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RESUMEN
La idea del presente trabajo es analizar los discursos realizados por el ex presidente de
la nación, Juan Domingo Perón, durante su tercer gobierno; además de trabajar con
dos publicaciones de la época, que representaban al ala derecha del movimiento
peronista: la revista “El Caudillo”, financiada por el ministro de Bienestar Social José
López Rega; y el periódico Alianza Nacionalista Argentina, órgano oficial de la
agrupación homónima. A partir de estas fuentes, la idea es reflexionar sobre la noción
de “Reconstrucción Nacional” además de pensar en la “construcción” del enemigo que
se realizó en el plano discursivo durante el último gobierno de Perón tratando de
responder las siguientes preguntas: ¿Qué estrategias discursivas operaron en la
“construcción” del enemigo interno durante el tercer peronismo? ¿De qué modo se lo
representaba? ¿De qué modo se vincula la idea de Reconstrucción Nacional con la
noción del “enemigo interno”?
PALABRAS CLAVE
PERONISTA
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Jonathan Echagüe
INTRODUCCIÓN
Durante su tercera presidencia, el general Perón pondrá sus esfuerzos en terminar con la
crisis política y consumar la estabilidad del país, tras el brevísimo mandato del peronista
Héctor Cámpora; y terminar, de una vez por todas, con la conflictividad social, tras un
largo período de efervescencia, en la cual la violencia política se encontraba legitimada
por gran parte de la sociedad. De esta manera, terminará con su postura ambigua frente
a las tendencias políticas dentro del movimiento peronista e intentará solucionar la puja
política entre ambos bandos inclinándose por los representantes de la derecha peronista.
Para lograr la consolidación de un orden legítimo y estable, Perón debía insertar en los
marcos institucionales a los sectores más radicalizados del peronismo y recuperar así el
monopolio de la violencia. Por consiguiente, frente a la expectativa de la burguesía y
gran parte de la sociedad, que lo veía como garante de la pacificación nacional, Perón
llevará adelante, a través de mecanismos legales e ilegales, el disciplinamiento de las
fracciones radicalizadas, y armadas, tanto al interior del movimiento peronista, como de
otras organizaciones políticas de izquierda, no pertenecientes al mismo; y así garantizar
la continuidad del “Pacto Social”, iniciado durante el gobierno de Cámpora.
En este contexto de ordenamiento y normalización del país, a través de la
institucionalización del conflicto; y con la reestructuración del movimiento justicialista,
en base a la “depuración” de los elementos de izquierda –sumado a un contexto
1
En el primer número (de la nueva edición) del periódico de la Alianza Libertadora Nacionalista, se
puede encontrar la entrevista publicada, realizada por un diario italiano (Il Giornale de Italia), al recién
presidente electo, en la cual declara esas palabras.
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Jonathan Echagüe
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La historiadora Patricia Orbe (2011), retomando los aportes realizados por Buchrucker y Lvovich,
delimita a la derecha nacionalista, o nacionalismo tradicionalista, como un movimiento articulado por
una cosmovisión anticomunista, antiliberal, antidemocrática y antisemita; con gran influencia dentro del
Ejército y la Iglesia. Por consiguiente, veían como enemigas tanto a los marxistas como a los judíos,
concibiéndolos como amenazas foráneas de la Nación Argentina.
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En palabras de Juan Luis Besoky (2016) “Originalmente el término ortodoxo refería durante los años de
la Resistencia Peronista a aquellos sectores del peronismo más intransigentes y reacios a aceptar algún
tipo de acuerdo con el gobierno. Se caracterizaban incluso por su rechazo a las vertientes neo
peronistas, vandoristas o conciliadoras que habían empezado a aparecer en el Movimiento para los años
sesenta. En la década siguiente, con el retorno de Perón al país y la derechización del gobierno, pasó a
englobar a aquellos sectores que apelaban a la verticalidad para evitar cualquier tipo de acercamiento al
marxismo o a la izquierda peronista.” (Pág.22)
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El politólogo Sergio Friedemann (2018) denomina a la izquierda peronista como esa región “político-
intelectual de múltiples manifestaciones que, conservando cierta heterogeneidad, formaban parte de la
cultura política de izquierdas, incorporando categorías y horizontes propios del socialismo y la tradición
marxista mientras asumían su pertenencia o adhesión al movimiento peronista.” Otro trabajo que
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señala la importancia de esta categoría para el análisis historiográfico, es el realizado por Valeria Caruso,
Omar Acha y cia. (2017)Allí los autores complejizan y discuten sobre dicho término.
