You are on page 1of 37

Que es el bonsai?

Bonsái es un vocablo japonés de origen chino (Pen sai), que significa literalmente árbol en
bandeja. Es una forma de cultivo milenaria que los monjes budistas propagaron por todo Asia y
que prendió con especial fuerza en Japón.
En Europa empezó a desarrollarse en este siglo, a principios de los años 70, aunque su carácter
místico y filosófico se ha ido diluyendo, el auténtico Bonsái sigue considerándose una obra de
arte.

¿Qué es un prebonsai?
Se llama prebonsai a los árboles jóvenes cultivados en macetas pequeñas que, con el tiempo y
los cuidados necesarios, pueden convertirse en verdaderos bonsáis. Para un principiante
representan la forma más fácil y económica de iniciarse en este cultivo.
Obtener un bonsái por medio de semillas es un proceso largo y complicado que se recomienda
sólo a quien tenga ya una cierta experiencia. Otra posibilidad es comprar un árbol pequeño en
el vivero y empezar a tratarlo como bonsái. Lógicamente no sirve cualquier planta, debe ser
una especie leñosa capaz de desarrollar un tronco sólido y adquirir formas variadas.

Especies para empezar recomendados)


Pinos, arces, manzanos, abedules y espinos son árboles resistentes que aguantarán los errores
lógicos de un principiante. Pero también puede atreverse con abetos, acebos, alisos avellanos,
cerezos, enebros o bojes.
Estilos:
Existen 5 estilos básicos, inspirados en las formas que crea la propia naturaleza: Vertical formal
(Chokkan), como los árboles que crecen en valles y llanuras. Vertical informal (Moyogi),
representa a los que crecen sobre un terreno accidentado, es el más fácil de conseguir por lo
tanto el más popular. El estilo inclinado (Shakan), recuerda a los árboles que crecen en las
laderas y acantilados sometidos a la acción del viento. Y por último, los estilos cascada
(Kengai), y semicascada (Han–Kengai). Inspirados en formas adquiridas en precipicios y
desfiladeros, se caracterizan por crecer hacia abajo. Todos ellos tienen en la práctica, múltiples
variaciones.

Según la altura del bonsai tenemos:

Shito o Keshitsubu, que se trata de bonsai de hasta unos 5 centímetros. En muchas ocasiones
este bonsai se ha creado al sembrar directamente una semilla en una minúscula maceta. El
resultado es un tamaño que realmente hace posible transportar el bonsai en la punta de un
dedo.
*

Mame, que agrupa los árboles con alturas comprendidas entre los 5 y los 15 cm. Junto a la
categoría anterior forma el grupo de los bonsai en miniatura o Shohin, aunque hoy en día la
tendencia general es a considerar como shohin a árboles de hasta 25 cm.
*

Komono o Kotate Mochi, agrupando árboles entre 15 y 30 centímetros


*

Chumono, con alturas comprendidas entre los 30 y los 60 centímetros. Junto al anterior
tamaño se podría decir que son los tamaños más populares, aunque es frecuente encontrar
opiniones que afirman que para exponer son mas efectivos tamaños algo mayores.
*

Omono, con alturas comprendidas entre los 60 y los 120 centímetros forman el grupo de
grandes bonsai que ya pueden necesitar de dos, tres o incluso cuatro personas para su
transporte.

Según la línea de un tronco único:

En el caso de árboles en solitario se han definido cinco estilos básicos que utilizan la línea del
tronco como guía en la clasificación y que son: vertical formal, vertical informal, inclinado, semi
cascada y cascada. Con estos cinco estilos básicos se pretende cubrir todos los posibles ángulos
en que podemos encontrarnos un tronco único en plena naturaleza. El resto no dejan de ser
variaciones.
Chokkan (vertical formal):

Se trata de un estilo bastante popular en Japón hará algunas décadas, pero que en la
actualidad ha perdido parte de su preponderancia a favor de otras formas con una menor
rigidez. El estilo vertical formal es en algunos aspectos el más sencillo de todos precisamente a
causa de ésta rigidez y formalidad en el diseño, llevando con relativa facilidad a un resultado
equilibrado si uno sigue más o menos fielmente sus normas. Aunque también es cierto que
esta misma formalidad lleva implícita la dificultad de encontrar el material base adecuado que
presente una absoluta verticalidad y un decremento uniforme del grosor del tronco conforme
se asciende por éste. Y por si fuera poco, en caso de encontrar el tronco adecuado, la posición
y distribución de las ramas resulta de vital importancia en este estilo. En resumidas cuentas
podemos concluir que la principal dificultad para realizar un Chokkan bien formado estriba en
la localización del material de partida adecuado.

Es sumamente improbable encontrarlo en material recuperado, y bastante complicado en


material procedente de vivero, por lo que no son pocos aquellos que abogan por partir de
semilla y dedicarle años y cuidados al futuro bonsai. Un árbol modelado en este estilo habla de
unas condiciones ambientales ideales: sin escasez de agua o nutriente, abundancia de luz,
clima suave, etc.

Las principales características de este estilo son:

Un nebari bien formado, con raíces dispuestas radialmente por todo el perímetro del tronco
para así transmitir una sensación de equilibrio. Algo que no sería posible si la base del tronco
careciera de éstas en algún segmento.
*

Un tronco perfectamente recto y vertical destinado a proporcionar sensación de fuerza.


*

Un aumento uniforme del grosor del tronco conforme se desciende hacia la base
contribuyendo a aumentar la sensación de estabilidad.
*

Una distribución uniforme de ramas en todas direcciones, excepto aquella directamente


enfrente del árbol. Esta distribución de ramas en muchas ocasiones se realiza en grupos de
tres, por ejemplo: una en un lado, otra trasera algo mas arriba en el tronco y la tercera en el
lado opuesto, algo más elevada que las anteriores. Las dos ramas más bajas, una a cada lado,
deben ser las más largas y fuertes del árbol, siendo la primera rama la más dominante. Esta
primera rama suele encontrarse ente ¼ y 1/3 de la altura del árbol.

Para reforzar la idea de 'un frente en el árbol' es decir una dirección preferente desde la que
contemplarlo, las ramas traseras suelen ser bastante más cortas que el resto. En realidad esto
puede sonar artificioso, pero si uno piensa en la contemplación de un árbol en la naturaleza
desde una cierta distancia, no dejamos de encontrarnos en la situación en que solo podemos
apreciar uno de los lados de dicho árbol. Algo así trata de lograrse con el bonsai, conseguir
mediante la correcta disposición de ramas dar la impresión de estar contemplando un gran
árbol en la distancia.

En resumen se trata de un estilo que debe transmitir las sensaciones de fuerza, equilibrio y
majestuosidad. Y también se trata de uno de los mejores estilos para un principiante, pues
presenta unas guías claras que permiten al aficionado en ciernes empezar a comprender los
conceptos propios del bonsai.

