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Revolución
Escritos diversos
Écrits divers
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La Columna de Hierro y la Revolución
Soy un escapado de San Miguel de los Reyes, siniestro presidio que levantó la
monarquía para enterrar en vida a los que, por no ser cobardes, no se sometieron
nunca a las leyes infames que dictaron los poderosos contra los oprimidos. Allá me
llevaron, como a tantos otros, por lavar una ofensa, por rebelarme contra las
humillaciones de que era víctima un pueblo entero, por matar, en fin, a un cacique.
Joven era, y joven soy, ya que ingresé en el presidio a los veintitrés años y he salido,
porque los compañeros anarquistas abrieron las puertas, teniendo treinta y cuatro.
¡Once años sujeto al tormento de no ser hombre, de ser una cosa, de ser un número!
Conmigo salieron muchos hombres, igualmente sufridos, igualmente doloridos por los
malos tratos recibidos desde el nacer. Unos, al pisar la calle, se fueron por el mundo;
otros, nos agrupamos con nuestros libertadores, que nos trataron como amigos y nos
quisieron como hermanos. Con éstos, poco a poco, formamos "la Columna de Hierro";
con éstos, a paso acelerado, asaltamos cuarteles y desarmamos a terribles guardias;
con éstos, a empujones, echamos los fascistas hasta las agujas de la sierra, en donde
se encuentran. Acostumbrados a tomar lo que necesitamos, al empujar el fascista, le
tomamos víveres y fusiles. Y nos alimentamos durante un tiempo, de lo que nos
ofrecían los campesinos, y nos armamos sin que nadie nos hiciera el obsequio de un
arma, con lo que a brazo partido, les quitamos a los insurrectos. El fusil que acaricio,
el que me acompaña desde que abandoné el fatídico presidio, es mío, mío propio; se
lo quité, como un hombre, al que lo tenia en sus manos, así como nuestros, propios,
conquistados, son casi todos los que mis compañeros tienen en las suyas.
Falta de atención
Nadie o casi nadie nos atendió nunca. El estupor burgués al abandonar el presidio, a
continuado siendo el estupor de todos, hasta estos momentos, y en lugar de
atendernos, de ayudarnos, de auxiliarnos, se nos trato como a forajidos, se nos acuso
de incontrolados, porque no sujetamos el ritmo de nuestro vivir que ansiábamos y
ansiamos libre, a caprichos estúpidos de algunos que se han sentido, torpe y
orgullosamente, amos de los hombres, al sentarse en un ministerio o un comité, y
porque, por los pueblos por donde pasamos, después de haberle arrebatado su
posesión al fascista, cambiamos el sistema de vida, aniquilando a los caciques feroces
que intranquilizaron la vida de los campesinos, después de robarles, y poniendo la
riqueza en manos de los únicos que supieron crearla: en manos de los trabajadores.
Conducta
Nadie, puedo asegurarlo, nadie se puede haber portado con los desvalidos, con los
necesitados, con los que toda la vida fueron robados y perseguidos, mejor que
nosotros, los incontrolados, los forajidos, los escapados de presidio.
Nadie, nadie desafío que me lo prueben ha sido mas cariñoso y mas servicial para con
los niños, las mujeres y los ancianos; nadie, absolutamente nadie, puede culpar a esta
Columna, que sola, sin auxilio y si entorpeciéndola, ha estado desde el principio en la
vanguardia, de insolidaria, de despótica, de blanda o de floja cuando de la lucha se
trataba, o de desamorada con el campesino, o de no revolucionaria, ya que el arrojo y
la valentía en el combate ha sido nuestra norma, la hidalguía con el vencido nuestra
ley, la cordialidad con los hermanos nuestra divisa y la bondad y el respecto, el marco
en que se ha desenvuelto nuestra vida.
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Leyenda negra
¿Por qué esta leyenda negra que se ha tejido a nuestro alrededor? ¿Por qué este afán
insensato de desacreditarnos si nuestro descrédito, que no es posible, solo iría en
perjuicio de la causa revolucionaria y de la misma guerra?
Hay nosotros, hombres del presidio, que hemos sufrido más que nadie en la tierra, lo
sabemos; hay, digo, en el ambiente un aburguesamiento enorme. El burgués de alma
y de cuerpo, que es todo lo mediocre y servil, tiembla ante la idea de perder su
sosiego, su cigarro puro y su café, sus toros, su teatro y su emputecimiento, y cuando
olía algo de la Columna, de esta Columna de Hierro, puntal de la Revolución en estas
tierras levantinas, o cuando sabía que la Columna anunciaba su viaje a Valencia,
temblaba como un azogado pensando que los de la Columna iban a arrancarle su vida
regalona y miserable. Y el burgués hay burgueses de muchas clases y en muchos
sitios tejía, sin parar, con los hilos de la calumnia, la leyenda negra con que nos ha
obsequiado, porque al burgués, y únicamente al burgués, han podido y pueden
perjudicar nuestras actividades, nuestras rebeldías, y estas ansias locamente
incontenibles que llevamos en nuestro corazón, de ser libres, como las águilas en las
más altas cimas o como los leones en medio de las selvas.
También los hermanos, los que sufrieron con nosotros en campos y talleres, los que
fueron vilmente explotados por la burguesía, se hicieron eco de los miedos terribles de
ésta y llegaron a creer, porque algunos interesados a ser jefes, se lo dijeron, que
nosotros, los hombres que luchábamos en la Columna de Hierro, éramos forajidos y
desalmados, y un odio, que ha llegado muchas veces a la crueldad y al asesinato
fanático, sembró nuestro camino de piedras para que no pudiéramos avanzar contra
el fascismo.
Ciertas noches, en estas noches oscuras en que, arma al brazo y oído atento, trataba
de penetrar en las profundidades de los campos y en los misterios de las cosas, no
tuve más remedio que, como una pesadilla, levantarme del parapeto, y no para
desentumecer mis miembros, que son de acero porque están curtidos en el dolor, sino
para empuñar con más rabia el arma, sentiendo ganas de disparar, no sólo contra el
enemigo que estaba escondido a cien metros escasos de mi, sino contra el otro,
contra el que no veía, contra el que se ocultaba a mi lado, siéndome y aun
llamándome compañero, mientras me vendía vilmente, ya que no hay venta más
cobarde que la que de la traición se nutre. Y sentía ganas de llorar y de reír, y de
correr por los campos gritando y de atenazar gargantas entre mis dedos de hierro,
como cuando rompí entre mis manos la del cacique inmundo, y de hacer saltar, hecho
escombros, este mundo miserable en donde es difícil encontrar unos brazos amantes
que sequen tu sudor y restañen la sangre de tus heridas cuando, cansado y herido,
vuelves de la batalla.
Penas y alegrías
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fueran de otras épocas, y me entregaba con alegría a sueños de ventura, viendo con
la imaginación calenturienta mundo como el que no había vivido, pero que deseaba;
un mundo como no habíamos vivido los hombres pero que muchos habíamos soñado.
Y el tiempo se me pasaba volando, y las fatigas no entraban en mi cuerpo, y
redoblaba mi empuje, y me hacia temerario, y salía al amanecer en descubierta para
descubrir al enemigo, y... todo por cambiar la vida ; por imprimir otro ritmo a esta vida
nuestra; porque los hombres, yo entre ellos, pudiéramos ser hermanos; porque la
alegría, una vez siquiera, al brotar en nuestros pechos, brotase en la tierra; porque la
Revolución, esta Revolución que ha sido el norte y el lema de la Columna de Hierro,
pudiese ser, en tiempo no lejano, un hecho.
Se esfumaban mis sueños como las nubecillas blancas que encima de nosotros
pasaban por la sierra, y volvía a mis desencantos para volver, otra vez, por la noche, a
mis alegrías. Y así entre penas y alegrías, entre congojas y llantos, he pasado mi vida,
vida alegre en medio del peligro, comparada con aquella vida turbia y miserable del
turbio y mísero presidio.
Pero un día...
Pero un día era un día pardo y triste, por las crestas de la sierra, como viento de nieve
que corta las carnes, bajó una noticia "Hay que militarizarse". Y entró en mis carnes
como fino puñal la noticia, y sufrí, de antemano, las congojas de ahora. Por las noches,
en el parapeto, repetía la noticia: "Hay que militarizarse"...
Ese día, aquel día que bajó de las crestas de la sierra, cual si fuese un viento frío que
me cortase el alma, la noticia funesta, será memorable, como tantos otros en mi vida
de dolor. Aquel día... ¡Bah!
La vida enseña a los hombres más que todas las teorías, más que todos los libros. Los
que quieran llevar a la práctica lo que han aprendido de otros al beberlo en los libros
escritos, se equivocarán; los que lleven a los libros lo que han aprendido en las
revueltas del camino de la vida, posiblemente hagan una obra maestra. La realidad y
la ensoñación son cosas distintas. Soñar es bueno y bello, porque el sueño es, casi
siempre, la anticipación de lo que ha de ser; pero lo sublime es hacer la vida bella,
hacer de la vida, realmente, una obra hermosa.