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CONTEXTO INTERNACIONAL
Mientras que los países del primer mundo y los países que adherían a la experiencia del
socialismo real, con la Rusia soviética y la China maoísta como faros, se encontraban en
una situación de estabilidad política y social, el tercer mundo experimentaba un clima
insurreccional caracterizado por un proceso de radicalización política, especialmente de
las clases medias, jóvenes estudiantes e intelectuales, que había comenzado en la década
de los 605, en el cual surgieron partidos y movimientos políticos identificados con el
marxismo y las luchas anticoloniales africanas y asiáticas. De esta manera, en
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El año 1959 es clave para entender el clima de época insurreccional y de protesta de la década del 60
que va a estar marcada por conflictos políticos y sociales en todo el mundo: El 1 de enero, el proceso
revolucionario iniciado en Cuba, liderado entre otros por Fidel Castro, triunfó derrocando así al dictador
Fulgencio Batista. La influencia ideológica de la Revolución Cubana generó un impacto fue muy fuerte en
los movimientos universitarios, por ejemplo, clave para entender el desarrollo de la radicalización
política de los mismos. El día 29 de enero del mismo año se celebró el Concilio Vaticano II. La iglesia
católica frente un mundo convulsionado por las transformaciones políticas, económicas y culturales; y
frente a la amenaza comunista decidió iniciar una proceso de renovación de su doctrina y reformas en
sus instituciones que le permitiera afrontar los cambios a nivel mundial. Era necesaria una apertura a
otros sectores de la sociedad, especialmente en los más desfavorecidos; no solo para mantener el apoyo
de sus fieles, sino para aumentarlo a través de nuevos adeptos. Era menester llevar adelante una
doctrina social basada en el cristianismo que incluyera a los sectores desprotegidos de la sociedad para
protegerlos así de las influencias del “enemigo ateo y comunista” que les ofrecía la panacea de la
revolución marxista y el socialismo. Ahora bien, esto produjo la radicalización de sectores del
catolicismo y la aparición de la teología de la liberación. En el año 1968 los estudiantes universitarios
tomaron el protagonismo encabezando junto con los obreros movimientos de protesta social en
diferentes partes del mundo: Francia vivió el “Mayo francés” y en Latinoamérica podemos destacar el
Cordobazo en nuestro país, en la ciudad de Córdoba; y el movimiento estudiantil de México que fue
masacrado en Tlatelolco. Georgieff(2009) Hobswabm(1998)
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Jonathan Echagüe
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La historiadora Guillermina Georgieff (2009) en su libro Nación y revolución explica de forma detallada
el desarrollo de esta confluencia entre nacionalismo y socialismo, que fue objeto de debate en las
internacionales comunistas de forma limitada, y que luego resurgió de una manera imponente en los
países periféricos del continente africano, asiático y Latinoamérica, durante la década de los 60 y 70, en
un contexto en el cual se discutían varios de los presupuestos del marxismo clásico en torno a su
aplicación en las coyunturas particulares de esas regiones, distintas a la realidad europea. De esta
manera se constituyó la amalgama entre la ideología nacionalista y la marxista, dando lugar a la
propagación de marxismos nacionalistas o nacionalismos marxistas, alimentado por el trabajo de
diversos intelectuales. En palabras de Georgieff: “La conciliación de –en el plano teórico y en el de la
praxis política– entre socialismo y nacionalismo operada en América Latina al promediar los años
sesenta permitió pensar el cambio de situación de los sectores marginados y étnicamente diferentes
ligado al ‘rescate de la nación’ con las de la ‘redención popular’ y la construcción del socialismo.
