo (Ez. 36:26).
III. LOS MEDIOS DE LA REGENERACIÓN
1) Por la resurrección de Cristo: Dios el Padre "nos hizo renacer ... por la
resurrección de Jesucristo de los muertos" (1 P. 1:3).
El primer medio por el cual Dios nos regenera es la resurrección de Cristo. Cuando
Cristo fue resucitado, todos nosotros que creemos en El fuimos incluidos en El y
fuimos levantados juntamente con El (Ef. 2:6). Su resurrección dispensa la vida de
Dios en nosotros y nos vivifica con la vida de Dios, para que tengamos la vida de
Dios y estemos unidos a El orgánicamente. Por lo tanto, Dios nos regenera por la
resurrección de Cristo.
2) Por la obra del Espíritu Santo: "Y cuando él venga [el Espíritu Santo],
convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio" (Jn. 16:8);
"...nacido del Espíritu" (Jn. 3:8).
El segundo medio por el cual Dios nos regenera es la obra del Espíritu Santo. El
Espíritu Santo primero nos convence de pecado, de justicia y de juicio, haciendo
que nos arrepintamos y creamos. Después que nos arrepentimos y creemos, el
Espíritu Santo trae la vida de Dios a nuestro espíritu para que obtengamos la vida
de Dios y seamos regenerados.
3) Por la palabra de Dios: "Siendo renacidos, no de simiente corruptible,
sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para
siempre" (1 P. 1:23).
El tercer medio por el cual Dios nos regenera es Su palabra viviente, la cual es la
palabra de Dios en la Biblia. La palabra de Dios en la Biblia contiene Su vida.
Cuando creemos en el evangelio, creemos en la palabra de vida de Dios (Jn. 5:24).
Una vez que recibimos por fe la palabra del evangelio de Dios, esta palabra
siembra en nosotros la vida de Dios como la simiente de vida (1 Jn. 3:9). De este
modo, Dios nos regenera por medio de Su palabra de verdad (Stg. 1:18).
4) Por la fe del hombre: "Los que creen en su nombre... son
engendrados ... de Dios" (Jn. 1:12, 13).
El último medio por el cual Dios nos regenera es nuestra fe. La resurrección de
Cristo realizado para nosotros el hecho de la regeneración. La obra del Espíritu
Santo aplica este hecho a nosotros, y la palabra de Dios coordina con el Espíritu
Santo para poner este hecho ante nosotros. Sin embargo, todavía existe la
necesidad de que recibamos este hecho por fe. Por lo tanto, para ser regenerados,
tenemos que creer en Cristo conforme a la palabra de Dios.
IV. LOS RESULTADOS DE LA REGENERACIÓN
1) Obteniendo la vida eterna de Dios: "Todo aquel que en él cree [en
Cristo]... tenga vida eterna" (Jn. 3:16).
La vida eterna es la propia vida de Dios, es decir, Dios mismo como vida. Tanto la
naturaleza de Dios como las funciones dentro de El están en esta vida. Cuando somos
regenerados, obtenemos la vida eterna de Dios con todos los elementos y funciones
de esta vida.
2) Siendo hechos hijos de Dios: "A los que creen en su nombre, [el de Cristo]
les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales ... son
engendrados ... de Dios" (Jn. 1:12, 13).
Puesto que la regeneración hace que obtengamos la vida de Dios, también nos hace
los hijos de Dios. La vida de Dios es la autoridad para que seamos hechos hijos de
Dios.
3) Llegando a ser las primicias de la nueva creación: "El [Dios] ... nos hizo
nacer ... para que seamos primicias de sus criaturas" (Stg. 1:18).
La regeneración también nos hace primicias de la nueva creación de Dios, entre las
criaturas de Dios, las cuales poseen Su vida que madura primero para el cumplimiento
de Su propósito eterno.
4) Teniendo una esperanza viva: "...nos hizo renacer para una esperanza
viva" (1 P. 1:3).
Puesto que la regeneración hace que tengamos la vida de Dios, nos da una esperanza
viva que incluye cosas tales como el crecimiento en vida, la manifestación de los
dones, la habilidad para funcionar, la transformación y la glorificación. Esto es como la
vida de un niño recién nacido, la cual trae consigo la esperanza que pertenece a esa
vida, incluyendo asuntos tales como el crecimiento, la madurez, una carrera y el
matrimonio.
(FALTA PAGINAS ANTERIORES 52 Y 53)
Espíritu Santo. El renovar del Espíritu Santo es constante, comenzando con nuestra
regeneración y continuando hasta la transfiguración de nuestro cuerpo y nuestra
entrada en la gloria de Dios. Por lo tanto, después de ser regenerados, somos salvos
todo el tiempo, continuando diariamente, y aun a cada hora, en el incesante renovar
del Espíritu Santo. Esto es ser salvo en la vida de Cristo (Ro. 5:10).
III. LOS MEDIOS DEL RENOVAR
A. La vida de Dios
1) "También nosotros andemos en la novedad de vida" (Ro. 6:4, gr.).
La novedad de vida prueba que esta vida, la vida de Dios, es nueva. Debido a la caída,
nuestra vida creada llegó a ser una vida vieja. La vida de Dios que uno recibe en la
regeneración, la cual comienza el renovar, es una vida nueva. Después de la
regeneración, esta vida de Dios es el medio básico para nuestra renovación continua.
