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¿SEQUÍA O ESTACIÓN SECA? ¿INFORTUNIO O IMPREVISIÓN?

Una visión desde las nacientes de los ríos: las Sierras Grandes. Noviembre de 2009.

Por: Germán JAACKS*

Una noticia que se mantuvo en los medios durante estos meses ha sido la escasez de agua en las
regiones serrana y metropolitana de Córdoba. Para muchos no fue sorpresa esta situación, ya que desde
años atrás los expertos vienen pronosticando que algo así sucedería. Se ha estado hablando de la
presencia de una sequía extrema y se difundió la intención oficial de traer agua a Córdoba desde el río
Paraná o del Dulce. A decir verdad, las noticias y las voces oficiales no han aportado suficiente
información técnico-social que explique a los vecinos las verdaderas razones de la crisis y los mejores
paliativos posibles. Con estos comentarios en términos básicos, se espera llevar claridad sobre algunos
asuntos y mostrar que hay buenos caminos hacia la búsqueda de soluciones.

Desde la escuela sabemos que Córdoba se encuentra situada en una región que presenta mediciones
pluviométricas anuales relativamente importantes (varían según los valles, pero por décadas han
rondado los 900 milímetros). Lo que no es tan bueno para nosotros es que esa lluvia anual esté
irregularmente distribuida en el calendario. La mayor parte precipita durante unos cuatro ó cinco meses
al año (noviembre a abril). El resto del año, desde tiempos post-glaciales, ocurre lo que se dice estrés-
hídrico. Así es el ecosistema donde está inmersa la sociedad y la producción cordobesa desde el
comienzo de la colonización y mucho antes.

En la estación seca 2009 no hemos tenido una inusitada merma pluviométrica: es importante que todos
sepan que en estos años, ha llovido más que en ciertos periodos anteriores. Por ejemplo, en estaciones
meteorológicas del valle de Punilla tenemos estos registros de promedios:
1945-1966 promedio de 689 mm (variando entre 420 y 1084)
1992-2009 promedio de 777 mm (variando entre 542 y 1121) (SMN)
¡¡¡¡Son casi 100 milímetros mas !!!

Es cierto que en estos últimos tres años ha llovido un poco menos que la media anual histórica, pero
eso no es nada extraordinario, y ha sucedido en muchísimos períodos anteriores. Las lluvias desde
2007 a 2009 se han presentado en mayor medida agrupadas más hacia el verano con respecto a la
media habitual mensual (SMN). Todo esto es muy normal, son fluctuaciones propias de nuestro clima.

Los medios nacionales difunden con tono de espanto que el lago San Roque está bajo. La gente del
lugar sabe que esto siempre ha sido así, años más, años menos. De todas las formas que lo analicemos,
la respuesta es que se trata de oscilaciones propias de este modelo ecosistémico. Quizás este año el
lago ha bajado un poco mas de lo habitual, existen respuestas para ello.

No hay sequía extraordinaria. No hay sequía. Hay estación seca, como siempre. Pero la situación se ha
vuelto bastante problemática para la sociedad regional. Se decretó el alerta roja en Villa Carlos Paz
restringiéndose fuertemente el consumo urbano de agua. La orilla del lago San Roque quedó a varias
cuadras de la costanera y eso disgusta a los turistas. ¿Entonces qué pasa? Si estas fluctuaciones
climatológicas antes no generaban caos, ¿Por qué ahora sí? ¿Por qué está tan seco el río San Antonio y
la gente se queda sin agua en sus casas?

Lo que pasa es que se han conjugado tres factores cruciales conducentes a la situación crítica:
1- Ha empeorado el estado de los ecosistemas que brindan servicios ambientales a la comunidad
mediante la captación y retención hídrica de las lluvias estacionales.
2- La temperatura global está aumentando y nuestras defensas naturales están demasiado debilitadas
para soportar ello en el marco de la estacionalidad y variabilidad propias de nuestro clima.
3- Se ha incrementado la demanda (consumo) de agua sin una apropiada planificación y con
dificultades de control.
Explicaciones para el vecino común:

Las lluvias estacionales de verano caen en las montañas, sobre todo en las Sierras Grandes, en la
enorme altiplanicie de la Pampa de Achala. El agua se escurre en la pendiente a velocidades variables,
y lo que no es retenido por el suelo y los diques tiende a dejar atrás rápidamente la zona serrana (y
metropolitana). Por milenios, la naturaleza, dicho de alguna manera, contrarrestó este rápido
escurrimiento en la montaña, frenando buena parte del escape del agua, mediante el establecimiento
de comunidades vegetales que favorecen la generación y protección de un suelo más o
menos esponjoso, produciendo hojarasca y tierra, enmarañadas entre raíces y ramitas. Una esponja
natural en el suelo. Se trata de especies nativas muy eficientes, por evapotranspirar relativamente poca
agua del suelo (molle, coco, tabaquillo, pajas duras, romerillo, churquis, etc...). Los bosques y
matorrales nativos están adaptados al clima, rebrotan sólo tras las primeras lluvias; y brindan reparo a
la tierra contra la erosión que provocan la gota de lluvia, la escorrentía, el sol, las heladas y el viento.
Los suelos de los bosques nativos absorben 18 veces más agua que un suelo descubierto de
vegetación (Torres y Renison, Ecosistemas Argentinos, doc. de difusión). Esa esponja natural ha funcionado por
milenios, como retén del agua, frenando su escurrimiento, haciendo el flujo lento y durable por todo el
año. Así es como se recargan nuestros acuíferos. Esto significa: ríos con corrientes más estables todos
los meses del año.

Ahora, ese sistema no esta funcionando bien.


Es un sistema bastante simple de entender, que funciona en muchos ecosistemas de montaña del
mundo. El mejor reservorio de agua posible esta en el mismo suelo de montaña.
¿Por qué no funciona? Porque se ha dañado el suelo. Sobrepastoreo, incendios, desmontes. La tierra
desnuda, casi sin vegetación, expuesta, frágil, no soporta más. En la parte alta de la Sierra Grande
tenemos apenas 1/5 parte de lo que fue bosque, y en las zonas bajas la deforestación a veces ha sido
mayor. Lo peor es que todo eso ha generado erosión: hasta el 20% del suelo de las Sierras Grandes se
ha perdido debido a la erosión causada por estos usos no sustentables a lago plazo: ha quedado roca
pelada. El ultimo factor negativo que se incorporó en contra del funcionamiento ecositémico son las
plantaciones y cultivos de árboles y arbustos exóticos, traídos de otros continentes por el hombre (con
proliferación invasiva en el medio silvestre): olmo, acacia blanca, paraíso, siempreverde ó ligustro,
pino, acacia negra, crataego, cotoneaster, sauce mimbre, álamo blanco, etc... Todos ellos son de
crecimiento rápido y para lograr ello evapotranspiran mucho, extrayendo demasiada agua del suelo
(cientos de litros por día cada árbol), secándolo mas, sobre todo en su época de rebrote, que es la
primavera, precisamente la estación seca de la región.

No somos los únicos con problemas: en Sudáfrica el gobierno invierte muchos millones de dólares en
talar cientos de forestaciones industriales y millones de árboles exóticos asilvestrados, para evitar la
pérdida por evapotranspiración de sus valiosas aguas subterráneas. Aquí, estamos lejos de invertir en
esta tarea. El primer paso que deberíamos dar, antes de que el problema empeore, debería ser
determinar una lista de especies leñosas invasoras oficialmente perjudiciales y de control obligatorio.

En la Pampa de Achala, el daño está activo, el sobrepastoreo existe y el suelo se transforma en


cárcavas, las plantas invasoras ocupan los ambientes degradados y le quitan mas agua, los
incendios se reiteran y los suelos se van con el agua y el viento.

Aprovechando que los embalses están con niveles bajos, hoy podemos observar los descomunales
volúmenes de arena y tierra que arrastraron los ríos a causa de la erosión generada por el mal manejo
de las sierras. La erosión tiene doble consecuencia: pérdidas de suelo y de capacidad de los diques.

Recuerden esto: en el 5% de la superficie provincial (las Sierras Grandes de Córdoba) nacen el 70% de
los ríos que abastecen a 2 millones de personas. Claramente, estas montañas, como zona de captación
de lluvias, son su lugar de recarga. Estas montañas son una "fabrica de agua", agua de buena calidad,
cristalina, fácilmente potabilizable y que debería servir para mantener el lago con un nivel mas parejo
todo el año. Pero en lugar de agua, se las usa para fabricar carne, leña, pinos, etc...

¿Cómo agrava las cosas el efecto del cambio ambiental global?