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llorado. Por lo mucho que he sufrido. Que en el presidio casi nunca se ríe; en el
presidio, para adentro o para fuera, siempre se llora.
Aprender viviendo
Leer un libro en una celda, apartado del contacto de los hombres, es soñar; leer el
libro de la vida, cuando te lo presenta abierto por una pagina cualquiera el carcelero,
que te insulta o simplemente te espía, es estar en contacto con la realidad.
Cierto día leí, no se dónde ni a quién, que no pudo tener el autor idea exacta de la
redondez de la tierra hasta que la hubo recorrido, medido, palpado: descubierto.
Parecióme ridícula tal pretensión; pero aquella frasecita se me quedó tan impresa, que
alguna vez, en mis soliloquios obligados en la soledad de mi celda, pensé en ella.
Hasta que un día, como si yo también descubriera algo maravilloso que antes estuvo
oculto a los demás hombres, sentí la alegría de ser, para mi, el descubridor de la
redondez de la tierra. Y aquel día, como el autor de la frase, recorrí, medí y palpé el
planeta, haciéndose la luz en mi imaginación al "ver" a la Tierra rodando en los
espacios sin fin, formando parte del concierto universal de los mundos.
Lo mismo sucede con el dolor. Hay que pesarlo, medirlo, palparlo, gustarlo,
comprenderlo, descubrirlo, para tener en la mente una idea clara de lo que es. A mi
lado, tirando del carro en que otros iban subidos, cantando y gozando, he tenido
hombres que, como yo, oficiaban de mulas. Y no sufrían ; y no rugían, por lo bajo, su
protesta; y encontraban justo y lógico que aquellos, como señores, fuesen los que les
tirasen de las riendas y empuñasen el látigo, y hasta lógico y justo que el amo, de un
trallazo, les cruzase la cara. Como animales lanzaban un ronquido, clavaban sus
pezuñas en el suelo y arrancaban a galope. Después, ¡oh sarcasmo!, al dèsnuncirlos,
lamían como perros esclavos la mano que les azotó.
Nadie que no haya sido humillado, y vejado, y escarnecido; nadie que no se haya
sentido el ser más desgraciado de la tierra, a la vez que el ser más noble, y más
bueno, y más humano, y que, al mismo tiempo y todo junto, cuando sentía su
desgracia y se consideraba feliz y fuerte, sin aviso, sin motivo, por gana de hacerle
daño, por humillarle, haya sentido sobre sus espaldas o sobre su rostro la mano
helada de la bestia carcelera; nadie que no se haya visto arrastrado por rebelde a la
celda de castigo, y allí, abofeteado y pisoteado, oír crujir sus huesos y oír correr su
sangre hasta caer en el suelo como una mole; nadie que, después de sufrir el
tormento por otros hombres, no haya sido capaz de sentir su impotencia, y maldecir
por ello y blasfemar por ello, que era tanto como empezar a tener potencia otra vez;
nadie que al recibir el castigo y el ultraje, haya tenido conciencia de lo injusto del
castigo y de lo infame del ultraje; y, al tenerla, haya hecho propósito de acabar con el
privilegio que otorga a algunos la facultad de castigar y ultrajar; nadie, en fin, que,
preso en la cárcel o preso en el mundo, haya comprendido la tragedia de las vidas de
los hombres condenados a obedecer en silencio y ciegamente a las órdenes recibidas,
puede conocer la hondura del dolor, la amargura del dolor, la marca terrible que el
dolor deja para siempre en los que bebieron, y palparon, y sintieron el dolor de callar y
obedecer. ¡Desear hablar y conservarse mudo; desear cantar y enmudecer; desear
reír y tener forzosamente que estrangular la risa en los labios; desear amar y ser
condenado a nadar entre el cieno del odio!
Cuarteles y cárceles
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En el cuartel casi estuve a punto de perder mi personalidad, tanto era el rigor con que
se me trataba, queriendo imponérseme una disciplina estúpida. En la cárcel, tras
mucho luchar, recobré mi personalidad, siendo cada vez más rebelde a toda
imposición. Allá aprendí a odiar, de cabo hacia arriba, todas las jerarquías; en la
cárcel, en medio del más angustiante dolor, aprendí a querer a los desgraciados, mis
hermanos, mientras conservaba puro y limpio el odio a las jerarquías mamado en el
cuartel. Cárceles y cuarteles son una misma cosa: despotismo y libre expansión de la
maldad de algunos y sufrimiento de todos. Ni el cuartel enseña cosa que no sea
dañina a la salud corporal y mental, ni la cárcel corrige.
Con este criterio, con esta experiencia experiencia adquirida, porque he bañado mi
vida en el dolor, cuando oí que, montañas abajo, venía rodando la orden de
militarización, sentí por un momento que mi ser se desplomaba, porque vi claramente
que moriría en mí el audaz guerrillero de la Revolución, para continuar viviendo el ser
a quien en el cuartel y en la cárcel se podó de todo atributo personal, para caer
nuevamente en la sima de la obediencia, en el sonambulismo animal a que conduce la
disciplina del cuartel o de la cárcel, ya que ambos son iguales. Y, empuñando con
rabia el fusil, desde el parapeto, mirando al enemigo y al "amigo", mirando a
vanguardia y a retaguardia, lancé una maldición como aquellas que lanzaba, cuando,
rebelde, me conducían a la celda de castigo, y una lágrima hacia adentro, como
aquellas que se me escaparon, sin ser vistas de nadie, al sentir mi impotencia. Y es
que notaba que los fariseos, que desean hacer del mundo un cuartel y una cárcel, son
los mismos, los mismos, los mismos que ayer, en las celdas de castigo, nos hicieron a
los hombres hombres crujir los huesos.
"Nosotros", 15-III-1937
Incomprensión general
No nos han comprendido, y, por no poder comprendernos, no nos han querido. Hemos
luchado no son necesarias ahora falsas modestias, que a nada conducen; hemos
luchado, repito, como pocos. Nuestra línea de fuego ha sido siempre la primera, ya
que en nuestro sector, desde el primer día hemos sido los únicos.
Para nosotros, jamás hubo un relevo ni..., lo que ha sido peor todavía, una palabra
cariñosa. Unos y otros, fascistas y antifascistas, hasta ¡que vergüenza hemos sentido!
los nuestros nos han tratado con despego.
No nos han comprendido. O lo que es más trágico en medio de esta tragedia en que
vivimos, quizá no nos hemos hecho comprender, ya que nosotros, por haber recibido
sobre nuestros lomos todos los desprecios y rigores de los que fueron jerarcas en la
vida, hemos querido vivir, aun en la guerra, una vida libertaria, y los demás, para su
desgracia y la nuestra, han seguido uncidos al carro del Estado.
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La Historia hablará
La Historia que recoge lo bueno y lo malo que los hombres hacen, hablará un día.
Y esa Historia dirá que la Columna de Hierro fue quizá la única en España que tuvo
visión clara de lo que debió ser nuestra Revolución. Dirá también que fue la que más
resistencia ofreció a la militarización. Y dirá, además, que, por resistirse, hubo
momentos en que se la abandonó totalmente a su suerte, en pleno frente de batalla,
como si seis mil hombres, aguerridos y dispuestos a triunfar o morir, debieran
abandonarse al enemigo para ser devorados.
¡Cuántas y cuántas cosas dirá la Historia, y cuántas y cuántas figuras, que se creen
gloriosas, serán execradas y maldecidas!
La militarización
Yo he visto yo miro siempre a los ojos de los hombres temblar de rabia o de asco a un
oficial cuando al dirigirme a él lo he tuteado, y conozco casos de ahora, de ahora
mismo, en batallones que se llaman proletarios, en que la oficialidad, que ya se olvidó
de su origen humilde, no puede permitir para ello hay castigos terribles que un
miliciano les llame de tú.
El Ejército "proletario" no plantea disciplina, que podría ser, a lo sumo, respeto a las
órdenes de guerra; plantea sumisión, obediencia ciega, anulación de la personalidad
del hombre.
Lo mismo, lo mismo que cuando, ayer, estuve en el cuartel. Lo mismo, lo mismo que
cuando más tarde estuve en el presidio.
Como vivíamos
Nosotros en las trincheras vivíamos felices. Vimos caer a nuestro lado, es cierto, a los
compañeros que con nosotros empezaron esta guerra; sabíamos, además, que en
cualquier momento, una bala podía dejarnos tendidos en pleno campo ésta es la
recompensa que espera al revolucionario; pero vivíamos felices. Cuando había
comíamos; cuando escaseaban los víveres, ayunábamos. Y todos contentos. ¿Por qué?
Porque ninguno era superior a ninguno. Todos amigos, todos compañeros, todos
guerrilleros de la Revolución.
El delegado de grupo o de centuria no nos era impuesto, sino elegido por nosotros, y
no se sentía teniente o capitán, sino compañero. Los delegados de los Comités de la
Columna no fueron jamás coroneles o generales, sino compañeros. Juntos comíamos,
juntos peleábamos, juntos reíamos o maldecíamos. Nada ganamos durante un tiempo,
nada ganaron ellos. Diez pesetas ganamos después nosotros, diez pesetas ganaron y
ganan ellos.