Si andamos conforme a esta renovante vida de Dios, manifestaremos la novedad de
esta vida.
B. Un corazón nuevo y un espíritu nuevo
1) "Os daré [yo, Dios] corazón nuevo, y pondré [yo, Dios] espíritu nuevo
dentro de vosotros" (Ez. 36:26).
Cuando somos regenerados, Dios no sólo nos imparte Su vida, sino que también nos
da un corazón nuevo y un espíritu nuevo. El corazón nuevo produce en nosotros un
deseo nuevo, un amor nuevo, y una inclinación nueva hacia Dios. El espíritu nuevo nos
da una capacidad nueva para recibir a Dios como la satisfacción de nuestro nuevo
hombre. Cuando deseamos y amamos a Dios conforme a este corazón nuevo, y
recibimos a Dios por este espíritu nuevo, somos constantemente renovados.
C. El espíritu de la mente
1) "Despojaos del viejo hombre... renovaos en el espíritu de vuestra
mente ... vestíos del nuevo hombre" (Ef. 4:22-24).
En el momento de nuestra regeneración, entramos en el hecho del despojarse del
viejo hombre y vestirse del nuevo hombre mediante la muerte y resurrección del
Señor. Sin embargo, después de ser regenerados, todavía necesitamos la experiencia
de despojarnos del viejo hombre y vestirnos del nuevo hombre a cada momento en
nuestro vivir. Esto es llevado a cabo por el espíritu que está en nuestra mente
renovada (Ro. 12:2). El espíritu de nuestra mente renovada es nuestro espíritu
regenerado mezclado con el Espíritu de Dios, el cual se está extendiendo dentro de
nuestra mente para hacer la obra de renovación en nuestra mente. Es en este espíritu
renovado donde nos despojamos del viejo hombre y nos vestimos del nuevo hombre.
Así somos renovados y llegamos a ser en realidad el nuevo hombre en la nueva
creación. En este nuevo hombre, las cosas viejas pasaron, y son hechas nuevas (2 Co.
5:17). Nuestra vida cristiana no es asunto de religión ni de auto-mejoramiento, sino de
ser un nuevo hombre de la nueva creación (Gá. 6:15). El conjunto final de este nuevo
hombre de la nueva creación es la Nueva Jerusalén venidera, la cual manifestará de
un modo particular en la eternidad, el aspecto renovador de la plena salvación de
Dios.
LECCIÓN CUARENTA Y CUATRO
LA SANTIFICACIÓN, TERCERA ETAPA
Hemos visto que en la plena salvación de Dios, cuando la santificación se aplica a
nosotros, se divide en tres etapas. La primera etapa es para nuestro arrepentimiento,
la segunda es para nuestra justificación, y la tercera es para nuestra transformación.
Vimos la primera etapa en la lección treinta y siete y la segunda en la lección cuarenta.
Ahora veremos la tercera etapa, la santificación que es para nuestra transformación.
Esta santificación es la misma que se enfatiza en Romanos 6:19 y 22.
I. EL PODER DE ESTA SANTIFICACIÓN ES
EL ESPÍRITU SANTIFICADOR
1) "...sean... agradable, santificada por el Espíritu Santo" (Ro. 15:16).
Según la forma en que este versículo está escrito, la santificación se realiza
gradualmente. Esto está de acuerdo con lo que vimos antes, que la santificación de
Dios en nosotros se divide en tres etapas y se lleva a cabo poco a poco. Por lo tanto, la
santificación aquí mencionada seguramente incluye la tercera y final etapa de la
santificación, que es el hacernos aceptables a Dios por medio de esta transformación
que santifica. Esta tercera etapa se lleva a cabo en el Espíritu santificador. El Espíritu
Santo, quien es el Espíritu santificador, es el poder que santifica en esta etapa final.
Debemos vivir en este Espíritu santificador, viviendo y andando por El, y actuando y
obrando conforme a El, a fin de disfrutar de la santificación de esta etapa final.
II. LA VIDA DE ESTA SANTIFICACIÓN ES
EL CRISTO SANTIFICADOR
1) "Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios... santificación" (1 Co.
1:30).
Cristo es santo (Le. 1:35), y es Aquel que nos santifica (He. 2:11). El fue hecho la
santificación de Dios para nosotros porque El es la vida que nos santifica por dentro,
infundiendo los elementos de Su vida divina en todo nuestro ser para santificarnos
gradualmente. Esta santificación no se obtiene de una sola vez, exteriormente en
posición; más bien, crece de una forma gradual, interiormente en nuestra disposición.
Si deseamos experimentar la máxima santificación en la plena salvación de Dios,
tenemos que tomar a Cristo como vida y vivir por El en la unión orgánica.
III. LA REALIDAD DE ESTA SANTIFICACIÓN ES LA NATURALEZA SANTIFICADORA DE DIOS
1) "Santifícalos en tu verdad [realidad]; tu palabra es verdad" (Jn. 17:17).
La naturaleza de Dios es santa, y la palabra de Dios nos trae la realidad de tal
naturaleza para que la obtengamos como la realidad de nuestra santificación. Esto es
ser santificado en realidad. Cuando vivimos por la vida santa de Cristo en el Espíritu
santificador, la realidad de la naturaleza santa de Dios vendrá a ser la realidad que nos
santifica.