Hay mucho que no sabemos aún, pero es indudable (cuestión matemática) que a la estación seca
habitual se le están sumando estos inusuales grandes calores de primavera, los que indiscutiblemente
han repercutido en los suelos casi desnudos y han secado las vertientes tan empobrecidas. El bosque y
el matorral nativos son nuestras defensas ambientales naturales contra este incipiente calentamiento y
otros imprevistos climáticos. Si destruimos nuestros bosques nativos, bajamos nuestras defensas contra
futuros males globales. Esto ya ha pasado, hay registros de civilizaciones perdidas, como el pueblo
Nazca, a causa de variaciones climáticas que fueron letales debido a que sus antepasados destruyeron
los bosques circundantes, los que les hubiesen servido de defensa ambiental natural para amortiguar
esos cambios.

El otro asunto controversial es la planificación urbana. En Córdoba se generaron emprendimientos


inmobiliarios descomunales invirtiendo ganancias de la soja, los que se desarrollaron sin dar tiempo a
planificar el crecimiento metropolitano en función de temas cruciales como vías de acceso, espacios
verdes, provisión sustentable de agua. El aspecto del abastecimiento de agua no escapó a la
imprevisión, y ha debido seguir el carro del impulso inmobiliario, tratándose de paliar sobre la marcha
las deficiencias que la nueva demanda ocasionó. El empresario construyó los barrios y edificios, cobró
y no tuvo obligación de invertir o aportar lo suficiente en un fondo de sustentabilidad hídrica.

Ahora se habla de sequía. Ya sabemos que no existe la sequía, hay estación seca, y siempre la habrá,
todos los años. Lo que sí existe es una demanda insatisfecha de agua. La demanda básica no respeta
estaciones secas, los habitantes de la ciudad usamos el bidet los 365 días del año. Pero también hay
excesos que se suman a las imprevisiones y a la demografía.

¿Hasta dónde se debe satisfacer la demanda?

En zonas de algunos países desarrollados han regulado fuertemente el tema agua, poniendo límites o
cuotas en el uso: una vez cubierto el cupo de una vivienda, se corta el suministro automáticamente.
Sabemos que a los argentinos no nos gusta que nos pongan límites y también sabemos que difícilmente
un gobierno vaya a hacer buen control masivo de los límites a los servicios básicos. Se dice que el
consumo promedio de agua en Carlos Paz es de 300 litros per capita por día. Dijeron hace poco que
subió a 350 litros diarios. Pero yo no conozco a casi nadie que personalmente consuma eso. El
consumo grande se va en riego, piletas, industria turística, lavado de patios y vehículos, canillas mal
cerradas, derroche. ¡¡¡Regamos el césped con agua potabilizada!!! Es una locura. Esto sucede a pesar
de que la Cooperativa Integral y las escuelas hacen una gran tarea de concientización y fiscalización.
En el futuro, nuestros hijos lo harán mejor que nosotros, de eso estemos seguros.

Estando aquí plantados en una región con déficit hídrico estacional, el consumo de agua debería
responder a pautas comunitarias y ambientales, y no a la ley cruda del mercado de oferta y demanda.
El uso indebido incrementa los costos del producto y obliga a extraer del medio ambiente hasta la
última gota.

Todo puede complicarse más. No hay que tolerar nuevas proliferaciones de loteos, countries y clubes
de golf que no tengan bien resuelta su provisión de agua. Emprendimientos que recién cuando ya están
establecidos, plantean al estado la necesidad de solucionar su problema de abastecimiento. Muchos
vecinos se preguntan ¿cómo puede ser que un country se establezca antes de tener asegurado
sustentablemente el suministro de agua deseado? ¿Cómo es que se establece un country y luego
requiere autorización para bombear agua del lago montaña arriba, hacia un lugar donde nunca debió
haberse urbanizado, ni mucho menos parquizado? ¡¡No pretendamos rodearnos de enormes praderas
siempre verdes en esta región, esto no es Escocia!!

¿Cómo hacemos para que el agua alcance para todos? ¿Cuáles son las obras que se deben realizar?

