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26 de octubre de 2010
Es posible que al leer una obra como Sab, los lectores descubran una serie de detalles que
van más allá de la definición de novela romántica, además de histórica, innovadora por la
inclusión de ideas abolicionistas y denuncia social. No obstante por ser una novela de tendencia
ficción, la exaltación de las pasiones y de los sentimientos entre sus personajes; siendo esto a fin
mano, al presentar una historia que se remonta al siglo XIX, cargada de sentimientos encontrados
y acontecimientos que marcan el paso de cada uno de sus personajes, en un escenario donde se
bosqueja la esclavitud. Sin embargo, dentro del marco de dichos sentimientos encontrados existe
una incógnita que merece la pena comentar y someter a análisis; el enigma de la identidad del
El propósito de este ensayo consiste en demostrar que la identidad del personaje principal
algunos rasgos de esclavitud interior en el propio personaje, que destacan ampliamente ante la
Para llevar a cabo este análisis se pretende en primer lugar, identificar las características
de Sab para determinar su condición de víctima o héroe según sus actos y las consecuencias de
los mismos.
En primera instancia se hará referencia al marco conceptual que nos atañe; definiendo de
psicosocial, lo cual permite determinar qué tan competente puede ser un grupo o una persona”
(Amarís 95); de tal manera que las características psicosociales que se identifiquen en el
personaje Sab, de alguna forma determinaran la competencia o capacidad del personaje para
uno del otro. Por lo tanto, las características psicosociales permiten comprender “el sentir y la
vivencia de las personas en las circunstancias de vida que les haya correspondido vivir, de
acuerdo también con el contexto cultural del cual hacen parte” (Amarís 96).
procura identificar las características psicosociales del personaje en cuestión. Por un lado se
concibe a Sab como un ser orgulloso y altivo, con una fuerte personalidad; esto podría quedar
fácilmente documentado con sus propias palabras, en la introductoria conversación con Enrique,
“jamás he sufrido el trato duro que se da generalmente a los negros, ni he sido condenado a
largos y fatigoso trabajos” (Gómez de Avellaneda 109). Este argumento de Sab, pone de
manifiesto una actitud altiva, ante el acoso verbal de su interlocutor; aunque más allá de las
palabras, lo que causa esta impresión, es la manera y la actitud que utiliza para expresarse, tal
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como lo describe la voz narrativa “El rostro de aquél a quien se dirigían estas palabras no mostró
al oírlas la menor extrañeza, pero fijó en el que hablaba una mirada penetrante” (Gómez de
Avellaneda 107), lo cual ratifica que a pesar de su condición de esclavo y mulato, Sab es
consciente de su posición. Así mismo, la actitud orgullosa de Sab emerge durante el relato sobre
su origen, en el pasaje donde manifiesta “Mi madre vino al mundo en un país donde su color no
era signo de esclavitud: mi madre […] nació libre y princesa” (Gómez de Avellaneda 109). Estas
palabras demuestran el orgullo que siente Sab por su origen, aunque a fin de cuentas sea un
mulato y esclavo.
dirige al viejo mayoral para pedirle que se vaya a dormir, pues debe partir muy temprano en la
mañana a llevar una carta a Puerto Príncipe, por lo cual le ordena darle un pedazo de papel y un
tintero; ante esta mandato “El viejo obedeció: había en el acento de aquel mulato un no sé qué
de autoridad y grandeza que siempre le había subyugado” (Gómez de Avellaneda 243), no cabe
dudas que la fuerte personalidad de Sab prevaleció ante la edad y experiencia del anciano
mayoral.
Otro rasgo de altivez y orgullo se distingue en el dialogo entre Sab y Enrique, cuando el
primero habla sobre Carlota y la relación que los une “Con ella aprendí a leer y a escribir, porque
nunca quiso recibir lección alguna sin que estuviese a su lado su pobre mulato Sab. Por ella
cobré afición a la lectura, sus libros y aun los de su padre han estado siempre a mi disposición
(Gómez de Avellaneda 110); es como si Sab quisiera destacar ante el extranjero y ante sí mismo
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el lugar privilegiado, y la importancia que tiene en la vida de sus amos, esto sin duda es un
Ahora bien, Sab se percibe además como un ser humano apasionado, embriagado de un
amor por Carlota, que lo trastorna y lo hace concebir a su amada como una diosa, como un ángel,
lo cual es una característica muy propia del protagonista romántico. Este carácter apasionado de
Sab puede distinguirse en su conversación con Teresa, al momento que le confiesa su inmenso
amor por Carlota, “Así la amaba yo, la adoraba desde el primer momento que la vi recién nacida,
mecida sobre las rodillas de su madre. […] y la hechicera criatura convirtióse en la más hermosa
de las vírgenes. […] Durmiendo aun la veía niña y ángel descansar junto a mí, o elevarse
lentamente hacia los cielos de donde había venido” (Gómez de Avellaneda 205). Claramente se
evidencia en esta confesión aquella pasión desbordante, que quema las entrañas del ser que ama
sin medidas.
Otra característica de este protagonista, es la postura infame que asume ante la realidad
del enamoramiento de Carlota por Enrique. Es esta condición de esclavo fiel la que provoca en
Sab una reacción pérfida al conocer que Enrique está más interesado en la dote de la chica que en
sus particulares virtudes y encantos. Esta verdad le quema el alma y le hace pensar en la
posibilidad de quitarle la vida al joven extranjero, poseedor del amor de su adorada Carlota. Para
la Primera parte, cuando don Carlos, Carlota, Enrique y Sab llegan a Cubitas tras un largo viaje,
luego de un tiempo todos duermen, todos menos alguien que acechaba la habitación de Enrique.
