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CATEQUESIS Adviento

INTRODUCCIÓN

SE PROYECTAN DIFERENTES VIDEOS SOBRE PREPARACIÓN DE


DIFERENTES ACTIVIDADES HUMANAS: entrenamientos deportivos, prueba de
sonido en un concierto, gente estudiando…

Se introduce el tiempo del adviento, explicando la división del calendario en


tiempos litúrgicos (recordatorio).

REUNIÓN POR GRUPOS

En la reunión por grupos se comenta un poco más en profundidad en qué consiste


el adviento: símbolos, personajes, liturgia, etc.

¿Qué es el adviento?
La palabra adviento viene del latín ad-venio, llegada.

El Adviento es un tiempo litúrgico que comienza en el domingo más cercano a la fiesta de San
Andrés Apóstol (30 de Noviembre) y abarca cuatro domingos.

Con el Adviento comienza el año litúrgico. El celebrante y los ministros consagrados usan
vestiduras violeta, que indican penitencia, humildad y modestia. Invita al retiro espiritual, al
recogimiento y a una vida más austera que la corriente.

Significado del adviento


Adviento quiere decir Dios que viene, porque quiere que «todos los hombres sean salvados y
vengan al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2, 4). Viene porque ha creado al mundo y al
hombre por amor y ese amor le lleva a hacerse hombre para quitar el pecado. El adviento de
cada año nos recuerda que la voluntad de Dios para salvar al hombre, es más poderosa que el
pecado.

Cada tiempo, en el ciclo litúrgico de la Iglesia, tiene una peculiaridad. Y así como la Pascua
habla de la alegría por la victoria de Jesucristo, y la Cuaresma del esfuerzo y de la purificación
sacrificada que hay que ir realizando en la propia vida para poder llegar a Cristo, el Adviento se
convierte para los cristianos en un tiempo de levantar los ojos de cara a la promesa que
Nuestro Señor hace a su Iglesia de estar con nosotros. El Adviento es la preparación de la
venida del “Emmanuel”, es el tiempo del cumplimiento de la promesa de Dios.

El Adviento está tocado, de una forma muy particular, por la característica de la ESPERANZA.
El tiempo de Adviento es un período privilegiado para los cristianos ya que nos invita a recordar
el pasado, nos impulsa a vivir el presente y a preparar el futuro.

Esta es su triple finalidad:

1) Recordar el pasado: Celebrar y contemplar el nacimiento de Jesús en Belén. El Señor ya


vino y nació en Belén. Esta fue su venida en la carne, lleno de humildad y pobreza. Vino como
uno de nosotros, hombre entre los hombres. Esta fue su primera venida.

2) Vivir el presente: Se trata de vivir en el presente de nuestra vida diaria la "presencia de


Jesucristo" en nosotros y, por nosotros, en el mundo. Vivir siempre vigilantes, caminando por
los caminos del Señor, en la justicia y en el amor.

3) Preparar el futuro: Se trata de prepararnos para la segunda venida de Jesucristo en la


"majestad de su gloria". Esperamos su venida gloriosa que nos traerá la salvación y la vida
eterna sin sufrimientos.

La Iglesia nos invita en el Adviento a prepararnos para este momento a través de la revisión y
la proyección:

a) Revisión: Aprovechando este tiempo para hacer un alto en la vida y reflexionar acerca de
nuestra vida espiritual y nuestra relación con Dios y con el prójimo. Todos los días podemos y
debemos ser mejores.

b) Proyección: En Adviento debemos hacer un plan para que no sólo seamos buenos en
Adviento sino siempre. Analizar qué es lo que más trabajo nos cuesta y hacer propósitos para
evitar caer de nuevo en lo mismo.

Lecturas
La liturgia del Adviento se funda principalmente en textos de los profetas del Antiguo
Testamento. En ella habla casi todos los días el profeta Isaías. En la historia del Pueblo de Dios
de la Antigua Alianza, él era un «intérprete» particular de la promesa que este pueblo había
recibido de Dios hacía tiempo en la persona del fundador de su estirpe: Abraham. Como todos
los demás profetas, y quizá más que todos, Isaías reforzaba en sus contemporáneos la fe en
las promesas de Dios confirmadas por la alianza al pie del monte Sinaí. Inculcaba sobre todo la
perseverancia en la expectación y la fidelidad(Is 30, 18-21).
Cuando Cristo estaba en el mundo aludió una y otra vez a las palabras de Isaías. Decía
claramente: «Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír» (Lc 4, 21).

