You are on page 1of 26

Petróleo, diamantes, coltán...

las fuentes
de conflicto en África
Miguel Ángel Morales Solís

Martes 14 de abril de 2009, por Redacción - Pueblos

Un artículo dedicado a la descripción de lo que para África representa ser poseedora de


ciertos recursos naturales deseados internacionalmente, debe comenzar, por fuerza,
recordando un dato que, obviado o desconocido por la generalidad de aquellos que
opinan sobre África, muestra bien a las claras la contradicción que vive el continente
africano y la desinformación que reina en torno a este hecho. África es un continente
inmensamente rico. Es rico en materias primas, es rico en fuerza de trabajo (y los
migrantes africanos llegados a Europa lo demuestran día a día), es rico en culturas, en
un modo de ver y vivir la vida, de entender las relaciones interpersonales. Por el
contrario, esta riqueza está siendo desaprovechada y los africanos, parte del problema y,
por tanto, de la solución, no son los únicos culpables.

La jungla económica que se ha promovido desde la atalaya de los gurús del


neoliberalismo, tiene en África la muestra de sus peores consecuencias, de sus
derivaciones más extremas. Estados que salieron con una cierta estabilidad volátil,
como se ha demostrado con el tiempo, de su época colonial, se han ido convirtiendo,
salvo contadas excepciones, en fácil presa de sus propias debilidades.

El subdesarrollo africano debe ser visto con perspectiva historia, debe apreciarse desde
el prisma de quien entiende que para participar en una carrera, es aconsejable haber
entrenado previamente. Muchos estados africanos tomaron la senda de la independencia
sin este entrenamiento previo y sus riquezas no han ayudado en dicho propósito. El
subdesarrollo no es algo que haya surgido a posteriori sino que fue alimentado y sigue
siendo el asidero al que las antiguas potencias coloniales y las nuevas postcoloniales se
aferran para seguir extrayendo a precios de ganga las materias primas africanas. Es un
hecho demostrable la pretensión desestabilizadora que ya en las independencias
desarrollaron las antiguas metrópoli. Francia, como potencia, junto a Inglaterra, más
representativa, propuso a sus colonias africanas, en el año 1958, la constitución de la
Comunidad Francesa, dentro de la cual, los estados que ahora son independientes,
mantendrían un estatus similar al de las autonomías españolas, con independencia
administrativa pero vinculadas a Francia en cuanto a su representación internacional y
militar. Guinea Conakry, con Seku Touré a la cabeza, fue la única colonia que se negó a
aceptar dicha constitución, con lo que quedaba al margen de la futura Comunidad. En
represalia, después de años de expolio y enriquecimiento a expensas de su colonial,
Francia decidió abandonar por completo el país llevándose consigo todo el material
administrativo y personal cualificado así como romper relaciones con el futuro estado y
no aportar financiación alguna para proyectos de desarrollo. En un acto muy similar,
España, a la independencia de Guinea Ecuatorial en el año 1968, abandonó el país
dejando atrás a una colonia de españoles bastante amplia pero vaciando por completo el
Banco Central guineano (se encontraron tan solo 2000 pesetas de la época). Este gesto
no era sino una respuesta a la victoria en elecciones de Francisco Macías, un candidato
al que España no había apoyado en las elecciones, a la vez que intentaba fortalecer la
dependencia del nuevo estado con su antigua metrópoli. Estos hechos, que pueden
encontrarse reproducidos en otros estados africanos, sumieron a los nuevos países
independientes en el abandono y provocaron en muchas ocasiones un verdadero colapso
en sus administraciones.

Seku Toure

De esta forma, debe entenderse que las antiguas


metrópoli, al igual que las actuales potencias y
multinacionales que operan en África, deseaban y
desean mantener con respecto a los nuevos estados
africanos su estatus de poderosos, sacar ventaja de las
debilidades ajenas. El subdesarrollo africano le debe
mucho a sus años de colonialismo, tanto como a los
procesos de independencia y al posterior proceso de dependencia que se ha ido
alimentando con respecto al exterior. No es momento para analizarlo, pero si
ahondáramos en los procesos políticos que ha vivido el continente, nos daríamos cuenta
de cuan obsesivamente a vivido con un ojo puesto en lo que se dictaba desde las
potencias extranjera. En este contexto de extraversión [1] es comprensible el modo en
que África enfrenta los problemas de su economía. En el ámbito de la agricultura, por
poner un ejemplo, se han ido desarrollando grandes plantaciones de monocultivos
enfocados abiertamente a la exportación. El cacao, la palma aceitera, el coco... han ido
comiendo terreno paulatinamente a la foresta autóctona para satisfacer las necesidades
del exterior. Estos productos, que jamás son tratados en el contexto interno, son
exportados como materia prima y serán transformados en los países compradores. Las
consecuencias, entre las que destacan la no creación de puestos de trabajo o el bajo
precio que las empresas exportadoras pagan por estos productos, siguen ahondando en
la desigualdad económica, en la inevitabilidad del subdesarrollo. En este mismo ámbito,
es de reseñar la voracidad con la que desaparecen amplias zonas boscosas como
consecuencia del comercio maderero, muchas veces en la ilegalidad, y del que, como en
los casos antes mencionados, tampoco se benefician los nativos africanos. La
dependencia del comercio con el exterior ha llegado a tal punto que incluso, en estados
concretos, las semillas para la siembra anual son proporcionadas por las empresas
compradoras, unas semillas modificadas genéticamente en su mayoría y que han hecho
desaparecer las variedades autóctonas a la vez que, por su infertilidad congénita, obligan
a los agricultores a esperar cada año a que los barcos traigan las nuevas semillas.

Por el contrario, no todos los males vienen de fuera. El contexto de indefensión al que
se ve abocada gran parte de la población africana tiene en sus propios líderes a algunos
de los máximos responsables. Son estos presidentes, muchos de ellos dictadores de
facto y otros encubiertos, líderes de grupos rebeldes otros, los que colaboran, negocian
y se apropian de los beneficios que la economía africana es capaz de generar. Los
africanos huyen del control estatal de su trabajo. Schneider, F. (2005) estimaba en un
45,5 por ciento la participación de la economía sumergida para el PIB oficial en el
África austral a partir de la observación de un conjunto de 9 países. [2] El
descubrimiento de las riquezas naturales, entre los que resaltan petróleo, diamantes, gas
y minerales, y el férreo control de su extracción y producción por parte de gobiernos y
multinacionales, no ha hecho sino ampliar paulatinamente estos datos. El dinero
recaudado de impuestos y las tremendas ganancias que los recursos naturales podrían
dejar en la población, en el desarrollo de cada estado que los posee, terminan, sin
embargo, en bancos americanos y franceses o en paraísos fiscales. El subdesarrollo
africano debe mucho a la historia, sí, pero en nada ayudan las continuas presiones
internacionales que en la actualidad intentan desproteger sus mercados, haciendo que la
entrada de empresas occidentales sin escrúpulos alimenten las ansias de acumulación de
los líderes corruptos de muchos de estos estados. Charlando con la oposición guineana
en el exilio español, argumentaban que la democratización de Guinea Ecuatorial estaba
supeditada al fin de las reservas petrolíferas del país.

Teodoro Obiang y Condoleza Rize

Sin este petróleo, decían, Estados Unidos,


España y en general la comunidad
internacional no tendrán ya motivos para
seguir aceptando las prácticas
dictatoriales de Obiang. Resulta tremendo
enfrentarse a semejantes argumentos cara
a cara. Estados que podrían aprovechar la
coyuntura que les ofrecen sus propias
riquezas naturales para desarrollarse definitivamente, desean el pronto final de dichas
riquezas para librarse del yugo de sus mandatarios.

Se da, por tanto, una doble coyuntura que mantiene los datos de pobreza del continente
en niveles superiores a décadas pasadas. Por un lado, no solo las potencias económicas
sino todos aquellos estados inmersos en los procesos de globalización de la economía,
presionan a los estados más “pobres” para generar materias primas y bienes de consumo
al menor precio posible. Nos encontramos de esta manera con 1000 millones de
esclavos en China que trabajan por una miseria y están arruinando, por poner un
ejemplo, el embrión de la industria textil africana. Con respecto a África, aunque nos
detendremos en casos concretos posteriormente, hay que señalar que esa misma
ambición por abaratar los costes de compra, por asegurarse el flujo de petróleo,
diamantes, gas o minerales, alienta a empresas y estados compradores a desestabilizar o
amenazar con desestabilizar a terceros países con el fin de mantener los privilegios
adquiridos. Los sobornos en este medio son un ejercicio generalizado. Es aquí donde los
líderes africanos, muchos de ellos antiguos militares, y los grupos rebeldes, ejercen de
vendedores y, por tanto, de adjudicatarios de sobornos y premios a su labor en favor de
una u otra empresa, de uno u otro estado. Poco importa quien haya realizado el trabajo
de extracción, poco importa si los beneficios irán a parar o no a la población, lo
importante es manejar el tablero en que se ha convertido el mundo para aquellos que
buscan el beneficio a cualquier precio, un tablero en el que África va, para su desgracia,
tomando mayor importancia paulatinamente.
LA INDUSTRIA MADERERA
DEFORESTA ÁFRICA

Como ya hemos señalado en la


introducción, el continente africano es
rico en multitud de materias primas. La
madera es una de ellas. El bosque tropical
o ecuatorial, la franja verde que divide
África por la mitad, es el segundo pulmón
de la tierra tras el Amazonas. El contraste
entre desierto y selva debería servir para
entender las amenazas que una
deforestación de sus bosques provocaría
no solo a nivel global sino en lo relativo a
las posibilidades de supervivencia de la
población nativa. Por el contrario, África
se ha convertido en el continente que más
foresta destruye y no parece haber visos
de frenar este proceso. Los bosques
cercanos a la costa, por su accesibilidad para la exportación, son los más deseados por
las empresas madereras internacionales. De ahí que Estados como Ghana, Guinea
Ecuatorial, Madagascar, Gabón, los estados costeros en definitiva, sean la fuente
prioritaria, mientras que la exportación de madera se ha convertido en una de las fuentes
primordiales de entrada de divisas en estos países (en aquellos que no poseen petróleo o
gas).