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Lo único que aceptamos es su capacidad probada, por eso los elegimos; su valor,
también probado, por eso también fueron nuestros delegados. No hay jerarquías, no
hay superioridades, no hay órdenes severas; hay camaradería, bondad,
compañerismo: vida alegre en medio de las desdichas de la guerra. Y así, con
compañeros, imaginándose que se lucha por algo y para algo, da gusto la guerra y
hasta se recibe con gusto la muerte. Pero cuando estás entre militares, en donde todo
son órdenes y jerarquías; cuando ves en tus manos la triste soldada con la cual
apenas puede mantenerse en la retaguardia tu familia y ves que el teniente, el
capitán, el comandante y el coronel, cobran tres, cuatro, diez veces mas que tú,
aunque no tienen ni más empuje, ni más conocimiento, ni más valor que tú, la vida se
ve hace amarga, porque ves que eso no es Revolución, sino aprovechamiento, por
unos pocos de una situación desgraciada que va únicamente en perjuicio del pueblo.
"Nosotros", 16-III-1937
Ahora
Creíamos que nos estábamos redimiendo, que nos estábamos salvando y estamos
cayendo en lo mismo que combatimos; en el despotismo, en la castocracia, en el
autoritarismo mas brutal y absorbente.
Dos caminos
Los militaristas, todos los militaristas los hay furibundos en nuestro campo nos han
cercado. Ayer fuimos dueños de todo, hoy lo son ellos. El ejército popular, que no
tiene de popular más que el hecho de formarlo el pueblo, y eso ocurrió siempre, no es
del pueblo, es del Gobierno, y el Gobierno manda, y el Gobierno ordena. Al pueblo sólo
se le permite obedecer y siempre se le exige obedecer.
Cogidos entre las mallas militaristas, tenemos dos caminos a seguir: el primero nos
lleva a disgregarnos los que hasta hoy somos compañeros de lucha, deshaciendo la
Columna de Hierro; el segundo nos lleva a la militarización.
Disgregación de la Columna
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lucha de héroes, pero no superada. Desde el primer día fuimos amigos; mas que
amigos, compañeros, mas que compañeros, hermanos. Disgregarnos, irnos, no
volvernos a ver, no sentir, como hasta aquí, los impulsos de vencer y de luchar, es
imposible.
La Columna, esta Columna de Hierro, que desde Valencia a Teruel ha hecho temblar a
burgueses y fascistas, no debe deshacerse, sino seguir hasta el fin.
¿Quién puede decir que en la pelea, por estar militarizados, han sido más fuertes, más
recios, más generosos para regar con su sangre los campos de batalla? Como
hermanos que defienden una causa noble hemos luchado; como hermanos que tienen
los mismos ideales, hemos soñado en las trincheras; como hermanos que anhelan un
mundo mejor, hemos empujado con nuestro coraje. ¿Deshacernos como un todo
homogéneo? Nunca, compañeros. Mientras quedemos una centuria, a luchar; mientras
quede uno solo de nosotros, a vencer.
Militarización
Será un mal menor, a pesar de ser un gran mal, el tener que aceptar, sin ser elegidos
por nosotros, quienes nos ordenen. Pero...
Ser una Columna o ser un Batallón es casi igual. Lo que no es igual es que no se nos
respete.
Si estamos juntos los mismos individuos que ahora estamos, ya formemos una
columna, ya formemos un batallón, para nosotros ha de ser igual. En la lucha no
necesitaremos quien nos aliente, en el descanso no tendremos quien nos prohiba
descansar, porque no lo consentiremos.
Columna o Batallón, para nosotros, si queremos, será igual. Nosotros, ayer, hoy y
mañana, no necesitamos estímulos para combatir; nosotros, ayer, hoy y mañana
seremos los guerrilleros de la Revolución.
Final
Tengamos encuenta una cosa, compañeros. La lucha exige que no hurtemos nuestros
brazos ni nuestro entusiasmo a la guerra. En una columna, la nuestra o en un Batallón,
el nuestro; en una división o en un batallón que no sean nuestros, tenemos que
luchar.
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las armas y que no abandonemos, tampoco, el núcleo compacto que hasta ahora
hemos tenido formado, llámese éste como se llame: Columna, División o Batallón.
"Nosotros", 17-III-1937
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http://flag.blackened.net/pdg/noticias/noticias/jose_pellicer.htm
Si dejamos hablar a los hechos, José Pellicer pertenece a la estirpe de los grandes
hombres, aquellos que han querido acabar radicalmente con la injusticia y la
explotación y han puesto toda su inteligencia y todo su empeño en ello, alcanzando en
la tarea cotas muy altas. Su trayectoria al servicio de la revolución proletaria es
suficientemente explicativa.
Su adhesión a la causa revolucionaria fue tanto más sentida y verdadera por cuanto
no estaba basada en motivos económicos, siendo de una familia con medios. Se hizo
anarquista por idealismo; su entrega fue siempre altruista, pagando con su persona y
buscando la dignidad de los débiles y oprimidos en el combate contra los poderosos y
explotadores.
Ejemplar como hombre de acción y como hombre de ideas, Pellicer alcanzó el rango
de figura histórica al representar su persona la adecuación ideal entre el pensamiento
emancipador de la clase oprimida y la lucha efectiva por su liberación. Fue atraído por
el anarquismo en fecha temprana. En 1931, con tan sólo diecinueve años, era
secretario del Ateneo de Divulgación Anarquista de Valencia. Su valía y arrojo le
hicieron destacar entre los anarquistas valencianos ya que representó al Comité
Regional de la Federación de Grupos de Levante en el Pleno Peninsular celebrado en
Barcelona a finales de julio de 1932.
Se afilió a la CNT ese mismo año como mecanógrafo. Su militancia revolucionaria fue
incesante, participó en todas las luchas insurgentes de su tiempo, en las de 1933 y en
la de 1934, padeciendo por ello persecución y cárcel.
Con apenas unos centenares de hombres más armados con el entusiasmo que con el
material, insuficiente conseguido en el asalto a los cuarteles de la Alameda de
Valencia, Pellicer, Rafael “Pancho Villa”, Rodilla, Segarra y demás compañeros libraron
batalla en Barracas, Sarrión y Puerto Escandón, haciendo retroceder a los fascistas
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hasta las puertas de Teruel. Quedó liberada del fascio una extensa zona, aliviándose
la presión sobre Castellón y Sagunto.
Entonces brilló no sólo por su arrojo, sino por sus dotes de organizador y estratega de
la revolución libertaria, tanto como empezaban a hacerlo Durruti, Máximo Franco o
Francisco Maroto. Era culto, políglota, teóricamente preparado, con ideas muy claras a
las que sabía dar una expresión incisiva, lo que unido a su alta estatura y voz segura,
imponía a quien se le aproximara.
La Columna de Hierro colaboró con los campesinos de los pueblos en los que se
desplegó, mostrándoles la manera de ser libres. Las primeras experiencias de
comunismo libertario tuvieron lugar al calor del combate de los milicianos. Más que
ninguna otra, ni siquiera la Columna Durruti, la Columna de Hierro actuó a la vez como
milicia de guerra y como organización revolucionaria: levantó actas de sus asambleas,
publicó un diario (“Línea de Fuego”), distribuyó manifiestos y lanzó comunicados,
porque necesitaba explicar sus acciones en la retaguardia y justificar sus movimientos
y sus decisiones ante los trabajadores y los campesinos. Una organización tal predica
con el ejemplo y deja constancia de él. Esa fue su principal particularidad, que Burnett
Bolloten rescató en su libro “El Gran Camuflaje”.
Los historiadores se han portado muy mal con él por la sencilla razón de que jamás
han contemplado la guerra civil como una revolución fallida, la última de las
revoluciones sostenida por ideales emancipatorios, y han tratado de presentarla como
un levantamiento militar y clerical, contra un poder democrático legítimamente
constituido. Obrando así, los historiadores tomaban partido por la República y
oscurecían adrede el enfrentamiento feroz entre clases que subyacía debajo del
manto político republicano. La acción independiente y revolucionaria de toda una
clase histórica, el proletariado, fue ninguneada, y con ella sus mejores logros sociales
y sus figuras más señeras.
Incluso el dolor y sufrimiento de las víctimas fue obviado. Las fosas comunes sólo se
han abierto casi treinta años después de muerto Franco. El interés político de los
futuros dirigentes posfranquistas requería una amnesia social y sus historiadores se la
servían en bandeja. La democracia española se edificó con el olvido.
Tampoco, y eso es más grave, los libertarios de ahora han prestado demasiada
atención a sus héroes, fuera de la deplorable santificación de Durruti. Empeñados en
hacer de él un mito, acabaron por matar al revolucionario. Es tan comprensible como
lo anterior. El peso del pasado es demasiado fuerte para los libertarios actuales, que
se desconciertan y deprimen ante sus responsabilidades históricas.
Por eso se sienten cómodos con renegados patéticos como García Oliver, heroicos
moderados como Juan Peiró, o huecos figurones como Federica Montseny. Además, no
hay que pasar por alto el hecho de que muchos cenetistas tuvieron bien poco de
revolucionarios y su actuación, a la luz de la historia, resulta en efecto
descorazonadora y desconcertante.