Moyogui (vertical informal):

Quizás se trate del estilo más popular en la actualidad y resulta común encontrarlo en
cualquier colección, entre otras cosas por que resulta bastante más fácil encontrar ejemplares
adecuados para su formación que en el caso anterior. También es importante tener en cuenta
que en este caso las normas de formación, que básicamente son muy similares a las del estilo
vertical formal, no necesitan ser seguidas estrictamente dejando una mayor libertad a la hora
de seleccionar el material de partida y de hacernos una idea mental de que pretendemos
hacer con él. Se trata de árboles que si bien han crecido en condiciones ambientales
favorables, en algún momento han debido encontrar diversos factores problemáticos que les
han llevado a producir curvas en el tronco para cambiar la dirección de crecimiento.

Si bien buena parte de las normas pueden ser tomadas con una cierta flexibilidad, hay una que
debe ser seguida obligatoriamente para que el resultado pueda clasificarse como vertical
informal. Esta es que por muchas curvas que describa el tronco, al final el ápice debe regresar
al eje del árbol, es decir que trazando una línea vertical desde la base del tronco, ésta también
ha de pasar por el ápice. O como mínimo muy cerca de él, pues cualquier desviación de cierta
consideración llevará a clasificar al árbol como de estilo inclinado. Se suele tomar como límite
máximo unos 15 grados de separación. Además resulta aconsejable que él árbol se encuentre
ligeramente inclinado hacia el observador. La idea que subyace tras esta disposición consiste
en tratar de crear la impresión de encontrarse contemplando un gran árbol desde una posición
situada justo en su base, que a pesar de ser completamente vertical parece inclinarse sobre
uno por efecto de la perspectiva.

Respecto a la distribución de raíces se suele tratar de conseguir algo muy similar a lo buscado
en el estilo vertical formal, pues no dejan de proporcionar estabilidad a la composición, de la
misma forma que se busca una disminución uniforme del grosor del tronco aunque éste pueda
presentar curvas más o menos pronunciadas en todas direcciones. En cuanto a la distribución
de ramas, se puede aplicar la disposición en grupos de tres como se ha comentado en el estilo
vertical formal, pero en este caso no es necesario seguir el patrón rígidamente sino que uno
puede adaptarlo al movimiento del árbol y a las necesidades del diseño buscado. De cualquier
forma, la primera rama continúa siendo la de mayor peso en el árbol.

Finalmente, hay un punto que conviene tener en cuenta al formar la distribución de ramas, y
es que estas suelen encontrarse en el exterior de las curvas. La razón tras esta disposición, a
parte de subjetivos motivos estéticos, la encontramos en la naturaleza: Un árbol tiende a
crecer en la dirección más opuesta posible a la de una rama de gran fuerza, y al mismo tiempo
una rama situada en la parte externa de una curva recibe más luz, y por tanto va
fortaleciéndose con el tiempo en detrimento de otras peor situadas que acaban por
desaparecer.

Shakan (inclinado):

Se trata de árboles con troncos más o menos rectos pero inclinados. Esta inclinación, que
puede ser tanto a derecha como a izquierda, suele ser de un máximo de unos 45 grados sobre
la vertical pues a partir de ahí se les puede considerar como semi cascada, o cascada.

El estilo inclinado es, a diferencia de los anteriores, un estilo en el que el medio ambiente ha
dejado una clara huella sobre el árbol. Los estilos de tronco vertical hablan de árboles viviendo
en condiciones favorables y que por tanto han podido desarrollarse en la dirección ideal;
vertical, o casi, con ramas y raíces distribuidas de forma uniforme dando impresión de
estabilidad y equilibrio. Pero un árbol inclinado nos indica que no ha sido tan afortunado y que
un medio más hostil le ha obligado a inclinarse, por lo que tanto la distribución de ramas como
de raíces no tiene por que ser la esperada.

Si en un tronco vertical uno podría esperar una cierta correspondencia entre las raíces más
gruesas con aquellas ramas a las que soportan (una rama gruesa generalmente dispone de una
raíz igualmente gruesa justo debajo encargada de alimentarla pues el camino de savia es en
ese caso el más corto posible), en un árbol inclinado esto no tiene por que ser cierto, tanto
más cuanto mayor sea la inclinación que presente. En este caso, las raíces más gruesas
tratarán de asegurar la estabilidad del árbol tratando de compensar en lo posible el efecto de
la gravedad sobre el tronco inclinado y por lo tanto aparecerán en las dos zonas donde son
más necesitadas: Justo en la parte de la base que queda bajo el tronco inclinado, y en la parte
opuesta, la más externa de la inclinación. Es importante recordar que dicha inclinación
afectará igualmente a la forma de estas raíces, pues aquellas situadas en la parte interna se
verán sometidas a fuerzas de compresión, mientras que las situadas en la parte externa se
verán sometidas a tensiones al tratar de anclar el árbol al suelo, y por tanto serán bastante
más alargadas que las anteriores.

La inclinación del tronco puede empezar justo a nivel de suelo o algo más arriba, incluso puede
presentar curvas notablemente acentuadas. Hay que notar que un tronco recto indica que la
inclinación se ha producido recientemente, mientras que alguna curva da la impresión de que
el árbol ha tratado de recuperarse a lo largo del tiempo.

Respecto a la distribución de ramas, si bien es posible aplicar la idea de la distribución habitual


de ramas como en los casos de troncos verticales, hay que tener en cuenta que las ramas en la
parte externa de la inclinación suelen tener mayor peso por diferentes motivos: actúan como
contrapeso equilibrando el conjunto, y reciben más luz que las situadas en la parte interna
desarrollándose con un vigor bastante mayor. Es por esto por lo que en la mayor parte de los
casos la primera rama, y la mas pesada, debería encontrarse en la parte externa de la
inclinación.

Semi cascada (Han Kengai):


Según el criterio de la inclinación del tronco, un árbol clasificado como semi cascada tendría
una inclinación, siguiendo la línea del tronco, que podría oscilar entre un máximo de unos 45
grados por encima de la horizontal y unos pocos grados por debajo de la misma. En cualquier
caso dado que un bonsai en estilo semi cascada nunca cae por debajo de la maceta, éste suele
ser el criterio más comúnmente aplicado por delante de consideraciones sobre la inclinación.
Son árboles fácilmente localizables en la naturaleza, cerca de alguna pendiente escarpada,
sobre la orilla de lagos o ríos en cuya superficie se refleja buena cantidad de luz, y por tanto la
planta adquiere esta tendencia de crecimiento, etc.