En las Epístolas se exhorta al creyente para que, dada la cercanía del Redentor, deje las
actividades de las tinieblas y se pertreche con las armas de la luz; que se conduzca como en
pleno día, con dignidad, y vestido del Señor Jesucristo; invita a estar alegres en la cercanía del
Señor, de manera que la paz de Dios custodie los corazones y pensamientos en Cristo Jesús;
exhorta a no juzgar, a dejar que venga el Señor, que manifestará los secretos escondidos en
los corazones.

En los Evangelios la Iglesia habla del Señor que viene en su gloria; de Aquel en el que, y a
través del que, las profecías son cumplidas.
La Iglesia en su Liturgia nos devuelve en espíritu al tiempo anterior a la encarnación del Hijo de
Dios, como si aún no hubiera tenido lugar.
Cuida tu fe

Esta es una época del año en la que vamos a estar “bombardeados” por la publicidad para
comprar todo tipo de cosas, vamos a estar invitados a muchas fiestas. Todo esto puede llegar a
hacer que nos olvidemos del verdadero sentido del Adviento. Esforcémonos por vivir este
tiempo litúrgico con profundidad, con el sentido cristiano. De esta forma viviremos la Navidad
del Señor ocupados del Señor de la Navidad.

La espera en el Señor no consiste en que cada uno asuma una actitud pasiva. Más bien se
trata de una espera activa y optimista. Es un tiempo de alegre expectativa y nuestra actitud ha
de ser la de María, que espera, prepara y realiza el Adviento del Señor.

El Adviento resulta así como una intensa y concreta celebración de la larga espera en la
historia de la salvación, como el descubrimiento del misterio de Cristo presente en cada página
del AT, del Génesis hasta los últimos libros. Es vivir la historia pasada vuelta y orientada hacia
el Cristo escondido en el AT que sugiere la lectura de nuestra historia como una presencia y
una espera de Cristo que viene.

Es necesario reivindicar el sentido pleno del Adviento como actitud cristiana fundamental:
esperar a Dios y esperarlo en Jesús; creer en su venida progresiva, misteriosa pero real, a
nosotros, al mundo. El Adviento es ese tiempo concreto que rompe nuestra inconcreción y
nuestra monotonìa para ponernos en camino de conversión, para centrar nuestra vida no en
una irrealidad, sino en la realidad maravillosa de Jesús que se acerca a la vida de los hombres
como nuestro Salvador.

La corona de adviento
La corona de Adviento es el primer anuncio de Navidad. Es un círculo de ramas verdes, dentro
del cual se colocan cuatro velas para encenderse una cada domingo de Adviento. La luz de la
vela simboliza nuestra fe.

El conjunto se sitúa cerca del altar o del ambón de la Palabra.


La corona, que procede del Norte (países escandinavos, Alemania), tiene raíces simbólicas
universales: la luz como salvación, el verde como vida, forma redonda como eternidad.
Simbolismos que se vieron muy coherentes con el misterio de la Navidad cristiana y que
pasaron fácilmente a los países del sur. Se ha convertido rápidamente en un simpático
elemento complementario de pedagogía cristiana para expresar la espera de Cristo Jesús
como Luz y Vida, junto a otros ciertamente más importantes, como son las lecturas bíblicas, los
textos de oración y el repertorio de cantos.

La corona está formada por una gran variedad de símbolos:

1) La forma circular: El círculo no tiene principio ni fin. Es señal del amor de Dios que es eterno,
sin principio y sin fin, y también de nuestro amor a Dios y al prójimo que nunca debe de
terminar.

2) Las ramas verdes: Verde es el color de esperanza y vida. Dios quiere que esperemos su
gracia, el perdón de los pecados y la gloria eterna al final de nuestras vidas. El anhelo más
importante en nuestras vidas debe ser llegar a una unión más estrecha con Dios, nuestro
Padre.