Autodefiniéndose como divergentes del ‘socialismo eurocentrista’ que había abordado –a su entender–
la cuestión nacional desde una ‘concepción instrumentalista’, los socialismos nacionales
latinoamericanos y del Tercer Mundo señalaron que el motor de las luchas en sus países lo constituía la
contradicción entre ‘nación’ e ‘imperialismo’. Sostuvieron también que los movimientos de liberación –
‘vanguardias’ en el Tercer Mundo de la ‘revolución socialista mundial’– tenían al nacionalismo como
principio vector de sus ideas, reclamando de ese modo el derecho a la elaboración de una formulación
propia del ‘problema nacional’”. (Pág. 61)
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A diferencia de las categorías analíticas, las categorías nativas provienen de los propios sujetos o
actores analizados teniendo en cuenta los usos y puntos de vista de los mismos en su contexto socio
histórico particular (Friedemann, 2017).
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“Su nacimiento significó para los izquierdistas de mi generación el fin de los silencios impuestos y de
los puntos muertos políticos de la Guerra Fría, y la posibilidad de un avance hacia un nuevo proyecto
socialista. El término lo habíamos tomado prestado, en los años cincuenta, del movimiento conocido
como nouvelle gauche, una tendencia política independiente en la política francesa asociada al
semanario France Observateur y a su editor, Claude Bourdet. Bourdet, una figura sobresaliente de la
Resistencia francesa, personificó después de la guerra el intento de abrir una «tercera vía» en la política
europea, independiente de las dos posiciones dominantes en la izquierda, el estalinismo y la
socialdemocracia, más allá de los bloques militares de la OTAN y del Pacto de Varsovia, y opuesta a la
presencia tanto estadounidense como soviética en Europa” (Stuart Hall, 2010:164).
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Jonathan Echagüe
CONTEXTO NACIONAL
A partir del derrocamiento del gobierno constitucional de Perón por parte de las fuerzas
armadas sobrevino una época de inestabilidad política en la que predominó la
incapacidad de imponer un nuevo orden político. Esta etapa se caracterizó por el
"empate"9 entre fuerzas alternativamente capaces de vetar los proyectos de las otras,
pero sin recursos para imponer perdurablemente los propios. La clase dominante se
mostró incapaz de construir una dominación legítima, como si lo había hecho el
peronismo al articular una alianza de intereses entre las Fuerzas Armadas, el
sindicalismo y los empresarios. Argentina experimentó así la alternancia entre débiles
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“El foco, según lo definió Ernesto Guevara en su difundida Guerra de guerrillas, cumpliría la doble
función de ser el germen de un futuro “ejército popular” y de despertar la conciencia del pueblo
demostrando la vulnerabilidad del poder militar de los dominadores, a través de lo que se ha
denominado propaganda armada” (Raimundo, 2004:103)
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Jonathan Echagüe
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“El proceso por el cual surge en algunos sectores del peronismo una preocupación por una
redefinición ideológica, y que consiste precisamente en la incorporación del marxismo en el análisis y en
el discurso, todavía está por estudiarse en profundidad, aunque se han ensayado algunas explicaciones.
Para Gil, esta posibilidad fue facilitada porque ‘la distancia y la experiencia insurreccional que adquieren
los cuadros de la Resistencia amplía la brecha entre éstos y el discurso de Perón’. Estos factores,
sumados a un ‘incipiente análisis dialéctico y el desarrollo de las formas de lucha’ sentarán las bases
para la ‘construcción ideológica’ de la izquierda peronista. Gillespie, en cambio, hace jugar un abanico
de factores, cuando toca los puntos de radicalización ideológica. Si bien tiene un contacto con la
posición de Gil -que la deriva de la experiencia particular de lucha-, y afirma que ‘se habían sacado
conclusiones mucho más radicales de la experiencia de Frondizi, especialmente en lo referente al
abandono del campo nacional popular por parte de los industriales para pasarse al enemigo’, también
considera la influencia de la revolución cubana, a través de los distintos peronistas que tuvieron
contacto, sobre todo Cooke, y añade también los ‘gestos y declaraciones del propio Perón’“(Raimundo,
2003:6)
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“(…)los sectores internos en pugna eran, por un lado, esta ‘tendencia’ de izquierda, integrada por
grupos juveniles, organizaciones armadas, un ala combativa del sindicalismo, intelectuales y diversas
fuerzas provenientes de la izquierda, que se habían unido al peronismo en los años previos y que
abogaban por una ‘patria socialista’, y, por el otro, la ‘tendencia’ de derecha o llamada ‘negociadora’ –
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por el control del movimiento peronista y de espacios políticos dentro del gobierno.
