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EL MEGA-TERREMOTO DEL BICENTENARIO

INSTRUCCIONES PARA UN OPTIMISMO RESILIENTE

Por: Diego Cerda Seguel


(05 de Marzo, 2010)

“Un terremoto trastrueca en un instante las más firmes


ideas; la tierra, el emblema mismo de la solidez, ha temblado
bajo nuestros pies como una costra muy delgada puesta
sobre un fluido; un espacio de un segundo ha bastado para
despertar en la imaginación un extraño sentimiento de
inseguridad que horas de reflexión no hubieran podido
producir.” (Charles Darwin, “Viaje de un naturista
alrededor del mundo”. Observaciones sobre el terremoto de
Concepción, 1835.)

Escribo con el objeto de aportar con una visión a la tarea ciclópea de recuperación de
Chile Central, territorio abarcado por el reciente mega-terremoto entre Isla Mocha y
Valparaíso por la costa, o entre Temuco y Santiago por tierra. Este aporte implica
transitar conjeturas sobre la sismología, ciencia que aún está en sus inicios, pero a la que
probablemente este sismo le haya permitido penetrar nuevos conocimientos. No soy
sismólogo, pero he estudiado la historia telúrica de Chile desde el año 2006,
entrevistando y documentando varias fuentes de primera importancia para su rescate y
actualización. Propondré un punto de vista que espero sea aliciente del optimismo
necesario en la tarea, que aunque llena de duros y difíciles esfuerzos, cuenta con una
conciencia testimonial y con la voluntad de volver a hacer mejor lo que ha sido
destruido.

La tarea de reconstrucción debe tener en consideración dos hechos que ayudan a formar
una fuerza de confianza reconstructiva. Primero, se puede afirmar que en los siguientes
120 años la zona comprendida entre Taitao y Valparaíso no volverá a conocer un mega-
terremoto que sea derivado de la fricción continua entre la placa tectónica de Nazca y la
placa tectónica de Sudamérica. Y, segundo, que las edificaciones anti-sísmicas que
poseemos efectivamente son capaces de soportar un mega-terremoto y sus réplicas. Por
ello el optimismo que se ofrece tiene un asidero en el cálculo científico, pero también
tiene un asidero humano, derivado de la existencia del chileno, y de su continua
experiencia con el poder telúrico que ha dado como fruto una identidad de esfuerzo. En
consecuencia agregaré una reflexión histórica sobre los chilenos que han vivido una y
otra vez estos eventos, encontrando una porción de identidad telúrica en esta nación.
**

120 AÑOS DE SEGURIDAD SISMICA

El mega-terremoto de Valdivia de 1960 que se extendió desde la Península de Taitao


hasta Concepción, con un rompimiento de placas de 1100 kilómetros de extensión,
sumado al reciente mega-terremoto de Concepción, con una extensión de rompimiento
entre Isla Mocha y Valparaíso estimable en unos 700 kilómetros; implican entre ambos
– contando el territorio superpuesto entre ambos eventos – un territorio que suma unos
1600 kilómetros que van desde Valparaíso hasta Taitao. Si consideramos la periodicidad
estimada de estos terremotos calculada en 120 años para Concepción y de 400 años para
Valdivia, según la experiencia del pasado, podemos establecer que este enorme
territorio acaba de cerrar un candado de seguridad sísmica que asegura que en tres
generaciones más, no habrá que lamentar un evento de estas proporciones causado por
el proceso de subducción.

Considerando que en estas regiones habitan la gran mayoría de los chilenos, unos 13
millones de personas, podemos poner nuestra confianza de que la placa de Nazca
incrustándose desde milenios debajo del continente sudamericano, no volverá a atacar y
tratar de destruir nuestras ciudades y pueblos, puertos y caletas en el plazo de más de un
siglo. La conclusión central de esto es que después de este mega-terremoto el tiempo
geológico, para el cual un siglo no es más que un segundo, está desde hoy de nuestra
parte.

