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astro-caos.

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AUTORES CIENTÍFICO-TÉCNICOS Y ACADÉMICOS

Caos y mecánica
celeste
Rafael Andrés Alemañ Berenguer
http://raalbe.jimbo.com

L a ciencia funda gran parte de su atractivo intelectual en el esclare-


cimiento de lo desconocido, y lo desconocido, por su propia natu-
raleza, es esencialmente imprevisible. Esto es especialmente cierto en
un ámbito como el de la teoría del caos -o más correctamente, teo-
ría de los sistemas no lineales-, uno de cuyos resultados capitales
establece la imposibilidad de predecir el curso exacto de numerosos
procesos físicos, pese a que éstos se hallen gobernados por leyes
matemáticas inequívocas. Ese es el motivo de que debamos aproxi-
marnos con notable circunspección y una buena dosis de cautela a las
tentativas de anticipar los futuros logros científicos, con excepción de
los inmediatamente venideros. No debemos olvidar jamás que en la
ciencia, como en una buena novela, el mayor interés reside en los
acontecimientos que nadie pudo prever.

à Las raíces del caos

El nacimiento de la teoría del caos, por su parte, constituye un


magnífico ejemplo de cómo lo imprevisto, e incluso lo supuestamente
insignificante, puede erigirse con el paso del tiempo en semilla de una
visión singularmente nueva del mundo físico. Sus orígenes deben ras-
trearse hasta la misma revolución intelectual del siglo XVII, cuando
Galileo y Newton sentaron las bases del moderno método científico,
liberando el pensamiento del estrecho corsé del escolasticismo medie-
val. Para ello mantuvieron que era imperativo deducir las leyes que
rigen los fenómenos naturales sirviéndose de la observación experi-
mental y de la formalización matemática. Mediante la primera se
manipulaban las condiciones ambientales en las que tenían lugar los
procesos físicos con el fin de aislar aquellos factores auténticamente
relevantes y determinar el tipo de influencia ejercida. A su vez, el len-
guaje matemático aportaba a la formulación de estas leyes la univer-
salidad y la inflexible precisión que lo caracterizan.