Para este diseño, quizá más que para cualquier otro, la dificultad radica en conseguir una
planta que sea capaz de trasmitir sensación de estabilidad puesto que el tronco, al prolongarse
de forma casi horizontal, requiere de una importante base de raíces que funcione como
anclaje. Manteniendo este punto en mente, la distribución más adecuada de las raíces no deja
de ser similar a la comentada para el estilo inclinado.

Otro punto delicado podemos encontrarlo en la distribución de ramas; generalmente uno


podría pensar en aplicar una distribución similar a aquella aplicada en los estilos verticales,
pero teniendo en cuenta que lo que sería el frente en un vertical, pasaría a ser la cara inferior
del tronco al ser inclinado hasta casi la horizontalidad. Se trata de una posibilidad,
ciertamente, pero para evitar resultados faltos de equilibrio hay que tener en cuenta que
básicamente estamos tratando con un tronco muy cercano a la horizontal, y que por tanto al
formar los típicos pisos en el follaje uno puede encontrarse con un resultado completamente
plano. Una forma de solventar este problema es asegurar la presencia de curvas en todos los
planos.

Descuidar la inclusión de ramas traseras es igualmente un error bastante común en este


diseño y que resulta en una importante pérdida de profundidad.

Finalmente nos encontramos aun con un último problema, quizá más importante que los
anteriores y en ocasiones de más difícil solución. Se trata de la dificultad para formar un ápice
adecuado y dónde colocarlo. Tres son los puntos principales donde suele colocarse el ápice: En
un punto situado alrededor de los dos tercios de la longitud del tronco, en un punto situado a
un tercio de ésta, o formar el ápice a modo de contrapeso aproximadamente sobre la curva
inicial que provoca la inclinación del tronco.
Cascada (Kengai):

Se trata, quizás, del estilo más exigente para la planta en cuanto a términos de adaptabilidad y
supervivencia frente a un medio hostil. Es un diseño normalmente asociado a barrancos y
abruptos desniveles de alta montaña donde las duras condiciones ambientales han forzado un
comportamiento completamente antinatural para el árbol: su crecimiento hacia abajo.

Para su clasificación, y siguiendo el criterio de la inclinación del tronco, se podría decir que,
trazando un línea desde la base del tronco hasta la punta de la cascada, la recta obtenida
tendría una inclinación de entre 30 y 90 grados por debajo de la horizontal. Asimismo resulta
habitual que la punta de la cascada caiga por debajo de la maceta, lo cual, al igual que en el
caso anterior constituye el criterio más ampliamente utilizado.

Como sencilla guía de formación de la estructura de las ramas se podría pensar, al igual que en
el caso anterior, en un diseño vertical informal puesto boca abajo. Aunque en este caso hay
que tener en cuenta que lo que sería una rama trasera en el estilo vertical, en un diseño en
cascada pasa a situarse hacia el frente, al desviada hacia un lado si acaso.

Respecto al tronco, éste debe ascender una corta distancia para, de forma inmediata, doblarse
sobre si mismo dando comienzo a la cascada. La altura de esta primera curva no debe ser
excesiva, pero si suficiente como para que el tronco no tenga contacto con el borde de la
maceta, pues en ese caso el resultado daría una cierta sensación de inestabilidad, como si el
árbol necesitara un punto de apoyo para no caer. De la misma forma esta primera curva
debería ser lo más abrupta posible para añadir fuerza a la imagen; un árbol en cascada no ha
vivido en un ambiente fácil, y por tanto las curvas suaves no son la tónica habitual. Algo que,
por otro lado, bien podría aplicarse a la totalidad del diseño y de las curvas implicadas. Ningún
árbol se desarrolla voluntariamente formando una cascada, siempre son las adversas
condiciones ambientales las que, al no dejar ninguna otra salida, obligan a la planta a este tipo
de crecimiento y por tanto en esos duros ambientes las curvas excesivamente suaves dan una
impresión de artificialidad.

Es importante notar que al formar la ramificación de un estilo en cascada se empieza por las
ramas más altas, las cercanas a la base del tronco y que usualmente forman el ápice, para
bajar a continuación hasta el extremo de la cascada. Justo el método opuesto a los estilos
verticales en los que se empieza por las ramas más bajas para ascender a continuación por el
tronco hasta el ápice.

Un elemento de gran importancia que no debe ser descuidado en este estilo es la base de
raíces, pues es en este caso en el que su función de anclaje y estabilización resulta más crítica.
Su estructura será bastante similar a la encontrada en el estilo inclinado aunque con las
características más exageradas pues la inclinación también es mucho mayor.

Otros estilos de tronco único

Se trata de estilos que, a pesar de poder ser considerados como una simple derivación, de
alguno de los anteriores con el paso del tiempo han adquirido personalidad propia.

Barrido por el viento (Fukinagashi):

Se podría llegar a afirmar que el estilo barrido por el viento puede ser uno de los estilos mas
fascinantes en el sentido que hay pocos que como él lleguen a representar con tal dramatismo
la interacción entre el árbol y los elementos.

En un sentido meramente práctico se trata de un estilo que permite aprovechar ejemplares


con falta de equilibrio, o con una gran falta de ramas en alguno de sus lados. Eso sí, al elegir el
material se debe tener algo de cuidado pues no todos los árboles con predominio de ramas en
uno de sus lados resultan aprovechables. Se debe tener muy en cuenta la línea del tronco y la
presencia de fuertes raíces que evoquen la lucha de la planta por mantenerse agarrada al
suelo.
En función de la intensidad del viento que se desee evocar los efectos sobre el árbol serán mas
o menos acusados, pasando de troncos prácticamente rectos con las ramas orientadas
predominantemente en una dirección para vientos suaves, hasta dramáticos troncos
inclinados hasta formar un semi-cascada para representar un entorno de fuertes vientos.
Prácticamente cualquiera de los estilos principales puede ser convertido en un barrido por el
viento con solo reposicionar adecuadamente las ramas.

En cualquier caso deben abundar las zonas muertas en aquellas partes del árbol situadas
contra el viento pues son las que sufre directamente sus efectos desecantes y su fuerza
mecánica, mientras que las ramas deben orientarse a favor de éste, de la misma forma que
habrían sido modeladas en la naturaleza.

No se trata de un estilo fácil precisamente, es más para no pocos representa uno de los más
complicados de realizar, pues no resulta trivial conseguir un aspecto natural en la distribución
de las ramas manteniendo la sensación de profundidad que nos aleje de ejemplares en dos
dimensiones.