La tipología de madera exportada es muy diversa; desde la caoba africana, que se valora
menos que la llegada de México por su color rosado pálido, pasando por el cedro
argelino, sin olvidar el ébano. Pero es complejo hacer una reducción de las
exportaciones a unas pocas familias arbóreas. Lo cierto es que la multitud de variedades
para los profanos de la madera son impresionantes y sus nombre completamente
desconocidos. Entra estas maderas poco habituales resaltan el okoumé, la llomba, el
abeche, tali, azobe, alele u okan, pero existen un sinfín de maderas que se producen en
cantidades muy pequeñas. La madera exportada de África tiene en España uno de sus
puertos de entrada a Europa y como ejemplo de su importancia, en España el negocio de
la madera (incluido el sector del mueble) da trabajo a unas 200.000 personas y mueve
más de 1.500 millones de euros anuales. En los países desarrollados, las talas están
mucho más orientadas al uso industrial. Pese a que estas son mucho mayores en los
países en vías de desarrollo, el volumen de negocio es mucho mayor en los
industrializados porque se trata de productos manufacturados y no de materias primas
(cuyo precio es mucho más bajo) [3]

Por el contrario, en los países en vías de desarrollo la mayoría de las talas se destinan a
leña que luego se utiliza para cocinar. A menudo las mujeres caminan varios kilómetros
al día para conseguir la madera necesaria. El consumo de leña aumenta
proporcionalmente a la población mundial: más de 500 millones de personas dependen
de la leña como fuente de energía en África subsahariana, y hasta 2000 millones la
utilizan junto a otra biomasa para obtener energía en Asia meridional y suroriental. La
leña es la única fuente de combustible para un tercio de la población mundial, y su
demanda puede multiplicarse por dos en los próximos cincuenta años. Esto tiene
consecuencias, no sólo por lo que se refiere a la deforestación sino también en cuanto a
emisiones de gases de efecto invernadero.

Existen algunos casos alarmantes en lo


relativo a la deforestación que
muestran bien a las claras el ansia con
el que se ha llevado a cabo esta
producción de madera. La industria
maderera representaba para Ghana, a
principios de los años 90, el 10 % de su
producto interior bruto, solo superado
por la exportación de minerales y
cacao como fuentes de divisas
extranjeras. Existían en esta época,
operando en el país, 169 compañías madereras y 118 aserraderos, mientras que 4 eran
las empresas que manejaban el volumen más amplio de explotación de la madera. Si
bien es cierto que esta desaforada producción generaba una gran cantidad de puestos de
trabajo, hay que comprender que, eufemísticamente hablando, los sueldos no eran
generosos. Más bien al contrario, los beneficios aportados por dicha actividad
productiva eran manejados en su mayoría por empresas privadas y asciende a una
escasa quinta parte de la producción la generada por empresas estales. Las
consecuencias no pueden ser más dramáticas para la población. A día de hoy, Ghana ha
perdido el 90 por ciento de todo su bosque, lo que significa que la producción maderera
se ha reducido al mínimo y los 250.000 obreros directos y la multitud de indirectos que
trabajaban en dicha industria no encuentran nuevas fuentes ingresos. La planificación de
la explotación fue nula y los beneficios del expolio apenas son visibles en mejoras para
el bienestar de la población. Un caso muy similar es el de Madagascar, con otro 90 por
ciento de bosque menos, ha pasado de ser una isla completamente verde a un proceso de
desertización paulatino. Los incendios son tónica habitual en los prácticamente
desaparecidos bosques keniatas, Malaui pierde 50.000 hectáreas anuales y el Congo,
donde se encuentra el 47 por ciento de la selva tropical densa de África y el 6 por ciento
de los bosques del planeta, es el próximo objetivo de las industrias madereras. Pero la
deforestación no responde solo a la exportación de madera. Los extensos monocultivos
de los que hablábamos en la introducción, han tenido que hacerse un hueco a costa de
los bosques africanos, al igual que el pastoreo.

Existen, por el contrario, casos de estados africanos donde la producción de madera no


desentona con los objetivos generales de mantener la foresta. Sudáfrica es el mejor
ejemplo. Nelson Mandela declaró, durante el encuentro de la Unión Internacional para
la Conservación de la Naturaleza sobre Parques Nacionales y Áreas Protegidos de 1994:
“La riqueza de nuestros recursos naturales es lo que nos distingue de la mayoría de las
partes del planeta. Es un desafío encontrar los caminos para que este potencial se utilice
en beneficio de nuestro pueblos y llegue en magnificas condiciones a generaciones
futuras. Creo firmemente que los países africanos pueden llegar a ser líderes mundiales
en cuanto a conservación y promoción de nuestros parques.” Sudáfrica es un gran
exportador de materias primas. Por el contrario, cada árbol cortado es repuesto
inmediatamente, lo que ha facilitado que extensas áreas del país puedan ser mantenidas
intactas y la fauna local siga manteniendo sus hábitats habituales. Por si esto fuera poco,
colabora con Zimbabue en el mantenimiento de las zonas forestales comunes, hasta el
punto de que en 2006 se abrió al público el Parque del Gran Limpopo, que integra
tierras de estos dos estados más Mozambique. [4]

RECURSOS MINERALES, GUERRA SEGURA.

Y es que los minerales no son, como el petróleo, el gas o la


madera, un bien que no pueda escabullirse por la frontera,
venderse en el mercado negro. Tanto los diamantes, el
mineral más duro conocido, como el coltán, el uranio o el oro
pueden ser extraídos sin demasiado control y vendidos al
mejor postor. Esto provoca que en multitud de ocasiones
hayan servido y sirvan para comprar armas, lo que hace
aflorar guerrillas o simples grupos armados delincuenciales
que controlan territorios concretos donde gestionan la
extracción y la venta. Es curioso, echando la vista atrás, el
modo en que la aparición de minerales de alto valor en el
mercado como los mencionados, ha ido seguida por la
aparición de grupos rebeldes en los estados donde han sido
hallados. Después nos detendremos en el caso de la República
Democrática del Congo, pero es sencillo hacer un listado de países donde las guerras
por los recursos minerales han supuesto grandes traumas para la población.

El caso de Angola, al igual que el de Sierra Leona, Liberia o Costa de Marfil, está
vinculado a los diamantes. Estado rico también en petróleo, Angola sufrió una guerra
civil que se ha cobrado ya un millón de victimas. Iniciada en la Guerra Fría con la
financiación de Estados Unidos, dicha guerra enfrentaba al MPLA, que logró hacerse
con el poder con el apoyo de Cuba, y a la UNITA (USA y Sudafrica). Una vez retirados
los apoyos cubanos, estadounidenses y sudafricanos (de la época del apartheid), ambas
facciones buscaron en los recursos naturales del país sus fuentes de financiación.
Treinta años después de iniciadas las hostilidades, en 2002, el líder de la UNITA, Jonás
Savimbi, fue abatido y se procedió a la firma de un alto el fuego. La situación ha
mejorado palpablemente desde entonces. Angola se perfila como uno de los motores
económicos del África Central y pretende convertirse en el mayor exportador de
diamantes del mundo para 2010. Está inmerso en un proceso de diversificación
económica y las mejoras sanitarias y educacionales son evidentes. Por el contrario, hasta
la firma de la paz, el 85 por ciento del presupuesto del estado se dedicaba a material y
acciones de guerra, lo que significa que la población estaba completamente desatendida
hasta el punto de encontrarse en el puesto 144 del Indice Mundial de Pobreza. Si
tenemos en cuenta que en las zonas donde gobernaba la UNITA no se tienen
estimaciones de gasto militar, pero que dichos gastos dieron al grupo rebelde la
posibilidad de alargar durante tantos años la guerra, se puede deducir que la extracción
de diamantes en dicho territorio fue de un número muy elevado. La inestabilidad
angoleña fue aprovechada por los compradores occidentales que, de una manera u otra,
han sido los financiadores finales de dicha guerra. La pregunta de fondo es ¿estaría
avanzando Angola si no hubiese muerto Jonás Savimbi? Habría que preguntárselo a los
compradores de diamantes del mercado negro, pero cualquiera podría entender que no.

Hablar de la repercusión de la posesión de oro para los estados africanos es bastante


más complejo. Prácticamente todos los estados subsaharianos poseen en mayor o menor
medida dicho mineral en sus tierras, por lo que no se ha asociado ninguna guerra o
conflicto de una u otra intensidad al oro. En cambio, tal y como explicábamos arriba, el
oro ha servido igualmente, en las zonas de conflicto, para la financiación de armas y
material militar. La cuestión del coltán es bastante más evidente. La palabra “coltán” es
la abreviatura de la unión de dos minerales; columbopefdedle-tantalita. Es muy escaso
en la naturaleza, siendo considerado una autentica rareza que puede encontrarse en tan
pocos lugares que cabría la posibilidad de saber de dónde proviene exactamente. El
principal productor de coltán es la República Democrática del Congo con cerca del 80%
de las reservas mundiales, si bien existen reservas probadas y/o en explotación en Brasil
con el 5% de las reservas, Tailandia con otro 5% y Australia, esta última con el 10% de
las reservas mundiales estimadas. Recientemente se especula que también Colombia
podría ser poseedora de minas de coltán, pero aun no se ha certificado y al menos
nosotros no hemos encontrado pruebas documentales de ello. Aunque hace unos años
apenas nadie había escuchado hablar de este mineral, hoy en día es muy apreciado y
alcanza los 400 dólares el kilo una vez tratado. Y es conocido porque con la revolución
tecnológica vigente, todos nosotros tenemos un trocito de coltán en casa, todos lo
llevamos encima, no podríamos vivir sin él. Ordenadores, teléfonos móviles, GPS,
satélites artificiales, armas teledirigidas, televisores de plasma, videoconsolas,
ordenadores portátiles, PDAs, MP3, MP4, y un largo etcétera de dispositivos
electrónicos necesitan del coltán para poder ser fabricados.