IV. LA PERFECCIÓN DE ESTA SANTIFICACIÓN ES LA DISCIPLINA DEL PADRE DE LOS
ESPÍRITUS
1) "Padre de los espíritus... [nos disciplinó] para que participemos de su
santidad" (He. 12:9, 10).
El Padre de los espíritus, quien es nuestro Padre que nos regenera en nuestro espíritu,
desea que disfrutemos de la santidad de Su naturaleza. Si no cooperamos con El, El
nos disciplina, forzándonos a que estemos dispuestos a seguir Su santidad, para
perfeccionarnos en Su santidad. Esto se intensifica aun más en la etapa final de Su
santificación. Por lo tanto, no debemos menospreciar Su disciplina (He. 12:5). Si
menospreciamos Su disciplina o la rechazamos, seguramente perderemos la
oportunidad de disfrutar de Su santidad en la santificación de Dios, y especialmente en
la etapa final de Su santificación.
V. EL PRÓSEGUIMIENTO DE ESTA SANTIFICACIÓN ES NUESTRO EMPEÑÓ EN LA VIDA
CRISTIANA
1) "Seguid ... la santidad, sin la cual nadie verá al Señor" (He. 12:14).
Literalmente, seguir la santidad es proseguir hacia la santidad. Esto, por supuesto, se
refiere a nuestro constante proseguimiento de la santidad, después de haber sido
salvos y santificados posicionalmente para Dios, hasta estar madurados y ser
glorificados. Debemos especialmente empeñarnos en proseguir hacia la santidad en
la etapa final de la santificación de Dios. Este es el empeño en la vida cristiana que
debemos tener.
VI. LA PERFECCIÓN DE ESTA SANTIFICACIÓN ES QUE NOSOTROS NOS LIMPIEMOS
1) "Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu,
perfeccionando la santidad en el temor de Dios" (2 Co. 7:1).
Dios nos perfecciona en Su santificación, y también quiere que nosotros mismos nos
perfeccionemos en Su santificación. Dios nos perfecciona por medio de la disciplina;
nosotros nos perfeccionamos por medio de nuestra propia limpieza, quitando toda
contaminación de carne y espíritu, y estando en el temor de Dios. Frecuentemente,
por falta de limpiarnos a nosotros mismos conforme a la iluminación de Dios y por no
seguir al Espíritu Santo para quitar toda contaminación de carne y espíritu, llegamos
aun a no temer a Dios. En ese momento, el Padre de los espíritus, quien es nuestro
Padre en nuestro espíritu, no tiene otra alternativa que ejercitar Su disciplina sobre
nosotros para perfeccionarnos en Su santidad. Esto es para que temamos a Dios,
estemos dispuestos a cooperar con El y nos limpiemos a nosotros mismos, quitando
toda contaminación por dentro y por fuera, a fin de perfeccionar lo que El desea que
obtengamos: la santidad en Su naturaleza. .
VII. TODO NUESTRO SER DISFRUTANDO DE ESTA SANTIFICACIÓN: EL ESPÍRITU, EL ALMA
Y EL CUERPO SIENDO COMPLETAMENTE SANTIFICADOS
1) "Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser,
espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro
Señor Jesucristo" (1 Ts. 5:23).
En la plena salvación de Dios, debemos disfrutar de la santificación de Dios hasta tal
punto que todo nuestro ser esté en este disfrute. Nuestro espíritu, alma y cuerpo
deben ser santificados por completo con la naturaleza santa de Dios, para que seamos
guardados completamente, irreprensibles, para la venida de nuestro Señor Jesús. Esta
es la realización máxima de la santificación que disfrutamos en la plena salvación de
Dios.

LECCIÓN CUARENTA Y CINCO


LA TRANSFORMACIÓN
En el aspecto de vida de la plena salvación de Dios, cada paso, desde la regeneración
hasta la glorificación, progresa gradualmente hacia adelante y hacia arriba. La
regeneración nos lleva a la renovación; la renovación nos lleva a la consumada
santificación máxima; la consumada santificación nos lleva a la transformación; y
después de la transformación vienen la madurez, la conformación y la glorificación.
Ahora consideraremos el asunto de la transformación.
I. EL SIGNIFICADO DE LA TRANSFORMACIÓN
1) "Somos transformados... en la misma imagen [la del Señor]" (2 Co. 3:18).
En el griego original la palabra "transformación" se compone de dos partes. La
primera parte significa "cambio", mientras que la segunda significa "la forma interior",
que implica "elemento" y "esencia". Así que, en el Nuevo Testamento, la
transformación se refiere a un cambio de esencia en nuestra forma interior. Esto
revela que la transformación en vida que disfrutamos en nuestra experiencia de la
plena salvación de Dios es la transformación de nuestra esencia interior. Esta
transformación es la adición del elemento de la vida divina de Cristo a nuestro
elemento humano, la cual produce un efecto metabólico que causa un cambio de
esencia, una transformación de nuestro ser interior en la imagen del Señor.