El tema del momento es la propuesta de inversión en infraestructura. Se habla de traer agua del río
Paraná, se habla de más diques. Del Paraná a Córdoba hay 400 kilómetros y 400 metros de desnivel.
Los costos de construcción y operación son tremendamente altos y complejos y nadie en la Argentina
de hoy con las experiencias de ayer, puede garantizar a largo plazo que no vaya a tener fallas (roturas
de máquinas, faltas de pago de insumos operacionales, huelgas). No sabemos como es la propuesta de
destino final de todo el caudal residual posterior al uso humano (podemos suponer que después de su
tratamiento, esta “agua adicional” quizás será vertida al curso inferior del Suquía, posiblemente
incrementando su caudal medio anual, tal vez afectando los niveles naturales estacionales de Mar
Chiquita en detrimento de los valiosos humedales allí presentes.
Otros proponen mas diques, pero este tipo de infraestructura nunca es suficiente (en algunos casos
puede ser complementaria con la protección de cabeceras) y tiene graves problemas de colmatación
(arenas, tierras y basura que arrastra el agua y le van quitando profundidad). Además son cuestionados
por razones ambientales, a la vez que son caros.

También se habló de extraer agua del río Dulce. Improbable, pero de prosperar esto, será el daño mas
inmenso que podamos imaginar contra un ambiente natural de gran reconocimiento a nivel mundial y
de invalorable importancia hemisférica como son Mar Chiquita y sus humedales asociados, los que
hoy ya están seriamente afectados por la falta de agua debido a las extracciones que se hacen en
Santiago del Estero. Para uno resulta inexplicable cómo es que alguien ha tenido la ocurrencia de hacer
semejante propuesta minimizando la importancia de este frágil sistema endorreico.

Somos cada vez más los que sostenemos que la solución tiene que ser algo que sea sostenible en el
tiempo (décadas, siglos) y que tenga la mayor eficiencia económica, social y ambiental.

La solución la tenemos a la vista. Hay que mirar hacia la montaña. Hay que proteger las nacientes de
los ríos. Para beneficio de todos, deberíamos organizar productivamente las tierras altas promoviendo
la captación y retención de agua. Hay muchos modelos probados y comprobados de mejoramiento y
aprovechamiento de cuencas hídricas para abastecimiento humano, todo está estudiado. Se tiene que
pensar en campos con buena cobertura vegetal, con suelo no compactado. El propietario deberá
mantener buenos cortafuegos; mantener bajas cargas ganaderas (que privilegien animales de pezuña
blanda); instalar estaciones meteorológicas; asociarse en consorcios que brinden servicios comunes
(como combate de incendios); hacer restauración ambiental (como forestación con nativas,
erradicación de plantas invasoras exóticas) y favorecer la investigación. Es todo un trabajo
especializado, remunerado y con plena identidad cultural regional. Se puede considerar una actividad
productiva rural mas, diversificando la producción local, complementada con otras. La mejor parte es
que en pocos años de restauración ambiental se obtienen resultados hidrológicos satisfactorios con la
aplicación de técnicas de bajo costo.

Los dueños o poseedores de esas tierras (privados o estatales) deberían transformarse en indispensables
“productores de agua” (servicio ambiental por excelencia) mediante un correcto ordenamiento
territorial y una adecuada articulación. El pago de esos servicios de provisión de agua, se cubriría con
una parte de las recaudaciones de las facturas de consumo de agua industrial; comercial; oficial y
domiciliario, considerando que hoy en día el alto costo del agua no está solo en su potabilización, sino
también, y cada vez mas, en su obtención. No sería un subsidio, sino una remuneración por servicios.
La provisión de agua debería dar más ganancia que la vaca en la montaña (hay cálculos de ganancia
hechos), y por lo tanto casi todas las vaquitas bajarían a la llanura. Con mayor potencial de
rentabilidad, los campos deberían incrementar su valor inmobiliario. Todos beneficiados. Pero si
seguimos sin pagar el servicio de provisión de agua, los dueños de las montañas seguirán optando por
la única alternativa económica viable por el momento: la ganadería no-sustentable. El cambio
favorecería a todos los productores, pero la mejora en la economía la notarían mucho más los
numerosos pequeños productores, familias paisanas portadoras de la identidad serrana, que están
migrando por falta de medios económicos. Achala se está despoblando porque no hay alternativas
económicas.