“El bulto se estremeció profundamente y brilló en la oscuridad la hoja de un ancho machete. Los
pasos parecían cada vez más próximos. El bulto hablo en voz baja, pero temible: - ¡Miserable!
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No lograras tus inicuos deseos” (Gómez de Avellaneda 171-72); pero la presencia y ladridos de
un perro de la casa hicieron desistir de su intención, a quien quiera que haya sido el bulto, que
sin duda era nada menos que el fiel y apasionado Sab, en defensa de su amada doncella. Sab
conocía las verdaderas intenciones de Enrique, por eso no quería que el joven desposara a
Carlota.
En otro orden de ideas, el personaje de Sab supone un carácter noble, fiel, que ama
alcanzado el límite de lo sublime. A través de esta perspectiva de vida, que apreciamos en Sab,
resalta la idea comentada por José Servera en sus comentarios sobre la novela, de que “todos los
hombres pueden ser iguales por su igual capacidad de amar” (Gómez de Avellaneda 51),
especialmente en una sociedad esclavista del siglo XIX. Sin embargo, es bien conocido que esta
relacionados con Sab, y con la trama de la novela, que confieren a este personaje autoridad o
poder. Autoridad que le permita hacer uso de sus capacidades y destrezas intelectuales para
apoyar la causa de sus semejantes, esclavos como él, que desean la libertad, o que le permita
destacar la conciencia del personaje ante el tema de la esclavitud; Sab tiene conocimiento de que
podría desatar una revuelta, instigando al resto de los esclavos a alzarse para conquistar su
La verdad sobre las intenciones de Enrique al querer casarse con Carlota, es también un
elemento que le da, de una u otra forma, cierto poder al mulato, pues el confesar esta verdad
podría cambiar por completo la opinión que la dulce Carlota tiene con respecto al joven
extranjero. Aunque le causaría un gran dolor a su alma, también provocaría una reacción de
rechazo hacia aquel hombre que no es capaz de apreciar las virtudes y gracia de la joven idealista
y romántica.
Otro elemento que otorga rasgos de autoridad al personaje Sab, se distingue en las
oportunidades que ha tenido Sab para causarle, bien sea daño o la muerte al joven Enrique. El
episodio del accidente en el caballo pudo haber sido el final de los días de Enrique, entretanto
Sab reflexiona “Pero ¿debo yo dejarle la vida? ¿Le permitiré que profane a ese ángel de
inocencia y de amor? ¿Le arrancaré de los brazos de la muerte para ponerle en los suyos?
(Gómez de Avellaneda 137). Definitivamente Sab tuvo en sus manos el poder de cambiar el final
de Enrique al decidir ayudarle y dejarle vivir, para no causar más congoja en el corazón de su
amada Carlota.
La presunción de que Sab sea hijo de don Luis, el difunto hermano de don Carlos, es otro
elemento que le otorga a este personaje rasgos de autoridad; pues de no ser por esta creencia, tal
vez Sab no habría gozado del trato privilegiado que tuvo desde pequeño, no habría tenido la
educación que hoy ostenta, no habría tenido la oportunidad de crecer al lado de Carlota y de
conocerle de tan cerca, y no tendría, tal vez, la posición que hoy tiene. Además, no gozaría del
respeto, confianza, cariño y consideración que tienen sus amos para con él.
Por último, el billete de lotería premiado, otorga a Sab el poder que concede el dinero
para cambiar la vida o el destino de las personas. Por un lado, Sab presenta a Teresa la
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posibilidad de unirse a Enrique y gozar de su amor, le ofrece el billete de lotería premiado que le
Enrique sabrá que sois más rica que Carlota. Ya veis que no os he engañado cuando os dije que
había para vuestro amor una esperanza, ya veis que aun podéis ser dichosa” (Gómez de
Avellaneda 217); sin embargo Teresa cuestiona la actitud de Sab, considerando que no deben,
ninguno de los dos, ser egoístas e infieles para con sus amos.
El dinero de la lotería, sirve para adjudicar a Carlota, la dote en dinero contante que tanto
personalidad del mulato Sab. Por un lado, el carácter fiel e incondicional de Sab se contrapone a
la actitud que asume al ofrecerle a Teresa el dinero para conquistar a Enrique. Esta oportunidad
se destaca como un momento donde Sab antepone sus sentimientos a los de Carlota, pues lo que
pretende es deshacerse del peligro que acosa a Carlota, o dicho de otra manera, de separar al
broche) que Carlota le dejó al niño, se destaca una actitud agresiva de Sab, ante la posibilidad de
hacerse de una pertenencia tan privada de su adorada Carlota. “y arrancó de la mano del niño,
que defendía su tesoro con todas sus fuerzas, aquel objeto que excitaba ya su más ardiente
anhelo” (Gómez de Avellaneda 186). En esta ocasión, se destaca una actitud mezquina por parte
de Sab ante la inocencia y el padecimiento del niño casi moribundo, quien le suplica no
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despojarle del objeto que le causa felicidad; no obstante el amor apasionado de Sab prevalece
sentimientos, pues hizo hasta lo imposible para lograr el bienestar de su amada. Sab, muere al
final de la novela, con un alma heroica consagrada ante los que conocieron su verdad, pero como
convierten en una víctima de sí mismo; por consiguiente la identidad de este esclavo y mulato
viene marcada por la consecuencia de sus propias decisiones, mientras su actitud y alma
agradecida para con sus amos le confieren una sumisión voluntaria que lo condenó a su propia
esclavitud interior.
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