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Creencias, actitudes y valores en la sexualidad para la

salud mental

Sánchez González, David Omar

Salud Mental: Licenciatura en Psicología: Universidad de Guadalajara

Guadalajara, Jalisco; 11 de Noviembre de 2010


Las creencias, actitudes y valores son elementos que forman el cómo vivimos, son
integradores de la personalidad y esta personalidad tiene una sexualidad, e interactúa
con las personalidades de los demás y los rasgos mayoritarios de la sociedad.

La sexualidad humana consiste de las siguientes seis dimensiones: la identidad sexual,


el papel del género, el comportamiento erótico, la orientación sexual, los estilos de vida
sexual y las creencias, actitudes y valores (Mock, 2005).

En la adolescencia, etapa de desarrollo considerada de los 10 a los 20 años como lapso


de edad estándar, es cuando se da el inicio y desarrollo de las inquietudes por la
sexualidad.

En la sexualidad hay que entender el sexo y el género. Mientras el sexo es una


condición biológica “natural”, el género es una construcción “cultural” que se expresa
en los valores, normas, instituciones, creencias, usos y costumbres en torno al rol sexual
femenino y masculino que presenta una cultura. Sin embargo, las diferencias de género
no deberían implicar desigualdad (Caricote, 1006).

En la búsqueda de las respuestas los adolescentes vagan en un incierto rumbo sin


obtener la información que ellos requieren, a pesar de los esfuerzos educativos en las
escuelas pues estas se enfocan en enseñar sobre órganos reproductivos, enfermedades de
transmisión sexual y a veces los métodos anticonceptivos, sin embargo no se responde
al interés por la sexualidad, sino del sexo (Quintero, Marquina y Contreras, 2009). Si las
instituciones educativas fallan en cubrir la necesidad de saber de los adolescentes, así
que ellos tienen que apoyarse en otros grupos. La familia es otro de estos grupos, sin
embargo, en muchas ocasiones es incapaz de cumplir con las inquietudes de los hijos.
Quedando entonces el grupo de los pares, los amigos, con quienes pueden compartir sus
inquietudes y hasta cierto punto pueden obtener información mas no es posible
garantizar sea la más adecuada.

Abordando el concepto de género, esté implica a la vez un punto de partida y un punto


de llegada: un punto de partida, en tanto las diferencias de género implican múltiples
formas de desigualdad y falta de equidad en las relaciones entre varones y mujeres. Un
punto de llegada, porque nos orienta a una sociedad más justa en donde se garantice la
igualdad y equidad de derechos entre varones y mujeres (Caricote, 2006).
Caricote (2008) dice (en Quintero et. al., 2009): Padres y madres dejan al azar la
educación sexual de sus hijos, en algunos casos evitan asumir una posición proactiva e
intencional, en otros casos y ellos piensan que si el hijo asiste a la escuela, se pueden
desentender de esa responsabilidad; inadecuada jerarquización de valores dentro del
grupo familiar influenciado por un sistema de creencias con respecto al rol de género;
comunicación deficiente entre padres e hijos. Los y las adolescentes tienen curiosidad
pero tienen miedo a preguntarles a sus padres y profesores y los otros, a su vez, no
saben cómo afrontar las interrogantes y expectativas de los primeros; tanto las madres
como los padres y docentes tienen escasos conocimientos sobre lo que es la sexualidad;
y, los grupos familiares están representados principalmente por las madres, la figura del
padre está ausente o es muy débil en el núcleo familiar.

En los adolescentes es muy importante las creencias y actitudes que tienen hacia la
sexualidad para que decidan qué es lo que quieren hacer, también ajustando a la presión
social que ejercen sus pares o a los de la familia, principalmente.

A pesar de la información que tiene los adolescentes, proveniente de los pares,


televisión e internet, no la usan como medio de experiencia para la prevención y
planeación debido a las representaciones sociales de las sexualidad en función del
medio social, influencias culturales y los imaginarios de género en cuanto a “ser
masculino” o “ser femenino”.

En un estudio reciente se ha encontrado que tanto la alta masculinidad como la alta


feminidad se asocian con un funcionamiento mental óptimo. También se ha propuesto
que la inversión en los ideales de género puede ser estresante tanto para hombres como
para mujeres porque se trata de ideales impuestos socialmente, dificultan la
autorregulación y están relacionados con la representación externa de la autovalía.
Además, para las mujeres son más negativos porque las características que se le asocian
están menos valorados culturalmente. También se ha planteado que las imágenes
estereotipadas y condicionadas socialmente producen en la mujer una serie de
condicionantes cognitivos opuestos a la aserción. Así, todo apunta a que, pese a las
creencias de la bondad del ajuste a los roles de género tradicionales, la realidad de su
relación con la salud y calidad de vida parece ser distinta (Matud y Aguilera, 2009).
Cuando se expande más allá de los géneros estereotipo: masculino y femenino, se
encuentra con que las personas tienden a otras formas de comportamiento que no se
ajusta, principalmente por la discordia que hay entre su sexo y género, es decir, la
orientación sexual de las personas no es únicamente un factor personal también lo es
social, ya que esta emite juicios de aceptación o negación hacia la conducta de sus
miembros. Entonces las personas que en su sexualidad muestran actitudes diferentes a
las esperadas son valoradas negativamente por la sociedad, creando en la mayoría de
estas personas, conflictos para integrarse al rol social. Se hace referencia a lesbianas,
homosexuales y bisexuales (Ortiz, 2005), quienes quedan fuera de los estereotipos
comunes. La sexualidad de las personas con estas preferencias puede ser vivida de igual
forma que aquellas que son heterosexuales. Además es la misma sociedad la que les
inculca los valores, las creencias y las actitudes que se supone son correctas y llegan a
entrar en conflicto con sí mismos debido ya sea a la propia no aceptación, o al
encubrimiento de su orientación sexual por el rol que la sociedad acepta.

Las creencias, valores y actitudes son factores que influyen en vivencia de la adecuada
sexualidad y para una adecuada salud mental, pues existe la posibilidad de generarse
conflictos debido a desinformación, desajustes con los roles y por tanto con una
adecuada integración.

Se vuelve necesario abordar a la sociedad y no solo a las personas para lograr la


integración adecuada de todos los miembros de la sociedad, sea cual sea la forma en que
viva su sexualidad.
Bibliografía

 Ortiz Hernández, Luis (2005) Influencia de la opresión internalizada sobre la


salud mental de bisexuales, lesbianas y homosexuales de la Ciudad de México;
Salud Mental; Vol. 28, No. 4; pp. 49 – 65.
 Quintero, A.; Marquina, M.; Contreras, J. (2009) Significado del ejercicio de la
función sexual de las(os) adolescentes en dos comunidades urbanas, a partir de
sus valores, creencias y prácticas; MedULA; Vol. 18, No.2; pp. 89 – 97.
 Caricote Agreda, Esther. (2006) Influencia de los estereotipos de género en la
salud sexual en la adolescencia; EDUCERE: Investigación arbitrada; No. 34,
pp. 463 – 470.
 Matud, Pilar M. y Aguilera, Laura (2009). Roles sexuales y salud mental en una
muestra de la población general española; Salud Mental; Vol. 32, No. 1; pp. 53 –
58.
 Mock, Gloria (2005) Una mirada a la sexualidad: del nacimiento a la pubertad;
Revista de ciencias sociales; No. 14; pp. 22 – 40.

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