Si bien en el caso de los diamantes, funciona desde el año 2000 el Proceso Kimberley,
ninguno de los demás minerales mencionados poseen algo parecido. Dicho proceso
surgió de una reunión de países productores de diamantes en Sudáfrica y entre sus
firmantes acumulan entre el 97 y el 99 por ciento de todas las compraventas de
diamantes llevadas a cabo en el mundo. Es un esfuerzo para combatir lo anteriormente
explicado, es decir, para evitar que los diamantes hayan sido extraídos en zonas de
conflicto o hayan servido para financiar guerras. Aunque tiene grietas, como que
diamantes extraídos en zonas de conflicto puedan ser vendidos desde paieas que
pertenecen al proceso, lo cierto es que es un avance muy importante que se debe tomar
como ejemplo.

Mapa minas de diamantes

Algo similar podría hacerse con el


coltán, puesto que son escasos los
estados que lo producen. De esta
manera podría evitarse que estados
que no lo poseen en su territorio,
como Ruanda o Uganda, lo
produzcan a costa de la República
Democrática del Congo,
actualmente inundada de bandidos
y de facciones rebeldes con las que
estos estados mantienen unas
relaciones altamente sospechosas.
En cambio, parece que de momento
es más interesante seguir
manteniendo la inestabilidad reinante en Congo con el fin de abaratar los costes y
diversificar los suministradores. Una vez más, los hábitos de consumo desaforados de la
población mundial siguen haciendo de la guerra un contexto más rentable que la paz.

EL PETRÓLEO AFRICANO O APRENDER A ENSUCIARSE LAS MANOS

La EITI, la Iniciativa de Transparencia para la Industria Extractiva en sus siglas en


inglés, “es una coalición de gobiernos, empresas, grupos de la sociedad civil,
inversionistas y organizaciones internacionales. La EITI promueve la mejora en los
índices de gobernabilidad en países ricos en recursos naturales mediante la publicación
y verificación de los pagos realizados por las empresas y de los ingresos fiscales
procedentes del petróleo, gas y minerales.” [5] Fue propuesta por Tony Blair en 2002 y
a ella se adhirieron rápidamente los estados occidentales como bloque impulsor. Como
postulantes a formar parte de esta iniciativa, encontramos a todos los estados africanos
poseedores de petróleo. Es un intento por dar transparencia al mercadeo de petróleo, al
uso que se da a los beneficios obtenidos tanto por empresas como por gobiernos. Por el
contrario, esta transparencia parece no ir vinculada al buen uso, sino simplemente al uso
en sí. La paradoja vuelve a estar presente en un acuerdo internacional de este tipo.

Es curioso que los primeros firmantes de dicha Iniciativa hayan sido estados como
Francia, Estados Unidos o
Inglaterra que, además de ser los
estados de procedencia de las
mayores compañías petroleras,
junto a China, que existen en el
mundo, son los promotores y
soportes de muchos de los
regímenes dictatoriales que
campan por África, desde hace
algunos años reafirmados por las
prebendas del petróleo. Como
decía, la mayoría de los estados
africanos se encuentran entre los
candidatos a entrar en la EITI.
Por poner un ejemplo que se
entienda, pero que podría
vincularse a otros estados como
Guinea Eucatorial, República
Democrática del Congo,
Mauritania o Nigeria,
expondremos brevemente el caso
de Gabón, que se encuentra entre
los candidatos. Este país,
independiente desde 1960, se ha
mantenido bajo la tutela de
Francia antes incluso de la llegada al poder, en 1967, del actual presidente, Omar
Bongo. El territorio gabonés, aunque ha vivido tiempos mejores, es rico en petróleo y
gas, unos recursos que, gracias a las buenas relaciones mantenidas por los sucesivos
gobiernos franceses y el gobierno de Bongo, explotan en su mayoría empresas
francesas. Francia ha marcado las pautas políticas en Gabón a lo largo de los años. En
1990 presionó a Bongo para que ampliara el espectro democrático del país con 5 nuevos
partidos políticos y promovió unas elecciones multipartidistas que, como era de esperar,
ha ganado el partido presidencialista desde entonces. Pero todo cambia cuando el
gobierno gabonés decide diversificar las empresas extractivas que operan en el país y da
entrada a multinacionales británicas y sudafricanas entre otras. Es este el momento en
que Francia parece darse cuenta de que Omar Bongo es un gobernante corrupto y,
después de casi 40 años en el poder empleando los mismo métodos que emplea ahora,
decide aceptar a trámite y resolver en contra de Bongo las denuncias de varias ONG y
asociaciones civiles, además de la de un empresario francés que denuncia haber sido
raptado y haber pagado un rescate de 300 millones cfa en una cuenta a nombre de Omar
Bongo. A resultas, las cuentas bancarias que el presidente gabonés tiene en Francia han
sido congeladas y se estudia enajenar sus cuantiosas posesiones, entre las que se
encuentra mansiones en los lugares más selectos de la capital francesa.

Este juego del tira y afloja es cotidiano entre las potencias económicas mundiales y los
países africanos con reservas petroleras. Guinea Ecuatorial es otro buen ejemplo.
Conversando el ex presidente del senado español, Juan José Laborda, comentaba la
negativa de la multinacional española Repsol YPF a entrar en el mercado
guineoecuatorial. [6] Son demasiados los problemas, demasiados los juegos sucios a los
que debe enfrentarse una empresa para galantear con un presidente corrupto como
Obiang. Por el contrario, hay muchas empresas que sí están dispuestas a jugar este
juego.

Omar Bongo y Chirac

Se habla de la política aséptica con la que


China ha ido haciéndose un hueco en el
mercado del petróleo africano. Sin duda, es
una actitud deplorable y denunciable desde
todos los ángulos. Pero ¿a caso China no está
simplemente moviendo fichas en un tablero
inventado y alentado por los países
occidentales? La EITI podría convertirse en
una buena manera de terminar con estos
procesos de enriquecimiento de los líderes
africanos corruptos a costa del
empobrecimiento de la población, en una
buena manera de autocontrol por parte de las
multinacionales extractivas que realizan su
trabajo sin la menor atención para con los
derechos humanos. Por el contrario, parece
más bien, como ya sucedió en los procesos de
democratización de los años 90 que tan bien
supieron esquivar los participantes africanos, un velo más que servirá para tapar las
vergüenzas de un mercadeo viciado desde sus comienzos.

REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO.


En pleno corazón de África, como si de un dramático juego de lecciones extremas se
tratara, se han vivido y se viven aun a día de hoy, muchos de los males que llevan
acuciando al continente desde la época de la colonización. Desde su independencia, es
incalculable la cantidad de congoleños que han fallecido en las continuas refriegas,
guerras, rebeliones, intentos de independencia de territorios o invasiones de otros
estados (por no hablar de la virulencia con la que grupos simplemente delincuenciales
dominan ciertas partes del país). Por el contrario, los males para RDC no comenzaron
con la independencia. Colonia belga desde 1885 hasta 1960, el territorio congoleño
puede ser considerado el muestrario de la brutalidad con la que algunas metrópoli,
Bélgica es el ejemplo más significativo sin duda, gobernaron sus territorios. Antes de
convertirse en colonia como tal, pasó por las manos y en propiedad de Leopoldo II, que
recibió tales reprimendas por su ejercicio violento del poder que finalmente cedió la
posesión al estado belga en 1908. En cualquier caso, aunque mejoraron algo las
condiciones de la población, no puede decirse que estas fuesen ideales.

Tras la independencia, Patrice Lumumba se hizo con el poder en unas elecciones en la


que aparecían ya algunos de los nombres que influirían en los hechos acontecidos con
posterioridad. Joseph Kasavubu, del partido ABAKO (Alianza de los Bakongo), fue
nombrado presidente por el parlamento. Otros partidos surgieron, incluyendo el PSA o
Partido Solidario Africano (Antoine Gizenga) y el Partido Nacional del Pueblo (Albert
Delvaux, Laurent Mbariko). Por el contrario, las buenas noticias para los congoleños
perdurarían poco. Poco después de la independencia, las provincias de Katanga, rica en
minerales y sustento del interés belga por Congo, y Kasai del Sur proclamaron su
escisión del territorio congoleño. La antigua colonia dio soporte rápidamente a estas
proclamas con la pretensión de mantener sus privilegios anteriores en el comercio de
minerales, por lo que Lumumba, con un país recién independizado y unas fuerzas
armadas inexistentes, tuvo que
buscar en el exterior los apoyos
necesarios para acometer la guerra.
Esta búsqueda de apoyos le llevó en
primer lugar a Estados Unidos,
donde ni tan siquiera fue recibido, y
después a la URSS, que fue quien
finalmente aportó tanto material
bélico con soporte formativo al
ejército congoleño. Por el contrario,
Lumumba repitió hasta la saciedad
que este apoyo debía entenderse
como fruto de la diplomacia y nunca
como un reflejo de su afinidad con
la ideología comunista. En plena
Guerra Fria, decir algo parecido, es
decir, mostrarse neutral siendo el
presidente de un país joven y débil
que suscita el interés de las
potencias, era comparable a firmar
su propia sentencia de muerte.

Patrice Lumumba
A finales de 1960 Lumumba fue desposeído de su cargo por el Presidente del
Parlamento, Joseph Kasavubu. Tras ser llevado por la fuerza a Katanga, fue asesinado
en enero del siguiente año con la complicidad de la ONU, de Bélgica y de Estados
Unidos, dejando atrás el mito de un gobernante que podría haberse convertido en
impulsor del progreso de la República Democrática del Congo. Quedaba claro que las
potencias no iban a permitir que ningún estado prosperara al margen de sus deseos. A
partir de este momento, transcurrieron 5 años consecutivos de efímeros gobiernos
liderados por presidentes que no supieron o no pudieron ejercer su labor de una manera
correcta, haciendo que la inestabilidad del nuevo estado y la desilusión de la población
ante las promesas que suscitaba la independencia fueran en aumento. Con el apoyo de
Estados Unidos, Joseph-Desirè Mobutu se proclamó Jefe del Estado tras un golpe
palaciego que lo convertiría en presidente por 22 años, hasta 1997. Su caída, debida
primordialmente al descenso de las ayudas estadounidenses tras la caída del Bloque
Soviético, pero sobre todo a su inoperancia, cleptomanía e incapacidad para
proporcionar un mínimo de bienestar a la población congoleña, tuvo mucho que ver con
los acontecimientos que sacudieron Ruanda. Tras el genocidio de la etnia hutu contra la
tutsi en Ruanda y posterior toma del poder por parte del tutsi Paul Kagame, presidente
ruandés todavía hoy, Ruanda apoyó milicias tutsis, llamadas banyamulenge, que se
levantaron en armas en el este de la República Democrática del Congo. Mobutu decretó
que todos los tutsi debían abandonar RDC bajo amenaza de muerte, pero para entonces
la guerra era imparable. Unidos a otras facciones congoleñas que se habían visto
defraudadas o acosadas por las políticas de Mobutu y sumando las ayudas de Uganda,
los rebeldes tutsi alcanzaron Kinshasa en 1997, deponiendo a Mobutu que, tras huir a
Rabat, moriría ese mismo año de cáncer.

