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ALEJANDRO CARREÑO T.
Resumen
comunicativo que difiere de otros actos comunicativos por el profundo sentido humano
que encierra, porque envuelve todos los valores de la cultura donde el hombre y su acto
muerte; su naturaleza moral y su relación con los códigos jurídicos y sociales que toda
una u otra forma, nos estigmatiza socialmente desde el punto de vista comunicacional,
1985, p. 638). ¿Mueren a tiempo los suicidas? ¿Muere a tiempo el que desea la muerte y
se prepara para recibirla? ¿Murieron a tiempo los niños de Osetia del Norte, cuando ni
siquiera tuvieron tiempo para tener conciencia de qué podía ser la vida? Ibsen le
responde a Sartre: “no se puede morir en el medio del quinto acto”, Peer Gynt, Acto V
(Rónai, 1985, p. 637). La muerte como acto comunicativo vive todas las literaturas, en
todos los minutos, en todos los instantes. Con un tremendo sentido práctico de la vida,
que haría la envidia del pragmatismo del hombre globalizado, el pueblo de David, nos
narrador borgiano en “El Sur” (2001, p. 525,), acaso el mejor cuento de Jorge Luis
Borges. En La deshumanización del arte (1970, pp. 27 a 32), el siempre vigente Ortega
y Gasset nos presenta el siguiente cuadro: un cuarto, una cama donde yace un hombre
Una misma escena que será leída de distinta manera por cada uno de los personajes que
la rodean. La muerte, el mensaje del hombre que muere, significa, para cada uno de
ellos la configuración de sentimientos que van desde el más íntimo, la esposa “que
muere la muerte de su marido”, hasta la indiferencia del periodista que está ahí porque
debe escribir sobre el acontecimiento, y nada más, aunque debe tratar de conmover al
público con su historia. El punto de vista del médico es algo más cercano, pues, después
Finalmente, el punto de vista del pintor que, con una distancia subjetiva mayor, tiene
como misión retratar la agonía y la muerte del hombre que, a todas luces, no la siente
como suya.
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otro, Suiza. Otro cuarto, otro periodista, otros personajes repiten la historia orteguiana
hecha de palabras que ayudan a explicar la evolución del punto de vista en las artes. Un
cuadro irreal pero, ¿qué es la realidad, si la televisión nos confunde con su apariencia de
realidad cuando nos entrega la muerte en horario estelar, todos los días? Un cuadro real
que puede, también, provocar todos los sentimientos: desde la más profunda
indiferencia hasta el asombro más auténtico, por los entrópicos laberintos que significan
Los tiempos cambian, una organización la ha preparado para la muerte que ella
desea. Se paga una cuota anual para morir al final del quinto acto, cuando hay que
lo que es la vida. El “morir a tiempo” sartreano sólo tiene sentido cuando hemos vivido
la vida. Porque la vida es eterna cuando se es joven, y la muerte sólo puede ser
las culturas, en todos los idiomas, en todos los momentos. La muerte ha invadido
dama de negro, que inexorablemente llegará, sino el aletargamiento del espíritu ante su
galope avasallador de todos los días. Y Josiane Chevrier, la suiza que quería morir, sólo
no quiso posar para la fotografía cuando se le iba la vida, pero se preocupó de vivir los
terminal”, fueron sus palabras. Pero estaba equivocada, los medios masivos de
de las muertes. Terry Schiavo murió su muerte farandulizada por la globalización de los
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triste y deprimente espectáculo ofrecido por la prensa mundial durante la agonía de Juan
Sí, Josiane, la prensa y el mundo hubieran hecho un festín con tus despojos. Pero
no lo hicieron porque tú, sin pensarlo o sin quererlo, repetiste, ese sábado 11 de marzo,
el mismo acto que Alonso Quijano, el Bueno, realizó un día de 1615: te despediste de tu
familia, conversaste con tus amigos, heredaste tus bienes, le hablaste a los que te
último capítulo de la Segunda Parte de Don Quijote. Nuestro héroe está enfermo, y
Dulcinea continúa encantada. Es la casa del valeroso hidalgo y sus amigos están con él.
sereno, como seguramente estaba el tuyo. Estamos en la habitación de Don Quijote; "su
Dulcinea duerme y, seguramente, sueña con ella (¿tú soñaste con él?). Dulcinea está en
los poros de Don Quijote y en el moho de sus armas. Ella, sin saberlo, es lo más bello
creado por la locura del esclavo amante. Don Quijote duerme muchas horas seguidas:
seis horas, como lo registra la historia. Seis horas que lo separan de Alonso Quijano.
Seis horas para alcanzar la inmortalidad. Seis horas, en fin, para comenzar a morir. Y
toda la historia que, por sobre todas las cosas, es simplemente humana, ha quedado
confiere la poesía.