A pesar del conocimiento que tenemos sobre el enfrentamiento entre las placas de
Nazca y Sudamérica, llamado el proceso de subducción, no es mucho lo que podemos
decir más allá, desconocemos la mecánica de los terremotos intra-placas para nuestro
territorio; intra-placas significa lo que ocurre dentro de la placa de Sudamérica. Este
tipo de sismos lo conocimos dolorosamente el 24 de enero de 1939, día en que Chillán
desapareció del mapa. Comprender éstos es una necesidad urgente de lograr, pero para
el estado de las investigaciones al día, aún es difícil realizar un cálculo de sus ciclos y
de su comportamiento, puesto que realizan una mecánica muy distinta, y más
destructiva que la de la subducción.
Proceso de subducción. La placa submarina avanza, se sumerge y fricciona la placa continental
produciendo sismos al acumular presión telúrica.

A partir del terremoto de Chillán precisamente Chile comenzó a ponerse en la puntera


de la construcción antisísmica mundial. Esta catástrofe generó una serie de normativas
de edificación que permitieron llegar al mega-terremoto de 1960 preparados, dónde
efectivamente muchas de las edificaciones fueron tan firmes que no solamente
resistieron el sismo, sino incluso el propio tsunami. Asimismo luego de Valdivia la
normativa se siguió perfeccionando y se generó una importante actividad de
investigación y desarrollo de nuevas reglamentaciones para la edificación.

Hoy, tras el mega-terremoto del Bicentenario sabemos que la norma sirve. Nuestras
edificaciones son capaces de resistir la fuerza inconmensurable de un 8,8 richter.
Lamentablemente existieron también excepciones, ¿A qué se debieron? En cada caso
habrá que responderlo. Sin embargo se puede adelantar una respuesta o argumento más
general; que probablemente se va a dar en muchos casos; la existencia de nuevas
técnicas, tecnologías, materiales y criterios para edificar que resultaron defraudantes. De
esta forma en la medida que las pericias arrojen resultados y se descubra esos puntos
débiles en las obras caídas e inutilizadas, la suma de todo ello sin duda será una mayor
seguridad en la construcción en adelante.

La reglamentación de construcción falló tal vez en visar elementos nefastos para la


seguridad y el manejo de los riesgos sísmicos de las edificaciones, pero las enseñanzas
serán enriquecedoras y darán mayor confianza para los habitantes de Chile. En suma;
considerando tanto la expectativa de 120 años de calma sísmica en el choque de placas
tectónicas, así como edificaciones que sí pasan la prueba de una mega-terremoto
podemos afirmar la confianza y proyección necesarias para reconstruir un Chile
estructuralmente mejor y más preparado.

Desde luego lo más importante es el ser humano, el chileno que cada 10 años sufre
terremotos; aunque sólo cada 120 años sufre uno mayor con tsunami devastador, según
el territorio abarcado en nuestro mapa, que acumula la mayor concentración de
población del país, para esa gente está escrito este mensaje de optimismo, de que es
posible reconstruir para permanecer con seguridad.
Diagrama de rompimiento tectónico entre 1960 y 2010. Archivo Kml para visualizar en Google Earth se
descarga en: http://bbs.keyhole.com/ubb/ubbthreads.php?
ubb=download&Number=884122&filename=TERREMOTOS%20CHILE%201960-2010.kmz y
también en:
http://bbs.keyhole.com/ubb/ubbthreads.php?
ubb=showflat&Main=875106&Number=1312697#Post1312697

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RESILIENCIA DE LA IDENTIDAD CHILENA

“…Pero confieso que vi, con gran satisfacción, que todos los
habitantes parecían más activos y más felices de lo que
hubiera podido esperarse después de tan terrible catástrofe.
Se ha hecho observar, con cierto grado de verdad, que
siendo general la destrucción, nadie se sentía más humillado
que su vecino, nadie podía acusar a sus amigos de frialdad,
dos causas que añaden siempre un vivo dolor a la pérdida de
la riqueza....” (Darwin, Viajes… 4 de marzo de 1835, sobre
Talcahuano y Concepción, arrasados tras el mega-terremoto
del 20 de febrero)