Pero el nuevo presidente, Laurent-Desirè Kabila, que había liderado las guerrillas de
oposición a Mobutu desde el levantamiento en Katanga tras la independencia, tampoco
tendría apenas tiempo para ejercer su labor. Tras algunas mejoras en las libertades
civiles y un intento por organizar lo mejor posible el estado, tiene que enfrentarse a la
Segunda Guerra del Congo, que da comienzo en 1998. También llamada Guerra de
Coltán, es una respuesta de aquellos estados que habían patrocinado el ascenso de
Kabila al poder (Ruanda, Uganda) cuando este, una vez en el gobierno y acuciado por
las críticas que lo señalaban como marioneta de países extranjeros, decide cubrir los
puestos de importancia del gobierno con ciudadanos congoleños y en detrimento de los
ruandeses que hasta entonces los habían ostentado. Cuando los ejércitos ugandés y
ruandés son invitados a irse de RDC, los banyamulenges, tutsis congoleños, se ven
abandonados y se retiran a su vez a las provincias más cercanas a Ruanda, es decir,
Kivu Norte y Kivu Sur, asentándose en la ciudad de Bukavu. Esta zona albergaba desde
el genocidio de Ruanda a gran cantidad de hutus ruandeses que habían huido de las
represalias del nuevo gobierno tutsi de Kagame. El conflicto entre los refugiados hutus
y los banyamulenges (apoyados por Ruanda y Burundi y financiados por el oro y
diamantes que se extraían en el territorio que ocupaban) no tardó comenzar. Los
banyamulenge tomaron en 1998 la ciudad de Goma y cualquier acuerdo entre estos y
Kabila, aliados en la primera guerra del Congo, fue imposible.

Con el pistoletazo de salida dado, tras la toma de Goma, Kabila solicita ayuda a estados
aliados con el fin de fortalecer su ejército. Acuden a la llamada Zimbabue, Angola,
Chad, Sudán y Namibia. Estos estados forman parte del Comité para el Desarrollo del
África Austral, organización que contempla la defensa mutua ante ataques externos. El
caso de Zimbabue es particularmente curioso. Se considera que este apoyo costaba a las
arcas de Zimbabue 1 millón de
dólares diarios, empobreciendo aun
más al país sudafricano y elevado a
cotas nunca antes vistas la mala
imagen de Mugabe en su propio país.
En cualquier caso, el propio Mugabe
tenía sus intereses en territorio
congoleño. Como Ruanda y Uganda,
como la propia Angola (que
recientemente ha ocupado un
pequeño territorio congoleño donde
abundan los minerales), las
concesiones para la explotación
minera en territorio congoleño
incentivaron a los combatientes de ambos bandos. Con estos mimbres, quedaba claro
que Kabila no iba a ser derrocado tan fácilmente, por lo que los objetivos cambiaron
sustancialmente. El grupo banyamulenge se escinde y se dividen el territorio en su
poder, haciendo negocio con los minerales de dicho territorio y apoyados unos por
Uganda y otros por Ruanda. Poco después estas dos escisiones luchan entre ellas, con
choque de los ejércitos de Uganda y Ruanda incluido, hasta que solo queda una, la
apoyada por Ruanda.

Esta sucesión de hechos, así expresada, no parece ser demasiado violenta. Por el
contrario, hay que reseñar que el número de muertos en los 5 años que dura la guerra
asciende a 4 millones, mientras que los desplazados, heridos, mujeres violadas, niños
soldados, recursos naturales escabullidos o malvendidos son sencillamente incontables.
Antes de finalizar la guerra, en 2001, Kabila muere asesinado en el Palacio Presidencial
a manos de su propia guardia personal. Joseph Kabila sustituye inmediatamente a su
padre en el cargo de presidente de la República Democrática del Congo, puesto que aun
hoy ocupa gracias al apoyo de Estados Unidos y el soporte de Uganda y tras haber
ganado unas elecciones democráticas en 2006 y crear un gobierno de coalición. En
conversaciones con Mbuyi Kabunda, intelectual y profesor congoleño exiliado en Suiza,
mostraba su desilusión por el modo en que han acontecido los hechos posteriores a su
toma de poder. Lo cierto es que los Kabila, sobre todo el padre, representaron para
muchos congoleños una especie de nuevos Lumumba que venían a democratizar la
RDC y terminar de asentarlo. Si la tarea del padre, Laurent Kabila, resultó imposible en
un contexto de guerra internacional en territorio propio, parece que Joseph Kabila
podría estar alcanzando un cierto grado de estabilidad en el país que ayudaría a mejorar
la situación general del mismo. Ya dentro de su mandato y continuando con la guerra,
se firman varios acuerdos de paz auspiciados por Estados Unidos entre los países
involucrados en el conflicto. De esta manera, se llega a un acuerdo incluso con las
facciones guerrilleras “independientes”, que fructifica en 2002 dando por terminada la
guerra.

Aunque las fricciones han continuado, obligando a postergar en varias ocasiones, hasta
el 2006, las elecciones generales a las que todos los contendientes nacionales se habían
comprometido en la firma del acuerdo de paz, lo cierto es van cayendo muros
paulatinamente. El último en caer, en enero de este año, fue Laurent Nkunda, guerrillero
banyamulenge que ha mantenido hasta nuestros días la hostilidades en los dos Kivus
con el apoyo de Ruanda y detenido en una acción conjunta de los ejércitos de Ruanda y
la República Democrática del Congo. Parece que las denuncias internacionales, las
presiones del nuevo gobierno estadounidense (los Clinton son amigos y aliados
históricos del presidente ruandés Paul Kagame), y el interés de los mandatarios
ruandeses por seguir manteniendo el estatus preponderante en la zona que, junto a
Uganda, le ha proporcionado Estados Unidos, han servido para hacer entrar en razón a
dicho gobierno y convencerlo para colaborar con el gobierno congoleño de J. Kabila.
Hasta el momento de su detención, Nkunda ha trabajado ufanamente en favor de los
intereses mineros de Ruanda en el Congo, y es aquí donde comienza a hablarse del
verdadero motivo de la Segunda Guerra del Congo, el coltán hace su aparición.

Lo cierto es que tanto la primera como la segunda guerra del Congo tienen mucho que
ver con la explotación de los recursos minerales del país. En la primera, como hemos
dicho, Kabila es apoyado por Ruanda, que vio en él a una marioneta a la que podría
manejar con el fin de apoderarse de las concesiones de minas del país. La segunda, en la
misma línea, incluye a otros estados y facciones que, aunque no todos, están interesados
en la misma cuestión. La guerra de baja intensidad que ha tenido lugar desde la firma
del acuerdo de paz entre las partes en 2002, vuelve a tener a Ruanda como principal
actor, apoyando a la guerrilla de Nkunda, que ha manejado las provincias de Kivu Norte
y Kivu Sur, explotando las abundantes reservas de coltán de la zona que ha sido
vendido desde Ruanda. Para aclarar aun más las cosas a este respecto, hay que destacar
en esta compra venta de coltán a la empresa SOMIGL (Sociedad Minera de los Grandes
Lagos) que está integrada por tres sociedades: la Africom (belga), la Promeco
(ruandesa) y la Cogecom (sudafricana).

coltán

Las guerrillas ligadas a Ruanda han expoliado y vendido el


coltán congoleño a este tipo de empresas mixtas que,
evitando los intermediarios y comprándoselo directamente
a los guerrilleros, logran abaratar el precio. El coltán sale
directamente por Uganda y Ruanda por medio de empresas
de transporte belgas o de familiares de Kagame y Museveni
(presidente de Uganda). Pero no solo el que compra in situ
es culpable de la sangre derramada para lograr la transacción, también las empresas que
lo exportan tienen las manos manchadas de sangre. Estados Unidos, Bélgica, Alemania
y Kazajstán son los destinatarios principales del coltán africano y empresas como Bayer
lo gestionan y otras como Citybank encubren en sus bancos el dinero que este negocio
mueve. [7]

En cambio, si actitudes como la de Kagame o Museveni no extrañan a nadie o si hay


alguien que entiende las posturas de Bélgica, Estados Unidos o Alemania, es difícil
asimilar la suciedad con la que son utilizadas las propias fuerzas de pacificación de la
ONU. Es un hecho comprobado, y la voz en grito de los lugareños lo confirma, que las
fuerzas rebeldes de Nkunda estaba compuesta en su mayoría por soldados y mercenarios
ruandeses y algunos extranjeros, que la violencia que ejercen estos soldados contra la
población civil en los pueblos y ciudades conquistados era rayana al genocidio o que se
valían de las treguas puntuales para tomar el terreno intermedio. Es un hecho, a su vez,
que el 30 de noviembre de 1999 el Consejo de Seguridad en su resolución Nº 1279
autorizó el despliegue de una fuerza multinacional de 5.537 cascos azules y 500
observadores, en la Misión de las Naciones Unidas en la República Democrática del
Congo (conocida como MONUC por su acrónimo en francés), con el fin de colaborar y
monitorear el cumplimiento del Acuerdo de Lusaka. Lo que es sin duda más
desagradable, obsceno e irritante, es la actitud, sin duda premeditada, que la MONUC
ha mantenido en estos últimos coletazos de conflicto. Algunos ejemplos servirán para
ilustrar dicha actitud y dejar patente los intereses a los que respondían. En septiembre de
2008 se nombró al Teniente General español Díaz Villegas al mando de la MONUC.
Dos meses después, dimite del cargo. ¿Por qué? Los lugareños aseguran que han visto a
miembros de la MONUC transfiriendo armamento a los rebeldes de Nkunda, son de
orden publico los comentarios de aquellos que han visto a los soldados de la MONUC
traficando con oro y otros minerales de alto valor, al igual que helicópteros de estas
fuerzas transportando minerales hacia la frontera con Ruanda. Se han atestiguado
abusos sexuales a niñas cometidos por cascos azules. Durante los combates, si las
fuerzas de Nkunda estaban en disposición de ganar, la MONUC desaparecía, mientras
que si el ejército congoleño llevaba ventaja, se interponía en medio para frenar su
avance. Por si esto fuese poco, en al menos dos ocasiones el ejército de Nkunda ha
utilizado los pertrechos e identificaciones de los cascos azules para entrar en una ciudad
pacíficamente y, una vez dentro, comenzar a disparar al ejército congoleño hasta
hacerse con esta ciudad. [8]