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Caos y mecánica celeste

Fue justamente tal inflexibilidad la responsable del ventado, y el mecanicismo prosiguió su marcha triun-
nacimiento de una doctrina que quedó tácitamente fal en el seno de la física. La doctrina de Laplace pro-
inscrita en el pensamiento de los científicos, si bien venía de la conjunción de dos premisas cuya inde-
jamás ha sido una necesidad lógica del mismo. Quien pendencia raramente fue discernida por aquellos que
mejor y más nítidamente expuso tal doctrina fue el las asumieron con tanto entusiasmo. Por un lado se
físico y matemático francés del siglo XVIII Pierre Simon tenía la idea del determinismo, según la cual no exis-
de Laplace, cuando afirmó que un genio dotado de te fenómeno natural que no se halle sujeto a una ley
suficiente poder de cálculo podría conocer las posi- física matemáticamente expresable. Por otro estaba el
ciones y velocidades de todas las partículas del uni- principio del análisis, que afirmaba la posibilidad de
verso en cualquier instante del tiempo. Nada escapa- estudiar un efecto complejo dividiéndolo en un con-
ría, pues, al conocimiento de este ser, para quien junto de efectos simples, la combinación de los cuales
pasado, presente y futuro aparecerían como algo permitía reproducir sin distorsiones el resultado origi-
inexorablemente inferido de las ecuaciones matemá- nal. La posibilidad del análisis se basaba en realidad
ticas en que se plasmaban las leyes de la física. El en la existencia de procesos lineales, esto es, procesos
apabullante éxito práctico de la gravitación newtonia- en los que una variación determinada en las causas
na y sus leyes del movimiento, hizo esta suposición produce una variación estrictamente proporcional en
poco menos que irresistible para las mentes de los los efectos. Estos dos presupuestos se remontan, por
científicos decimonónicos. Precisamente la astrono- lo menos, a los días de Galileo, quien los aplicó implí-
mía suministró el campo idóneo para someter a prue- citamente en el curso de sus investigaciones. Y como
ba la capacidad predictiva de la nueva física, gracias ocurrió después con la leyes de Newton, su rotundo
a la cual pronto se obtuvieron triunfos deslumbrantes éxito veló temporalmente cualquier objeción que
en el pronóstico de eclipses, movimientos planetarios, hubiese cabido formular sobre ellos. Muchos años
trayectorias de cometas y un largo etcétera de acon- más tarde la física cuántica se encargaría de desmen-
tecimientos siderales. A partir de entonces nadie se tir el primero, en tanto que la mecánica del caos
atrevió a poner en duda lo acertado de la opinión de derrocaría la confianza en el segundo.
Laplace: el mecanicismo se había asentado victorioso
en el pensamiento general, y así se mantendría La senda del definitivo declive quedó expedita a
durante más de un siglo. finales del siglo XIX, cuando el matemático, físico y
filósofo francés Henri Poincaré descubrió que al
Es cierto que apenas nadie objetaba seriamente aumentar la precisión en las predicciones a largo
de la suma perfección alcanzada por la física tras la plazo del problema de tres cuerpos, algunos de sus
obra de Newton y sus seguidores, pero también lo es resultados arrojaban la posibilidad de trayectorias
que pronto se hicieron evidentes algunas perplejida- atrozmente irregulares y caóticas. Peor todavía; apo-
des en el mismo corazón de las teorías triunfadoras. yándose en un teorema elucidado por el matemático
Una de ellas era la dificultad de determinar la con- Bruns en 1887, Poincaré probó la imposibilidad de
ducta dinámica de tres cuerpos de masa comparable conocer por anticipado cuáles de esas trayectorias,
afectados únicamente por sus mutuas interacciones estables o inestables, se darían en la realidad, excep-
gravitatorias. El caso más simple de dos cuerpos, uno to realizando un número infinito de operaciones alge-
de ellos con masa muy superior al otro, era sobrada- braicas. Ahí residía la auténtica solución del problema
mente conocido: el movimiento de la Tierra en torno de los n cuerpos, en el reconocimiento puro y simple
al Sol -despreciando el influjo del resto de los plane- de que tal solución era inasequible. La interacción
tas- cumplía dichos requisitos. Tampoco había gra- gravitacional de n cuerpos de masa equiparable resul-
ves problemas prácticos cuando en un trío seguía ta ser un problema no lineal, y por ello carece de solu-
dándose una gran desproporción en la masa de algu- ción matemática exacta, no importa cuánta habilidad
no de sus miembros frente al resto. Ahora bien, si en de cálculo invirtamos en su búsqueda.
un grupo de tres o más objetos todos ellos poseían
masas semejantes, el asunto distaba mucho de ser La irrupción en escena poco después de la relati-
trivial. Tanto es así que las mejores mentes matemá- vidad y la teoría cuántica desplazó las investigaciones
ticas de los siglos XVIII y XIX se estrellaron contra este de Poincaré del centro de la atención general, y las
monumental desafío, el llamado “problema de los n relegó al cajón donde se almacenan las curiosidades
cuerpos”. interesantes en espera de tiempos mejores. El
momento propicio llegó en 1963, cuando Edward
Adoptando una actitud bastante frecuente en la Lorenz quedó estupefacto al comprobar que variando
física y en otras ciencias, se supuso que con paciencia mínimamente las condiciones iniciales de una simula-
y un trabajo diligente todo problema llegaría a ser sol- ción meteorológica en su computadora, la evolución

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del clima variaba drástica e impredeciblemente de un para que se manifiesten efectos caóticos graves en el
caso al otro. Su comentario según el cual “una mari- sistema solar es igual o superior a la vida estimada de
posa batiendo las alas en Pekín podía causar un tor- nuestra estrella, la naturaleza estable o inestable de
nado en Tejas”, no tardó en hacer fortuna como las órbitas nos será del todo indiferente para cualquier
emblema de la nueva ciencia del caos. Su arrollado- propósito práctico.
ra popularidad planteó de inmediato la pregunta de
por qué no se había evidenciado mucho antes la pre- Es importante señalar que la no linealidad de una
sencia de tales comportamientos caóticos en la natu- órbita no implica necesariamente la inestabilidad y la
raleza. Y la respuesta consiste en que los procesos descomposición del movimiento. Puede darse la situa-
reales a los que habitualmente se aplican nuestros ción cuasi-periódica, en la que un objeto describe una
conocimientos físicos, pertenecen a la escala terrestre trayectoria que nunca pasa dos veces por el mismo
o astronómica, ámbitos en los cuales los efectos no punto pero tampoco sobrepasa jamás ciertos márge-
lineales son de hecho despreciables o se ha de espe- nes. Esto indica que la no linealidad podría ser com-
rar periodos de tiempo muy dilatados para percibir su patible con cierto género de estabilidad, en el sentido
influencia. ¿Significa esto que la astronomía de los de que las trayectorias mantengan su forma o pasen a
próximos años permanecerá indiferente al influjo de otra muy semejante pese a su sensibilidad infinita a las
la mecánica del caos? A continuación comprobare- condiciones iniciales. Probablemente la Tierra se
mos de sobra que no es así. encontrará dentro de cien años en una posición muy
similar a la actual, pero incluso es difícil concretar qué

