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Notas sobre Norep: deconstruyendo el Mito nacional

Por Nicolás González Varela

A propósito de la novela Norep, de Omar Genovese,


La Comuna Ediciones, La Plata, 2010

“La Conducción es un gesto ampuloso


e intencional, de aspecto magnánimo…”
(Norep, Cap. XIV, p. 88)

Viejas como el mismo miedo, las ficciones


fantásticas son anteriores a las letras, decía con
precisión Bioy Casares. Y debemos decir que la
reciente feliz nouvelle del poliédrico escritor
Omar Genovese (es su tercera obra) recupera
intenciones estéticas, que o bien habían
desaparecido o eran subestimadas: la crítica
política funcionando como romanticismo
fantástico. Norep (¿¡Juan Domingo Perón!?)
rebasa&desborda los estrictos límites profesionales del literato y nos invita a
bucear en las aguas profundas y opacas del mito político nacional de los
argentinos. Esas aguas inasibles y malditas, combinación de sonambulismo y
pesadilla, ha sido et nunc et semper un objeto de deseo indescifrable para
historiadores y politólogos. Repito: es una obra de ficción pero nos permitimos
una lectura obliterada desde la filosofía y la política. Genovese genera una
deconstrucción ab absurdum, una deconstrucción sabia que sabe que la
superstición política favorece finalmente a la poesía, una deconstrucción ¿por
qué no? miltoniana, donde se deifica al mismo Demonio y se banaliza la magia
torpe, débil y patética de la lógica política populista. Genovese abre la novela
asumiendo su papel romántico de plena complicidad con el lector que ha
perdido toda inocencia: es un mentiroso en busca de la Mentira absoluta. El
inicio es bien bioycasarianne, recordando una nueva “trama celeste”, donde el
Yo narrador simplemente exhibe las pruebas llegadas desde un oscilador
ideológico enterrado en el mismo Averno. Existe, dice Genovese, formas
intermitentes pero seguras, de comunicarnos con el mismo ámbito del
Anticristo. Entramos en los reinos infernales, esta vez sin Beatrice, que se
parecen a un laberinto kafkiano, a un organismo burocrático de los míticos años
1950’s, vivo y gris, que simplemente se reproduce en infinitas cavidades y
pasillos sin remedio ni límite. Allí aparecen los personajes más famosos,
infames, inhumanos e ignominiosos de la Historia: Hitler, Mussolini, Stalin
(Koba), Beria, Goebbels, Göring, Himmler, Mengele, Pavelic, Pol-Pot… y entre
ellos mora el gran conspirador, el hablador par excellence: el condenado
espectro de Juan Domingo “Norep”, fantasma sin manos, un paradójico líder sin
multitud, conviviendo con su pequeño grupo de leales e incondicionales, con su
horda, su Bund justicialista: Evita, su cuñado Duarte, Apold, López Rega,
Richter, Rucci, Vandor, Cafiero… El Averno genovesiano es bicéfalo: tiene una
peculiaridad antipopulista esencial, ya que en él se niega no sólo al
territorialidad sino que “nada gregario es posible”, es imposible fabricar
“generar la noción de Pueblo”; al mismo tiempo posee la otra cara de la moneda,
es la quintaesencia del Peronismo ya que el Averno “es norepista, hace continua
la saga del hombre vital en su prolongación condenatoria”. En ese universo
claustrofóbico donde las coordenadas populistas no tienen forma de asirse, ni
fijarse autoritariamente, Norep necesita para ser sí mismo en cualquier mundo,
generar y producir sus propias relaciones entre Masa y Poder, esa es “su
esperanza cósmica”, reconstruir de alguna manera su querida “masa acrítica”.
La “masa acrítica”, una antítesis de la conciencia de clase, definida como ese
sujeto colectivo con “la voluntad mísera de cambiar la realidad y cierto apego
hacia el sentido de la Trascendencia”, la masa “propiedad de la inercia”. La
“Masa Acrítica” jamás es un puerto seguro al autoritarismo, ya que “jamás
presentará reacciones de agregación espontánea con tendencia a la Rebelión”,
una masa compuesta de supernumerarios, fieles “norepios” que vociferan “tres
A en concordancia rítmica”, que es la fórmula” el pase mágico, la llave hacia el
Discurso fundamental” que exige y reclama el Líder, el Supergeneral del Pueblo.
Y la “masa acrítica” necesita para dinamizarse la lógica binaria del
amigo/enemigo, los enemigos ficticios, orwellianos, porque el segundo
momento de la construcción populista es que “hay que crear un buen enemigo,
alguien visible y concreto”. Norep delira bajo un anhelo maquiavélico que lo
desvela, como sólo podría desvelarse a un muerto. Norep añora que ya no podrá
conquistar el máximo bienestar populista: “la felicidad de un Pueblo asador”,
porque finalmente ¿no es él mismo, Norep, la quinta esencia del populismo
sans phrase, “el asado del Mundo”?