Puede comprenderse, ante tales actitudes, que los beneficios que deja la explotación
minera son muy abultados. En este rio revuelto son muchos los actores que aprovechan
la coyuntura para lucrarse. Entre los trabajadores que acuden o son obligados a trabajar
en las minas, hay que contar a ex campesinos y ex ganaderos que, tras la paulatina
devaluación del algodón y otro productos de monocultivo, se han visto obligados a
desplazarse, refugiados y prisioneros de guerra (sobretodo hutus), multitud de niños
que, por su tamaño, tienen gran acogida en las minas, y muchos habitantes de zonas
próximas que acuciados por la violencia de grupos armados delincuenciales se ven
obligados a emigrar a estas zonas. [9] Con este espectro de trabajadores, uno puede
hacerse una idea de los sueldos que cobran por su trabajo. Se les paga una media de 10
dólares por cada kilo extraído, lo que supone casi un mes de trabajo, mientras que en el
mercado internacional, el kilo de coltán se está pagando, según su calidad, a entre 250 y
400 dólares. Las ganancias para aquellos que les dan trabajo son abrumadoras y los que
se unen a la fiesta, ante la perspectiva de semejantes botines, poco tienen que objetar
contra el modo de extracción, los métodos utilizados o el fin al que irán dirigidas las
ganancias.

El mercado de la tecnología es, desde hace algún tiempo, el motor económico de


algunos estados preponderantes económicamente. El final de este procedimiento, un
pequeño receso en la extracción de coltán en el Congo (recordemos que este país tiene
el 80 por ciento de las reservas mundiales) supondría tal catástrofe para la economía
mundial, que nadie parece querer implicarse en aplacar la situación de beligerancia
interna del país. Hay quien ha propuesto como única solución, aunque suene
desagradable escucharlo y sea más desagradable decirlo, que el estado congoleño firme
una concesión por un tiempo cediendo la explotación a las empresas que ya están
explotando ilegalmente en la actualidad. De lo contrario, estas empresas seguirán
incentivando el conflicto interno como medio de enriquecimiento. La última acción
conjunta entre Ruanda y Congo para acabar con Nkunda podría estar encuadrada en un
proceso similar al expresado. La cuestión es, una vez terminada la concesión ¿volverán
estas empresas a utilizar los mismos métodos del pasado? Es probable que sí. Si
tenemos en cuenta además que China ha entrado con fuerza en los negocios congoleños
(promete 9.000 millones de dólares en financiación de infraestructuras) para hacerse con
una fuente constante de minerales, la cuestión se complica.

En cualquier caso, parece que se están dando algunos pasos importantes en favor de la
estabilidad del país. A excepción del LRA (Ejército de Resistencia del Señor), un grupo
rebelde ugandés que opera en el norte del país, puede considerarse que la pacificación, a
nivel de guerrillas, está siendo
progresiva. El gran problema con
respecto a estas guerrillas rebeldes es
que, una vez descabezadas, suelen
disolverse y formar grupos
delincuenciales de muy difícil
sometimiento. Si esto ocurriera con los
banyamulenge de Nkunda, dichas
unidades disgregadas vendría a
sumarse a la gran cantidad de grupos
armados mafiosos que operan en el
país, lo que podría resultar ciertamente peligroso. Lo cierto es que las grandes
multinacionales mundiales y los estados que las acogen no están dispuestas a que el
Congo se desarrolle por su cuenta. La aparición de China, la revisión y corrección de los
contratos de explotación o la toma de decisiones adversas que un gobierno como el
congoleño pueda tomar a este respecto, no son cuestiones que se dejen al azar. Esos
grupúsculos de guerrilleros diseminados por el territorio congoleño son la dinamita a la
que cualquier interesado, cualquier agraviado, pueda ponerle mecha. Así ha sido hasta
el día de hoy.

PETRÓLEO EN SUDÁN: UN PASTEL APETECIBLE

Sudán comienza su proceso de independencia el 12 de febrero de 1953, que no logrará


hasta el 1 de Enero de 1956, convirtiéndose así en el primer estado subsahariano en
lograrla. En cambio, aunque ciertos nacionalistas sudaneses tuvieron mucho que ver en
el comienzo del autogobierno, es Egipto, estado limítrofe por el norte, quien más
presiona para lograr la independencia de sus vecinos. Egipto sufrió la ocupación
británica hasta un año después de la independencia sudanesa, empero, ya antes
disfrutaba de una autonomía bastante amplia. Bajo el protectorado británico, en 1899,
firmó un acuerdo para el condominio de Sudan que le otorgaba ciertos privilegios
soberanistas sobre sus vecinos del sur. A resultas, se estableció un gobierno en el norte,
de mayoría árabe, dejando la zona meridional del territorio en manos de funcionarios
civiles que dominaban grandes áreas de territorio. En este punto, con la práctica división
de Sudán en dos partes diferenciadas, está la raíz de la problemática actual. El norte,
más cercano a Egipto y más influyente por su recién adquirido gobierno, iba a ser el
receptor de la mayoría de las ayudas británicas para el territorio. En los años 20
Inglaterra pone en marcha varios proyectos económicos con el objetivo de hacer
autosuficiente a la colonia e ir, de esta forma, disminuyendo las aportaciones de ayuda.
La mayoría de estos planes se desarrollan en la zona norte, lugar donde los británicos
tienen más influencia, mientras que el sur, dominada por los denominados “barones”, se
va quedando paulatinamente atrasado.
A medida que las colonias africanas van tomando conciencia de sus derechos, sus
deberes ya se los habían hecho saber repetidamente, las peticiones de independencia se
van generalizando. En el caso sudanés, ya en pleno periodo de entreguerras, se renueva
el acuerdo entre los gobiernos de Egipto e Inglaterra para seguir manteniendo el
condominio establecido. En cambio, ante la insatisfacción palpable que la actitud de sus
gobernantes provoca en la población, una vez finalizada la II GM, Egipto solicita a los
británicos una revisión de tendencia independentista del acuerdo. Las presiones no
surten efectos hasta finales de la década de los cuarenta, cuando Inglaterra, tras
consultar a algunos de sus oficiales del norte, decide promover una serie de reformas
políticas con el fin de impulsar una cierta noción de autogobierno. En 1950 se establece
definitivamente la Asamblea Legislativa de Sudán, después de que un año antes hubiera
sido saboteada por los partidarios de una gran unión entre Egipto y Sudán. A finales de
ese mismo año, en diciembre, se hace la primera petición formal, aprobada por mayoría
en la Asamblea, a los gobiernos egipcio y británico para que garantizaran un pleno
autogobierno para el país.

Bloques de extracción petrolifera

A finales de 1953 se celebran las primeras


elecciones al Parlamento en las que el
Partido Unionista Nacional, de tendencia
pro-egipcias, gana con una abultada mayoría.
Las fuerzas de ocupación británicas y
egipcias abandonan el país a finales de 1955
mientras que el gobierno sudanés declara la
independencia el día 1 de 1956. Sudán se
convierte en miembro de la Liga Árabe y
Naciones Unidas ese mismo año. En cambio,
aunque todo hace indicar que era una
situación idílica, la realidad hace patente las
tremendas diferencias que separan las dos
partes del territorio. El norte que, como ya
hemos dichos, había sido más beneficiado
por las ayudas británicas, muestra claros
síntomas de desarrollo. Las escuelas y
universidades, una floreciente industria o el
establecimiento de una red ferroviaria más o menos amplia, contrastan con el
subdesarrollo del sur, dominada hasta entonces por los “barones” y regida por una férrea
tradición cristiana que desatendió las necesidades básicas de desarrollo. Las provincias
del sur sienten que el gobierno central sigue promocionando el desarrollo del norte y los
desacuerdos no tardan en llegar. Tras las primeras elecciones generales en las que toma
el poder el UMMA, un partido menos proclive a mantener relaciones con Egipto, no
tarda en llegar el primer golpe de estado. Dos meses les separan. El régimen del general
Ibrahim Abbud se alargará en el tiempo hasta alcanzar 1964, siendo derrocado por un
Consejo de Estado, y sus principales opositores, grupos insurgentes del sur poco
conformes con su política pro egipcia y pro árabe, mantendrán el conflicto, convertido
ya en guerra civil, hasta marzo de 1972, momento en el que el sur logra asegurarse una
cierta autonomía.
Antes, en 1969, el coronel Yaffar al-Numeiry se había hecho con el poder y había
creado un nuevo gobierno. Encargado de firmar, con los insurgentes del sur, el acuerdo
de paz que daba por terminada la guerra civil, promovió ciertos cambios en las
afinidades políticas e intentó un cierto acercamiento a las provincias del sur. Fue
investido presidente el año 1972, promulgó la Constitución de 1973, buscó un
acercamiento con Libia y la Unión Soviética para, por fin, pasar a formar parte, tras
varios atentados contra su persona promovidos supuestamente por Libia y grupos
comunistas sudaneses, de la esfera política de Estados Unidos. En respuesta a las ayudas
recibidas desde Estados Unidos y Europa, apoyó al presidente egipcio Anwar al-Sadat
en las negociaciones de paz con Israel, lo que acarreó para Sudán, tras el asesinato de
dicho presidente, una larga serie de tensiones con Libia a finales de los años 70.