3) Las cuatro velas: Nos hacen pensar en la oscuridad provocada por el pecado que ciega al
hombre y lo aleja de Dios. Después de la primera caída del hombre, Dios fue dando poco a
poco una esperanza de salvación que iluminó todo el universo como las velas la corona. Así
como las tinieblas se disipan con cada vela que encendemos, los siglos se fueron iluminando
con la cada vez más cercana llegada de Cristo a nuestro mundo. Son cuatro velas las que se
ponen en la corona y se prenden de una en una, durante los cuatro domingos de adviento al
hacer la oración en familia.

Personajes del adviento


Tres son los grandes personajes del adviento en espera, en preparación y anuncio del Dios que
llega, del Señor que se acerca.

1) El profeta Isaías: Es el gran pedagogo del adviento: "Preparar el camino del Señor". Es el
portavoz de Dios, el pregonero del Señor, el profeta del verdadero y único Mesías. Describe
con imágenes cuajadas de belleza y simbolismo la paz, el gozo y la seguridad de los tiempos
mesiánicos. Dirige su mirada más allá de las aflicciones del presente y las centra en una era de
paz universal, que será inaugurada por el Mesías, que es manso, sabio y amante de la paz.
Volverán del exilio los hijos de Dios dispersos. El Monte Sión se convertirá en el vértice, en el
centro no sólo de Israel sino de toda la tierra. Isaías es el precursor del universalismo del
evangelio.

2) María de Nazaret: Es la estrella del adviento. María de Nazaret vivió, en su vientre virginal,
en su mente y en su corazón, el primero y más hermoso de los advientos durante nueve
meses, pues "llevó en su vientre con inefable amor de madre a Jesucristo". ¡Qué largo y
hermoso adviento...! Ella es la "mater spei", el modelo de la espera y de la esperanza. Nadie
supo como Ella preparar un sitio al Señor, al Hijo que florecía en sus entrañas... El icono de
María gestante personifica a la Iglesia madre que está llena de Cristo y lo pone como luz en el
mundo para que el resto de sus hermanos habiten tranquilos hasta los confines del mundo. Y
es que en Ella, en Santa María del Adviento, se realizó la promesa de Israel, la esperanza
-después, ahora y ya para siempre- de la Iglesia. Ella mantiene el ritmo de nuestra espera.

3) Juan el Bautista: Es el hombre del adviento. Su vida, su misión fue ser adviento ya desde el
mismo vientre de su madre. Es el compañero ideal, austero y gozoso, que nos introduce, como
nadie, en los caminos del adviento. Heraldo y precursor del Señor, nos llama a la conversión, a
la austeridad, al gozo y al seguimiento de Jesús. Es el mayor de los nacidos de mujer. El fue
escogido para mostrar a las gentes el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Y dio
finalmente su sangre como supremo testimonio por el nombre de Cristo. Su bautismo
purificatorio y penitencial en el Jordán inauguró el agua viva que desde entonces tiene poder de
salvación para los hombres. Y su voz sigue resonando en el desierto y en los corazones de las
gentes de buena voluntad llamando a la conversión y al seguimiento de Jesucristo.

Conclusión
El Adviento nos exhorta a considerar el prodigio de esta venida. Pero nos recuerda también
que su sentido sólo puede adquirir su plenitud si el Redentor no viene sólo para la humanidad
en su conjunto, sino para cada uno de nosotros en particular.
Descubrir desde lo hondo de nuestras conciencias que Cristo es mi Redentor y viene a mi vida,
es ponerse en el camino de Adviento. El auténtico Adviento procede del interior. Del interior del
corazón creyente del hombre y, sobre todo, de la hondura del amor de Dios.

Debemos preparar el camino a su Amor y descubrir formas nuevas que nos pongan en
disposición de recibir a Dios en lo más profundo de nuestro corazón.
RESUMEN

1) El adviento comprende las cuatro semanas antes de la Navidad.


2) El adviento es tiempo de preparación, esperanza y arrepentimiento de
nuestros pecados para la llegada del Señor.
3) En el adviento nos preparamos para la navidad y para la segunda venida de
Cristo al mundo, cuando volverá como Rey de todo el Universo.
4) Es un tiempo en el que podemos revisar cómo ha sido nuestra vida
espiritual, nuestra vida en relación con Dios y convertirnos de nuevo.
5) Es un tiempo en el que podemos hacer un plan de vida para mejorar como
personas.

LECTURAS DE ADVIENTO
Isaias – Is 11, 1-9

Juan el Bautista – Lucas 3, 1-6

María – Lucas 1, 39 - 45

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