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muchos de sus correligionarios. Sus propias virtudes le perjudicaban porque reflejaban
los peores defectos de sus adversarios dentro de la CNT. La integridad de Pellicer
hacía más lamentables sus ambiciones y más vergonzosas sus capitulaciones.
La otra creó por un lado comités de base que pasaron a controlar fábricas y pueblos, y
por el otro, organizó las columnas de milicianos que contuvieron a los militares en
Teruel, Andalucía y Madrid. José Pellicer representa al empuje revolucionario de los
trabajadores y campesinos valencianos; Juan López, su contrafigura, representa la
habilidad política de la burocracia libertaria en ciernes, buscando aposentarse en la
gestión de las parcelas de poder conquistado, especialmente en el campo económico.
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Sin embargo sería injusto decir que José Pellicer se plegó a las circunstancias como
por ejemplo sugiere Mera en sus memorias. En el seno de la misma FAI, Pellicer, como
miembro del grupo “Nosotros” pugnó por la conducta orgánica más acorde con las
ideas de liberación y no aceptó las alianzas con los otros sectores autodenominados
antifascistas sino transitoriamente, por imperativos de guerra.
No se atrevieron a asesinarle como hicieron con Andrés Nin y tras nueve meses
consiguió salir de la checa de la calle Valmajor de Barcelona. En octubre de 1938 fue
reintegrado en el Ejército Popular al frente de la brigada 129, pero los comunistas
lograron relegarle al mando de un batallón. La partición de la España republicana le
pilló en la zona centro.
Ningún poeta ha cantado las hazañas o el calvario de José Pellicer, tan cierto es que la
poesía abdicó su función liberadora al postrarse ante la pistola de Líster. Tampoco la
vida heroica de José Pellicer no tiene interés para los historiadores que ignoran la
revolución social y se limitan a arreglar las apariencias para restar legitimidad al
franquismo y poco más.
Menos interés si cabe mostrarán los herederos del anarquismo de Estado, los hinchas
de aquellos traidores de antaño, adalides de la colaboración de clases, para quienes el
pasado es algo brumoso cuyas verdades han de ser explicadas a los legos desde el
templo de la ortodoxia circunstancialista y del santoral orgánico.
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Pero para los revolucionarios, o simplemente, para los partidarios de la verdad, para
aquellos que no ven en la ideología anarquista algo pintoresco e inofensivo con que
entretenerse, mantener en el olvido la memoria de José Pellicer es más que un crimen;
es la peor ofensa que se puede cometer contra los ideales por los que luchó y murió.
Es lo único que puede guiar en el presente a quienes los profesan. Por lo tanto, en lo
que concierne al patrimonio humano de la revolución española, ignorada por la
mayoría, combatida por todas las fuerzas del orden burgués, abandonada por el
proletariado europeo y traicionada por unos cuantos que debieron defenderla, la
biografía de José Pellicer es la asignatura pendiente.
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http://www.nodo50.org/despage/Nuestra%20Historia/guerra%20civil/pellicer.htm
El Durruti valenciano
No hay mayor peligro para denigrar a una persona que, sencillamente, abrir la boca.»
Con esta contundente frase se manifiesta, dolida e indignada, Coral Pellicer (Valencia,
1937), hija de José Pellicer Gandía, el carismático impulsor de la Columna de Hierro,
una fuerza de choque integrada por anarquistas valencianos que combatió en el frente
de Teruel nada más iniciarse la Guerra Civil en defensa de la República. Considera
que, aún hoy, perviven versiones distorsionadas «y terriblemente injustas» sobre lo
ocurrido en Valencia y el resto de la Comunidad Valenciana durante la contienda,
«especialmente, respecto a los anarquistas».
Desde hace unos años, a raíz de la publicación de varios libros y la apertura de los
archivos sobre los juicios militares sumarísimos de la posguerra, se dedica con fervor
a reivindicar la memoria «de aquellos jóvenes que luchaban por la dignidad de la
persona con un gran sentido social. Mírelos -dice mostrando varias fotografías de
integrantes de la fuerza organizada por su padre-, eran unos chavales con alpargatas
y poco más. Lo dieron todo por creer en una sociedad mejor para todos». Y se le
humedecen los ojos.
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José Pellicer pertenecía a una familia de la alta burguesía valenciana -su abuelo
Vicente Gandía Pla fundó las bodegas Castillo de Liria- y estudió en los Jesuitas. Entró
a trabajar en la empresa familiar donde llevaba la contabilidad y con 20 años, en
1932, ya militaba en la CNT tras pasar por la FAI. «Se preocupó de concienciar a los
trabajadores en el sindicalismo y organizó muchas huelgas en la época, incluso en la
empresa de su abuelo. Además, era una persona muy culta. Hablaba francés, inglés,
castellano y valenciano, también esperanto», insiste Coral.
Fue precisamente en una clase de esperanto donde conoció a Maruja Veloso, «su
compañera y mi madre, que fue una de las primeras mujeres en estudiar medicina en
Valencia», puntualiza Coral al tiempo que muestra la última carta que le remitió desde
la cárcel en la que pide que cuide la educación de la hija de ambos.
Pellicer «fue para sus compañeros lo mismo que Durruti para los suyos. Tenía un gran
carisma y uno de los pocos a los que no se les subieron los galones con las
responsabilidades que asumieron, tanto en el comité de guerra de Valencia como en
el que coordinó la Columna de Hierro, que llegó a tener más de 20.000 hombres y
mujeres en el frente de Teruel». Y muestra cartas recientes de compañeros de su
padre remitidas desde varias partes del mundo con verdaderas declaraciones de
admiración a su persona.
Precisa que entre los anarquistas «no había jefes ni líderes» pero su padre fue uno de
los comandantes de esa fuerza cuando se convirtió en la 83 Brigada Mixta del ejército
republicano, en 1937. Fue herido dos veces en el frente, viajó a París a comprar armas
comisionado por sus compañeros y llegó a estar preso seis meses en la checa
comunista de Valmayor debido a las divergencias entre el PCE y los anarquistas que
Coral no oculta pero sobre las que no hace caballo de batalla. «Eran cosas que
ocurrieron», dice.
«Hubo patrullas de anarquistas, sí, mi padre las organizó, pero para controlar los
desmanes. Se llegó a detener, juzgar y fusilar a saqueadores y asesinos como el
llamado "El Chileno", por ejemplo. Hubo muchos infiltrados, quintacolumnistas,
rencillas personales en muchos pueblos. Tras la guerra era muy fácil atribuir a los
anarquistas todos los desmanes. Y se hizo.»
En ese contexto atribuye la delación «canalla» contra la joven María Pérez la Cruz, La
Jabalina, fusilada en Paterna en 1942 tras un juicio sumarísimo. «Tras la guerra fueron
fusiladas 41 mujeres en Valencia, de ellas 12 en la ciudad», agrega Coral. En los
últimos años se ha sumido en archivos civiles y militares en Segovia, Ávila,
Salamanca, Toulouse, Burdeos, entre otros, tras dejar su actividad como periodista.
«No es sólo amor de hija, es la necesidad de recuperar la memoria histórica»,
sentencia.
Y refiere un hecho en el que José Pellicer fue protagonista. La ocasión en la que «salvó
el Santo Cáliz». «Lo descubrió mi padre durante un registro en casa de Sabina Suey en
el fondo de un cajón, pero no dijo nada a sus compañeros de registro. Y le recomendó
que lo trasladara a un lugar más seguro.» La versión del suceso en el libro Cómo fue
salvado el Santo Cáliz de la Cena, de Elías Olmos Canalda, canónigo de la Catedral de
Valencia «es burda y falaz», añade.
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«¡Lo que es la vida! -añade-, a principios de los 80 mi madre viajó a Teruel en tren y
coincidió con un grupo de mujeres pensionistas. Entre ellas estaba Sabina Suey y en el
trayecto le contó la historia tal y como mi padre se la había contado a ella la misma
noche del suceso y ella me la había transmitido a mí.»
«Los perdedores de la Guerra Civil son los protagonistas de una epopeya, pero no
tuvieron a un Sófocles. Es un error histórico olvidarlos en el contexto de la historia de
España. Y la Columna de Hierro fue una división de combate formada por voluntarios
anarquistas que tuvo que luchar en el frente con muchas carencias y defenderse de
las agresiones en la retaguardia. Por ser revolucionarios, su memoria ha tenido que
sufrir la calumnia, la injuria y el descrédito. Sólo pido honor o respeto para ellos»,
concluye Coral con la mirada firme y limpia.
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17
Structure et organisation de la Colonne de Fer (Columna de Hierro)
& Ce que nous sommes
Jose Pellicer
Compagnons,
Il n'est pas nécessaire de faire de l'histoire pour comprendre qu'aujourd'hui notre Colonne n'est plus,
loin de là, ce qu'elle a été. Cette "petite colonne", surgie de l'enthousiasme spontané, boycottée par
les uns et trompée bien des fois par les autres, est devenue en quelques mois, et grâce à une action
révolutionnaire et anarchiste continue, une colonne aguerrie, habituée au feu, énergique et dotée
d'une personnalité bien définie. Celle-ci, malgré notre absence totale de propagande, s'est fait
connaître à Valence et chez les paysans. Elle a pris une importance que l'on pourrait qualifier de
nationale et nous a attiré la sympathie des masses chargées de la production qui voient en nous autre
chose qu'une colonne provisoire.