¿Hay pruebas de que esto funciona? En todo el mundo. Aquí mismo también. En el Parque Nacional
Quebrada del Condorito (al centro de la Sierra Grande) pastorean experimentalmente 1.700 cabezas de
ganado desde hace 8 años, en torno a lo cual múltiples entidades hacen importantes investigaciones
(condición de suelo; limnología; microcuencas; manejo ganadero sustentable; sucesión de vegetación;
experiencias de reforestación; asesoramiento a pequeños productores locales), que aportan
conocimiento para lograr administrar correctamente nuestras cuencas en toda la provincia. Se ha
comprobado que con adecuadas cargas ganaderas se solucionan problemas de erosión, de caudales, de
biodiversidad, etc… Hay un comprobado modelo a seguir y a mejorar.

En Córdoba, en las Sierras Grandes, donde las nubes descargan sus gotas, junto al Parque Nacional
Quebrada del Condorito, tenemos una extensísima Reserva Hídrica Provincial Pampa de Achala, de
unas 130.000 hectáreas, que abarca las porciones mas significativas de las nacientes de los principales
ríos. Se trata en su totalidad de tierras de dominio o posesión privada. Lamentablemente, tras 10 años
de su creación, tenemos en los hechos, todo lo contrario de lo que debería ser una Reserva Hídrica: aún
no se ha realizado su ordenamiento territorial; ni se generalizaron pautas de manejo, realizándose un
uso del suelo muy distante de lo que conocemos como sustentable, soportándose constates sobrecargas
ganaderas (demasiada hacienda para obtener relativamente escaso volumen de carne a costa de un alto
consumo de hierbas y pisoteo de suelo); quemas ilegales y por consiguiente, una erosión muy activa y
una marcada incapacidad de retención hídrica. Tenemos una enorme Reserva Hídrica sin funcionar.
Debería estar protegiendo, entre otras, la cabecera del río Suquía, al que tanto se menciona hoy por ser
el más importante de Córdoba, del cual depende más de un millón de personas e industria. La creación
de esta Reserva Hídrica había tenido el propósito original de proteger las nacientes, cosa que nunca se
hizo, y como consecuencia de ello, los ríos están más secos.

Curiosamente, la solución que algunos llevaron a las altas esferas del gobierno, es traer agua del río
Paraná. Eso se me difícil de comprender, ya que la propuesta y el desafío político deberían ser,
primeramente, hacer funcionar lo que tenemos, lo que está ahí, esta Reserva Hídrica. Por algo será que,
hace 10 años atrás, el Estado provincial reconoció la necesidad de proteger esas fuentes de agua,
creando esta área protegida en el marco de la ley 6964/83, pero que nunca pudo aplicarse,
convirtiéndose en un asunto reglamentario muy estéril, sin acciones eficientes de manejo de cuencas.
Bien, al menos, el hecho de que esta Reserva Hídrica aún exista en los papeles, podría servir de
motivación para que el actual o el futuro ejecutivo provincial impulsen propuestas de conservación que
contemplen la reformulación de actividades productivas y/o compras de tierras. La base para generar el
cambio está.

Hay ejemplos de este tipo de manejo y administración de zonas de captación hídrica en países
desarrollados y en vías de desarrollo. No es que sean mejores que nosotros, sino que ellos ya
experimentaron lo que es quedarse sin agua por mal manejo de los ecosistemas y debieron salir a
buscar soluciones. Es una herramienta simple, práctica, productiva, que también beneficia a numerosos
organismos de la naturaleza, y por supuesto, a los dueños de campos. Además, esa tierra queda
disponible para otros aprovechamientos, como el turismo y la ganadería de bajo impacto. Está claro
que son acciones de relativamente bajo costo económico, pero que requieren de mucho compromiso;
planificación de largo plazo; respeto por las normas y convenios; capacidad de articulación y
gerenciamiento y voluntad de adaptación a las nuevas técnicas productivas. Bueno, hoy la Argentina y
la provincia de Córdoba parecen no estar habituadas a organizarse comunitariamente en la
coordinación y en la práctica del consenso en acciones masivas de este tipo. Pero no por eso debemos
ser pesimistas, porque tenemos mucha gente inteligente y preparada para motorizar programas de este
tipo. Mientras tanto, en las montañas producimos vacas flacas, siendo que la verdadera riqueza esta en
el agua.

