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Sentencia T-1026/08
Accionado: INPEC
Magistrado Ponente:
Dr. MARCO GERARDO MONROY
CABRA
SENTENCIA
A. Hechos
B. Actuaciones Procesales
Los demandados señalan que una vez recibida la solicitud de reclusión por parte
de Gobernador del Cabildo, la oficina jurídica de la entidad procedió a analizar
la legalidad de la decisión, concluyendo que no existía fundamento jurídico para
recluir a un indígena en las cárceles ordinarias.
Por otro lado, los accionados informaron al juez de conocimiento que al interior
de los Establecimientos Carcelarios se encuentran recluidos miembros de
diferentes etnias indígenas, a órdenes de autoridades judiciales de la jurisdicción
ordinaria y que son tratados como población vulnerable en el tratamiento
penitenciario. Por tal razón, se desarrollan programas especiales a favor de esta
población. Sin embargo, aclara que a pesar de que la Ley 65 de 1993 establece
situaciones de reclusión especial para los indígenas, en la ciudad de Pasto no se
cuenta ni con la infraestructura ni con el personal idóneo para llevarlo a cabo.
I. DECISIONES JUDICIALES
A. Primera Instancia
B. Segunda Instancia
El Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pasto, Sala Civil Familia, mediante
providencia del 7 de marzo de 2007, confirmó la decisión adoptada por el a-quo.
El Tribunal señala que comparte los argumentos esgrimidos por el a-quo y agrega
que no encuentra vulneración alguna al principio de diversidad étnica y cultural
por parte del INPEC, por cuanto esta institución no está cuestionando el acta de
juzgamiento emitida por las autoridades indígenas. Por el contrario, lo que
pretende es proteger la integridad de sus miembros. En este sentido, la reclusión
de indígenas en establecimientos penitenciarios corrientes, implicaría una
amenaza contra los valores de la comunidad, lo que justifica su reclusión en un
establecimiento especial.
II. PRUEBAS
A. Competencia
B. Fundamentos jurídicos
Problema jurídico.
Para tal fin se estudiará, como una cuestión de procedibilidad, si las autoridades
indígenas se encuentran legitimadas para la interposición de acciones de tutela a
favor de sus comunidades.
Ha manifestado la Corte que “... los derechos fundamentales de los cuales son
titulares las comunidades indígenas son, básicamente, el derecho a la
subsistencia, derivado de la protección constitucional a la vida (C.P., artículo
11); el derecho a la integridad étnica, cultural y social, el cual se desprende no
sólo de la protección a la diversidad y del carácter pluralista de la nación
(C.P., artículos 1° y 7°) sino, también, de la prohibición de toda forma de
desaparición forzada (C.P., artículo 12); el derecho a la propiedad colectiva
(C.P., artículos 58, 63 y 329); y, el derecho a participar en las decisiones
relativas a la explotación de recursos naturales en sus territorios.”4
7
C-139 de 1996 M.P. Carlos Gaviria Díaz.
8
En la sentencia T-552/03 M.P. Rodrigo Escobar Gil, la Corte alude, de la siguiente manera, a los
elementos de la jurisdicción indígena previstos en el artículo 246 de la Constitución: “Un elemento
humano, que consite en la existencia de un grupo diferenciable por su origen étnico y por la persistencia
diferenciada de su identidad cultural; Un elemento orgánico, esto es la existencia de autoridades
tradicionales que ejerzan una función de control social en sus comunidades; Un elemento normativo, conforme
al cual la respectiva comunidad se rija por un sistema jurídico propio conformado a partir de las prácticas y
usos tradicionales, tanto en materia sustantiva como procedimental; Un ámbito geográfico, en cuanto la norma
que establece la jurisdicción indígena remite al territorio, el cual según la propia Constitución, en su artículo
329, deberá conformarse con sujeción a la ley y delimitarse por el gobierno con particpación de las
comunidades; y Un factor de congruencia, en la medida en que el orden jurídico tradicional de estas
comunidades no puede resultar contrario a la Constitución ni a la ley. Todo lo anterior, de acuerdo con la
Constitución, debe regularse por una ley, cuya ausencia ha sido suplida por la Corte Constitucional, con
aplicación de los principios pro comunitas y de maximización de la autonomía, que se derivan de la
consagración del principio fundamental del respeto por la diversidad étnica y cultural del pueblo colombiano”.