II. EL PROCESO DE LA TRANSFORMACIÓN
A. Quitando el velo
1) "Pero cuando se conviertan [los corazones] al Señor, el velo se quitará" (2
Co. 3:16).
El velo se refiere a la cubierta sobre los que están bajo
la ley e intentan guardar la ley. Estar bajo la ley y desear guardarla hace que el
hombre se aparte del Señor y tome la ley como su meta. Estas cosas lo cubren a él
como un velo de modo que es incapaz de ver al Señor cara -a cara. El auto-
mejoramiento y el tratar de hacer el bien separados del Señor, tienen el mismo
efecto. Estas cosas hacen que el hombre se aparte del Señor y aspire a buenas
obras; por lo tanto, cubierto por buenas obras, así como una persona con un velo,
él no puede ver al Señor cara a cara. Puesto que creímos en el Señor y nos
volvimos al Señor de cosas tales como la ley y las buenas obras, nuestro corazón
debe volverse de nuestros objetivos anteriores al Señor, para que sean quitados
los velos que nos cubren y podamos ver al Señor cara a cara.
B. Siendo liberados
1) "El Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay
libertad" (2 Co. 3:17).
Cuando nos volvemos al Señor de todas las otras metas, tales como la ley y buenas
obras, el Señor, quien es el Espíritu, inmediatamente nos libera. Si aspiramos a
cualquier cosa además del Señor, estaremos ocupados y atados por ella, de modo
que el Señor Espíritu será incapaz de hacer nada por nosotros. Una vez que nos
volvemos al Señor de esa meta, el Señor inmediatamente tiene la base en nosotros
para liberarnos.
C. Mirando y reflejando al Señor
como en un espejo
1) "Nosotros todos, mirando y reflejando a cara descubierta como en un
espejo la gloria del Señor" (2 Co. 3:18, gr.).
Puesto que nos hemos vuelto al Señor para tomarle a El como nuestra meta, el
velo ha sido quitado de nuestra cara, y a cara descubierta podemos mirar y reflejar
como en un espejo la gloria del Señor. En ese momento, nuestra cara está
descubierta para el Señor, y como un espejo sin velo podemos, por un lado, mirar
Su gloria, y por otro, reflejarla.
D. Siendo transformados en la imagen del Señor
1) "...mirando y reflejando ... la gloria del Señor, somos transformados ... en la
misma imagen" (2 Co. 3:18, gr.).
Cuando miramos y reflejamos la gloria del Señor a cara descubierta y sin velo, somos
gradualmente transformados en la imagen del Señor, y como en un espejo reflejamos
al Señor para que otros lo vean. Este es el resultado glorioso de mirar al Señor cara a
cara sin ningún velo.
E. De gloria en gloria
1) "...transformados de gloria en gloria en la misma imagen [la del Señor]"
(2 Co. 3:18).
Nuestro mirar al Señor cara a cara para reflejarle y ser transformados en la misma
imagen del Señor son progresivos, avanzando de un grado de gloria a otro grado más
alto de gloria.
F. Siendo transformados como por el Espíritu del Señor
1) "...transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el
Espíritu del Señor" (2 Co. 3:18).
En el proceso de Su muerte y resurrección, Cristo, quien murió, resucitó y realizó la
redención por nosotros, fue transfigurado para hacerse el Espíritu vivificante (1 Co.
15:45). El Señor Espíritu aquí mencionado es Cristo mismo como el Espíritu vivificante.
Después que recibimos la redención realizada por medio de la muerte y resurrección
de Cristo y somos regenerados, este Espíritu vivificante obra en nosotros, desde
nuestro espíritu hasta nuestra alma, transformándonos continuamente en la imagen
del Señor de gloria en gloria, progresando de un grado de gloria a otro grado más alto
de gloria. Esta es la transformación metabólica que el Señor, quien es el Espíritu de
vida, realiza en nosotros, infundiendo a nosotros continuamente la esencia de Su vida,
hasta que seamos arrebatados y nuestro cuerpo sea transfigurado para ser igual a Su
glorioso cuerpo.
G. Siendo transformados por medio del renovar de la mente
1) "...transformaos por medio del renovar de vuestra mente" (Ro. 12:2, gr.).
La gloriosa transformación anteriormente mencionada también se realiza por medio del
renovar de nuestra mente. Nuestra mente es la entrada a nuestro corazón. Cualquier
cosa que entra en nosotros primero tiene que pasar por nuestra mente antes de entrar
a nuestro corazón. El Señor Espíritu nos transforma interiormente pasando por esta
entrada de la mente, y trayendo la esencia divina de la vida del Señor a nosotros por
medio del entender y el recibir de la mente en nuestro corazón, el deseo de la emoción
en nuestro corazón y la aprobación de la voluntad en nuestro corazón, a fin de
transformar en la imagen del Señor todo nuestro ser por dentro.

LECCIÓN CUARENTA Y SEIS


LA MADUREZ
En el aspecto de vida de la plena salvación preparada por Dios para nosotros, la
transformación en vida que experimentamos nos hace crecer espontáneamente en
la vida espiritual hacia la madurez. Por consiguiente, nuestra experiencia entra en el
aspecto de la madurez en el crecimiento de vida.