En 1983 Numeiry ganó por tercera vez las elecciones generales y, en una de sus
primeras acciones, anunció la revisión del Código Penal de acuerdo con la Ley Islámica.
El sur del país, más afín a la creencia cristiana y las religiones animistas, volvió a
levantarse en armas. El Ejercito Popular para la Liberación de Sudán (EPLS), brazo
armado del Movimiento Popular para la Liberación de Sudán (MPLS), a las ordenes de
John Garang fue recabando apoyos entre los grupos más variados del país, incluyendo a
parte de los habitantes de la región occidental que se sentían desplazados en favor de las
regiones del valle del Nilo. En cambio, aunque logró algunas victorias militares, el
EPLS nunca ha terminado por imponerse a los diferentes gobiernos contra los que ha
luchado.

El general Umar Hasan Ahmad al-Bashir es el actual presidente de la República de


Sudán. Llegó al poder tras un golpe de estado en el que se impuso, en 1989, al
reinstaurado gobierno del UMMA, que había llegado al poder dos años antes a resultas
de otro golpe de estado. Partidario, como Numeiry, del establecimiento de la sharia, la
ley islámica, como fuente de derecho, Bashir instituyó el llamado Consejo de la
Revolución para la Salvación Nacional, formado por 15 miembros y encargado, como si
de cargos ministeriales se tratara, de gobernar el país. Mientras tanto, la lucha
continuaba en el sur. El EPLS se dividió en dos facciones con fines diferentes. Por un
lado, una de las facciones luchaba por el poder estatal y por el otro lado, la otra facción,
se centraba únicamente en lograr la independencia del sur. Esta división interna, aunque
debilitó las fuerzas de la insurgencia, no impidió que en marzo de 1995 se desarrollara
una ofensiva general tras la que el gobierno de Jartum anuncio su intención de alcanzar
una tregua. En el año 2000 se celebraron elecciones presidenciales y legislativas en las
que Bashir logró una mayoría absoluta muy amplia. Estas elecciones fueron
denunciadas como farsa por todos los grupos de la oposición, en cambio, en base a esta
elección y la aceptación relativa del juego democrático, Bashir ha ido alcanzando
acuerdos con las diferentes tendencias contrarias, hasta el punto de que en 2005 se
firmaba un acuerdo de paz entre el EPLS y el gobierno, entrando Garang a formar parte
de la ejecutiva. Muerto en un accidente aéreo poco después, ha sido sustituido por Salva
Kiir, su segundo en el EPLS. Bashir ha alcanzado también acuerdos con la Alianza
Nacional Democrática, grupo integrado por las fuerzas de oposición no armada, con el
fin de impulsar un acuerdo Nacional de Reconciliación.

EL CONFLICTO EN DARFÜR

El conflicto de Darfür, “tierra de los fur”, no tiene una vinculación clara con las guerras
civiles que han asolado Sudan y en las que había una división clara entre bandos, el
norte y el sur. En cambio, algunas de sus motivaciones tienen que ver con esa tendencia
de los gobiernos musulmanes del norte por favorecer a la población árabe en detrimento
de las poblaciones negras. Darfür es una región con una extensión parecida al territorio
de Francia que limita con Chad por el oeste y que alcanza, en su parte suroeste, a la
República de Centroáfrica. Está poblada por unos seis millones de habitantes que a su
vez se integran en una treintena de etnias diferentes con dialectos y lenguas muchas
veces distintas. La mayoría de su población vive de la agricultura aunque también es
común la economía ganadera y pastoril. En 1994, ya con el gobierno de Bashir en el
poder, su territorio se dividió en tres regiones (norte, sur y oeste) que a su vez fueron
subdivididas en distritos y consejos locales. Esta medida llevó aparejada la reasignación
de tierras en favor de las etnias árabes, minoritarias en esa región, y sin tener
debidamente en cuenta las complejas relaciones inter-étnicas, con lo cual se generaron
ciertas disputas por la obtención de recursos.

El Darfür, quien sabe si por su poca beligerancia hasta este momento, ha sido una de las
regiones más olvidadas de Sudán. Ya en la época colonial formaba parte de esos
territorios gobernados por los mencionados “barones” y sobrevivía prácticamente con lo
que lo ha hecho hasta ahora, la agricultura de subsistencia. Por eso cuando, llegadas las
sequías que asolaron buena parte de esta zona de África a finales de los ochenta y
principios de los noventa, las áridas tierras de Darfür no pudieron ser usadas con este
fin, la crisis de alimentos no hizo si no alentar la consabida discriminación con el norte
desarrollado. Esta discriminación económica sumada a la clara diferencia étnica que
enfrenta a una mayoría negra y pobre con una minoría árabe y más o menos rica,
desembocaron en 2001 en la formación, por parte de esas mayorías discriminadas, del
ELS, Ejercito de Liberación de Sudán. Liderado por Andel Wahid Mohamed Ahmed
Nur, es producto de la cooperación de dos grupos: uno integrado por las tribus fur y
massaleit oriundas de la región sur y oeste de Darfür, y otro proveniente del norte de
Darfür, compuesto por tribus zaghawa y meidoub. Junto al ELS, otro grupo minoritario
pero con los mismos fines (conseguir para sí la autonomía que el sur, tras años de
guerra, ha ido adquiriendo), el MJI, Movimiento por la Justicia y la Igualdad, se ha
unido en la lucha contra el gobierno central que dio comienzo, en su versión más dura,
en 2003. [10]

Las luchas con las fuerzas gubernamentales tuvieron un resultado dispar. El ejército
sudanés, mal organizado y mermado por las luchas mantenidas por entonces
(recordemos que no se firma una tregua con el EPLS hasta 2005) con sus rivales
sureños, sufre una gran cantidad de derrotas que hacen replantearse la estrategia militar
al gobierno de Bashir. Con el fin de frenar las constantes acometidas de los dos grupos
insurgentes, apoyados, según parece, en aquel inicio por el propio EPLS, Bashir
impulsa la creación y desarrollo de milicias paramilitares que se nutren de los árabes
ganaderos nómadas de la propia zona y de algunos grupúsculos llegados de Chad. Esta
milicia paramilitar es conocida como los yanyawid, jinetes armados, y sus técnicas de
avasallamiento sobre la población civil han hecho saltar todas las alarmas en el
concierto internacional. Para desgracia de los grupos insurgentes, en 2005 se firma el
alto el fuego entre gobierno y EPLS, con lo que todo el dinero que servía para financiar
esta guerra, se utiliza ahora en la lucha contra el ELS y el MJI.
Campo de refugiados Darfür

La reestructuración de la región de Darfür en 1994 provocó un movimiento de


población que relegó a las etnias negro africanas a los territorios más pobres. Este
desplazamiento formaba parte, a su vez, de un plan más amplio de redistribución de los
recursos para hacerlos más accesibles a las poblaciones árabes. Lejos de haberse
terminado, ese proceso continúa hoy de una manera más sangrienta. Tras la entrada en
conflicto de las milicias yanyawid, con la libertad otorgada por el gobierno para hacer
prácticamente lo que les venga en gana, casi 2.500.000 de personas han tenido que salir
huyendo. La mayoría se han reasentado en la zona dominada por la insurgencia pero
casi 300.000 personas se encuentran en campos de refugiados ubicados en el vecino
Chad. Para los que han decidido quedarse en sus casas, el panorama no es muy
halagüeño. Las milicias yanyawid utilizan un sucedáneo del arcaico método de guerra
de “tierra quemada”. Cientos de aldeas han sido saqueadas y destruidas, el asesinato de
civiles y la violación se utilizan como arma de guerra y se estima en unos 300.000 los
civiles muertos en el conflicto. Los hombres son el primer objetivo de la milicia y no
pueden abandonar los campos de refugiados que se encuentran en el mismo Darfür. La
única solución para ir en busca de alimentos o para continuar con el pastoreo es que las
mujeres se encarguen de ello, pero estas corren el riesgo de sufrir violencia física e
incluso violaciones, con lo que la búsqueda de alimentos es casi imposible si las ayudas
exteriores no llegan. El conflicto ha tomado, por tanto, tintes de limpieza étnica. La
mayoría de la población de Darfür antes del comienzo del conflicto era de confesión
musulmana. La escasa población cristiana de Sudán, un 5 %, vive en Jartum o en el sur.
El 25 % de la población profesa religiones tradicionales y se asienta en el sur y sudoeste
del país. El 70 % restante es de confesión musulmana, suníes más concretamente. Por lo
tanto, esta guerra abierta, a diferencia del conflicto entre norte y sur, no es lo que podría
denominarse un conflicto de religión si no que, más bien, es una guerra instigada por
peticiones sociales y económicas. El Embajador de Sudán en España pronunciaba una
frase muy reveladora entorno a este tema. “Entendíamos las razones del conflicto con el
sur, pero nos duele que haya estallado con nuestros hermanos del oeste.”

El acoso al que se ve sometida la población negro africana por parte de las milicias
árabes, han convertido la guerra de Darfür en un conflicto racial, pudiendo hablarse sin
tapujos de un caso más de genocidio incontrolado en el Continente de África. Las
constantes negativas del gobierno sudanés a los ofrecimientos de ayuda humanitaria,
expulsando incluso a 13 de las ONGs que operaban hasta el momento en la zona, no han
hecho si no agravar las consecuencias del conflicto. El ACNUR ha tenido que
desarrollar su labor en el territorio del Chad que, siendo uno de los estados más
empobrecidos del mundo, soporta no solo la llegada de refugiados del país vecino sino
también el desplazamiento de población constante que provocan sus conflictos internos.
Las milicias yanyawid han llegado incluso a hacer incursiones en territorio del Chad
con la consiguiente violación de su soberanía territorial. El gobierno de Bashir aceptó la
mediación de la Unión Africana, que tiene desplegados en Darfür varios contingentes
desde 2004, habiendo participado en la firma de la paz entre el sur y el norte de 2005.
Se niega, en cambio, a la entrada en el conflicto de las fuerzas de la ONU y solo ha
aceptado hasta el momento la participación de medio millar de soldados chinos, sus
aliados en el Consejo de Seguridad, que llegaron al país en 2005.