Este enfrentamiento se visibilizó claramente en “la masacre de Ezeiza” que tuvo lugar el
20 de junio de 1973, donde las facciones de la Juventud Peronista, cercanas a
Montoneros y las Fuerzas Armadas Revolucionarias, fueron atacadas por las fuerzas
políticas y sindicales del ala derecha del movimiento peronista. Luego de este hecho,
sucederán varios enfrentamientos más entre ambos sectores entre los cuales cabe
destacar el asesinato del sindicalista José Ignacio Rucci –uno de los hombres más
cercanos a Perón y representante de la ortodoxia peronista– 48 horas después de las
elecciones presidenciales que daban como ganador a Perón. Este suceso será un punto
de inflexión robusteciendo la hostilidad de la ortodoxia e incidir drásticamente sobre la
postura de Perón.
conformada por la rama sindical mayoritaria y algunos sectores político-partidarios de raíz fascista y
anticomunista, más tarde ligados a López Rega y a las fuerzas de seguridad” (Franco, 2009:8).
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los estatales. Esto incluyó como describe Franco “desde asesinatos de senadores y
políticos vinculados a la Tendencia Revolucionaria hasta “purgas”, como el caso del
gobernador de Mendoza, Martínez Baca” (2009:7-9).
A fines del 73, Perón junto con ministros y gobernadores firmaron el “Acta de
compromiso de la seguridad nacional” con el cual se creó el Consejo de Seguridad
Nacional además de nuevos mecanismos de centralización gubernamental de la
coordinación de la acción policial y de fuerzas de seguridad nacional y provincial con el
fin de garantizar la intervención inmediata en caso de actos delictivos o atentados contra
el orden público; y la erradicación de todo tipo de “acción delictual organizada”
(Franco, 2009:12). A través de este instrumento legal se encontró la forma de disciplinar
las manifestaciones obreras llevadas adelante por los gremios más combativos del
régimen.
En enero de 1974, luego de los eventos violentos13 ocurridos en la localidad de
Azul, Provincia de Buenos Aires, el presidente Perón se dirigía a la población de la
siguiente forma:
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“Poco después del Acta de la seguridad nacional, en enero de 1974, el PRTERP asaltó una unidad
militar en Azul (provincia de Buenos Aires), en un hecho cuyo impacto periodístico y político no puede
subestimarse. Por un lado, el episodio aceleró los tiempos para la reforma del Código Penal, ya alentada
por Perón desde 1973 y que se concretó pocos días después del episodio armado. La modificación
implicaba un endurecimiento de las penas para los actos de la guerrilla –incluso más allá de las penas
aplicadas por la dictadura militar previa– y la represión de las huelgas ilegales.” (Franco, 2009:13)
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“Esta corriente, que se encontró claramente desarrollada hacia principios de los años 70, se definió
fundamentalmente por la incorporación del marxismo no sólo como método de análisis de la realidad
social sino también como guía para la acción, implicando con esto una profunda resignificación de la
ideología peronista. La introducción del marxismo hizo por un lado, que se reformulen aspectos básicos
de la doctrina proclamada por Perón, buscando con esto darle el carácter de una ‘teoría revolucionaria’
que respete la especificidad nacional. Por otro, tiño las prácticas políticas con la preocupación de que en
su mismo devenir, sean la base para un nuevo tipo de sociedad” (Raimundo, 2003:1)
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Una vez más, en ambos discursos, al igual que en el anteriormente analizado, Perón en
su carácter de enunciador-líder y en su rol de garante exclusivo de la reunificación
nacional, vuelve a interpelar al pueblo argentino a partir del término “reconstrucción
nacional”, uno de los componentes fundamentales del discurso político construido por
el peronismo, construcción discursiva que concibe a la Nación con una temporalidad