Mais tout n'a pas été que réussite. Il y a un détail, une petite question aujourd'hui qui peut être
résolue posément mais qui, si elle n'est pas corrigée, entraînera de sérieux contretemps. A cause de
l'inactivité, notre organisation s'est un peu amollie. Des questions sans aucune importance
surgissent, de petits détails provoqués le plus souvent par l'ennui et qui à la longue débouchent sur
de véritables conflits face auxquels, si l'on veut être énergique, il faudra prendre des décisions
totalement anti-anarchistes. Cela ne peut plus durer, compagnons; idéologiquement parlant, ce serait
la mort de notre Colonne.
Allons-nous permettre de laisser mourir notre Colonne ? Jamais !
Car, comprenez-le, elle est à nous. Nous l'avons enfantée ; alimentée par notre sang, avec la vie de
ceux que nous aimions tant; formée pu nos corps et soutenue par nos fusils contre vents et marées.
Cette Colonne qui est aujourd'hui notre grande réalité. Forgée jour après jour, heure pu heure, avec
espoir et une foi enthousiaste. Non, compagnons. Cela n'arrivera pas. Nous avons devant nous trop
de choses à faire. Et si cela arrive ce sera notre faute, Oui, vous entendez bien: la nôtre. De celle du
Comité, pour s'être laissé influencer par l'ennui et s'être écarté de sa stricte obligation; de la vôtre,
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délégués de centurie, pour ne pas avoir été de fidèles exemples et ne pas avoir maintenu les accords
dans vos centuries respectives.
Nous n'allons pas discuter. Le fait est plus que patent. Il nous faut des solutions et nous allons
essayer de les apporter. Vous connaissez tous le nombre approximatif d'hommes composant cette
Colonne. Celui-ci, joint aux milliers d'ouvriers contrôlés par nos bureaux et le projet d'installer des
centres de recrutement dans tous les secteurs de la région, demande formulée par les compagnons
paysans, nous laisse supposer que, d'ici peu, nous parviendrons à former une colonne très
nombreuse qui nous posera une série de difficultés si nous n'adoptons pas d'emblée une organisation
établissant une base solide sur laquelle repose l'avenir.
Cette organisation peut se constituer, comme jusqu'à maintenant, à l'aide des centuries, avec la
modalité que 10 centuries formeront un corps de 1000 hommes qui pourra s'appeler, par exemple,
une division. Cela facilitera grandement la mise en place et la mobilisation des centuries.
Au cas où l'on approuverait cette suggestion, nous organiserions avec les compagnons du front et de
La Puebla un certain nombre de divisions. Les 500 compagnons détachés à la Colonne Torre-
Benedito, ajoutés à un nombre similaire, en constitueraient une autre. D'autre part, nous pourrions
disposer, à Mora et à Sarrion, d'une ou deux divisions supplémentaires en réserve, que nous
pourrions utiliser comme relèves des postes avancés. Le reste des compagnons disponibles
pourraient former des sous-divisions par secteurs, effectuant leurs travaux habituels tant que leur
présence n'est pas nécessaire.
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Paysan, la révolution te donne la terre. Colonne de Fer
Mission du Comité : En passant d'une colonne relativement réduite à ce que l'on pourrait appeler
une petite armée, les besoins font apparaître, au vu du travail énorme, des responsabilités - disons-le
clairement - un manque de compagnons intelligents et de confiance pour tous les comités devant
être formés. Un comité composé de 6 compagnons est donc constitué, il assumera toute la
responsabilité de la Colonne, recueillant les aspirations des délégués et des autres compagnons et
les coordonnant. Afin de pouvoir contrôler parfaitement toute la Colonne, ce comité peut se
subdiviser en trois parties : l° Quatre délégués pour la zone de guerre. 2° Un délégué de liaison avec
les unités de réserve, de secteur, etc. 3° Délégué des bureaux à Valence.
Voilà, en résumé, le projet de réorganisation de notre Colonne. Vous avez maintenant la parole.
Nous désirons seulement vous rappeler une chose : nous sommes désormais une force respectée et
crainte par certains et que les meilleurs aiment à l'infini, ne décevons pas ces derniers. Pensez que
les ouvriers et paysans révolutionnaires sentent dans notre force la leur et dans nos idées la véritable
révolution.
C'est tout.
Une fois cette présentation approuvée en principe et complétée par les délégués de centurie, on passa à la
nomination des compagnons qui devaient constituer le nouveau comité et ses différentes sections, avec les
postes suivants :
Comité de guerre : Pellicer, Segarra, Cortés, Espi, Gonzàlez et Montoya.
Logistique générale : Morell.
Santé : Quiles.
Transport : Sema.
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Matériel : Gumbau.
Délégués de division: Rufino, Villarroya, Navarre, Sanchis, Rafael Alonso et Marmol.
Il est entendu que ces nominations ne seront effectives qu'après avoir reçu l'approbation des centuries,
jusqu'à ce jour, afin que dans cette réunion cette affaire soit définitivement réglée.
Notre Colonne s'est faite toute seule. Le seul matériel disponible en abondance était l'enthousiasme
et la foi dans la victoire contre les vers de terre franquistes. Mais tout n'était que jeunesse et peu lui
importait la tourmente déclenchée contre laquelle elle allait lutter sans autres moyens que son
cerveau et ses muscles. Et c'est ainsi que nous sommes parvenus à Barracas pour ensuite parcourir
des kilomètres et des kilomètres, traversant la terre muette des Aragonais.
Nous avons combattu et vaincu en propageant nos idées et nous avons été écoutés. Nous avons vu
grandir le blé doré et avec lui notre masse de combattants. Ils sont venus à notre Colonne de Fer, car
ils ont une trempe de fer et de ce métal est et sera faite notre lutte. Nous sommes les rebelles et nous
soutenons l'hégémonie de la rébellion.
Nous avons fait la guerre pour la Révolution. A l'avant-garde avec les armes entraînées par les
muscles. A l'arrière dans la ville avec les armes de l'esprit.
Certains nous haïssent, d'autres nous adorent. Mais les "autres" sont les ouvriers, qui voient en nous
les fidèles gardiens des principes révolutionnaires. La bureaucratie née dans la révolution nous hait,
car nous l'avons démasquée et montrée à la lumière des véritables parias. Mais peu nous importent
les haines.
Par contre, nous voulons que l'usine, la campagne soient avec nous et avec la révolution.
Nous sommes calomniés et déclarés hérétiques. Mais notre hérésie nous honore, nous rend dignes
en nous portant aux sommets de la vérité. Nous sommes la véritable lumière de notre vie, car nous
sommes nés pour la libération.
Nous formons l'immense légion qui cherche à trouver la plénitude pour que tous s'aiment. Nous ne
donnons guère de salaire, mais la voie de la lumière et de la fraternité.
Brisons le présent pour nous empêcher de revenir sur sa rive corrompue et boueuse. Offrons une
terre ferme, où l'on puisse construire la ville des vrais hommes, fondée sur des esprits libres.
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Jeunesse et fer.
Voilà pourquoi, pour ce que nous sommes, nous vaincrons.
Jaime Serna
Article paru dans Linéa de fuego (ligne de feu, organe de la Colonne) le 14 décembre 1936.
affiches des
colonnes et
milices
anarchistes
"Sans discipline,
il n'y a pas de victoire"
PSOE
Les affiches
sur la
militarisation
Avec la participation officielle des délégations des Colonnes Tierra y Libertad , Durruti, Andalousie
et Estrémadure, Secteur Valdepenas-Jaén et Secteur Manzanares, Francisco Ascaso, Iberia ,
Colonne de Fer, et celle non officielle des milices confédérales du Centre, colonnes Ortiz, Énergie
et Rebellion, CNT 13.
Extraits de la circulaire :
Nous désirons seulement faire remarquer qu'à cette heure, tragique et sublime sur le front comme
frivole et insouciante à l'arrière, toute une série de comités d'organisations et de partis ont passé une
multitude d'accords, vraisemblablement dans l'intention de leur donner une efficacité
révolutionnaire; mais ces accords. souffrent d'un grave défaut : jamais personne n'a eu l'idée de
demander leur avis aux combattants.
Cela est impardonnable.
D'autant plus que nous, qui défendons en fait les terres de l'Ibérie, nous le faisons dans l'intention
plus ou moins définie dans chaque colonne de créer une vie nouvelle. Évidemment nous
appartenons à des organisations qui ont dans tous les comités imaginables une infinité de délégués.
Mais il y a une réalité aveuglante et indiscutable à l'arrière, on semble avoir actuellement oublié le
sens révolutionnaire ... Nous n'allons pas présenter un vaste ordre du jour, étant donné que c'est
lorsque les colonnes présenteront leurs problèmes que l'on pourra discuter de ce qui paraîtra
important. Aussi, nous ne vous soumettons que deux points :
· Position des colonnes vis-à-vis du décret de mobilisation ;
· Rapports entre nous.