Cfr. T-811 de 2004. M.P. Jaime Córdoba Triviño
Expedientes T-1’591.540 11
Por otro lado, en esta misma providencia se dijo que resulta contrario al
principio de diversidad étnica y cultural y a la garantía constitucional de la
jurisdicción indígena, la pretensión de que la procedencia de ésta dependa del
reconocimiento externo en torno a la existencia y validez del orden jurídico
tradicional. Señaló que “Establecida la existencia de una comunidad
indígena, que cuente con autoridades propias que ejerzan su poder en un
ámbito territorial determinado, surge directamente de la Constitución, el
derecho al ejercicio de la jurisdicción. Las prácticas y usos tradicionales
constituyen el marco de referencia para el ejercicio de esa facultad, pero su
determinación corresponde de manera autónoma a la propia comunidad
indígena, con la sola limitación según la cual ese sistema normativo
tradicional no puede contrariar la Constitución ni las leyes. Esta última
condición, de la manera como ha sido perfilada por la Corte, solo sería objeto
de una verificación ex post, para la garantía de los derechos fundamentales de
las personas que pudiesen verse afectadas por la acción o la omisión de las
autoridades indígenas.”
En virtud del fuero indígena, los conflictos suscitados pueden ser conocidos
por un juez diferente del que ordinariamente tiene la competencia para el
efecto y cuya finalidad es el juzgamiento acorde con la organización y modo
de vida la comunidad. La jurisprudencia constitucional ha señalado que tal
beneficio comprende tres elementos esenciales: i) el personal “con el que se
pretende señalar que el individuo debe ser juzgado de acuerdo con las normas
y las autoridades de su propia comunidad”9; ii) el territorial “que permite que
cada comunidad pueda juzgar las conductas que tengan ocurrencia dentro de su
territorio, de acuerdo con sus propias normas”10 y iii) el objetivo, “referido a la
calidad del sujeto o del objeto sobre los que recae la conducta delictiva”11.
15
M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz
16
Ver también SU-510/98. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
Expedientes T-1’591.540 14
17
M.P. Carlos Gaviria Díaz.
18
El derecho a la supervivencia cultural encuentra su fundamento en el derecho a la libre autodeterminación
de los pueblos, reconocido en el artículo 9 de la Carta Política y en el artículo 1 del Pacto de Derechos
Civiles y Políticos de 1966. Como derecho específico de los pueblos indígenas está consagrado en el
Convenio 169 de la OIT, ratificado por la ley 21 de 1991. Así mismo, este derecho ha sido elaborado
jurisprudencialmente. en las sentencias de la Corte Constitucional T-428 de 1992. M.P. Ciro Angarita
Barón; T-380 de 1993. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz; C-058 de 1994. M.P. Alejandro Martínez
Caballero; T-342 de 1994 . M.P. Antonio Barrera Carbonell, entre otras.
Expedientes T-1’591.540 16
Por otra parte, los derechos humanos como un límite a la autonomía indígena, es
una posición acogida en el plano del derecho internacional. Lo anterior, si se
tiene en cuenta que estos se constituyen en un código universal de convivencia y
diálogo entre las culturas y naciones, presupuesto de la paz, de la justicia, de la
libertad y de la prosperidad de todos los pueblos. En este sentido, el Convenio
169 de la O.I.T., sobre pueblos indígenas y tribales en países independientes,
aprobado por el Congreso mediante Ley 21 de 1991, establece:
"Artículo 8o.
19
T-428 de 1992. M.P. Ciro Angarita Barón; C-139 de 1996. M.P. Carlos Gaviria Díaz; T-349 de 1996.
M.P. Carlos Gaviria Díaz; T-496 de 1996 M.P. Carlos Gaviria Díaz.
20
T-254 de 1994. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
Expedientes T-1’591.540 17
"Artículo 9º
1. En la medida en que ello sea compatible con el sistema
jurídico nacional y con los derechos humanos
internacionalmente reconocidos, deberán respetarse los
métodos a los que los pueblos interesados recurren
tradicionalmente para la represión de los delitos cometidos
por sus miembros.
Es por ello que las autoridades indígenas pueden, así, reclamar el ejercicio de la
jurisdicción, en la medida en que estén capacitadas para hacerlo, porque cuentan
con la necesaria organización, con el reconocimiento comunitario y con
capacidad de control social. Sin embargo la “progresiva asunción de
responsabilidad o de opciones de autonomía implica también la adquisición de
deberes y responsabilidades conforme a los cuales el carácter potestativo de la
jurisdicción deja de ser una opción abierta a la comunidad para convertirse en
un elemento objetivo vinculado a la existencia de la organización.”