degradada, constituida por “momentos fuertes”; es decir, momentos de crisis, que
requieren de la llegada e intervención del líder redentor, en la escena política argentina,
que sale del cuartel –imaginado como un lugar distinto a la sociedad civil, y por ende
con otra temporalidad distinta, a-histórica, condición que le permite conservar los
valores puros de la Patria– para de esta manera, ocuparse de la tarea patriótica de
reconstrucción del estado-nación a partir de la normalización institucional del país. El
proyecto político del peronismo se fundamentó entonces a partir de esa estructura
discursiva.15
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“La puesta en marcha del proyecto peronista es pues una especie de «vaciamiento» de la historicidad
concreta propia a la sociedad anterior al proyecto; una vez orientada por el proyecto peronista de la
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Perón reconoce, así, la existencia de “idiotas útiles” que sirven, de forma consciente e
inconsciente, a intereses foráneos frente a los intereses de la nación argentina. Y
continúa:
unificación nacional, la sociedad comienza a funcionar en otra escala, en otro registro”. (Sigal, Verón,
1986:58)
16 La sociedad argentina esperaba con ansias y muchas expectativas el regreso de Perón, figura que
encarnaba la idea de pacificación nacional. La mayoría acordaba en que Perón era el único líder capaz de
unir a gran parte de las fuerzas políticas progresistas, nacionalistas y revolucionarias de izquierda
además de garantizar una alianza de clases entre los obreros, sindicatos y empresarios; y de esta
manera establecer un orden estable. Esta alianza de clases se va a manifestar en el Pacto Social
aprobado por la Confederación General del Trabajo y la Confederación General Económica para
conseguir la recuperación económica del país: mejorar la distribución del ingreso aumentando el poder
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Jonathan Echagüe
adquisitivo de los salarios y las asignaciones de recursos a las regiones más desprotegidas, reducir el
desempleo, frenar la fuga de capitales; y aplacar la inflación. Para esto se tomaron las siguientes
medidas: el congelamiento de precios, la suspensión de negociaciones colectivas durante dos años, así
como el reajuste de tarifas públicas y solo un aumento del 20 % en los salarios (De Riz, 1986).
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“(…) la Sinarquía, término que designaba los poderes mundiales que atentaban contra
la soberanía nacional, será reapropiada y resignificada en las décadas siguientes por la
derecha peronista dotándola de un marcado carácter antisemita. Según advierte
Gonzalez Janzen, la influencia ideológica del nacionalismo reaccionario en la derecha
peronista se hizo patente a principios de la década del ’70, (aunque a mi criterio puede
rastrearse desde antes). A sí apareció la sinarquía como “enemigo principal” y se
elaboró una teoría respecto a “la gran conspiración mundial de los sinarcas” (Besoky,
2013:11)
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A partir del retorno del peronismo al gobierno en el año 1973, con Cámpora como
presidente de la Nación, se decidió llevar a cabo la intervención de las universidades
nacionales a través del decreto oficial n°35. De tal forma, se quiso llevar a la práctica,
de manera institucional, las principales propuestas e ideas surgidas de las entrañas de
los debates protagonizados tanto por estudiantes universitarios, docentes e intelectuales
–pertenecientes a la izquierda peronista– en torno al proyecto de una reforma
universitaria que contemplara una plena democratización que permitiera el acceso y
participación de la clase trabajadora; y la aplicación de un programa de estudios que
tuviera en cuenta las necesidades e intereses particulares de la nación y por
consiguiente, no sirviera a los intereses de los países imperialistas y del capitalismo
(Friedemann 2017).