En las consideraciones que van a ser parte de la reconstrucción será destacado el nuevo
trazado de las ciudades y pueblos arrasados por el tsunami. Este dejó claro las zonas de
inundación y las necesidades que deben enfrentar las construcciones si se van a
establecer en la costa, puesto que muchas de ellas resistieron el paso del agua, que desde
luego destruyó todo en su interior. También dejó claro que los sistemas de alerta
temprana estaban mal diseñados y fueron inoperantes. Frente a esta terrible falla se
demostró una vez más que la experiencia colectiva de terremotos y tsunamis pasados no
se ha perdido en las localidades costeras, quedando de manifiesto el poder de salvar
vidas de la historia oral; de la memoria que pasa de boca a boca; la que le entregan los
abuelos al nieto; que relata el pescador y el campesino. Esa memoria es constitutiva de
lo que es el sentido común en Chile. Sin memoria, traducida en relatos colectivos en
historia oral, sin ninguna duda miles de vidas se hubiesen perdido.

La falta de sentido común demostrada por ONEMI en su falla en la alerta temprana de


tsunami, es parte de un problema de mala comunicación entre esa memoria y sentido
común, y otro sentido común, que no está anclado en el territorio, sino más bien
parecería, está esclavizado en procedimientos e instrumentos, hoy comprobadamente
poco confiables.

La sociedad chilena ha aprendido una importante lección con el mega-sismo, somos


chilenos, y nuestra experiencia como tales tiene un valor por sobre muchas otras
experiencias que se llevan el sistema, el mercado y las apariencias civilizatorias,
develadas sumamente frágiles. Son tristes los relatos de Pelluhuanos, y muchos otros
lugareños de otros balnearios y caletas pesqueras; cómo mucha gente; turistas de
camping, santiaguinos en su mayoría, no hicieron caso a la alerta de los vecinos para
correr al cerro de inmediato y lograr arrancar de la ola asesina; en ello se ve una brecha
entre un saber apegado al territorio y otro saber, un saber urbano, desenraizado de su
terruño, que sin duda no logró tener contacto con la memoria ancestral de Chile, la
verdadera memoria que salvavidas, que ha creado un sentido común propio.
Probablemente esas personas no contaron con la ocasión de conocer el terruño, no hubo
ni cuentos y ni relatos de boca en boca, ni de abuelos a nietos, sino quizás solo mucha
televisión.

Esto demostró que la historia colectiva es la que conserva la resiliencia del territorio, la
que posee el poder no sólo de salvar vidas intuyendo aquí y allá el tsunami, sino que
también energiza una voluntad de reconstrucción; de que una población destruida una,
dos, tres veces vuelva a ser ella misma. Digo ‘se demostró’ puesto que siguen y
seguirán ahí, y volverán a llamarse, Pelluhue, Dichato, Iloca, Llico, etc.; y esos
campesinos y pescadores seguirán allí mismo contando sus historias de mar y tierra, sus
historias de entereza y de pervivencia sobre el poder telúrico.

El mega-sismo demostró lo más importante tal vez, algo sumamente instructivo para el
tipo de cultura que alimentamos; que en la cultura del egoísmo, del individualismo, de
la agitación por el consumo: ha sido más fuerte en persistir y salvar vidas el poder de lo
colectivo, de la voz de la tradición, de la memoria popular, del sentido común del
chileno, como una autoridad que salvavidas, y ¡por miles! Hoy en medio del desastre,
de la destrucción más asoladora, surge el chileno de siempre, aquel que supera el
sufrimiento y construye una cotidianidad en su refugio efímero, entretiene el rato, y
cuenta cuentos, historias, anécdotas; arriba del cerro, en la fogata, bajo las ramadas.

El proceso civilizatorio de la globalización nuevamente nos da la espalda para


sobrevivir (apagón, desinformación, incomunicación), mientras el saber de la tierra
salvavidas. Ese es el principal aprendizaje para quienes han desarrollado una
dependencia tecnológica y se han visto privados de ella en un momento crítico. La
tecnología no sólo es nanométrica o espacial; la tecnología también es una noria que
eleva el agua indispensable para la vida; es una vela, que ilumina un té compartido; es
un saco de carbón para cocinar; es una trampa para conejos, que permite preparar un
puchero alimentado con lo que se encuentre en la comarca arrasada.

