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IES GERARDO MOLINA GEOGRAFÍA DE ESPAÑA

TEMA 10.
EVOLUCIÓN DE LA ORDENACIÓN DEL TERRITORIO
La primera unificación política y los primeros planteamientos de una organización del territorio
en unidades político-administrativas fueron realizados por el Imperio Romano.
Desde ese momento (finales del siglo III a C), muchas han sido las divisiones político-
administrativas de nuestro país.
Con los romanos España (excepto Canarias) se divide en un número creciente de provincias
que integran la diócesis de Hispania, parte, a su vez, de la prefectura de la Galia.
Con los visigodos perduran los rasgos de la Hispania romana pero se consolida como Estado
independiente con capital en Toledo. Las provincias se dividen en ducados.

Pero las auténticas históricas de las grandes unidades de España se remontan a la Alta Edad
Media, tras la conquista musulmana y la formación de los reinos cristianos que, desde el norte,
intentan aumentar su territorio. Los límites cambiarán dependiendo de la inestabilidad de los
reinos.
Se van marcando las primeras unidades de organización territorial (reinos, ducados,
condados…) y surgen los nombres y se delimitan los territorios de Asturias, Castilla, León,
Galicia, Cataluña o Aragón.
En el siglo XII encontramos ya el Reino de Portugal, el Reino de Castilla (ya unido al Reino de
León), el Reino de Navarra y el Reino de Aragón (ya unido a Cataluña).
Con los Reyes Católicos se logrará la unidad de todo el territorio, al que se incorporan
Granada, Canarias y Navarra pero cada uno de estos reinos mantuvo sus divisiones
administrativas propias: en Castilla, las provincias y en la Corona de Aragón: distritos en
Aragón, veguerías en Cataluña y Mallorca y en Valencia había cuatro gobernaciones y once
distritos.

Durante toda la Edad Moderna España no pasaba de ser un ente territorial con un mismo rey
y una misma religión, los intentos de los Austrias de mayor unificación fracasaron. En un mismo
territorio coexistían dos concepciones o modelos de Estado: la Corona de Castilla, que
pretendía se un Estado centralizado y la de Aragón, con una estructura organizativa de
carácter federal.
Con Felipe V y los decretos de Nueva Planta (principios del siglo XVIII) asistimos a una
castellanización del territorio español y a una mayor centralización, con el fin de fortalecer la
autoridad real. Instituciones aragonesas, como las Cortes o el Justicia Mayor, fueron
suprimidos y las instituciones locales y la ordenación territorial de Aragón serán reestructuradas
según el modelo castellano.
A partir de 1718, Felipe V creó, tomando como base las provincias preexistentes creadas por
los Austrias, la institución de las intendencias, a las que posteriormente denominará provincias.
Al frente de cada una de ellas se situará un funcionario que representará al rey. Con todo, el
centralismo no será completo que en el seno de está provincias pervivirán otras subdivisiones
tradicionales, algunas de las cuales disfrutaban de derechos históricos a los que no
renunciarán. De este modo, la racionalidad y la eficacia administrativa no dejaron de ser un
mero espejismo.

Durante el siglo XIX, en España se asiste a una lucha entre el Antiguo Régimen y el Estado
liberal, con dos conceptos antagónicos de gobierno. El Estado liberal necesita una nueva
ordenación del territorio, que le permita gobernar el país de manera uniforme, recaudar
impuestos, y crear un mercado único con leyes iguales para todos.
El nuevo orden llega a España de la mano de Napoleón, que pone a su hermano José
Bonaparte en el trono. En 1810, el gobierno josefino intenta ordenar el territorio, dividiéndolo en
38 prefecturas, al estilo de las establecidas en Francia, y 111 subprefecturas, Las prefecturas

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recibirían nombres relativos a accidentes geográficos, fundamentalmente ríos y cabos.


Cataluña sería anexionada a Francia. Estas reformas nunca entraron en vigor.
Entre tanto, las Cortes de Cádiz (1811) derogan los señoríos jurisdiccionales, desapareciendo
así la división entre señorío y realengo e intentan crear un nuevo régimen, también liberal, en el
que todas las provincias tengan las mismas obligaciones.
La constitución de 1812 no reconoce la personalidad política de los antiguos territorios
históricos, aunque tendrán en cuenta la Historia a la hora de proponer su modelo de
organización del territorio. En 1813 encargan una nueva división provincial a Felipe Bauzá, que
determina 36 provincias, con siete provincias subalternas, con criterios históricos. Pero nada de
esto se aprobó, y el regreso de Fernando VII supuso la vuelta al Antiguo Régimen, con ciertas
modificaciones. En 1817 España estaba dividida en 29 intendencias y 13 consulados.
Tras el levantamiento del general Riego, durante el Trienio Liberal (1820-1823), se impulsa la
construcción del Estado liberal, y con él se promueve una nueva división provincial.
En enero de 1822 se aprueba, con carácter provisional, una división provincial de España en
52 provincias, ya agrupadas en 15 regiones: Pero la caída del gobierno liberal y la restauración
del absolutismo dio al traste con el proyecto. En 1823 se restablecen las provincias del Antiguo
Régimen por lo que el plan de 1822 nunca llegó a entrar en vigor, aunque es el antecedente
inmediato de la definitiva división provincial

Ésta será llevada a cabo por Javier de Burgos en 1833 y se ha mantenido prácticamente sin
cambios (a nivel provincial) hasta la actualidad. Dividía el territorio español en 49 provincias a
partir de un criterio racional, con un tamaño relativamente homogéneo y eliminando la mayor
parte de los enclaves propios del Antiguo Régimen. A su cargo se situaba un Gobernador civil
como jefe político que recibía órdenes directas desde Madrid, y una Diputación Provincial
encargada de coordinar los municipios.
En 1927, con la aparición de la provincia de Las Palmas, se aumentó el número de provincias a
50.
En un intento de regionalizar más la península, Patricio de la Escosura promulga un decreto el
29 de septiembre de 1847 por el que se dividía a la península en once Gobiernos generales:

Pero los profundos cambios políticos, sociales, económicos y culturales de este siglo hicieron
que a finales de siglo este modelo de ordenación territorial pareciera discutible. El problema de
la estructura de España fue uno de los más importantes en el primer tercio del siglo XX y la
Segunda República1 quiso resolverlo con la instauración de un estado que reconociera ese
sentimiento nacionalista. Así entre 1932 y 1936 se plantearon los proyectos un Estatuto de
autonomía para Cataluña, Galicia y País Vasco. Sólo el caso catalán salió para adelante.
Navarra también aprovecha la situación comenzando a diferenciarse del País Vasco.

La llegada de la Guerra Civil y la victoria franquista no posibilitó nada de esto, instaurándose,


por el contrario, un Estado centralista e hipernacionalista, reprimiendo cualquier tipo de
manifestación nacionalista periférica. Con la transición democrática el problema de la
organización territorial de España era uno de los grandes temas a resolver.

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