à
significa aquí el término “probablemente”. El teorema
KAM (por las iniciales de sus autores, Kolmogorov,
Estrellas, planetas Arnold y Moser) viene a sostener algo de esa índole,
y cuerpos menores estableciendo las condiciones bajo las cuales se dará
esa casi-estabilidad. Resulta, de acuerdo con este teo-
rema, que determinadas resonancias entre los plane-
La estabilidad del sistema solar sigue siendo una tas sólo serán desestabilizadoras si sus respectivos
cuestión abierta que verosímilmente encontrará su periodos orbitales se encuentran en relación de núme-
respuesta durante las próximas décadas. La configu- ros enteros. Ahora bien, en el mundo real es altamen-
ración más simple del problema de los 3 cuerpos es el te improbable que se dé una relación tan exigente
modelo de Sitnikov, compuesto por un planeta ligero como la requerida, pues siempre será más probable
P que se mueve bajo la influencia de dos estrellas que aparezcan decimales en lugar de números exacta-
iguales, A y B, las cuales giran una alrededor de la mente enteros. El teorema KAM se alza de esta mane-
otra describiendo elipses. Bajo tales condiciones el ra como uno de los escasísimos ejemplos en los que la
planeta P experimentaría sucesivos periodos de rota- invariancia de un cierto fenómeno natural (en este
ción distintos sin pauta regular alguna. Una impreci- caso, las órbitas) se garantiza, no por la conservación
sión de cien metros en la ubicación del centro de la de alguna magnitud física (energía, impulso, etc.), sino
Tierra en el día de hoy, convierte en completamente por un puro requisito formal, como es el carácter arit-
imposible inferir su situación dentro de cien años. Por mético de ciertas relaciones numéricas. No es desca-
ahora, no parece posible prever el movimiento con- bellado pensar que en el futuro asistiremos a más des-
junto del sistema solar más allá de cien millones de cubrimientos de este cariz.
años, ni tampoco resulta factible retrodecir paráme-
tros orbitales como la excentricidad de la Tierra, tan En años recientes se ha constatado que las órbitas
importante para el estudio de los paleoclimas terres- hoy observables de los planetas en el sistema solar,
tres. La presencia de resonancias seculares (propor- no han sido siempre tan estables como ahora pare-
cionalidad entre periodos orbitales que intensifican cen. Existen indicios muy poderosos que señalan en
las interacciones) en los movimientos de precesión de la dirección de una posibilidad que hasta la fecha se
las órbitas planetarias de los planetas, permitirá apor- había desdeñado por completo, y es la migración pla-
tar nuevas explicaciones a variados fenómenos astro- netaria hasta sus ubicaciones actuales desde las posi-
nómicos, como las lagunas de Kirkwood o el trans- ciones en que estos cuerpos celestes se engendraron.
porte de cometas, sin recurrir a causas externas a la La peculiar órbita de Plutón, la orientación singularí-
gravitación. Hiperión -un satélite de Saturno- pre- sima del eje de Urano, y la relación entre los periodos
senta un movimiento claramente errático en su eje de orbitales de Neptuno y Plutón, abonan la hipótesis de
rotación, y también existen signos de caos en las ban- cambios paulatinos en la ordenación de sus respecti-
das de asteroides, en los anillos de Júpiter o en Plu- vas trayectorias. Estas variaciones justificarían tam-
tón. Por otro lado, si el tiempo que hemos de esperar bién la marcada proximidad a sus respectivas estrellas

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de los planetas gigantes hallados en los últimos tiem- distribución temporal de las lluvias cometarias, en
pos fuera de nuestro sistema solar. Tales gigantes la estructura de los cúmulos globulares, cinturones
gaseosos habrían nacido en posiciones más alejadas de asteroides, discos de acreción y nebulosas planeta-
de su estrella progenitora para acercarse con posterio- rias, o en las variaciones de luz de algunos cuásares (el
ridad a causa de diversas interacciones con otros 3C-345, por ejemplo).
compañeros o con el disco protoplanetario.
La estructura interna de las estrellas -todos lo
sabemos- se halla sometida a un dinamismo mucho
más rápido y violento que el de las órbitas planeta-
rias. Las manchas solares (cuyo ciclo de once años ha
à Cosmos y caos