Escoba (Hokidachi):

Como su nombre indica el estilo hokidachi, o estilo escoba como suele conocerse en occidente,
da la impresión visual de ser una de aquellas antiguas escobas tradicionales puesta del revés.
En líneas generales consta de un tronco casi perfectamente recto y vertical hasta una altura
que oscila entre un tercio y la mitad de la altura total del árbol, punto en el que el tronco pasa
a subdividirse en multitud de ramas, creciendo casi verticalmente, que a su vez vuelven a
subdividirse una y otra vez en ramas cada vez más horizontales, hasta conseguir el aspecto
característico de una copa redondeada formada por una ramificación muy, muy fina.

Es un estilo notablemente indicado para caducifolios como olmos, arces o zelkovas. Es más
fueron estos últimos, las zelkovas, los árboles que originalmente inspiraron este estilo. En un
caducifolio no solo es posible disfrutar del espectáculo de una copa bien formada cubierta de
hojas, sino que en invierno impresiona la abundante ramificación que se escondía debajo.

También es uno de los estilos mas nuevos en el mundo del bonsai pues apenas lleva un siglo
siendo aplicado, y quizá por su típica forma sea uno de los que más se ajuste a la visión
tradicional en occidente de lo que debería ser un árbol en maceta. De todas formas no hay que
dejarse llevar a engaño por su aspecto aparentemente simple, pues requiere tiempo y
habilidad crear una distribución uniforme y delicada del ramaje.

[color=red]
Raíces expuestas (Neagari):[/color]

A pesar de tratarse de un estilo que puede adaptarse bien a muchas formas, la característica
común a todas ellas es que buena parte de lo que una vez fueron raíces del árbol han quedado
expuestas pasando a formar parte del tronco, generalmente hasta la mitad, o incluso los dos
tercios de la altura del árbol. Estas raíces visibles pueden dejarse tal cual las formó la
naturaleza, se les puede doblar, dar curvas, etc., pero en cualquier caso deben tener el grosor
suficiente como para no afectar a la estabilidad de la planta.

Se trata de un estilo que busca imitar el resultado de la erosión del suelo causada por la fuerza
de los elementos, generalmente el agua, y por tanto suele aplicarse a coníferas pues son estos
los árboles más comunes en las zonas en las que se dan estas duras condiciones ambientales.
A pesar de que es también utilizado con otras variedades, como por ejemplo ficus.

La forma de producir ejemplares siguiendo este estilo, a parte de tomarlos directamente de la


naturaleza dejando que sea esta la que haya realizado el trabajo duro de modelado, no es
demasiado complicada aunque si muy laboriosa y digna de paciencia.

Un primer método consiste en ir elevando, año a año, la planta joven de forma que
únicamente las puntas de las raíces entren en contacto con el sustrato. Sustrato
convenientemente arenoso para favorecer el desarrollo radical. Para mantener la
sustentación, las raíces que más tarde ejercerán esta función así como la misma planta
deberán ser sustentadas temporalmente con bastones.

El segundo método es el opuesto y resulta algo más sencillo de llevar a cabo. Consiste
básicamente en plantar el árbol en un tubo o cajón de una cierta profundidad con un sustrato
arenoso. Las raíces rápidamente se dirigirán por si mismas hacia el fondo buscando humedad y
nutrientes, aunque para conseguir la textura y corteza adecuadas se deberá ir descubriendo
con el paso de los años, poco a poco y desde arriba, un segmento cada vez mayor de raíces.
Recortando el tubo, o cajón cuando sea preciso.

La ventaja de este método es que las raíces permanecen mucho más protegidas disminuyendo
el riesgo general para la vida de la planta, y que no es necesario ningún sistema de
sustentación para el árbol.

Literati (Bunjin):

Se trata de un estilo bastante peculiar de origen puramente chino. Ya desde los tiempos de la
dinastía Han (206 a.c. - 220 b.c.) en China, funcionarios gubernamentales recorrían el país
buscando gentes especialmente ilustradas e interesadas en temas como el arte, la filosofía, la
historia, etc., para atraerlos al servicio del gobierno. Eran los llamados 'hombres de libros', los
'Literati'.

Estos literati vivían una vida bastante frugal y ascética, donde el estudio y el arte consumían
buena parte de su tiempo. Con el paso del tiempo acabaron desplazando su atención hacia los
árboles cultivados en los jardines de aquellos palacios en los que trabajaban, trasmitiéndoles
su forma de ser y de concebir el arte. Surgieron así unas formas estilizadas muy alejadas de los
estilos populares que, pese a todo, no se puede decir que no tengan su fiel reflejo en la
naturaleza. A orillas del mar, o creciendo en zonas donde el árbol ha debido competir por la
luz, pueden encontrarse ejemplares naturales que encajan perfectamente en este estilo.

Son árboles en los que las normas convencionales no se aplican, han sido apartadas, más que
rotas. En ellos predominan líneas ligeras, limpias y sobretodo asimétricas en las que la masa de
verde se ve reducida a su mínima expresión, formando ejemplares generalmente altos y de
porte elegante. Si bien también es cierto que resulta factible adaptar otros estilos.
Enraizado en roca (Ishizuki):

Ishizuki es un término que hace referencia a un árbol agarrado a una roca, por lo que en este
caso tenemos una composición de tres elementos: el árbol, la roca, y la maceta. De los cuales
la roca suele ser el preponderante, a discreción del autor, aunque siempre se debe buscar un
equilibrio.

Este estilo se da en la naturaleza en lugares en los que el árbol se asienta sobre salientes y
grietas en las rocas. Conforme la planta va desarrollándose, las raíces se ven obligadas a
deslizarse entre las grietas buscando humedad y nutrientes hasta que por fin encuentran el
suelo, momento en el cual empiezan a engordar de forma muy rápida. Con el paso del tiempo
y la exposición a las inclemencias atmosféricas, las raíces situadas sobre la roca se van
recubriendo progresivamente de una corteza que llega a confundirlas casi completamente con
el tronco, al mismo tiempo que adquieren un aspecto cada vez mas aplastado siguiendo
perfectamente los más mínimos relieves de la roca sobre la que se asientan.

Dentro de este estilo se pueden distinguir dos variantes: la primera es aquella por la cual las
raíces abrazan la roca, y la segunda consiste en plantar el árbol en alguna oquedad dentro de
la misma roca. Mientras en el primer caso solo participan tres elementos en la obra, árbol,
roca y maceta, en el segundo pueden aparecer diversas plantas de acompañamiento o incluso
árboles que acaben de complementar el conjunto.

Un método empleado para la creación de este estilo en su primera variante, resulta bastante
similar al descrito en el caso de Neagari. Se trata de usar un cajón de cierta profundidad en el
que plantaremos el árbol con las raíces ajustadas a la roca lo mejor posible, y fijadas a ella
mediante alambres cuando sea necesario. Conforme pasa el tiempo se va descubriendo una
porción creciente de la parte superior de raíces y roca para que éstas vayan adquiriendo la
corteza característica.
Doble tronco (Sokan):

En China o Japón este estilo recibe el nombre de 'padre e hijo' o 'madre e hija', dado que
normalmente uno tronco predomina sobre el otro que, situado muy cerca, da la impresión de
estar protegido o dominado por el mayor.