I. EL SIGNIFICADO DE LA MADUREZ
En griego, la palabra "madurar" significa "el punto final". Cuando se usa para
describir organismos denota terminación, pleno desarrollo y madurez. Esta palabra
se usa muchas veces en el Nuevo Testamento, refiriéndose al pleno desarrollo,
madurez y perfección de los creyentes en la vida de Dios que ellos reciben en el
momento en que son regenerados. Esto indica que aunque recibimos la vida de Dios
cuando somos regenerados, después de la regeneración todavía necesitamos crecer
y madurar en esta vida hacia la perfección en esta vida.
II. LA NECESIDAD DE LA MADUREZ
1) "...habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de
alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche... es niño; pero el
alimento sólido es para los que han alcanzado madurez" (He. 5:12-14).
Estos versículos nos muestran nuestra necesidad de crecer y madurar en la vida
espiritual. Si no crecemos ni maduramos, permaneceremos en la etapa de la niñez,
incapaces de comprender la palabra de justicia de Dios, la cual se asemeja al
alimento sólido. Por lo tanto, tal como los creyentes hebreos de los primeros días,
seremos incapaces de comprender la revelación de la palabra de Dios que es más
profunda, y siendo así incapaces de participar en la economía neotestamentaria de
Dios. Se puede hablar la sabiduría en la economía de Dios solamente a las personas
maduras (1 Co. 2:6). Para- entrar en la economía neotestamentaria de Dios, en el plan
eterno de Dios, se requiere que crezcamos y maduremos en la vida de Dios.
2) "A un varón perfecto ... para que ya no seamos niños fluctuantes,
llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por las artimañas de los
hombres con la astucia que induce a una maquinación del error" (Ef. 4:13-
14, gr.).
Después de ser regenerados como creyentes, aunque tal vez ya no somos más
recién nacidos en la vida de Dios, todavía podemos ser niños fluctuantes, fácil de ser
llevados por doquiera de todo viento de doctrina, engañados e inducidos por la
astucia a la maquinación del error, y así ser embaucados por Satanás. Necesitamos
crecer y madurar para que, por el lado positivo, comprendamos la revelación de Dios
y conozcamos Su economía y plan, y por el lado negativo, no seamos engañados ni
embaucados por Satanás.
III. LA META DE LOS APOSTOLES
1) "A quien [a Cristo] anunciamos [nosotros, los apóstoles], amonestando
a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de
presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre" (Col. 1:28); "El cual [un
colaborador del apóstol] ... siempre [ruega] encarecidamente por vosotros
en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo
que Dios quiere" (Col. 4:12).
La frase "estéis firmes," en el texto griego, del segundo versículo está en la voz
pasiva, significando "puesto" o "presentado y exhibido", y corresponde con la
palabra "presentar" en el primer versículo. Estos dos versículos en el libro de
Colosenses nos muestran que el obrar en Cristo de los apóstoles por los creyentes,
y su lucha en oraciones por ellos, es para el crecimiento y madurez de los
creyentes, a fin de que, sean presentados y exhibidos perfectos y maduros delante'-
de Cristo.
IV. EL MANDATO DEL SEÑOR
1) "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los
cielos es perfecto" (Mt. 5:48).
La palabra "pues" al comienzo de este versículo indica que la palabra aquí
mencionada es la conclusión de la ley de la nueva vida en la constitución del reino, la
cual el Señor decretó en el texto precedente, en los versículos del 17 al 47. En esta
conclusión, el Señor nos manda a ser perfectos (en vida) como nuestro Padre
celestial es perfecto. Ser perfecto en vida es crecer y madurar en vida. El Señor nos
manda a ser así en la conclusión de la ley de la nueva vida en el reino de los cielos,
porque somos hijos nacidos de nuestro Padre y con la vida de nuestro Padre. Esta
vida es capaz de hacernos perfectos en la vida de nuestro Padre, así como nuestro
Padre es perfecto. Por consiguiente, este mandamiento del Señor está basado en la
vida divina del Padre y también se cumple por la vida divina del Padre. La vida divina
del Padre es capaz de hacernos perfectos en vida, así como El es perfecto. Esto no
solamente es un mandamiento del Señor para nosotros, sino que es también lo que
el Señor espera de nosotros. Deberíamos interesarnos por el deseo del corazón de
Dios, por guardar Su mandamiento, y por crecer y madurar por la vida del Padre
dentro de nosotros, cumpliendo así la voluntad del Dios Triuno.
V. EL PROSEGUIMIENTO QUE DEBEMOS TENER
1) "Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos
adelante a la perfección" (He. 6:1).
La frase "los redimentos de la doctrina de Cristo" se refiere a la palabra del evangelio
respecto a nuestra salvación y regeneración efectuadas por Cristo, es decir, se
refiere a la palabra de la salvación de Dios que nos inicia en la vida espiritual. Este
versículo nos exhorta que dejemos los rudimentos de la doctrina de Cristo, es decir,
los rudimentos de nuestra vida espiritual, y que vayamos adelante a la perfección en
la vida espiritual. Esto es crecer y madurar en la vida espiritual.
2) "No que ... ya sea perfecto [maduro en vida]; sino que prosigo, por ver si
logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús [para que le
ganara]... yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado [a Cristo]; pero una
cosa hago:- olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo
que está delante, prosigo a la meta [a Cristo], al premio [a Cristo] del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos los que somos perfectos
[en vida], esto mismo sintamos" (Fil. 3:1215).