Otra parte de la solución regional es que el Estado provincial compre y administre algunos campos en
la montaña para garantizar la producción de agua. Por ejemplo, teniendo prioridad de comprador
cuando salga a la venta un campo técnicamente adecuado o mediante la expropiación de sectores
prioritarios. El mismo ejemplo del Parque Nacional Quebrada del Condorito, donde, si bien hay aún
desafíos de conservación pendientes de resolver, el Estado nacional ha asegurado la protección de
algunas cuencas, es imitable y mejorable. ¿Con qué dinero se compran tierras para proteger cuencas?
De la misma manera que se propone pagar los servicios ambientales a los productores, con parte de las
recaudaciones de la facturación del agua, creando un fondo de ahorro para compras de tierras. En
algunos países, algunos estados municipales (por ejemplo la ciudad de Nueva York) han comprado
tierras en las montañas lejanas (fuera de su jurisdicción) y/o han celebrado convenios con propietarios,
para proteger su suelo y asegurarse el suministro constante de aguas. Siempre hay un modelo a copiar
y mejorar.

La sustentabilidad económica y socio ambiental de la provisión de agua de buena calidad para toda la
comunidad y el resto del ecosistema se conseguirá a costo relativamente bajo mediante la protección y
administración de cada gota captada en la sierra y no a través del enorme gasto en una mega obra que
opere grandes volúmenes de agua.

¿Por qué se propone construir obras tan costosas, en una provincia donde los esfuerzos del gobierno no
son suficientes para evitar que la pobreza llegue a todos los rincones; que las huelgas por aumentos
salariales se repitan todas las semanas; que tantísimos hospitales sean precarios y que haya tantas
escuelas rancho; que las rutas sean tan deficientes; que los circuitos turísticos tan bellos no puedan
aprovecharse plenamente por falta de infraestructura; que tardemos 20 años en hacer una autopista tan
necesaria y aún en obra; que sus áreas protegidas estén muy paralizadas por el magro presupuesto; que
estemos esperando permanentemente envíos de fondos del gobierno nacional? ¿Por qué nos presentan
esos planes tan caros siendo que, a costo bajo, mediante la protección de las nacientes de los ríos, una
enormidad de expertos dicen que todo se solucionaría?

Es una cuestión política. El aparato político-empresarial está acostumbrado a demostrar acción de


gobierno y eficiencia productiva mediante la mega-obra pública, sin la cual parece no saber subsistir,
sin la cual parece no saber cuál es su lugar en la sociedad y en la historia. Un gasto de 760 millones de
pesos en obra pública, pagados de una u otra manera por los vecinos, pone en los anales de la historia a
cualquier funcionario, y tranquiliza las ansias de ganancia de cualquier corporación empresarial. Por el
contrario, no hay asesores influyentes que propongan a las máximas autoridades “cuidar las plantitas”,
actividad que no es considerada por los líderes motivo suficiente para salir en los libros de historia. Por
estos tiempos, antes de meternos en tamaño endeudamiento y gasto, pareciera que se está queriendo
convencer a la opinión pública (y quizás también a varios de nuestros gobernantes y legisladores), de
que la salida única y costosa está en el agua paranaense, o de lo contrario la crisis.

Ya se ha dicho, el ordenamiento y gerenciamiento territorial para esta actividad productiva de agua


implica compromiso técnico y social y un trabajo concienzudo de los políticos en su gerenciamiento y
de los productores en su cumplimiento. Acá pueden haber algunas partes flojas: no será sencillo
conseguir hoy en Argentina un político idóneo; comprometido; con fuerza política y libre de
condicionamientos (todo junto). También quizás se manifieste el descontento de algunos productores:
hay campos en la sierra que pertenecen a terratenientes o compañías influyentes en el ámbito político,
algunos de las cuales, si no deseasen reformular su actividad productiva, quizás presionarán para trabar
todo tipo de iniciativa de cambio, como a veces algunos han hecho en temas ambientales. Bien, el
ordenamiento territorial debe priorizar necesidades y dar alternativas, y entonces, cumplirse. Nada de
estos posibles desacuerdos debería ser justificativo para que se gasten forzosamente $ 760.000.000.

No se escuchan todas las campanas, no hay debate abierto. Por ahí, en una de esas, aparecen varios
científicos destacados y eminentes sociólogos proponiendo algo distinto de lo que algunos quieren
hacer firmar a nuestros dirigentes, como es por ejemplo cuidar el ecosistema que nos brinda los
servicios ambientales. Es importante que sepan todos que Córdoba tiene prestigiosas instituciones y
excelentísimos profesionales, que han trabajado y estudiado mucho, y que fruto de ello vienen
recomendando, con argumentos, este tipo de medidas ambientales por décadas. Si les hubiesen hecho
caso antes, hoy no hablaríamos de emergencia hídrica. Es hora de escucharlos; qué mejor cosa que
aplicar las soluciones simples y económicas. ¿O será que a la dirigencia se le hace más fácil encontrar
soluciones en la fuerza bruta del enorme gasto público, en lugar de buscarlas en la inteligencia y el
conocimiento científico que caracterizan a “La Docta”? Pues entonces será cuestión de insistir.