El material elegido puede ser un doble tronco natural, o un árbol que presente una rama muy
baja que pueda ser orientada como un nuevo tronco. Lo que si se debe tener en cuenta en
ambos casos es que la unión de los dos troncos debe producirse lo más baja posible, a ser
posible a nivel del suelo, formando un ángulo agudo. Uniones muy abiertas tienden a dar la
impresión de árboles no plenamente relacionados. Otro método para crear este tipo de
ejemplares es unir por la base dos árboles de características muy similares, con puntos
atractivos, pero que adolezcan de alguna deficiencia o falta de ramas en alguno de sus lados. Si
la unión se realiza correctamente, con el paso del tiempo resultará imperceptible.

Un punto a tener en cuenta es que las alturas y grosores deben ser marcadamente diferentes,
siendo el árbol más alto también el más grueso. Además, tal y como ocurriría en la naturaleza,
el árbol menor se inclinaría hacia fuera, tratando de sortear la sombra creada por el más alto.
A pesar de todo, el movimiento de ambos suele ser muy similar, puesto que a fin de cuentas
han crecido en el mismo entorno.

Múltiples Troncos (Kabudachi):


Este estilo se caracteriza por tener tres o más troncos partiendo de un único punto. En la
naturaleza esta situación se puede producir cuando varias semillas han caído juntas en un
mismo lugar, tras germinar y conforme los diferentes plantones se desarrollan, éstos van
fusionándose uno tras otro por la base. De igual forma es un estilo que puede formarse en
variedades con tendencia a generar chupones por la base.

Podemos recrear un ejemplar de este estilo potenciando la aparición de chupones en especies


con tendencia a crearlos a base de podar severamente, eso sí se debe tener cuidado para que
el exceso de chupones no acabe matando el tronco original. Otra forma de conseguir un
kabudachi consiste en plantar diversos árboles jóvenes atados por la base de forma que
cuando estos se desarrollen acaben por fusionarse en el punto en que se ha producido la
ligadura. Al distribuir los troncos se deberían tomar algunas precauciones de forma que todos
resulten visibles, sus separaciones sean variables y que ninguno cruce por delante de otro.

Al igual que en el caso anterior, las alturas y grosores conviene que sean variables siendo el
tronco más alto también el de mayor calibre. De igual manera que se hace en las agrupaciones
de árboles individuales, el follaje de los diferentes troncos se debe trabajar teniendo en cuenta
todo el conjunto buscando un perfil general que se aproxime a una forma triangular.

Balsa (Ikadabuki):

La característica principal de este estilo es la presencia de un tronco tendido sobre el suelo a


partir del cual parten un número generalmente impar de troncos verticales. Este tronco caído
suele ser perfectamente recto e ilustra la fuerza de los elementos que derribaron el árbol
original, árbol que a pesar de todo continuó con vida, enraizando nuevamente y convirtiendo
las ramas del lado descubierto en los nuevos troncos.

Una variante muy similar, pero que ha merecido nombre propio como estilo, es el Netsuranari.
En este caso el tronco sobre el suelo presente un aspecto repleto de curvas sinuosas que
representa la situación en que una raíz especialmente grande ha desarrollado múltiples
chupones conforme se desarrollaba.

Formar un árbol según este estilo puede lograrse de diversas formas, como por ejemplo
aprovechando material algo defectuoso que presente ramas únicamente en uno de sus lados y
que por tanto pueda ser plantado tendido sobre el suelo. También se puede lograr forzando a
un tronco subordinado a inclinarse hasta reposar sobre el suelo, lográndose composiciones
con gran fuerza visual a causa de la presencia de un tronco muy dominante.

En cualquier caso, buena parte del trabajo se concentrará en lograr que el nuevo tronco
horizontal consiga emitir raíces a lo largo de toda su longitud que poco a poco vayan
sustituyendo, o complementando, la antigua base de raíces situada en un extremo. De igual
forma es de gran importancia evitar en lo posible alinear los nuevos troncos para no tener
composiciones casi completamente planas y en dos dimensiones. Para ello es fundamental
jugar con las inclinaciones de cada uno.

Agrupaciones de árboles individuales (yose-ue, kyuhon-yose, etc.)

http://www.portalbonsai.com/images/art_bosque.jpg

Las plantaciones en grupo siempre han ejercido una notable fascinación a lo largo de la historia
gracias a su poder evocador de la paz y el misterio propios de lejanos bosques. Es más, no son
pocos los aficionados que se descubren a si mismos conteniendo la respiración ante alguna
composición que les atrae especialmente, perdidos en imaginarios senderos que serpentean
entre imponentes árboles.

En función del número de ejemplares las plantaciones en grupo reciben denominaciones


distintas:

Sojukan: Dos árboles

Sambon-yose: Tres árboles

Gohon-yose: Cinco árboles

Nanahon-yose: Siete árboles

Kyuhon-yose: Nueve árboles


Yose-ue: Más de nueve árboles, pero siempre un número impar.

Por motivos estéticos siempre se procura establecer una composición con un número impar de
ejemplares, excepto quizá en agrupaciones muy numerosas de treinta o cuarenta arbolitos en
las que este factor resulta menos importante pues resulta muy complicado apreciar el número
a simple vista.

En estas composiciones cada individuo cuenta con su propio sistema radicular totalmente
independiente. O por lo menos inicialmente, pues conforme pasan los años las raíces van
fusionándose progresivamente hasta que finalmente todos los ejemplares se encuentren
interconectados a través de ellas. Es un proceso muy similar al que tiene lugar en los bosques
naturales, en los que más que de ejemplares aislados, se podría hablar en cierto sentido de un
único organismo: el bosque.

Es esta fusión de las raíces la que casi obliga a trasplantar el bosque como todo un conjunto, y
no separando nuevamente los árboles en cada trasplante. Algo que por otra parte, a pesar de
ser una operación más delicada de lo que sería si de un árbol individual se tratara, simplifica
notablemente la tarea de mantener el diseño inicial en los sucesivos trasplantes a lo largo de
los años.

En líneas generales las reglas para formar un bosque son las mismas que para un árbol
individual, aunque hay que tener en cuanta que en este caso debe tratarse el conjunto de
troncos como si de uno sólo se tratara, modelando sus ramas y copas de acuerdo con esta
idea. Es este punto, aunque aparentemente complicado de conseguir, lo que permite al
aficionado aprovechar material que no reunía las mejores condiciones como para ser tratado
como árbol individual.

