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y origen
del
Adviento
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EL ADVIENTO
El solsticio de invierno.
Era una fiesta pagana que consistía en honrar al sol ya la luz. En Occidente esta fiesta se celebra
el 25 de diciembre, día del Natilis Invicti. El Invicti se refiere al sol que vence las tinieblas después
de que han empezado a aumentar los días tras el solsticio de invierno.
Esto se aplicó a Cristo, Luz del mundo. Cristo es la luz, el sol que nace, que alumbra a los
hombres y les da vida. Con esta lógica la cristianización de la fiesta estaba resuelta. Así se puso
este día como el día del nacimiento de Cristo, no porque fuese el día de su nacimiento real o
histórico.
Al igual que en Occidente, también se celebraban en Oriente las fiestas del solsticio de invierno,
las fiestas de la victoria de la luz sobre las tinieblas, pero se realizaban el 6 de enero, cuando ya
hay un cierto aumento de la luz. De ahí que en Oriente el nacimiento de Cristo lo pongan este
día, llamado por nosotros, la Epifanía. En Alejandría, durante la noche del 5 al 6 de enero, se
desarrollaba el rito de la procesión de la diosa Koré. Ésta era una virgen y había engendrado al
mundo. Al cristianizar esta fiesta se celebra evidentemente el nacimiento de la luz verdadera
que ilumina al mundo: Jesucristo.
Navidad y Epifanía
Navidad y Epifanía son nombres distintos pero que surgen como resultado de la cristianización
de fiestas paganas:
- El Adventus como "Nacimiento" fijaba sus preferencias en el acontecimiento de Cristo que
viene, que nace y se hace presente en la noche de Belén.
- El Adventus como "Epifanía" subraya la manifestación y la universalidad. Jesús trae la salvación
a todas las personas de la humanidad entera.
Por esto la Iglesia romana extiende la celebración de Navidad hasta el 6 de enero.
Desde entonces la vida cristiana gravitaría en dos polos, la fiesta de la Navidad y la Pascua. Para
la organización de dichas fiestas se estableció con el correr de los años, un período de prepara-
ción. Así nacieron la Cuaresma y el Adviento.
En el siglo VI se tienen noticias ciertas de una preparación para la celebración de la Navidad que
estaba caracterizada por algunos días de ayuno y oración intensa. El Adviento cristiano, centro
desde el principio su atención en la disposición de toda la comunidad para celebrar la fiesta de
la Navidad con un fuerte espíritu de gozo, pero al mismo tiempo acentuaba la perspectiva de la
segunda venida de Cristo, para la cual era necesario estar preparado, realzándose el aspecto de
conversión personal.
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2. Evolución del Adviento en la historia
A lo largo de la historia cristiana, sobre todo en los primeros siglos, el Adviento tomó cuerpo
dentro del año litúrgico, aunque en la Edad Media perdió su sentido. Será con el Vaticano II
cuando de nuevo se celebre este tiempo con importancia y significado.
La doble espera
La espera del Señor es una de las dimensiones que caracteriza al Adviento desde sus orígenes.
Y esta espera contiene una doble vertiente: Cristo que viene y que vendrá. La espera gozosa de
la venida de Navidad apunta a la venida del Señor al final de los tiempos. El Adviento cristiano
se convierte así en la espera de Jesucristo, que reconforta con su venida nuestra esperanza y la
mantiene viva y expectante hasta su vuelta definitiva.
El Adviento así entendido, es la situación permanente de la Iglesia, la cual vive expectante hasta
que vuelva el Señor.
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4. Evangelizar de nuevo al adviento
El Adviento debería ser un tiempo para profundizar en el misterio de nuestra salvación, un
momento propicio para la oración personal y familiar, y una ayuda para el crecimiento en el
amor y en la solidaridad. Los cristianos recordamos que Jesús, siendo Dios nos retuvo para sí la
gloria que merecía como Dios. Como dice san Agustín, se hizo pobre para que nosotros nos
hiciéramos ricos; compartió con nosotros todo lo que tenía, incluso su Madre, la Virgen María.
El Adviento ha cedido el paso a otros componentes que se han introducido en la cultura actual.
Todos los esfuerzos de la Iglesia por convertir una fiesta pagana en una fiesta cristiana, no sólo
se han visto neutralizados, sino que vuelve a ser una fiesta pagana como en sus orígenes.
Tendríamos que preguntarnos ¿qué hacer entonces?
La mejor respuesta es realizando una re-evangelización del tiempo navideño, buscando de nue-
vo su sentido y sabiendo que la figura que nos reúne en familia, que nos hace más humanos y
cariñosos los unos para con los otros, es Jesús que nace en Belén.
Ahora más que nunca, los encargados de las parroquias, los educadores, los catequistas, las
familias, deben "evangelizar" el Adviento y la Navidad para recuperar su origen y fundamento.
Mostrar a Cristo presente en medio de su pueblo, sin adulterarlo ni compartirlo con otras
tentativas, es una tarea difícil pero hermosa. La nueva evangelización de la Navidad cobra más
fuerza cada vez.
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