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Estatismo

Al contrario de lo que el neoliberalismo propone, la razón principal para preferir la sociedad civil y los arre-
glos civiles por encima del Estado, no es la eficiencia. La eficiencia para empezar, sólo tiene sentido como
concepto cuando se espefican tanto los medios como los fines según los cuales será evaluada. Dado que
todos tenemos fines distintos, la eficiencia de unos será el desastre de otros.

Para unos el cobro eficiente de impuestos será un bien mientras que para otros, sobre todo los economistas
humanistas, será ciertamente un perjuicio. Para unos la uniformidad en la forma de vestir será un modelo de
eficiencia pues el teñido de ropa será innecesario por caro y superfluo pero para otros, los que creen en la li-
bertad y la individuación como proceso de crecimiento personal, será ciertamente un perjuicio dicha eficien-
cia. Por tanto si la eficiencia sólo puede ser un ideal si hay coincidencia en los fines, que no la hay, debemos
enfocarnos en los medios.

Existen dos formas de ganarse la vida, enseñaba el sociólogo y decano de la Escuela de Frankfurt, Franz
Oppenheimer. A través de la producción y el intercambio, a los cuales llamó los medios económicos y a
través de la agresión y el parasitismo, a los cuales llamó los medios políticos. El Estado, dijo Oppenheimer,
es el aparato de los medios políticos. Por ende, mientras más actividades estén en sus manos, más politizada
será la sociedad. Más cosas pasarán del ámbito mayormente pacífico-contractual para su gestión y la reso-
lución de diferencias, al ámbito de lo político, por ambición de poder o la simple necesidad de que otros no
decidan mal por nosotros dado que el recurso, normativa o actividad ya fueron estatizados.

Esto no puede sino afectar la estructura social de la peor forma posible. Una sociedad que se acostumbra a
las luchas de poder, locales o globales, es una sociedad necesariamente conflictiva. Y dicha conflictividad
pone el futuro en riesgo, premiando relativamente más el corto plazo. Dicho de otro modo, mientras más
campos estén afectados o directamente acaparados por el estatismo, menos podrá esa sociedad pensar en un
imperio de la ley y no de personas, con sus caprichos y debilidades primando por sobre principios abstractos
y generales.

De este modo, se genera una lenta erosión de los valores civiles a favor de los anti-valores de la politica. Ser
digno de confianza, productivo y correcto, se vuelven relativamente menos importantes que ser de elocuente,
fiel cortesano o implacable oportunista y saber sacrificar principios cuando aparezca el precio esperado. Por
lo tanto, y muy al contrario de lo que dice la mentalidad tecnocrática, el estatismo no solamente daña pro-
ductivamente a la sociedad al volver nebulosa posibilidad de generar valor agregado que depende de manera
decisiva de precios reales y libres y que sólo un ejercicio autónomo de la propiedad puede proveernos en
cada actividad. El estatismo, por sobre todas las cosas, vuelve política y conflictiva, una sociedad que natu-
ralmente sería pacifica y de valores.

Juan Fernando Carpio


jfcarpio@gmail.com

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