La elección del material adecuado para formar un bosque es un punto de vital importancia,
siendo adecuadas aquellas variedades cuya tendencia natural sea a crecer erguidas, tanto
caducifolios como de hoja perenne. Especies que produzcan hojas de gran tamaño no deben
ser descartadas, pero hay que tener en cuenta que en ese caso la composición deberá ser de
un tamaño bastante mayor para que el conjunto resulte proporcionado. También resulta
recomendable no mezclar especies distintas de árboles tanto por motivos botánicos, ya que
sus necesidades de cultivo serán distintas, como por motivos estéticas, puesto que conseguir
un resultado estéticamente agraciado es más complicado. Sobretodo resulta más difícil
adquirir la sensación de profundidad adecuada cuando los árboles traseros destinados a
proporcionarla, son de una especie distinta a los que aparecen en primer plano.

ENFERMEDADES
Parásitos

Araña Roja y Amarilla:


Son dos tipos de ácaro bastante similares que se pueden diferenciar claramente por el color
que presentan; rojizo una variedad, amarillenta la otra, de ahí su nombre. Son tan minúsculos
que resulta poco menos que imposible distinguirlos sobre el envés de las hojas en el que
suelen concentrarse. En realidad la mejor forma de apreciarlos es colocar una hoja de papel
blanco bajo las ramas y sacudirlas ligeramente con la mano, si el árbol se encontrara atacado
por estos parásitos se podrían apreciar unos diminutos puntitos rojos, o amarillos, moviéndose
sobre el papel. Pero aun así son tan pequeños que incluso correteando sobre un fondo blanco
cuesta distinguirlos.
Sólo si la plaga se encontrase muy avanzada se podrían detectar sin dificultad a causa de la fina
tela que estos ácaros van tejiendo entre las ramas, aunque llegado este punto el bonsái es más
que probable que se hallara en serios problemas.

Síntomas:
En general estos ácaros provocan una progresiva pérdida de color en las hojas hasta que éstas
acaban por caer. Si se trata de coníferas las hojas amarillean para luego tomar tonos pardos
justo antes de desprenderse, mientras que en árboles de hoja caduca aparecen picaduras en el
limbo de la hoja y pequeñas manchas en el envés, finalmente la hoja toma un color grisáceo y
cae. Si la infestación es masiva aparecerán en ambos casos finas telas sedosas cubriendo el
follaje dificultando así el paso de la luz y por tanto la función clorofílica, aunque la acción más
grave de estos parásitos es el debilitamiento general de la planta a causa de la succión de la
savia que les sirve de alimento.

Remedios:
Una vez se ha detectado la plaga hay que tener claro que los ácaros prefieren ambientes secos
y cálidos, así que una forma de prevención y llegado el caso de control de la plaga, es elevar el
grado de humedad en la planta pulverizando las hojas con regularidad. Podar y destruir las
ramas afectadas es una ayuda pero no suele ser una buena idea en caso de un bonsái pues uno
acaba perdiendo el trabajo de varios años. Justo antes de primavera es conveniente rociar con
aceites amarillos, ovicidas, para eliminar en lo posible los restos de plaga del año anterior
antes de que las larvas salgan de sus huevos. Y durante primavera y verano fumigar con
acaricidas específicos.

Orugas:

En este grupo se engloban al conjunto de larvas de mariposas que se alimentan de los tejidos
del árbol debilitándolo.
En general, y dada la naturaleza del parásito, tomada a tiempo se puede acabar con este tipo
de plagas simplemente eliminando a mano las distintas orugas.
Algunas de las más comunes son:

Taladros:
Son mariposas nocturnas con orugas de color rojo o amarillo que roen la corteza del tronco
abriendo galerías en ella. A la entrada de cada una de ellas se aprecia un montoncillo de serrín.
Remedios: Podar las partes afectadas. Hundir alambre en las galerías para matar a la oruga y
cerrar el orificio con pasta selladora.

Lagarta peluda:
Aparecen unos hilos de seda entre las hojas y en ocasiones algunos nidos de aspecto
esponjoso.

Remedios: Pulverizar con insecticidas adecuados.

Enrolladoras:
Aparecen roídos los brotes tiernos, flores y yemas. Además aparecen multitud de hojas
enrolladas como si de cigarros se trataran con finos hilos sedosos. Es una oruga con hábitos
nocturnos bastante difícil de localizar.

Remedios: Pulverizar con insecticidas adecuados (paratión).

Minadoras:
Las hojas aparecen atravesadas por galerías y el limbo perforado. Estas cavidades se
encuentran rodeadas de granos negruzcos.

Remedios: Pulverizar con insecticidas adecuados (fósforo orgánico).

Geometras:
El follaje aparece roído y las yemas perforadas, además se pueden apreciar hilos de seda que
van desde las hojas hasta el suelo siendo utilizados por las orugas para descender.

Remedios:
Utilizar aceites ovicidas a finales de invierno. En primavera usar insecticidas (líndano o
paratión)

Hiponomeutas:
Aparecen numerosos hilos de seda entre las hojas, algunas de las cuales se encuentran
completamente envueltas, y en ocasiones se puede observar algún capullo. Las orugas suelen
encontrarse en el envés de las hojas.

Remedios:
Podar las partes adectadas. Utilizar aceites ovicidas a finales de invierno. En primavera usar
insecticidas (fósforo orgánico).

Cochinillas:
Bajo este nombre se engloban varios parásitos de características similares: Cochinillas
Diaspinas, Lecaninas y Cochinillas harinosas o algodonosas.

Cochinillas Diaspinas:
Son insectos inmóviles que forman colonias sobre las hojas, frutos y ramas. Se encuentran
protegidos por un escudo de unos 3mm de color marrón grisáceo o pardo de forma
redondeada y abombada.

Cochinillas Lecaninas:
Al igual que el caso anterior se trata de un insecto inmóvil protegido por un escudo, pero que
en este caso, con un tamaño que oscila entre 2 y 6 mm, es individual para cada insecto.

Síntomas:
En ambos casos se pueden apreciar multitud de bultitos en hojas, ramas y tronco. Bultitos que
no son más que los escudos antes mencionados encargados de ocultar y proteger al parásito
en sí. Se pueden apreciar igualmente daños similares a quemaduras en la corteza y en
ocasiones un hongo negro, la fumagina, acaba asentándose en las partes recubiertas por las
secreciones de estos parásitos. Como resultado de todo esto el tronco se va deformando, las
hojas caen y la planta en general se debilita en gran medida.

Remedios:
Podar y destruir las partes más afectadas, limpiar el resto con una esponja empapada de
alcohol. Las mariquitas son unos depredadores muy eficaces en este caso por lo que depositar
algunas sobre el bonsái no es mala idea. Al final del invierno utilizar aceites ovicidas para
eliminar la mayor cantidad de huevos posible antes de que estos eclosionen. Posteriormente
pulverizar con productos específicos. De cualquier forma acabar con esta plaga en cuestión es
complicado a causa del escudo protector y en no pocas ocasiones la lucha se prolonga varios
años.