Hi-Low, alta y baja tecnologías, deben ser comprendidas como complementarias, nunca
separadas. Quisiera mencionar las radios a cuerda como ejemplo de una tecnología
descartada por un criterio de normalidad que siempre presupone energía cableada o
envasada, piensa en un espacio siempre cubierto por la civilización, nunca discontinuo.
Estas radios a cuerda tienen todas las posibilidades de volver, si bien hoy obsoletas, en
su concepto, son un complemento de fuerza mecánica y sistema electrónico, pero
¿Quién tiene radios a cuerda? Son hoy equipos extendidos entre las poblaciones
africanas pauperizadas, tal vez alguien las traiga de vuelta, puesto que son tecnología
obsoleta de hace varios decenios, pero la crisis energética dice otra cosa.

La resiliencia de Chile Central proporciona una seguridad de permanencia, pero como


se ha visto, ello no necesariamente gracias a una autoridad central, o a la visita de un
personero de gobierno. La resiliencia es la memoria responsable y sólida que permite
permanecer con, a pesar y por sobre la destrucción, esta resiliencia puede tomarse como
parte de una descripción del alma del chileno, de su identidad profunda que hoy es
evidente y no puede ocultarse con show de TV 16 horas al día por cuatro o cinco
canales.

Las autoridades locales mancas frente a la catástrofe, apegadas a formas y


procedimientos, sobrepasadas por la realidad y con el cuadro y la jerarquía de mando
incomunicado, con un sistema vital caído, simplemente tuvo que decidir entre la rigidez
del modelo administrativo y la flexibilización de los criterios para actuar sin miedo a las
decisiones necesarias frente a una emergencia total. La normalización del aparato del
estado en las zonas destruidas tendrá que realizarse tomando en cuenta todas las fallas y
deficiencias probadas, mejorándolas a tiempo, confrontándose con los maquillajes de
forma y otorgando las atribuciones necesarias a quienes sea dado, así como la
flexibilidad de operación real que sea necesaria, alejándonos de la estructura rígida del
Estado que aún persiste como traba del siglo XX.

Un administración rígida y central fue desenmascarada dónde durante muchos años se


hablaba de avances en la descentralización, quedó a vistas que dicho proceso de
descentralización era sólo maquillaje de formas y procedimientos. En lo importante, en
lo vital, actualmente los gobiernos locales, intendencias, gobernaciones, municipios no
cuentan con herramientas de apoyo para tomar decisiones cruciales y críticas en
momentos de desastre, no cuentan con coordinación ni comunicaciones vitales; ello es
condenable y debe tomarse una decisión de descentralización con carácter urgente para
montar sobre nuevos rieles organizacionales la reconstrucción del país. Si el modelo de
descentralización cosmético ya permitió la perdida de varias vidas en su lenidad, no se
puede permitir que siga siendo causa de sufrimiento, carencias, precariedad y más
maquillaje en el proceso arduo, duro, largo de reconstrucción de Chile Central, desde
Santiago hasta Temuco, según las realidades de cada zona de la geografía humana
afectada.

Un equipo humano ciego a la realidad, obnubilado con instrumentos que no operaron,


un sistema de comando en emergencia incapacitado para tomar decisiones críticas.
Miedo a sacar a los militares, frente a la evidencia histórica presenta una clara falta,
mientras todos los ciudadanos lo esperaban. Un sistema caído que demuestra que
conocimientos tradicionales, y métodos arcaicos se convierten en la clave de la
sobrevivencia de una población, el sentido común indicaba con certeza el tsunami tras
un mega-sismo, no sólo eso, dentro del propio saber de sismología y emergencias la
experiencia histórica indicaba tsunami.

Pata de Treng-Treng. Serpiente de los cerros que se enfrenta desde los inicios de los tiempos con Kai-Kai,
serpiente del mar, identificada con las olas gigantes que amenazan a los seres humanos con invadir la
Tierra.

Si bien la norma de edificación mostró su eficacia, la normal moral mostró ser más
frágil. La historia muestra que así ha sido y así seguirá siendo, especialmente si la
tectónica social acumula fricción entre sus clases, a partir de la distribución del ingreso
en extremo desigual del país; donde el terremoto gatilló el estallido social, alimentado
por lumpen de todos los estratos.