En este pasaje el Apóstol Pablo nos dice cómo él prosiguió el crecimiento y la madurez
en la vida de Cristo. En este asunto él nunca se contentaba consigo mismo, sino que
siempre proseguía, olvidando lo que quedaba atrás, y extendiéndose a lo que estaba
delante, prosiguiendo a Cristo, quien es la meta y el blanco. El hizo esto a fin de ganar
a Cristo para crecer y madurar en Su vida. Con su propio proseguimiento como patrón,
él exhortaba a los creyentes que guiaba y cuidaba, para que fueran como él y
prosiguieran en la vida de Cristo para ganar a Cristo por completo a fin de que
crecieran y maduraran. Finalmente, Pablo dijo que todos los que somos (relativamente)
perfectos debemos tener este mismo sentir y tomarlo como la meta.
VI. EL REQUISITO PREVIO PARA LA MADUREZ
1) "Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada,
para que por ella crezcáis para salvación" (1 P. 2:2).
El requisito previo para la madurez de la vida espiritual es el continuo crecimiento en
esta vida. Tan pronto como un creyente sea regenerado y llegue a ser un niño
espiritual recién nacido, debe desear la palabra de Dios en la Biblia como la leche
espiritual no adulterada para que crezca en su vida espiritual.
2) "Yo [Pablo] planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios" (1 Co.
3:6).
En la vida espiritual, por un lado, un creyente es una persona con la vida espiritual, y
por otro, es como una planta cultivada en la labranza de Dios (1 Co. 3:5-9). Ya sea
como persona o como planta, un creyente necesita crecer para poder llegar a ser
maduro. Por lo tanto, el crecimiento continuo es un requisito previo para llegar a ser
perfectos y maduros.
3) "Sino que abrazados a la verdad [Cristo] en amor, crezcamos en todo en
[hacia] aquel que es la cabeza, esto es, Cristo" (Ef. 4:15, gr.).
En la vida espiritual, crecemos abrazando en amor a Cristo como la verdad, y
creciendo en todo hacia Cristo como la Cabeza de todo. Este tipo de crecimiento, el
cual toma a Cristo como la verdad, y el cual crece hacia Cristo, es un requisito previo
adicional para nuestra perfección y madurez.
4) "... asiéndose de la Cabeza [de Cristo], en virtud de quien todo el cuerpo,
nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el
crecimiento que da Dios" (Col. 2:19).
Este versículo indica que la iglesia como el Cuerpo de Cristo crece con el crecimiento
que da Dios, asiéndose a Cristo como la Cabeza, recibiendo del rico suministro de El,
la Cabeza, mediante las coyunturas de Su Cuerpo y uniéndose por los ligamentos de
Su Cuerpo. Este crecimiento en el Cuerpo de Cristo también es un requisito previo
para nuestro crecimiento y madurez en la vida de Cristo. Este requisito previo
consuma en el crecimiento de este Cuerpo de Cristo.
VII. EL RESULTADO DE LA MADUREZ
1) "Hasta que todos lleguemos ... a un varón perfecto, a la medida de la
estatura de la plenitud de Cristo" (Ef. 4:13). Aquí, el varón perfecto se refiere a la
iglesia como el Cuerpo de Cristo que crece hasta llegar a ser un hombre maduro. La
plenitud de Cristo indica el Cuerpo de Cristo llegando a ser Su expresión. En resumen,
la medida de la estatura es simplemente la estatura. Esta estatura es la iglesia como
el Cuerpo de Cristo que crece hasta la estatura de Cristo. Este es el último y pleno
resultado del crecimiento y madurez de los creyentes mediante la vida de Cristo en
Su Cuerpo. Nuestra transformación en la vida de Cristo nos hace semejantes a El en
la imagen de Su esencia; nuestra madurez en la vida de Cristo nos hace semejantes a
El en la medida de Su estatura. Por consiguiente, por un lado, tenemos Su imagen, y
por otro, tenemos Su estatura.

LECCIÓN CUARENTA Y SIETE


LA CONFORMACIÓN
En la plena salvación de Dios, después que hemos logrado el crecimiento y la
madurez en la vida de Cristo, el siguiente paso es la conformación. Esta
conformación no se realiza siguiendo algún modelo exteriormente; más bien, se
produce por medio del crecimiento de la vida de Cristo dentro de nosotros. Por lo
tanto, la conformación proviene de la vida de Cristo dentro de nosotros, y esta
conformación llega a ser nuestra experiencia y disfrute en Su vida.
I. NOSOTROS SIENDO CREADOS CONFORMÉ A LA IMAGEN DÉ DIOS
1) "Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a
nuestra semejanza" (Gn. 1:26).
La imagen es interna, mientras que la semejanza es externa. Esto nos revela que en
el principio cuando Dios nos creó, El se propuso que fuéramos semejantes a El, con
Su imagen interna-amor, luz, santidad, justicia, y así sucesivamente-y con Su
semejanza externa.
II. CRISTO SIENDO LA IMAGEN DÉ DIOS
1) "... Cristo, el cual es la imagen de Dios" (2 Co. 4:4); "El [Cristo] es la imagen del
Dios invisible" (Col. 1:15).