Dans l'attente de votre participation, fraternellement,
pour le comité, la Colonne de Fer.
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dans une situation identique, nous avons eu l'espoir que la CNT et la FAI pourraient encore renouer
avec la démarche qui a toujours été la norme de nos actes et imposer à tous des normes de liberté.
On parle beaucoup de militarisation sous le prétexte que les milices reculent, mais ceux qui
l'affirment oublient de dire que lorsque nos milices reculent sur un front, l'armée avec ses chefs et
ses officiers se sont débandés et enfuis trois kilomètres devant. On répète aussi avec trop
d'insistance qu'on manque de techniciens et d'une discipline de fer qui impose aux miliciens une
conduite plus courageuse.
C'est intolérable. Nous ne sommes pas des ennemis catégoriques de la technique, mais ceux qui en
sont les partisans doivent savoir qu'en Espagne les militaires qui ne se sont pas soulevés ont agi soit
par lâcheté, soit simplement parce qu'ils n'en ont pas eu l'occasion. C'est la majorité des cas.
Nous n'oublions pas, évidemment, qu'il y a des camarades militaires que leur éducation plus ou
moins libérale a entraînés de notre côté dès les premiers jours de la lutte. Nous ne le nions pas, car
nous en avons eu dans notre Colonne, mais savez-vous ce qu'en fait le commandement ?
Quand il voit qu'ils sympathisent trop avec certains camarades, il les relève et les charge de
missions bureaucratiques, comme cela s'est passé chez nous. Vu cette situation, sur la foi d'une
simple affirmation à propos du manque de techniciens, allons-nous supporter des officiers d'opérette
fabriqués en gros, en deux semaines, par n'importe quelle école militaire ?
Il n'y a pas à se tromper, c'est un fait que le dernier délégué de nos centuries en connaît plus sur la
guerre que le plus malin de ces petits officiers. Et parlons du manque de discipline, puisqu'il semble
qu'on se soit donné le mot pour colporter cette fable à tout vent. Comparer nos miliciens aux
fascistes sur le fait que ces derniers placent des hommes armés de pistolets derrière un certain
nombre de soldats, c'est vouloir ignorer des choses aussi importantes que les idées et le courage des
nôtres, et que les autres ne possèdent pas.
En outre, nous affirmons carrément que, si la victoire doit dépendre du fait que, derrière tous les
sept ou huit camarades, il y en ait un autre armé d'un pistolet, on peut d'ores et déjà dire que nous
avons perdu la guerre. Les partis politiques nous ont toujours haïs et ont toujours fait de la
propagande contre nous. Mais c'est nous qui, contre l'avis de la CNT elle-même, avons détruit les
archives des propriétés; qui avons brûlé les fichiers, désarmé la Garde civile et obligé les gardes
d'assaut et les membres de la Sureté à partir au front. Notre intention a toujours été de laver les
cochonneries de l'arrière. Le gouvernement sait que la seule colonne qui peut nettoyer le Levant est
la Colonne de Fer. C'est pour ça qu'il nous refuse les armes.
L'Organisation, pour ce qui a trait au Levant, a eu un sale comportement, elle a manipulé les
comités, et ceux-ci ont voté la militarisation; tant et si bien que le dernier plénum régional des
syndicats a décidé le contraire. Nous ne parlons pas contre l'Organisation, que nous aimons autant
que ceux qui y sont le plus attachés. Nous critiquons les comités qui la déshonorent.
24
autres. Nous n'avions pas assez de forces et nous avons accepté la collaboration pour vaincre le
fascisme, et d'abord, ce qui est fondamental, pour pouvoir faire la révolution dans la foulée.
Colonne Ortiz
La discipline n'est pas responsable de notre manque de succès. C'est parce que, jusqu'à Belchite,
nous n'avons pas eu d'ennemis sérieux et avons stoppé, et que nous nous en sommes contentés,
parce que l'Aragon est le seul endroit où l'on n'a pas reculé et où l'on ne recule pas. Nous devons
faire l'impossible pour que ce triomphe le soit pour de bon, en surmontant les difficultés qu'on nous
crée. Les armes, cherchons-les nous-mêmes, parce que j'ai désormais perdu l'espoir que la Russie ou
quelqu'un d'autre nous en fournisse.
Ou nous vaincrons, nous la CNT-FAI, ou bien ceux qui apparemment font la guerre, les
antifascistes, vaincront avec nous. Si quelqu'un d'autre gagne, c'est sur nous qu'ils tomberont. Nous
devons rester fermes sur les fronts, et ne jamais les abandonner.
Colonne CNT 13 :
Notre Colonne est partie pour se réorganiser et se militariser, parce que nous avons appris
d'expérience que la guerre sur le front n'est pas un jeu. Nous avons remarqué (il est douloureux de
l'avouer) qu'en allant au feu on s'est retrouvé avec une bonne centaine de malades, malades de peur
qui trouvaient mille prétextes pour retourner à l'arrière, et contre ça aucune considération
idéologique n'a été suffisante.
Devant cette attitude, j'ai moi-même délivré les sauf-conduits de licenciement et j'ai écrit en
majuscules MALADES DE PANIQUE, et ils n'ont pas eu honte de le montrer en route. Il faut donc
trouver le moyen que personne ne recule et sous aucun prétexte.
Il n'y a plus de volontariat : ou nous faisons la guerre ou nous nous faisons vaincre par la guerre.
Dans l'assaut contre Teruel, la Colonne CNT 13 a manqué son objectif, comme celle del Rosal, à
cause des raisons indiquées, parce que chaque volontaire faisait ce qu'il voulait. Nous nous
plaignons tous de ce qu'à l'arrière il y a un contingent de lâches et de bourgeois et nous en sommes
la cause.
Il faut créer un climat qui fasse que chaque homme aille au front pour donner son dû, que personne
n'esquive le danger. C'est pourquoi nous avons accepté la militarisation, pour être sûr que si nous
attaquons à mille, nous soyons mille à donner notre dù.
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Le délégué du Comité reprend la parole pour déclarer : Il est facile de critiquer le Comité. Mais qu'il
soit bien clair que lorsque le Comité a accepté la militarisation, il ne l'a imposée à personne. Il l'a
fait en accord avec un plénum de comités régionaux. Eh bien oui, on a passé l'accord dont on
parlait.
La faute en est à ceux qui ont outrepassé leurs fonctions en acceptant une chose à peine autorisé par
un plénum national. je dois dire que le camarade Poblador a rendu visite au ministre de la Guerre
pour obtenir des armes.
Nous avons fait ce qui était possible pour en avoir et Largo Caballero a très clairement dit
"Pourquoi irais-je vous donner des mitrailleuses que, une fois dans vos mains, on ne les reverra
jamais " L'organisation confédérale n'a que les armes qu'elle a prises au début dans les casernes.
Garcia Oliver lui-même a présenté sa démission de lajunte de guerre pour protester contre le
sabotage de Largo Caballero à l'encontre de nos forces, particulièrement en Catalogne.
Mais le gouvernement ne veut pas s'en rendre compte, ou est trop inepte pour en prendre
conscience. La militarisation vient d'un accord d'un plénum national des régions. Ce fut en voyant
les colonnes à commandement communiste qui disposaient d'un matériel militaire formidable, alors
que nous étions à chaque fois plus mal en point. J'en ai personnellement demandé à Largo Caballero
la raison, et il m'a répondu que c'était parce que les forces confédérales ne voulaient pas s'organiser
en brigades et que le gouvernement avait perdu confiance dans les miliciens.
"Les armes de l'État sont pour les forces de l'État, m'a-t-il dit, et s'ils ne veulent pas y entrer, que
leurs organisations leur en donnent."
Il ne restait plus comme recours qu'attaquer le lieu où se trouvaient les armes. Mais considérez la
responsabilité et les conséquences que cela pouvait entreiner, en permettant au fascisme de profiter
de nos conflits pour nous surprendre au moment où nous étions les plus faibles et remporter la
victoire. Nous avons accepté la militarisation, mais en précisant bien que nous n'admettrons pas
d'être commandés par des communistes et des socialistes, mais par nos militants. Ce qu'il faut, ce
sont des Maures: il faut les faire marcher et ne pas discuter si nous devons ou non admettre telle ou
telle forme.
26
caserne.
Il dit que la discipline doit commencer par les comités, et qu'on ne peut accepter de l'imposer
seulement au milicien, mais qu'en revan'che les comités agissent comme bon leur semble sans
consulter les camarades intéressés.
Il donne l'exemple de ce qui est arrivé avec une offre du Commissariat général qu'il a refusée parce
qu'elle n'était pas présentée comme il pensait qu'elle devait l'être.
Il finit en insistant pour que ce soient les comités qui donnent l'exemple de la discipline.
27
Si nous pouvions donner à ceux qui fuient la militarisation les galons qu'ils critiquent, je suis sûr,
sauf exception, qu'ils n'abandonneraient pas les fronts, pour militarisées que soient les milices.