El lado oscuro de la sociedad y de sus individuos, el momento en que la desesperación y


la pasión, la prepotencia y la incontinencia se apoderan de todas las acciones son
comportamientos previsibles. Este saber está consignado hace ya dos milenios y más en
con Tucídides quién tipifico situaciones de caos social: 1) guerras civiles, 2) pestes, 3)
grandes terremotos. Eventos que desintegran la solidaridad dentro de los cuerpos
sociales y degeneran liberando una naturaleza salvaje que desploma el edificio cívico.
El saqueo era un evento previsible con un mega-terremoto 8,8 que afecta directamente a
un cúmulo de unas 3 millones de personas en colapso estructural, social y psicológico.

Frente a este colapso no sólo se dio el saqueo, y la desesperación de unos, se dio lo más
importante, el acontecimiento natural generó un acontecimiento social pues obligó a
todos los ciudadanos a conocerse uno al otro, y a romper el cerco frío de la cotidianidad
moderna y organizar su propio rescate, se funda una nueva solidaridad real entre
aquellos que construyeron dichas redes sociales organizadas sobre una gran desolación,
construyeron salvación y esperanza y son el fundamento de la reconstrucción. Frente a
la desconexión del gobierno central se fortaleció la capacidad local común de un
espíritu cívico que es tradición en la reconstrucción de nuestras ciudades, Concepción
metropolitano y tantas otras ciudades y pueblos en estos trabajos por venir pueblos
deben reconstruirse bajo un nuevo espíritu de comunión social, de pervivencia y de
solidaridad. Esta red social que se creó y que se va fortalecer con el paso de los trabajos
por venir es la base de la recuperación, esta red debe ser entendida como núcleos de las
decisiones sobre necesidades en cada etapa de estos años por venir.

La resiliencia de Chile está en el espíritu de sus habitantes, en su identidad territorial,


que es en parte necesariamente telúrica. Se podría decir que esta ‘copia feliz del Edén’
magneto del amor de sus paisanos, cobra un alto precio por su prosperidad y disfrute,
pero con 17 millones de habitantes el país sigue creciendo demográficamente, señalando
que es un costo que se compensa con una visión e impulso de futuro y tesón
reconstructivo. El desafío que presenta la reconstrucción no solamente se centra en las
infraestructuras, es de suma importancia también reconstruir el tejido social, no roto por
el evento, sino por años de estupidización mediática y aislamiento de las personas en
torno de un individualismo caníbal. Esta catástrofe ha roto la continuidad del ritmo
seductor con la que el flautista mantenía hipnotizada a las masas de consumidores, la
emergencia ha despertado al ciudadano, y ha permitido la re-conexión de los sujetos en
comunidades surgidas de la necesidad. Es de esperar que la nobleza cívica que se ha
despertado no vuelva a ser dormida por la normalización del ritmo hipnótico de
Hamelyn.

El mega-sismo no sólo se transforma en una oportunidad para reconstruir mejores


ciudades y pueblos, también es importante aprovechar la ocasión para reconstruir las
conexiones entre las personas, reconstruir la solidaridad que mantiene a la convivencia
en las comunidades, que permite a las personas mirarse a los ojos, sin evasiones que las
distancien, que enriquece el valor de los grupos humanos y les permite proyectar un
futuro común, con mayor autonomía para generar visiones propias a su gente y su
territorio y menos dependientes de un poder central y vertical castrante. Las
comunidades deberán considerar como su principal lección de la catástrofe el lograr
conocerse ellas mismas, conocer sus potenciales y limitaciones, y que allí radica un
poder transformador, concientes que las decisiones de mayor valor son las que obedecen
a sus propias necesidades y expectativas y no las que derivan de instituciones
paternalistas, las que deben ayudar pero no conducir la situación sin escuchar a los
habitantes. De hecho estas entidades centrales deben iniciar su proceso de
descentralización real si quieren ser un aporte para el trabajo que comienza. La gente de
la tierra, que conoce su terruño, la que goza y sufre este territorio es la que debe definir
el destino que quiere forjar, reconociendo en la ayuda de instituciones y agencias de
reconstrucción un apoyo para rehacer sus vidas en un contexto de mayor riqueza moral
consecuencia virtuosa de la precariedad material y la necesidad de reencuentro y
reconexión con sus vecinos y con sus raíces en la tierra y el mar.

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