Cristo, el Hijo amado de Dios, es la imagen de Dios. El dio a conocer a Dios para que
el hombre viera a Dios (Jn. 1:18). Fuimos creados a la imagen de Dios, es decir,
conforme a Cristo. Así que Adán, quien fue creado a la imagen de Dios, es un tipo del
Cristo que había de venir (Ro. 5:14).
III. CRISTO TOMANDO LA FORMA DEL HOMBRE
1) "El cual [Cristo Jesús], siendo [subsistiendo] en
forma de Dios ... igual a Dios ... tomando forma de siervo, hecho semejante a
los hombres" (Ml. 2:6-7).
Este versículo nos dice que Cristo, quienes la imagen de Dios, subsistió en la forma de
Dios. Luego, - El tomó la forma de un esclavo (un hombre) y se hizo semejante a los
hombres. De esta manera El llegó á ser un Dios-hombre, con tanto la imagen de Dios
como la forma del hombre. Por un lado, El es semejante a Dios, y por otro, El es
semejante al hombre.
IV. CRISTO HABIENDO NACIDO EN FORMA HUMANA
COMO EL PRIMOGÉNITO HIJO DE DIOS
1) "Dios... resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo
segundo: Mi hijo eres tú [Hijo primogénito], yo te he engendrado hoy [el día
de la resurrección de Cristo]" (Hch. 13:33).
En la eternidad Cristo era el unigénito Hijo de Dios (Jn. 1:18; 3:16). Luego, El tomó la
forma del hombre y la semejanza del hombre para hacerse hijo del hombre. Este
Cristo, quien se hizo un hijo del hombre, después de haber pasado a través de Su
muerte y resurrección, fue engendrado para ser el primogénito Hijo de Dios. Este
primogénito Hijo de Dios posee tanto la divinidad como la humanidad, siendo a la vez
el Dios completo y el hombre perfecto. Esto es diferente de ser el unigénito Hijo de
Dios en la eternidad, teniendo solamente la divinidad y no la humanidad, siendo sólo
Dios y no hombre todavía. Puesto que el primogénito Hijo de Dios, quien ya tenía la
divinidad, posee ahora la humanidad, El puede ser como nosotros.
V. LOS CREYENTES SIENDO REGENERADOS
PARA SER LOS MUCHOS HIJOS DÉ DIOS
1) "Dios ... nos hizo renacer ... por la resurrección de Jesucristo de los
muertos" (1 P. 1:3); "Para que él sea el primogénito entre muchos hermanos"
(Ro. 8:29).
Estos versículos nos muestran que no sólo Cristo, quien se hizo hombre, y tomó forma
de hombre, nació para ser el primogénito Hijo de Dios en Su resurrección, sino que
también nosotros, Sus creyentes por todos los siglos, nacimos juntamente con El
como los muchos hijos de Dios en Su resurrección, para que El sea el Primogénito
entre muchos hermanos, y para que nosotros los creyentes seamos como El. El era el
Hijo de Dios con sólo la naturaleza e imagen de Dios, quien se hizo el Hijo del
Hombre, al tomar la forma y naturaleza humanas; nosotros éramos los hijos de
hombres, con sólo la forma y naturaleza humanas, quienes después nacimos para ser
los muchos hijos de Dios en Su resurrección con la naturaleza e imagen de Dios.
Ahora, El es tanto el Hijo de Dios como el Hijo del Hombre, teniendo la naturaleza e
imagen de Dios, así como la naturaleza y forma humanas; y nosotros somos tanto los
hijos de hombres como los hijos de Dios, teniendo la naturaleza y forma humanas, así
como la naturaleza e imagen de Dios. De este modo, nosotros y El somos
completamente semejantes en la naturaleza y forma de Dios así como en la
naturaleza y forma humanas.
VI. LOS CREYENTES SIENDO TRANSFORMADOS EN LA MISMA IMAGEN DÉ CRISTO
1) "Nosotros todos [los creyentes]... somos transformados... en la misma
imagen... como por el Espíritu del Señor" (2 Co. 3:18).
En la resurrección de Cristo, los creyentes son primero regenerados para ser los
muchos hijos de Dios, quienes tienen la semejanza de Cristo, el primogénito Hijo de
Dios. Luego ellos son gradualmente transformados en la misma imagen de Cristo
como por el Espíritu del Señor para llegar a ser más semejantes a El.
VII. LOS MUCHOS HIJOS SIENDO CONSTITUIDOS EN LA IMAGEN DEL PRIMOGÉNITO
HIJO DE DIOS
1) "A los que [a los muchos hijos de Dios] antes [Dios] conoció, también los
predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para
que él sea el primogénito entre muchos hermanos" (Ro. 8:29).