La superstición, señalaba Voltaire, es después de la Peste Negra el más horrible


azote de la especie humana. Agregaríamos, que la superstición política es su
forma más acabada y exangüe. Ya lo sabían los escritores subversivos del siglo
XVII; la crítica a la Política se basa en realidad en la crítica a la superstición, a la
falsa trascendencia. ¿No es acaso el Peronismo “la” superstitio argentina por
antonomasia? ¿No es ese “reguero emocional imposible de detener”? ¿No es
acaso “el murmullo peronista un rezo pagano”? Genovese lo intuye, lo sabe:
Norep es un dispositivo literario que abrasa la superstición política, la
desmiembra desde una visión carnavalesca, desde un engañoso comique absolu,
donde una patético Perón y su Sancho Panza (Lopecito) coinciden en que “nadie
puede encarnar a Norep fuera del Infierno”. Además Genovese anula la
posibilidad reaccionaria del eterno retorno de lo mismo: Norep le angustia la
descendencia en el sagrado Movimiento, las parodias institucionales de sus
acólitos, la erosión en el universo ideológico pejotista posmoderno de la
Doctrina Social de la Iglesia Católica y finalmente la propia duda en los
Descamisados: “ya no existían las manifestaciones, ni el idea de una familia
pacífica y obediente a las leyes de la Patria, como tampoco los gestos de amor
fraterno entre trabajadores.” Y este Perón encadenado, está en lo cierto,
observando con angustia la sucesión histórica-farsesca de cinco, seis, siete
peronismos, que repiten en la vacía retórica slogans corporativistas,
desarrollistas y filofascistas, “el fango de un pasado deformado” o se
metamorfosean en las ideologías dominantes de la coyuntura. Norep oscila en
su herradura ideológica en el mismo Averno, como el movimiento real y práctico
que le simboliza, entre la fascistafilia, la derecha corporativa y el momento pre-
fascista. Norep ya no distingue entre su identidad, su propia vida y el
Movimiento: él no es un Líder más, es el Peronismo, con todo lo que significa:
“Yo soy el Movimiento encarnado en cada uno de los descamisados y
trabajadores norepistas.” En clave arltiana, Norep genera sus propios aliados,
sus peculiares “Siete Locos”, que le ayudarán a conspirar y planificar no sólo su
retorno desde la cuarta dimensión, sino reproducir, en el mismo Infierno
enfrentándose al ángel satánico, la lógica política del año de la decisión:1945. Se
trata de regenerar el Gran Fasto Político Fundamental, “Gran Circo Norepista”.
Desde este punto de vista, Genovese es el anti Lamborghini: Norep le escupe en
la cara a su Perón en Caracas; y desde el mismo punto de vista, Genovese es
una vuelta de tuerca a la masa acrítica de la “Fiesta del Monstruo” de Borges y
Bioy Casares, arengada desde una gran descarga eléctrica. El Peronismo es el
oscilador semántico de la Ideología argentina, cuyo Movimiento generado desde
el Estado gracias a la producción de “sujetos masificados”, el fenotipo del
Descamisado, emite la Verdad. La Verdad “es” el Movimiento, y, como le
señalará a Norep su enemigo más íntimo al final de la novela, “los idólatras
construyen celebraciones pasajeras tan vanas, como lo son las Veinte Falsedades
insuficientes para justificar a un Déspota, a todos los déspotas.” Peronismo,
perdón, Norepismo y Conservadurismo no se diferencian más que por la táctica.