La estructura fractal no parece ser una propiedad


sido objeto de polémica durante décadas), las olea- privativa de las nubes de asteroides y cometas, sino
das de protuberancias solares, las fulguraciones que surge como un principio modelador primordial a
repentinas y las alteraciones rítmicas en la distribu- gran escala en el universo. Así parece atestiguarlo la
ción espacial y temporal del campo magnético solar, disposición global de las nubes interestelares, las gala-
son algunos de los fenómenos estelares que, tras intri- xias y los cúmulos de galaxias. Nuestra Vía Láctea, por
gar largo tiempo a los expertos, podrían ser explica- ejemplo, se halla formada por unos cien mil millones
dos con ayuda de la mecánica caótica de fluidos. En de soles, mezclados con nubes de gas y polvo que
efecto, como un fluido cabe considerar el inmenso constituyen el medio interestelar. Estas aglomeracio-
cúmulo de átomos, núcleos y partículas que configu- nes gaseosas y polvorientas se presentan en un amplio
ran el interior de las estrellas, y un fluido -esto es lo abanico de densidades que crecen conforme el tama-
importante- en régimen caótico. La convección tér- ño de la nube disminuye. Cuando el cúmulo es tenue
mica en el seno de los fluidos tiende a tornarse caóti- encontramos tan solo átomos de hidrógeno, H, los
ca para calentamientos muy intensos, y nadie duda cuales se combinan en moléculas, H2, al aumentar la
que así ocurre en el interior del Sol. El desorden deri- densidad. Las nubes más importantes contienen tam-
va entonces de la aparición de varias estructuras en el bién átomos más pesados, provenientes del núcleo de
fluido, unas estructuras que surgen, desaparecen, se las estrellas, que se enlazan entre sí para formar molé-
desplazan o simplemente fluctúan de modo aparente- culas más complejas, entre las que sobresale el monó-
mente aleatorio. En estos casos tan extremos se está xido de carbono, CO. La relevancia astronómica de
lejos aún de comprender los fundamentos físicos de la esta molécula radica en su facultad de emitir una
turbulencia. Es por ello muy posible que tales investi- radiación electromagnética característica en longitudes
gaciones puedan ser convenientemente utilizadas de onda milimétricas. Gracias a estas emisiones nos es
para dilucidar la existencia o inexistencia de objetos dado conocer las características de tales nubes sidera-
astrofísicos exóticos, como las estrellas de bosones y les, pues el H2 no radia a las temperaturas reinantes
otros retoños de la unión entre las ciencias del espa- en esos lugares (unos 10 K ≅ − 263 ºC).
cio y la física de partículas.
La información transmitida de este modo por el
La disposición de los meteoroides en los enjam- CO –cuya intensidad emisora depende de la cantidad
bres meteoríticos invita a pensar en la presencia de de gas en la dirección de la visual– ha permitido rela-
agrupaciones a pequeña y gran escala, cada una de cionar la masa de las nubes con su dispersión interna
ellas semejante a las que incluye y a aquellas en las de velocidades (una magnitud que nos indica hasta
que se subsume. Esta disposición se denomina geo- qué punto la velocidad promedio de las moléculas
métricamente fractal, según el francés Benoît Mandel- representa bien las velocidades individuales de cada
brot la definió en 1975. Como todo fractal, esta estruc- una de ellas) y con su tamaño. De ello se colige que
tura es autosimilar o “sibisemejante”, es decir, ofrece la masa M de una de estas nubes es proporcional a
el mismo aspecto en todas las escalas de longitud. rD, donde r es su tamaño típico y D un exponente
Naturalmente, esta propiedad no se cumple idealmen- decimal, aproximadamente 1,7. En un medio perfec-
te más que en los objetos abstractos; cualquier conjun- tamente homogéneo el valor de este exponente igua-
to de cuerpos reales posee cotas inferiores y superio- laría a la dimensionalidad del espacio subyacente, y
res de tamaño más allá de las cuales la autosimilaridad en nuestro espacio tridimensional sería D = 3. La cir-
se pierde. Dentro de tales limitaciones, sin embargo, el cunstancia de que D posea un valor de hecho inferior
modelo teórico se adapta de modo bastante satisfac- indica la presencia de una estructura fractal, lo que
torio a las observaciones. Tanto es así que la herra- explica asimismo la organización acusadamente jerár-
mienta fractal se ha ensayado en muchos otros ámbi- quica de estas nubes. Las más grandes están com-
tos astrofísicos con análoga eficacia, como en la puestas por otras más pequeñas, las cuales contienen