Cochinilla harinosa o algodonosa:


En este caso se pueden apreciar escudos blancos, harinosos y móviles. También es posible que
aparezca le fumagina. En general la función clorofílica disminuye mientras las hojas amarillean
y caen.

Remedios:
Usar igualmente aceites ovicidas y desde los primeros síntomas pulverizar con insecticidas
fosforados orgánicos.

Pulgones:

Pulgón verde, pulgón negro y pulgón de las agallas:


Se trata de pequeños insectos, aunque esta vez si son fácilmente visibles a simple vista, de
color verde o casi negro asentados en los brotes tiernos de cuya savia se alimentan.

Síntomas:
En muchas ocasiones la primera pista sobre la aparición de pulgón nos la proporcionan las
hormigas. Éstas no afectan para nada a la planta pero su presencia en el bonsái suele implicar
la de una colonia de pulgones, pues las hormigas cosechan ávidamente las secreciones
generadas por éstos para utilizarlas como alimento. Se trata de una perfecta relación
comercial: los pulgones proporcionan a las hormigas alimento en forma de secreciones dulces
y éstas ofrecen protección ante cualquier posible depredador.

El principal efecto de una colonia de pulgones es que al alimentarse de savia debilitan en gran
medida la planta y los nuevos brotes sobre los que se asientan, si la infestación es grande estos
con toda probabilidad acabarán agostándose.
El limbo de las hojas puede verse amarillear y en caso de coníferas las agujas se deforman
adquiriendo manchas plateadas hasta finalmente caer completamente secas. Al igual que en el
caso de las cochinillas puede hacer aparición el hongo fumagina sobre las secreciones de los
pulgones. El pulgón negro además puede ser portador de enfermedades víricas y en el caso del
pulgón de las agallas aparecerán multitud de estas (abultamientos) sobre los brotes.
En general el crecimiento se retrasa notablemente y aparecen zonas necrosadas.

Remedios:
Realizar tratamientos preventivos a base de aceites ovicidas a finales de invierno ya que sus
huevos hibernan sobre la corteza del árbol, y durante el periodo vegetativo, utilizar
insecticidas adecuados para pulgón. Proyectar un fuerte chorro de agua sobre las ramas tendrá
el efecto de desprender a los pulgones de estas, con cuidado claro está de no dañar la planta.
Un remedio casero que suele resultar bastante eficaz es pulverizar la planta con agua
jabonosa.

Pulgón lanígero:
Se trata de un tipo de pulgón de color oscuro con multitud de filamentos blanquecinos
adheridos. Forman pequeñas masas algodonosas sobre la que destacan los puntitos oscuros
del pulgón propiamente dicho.

Síntomas:
Se establece sobre partes leñosas tanto aéreas como subterráneas y sus picaduras provocan la
aparición de agallas. Al igual que sus parientes puede ser causa de la aparición de hongos.

Remedios:
Eliminar las agallas y desinfectar las heridas con soluciones a base de cobre sellándolas con
pasta cicatrizante. Utilizar insecticidas apropiados y aceites ovicidas como prevención.

Barrenillos:

Se trata de insectos coleópteros de forma más o menos cilíndrica, de color negro o pardo y de
un tamaño que oscila entre 1 y 5 mm. Viven en la madera o bajo la corteza en la que excavan
sus galerías resultando extremadamente perjudiciales. Tienen una cierta preferencia por las
coníferas.
Síntomas:
Los huevos se depositan en una galería situada entre las corteza y la albura y en el momento
que las larvas eclosionan retoman la perforación de nuevas galerías partiendo de ésta. Una vez
el insecto alcanza la etapa adulta perfora la corteza para salir volando en busca de otro árbol
en el que depositar sus huevos y reiniciar el ciclo.
En ocasiones la corteza llega desprenderse a causa de todas estas galerías que como poco
dificultan la circulación de la savia debilitando la planta. En las galerías es común que se
desarrollen hongos, y de hecho esto insectos son responsables de la difusión por Europa de la
enfermedad que ha diezmado las poblaciones de Olmos por todo el continente (grafiosis)

Remedios:
Cortar y quemar las ramas afectadas. Enriquecer el suelo con potasio y fósforo, y en primavera
pulverizar el tronco y las ramas con insecticidas a base de paratión y líndano para eliminar los
adultos sobre la corteza. Para las larvas utilizar aceites ovicidas a finales de invierno.

Nemátodos:

Se trata de unos gusanos microscópicos que pican las raíces dificultando el crecimiento de la
planta.

Síntomas:
Dependiendo de la variedad de nematodo los síntomas serán algo distintos pero en general
causan malformaciones en las raíces en forma de abultamientos o quistes en las raíces más
finas, que son las más importantes para la planta. Estos abultamientos en ocasiones adquieren
forma de rosario todo a lo largo de la raíz. Con el tiempo aparecen podredumbres en el pan de
raíces y el follaje comienza a amarillear.

Remedios: Eliminar las hojas amarillas e incorporar nematicidas a la tierra. Los nematodos
gustan de suelos húmedos cuando la temperatura ronda los 20 grados, así que conviene evitar
la excesiva humedad del sustrato.

Enfermedades:

Oidio (o ceniza):

Se trata de una enfermedad causada por un hongo.

Síntomas:
En hoyas, brotes y botones de flores aparecen manchas con un aspecto harinoso blanquecino
(de ahí el sobrenombre de “ceniza”). Si no se hace nada para evitarlo la mancha crece
tomando un aspecto aterciopelado. La hoja se deforma y acaba secándose, en ocasiones acaba
cubierta de unas granulaciones negras. En general el árbol pierde mucho vigor. Este hongo
aparece cuando la temperatura es elevada y el ambiente está muy seco.

Remedios:
Podar y quemar las ramas afectadas. Utilizar funguicidas sistémicos, siempre que la planta lo
permita, y compuestos de azufre como prevención en primavera.

Mal blanco de las raíces:

Se trata de una grave enfermedad causada por la aparición de hongo a través de picaduras de
insectos o heridas de poda.

Síntomas:
Las raíces se vuelven pardas y bajo la corteza se pueden apreciar placas blancas (el micelio del
hongo) con tiras de color negro. La brotación se vuelve muy débil y las ramas acaban
muriendo. En otoño pueden surgir setas de sombrero amarillo en la base del árbol con
escamas pardas y láminas blancas.

Remedios:
Utilizar funguicidas sistémicos desde los primeros síntomas pero con frecuencia suele ser inútil
y la planta acaba muriendo.

