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Aprender inventando desde “lo local” o perecer imitando desde “lo

global”1
José de Souza Silva
josedesouzasilva@gmail.com

El lema “pensar globalmente y actuar localmente” es deletéreo para la sostenibilidad 2. Influenciando al


imaginario social de muchos inocentes útiles (actores ingenuos que intentan emular el más fuerte),
este lema desvincula el acto de pensar del nivel de la acción, promoviendo el pensamiento único
universal que nos hace vulnerables, y silenciando el pensamiento crítico local que nos hace
sostenibles. El desafío es pensar lo global, lo regional, lo nacional, etc., desde “lo local”, y actuar
donde sea “relevante y posible”.

Nuestra vulnerabilidad existe a partir de la visión de mundo del dominador, que impone su concepción
universal de realidad sobre las visiones locales de los grupos subalternos. Como revelan los científicos
del Programa Latinoamericano de Investigación sobre Modernidad/Colonialidad, esta “colonialidad del
poder” crea una división de trabajo en el proceso de generación, acceso y uso de conocimiento—
geopolítica del conocimiento—que nos transforma en meros receptores de valores, conceptos y
paradigmas generados lejos de nuestro contexto y sin compromiso con nuestro futuro. Por lo tanto,
debemos romper este mapa del “saber universal” donde, no por coincidencia sino para fines de
dominación, “lo relevante” existe solamente en “ciertos idiomas”, es generado apenas por “ciertos
actores” y llega solo de “ciertos lugares”.

En América Latina, desde 1492, fue introducido el pensamiento subordinado al conocimiento


autorizado por el más fuerte. Eso implica la práctica del mimetismo, donde el apoyo existe más para la
adopción de diseños globales que para la creatividad en iniciativas locales. Sin embargo, 500 años
después, en 1992, Humberto Maturana y Francisco Varela demostraron en El Árbol del Conocimiento
que la característica común a todos los seres vivos es la capacidad de aprender en interacción con su
contexto (dominio de su existencia). De ahí se pueden deducir algunas premisas para comprender
algunos de los problemas contemporáneos:

1. Vivir es aprender, aprender es cambiar, y cambiar es vivir aprendiendo en interacción con el


contexto. Lo coherente es “existo luego pienso”, no “pienso luego existo”, como propuso
equivocadamente Descartes. Para pensar primero hay que estar vivo, y para seguir viviendo
hay que seguir aprendiendo. El que deja de aprender es un candidato a la extinción, porque
pierde la sabiduría imprescindible para su sostenibilidad, que depende de la coherencia de su
forma de vivir y del grado de su correspondencia con el contexto—lugar—donde vivimos, del
cual dependemos, el cual cambiamos y donde somos (o no) relevantes. Bajo esta premisa, la
sostenibilidad y el aprendizaje son fenómenos contextuales e interdependientes.

2. En el mundo del “desarrollo”, no existen problemas ni soluciones universales. Por incluir seres
humanos, los problemas de desarrollo no son resueltos; son problemas cambiantes a ser
interpretados contextualmente y manejados localmente. Los actores sociales tienen historias
locales condicionadas por su formación pasada, desafíos presentes y aspiraciones futuras. Por
eso, el desarrollo no se somete a modelos universales, que no son malos sino irrelevantes
localmente. Para “diferentes” grupos, las condiciones de bienestar socialmente relevantes,
culturalmente aceptables, económicamente viables y éticamente defendibles emergen de
“diferentes” esfuerzos de innovación contextualizados a partir de sus historias locales.

3. El enfoque contextual implica innovar desde las historias locales. La innovación relevante para
un cierto grupo de actores emerge de procesos de interacción social que incluyen su
participación, lo que implica generar conocimiento significativo en el contexto de su aplicación
e implicaciones. Asociado necesariamente a las aspiraciones locales, “lo relevante” no emerge
de diseños globales cuyo universalismo subalterniza el contextualismo imprescindible de las

1
Artículo publicado en el Semanario LA SEMANA de Piúra, Perú, el día 16 de enero de 2005, sección “Mundo”,
páginas 8 y 9.
2
La sostenibilidad implica cultivar—de forma coherente y continuada—las condiciones que generan y perpetúan la
vida, evitando la erosión de la biodiversidad, de la diversidad cultural y de las relaciones que aseguran la existencia
—con bienestar—de todos los “modos de vida” en el planeta, lo que varía con el contexto ecológico, cultural,
económico, político, institucional, etc.

04/01/2011
experiencias y saberes locales. La imitación bajo la dictadura de la razón universal puede ser
fatal, como en el caso de la civilización occidental que nos impone un modelo universal de
producción y consumo que no está en correspondencia con los límites del planeta.