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a su vez unidades menores, y así sucesivamente hasta ra, densidad, constante de Hubble, etc.) todavía mal
una cantidad de entre cinco y diez niveles. La autosi- conocidas. La escala de transición a un universo
milaridad de estas composiciones, como se ha men- homogéneo es actualmente objeto de vivo debate, y
cionado antes, pierde su validez al traspasar ciertos su dilucidación final cabe confiar que surja con la
límites de tamaño. Las nubes más grandes abarcan indagación de la totalidad de las galaxias visibles en
cerca de 300 años-luz y su masa es un millón de los próximos años.
veces la de nuestro Sol; no se pueden formar nubes

à
mayores porque las fuerzas de marea de la propia
galaxia que las acoge, las despedazaría. En el extre-
mo inferior, las nubes menores cuentan con una Los primeros instantes
decena de unidades astronómicas (1 u.a.∼150 millo-
nes de km), y su masa es aproximadamente igual a la No es posible olvidar que una buena proporción
de Júpiter. Así, la relación entre los tamaños de la de las características cosmológicas depende de las
nube mayor y la menor es de un millón, y la relación condiciones iniciales que imperaron en los momentos
de masas de unos mil millones. más tempranos de nuestro universo. El enlace entre la
termodinámica y el modelo estándar de la física de
La conformación de estas estructuras, sus condi- partículas, por ejemplo, es una unión que todavía
ciones termodinámicas y su participación en la forma- queda por efectuar y de la cual pueden surgir vásta-
ción de estrellas son aspectos todavía pendientes de gos de propiedades insospechadas. La definición de
esclarecimiento por futuras investigaciones. No obs- la entropía gravitacional constituye por sí misma una
tante, la existencia de leyes de escala (leyes que no cuestión notablemente intrincada, que sin duda no
dependen del tamaño de los sistemas a los que se apli- puede considerarse ya saldada por las discusiones
can) sugiere que la gravitación podría explicar en soli- desarrolladas en la última década del siglo XX. No
tario esta clase de fenómenos. La formación del frac- sabemos hasta qué punto el universo puede conside-
tal se explicaría presuntamente por inestabilidades rarse un sistema aislado, desdeñando el influjo de su
gravitatorias seguidas de fragmentaciones. Dado que propia gravedad sobre sí mismo, o en qué sentido
estos procesos no tienen una escala preferente, pue- hemos de considerar termodinámicamente esta auto-
den proseguir en cascada con independencia del acción gravitatoria para juzgarlo como verdadera-
tamaño de la nube, a condición de que el gas se man- mente aislado. Aquí es donde habremos de decidir
tenga a temperatura constante (régimen isotermo) entre una termodinámica cosmológica del equilibrio
radiando energía. Dada la gran complejidad del pro- o del desequilibrio, enfrentándonos con ello a una
blema, todavía se carece de una descripción termodi- auténtica cascada de controvertidas cuestiones.
námica satisfactoria para este conjunto fractal de frag-
mentos en equilibrio casi isotermo, de número La no linealidad de las interacciones cuánticas
variable y sometidos únicamente a su autogravitación. entre partículas elementales, asimismo, se elevará
probablemente como uno de los campos de investi-
Las galaxias, representadas como un conjunto de gación más fructíferos de la primera mitad del siglo
puntos autogravitantes, tampoco escapan a las consi- XXI, cuyas repercusiones en la astrofísica de primera
deraciones precedentes. Su disposición típica es la de línea no podemos menospreciar. Sabemos ya con
una estructura jerárquica formada por grupos, cúmu- suficiente certeza que la combinación lineal con la
los y supercúmulos. Si la Vía Láctea posee un diáme- que representamos la superposición típica de estados
tro aproximado de 100.000 años-luz, y las mayores cuánticos, apenas es un primer paso en la explora-
aglomeraciones de materia conocidas llegan a los mil ción de este desconcertante mundo. Las formulacio-
millones de años-luz, las galaxias componen una nes no lineales de tales teorías se habrán de investigar
estructura fractal de exponente característico próximo en toda su profundidad, y desvelarán sin duda con-
a 1,7. Pese a todo, el universo se torna homogéneo a ductas aún insospechadas en las partículas cuánticas.
gran escala -como demostró el sondeo del satélite La polémica sobre la masa en los neutrinos es seguro
COBE- puesto que la autogravedad de las estructu- que se resolverá en cuanto los montajes experimenta-
ras no es predominante frente a la expansión global les pertinentes se hallen dispuestos para llevar a cabo
del universo. Esto significa que a gran escala D los ensayos definitivos. Como se ha comprobado, la
adquiere el valor 3, circunstancia sugerida ya por los existencia de neutrinos masivos está relacionada con
catálogos observacionales de galaxias. Sin embargo, la facultad de estas partículas para evolucionar desde
la incertidumbre de estas observaciones es muy acu- una superposición de estados a un único estado
sada, pues dependen del modelo cosmológico esco- cuántico, en un proceso de decaimiento de muy
gido, el cual se rige a su vez por magnitudes (curvatu- breve duración. De todos es sabido también que las