Este versículo dice que en la eternidad Dios nos predestinó a nosotros, los muchos
hijos de Dios, para que fuéramos hechos conformes a la imagen del primogénito Hijo
de Dios, Cristo. Esto será realizado cuando el primogénito Hijo de Dios regrese a la
tierra habitada (He. 1:6) para arrebatarnos y transfigurar nuestro cuerpo. Nosotros
fuimos regenerados en la resurrección de Cristo para ser los hijos de Dios, quienes
son como El, el primogénito Hijo de Dios. Después de esto, diariamente somos
transformados por el Señor Espíritu en la misma imagen de Cristo, quien es el
primogénito Hijo de Dios. Cuando el Señor regrese, nuestro cuerpo será redimido,
transfigurado y conformado al cuerpo de Su gloria (Ro. 8:23; Fil. 3:21). En aquel
entonces, seremos completamente conformados a Su imagen, para ser plenamente
semejante a El, aun en nuestro cuerpo (1 Jn. 3:2), y con El disfrutaremos la eterna
gloria divina. Tal glorificación es el apogeo de nuestra conformación en la vida de
Cristo.
LECCIÓN CUARENTA Y OCHO
LA GLORIFICACIÓN
En la plena salvación de Dios, empezamos con la regeneración y continuamos con la
experiencia y disfrute de la rica vida de Cristo mediante el renovar, la santificación, la
transformación, la madurez y la conformación, lo cual finalmente resulta en la
glorificación. El ser glorificados es entrar en la gloria de Dios, o sea, es experimentar
y disfrutar, sin medida y sin límite, la infinita y eterna vida de Dios en Cristo.
I. EL PROPÓSITO DE DIOS
1) "...el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo"
(1 P. 5:10).
Aquí se nos dice que el propósito de Dios al llamarnos en Cristo Jesús y darnos toda
gracia, es para que disfrutemos de Su gloria eterna. En la eternidad pasada El nos
predestinó conforme a Su presciencia, y andando el tiempo El nos llamó y nos
justificó para ser glorificados (Ro. 8:29-30), lo cual será cumplido cuando el Señor
venga otra vez. Para entonces "seremos manifestados... en gloria" (Col. 3:4) junto con
Cristo, quien hoy es nuestra vida, y disfrutaremos "la gloria de los hijos de Dios" (Ro.
8:21). Nuestras aflicciones de este tiempo presente no son dignas de compararse con
"la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse" (Ro. 8:18), es decir, la misma
gloria de Dios (1 Ts. 2:12).
II. EL GUIAR DE DIOS
1) "... aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas
subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria" (He. 2:10).
Puesto que Dios predestinó que disfrutáramos Su propia gloria eterna, comenzando
desde el día de nuestra salvación, El nos guía' a Su gloria. Como el Creador de todas
las cosas, El ordena y arregla todas las cosas, haciendo que nos ayuden a bien (Ro.
8:28-30), de manera que a través de ellas El nos pueda guiar a Su gloria.
III. EL PERFECCIONAMIENTO DE DIOS
1) "Esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más
excelente y eterno peso de gloria" (2 Co. 4:17). Aquí vemos que la tribulación que
sufrimos hoy por ser cristianos, por seguir al Señor, y por testificar por El, es
momentánea y leve. Nuestra leve tribulación momentánea produce en nosotros, un
cada vez más excelente eterno peso de gloria. El producir de esta tribulación es la
obra de Dios de perfeccionarnos. A través de la tribulación, Dios nos perfecciona para
disfrutar del venidero peso de gloria. Nosotros sufrimos juntamente con El para que
también seamos glorificados juntamente con El. Mediante todas las cosas creadas y
ordenadas por El, Dios nos guía a Su gloria: a través de las tribulaciones o los
sufrimientos, Dios nos perfecciona para disfrutar de Su incomparable gloria.
IV. NUESTRO DISFRUTE
1) "Las riquezas de la gloria de este misterio... que es Cristo en vosotros, la
esperanza de gloria" (Col. 1:27). Aunque nosotros que creemos en Cristo todavía
no hemos entrado en la gloria que Dios predestinó para nosotros, sí tenemos a Cristo
en nosotros como la esperanza de gloria. Esta es una gloria misteriosa con riquezas
extraordinarias.
2) "Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también
seréis manifestados con él en gloria" (Col. 3:4). Hoy disfrutamos a Cristo como
nuestra vida. Cuando El se manifieste, seremos manifestados con El en Su gloria para
disfrutar de Su gloria divina. Esa gloria nos liberará de la esclavitud bajo la cual está
hoy la creación corrupta. No es sólo una gloria que nosotros deseamos disfrutar, sino
también una gloria que toda la creación está esperando con anhelo (Ro. 8:19-21).
Hoy, esa gloria es el Cristo que está en nosotros, creciendo en nosotros
continuamente. Cuando Cristo venga, por un lado, es Dios quien nos guiará a esa
gloria, y por otro, es Cristo quien nos empapará completamente desde adentro como
la gloria en la cual entraremos. Esto es Cristo siendo glorificado y admirado en Sus
santos (2 Ts. 1:10), esto es, Cristo siendo manifestado desde el interior de Sus
creyentes y sobre Sus creyentes como gloria y como el disfrute de ellos. En el futuro,
nuestros cuerpos serán empapados con la gloria de Cristo para manifestar Su gloria;
es decir, nuestros cuerpos serán redimidos en la vida de Cristo y conformados a Su
glorioso cuerpo. Entonces nos despojaremos de nuestros cuerpos de la vieja creación
y seremos liberados de la esclavitud bajo la cual estamos nosotros y la creación
corrupta para entrar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios para disfrutar de la
gloria eterna de Dios.

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