Podredumbre:

Síntomas:
Las raíces y la base del árbol muestran podredumbre y heridas chancrosas que acabarán
reduciendo drásticamente la masa de raíces. Las partes afectadas de podredumbre se vuelven
marronosas con una textura esponjosa. El follaje pierde su color cayendo seguidamente; la
planta se marchita con gran rapidez.

Remedios:
Evitar que el agua encharque la tierra. Evitar heridas en la base del árbol. Utilizar funguicidas
sistémicos y en caso de que todavía no se encuentre muy extendida podar las raíces afectadas.
En cualquier caso al igual que antes es difícil de superar.

Royas:

Se trata de una enfermedad causada por un hongo.

Síntomas:
En primavera aparecen manchas amarillentas sobre la corteza de los brotes tiernos, también
es frecuente la presencia de unos bultos de los que, al reventar, surge una materia anaranjada.
Por la herida abierta manará abundante savia. Los brotes llegan a secarse y las ramas se
acaban deformando.
Sobre las hojas aparecerán multitud de manchas amarillas hasta que estas se sequen y se
desprendan. En coníferas pueden aparecer pequeñas vesículas que revientan liberando un
polvillo anaranjado para luego cicatrizar.
Remedios:
Podar y quemar las partes afectadas. Pulverizar diversas en diversas ocasiones, con un
intervalo de unas 2 semanas, utilizando funguicidas específicos. Se trata de un tratamiento
delicado pues el funguicida puede acabar dañando la planta.

Verticliosis:
Enfermedad causada por un hongo que penetra en el árbol a través de lesiones.

Síntomas:
Las hojas se doblan en su base mientras el limbo va amarilleando. Finalmente acaban
arrugándose. Como consecuencia de esto la savia circula con dificultad y la planta pierde su
vigor.

Remedios:
Evitar exceso de abonos nitrogenados. Eliminar malas hierbas y hojas muertas. Pero sobretodo
cuidar y proteger las heridas con pasta selladora. Una vez se ha producido el ataque utilizar
funguicidas sistémicos.

Bacterias y virus: Aunque puede que no tan abundantes como en el reino animal, existen
bacterias y virus que atacan a especies vegetales. Los síntomas son muy variados pero resultan
comunes las malformaciones diversas y los crecimientos anormales (por ejemplo una enorme
profusión de nuevos brotes en una rama concreta). Ante estas situaciones normalmente no
queda más remedio que cortar la parte afectada, quemarla para evitar contagios y cruzar los
dedos para que la infección no se repita en otra parte del árbol.

Miscelánea:

Puede que no sean parásitos o enfermedades propiamente dichos pero no por ello dejan de
ser un problema, en ocasiones grave, para nuestros bonsáis. Seguramente cada aficionado
podría aportar varios apartados a esta lista fruto de su experiencia personal, pero hay unos
cuantos bastante comunes que conviene tener en cuenta.

Caracoles y babosas:

No habitan la planta en sí pero aprovechan las frescas horas nocturnas para abandonar sus
escondrijos en busca de hojas y brotes tiernos de los que alimentarse. Sus daños son erráticos
aunque pueden ser muy extensos si hemos de convivir con una colonia de caracoles
importante. Existen productos químicos eficaces contra estos molestos visitantes en caso de
que su número vuelva impracticable eliminarlos a mano, uno a uno, y también contamos con
un remedio casero realmente curioso. Resulta sorprendente pero tanto caracoles como
babosas son extraordinariamente aficionados a la cerveza, así que colocar algunos platos con
cerveza todo a lo largo del jardín (una marca barata servirá; les gusta la cerveza pero su
paladar no es demasiado exigente) es garantía de que a la mañana siguiente se encontrarán
repletos de caracoles descansando tras una larga noche de libaciones. Después simplemente
nos deshacemos de ellos y repetimos el proceso tantas noches como haga falta para disminuir
el número de visitantes no deseados al jardín.

Pájaros:

No presentan ningún problema en si mismos pues habitualmente poco les interesa la planta, e
incluso en ocasiones son beneficiosos ya que eliminan insectos y parásitos como por ejemplo
orugas, aunque en ocasiones pueden llegar a ser un verdadero fastidio.
Pájaros como por ejemplo el mirlo revolverán completamente el musgo de las macetas en
busca de lombrices y larvas. No daña en nada al bonsái pero resulta exasperante encontrarte
cada mañana con el suelo cubierto de trozos de musgo que se suponía que debían estar en la
maceta.
Los gorriones, por poner un ejemplo, parecen sentir atracción por los brotes tiernos de algunas
plantas lo que resulta un problema si da la casualidad de que se aficionan a los plantones
recién salidos de semilla que uno está tratando de cultivar.
Palomas, mirlos e incluso gaviotas se pasean alegremente entre los bonsáis sin hacerles
demasiado caso buscando tal vez humedad e insectos, pero resultan un tanto torpes en el
suelo y cuanto más grande sea el pájaro que se pasee entre la colección de bonsáis, más
posibilidades hay de que algún tiesto aparezca volcado en el suelo. Y finalmente están los
omnipresentes “regalitos” que antes de irse todos nos dejan alegremente para recordarnos su
visita. No es que sean especialmente dañinos, a fin de cuentas de ellos se saca el abono a base
de guano, pero resulta un engorro ir limpiando las macetas cada día.

Cuando han llegado a convertirse en un problema conseguir que los pájaros busquen otro
jardín en el que jugar es una tarea harto complicada en la que cada uno ha de usar su
imaginación como buenamente pueda. Tiras de plástico de brillantes colores agitadas por el
viento dan buenos resultados en ocasiones, en otras los aficionados han recurrido a una
especie de fina red de pesca para recubrir el lugar. No hay una solución universal, ni
universalmente buena.

Gatos:

Los gatos raramente se interesarán por un bonsái, y serán capaces de caminar o saltar entre
ellos sin el más mínimo contacto. De hecho, y como tributo a su agilidad, en una ocasión pude
comprobar como dos de ellos se perseguían a toda carrera sobre un banco lleno de bonsáis de
tamaño pequeño (mames y shohin) sin tan siquiera llegar a rozarlos mientras zigzagueaban
entre los tiestos.
Pero pobre del árbol que tenga una corteza al gusto de alguno de los mininos del vecindario.
En cuanto encuentren al árbol adecuado no dejarán de afilarse las uñas en su corteza hasta
que ésta se desprenda a tiras. En cuestión de minutos son capaces de destrozar el trabajo de
un montón de años como el que no quiere la cosa mientras se liman las uñas.
La mejor solución: NUNCA dejar que se acerquen a un bonsái.

Mas adelante les posteo las segunda parte..


aca les dejo alfunas
FOTOS

You might also like