En mayo de 2006 se produjo un primer acercamiento entre las fuerzas insurgentes del
ELS y el gobierno. En Abuya (Nigeria), con la complicidad de la Unión Africana, se
acordó por parte de los dos bandos una progresiva desmilitarización de la zona. El
gobierno central se comprometió a desarmar a las milicias yanyawid y retirar su ejército
como paso previo a la entrega de armas del ELS. En cambio, el acuerdo es vano por
utópico, ya que se oyen voces discordantes en ambos bandos. En primer lugar, el
gobierno, que es parte interesada en mantener la actividad de las diferentes milicias
progubernamentales que operan en Darfür con el fin de evitar la escisión de su
territorio, difícilmente puede involucrarse en el control de las mismas. Por otro lado, el
ELS ha visto como varias escisiones han hecho patente su disconformidad y ha
continuado con la lucha armada. El MJI y el SLM, grupos minoritarios de la insurgencia
que han ido acumulando apoyos entre los descontentos con el acuerdo de paz, han
decidido plantar cara al gobierno de Bashir y continuar su lucha en pos de alcanzar,
algún día, el control total del estado. Solo recientemente, Bashir declaró un alto el fuego
unilateral que se ha encargado de romper en repetidas ocasiones.

Si se repasan las trayectorias postcoloniales de los estados limítrofes a Sudán, se puede


apreciar cómo, en algunos casos concretos, los recursos naturales en territorio propio
son una fuente de intereses que generan conflictos. Es el caso de la República
Democrática del Congo y el conflicto con la región de Katanga, la más rica del país en
uranio y cobre, pero es también el caso del Chad, donde una mayor atención hacia los
habitantes del sur del país, lugar de asentamiento de la etnia que ha gobernado el país
pero también donde se encuentran los pozos petrolíferos de dicho estado, genera
resquemor en los del norte. En el caso de Sudán esta casuística, que se verá en otros
estados como Mozambique o Liberia con el tema de los diamantes, está, si cabe, más
acentuada. Paradójicamente, el norte de Sudán, que ha sido históricamente quien ha
formado los lideres más emblemáticos y por ello la zona del país más beneficiadas en
las políticas estatales, es un terreno árido que apenas si genera otra cosa que no sean
productos agrícolas. En cambio, el sur, el territorio menos desarrollado y con menos
apoyo histórico del gobierno central, posee yacimientos de petróleo en abundancia. Este
hecho, asociado a las constantes tensiones que se dan en la zona, ha atraído la atención
de los estados limítrofes más desarrollados, léase Uganda, que han aportado su granito
de arena para que el conflicto interno de otro estado se resolviera en favor de sus aliados
naturales. En cambio, no son solo estos estados limítrofes los interesados en que se dé
una estabilidad favorable a sus intereses en territorios ricos en recursos. Las grandes
potencias, con Estados Unidos y China a la cabeza pero sin desdeñar a la UE y más
concretamente a Francia y Gran Bretaña, también tienen sus miras puestas en lo que
podría llamarse “los estados redescubiertos de África”, entre los que se encuentra
Sudán. Y son redescubiertos porque han pasado de tener una importancia geoestratégica
relativa, por su desorden y por el poco aporte que hacían a la economía mundial, a tener
una importancia vital, tras el descubrimiento de estos yacimientos petrolíferos (Guinea
Ecuatorial es otro ejemplo), para economías en crecimiento como la China o grandes
empresas petrolíferas con banderas occidentales. El caso de Sudán es un ejemplo de
cómo el descubrimiento de recursos naturales genera inestabilidad en estados
institucionalmente débiles y en los que los intereses partidistas priman sobre el bien
común. Hasta 1980 el gobierno de Jartum tiene bajo su mando e influencia los
yacimientos petrolíferos que son explotados en Sudán. El sur disfruta de un periodo de
relativa calma después de que el general Numeiry otorgará a dicha zona una cierta
autonomía y se comprometiera a respetar sus costumbres sin imponer la sharia. En
cambio, ese mismo año, la petrolera estadounidense Chevron descubre nuevos
yacimientos petrolíferos en la región sureña, lo que provoca una rápida reacción del
gobierno de Numeiry que tira por tierra los derechos adquiridos por el sur tras una larga
guerra. A la zona se la renombra como la provincia de la Unidad y se limita justamente
en los lugares en los que se han encontrado los nuevos pozos de extracción para lograr,
de esta forma, un mayor control de los recursos por
parte del gobierno de Jartum. De esta manera
comienza la segunda guerra civil y la huida de
Chevron, ante una situación incontrolada en la que
llegan a ser asesinados 3 de sus mandos en territorio
sudanés, no se hace esperar. [11]

Hasta el año 1999, momento en que parece


estabilizarse algo la situación aun cuando continúan
los enfrentamientos, no se vuelve a conocer una
época de explotación de petróleo digna de reseñar. Es
en este año cuando China decide entrar en Sudán por
medio de su empresa estatal del petróleo, la CNPC.
En el territorio controlado por el gobierno central se
comienza a extraer de manera rústica un crudo de
mala calidad que, debido a ello y al esfuerzo chino en
el apoyo al gobierno, se vende muy barato a la propia
compañía. Esta colaboración entre estados continúa con el proyecto de contracción del
oleoducto GNPOC para llevar el crudo extraído en el centro-sur del país hasta el Mar
Rojo, y una refinería cerca de Jartum. El gobierno de Bashir obtendrá, además de
recursos económicos para paliar la debilidad financiera del estado tras largos años de
combates, un apoyo vital del veto chino en el Consejo de Seguridad de la ONU, que ha
presionado al gobierno musulmán en repetidas ocasiones, sobre todo desde que se le
tachara de estado sostenedor e impulsor del terrorismo, junto con Irán, de Al Qaeda.
Pero esta relativa estabilidad proporcionó además el soporte para la entrada en el
negocio del petróleo sudanés a otras petroleras de procedencias dispares. La compañía
Talismán, de origen canadiense, pasó a formar parte en la construcción del oleoducto,
aunque posteriormente se retiró del proyecto dejando paso a ONGC Videsh, compañía
nacional hindú, estado aliado de China en este intento por alcanzar, de primera mano,
los recursos de vital importancia para sus economía emergentes. El hallazgo de nuevas
reservas en lo que se ha llamado “Block 5º”, también en el sur del país, han atraído a
nuevas compañías europeas, como la sueca Ludin, que se encargan de la explotación en
la zona más peligrosa de Sudán hasta el comienzo de la guerra de Darfür.

Se estima que la producción total del territorio sudanés es de 250.000 barriles al año,
una cantidad no demasiado alta en relación a los estados árabes del golfo pérsico, pero
nada desdeñable si se tiene en cuenta que estas reservas son de nuevo descubrimiento y
que podrían mantener su producción hasta un periodo bastante posterior al agotamiento
de las reservas tradicionales. Según los expertos, el ritmo de producción actual podría
mantenerse hasta alcanzar el año 2020. Este hecho, el de la longevidad de la reserva, ha
atraído la atención de las grandes compañías petroleras del mundo. Chevron ha
retornado al país aunque de una manera silenciosa y la francesa TOTAL Elffina ha
adquirido los derechos de explotación de las reservas del extremo sur que, aunque
todavía no ha podido comenzar con su trabajo, se estiman en una cuantía muy alta.

Omar Hassan al Bashir

El retorno de Chevron vino precedido por una serie de movimientos políticos bajo mano
al más puro estilo de George Bush. Después de designar a Sudán como estado
comprometido con el terrorismo, el gobierno estadounidense cambia en 2002 de política
y decide financiar a Bashir en su lucha contra la inestabilidad. Esto se traduce en una
aportación de 100 millones de dólares que no vienen, por el contrario, solos. Este dinero
viene acompañado con la advertencia de que si en un periodo corto de tiempo, un año
aproximadamente, no se logra terminar con las milicias insurgentes, el siguiente dinero
no irá a parar a las arcas del gobierno, si no de los propios insurgentes. De esta manera,
el gobierno de la Casa Blanca se comprometía a abonar una cuantía de 300 millones de
dólares a los rebeldes sureños a fin de que el territorio pudiera, por fin, secesionarse.
Parece que la estrategia, que no podría decirse en que periodo está, ha dado resultados,
ya que en 2005, como ya hemos dicho anteriormente, se firma un acuerdo de paz entre
Garang y Bashir y la consiguiente pacificación de la zona, aunque aún se mantienen en
actividad algunas secciones de ELPS, es un hecho.

En cambio, el hallazgo de nuevas reservas en la zona de Darfür, en lo que parece ser el


motivo oculto del conflicto, ha desplazado las tensiones a esta región. Los recursos
devengados de la extracción de petróleo han servido al gobierno de Sudán para
parapetar a su ejército en las zonas de extracción y lograr así que las petroleras puedan
trabajar tranquilas. La expulsión de la población residente en los territorios del hallazgo
parece no ser un inconveniente en comparación con la rentabilidad del negocio. Así, que
el acoso a la población de Darfür haya comenzado justo después de dicho hallazgo,
parece un reflejo claro de las motivaciones del conflicto. En cambio, en una
demostración más de lo difícil que es, con tan poca información, saber si fue antes la
gallina o el huevo, no queda claro quien comenzó la lucha armada. Hay quien opina que
fue el propio gobierno quien alentó la tensión al querer expulsar a la población nativa de
sus territorios para lograr, de esta manera, un mayor control de la zona. En cambio,
también se dice que fueron los propios habitantes de Darfür quienes, ante los logros
obtenidos en su revuelta por sus vecinos del sur y a sabiendas de que su territorio era
rico en petróleo, organizaron la insurgencia para pedir derechos de autonomía y
controlar las reservas ellos mismos. Sea de una u otra manera, lo cierto es que las
compañías petrolíferas ya se están asentando en las zonas más cercanas a los antiguos
pozos del sur. El ascenso hasta aquellos territorios más norteños en los que huela a
petróleo será progresivo, ya que la milicia darfüreña, mal aprovisionado y con pocos
amigos internacionales, no parece que pueda aguantar el envite. La compañía china
CPNC comenzó la extracción en los campos de Darfür, más concretamente en Melut
Basin, en 2004 y tiene la concesión para explotar todo el gran bloque 6. Hay también
quien asegura que Estados Unidos está alentando la división interna en el país, después
de que la mayoría de las concesiones hayan ido a parar ya a sociedades petroleras de
otros estados. Podría ser una estrategia de presión para lograr finalmente las
concesiones para explotar las nuevas reservas del Darfür, ya que el acoso sobre el
gobierno de Bashir fluctúa en el tiempo y si, con Bush, Estados Unidos no se decidió a
intervenir efectivamente, con su propio ejército se entiende, contra un gobierno al que
han tachado de genocida, parece difícil que en el contexto de crisis económica actual, el
nuevo gobierno Obama puede acometer este tipo de planes. Mientras tanto, un hallazgo
de recursos que podría traer tantos beneficios a territorio africano, parece que no es más
que otra fuente de conflictos. Desde el Delta del Níger hasta llegar a Sudán, la
población sigue muriendo de hambre mientras ven pasar, como si de un espejismo en el
desierto se tratara, los camiones que construyen los oleoductos.

