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Asociación Parroquial del Santísimo Sacramento,

De la Pura y Limpia Concepción de la Santísima Virgen María,


Nuestra Señora de la Aurora, San Antonio de Padua
y San Francisco de Paula.

Formación on-line.

MARÍA, VIRGEN Y MADRE DE LA ESPERANZA

Con frecuencia observamos que en el


hombre actual ha anidado el desencanto;
el hombre de hoy, en efecto, está de
vuelta de muchas grandes ilusiones y
tiene miedo al futuro; se refugia en lo
inmediato, en las satisfacciones a corto
plazo, en lo material e intra mundano;
parece como si hubiera perdido la
esperanza. En nuestro mundo hay signos
claros de falta de esperanza, como son:
la crisis del ‘nosotros' y el culto del
individualismo y del egoísmo que llevan a
la pérdida de la solidaridad; o el
relativismo como norma de vida, el consumismo exasperado, la llamada
‘cultura del placer' o la crisis de confianza en el futuro que lleva a la crisis de la
acogida de la vida humana, a la alarmante baja tasa de natalidad, al
envejecimiento de la población o a la crisis de la familia. Ahí está también el
nihilismo contemporáneo que corroe la esperanza en el corazón del hombre,
induciéndolo a pensar que dentro de él y a su alrededor reina la nada: nada
antes del nacimiento, nada después la muerte.

Entre nosotros avanza una forma de pensar y de vivir, instalada en el momento


presente y cerrada a la trascendencia. También entre los cristianos hay una
creciente crisis de fe en la vida eterna que es la única que hace a la existencia

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mundana realmente digna de ser vivida. Esto se traduce en un individualismo


carente de comunión eclesial y de práctica sacramental. Muchos cristianos se
conforman con una religiosidad ambigua, sin una referencia personal al Dios
verdadero, a Jesucristo y a la comunidad eclesial; otros se alejan
silenciosamente, atenazados por el miedo ante el hostigamiento de la fe
cristiana y de la Iglesia, o se dejan arrastrar por la moda del agnosticismo.

En realidad, si falta Dios, desaparece la esperanza. En este tiempo de Adviento


podemos recuperar a Dios de manos de María, la Virgen y Madre de la
Esperanza; de sus manos podemos también recuperar y fortalecer la belleza y
la profundidad de la esperanza cristiana, acogiendo a Dios en Cristo Jesús,
nuestra Esperanza. Esto es lo que desean también las parroquias de la Ciudad
de Onda con la celebración de un Año mariano, dedicado a la Virgen de la
Esperanza.

En el Adviento nos hemos de preparar para acoger al ‘Emmanuel', al Dios-con-


nosotros, que nos nace en la Navidad, eliminando de nuestra vida todo lo que
impide que Dios venga a nosotros. A ello nos ayuda la Virgen, modelo para
todo creyente. María es la Virgen de la Esperanza porque creyó en las palabras
del Ángel y porque esperó en el cumplimiento de su promesa. María es
además la Madre de la Esperanza porque es la Madre de Jesús, verdadero
Dios y verdadero hombre. Él es nuestra esperanza (1 Tim 1,1).

Jesucristo ya ha traído la plenitud de la vida en Dios a los hombres y nos


emplaza a recibirlo con fe y a mantenernos fieles y firmes en la fe ‘hasta que El
vuelva'. Se trata de una fe y de una esperanza, gozosas, seguras y exigentes,
que arraigan en el amor incondicional de Dios, que huyen de los optimismos
frívolos, que llevan al compromiso y tienden hacia la plenitud del final de los

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tiempos, el momento definitivo de Dios.

El mensaje central de nuestra fe es que Dios ama y no abandona nunca a


nuestro mundo; muestra suprema de ello es que ha enviado a su Hijo, el
Emmanuel, el ‘Dios con nosotros', el Salvador. Jesús, con su nacimiento en
Belén, ha iniciado ya el mundo nuevo, la vida nueva del hombre en Dios: en Él
se realizan las promesas de Dios y las esperanzas humanas. María nos da a
Cristo y nos conduce hacia Él; ella es el camino seguro para encontrarnos con
Cristo, nuestra esperanza.

Fuente: Mons. Casimiro López Llorente. Obispo de Segorbe-Castellón

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