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La ira movió, durante siglos, a innumerables mujeres a escribir sus textos. Pienso
en Sor Juana, monja esgrimista, blandiendo contra sus enemigos el estilete raudo
de su verso. Pienso en Mrs. Radcliffe, en Mary Shelley, en las Brontë, todas
escritoras iracundas, que personificaron, en sus heroínas enloquecidas y en sus
monstruos de origen gótico, los sentimientos de rebelión que experimentaron ante
una situación injusta. El hecho de que Virginia Woolf se pronunciara en contra de
la ira en Una habitación propia resulta sintomático de hasta qué punto la ira se
había convertido en el motor principal de la literatura femenina de la Inglaterra de
su tiempo. Y sin embargo, la ira también fue para Virginia, como lo ha
demostrado Patricia Meyer Spacks en su ensayo "The Femenine Imagination", un
elemento fundamental de su obra. Como los libros de las escritoras inglesas que
ella critica Una habitación propia es un ensayo construido sobre la ira, sólo que
sobre una ira trascendida, purificada por el crisol de la ironía.
Los relatos que acabo de mencionar fueron escritos en el exacto orden cronológico
en que se encuentran colocados en el libro. 0 sea, que "La muñeca menor" fue el
primer cuento de Papeles de Pandora (así como mi primer cuento), y
"Maquinolandera" el último.
Cuando iba un poco más allí de la mitad del libro, creo que cuando estaba
escribiendo "De tu lado al Paraíso", me di cuenta de que me estaba sucediendo
algo insólito. En cada nuevo cuento, mi anécdota se hacía cada vez más tenue y mi
lenguaje cada vez más complicado, de manera que el segundo amenazaba eclipsar
a la primera. A pesar de que no sabía si alegrarme o no lo que me estaba
sucediendo, y de que en cierto sentido me sentía como Pedro, el protagonista de
"El sombrero mágico", que cada vez que se quitaba un sombrero le salía otro más
enrevesado y decorado, decidí no oponer ninguna resistencia al proceso, y
abandonarme a ese ímpetu que el libro había ya tomado naturalmente. Ese ímpetu
llegó a su fin con "Maquinolandera", un relato que marca, no sólo el final del
libro, sino todo un proceso de aprendizaje de creación. Al terminar ese relato en el
cual el lenguaje (lo que hoy reconozco como mi yo histórico), sabía ya que ese
camino estaba clausurado para mí. Fuese como resultado de una elección
consciente o inconsciente, preferí, en mis textos posteriores, aspirar a un mayor
balance entre lo anecdótico y lo textual.
Fábulas de la garza desangrada es, en fin, al igual que todos mis libros, una obra
que así)ira a un crecimiento, a recorrer un camino en una dirección desconocida.
La lucha entre el yo histórico y el yo lingüístico, que en Papeles se resolvió a
favor del segundo, alcanzó en ese libro gracias a los varios niveles de ironía, un
mayor equilibrio de fuerzas. La alegoría irónica demostró ser, en este sentido, una
enorme ventaja: me permitió la elaboración de un lenguaje que, como en
"Maquinolandera", alcanzaba su máxima expresión gracias a su independencia del
yo histórico, sin que me viese por ello obligada a sacrificar la anécdota.
Rosario Ferré, "De la ira a la ironía, o sobre cómo atemperar el acero candente del
discurso." Sitio a Eros. México: Joaquín Mortiz, 1980, 191-198. Publicado con
autorización de Susan Bergholz Literary Services, New York. All rights reserved.
No further reproduction or distribution of this material is permitted. Edición
digital de Suzanne S. Hintz.