Los insurgentes darfüreños, de los que apenas si hay información, podrían contentarse
con un acuerdo como el que alcanzaran en 2005 las milicias insurgentes de sur y el
gobierno central. En este acuerdo de paz se estipulaba un plazo de preparación para la
celebración de un referéndum en el que las regiones del sur decidirían si quieren seguir
formando parte de Sudán o prefieren vivir con independencia. Si el resultado del
referéndum no se manipula, es muy probable que esta región alcance la independencia,
por lo que la pérdida para Sudán sería mayúscula ya que la mayoría de las reservas
petrolíferas están en estas zonas. En este contexto, es complicado que el gobierno de
Sudan acepte para Darfür un acuerdo similar. Es más probable que se hable de una
cierta autonomía en que las ganancias del petróleo fuesen divididas de alguna manera
equitativa que saciara las pretensiones de cada lado. Este posible acuerdo futuro, con la
entrada progresiva de la ONU en la zona, podría satisfacer también los intereses de
Estados Unidos que, en vez de negociar con un gobierno marcadamente contrario,
podría alcanzar acuerdos con los nuevos gobernantes de Darfür. Lo que no queda claro
es si la guerrilla darfüreña tiene una posición de fuerza como la que mantenía Garang, lo
que hace imprevisible el resultado de las posibles negociaciones. Es importante tener en
cuenta el lugar que ocupa Estados Unidos en el conflicto. Chad parece estar alineada
bajo los intereses de Francia. El descubrimiento de reservas petrolíferas en Darfür no es
una sorpresa para quienes entienden del negocio del petróleo. Después del hallazgo del
oro negro bajo territorio chadiano, cerca de las fronteras con Sudán, se ha descubierto
que toda esta zona es un gran fondo de reservas petrolíferas que se extenderían en un
perímetro indeterminado pero en cualquier caso muy extenso. El problema es que Chad,
como ya hemos dicho, parece estar bajo el influjo de los intereses franceses, lo que hace
que Darfür sea, por su novedad, un lugar en que los intereses estadounidenses tendrían
cabida. La búsqueda de una solución no parece tener mucho futuro si tanto Gran
Bretaña como Estados Unidos no quedan satisfechos. China, por otro lado, podría seguir
manteniendo sus pozos de extracción, ya que, según parece, aun hay una buena parte de
territorio en el norte de Darfür que no está
siendo explotada. [12]

¿A QUIÉN BENEFICIAN LOS


RECURSOS AFRICANOS?

Los ejemplos vistos hasta ahora no son sino un


muestrario de los modos en que se han
explotado los recursos naturales africanos. Allí
donde han hecho aparición, rápidamente han
surgido disensiones internas que, casualmente,
han ocupado el territorio rico. Parece evidente
que los estados más débiles, y los africanos,
tras la colonización, lo eran en su mayoría, son
una buena presa en manos de cazadores de
ganancias a los que poco importa el coste en
vidas humanas. Aunque viene de largo y los métodos de dominación de terceros son tan
históricos como la propia existencia del ser humano, lo cierto es que todos tenemos una
cierta responsabilidad en el contexto actual. Las rutinas de consumo de la sociedad
occidental, envuelta en la idea de progreso, difícilmente puede sostenerse sin la
existencia de estados a saquear, estados que apenas pueden defenderse, que no son
capaces de desembarazarse de los subterfugios utilizados desde el exterior para
mantener perenne su subdesarrollo. La compra de tecnología, de productos derivados
del petróleo, de artículos de lujo como los diamantes y el oro o los muebles baratos y
desechables en pocos años, forman parte del afán consumista y exhibicionista que han
desarrollado la sociedades occidentales, son los ideales de posesión a los que la
generalidad de la población de estos países aspiran. No eres nadie si no puedes costearte
unas buenas vacaciones en el extranjero, nadie si los muebles de tu casa no están a la
última o si el coche que acabas de adquirir no es lo suficientemente amplio y moderno
como para deslumbrar a tus vecinos. La idea de progreso ha dejado de vincularse a las
conquistas sociales para pasar a ser presa de las pertenencias materiales. El progreso se
mide en bienes, no en ventajas sociales, de ahí que, difundido de esta manera,
exhibiendo por televisión o en pantalla grande las posesiones de cualquier occidental de
clase media, todo el mundo desee imitar su idea de progreso.

Por el contrario, este modelo está agotado y la actual crisis económica lo demuestra. Es
necesario hacer un balance de lo que para el mundo han representado los años de
capitalismo salvaje y hacerlo desde esa perspectiva, desde una visión global, desde el
punto de vista mundial. Es obvio que los estados occidentales han avanzado,
materialmente hablando, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, a un ritmo
increíble. Los modelos dentro de estos estados son, por el contrario, bien diferentes. Si
bien en unos a primado la privatización de todos los espectros de la vida pública, otros
han mantenido ciertos logros sociales que protegen a la población de la agresividad con
la que opera el capital. En el otro lado, en los estados más desfavorecidos, en los que
partían con desventaja en la carrera por falta de una base estable, los efectos para su
población han sido, por lo general, nefastos. Las convulsiones del capitalismo han
tendido a subsanarse con medidas agresivas, con medios más radicales que los que
venían empleándose hasta ese momento. De esta manera, encontramos que, tras el logro
de las independencias por parte de los estados africano en la segunda mitad del siglo
XX, estos estados han pasado a formar parte de un juego de tira y afloja en lo que a
desarrollo se refiere. ¿Interesa de verdad que los estados africanos se desarrollen? Eso
sería poco menos que tirar piedras en el propio tejado de los estados occidentales. Las
empresas multinacionales, que han alcanzado un poder tal que son capaces de
chantajear por poder económico a los estados que las acogen y a aquellos de los que
provienen, prefieren negociar con administraciones débiles y dependientes de sus
ingresos, por lo que es comprensible, desde el punto de vista del egoísmo y la avaricia, a
los que algunos llaman realismo y que es la esencia del capitalismo, que no muestren
demasiado interés por lo que ocurra con la población de esos estados.

Este desinterés por el subdesarrollo se ha llevado a la práctica para convertirse en


hechos concretos. Thomas Sankara alcanzó la presidencia de Burkina Faso tras un golpe
de estado en 1983. A diferencia de los muchos militares levantiscos que responden a
intereses y apoyos de la elites internas o de segundos países, Sankara llevó a cabo, en
los escasos 4 años que duró su mandato, una labor de estabilización del país en base a la
agricultura, a la lucha encarnizada contra la corrupción y en la mejora sustancial de la
educación. Es decir, intentó desarrollar el país en base a los recursos que tenía a mano y
en favor de la generalidad de la población. Los líderes tradicionales pronto se sintieron
afectados por su pedida de privilegios y las elites del país vieron reducida su capacidad
de manejo de la economía del estado, muchas veces por medios corruptos. Su discurso
antiimperialista o su propuesta a los estados africanos de que dejaran de pagar la deuda
externa sentó mal en el exterior, lo que le hizo ganarse, como en el caso de Lumumba,
la animadversión de las potencias dominantes. En 1987 era asesinado junto a 12 de sus
colaboradores y las elites volvían a retomar el poder auspiciadas por las potencias
económicas.

Casos como este


hacen entender a
los mandatarios
africanos que deben
saber jugar al juego
que se dicta desde
las esferas de poder
económico
mundial. Es
comprensible que
los estados
africanos sean
participes de un
proceso de
liberalización de
sus economías, de
la adopción de
decisiones que favorezcan a estas elites tanto internas como externas. Al fin y al cabo, el
trato no está mal si no se tienen demasiados escrúpulos. Puedes quedarte con el dinero
que quieras de las ganancias que proveen a tu país los recursos que nosotros
explotamos. Lo único que debes hacer es no molestarnos y mantener las cosas como
están. Si algo cambia, atente a las consecuencias. Nadie en su sano juicio estaría
dispuesto a bajarse de un pedestal con tantas ventajas para beneficiar a los ciudadanos
de su estado. Los riegos son demasiados y las ventajas más bien pocas, al menos para
estos mandatarios.

Miguel Ángel Morales Solís es periodista y Master en Relaciones Internacionales y


Estudios Africanos, además de miembro del Consejo de Redacción de la Revista
Pueblos. email: mikel_a_morales @ hotmail.com

Notas
[1] Jean-François Bayart, “El estado en África. La política del vientre”, Edicions
Bellaterra, Barcelona, 1999.

[2] http://www.revistapueblos.org/spip.php?article957

[3] “De dónde viene la madera que consumimos” www.enbuenasmanos.com.

[4] González Calvo, Gerardo “África, la tercera colonización” Editorial Mundo Negro.
2008. Madrid.

[5] “EITI, Folleto informativo. Iniciativa para la transparencia en las industrias


extractivas”

[6] http://blip.tv/file/1794737. Video. Entrevista a Juan José Laborda.

[7] de Altube, Ramiro. “La fiebre del coltán: El imperialismo continua”

[8] García Botía, José. “Algunas claves para entender lo que está pasando en R.D. del
Congo”. UMOYA

[9] de Altube, Ramiro. “La fiebre del coltán: El imperialismo continua”

[10] María Victoria Diez “Darfür: El genocidio del Siglo XXI.”

[11] “El genocidio de Darfür” de Mbuyi Kabunda para Safe Democracy. Versión
electrónica.

[12] “Tragedia compleja en Sudán” de Antumi Toasije para Safe Democracy.

You might also like