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interacciones no lineales desempeñan un papel deci- mo cuántico no lineal que prevenga la aparición de
sivo en tales fenómenos, denominados de “decohe- una singularidad puntual de densidad infinita en el
rencia”, en el curso de los cuales las partículas pasan centro de un agujero negro, del mismo modo que
de encontrarse en una combinación de estados a otra regla cuántica impide el derrumbamiento de los
adoptar uno de ellos como estado propio. Es muy electrones sobre los núcleos atómicos. Y quién sabe
posible, así pues, que las futuras teorías cuánticas no las implicaciones de estos futuros hallazgos sobre los
lineales revelen procesos de decoherencia que apor- propios modelos del Big Bang, cuyas especulaciones
ten nueva luz a las propiedades de partículas hoy uti- se detienen en el tiempo cero debido a la singularidad
lizadas como herramientas de exploración del cielo inicial de la que, supuestamente, brotó todo.
profundo. Incluso cabría esperar de ellas -¿por qué
no?- algún auxilio en la resolución del enigma de la
materia oscura del universo. La reciente entrada en el escenario teórico de la
constante cosmológica de Einstein, merced a los resul-
Se abriga la esperanza de que las teorías cuánticas tados de las últimas observaciones realizadas sobre la
no lineales del siglo XXI, cuya aspiración más cara es densidad de la materia en el universo y su ritmo de
la de unificarse con la relatividad general einsteniana, expansión, introduce nuevas y muy revulsivas conse-
despejen en alguna medida el misterio de los “aguje- cuencias sobre la no linealidad de sus interacciones. El
ros negros”, condensaciones infinitamente densas de modelo inflacionario y su concepción del periodo de
masa y energía (singularidades) rodeadas de un oscu- expansión acelerada como una transición de fase de
ro halo de tinieblas a causa de una gravitación perifé- segundo orden, se beneficiará sin duda de venideros
rica tan intensa que ni la luz puede escapar de ella. avances en la termodinámica de los sistemas no line-
Puesto que los modelos de creación de los agujeros ales. Todo ello acompasado, sin duda, por la necesa-
negros provienen todos de la relatividad general pura, ria progresión en nuestro conocimiento de las técnicas
no es descabellado pensar que la incorporación a los precisas para desentrañar ecuaciones acopladas en
mismos de procesos cuánticos no lineales podría ejer- derivadas parciales de segundo orden, e incluso supe-
cer los mismos efectos balsámicos sobre las singulari- riores. Ya se planifican programas con este fin en la
dades que la originaria teoría cuántica procuró al siguiente generación de potentes computadores de
modelo atómico de Rutherford, sanándolo de su procesamiento en paralelo. Y bien, perdidos como
intrínseca inestabilidad. Tal vez en esas nuevas condi- estamos en mitad de este océano de incógnitas no
ciones las singularidades no se produzcan como nos- podemos más que aferrarnos a una única certeza: los
otros suponíamos, y las masas de los grandes soles físicos del caos, astrofísicos y cosmólogos del siglo XXI
fenecidos no se precipiten irremediablemente en un tienen ante sí un horizonte de descubrimientos tan
abismo gravitatorio sin fin. Quizás exista un mecanis- prometedores como apasionantes.

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