La política argentina tiene, lo descubre con crudeza Genovese, un misterioso


Huésped Mudo, sin manos, sentado a la mesa ideológica del Movimiento
nacional. En la mesa se encuentran todos, desde la Derecha hasta la Izquierda,
incluidos los intelectuales. En todas las discusiones alguien está presente el
Mudo-Manco Invisible, que en la mayor parte de los casos no está visible y que,
sin embargo, domina la discusión: plantea la agenda, el orden de temas,
prescribe el método, determina la orientación, demarca amigo de enemigo.
Norep no necesita “hablar” desde el más allá, al no ser un ingrediente que se
pudiera captar y situar con determinación en la discusión política burguesa
argentina, ésta gira en torno a la esencia del Norepismo y circula así con sus
angustias, obsesiones, pecados, ideas, proyectos y anomalías. La discusión
política nacional se extenuaba y se perdía en los meandros de la Historia para
finalmente comenzar de nuevo la reunión infinita con el Huésped Mudo. El
círculo parlanchín de la clase política argentina se cierra, absorbiéndolo, en
torno al Mudo-Manco invisible. El hablador par excellence Norep, el elemento
neutro que es el elemento absorbente de toda desviación e innovación, desplaza
los acentos del Nacionalismo burgués desde su patética mudez en el Averno. El
acento es paradójico: será nacionalrevolucionario aunque actúe como un social
conservador, por que el Norepismo no sólo es Circo, sino Teatro de la
Confusión. El teniente coronel Perón, perdón: Norep, será el nacionalsocial que
es el más revolucionario entre los conservadores de todo el Mundo.

Norep como novela tiene otra virtud: su signum diaboli, la unión de lo crítico-
fantástico con la risa. Genovese sabe que enfrentarse el Gran Mito nacional de
los argentinos sin risa es una tarea baladí, trabajo de Sisífo, un suicidio estético
y literario. Desde la literatura no puede tomarse en serio al Peronismo, jamás.
Es el discurso de la incertidumbre, del absurdo, el que erosiona los dorados
lugares comunes populistas, desgasta las leyes inmutables de la tradición
reaccionaria, carcome los códigos sociales heredados, subvierte los simbolismos
escleróticos, las vacas sagradas del panteón nacional-popular, la represión
sexual del macho peroncho, la sociedad burguesa corporativa. Norep tiene el
castigo más feroz imaginado en el Averno: un curioso Ayatollah liberal, casi un
comando civil de los 1950's, que anula su preciosa producción de “sujetos
masificados” con sólo agitar por sobre la masa acrítica el shibbolet “Oximorón!”.
Oximorón aplicado al Huésped Mudo es la posibilidad de quebrar el oscilador
semántico de la Ideología argentina y abrir la posibilidad de recomponer en el
Pueblo, en la Argentina Potencia, una auténtica “densidad autónoma”. No
contamos nada más para no adelantarle al lector el delirante y espléndido
desenlace de la novela. La zona de risa en Norep es precisamente la zona de
contacto entre la novela y el confiado lector. La risus diaboli arranca todas las
máscaras, tiene efectos destructivos contra el Poder, por lo que aquí Genovese
moviliza al lector contra la sociedad burguesa, al mejor estilo y efecto de
Hawthorne, Hoffmann, Gógol, incluso Henry James, y más acá Pynchon (del
cual Genovese ya demostró su admiración) o William T. Vollmann. James era
precisamente el que aconsejaba que había que hacerle pensar al lector en el Mal,
en el Mal por sí y para sí, y entonces el escritor quedará liberado de débiles
especificaciones. Al amar la mentira, la risus diaboli de los fantástico-político, el
romántico Genovese se ha arriesgado a convertirla en su Verdad, a llevar como
estandarte las flores del Mal.

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