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que separa al durmiente del que está despierto, la que separa la vida de la muerte de Don
Bueno. Este hombre que vivió en algún lugar de La Mancha ha recuperado el juicio; con
ello ha matado la locura y, ésta, la noble figura del mayor de todos los caballeros
andantes. Don Quijote ha muerto. Don Alonso Quijano también. Antes, “ha dejado su
corresponde a un buen cristiano”. Cervantes reporteó este acto que tantos han repetido y
repetirán, pero que jamás igualarán, porque la vida no es más que historia y Quijote es
pura poesía.
Por eso tu muerte, Josiane, con todos los preparativos que ayudaste a preparar,
tiene un lugar en la crónica periodística que descubre algunos de los principios que
rigen la modernidad, y nada más, porque se repite una trivialidad que, como mensaje,
puede sorprender a muchos de este lado del mundo por los entretelones que rodean esta
inscripción (en tu caso, 20 euros), el carácter mediático del acto, para mostrar que no
según el texto que leo en Qué Pasa, número 1824, del 25 de marzo de 2006, y que
despacha desde Suiza el periodista Rodrigo Carrizo. Por lo mismo, Josiane, no eres más
que historia. Sin embargo, creo que el ser humano tiene derecho a escoger cuándo morir
cuando la vida no es más que un remedo de vida; cuando la vida no sirve para nada, ni
conciencia se obnubila con el peso del dolor que la consume, sobre todo cuando se está
porque un niño ignora que todos “los ríos van a dar a la mar, que es morir”, y un
este mensaje que habla de la muerte deseada asistida como acto comunicativo. A pesar
de toda la apertura socio-cultural que desde hace más de dos décadas se viene
desarrollando entre nosotros, y que ha culminado con la elección de una mujer para
asociado a Dios: Dios nos da la vida; Dios nos la quita, aunque sólo nos acordemos de
para transformar la vida en un espectáculo por el cual haya que pagar entrada para verla
morir y, a pesar de la masificación cultural del concepto de la muerte como signo kitsch,
con todos sus ritos fúnebres, sociales y culturales que simbolizan su “estatus” social,
ella continúa siendo un acontecimiento más íntimo y privado. Dudo que la Juanita del
ex presidente Lagos, por ejemplo, llame a una ONG, con periodista incluido, para que la
ayuden a llegar a la mar de Manríquez. No obstante los aplausos, los cantos y los
como un mensaje de dolor y recogimiento espiritual, del cual sólo los más íntimos
“¿Cómo quedan, Señor, durmiendo los suicidas?”. Una pregunta ontológica cuya
respuesta ignoramos porque desconocemos los argumentos divinos que llevan al ser
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humano a quitarse la vida. La pregunta con que se inicia el maravilloso pero a la vez
nuestra incomparable Gabriela, simboliza otro de los caminos que adopta la muerte
deseada para acabar con la vida propia. Es una muerte más compleja, más violenta, y
ocurre en el “hic et nunc” del espacio y del tiempo íntimo del suicida. Al suicida no lo
Dios, conoce los inextricables laberintos de la mente del hombre que se arrebata la vida.
se prepara para asumir con dignidad la muerte, cuando la vida ha dejado de ser aquello
para lo cual llegamos al mundo: un acto de amor y felicidad. Quienes optan por la
“muerte asistida” no mueren la muerte artera que se esconde en todos los recovecos por
donde transita la vida. Por el contrario, salen a su encuentro para morir, no ellos la
muerte, sino para que la Muerte viva su fracaso. Josiane, ya transformada en historia
periodística, venció a la muerte pactando con los suyos esa delgada línea metafísica que
separa a una de la otra forma elemental del ser. Ella le puso plazo a su muerte; no la
su vulgarización a través de los medios. Josiane pudo escoger cuándo morir, Terry
Schiavo no tuvo la misma suerte, puesto que no podía escoger; pero otros lo hicieron
por ella.
La Corte Suprema estadounidense, que no ve todos los casos, sino los más
inanición. Dos semanas de agonía televisada en uno de los mayores escándalos ético-
morales del que nadie se escapó. Se cometió, a mi juicio, un asesinato amparado por la
jurisprudencia del país del norte porque, si se le condenó a morir para que dejara de ser
exposición vejatoria de su agonía y muerte ante una audiencia mundial ávida de morbo.
como “Acción u omisión que, para evitar sufrimiento a los pacientes desahuciados,
algunas sociedades resuelven este acto comunicativo que es la eutanasia, más aún
cuando el paciente no está en condiciones de decidir. Propongo, desde esta tribuna que,
dejemos nuestra opción señalada, por ejemplo, en la cédula de identidad. De no ser así,
que decidan los parientes más cercanos pero, en ningún caso, cuando tenga que decidir
“Dejadme partir hacia el Señor”, fueron las últimas palabras de Juan Pablo II.