Expedientes T-1’591.540 18
Esta Sala de Revisión analizará las circunstancias que rodean el asunto puesto
en consideración por el Gobernador del Territorio Indígena Inga de Aponte, con
el fin de determinar: (i) la procedencia de la acción de tutela y (ii) si algunos de
los derechos fundamentales reconocidos por la Constitución a los pueblos
indígenas fueron vulnerados por las autoridades carcelarias al negarse a dar
cumplimiento a una decisión proferida por una autoridad ancestral.
Esta Sala reitera que las comunidades indígenas, como tales, son sujetos de
derechos fundamentales, y por tanto, la acción de tutela es el mecanismo idóneo
para obtener la protección de sus derechos, en especial aquellos relacionados
con el derecho a la subsistencia, el derecho a la integridad étnica, cultural y
social, la prohibición de toda forma de desaparición forzada, el derecho a la
propiedad colectiva y el derecho a participar en las decisiones relativas a la
explotación de recursos naturales en sus territorios, entre otros.
Por otra parte, en el Acta de Juzgamiento se señaló que la pena impuesta sería
cumplida en las cárceles del Estado Colombiano. En efecto, la condena señala:
Esto implica que dadas todas las condiciones para que opere la jurisdicción
indígena, las autoridades tradicionales adquieren competencia en el juzgamiento
de los miembros de su comunidad.
Pero, así mismo, el respeto a las decisiones tomadas por las autoridades
indígenas, se traduce en un elemento sine quo non, sin el cual el principio del
respeto a la diversidad étnica y cultura, sería inocuo.
En relación con los castigos impuestos señalan: “Los remedios que se utilizan
para curar las enfermedades con las que un ser humano indígena afecta la
espiritualidad, la sana convivencia individual, familiar y colectiva, son los
siguientes: trabajo comunitario obligatorio el cual se cumple en las
adjudicaciones del Cabildo Mayor. Azotes (fuete) en asamblea publica frente a
toda la comunidad indígena, amonestaciones públicas, indemnizaciones y hasta
la cárcel para personas que se consideran de alta peligrosidad de conformidad
con sus antecedentes. (….) Las penas impuestas por las autoridades indígenas
del Territorio Inga de Aponte que no impliquen privación de la libertad de la
persona juzgada se deben pagar en nuestro Territorio Ancestral de
conformidad a nuestras tradiciones, usos y costumbres. (sic)
Para las personas juzgadas por delitos más graves y que la autoridad indígena
considere que su alta peligrosidad afecta la integridad y la convivencia del
resto de la comunidad, el Consejo de Justicia del Pueblo Inga de Aponte
determinó que las penas que contemplan privación de la libertad y por no
contar con sitio propio y adecuado para recluir a nuestros juzgados
remitiremos a las autoridades carcelarias del Estado Colombiano INPEC para
que en aras de la coordinación y la colaboración que debe existir entra las
jurisdicciones especial indígena y ordinaria se procede a recluir a nuestros
reos de alta peligrosidad en los Centros Carcelarios del Estado Colombiano.”
(sic)
En este sentido, las decisiones tomadas por las autoridades indígenas dentro del
proceso contra Carlos Eliécer Carlosama Chasoy y Julio Quinchua resultan
oponibles a todas las autoridades públicas y deben ser respetados por las
mismas. Lo contrario implicaría un desconocimiento de la autonomía de la
jurisdicción indígena reconocido en el artículo 246 de la Carta, y vaciaría el
contenido de las facultades otorgadas por el Norma Superior a las autoridades
tradicionales.
Es por ello que la Sala comparte los argumentos esgrimidos por el Gobernador
del Cabildo Inga de Aponte, cuando señala que las decisiones tomadas en el
seno de la comunidad deben ser cumplidas por todas las autoridades públicas.
(…)
Por todo lo anterior, esta la Sala ordenará que en coordinación con las
autoridades del Cabildo, se remita a los señores Carlos Eliécer Carlosama
Chasoy y Julio Quinchua al Establecimiento Penitenciario EPCAMS, Popayán,
con el fin de que se cumpla la pena impuesta por las autoridades tradicionales.
Así mismo, las autoridades del Cabido del pueblo indígena Inga de Aponte
deberán cumplir con el procedimiento y obligaciones establecidas por los
reglamentos del penal para la recepción de miembros de las comunidades
indígenas.
IV. DECISIÓN
RESUELVE
QUINTO: Para los efectos del artículo 36 del decreto 2591 de 1991, el
Juzgado Primero de Menores de Pasto, hará las notificaciones y tomará las
medidas conducentes para el cumplimiento de esta sentencia.