Raquel Castro
A propos du premier bombardement dont a parlé le carnarade, dont nous, de la Colonne Durruti,
fûmes les victimes, je dois dire que ce ne fut pas par manque de connaissances militaires. Bien au
contraire, ce fut la faute de Farràs, notre responsable militaire, qui était saoul (protestation de
Collado).
Le camarade président dit qu'il y a une proposition pour faire une réunion avec le plénum des
régions, qui aura lieu demain, et leur envoyer un compte rendu, afin qu'ils soient au courant du
plénum des colonnes; et pour que cette réunion ait lieu après-demain.
Le camarade Mera manifeste son désaccord, parce que toutes les délégations ne pourront
certainement pas y participer. Le camarade président insiste sur sa proposition, vu l'importance
indiscutable de la réunion. Le camarade Mera demande que soit inscrit son désir d'avoir une réunion
demain avec les comités régionaux, et qu'on s'y emploie vigoureusement.
TROISIÈME SÉANCE.
Elle débute à 22 h 40, sous la présidence du camaradeVal (Madrid) qui, en allant voir le plénum des
assemblées régionales, a obtenu qu'au lieu qu'une délégation des colonnes y aille, ce soit le plénum
des régions qui nomme une commission, laquelle se trouve ici en ce moment.
La Colonne de Fer fait remarquer que la maigre représentation envoyée par le plénum des régions
n'est pas habilitée à discuter d'une affaire aussi importante dans une réunion que l'on peut qualifier
d'historique et dont dépend la vitalité des colonnes anarchistes dans l'avenir.
La représentation du plénum des assemblées régionales demande que soit inscrite sa protestation
contre le qualificatif de " Maigre ". Ce à quoi le camarade Pellicer, de la même colonne, répond en
expliquant que les concepts doivent être compris d'après l'idée qui y préside. Il ne fait aucun doute,
et chacun aurait dû le comprendre ainsi, qu'en disant "maigre" mon camarade de délégation n'a pas
voulu qualifier l'insuffisance des camarades qui composent cette délégation, mais son nombre
réduit, car il pense que, pour un plénum comme le nôtre, toutes les assemblées de régions devraient
être venues. La représentation du plénum des régions déclare que le plénum de colonnes a considéré
par avance qu'il avait le pouvoir de prendre des résolutions et d'intervenir dans le débat, alors qu'il
s'agit d'une réunion illégale.
Le camarade Pellicer dit que le moins qu'on puisse exiger de la représentation du plénum des
28
régions, c'est qu'elle ne fasse pas de déclarations de cette nature, car il faut tenir compte du fait que
l'Organisation ne s'est pas souciée le moins du monde des colonnes durant tout ce temps et que
c'était à nous de mettre un terme à une situation aussi anormale.
La délégation de la Colonne Ortiz demande que sa protestation contre les paroles émises par la
représentation du plénum des régions soit inscrite dans le compte rendu. Les colonnes ont le devoir
-puisqu'on ne les consulte pas- de protester contre la militarisation, effectuée sans consultation
préalable, ce qui revient à nier la force que peuvent ou doivent avoir les colonnes sur le front. Le
Comité national veut par son intervention, remettre les choses à leur vraie place.
Il n'est pas possible d'en arriver à de telles extrémités et c'est le devoir de tous de chercher la forme
d'organiser nos aspirations ; au lieu de créer des polémiques entre nous, il faut les faire disparaître.
Cette réumion complètement " anormale " et " irrégulière " n'aurait pas dû avoir lieu, et il souligne
que ce sont là les qualificatifs qu'il applique à la réunion. (...)
Vous avez donné l'impression que l'Organisation est divisée. Les polémiques sont créées par la
Colonne de Fer, par l'envoi d'une circulaire, sans contrôle de l'Organisation et totalement en marge.
Il demande que cela soit inscrit dans le compte rendu. je désire harmoniser les intérêts de tout le
monde. Si ça ne tenait qu'à moi, le Comité national irait remplacer les combattants sur le front, ce
qui ne serait pas nouveau pour moi, puisque j'y étais et que je suis prêt à y retourner.
Nous acceptons le fait irrégulier et accompli, provoqué par la Colonne de Fer, qui emploie là un
procédé peu honnête.
29
soit un comité qui se justifie.
Et il finit en insistant sur le fait que la Colonne de Fer n'abuse pas d'une représentation qu'elle
n'avait pas.
30
erreurs aient été commises, mais pour le moment, il faut penser qu'il y a un ennemi sur les fronts, un
autre à l'arrière, et que cela nous crée des difficultés constantes.
31
B. Durruti
Milices ouvrières
Des multiples défauts dont souffraient les milices, défauts que les victoires du général Franco
mirent en évidence dès le début de guerre, aucun ne souleva de plus violentes polémiques, aucun
n'exigea d'être corrigé avec plus d'urgence que le manque de discipline. Bien que ce problème ait
été commun à toutes les milices quelle que soit leur idéologie, les unités formées par le mouvement
libertaire furent les seules où l'on se heurta pour le résoudre à un obstacle de nature philosophique.
En effet, la liberté de l'individu est l'essence même de l'anarchie et rien n'est si oppose à cette
doctrine que l'obéissance à des chefs.
"La discipline, c'est la soumission à une autorité; l'anarchie c'est le refus de toute autorité", pouvait-
on lire dans un article publié avant la guerre civile par un important journal anarchiste, La Revista
Blanca.
Les milices de la CNT et de la FAI appliquaient les idéaux anarchistes, à savoir l'égalité, la liberté
individuelle et l'absence de toute discipline imposée. Elles n'avaient ni hiérarchie militaire ni
règlement et ne pratiquaient pas le salut. "Un membre de la CNT ne sera jamais un milicien
discipliné qui, revêtu d'un bel uniforme orné de galons, marque martialement le pas dans les rues de
Madrid, remuant bras et jambes en cadence", déclarait un article de CNT (2).
Voici un extrait d'une résolution approuvée à un congrès régional de la CNT de Valence :
Lorsqu'un camarade entre dans une caserne de la CNT, il doit bien comprendre que le mot caserne
ne signifie pas soumission à d'odieux règlements militaires exigeant des saluts, des défilés et
32
d'autres inepties du même genre qui ne sont pas autre chose que du théâtre contraire à tout esprit
révolutionnaire (3).
S'il n'y avait aucune discipline au sein des milices de la CNT et de la FAI tout au début de la guerre
civile, il n'y avait pas non plus de grades, de décorations, ni aucune différence en ce qui concernait
la nourriture, les vêtements et le logement, et les quelques militaires de carrière dont elles
acceptaient la collaboration n'agissaient qu'en qualité de conseillers (4). L'unité de base était le
groupe, généralement composé de dix hommes (5) ; chaque groupe élisait un délégué qui avait à
peu de chose près les mêmes fonctions qu'un sous-officier du grade le plus bas, sans en avoir
l'autorité. Dix groupes formaient une centurie qui élisait également son propre délégué et n'importe
quel nombre de centuries pouvait former une colonne (6) à la tête de laquelle se trouvait un comité
de guerre (7). Ce comité était également élu, il était divisé en un nombre de sections variant selon
les besoins de la colonne (8). L'existence de délégués de groupe et de centurie et celle d'un comité
de guerre, ne signifiaient pas qu'il y ait eu un état-major permanent jouissant de privilèges spéciaux,
puisque tous les délégués pouvaient être destitués dès qu'ils se montraient incapables de se faire les
interprètes des désirs de ceux qui les avaient élus (9).
"Ce qui frappe le plus au premier abord, pouvait-on lire dans un rapport de la CNT-FAI, c'est
l'absence totale de hiérarchie... personne ne donne d'ordre en se prévalant d'une quelconque autorité
(10)".
Toutefois, il n'en demeurait pas moins nécessaire de répartir les tâches et il fallait le faire de façon
assez adroite pour prévenir les frictions.
Dans la "Colonne de fer", par exemple, selon un article paru dans un périodique libertaire, pour
répartir les tours de garde, les miliciens " découpent des morceaux de papier et y inscrivent des
numéros pour éviter les querelles. C'est ainsi le sort qui décide. Tous veulent les premières ou les
dernières heures (11)".
Cependant, les inconvénients de ce système antiautoritaire étaient si graves, en particulier sur les
champs de bataille, qu'il s'avéra très vite nécessaire de faire un vaste appel à la discipline : Nous
avons dit en maintes occasions que nous n'étions pas partisans d'une discipline de couvent ou de
caserne, déclarait Solidaridad Obrera, l'organe de la CNT, mais que pour un certain type d'action
dans laquelle un très grand nombre de citoyens interviennent, il s'avère indispensable de coordonner
parfaitement nos efforts et de faire coïncider exactement nos résolutions.
" Nous avons assisté ces jours derniers à certains événements qui nous ont déchiré le cœur et qui
nous ont rendu quelque peu pessimistes. Nos camarades agissent individuellement et bien souvent
ne tiennent pas compte des consignes des comités [de la CNT.]. La révolution nous échappera des
mains ou bien nous serons massacrés par manque de coordination si nous ne nous décidons pas à
donner au mot discipline son vrai sens ! Accepter une discipline, cela signifie ne pas faire obstacle
au nom de la liberté qui bien souvent dégénère en licence, aux
décisions que prennent les camarades délégués à une fonction de
nature administrative ou militaire (12). "
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En rejoignant la Colonne Iberia,
vous renforcez la lutte contre le fascisme.