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4. La universalidad de la “idea de desarrollo” facilita la dominación. Para fines de dominación,
esta idea ha sido disfrazada en varios nombres (progreso, modernización), oculta bajo muchos
rostros (civilización, desarrollo), adornada con lindas promesas (paz, bienestar), ofertada
hipócritamente (ayuda, cooperación), bajo un enfoque evolucionista (fases, etapas), a través
de diseños globales (colonización, globalización), usando reglas universales (leyes/políticas
internacionales, tratados de libre comercio) e instituciones de control (ejércitos, organismos
multilaterales), asegurando resolver problemas universales (hambre, pobreza), para
institucionalizar y legitimar sus consecuencias (desigualdad, injusticia), mientras busca—a
cualquier costo—exclusivamente el objetivo del crecimiento económico para el beneficio del
más fuerte.

¿Qué es la globalización? Usando la mentira como filosofía de negociación pública y el miedo como
estrategia de control, el más fuerte define nuestras reglas nacionales como barreras a derrumbar para
el éxito de las reglas transnacionales del nuevo orden corporativo mundial del capitalismo global. El
más fuerte crea las nuevas “reglas del juego del desarrollo” lejos del escrutinio público y de la
participación ciudadana, transformando la democracia representativa en “el arte de engañar al
pueblo”, reduciéndola a una democracia de un día—el día del voto—. Ahora practicada como farsa, la
democracia abre paso para un gobierno mundial, sin Presidente ni elecciones, donde los que deciden
no son electos y los electos no deciden. Sometidos al poder de corporaciones e inversionistas
transnacionales, ciertos gobiernos no ratifican acuerdos multilaterales que promueven la relevancia de
lo humano, lo social, lo ecológico y lo ético, redefiniendo estos aspectos como “obstáculos al
desarrollo”; es decir, barreras a la mercantilización de la naturaleza y de la experiencia humana. La
no-ratificación facilita el acceso irresponsable a materia prima abundante, mano de obra barata,
mentes obedientes y cuerpos disciplinados.

Sin compromiso con el bienestar de las familias, comunidades y sociedades, el debate sobre
globalización y desarrollo no avanza de forma relevante, y sufre también de indigencia epistémica ya
que el climaterio intelectual de los economistas neoliberales no les permite crear más allá de lo que
les dicta el mercado. Un futuro mejor y sostenible para la humanidad empieza con la negociación de
sus aspectos humanos, sociales, ecológicos y éticos. En caso de conflicto, el “principio del bienestar
inclusivo” decide a favor de la propuesta que beneficia el mayor número de individuos, grupos
sociales, comunidades, sociedades y/o formas de vida. Tratemos primero de la sostenibilidad de
“modos de vida”, no de la sostenibilidad del crecimiento económico, de la agricultura, de los recursos
naturales, etc., como un fin en si mismos.

Cuestionemos una globalización creada por “desarrollados” y promovida a través de un diseño global,
donde el comercio es “vendido” como el único puente válido hacia el imposible “milagro del
desarrollo” y el inalcanzable “diploma de desarrollado”. Además de ser falsa, esta premisa nos
presiona otra vez a cambiar apenas las “cosas” (leyes, políticas, instituciones, etc.), sin la participación
de las “personas” que cambian las cosas, siguiendo la racionalidad del modo clásico de innovación,
donde solo unos generan, otros transfieren y el resto adopta el conocimiento generado. Sin embargo,
nosotros debemos innovar el modo de innovar, centrando los esfuerzos de cambio primero en la
transformación de las “personas” que cambian las cosas. Eso implica un cambio conceptual que
transforma las formas de ser, sentir, pensar y actuar de los que deben superar la vulnerabilidad de sus
modos de vida, construyendo su sostenibilidad. Si la vulnerabilidad es constituida por problemas
antropogénicos—creados por la acción humana—, la sostenibilidad solo emergerá de la interacción
humana. Este proceso es dependiente de la solidaridad, no de la indiferencia y mucho menos del
egoísmo explícito del neo-mercantilismo neoliberal que asume la existencia como una lucha por la
sobrevivencia a través de la competencia. Sin solidaridad, construiremos el mundo del cada uno por sí,
Dios por nadie y el Diablo contra todos. Sin embargo, en la construcción de la sostenibilidad, somos
todos ángeles de un ala, que no logran volar si no lo hacen abrazados.

Es cierto que todo cambia. Sin embargo, siguiendo la canción Todo Cambia, magistralmente
interpretada por Mercedes Sosa, encontramos que “…todo cambia; solo no cambia mi amor…ni el
recuerdo ni el dolor de mi pueblo y de mi gente”. Para las organizaciones, eso implica cambiar modos
de interpretación e intervención, pero no su compromiso con los sueños colectivos locales. Un sueño
compartido por muchos es una fuente de emoción esencial para movilizar imaginación, capacidad y
compromiso, porque sin emoción no hay pasión, y sin pasión no hay compromiso. No aceptemos el
neoliberalismo—la ideología de la explotación con exclusión—que promueve la globalización de forma
oculta también en la “idea” de desarrollo, cuando la presenta disfrazada de desarrollo sostenible, o
adornada con promesas universales que nunca serán cumplidas, como los pomposamente anunciados

04/01/2011
Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODMs). Aceptar la globalización neoliberal implica perecer
imitando desde los diseños globales, cuando deberíamos aprender inventando desde las historias
locales. ¿Hasta cuándo? ¿A qué costo?

04/01/2011

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