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LA CHALINA DE LA ESPERANZA

El drama de la desaparición de un ser querido es algo incomparable


con cualquier otra pérdida que el ser humano pueda padecer. No saber
dónde se halla, dónde están sus restos, qué fue lo que sucedió, cuál
fue su destino o su suerte, son sufrimientos que solo quien es sujeto de
los mismos puede calibrar.

Pero junto a ese drama personal, íntimo, se incorpora el dolor y la


frustración porque el Estado y todas sus instituciones se inhiban a la
hora de reparar el daño producido. El derecho a la Justicia, a la Verdad
y a la Reparación, es un derecho humano reconocido por el derecho
internacional, y que pertenece al núcleo duro de protección de los
derechos humanos.

La Justicia, por tanto, no puede dar la espalda una vez más a las
victimas, las cuales no sólo sufren la perdida o la desaparición del
familiar, si no la denegación de justicia y la indiferencia de toda, o una
gran parte, de la sociedad.

Con ello, contribuyen consciente o inconscientemente, a la impunidad


de los perpetradores y al abandono de las victimas.

Resulta aberrante justificar esas actitudes, inasumibles en sí mismas,


por razón de que, siendo por ejemplo terroristas de Sendero Luminoso,
están bien desaparecidos, con lo cual se está condenando a las
víctimas.

En Perú, la Comisión de la Verdad y Reconciliación tuvo el coraje y la


decisión de desarrollar un trabajo serio, activando el proceso de
exhumaciones, identificación y restitución de los cuerpos a los
familiares. A partir de Agosto de 2003, fecha en la que aquella
comisión presentó su informe, comenzó esa difícil andadura de
exhumación de 4.500 fosas, en la que se han mezclado lentitud,
desidia e ineptitud para viabilizar el hallazgo de las 15.000 personas
desaparecidas, según la última estimación del Ministerio Público.

Hace apenas dos años, se iniciaron las operaciones de recuperación de


cuerpos en Ayacucho, Apurímac y Huancavelica, pero a un ritmo tan
lento como inoperante.

La vigilancia de la impunidad por quien tiene la fuerza armada


(ejército, marina, rondas campesinas) y Sendero Luminoso, es muy
intensa, sobretodo en los primeros casos, y la intención oficial de
esclarecer los hechos nula, lo que ofrece un panorama poco
esperanzador.

Tampoco la justicia está dando muestras de celeridad ni interés.

Sin embargo, resulta gratificante que, frente a la vergonzosa desidia


oficial, una vez más en la historia de los crímenes contra la
humanidad, en cualquier parte del mundo y por supuesto en Perú, la
iniciativa de personas individuales y de la sociedad civil se movilice y
mueva las conciencias con proyectos como la Chalina de la esperanza.
La Chalina es un tejido hecho por los familiares en nombre de su ser
querido en el que se mezclan la espera de la Penélope de Ulises y el
tejido ancestral de los Peruanos como un lenguaje en el que ninguna
prenda es igual a la otra en el mundo andino y con la cual miles,
millones de manos se entrecruzan en un enlace planetario para luchar
contra el olvido y por la memoria de las víctimas.

Cada familiar escoge el color, el punto y el diseño con el que quiere


recordar a ser querido y se sienta a tejer pensándolo y haciéndole un
homenaje. Así, la Chalina ya se está tejiendo espontáneamente en
Austria, Japón, Bélgica, Holanda, el Reino Unido, Argentina, Colombia y
Ancash (por los familiares del Santa) y siguen llegando pedidos
solidarios para tejer en varios departamentos del Perú. Apoyar una
iniciativa como ésta es una forma de combatir la indiferencia y una
obligación de todos aquellos que creemos en que el combate contra la
impunidad, sea cualquiera la forma en la que se manifieste, es una
necesidad en la lucha por la dignidad de las victimas y por mantener la
nuestra.

Baltasar Garzón

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