partir. La fuerza en la debilidad de Juan Pablo II. De acuerdo con el autor, el “Sumo
Mercurio, D14, del domingo 2 de abril de 2006. El mismo hecho es reporteado por La
Tercera el día anterior, página 13: “2 de abril: cerca del mediodía Juan Pablo II sufrió
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una brusca alza de la temperatura y hacia las 15.30, de acuerdo con su médico, con voz
muy débil, en polaco, el Papa pedía que lo dejaran ir donde el Señor. A las 19.00 Juan
Pablo II entra en coma y a las 20.00 se celebra una misa. Las monjas de la casa,
algunos sacerdotes y amigos, los médicos y los enfermeros rodeaban el altar, recuerda
el médico. A las 21.37 el Papa expira. Junto a su cuerpo los presentes entonaban el
tedéum, concluye Buzzonetti, quien recuerda que la muerte se confirmó tras realizarse
La escena de Ortega y Gasset se repite una vez más. Sin embargo, me importa
muerte. Las palabras del mediático Papa se convierten en una petición de principio que
de la vida.
comprensión humana, porque no estamos hechos para la muerte, como dicen los
asumirla, es asumir con pasión la propia vida. El suicida y su mensaje hecho de muerte,
profundo contenido ideológico que van, desde la condena a la adoración. Para Flaubert,
por ejemplo, en el Diccionario de las ideas aceptadas, citado por Rónai, página 915, el
Ceos”, Ensayos, en la misma página 915 del texto de Rónai, más viejo en el tiempo,
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pero más condescendiente, leemos: La muerte voluntaria es más bella. La vida depende
Nosotros, hombres del siglo XXI, ensangrentamos las páginas de los diarios y
teñimos de rojo las pantallas de los televisores en horario estelar, en todas las culturas,
en todos los espacios, en todos los momentos, con los nombres de los execrados o
pensaban en la muerte; o que cercenan para siempre sus cuerpos. Desde los griegos
hasta nuestros días, el suicida y su acto han acaparado la atención de todos los filósofos,
mismo, sino contra la sociedad, la polis. Por eso el suicida pierde algunos derechos. En
comunidad o el Estado, pues se le priva de uno sus miembros. Epicuro y los epicúreos,
tales causas.
página 13, en Ferrater Mora, misma página, sostiene, como su maestro, que
sociedad.
puntuales, como el de José Martínez Arévalo, obedecen, más bien, a una situación muy
muy pragmáticos, como para no suicidarse por amor, por ejemplo. Ni mucho menos
por un acto heroico, aunque esté la Patria de por medio. Ni mucho menos todavía, si es
para limpiar el deshonor. Esto último haría que la población de Chile se redujese a la
(nosotros lo tomamos de Rónai, obra citada, página 915). O sea, no vale nada. No vale
la pena matarse por él, porque los hombres olvidan, y el tiempo también. Es decir, los
romeos, las julietas, los kamikasis y el romanticismo como estilo de vida, forman parte
centros públicos. El suicida-asesino, que se elimina y acaba con la vida de los otros,
son otra cosa que los símbolos más emblemáticos, entre millares de otros que la prensa
mundial nos enseña cada día, del fanatismo ideológico que se viste con ropaje religioso
o político, como lo confirman los constantes atropellos a los derechos humanos que
promueven los grandes imperios económicos del siglo XXI, destruyendo y saqueando
suicidas se preparan, en consecuencia, para matar y morir. Irán, hace tres años, declaró
que están listos 40.000 hombres y mujeres, portadores de la muerte y la desolación, para
enfrentar el último combate que los llevará hasta su dios, si los Estados Unidos atacan
escogidos para tan sagrada misión. Son héroes para su pueblo. El suicidio, entonces,
visto como un acto heroico que premia a los héroes con el recibimiento que Alá les
ligada a la cultura. Es un signo que, como todo signo, sólo tiene sentido en un contexto
arraigados en la conciencia de cada pueblo. Como dice Umberto Eco (1999, p. 31) en la
“¿Cómo quedan, Señor, durmiendo los suicidas? / ¿Un cuajo entre la boca, las
dos sienes vaciadas, / las lunas de los ojos albas y engrandecidas, / hacia una ancla
invisible las manos orientadas?” (Mistral, 1979, p. 91). Muerte y vida. Nada refleja
mejor la idiosincrasia de los pueblos, la manera cómo ellos resuelven los dos aspectos
más trascendentales del ser humano, desde que éste hizo su aparición, para bien o para
mal, en la tierra. O, desde que fue expulsado, también para bien o para mal, del Paraíso.
Referencias
Calpe.