Los ecosistemas que nos brindan servicios ambientales, son nuestro capital natural. ¿Será que un
acueducto nos hará olvidar de administrar correctamente el ecosistema al cual pertenecemos? Aún es
posible recuperar (restaurar) buena parte de lo perdido. No vaya a ser cosa que esa mega obra propicie
el pase al olvido y desmantelamiento de nuestro más preciado patrimonio natural.

Pensemos bien, debatamos entre todos: ¿No será que nos estarán por hacer gastar toda esa plata (mejor
dicho, endeudarnos), en algo sin pleno sentido práctico ni económico? Volvamos a pensar que tenemos
en las montañas una Reserva Hídrica Provincial que nunca se puso a funcionar y que hacerlo costaría
casi nada comparado con toda esta enormidad de dinero.

Es raro, pero, aún frente a crisis graves como esta, nos cuesta que prevalezca nuestra Constitución
Nacional (y otras normas nacionales y provinciales), en perjuicio de lo público. En consecuencia, no
siempre tenemos garantizado nuestro derecho al ambiente sano. No se nos ha asegurado aún el derecho
a disponer de aguas naturalmente constantes y limpias. Está claro que no es fácil hacerlo, nos cuesta
mucho que deje de prevalecer el arcaico modelo social en el cual el propietario de campo opera casi
con libre albedrío, o al menos con escaso control, sobre la superficie que contiene un ambiente natural
que es un bien público vital.

Bien, no todo es sombrío, muchos y cada vez mas en esta sociedad trabajamos y nos movilizamos por
el equilibrio socio ambiental. Tenemos muchas cosas buenas: científicos estudiando una vastedad de
aspectos de la temática; instituciones muy comprometidas como la Universidad Nacional de Córdoba o
la Cooperativa Integral de Villa Carlos Paz; muchas ONG’s que luchan, gestionan, trabajan e
investigan; gran parte de la prensa motivada; hay mucho conocimiento disponible, hay muchos datos
científicos y sociales; hay gran integración entre entidades preocupadas por el tema; tenemos tantísima
gente movilizándose en foros alentando a conocer sobre la problemática y sus soluciones; tenemos
productores rurales entusiasmados por este tipo de iniciativas; hay profesionales y propietarios
trabajando en proyectos de reforestación con árboles nativos; tenemos el Parque Nacional Quebrada
del Condorito protegiendo algunas cabeceras de cuencas; tenemos algunas pequeñas Reservas
funcionando a pulmón gracias a personas muy comprometidas; recientemente se han multado
desmontes ilegales; tenemos a un pueblo movilizado para pedir la reglamentación de la ley de bosques
y tenemos cada vez mas políticos concientizados con estos temas. Entonces estamos más que
interesados en sumar en este tipo de propuestas a todas las instancias del orden gubernamental y
legislativo.

Pero también tenemos que tener presente que tenemos en contra una fuerza que no quiere el cambio, o
que descree del cambio por desconocimiento. Por eso, para los que queremos algo nuevo, es cuestión
de trabajar mucho, de educación, de concientizar, de llevar soluciones, de escuchar a los que saben,
pero sobre todo, de generar diálogo… y dialogar.

Todo puede ser peor en pocos años. Que las primeras lluvias de primavera no nos hagan olvidar de
estas cosas hasta la próxima estación seca.

* El autor pertenece a la Administración de Parques Nacionales desde 1991, cumple funciones de vice-intendente y encargado de recursos
naturales del Parque Nacional Quebrada del Condorito. Es socio activo de la asociación civil Ecosistemas Argentinos (EA), cuyos fines son
la difusión, sensibilización, investigación y conservación de los ecosistemas. Es miembro asesor técnico-ambiental de Grupo EsCalera,
asociación que integra vastos sectores de la comunidad en búsqueda de soluciones a diversos problemas socio ambientales.
Se agradece la revisión del presente texto por parte del Presidente de EA, Dr. Daniel Renison.

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