Le célèbre écrivain anarchiste Gaston Leval soutenait qu'il était absurde d'essayer de faire la guerre
en s'appuyant sur les idées anarchistes, puisque : La guerre et l'anarchie sont deux états de
l'humanité qui se rejettent l'un l'autre ; car l'un est synonyme de destruction et d'extermination,
tandis que l'autre signifie création et harmonie; le premier implique le triomphe de la violence, le
second, celui de l'amour. Il y eut à l'arrière, disait-il, un grand nombre de camarades qui
commencèrent par rejeter la discipline en bloc, puis finirent pas accepter l'autodiscipline, mais, si
l'autodiscipline a pour résultat une discipline collective efficace dans une colonne particulière, cela
ne permet pas de faire de dangereuses généralisations, car la majorité des forces miliciennes ne se
trouvent pas dans ce cas, et si l'on veut éviter des désastres, il est nécessaire de se soumettre à une
discipline extérieure (13).
Cependant, faire accepter des idées si opposées à la doctrine anarchiste, n'était pas une tâche facile,
et il fallait parfois pour cela, beaucoup d'ingéniosité. Dans un article publié par l'organe du Comité
péninsulaire de la FAI, un anarchiste influent déclarait : Si la guerre se prolonge autant, cela est dû
non seulement à l'aide matérielle que les rebelles reçoivent des pays fascistes, mais également au
manque de cohésion, de discipline et d'obéissance aux directives de nos milices. Certains
camarades objecteront : Nous, les anarchistes, nous ne pouvons accepter d'être commandés par
qui que ce soit". Nous pouvons leur répondre que les anarchistes ne peuvent pas non plus accepter
une déclaration de guerre. Pourtant nous avons tous accepté la déclaration de guerre contre le
fascisme, car il s'agissait pour nous d'une question de vie ou de mort, et parce que cela devait
entraîner le triomphe de la révolution prolétarienne. Si nous acceptons la guerre, nous devons
aussi accepter la discipline et l'obéissance, parce que sans discipline et sans obéissance il est
impossible de gagner une guerre.
Puis, critiquant un délégué qui avait déclaré à un récent congrès de la FAI, que les anarchistes
avaient toujours été hostiles à la discipline et qu'ils devaient continuer à l'être, il ajoute : Le délégué
de Tarragone appuie son affirmation sur une erreur de raisonnement. Les anarchistes ont prôné
l'indiscipline à l'égard des institutions et des autorités bourgeoises, mais pas à l'égard du
mouvement, ni à celui de la cause. Faire preuve d'indiscipline là où l'intérêt général de notre
mouvement antifasciste est en cause, c'est se condamner volontairement à l'échec et à la défaite
(14).
Tandis que sur les fronts stables, l'idée de la nécessité de se soumettre à une discipline faisait peu à
peu son chemin au sein des milices de la CNT-FAI, sur le front central mobile où les troupes
franquistes démontraient de façon dramatique la supériorité de leur organisation, la remise en
question des principes anarchistes traditionnels était allée si loin qu'au début du mois d'octobre, le
comité de défense de Madrid cénétiste dont dépendaient les milices madrilènes CNT-FAI, put faire
entrer en vigueur un règlement dont voici quelques articles :
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Tout milicien se trouve dans l'obligation de se conformer aux directives des comités de bataillon,
des délégués de centurie ou de groupe. Il ne pourra agir de son propre chef en ce qui concerne la
guerre et devra accepter sans discussion son affectation que ce soit au front ou à l'arrière. Tout
milicien qui désobéit aux instructions du comité de bataillon, des délégués de centurie ou de
groupe, sera sanctionné par son groupe, si la faute commise est légère et par le comité de bataillon
si elle est grave... Tout milicien doit comprendre que bien qu'il soit volontairement entré dans les
milices, il est désormais un soldat de la révolution et son devoir est d'accepter les consignes et de
les exécuter (15).
Bien que de nombreux libertaires se soient résignés à admettre la soumission à nue discipline
comme "l'un des grands sacrifices nécessaires à la victoire des idéaux rédempteurs" (16), certains
voyaient dans l'acceptation du concept d'autorité par le mouvement libertaire une atteinte si grave
aux principes anarchistes, une menace si réelle pour le déroulement futur de la révolution, qu'ils ne
pouvaient dissimuler leur anxiété : Nous ne doutons pas, déclarait un comité de propagande des
Jeunesses libertaires, que les circonstances actuelles nous ont contraints, nous, les anarchistes, à
oublier, momentanément, certains de nos principes les plus chers et que cela est nécessaire si nous
voulons triompher dans cette guerre cruelle qui ensanglante la terre espagnole; mais n'oublions
pas que le principe de base de l'anarchie est l'antiautoritarisme, et que si nous continuons à suivre
la voie de l'autoritarisme sur laquelle se sont engagés certains de nos cama. rades, il ne restera
plus rien des idées anarchistes. Souvenons-nous que d'autres révolutions ont cessé de progresser
lorsque le virus de l'autoritarisme -que porte en soi toute révolution- les a détournées de leur voie...
Non, camarades, pour la sauvegarde des idéaux qui nous animent tous, pour la sauvegarde de la
Révolution, ne suivez pas cette voie; la jeunesse anarchiste vous en conjure. Dans nos rangs, le
ferment de l'autorité ferait naître la haine et n'oublions pas que la haine entre nous est le pire
ennemi de la révolution (17).
…/…
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et de la militarisation :
- On peut citer le cas d'une colonne CNT à Alcoy avec plus d'un millier de miliciens que le
gouvernement refusait d'armer parce qu'elle n'avait pas d'officier, tandis que les socialistes -moins
nombreux- ont obtenu l'arment nécessaire.
- Des anarcho-syndicalistes décidèrent que leurs unités feindraient d'adopter la militarisation pour
avoir des armes (18) en prenant un nom militaire. Pour Castilla Libre : tout continuait comme avant
, seul le nom avait changé. Autre exemple la colonne Durruti fut rebaptisée : 26è division, mais ne
changea ni sa structure, les délégués refusaient de porter les insignes d'officiers.
- Les responsable décidaient d'une offensive, mais les miliciens devaient en discuter pendant, deux,
six, huit heures. Ce temps était souvent mis à profit par les ennemis pour atteindre leurs objectifs.
Lorsque notre opération était approuvée, les ennemis avait atteint leur objectifs. Cela prête à en
rire ou à en pleurer. Frederica Montseny
- Ce fut après la perte de Pozuelo (autours de Madrid) que mes idées sur la discipline et la
militarisation s'effondrèrent. Le sang de mes frères versés dans la lutte me fit changer d'opinion. Je
compris que si nous ne voulions pas être vaincu, nous devions construire notre propre armée. Une
armée efficace et organisée pour défendre les travailleurs. Cipriano Mera
- Ce qui révolta le plus les miliciens s'est d'avoir à saluer des officiers qui jusqu'à présent étaient
leur camarade.
Interview de Mariano Vasquez (secrétaire national de la CNT) à Nosotros organe de la FAI sur
Valence.
Nosotros : Nos colonnes vont-elles disparaître ?
M. Vàzquez : Oui, elles vont disparaître. C'est une nécessité. Quand nous sommes arrivés au
Comité national, il était déjà en train de décider que nos colonnes, comme toutes les autres, seraient
transformées en brigades... Cependant cette transformation n'implique pas, tout bien pesé, de
changement fondamental, car ceux qui commandaient les colonnes commanderont main. tenant les
brigades Cela veut dire que les camarades qui se sont attachés aux hommes sur qui repos, la
responsabilité des opérations, peuvent être sûrs qu'on ne les obligera pas à accepter, par le fait de
nominations fortuites, des chefs dont ils n'approuveraient pas l'idéologie, et avec lesquels, par
conséquent, ils auraient de mauvais rapports personnels. De plus, les commissaires politiques, qui
sont les véritables chefs - n'ayons pas peur du mot des brigades, seront nommés par l'organisation
confédérale, devant laquelle ils seront responsables à tout montent...
Nosotros : J'ai entendu dire et c'est un des problèmes qui préoccupent le plus nos combattants, que
ces brigades seront mixtes, c'est-à-dire formées ci, bataillons réguliers, de bataillons marxistes et de
bataillons confédéral. Est-ce exact ?
M. Vazquez : Il y a du vrai dans cela; c'est, en effet, une des propositions concernant la formation
des brigades; mais nous aussi, nous avons la nôtre : les futures brigades que, logiquement nous
devons former devront être composées de camarades de la CNT et de la FAI et contrôlées par nos
deux organisations, tout en obéissant aux ordres -un autre mot du vocabulaire militaire qui sonne
mal à nos oreilles- émanant du commandant unique que toutes les forces acceptent volontairement .
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Nos côtes seront bien gardées, défendues par nos braves marins
Burnett Bolloten
extrait du livre : La révolution Espagnole (Ruedo Iberico)
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