Naturalmente, esto provocó una intensa oposición de los sectores de la derecha
peronista. En la edición n°7 de El Caudillo, podemos ver como se hablaba de una
supuesta burocracia universitaria conformada por los alumnos, docentes y autoridades
de la UBA, señalándolos como miembros de la militancia marxista. También utilizaban
la categoría de “sectas marxistas”, caracterizando sus actividades como nocivas y
payasescas; y que tenían como fin realizar una siniestra reestructuración de la enseñanza
superior para volverla “una universidad absolutamente centralizada, de muy bajo nivel
intelectual dedicada exclusivamente a preparar a los jóvenes para la militancia marxista,
antipopular y antiperonista” para “corromper al pueblo argentino con delirios
pequeñoburgueses y antinacionales”.
Como señala Friedemann (2016) esta institucionalización de la reforma
universitaria encontró bastante resistencia, teniendo un alcance limitado y una breve
duración: El fin del mandato presidencial de Cámpora, significó también la caída del
rector de la Universidad de Buenos Aires, Rodolfo Puiggrós, produciéndose así una
crisis al interior de los movimientos estudiantiles que apoyaban la reforma universitaria.
De tal modo comenzó un ascenso de los sectores derechistas dentro de la universidad y
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se llevó a cabo una limpieza17 antes del retorno de Perón. (Millán, 2015) Finalmente,
con la llegada precipitada al gobierno de la vicepresidenta Maria Estela Martinez de
Perón debido a la muerte del presidente electo, el Ministro de Cultura y Educación
Jorge Taiana fue reemplazado por Oscar Ivanissevich, un representante del
nacionalismo católico de derecha, poniendo punto final al proceso de reforma.
(Friedemann, 2016:11).
En el mismo número podemos encontrar una noticia sobre el ataque hacía un
local de la Juventud Peronista en la cual caracterizan dicho ataque como uno más de la
“agresión izquierdista” con el propósito de “destruir la organización peronista con
bombas y crímenes, sabotear el proceso de Reconstrucción Nacional emprendido por el
gobierno”. Podemos observar así como los términos utilizados por la revista en estos
fragmentos coinciden con los términos utilizados por el General Perón en sus discursos.
Aparecen tanto la palabra “sectas” para describir a las agrupaciones marxistas como
también la noción de “Reconstrucción Nacional”.
En la tapa de la edición n°10 del semanario podemos leer claramente cómo se
pedía la “represión para los enemigos de la reconstrucción nacional”. En las primeras
páginas del mismo número, aparece la editorial de Felipe Romeo, el editor general, la
cual se titula de la siguiente manera: LA TENDENCIA SE ACABÓ, EL QUE
MANDA ES PERÓN. En esas dos páginas, Romeo se encarga de citar fragmentos
aparecidos en números anteriores reforzándolo con declaraciones realizadas por Perón;
entre ellas:
17
“El Ministro Taiana había pedido la renuncia los profesores Rodolfo Ortega Peña y a Eduardo Duhalde
a causa de las críticas que se habían vertido hacia ciertos funcionarios del gobierno en la revista
Militancia que estos docentes dirigían. En un acto difícil de comprender, ellos entregaron su renuncia a
fines de agosto.” (Millán,2015:11)
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Jonathan Echagüe
Tanto en los discursos políticos realizados por Perón como en las declaraciones
publicadas en el semanario, opera una polarización ideológica y semántica, un
“nosotros” frente a un “ellos”, categorías identitarias. En palabras de Van Dijk (1999),
“Las políticas o los puntos de vista del grupo de uno se representan como altruistas y las
del adversario político como egoístas (…) Los políticos tenderán a enfatizar todos los
significados positivos sobre sí mismos y su propio grupo (nación, partido, ideología,
etc.) y negativos cuando se refiera a los otros” (1999:54). De esta forma se manifiestan
evaluaciones positivas de las acciones y decisiones, pensadas y ejecutadas por los
actores políticos que conforman el “nosotros”, mientras que las evaluaciones negativas
recaerán sobre el grupo contrario: se puede decir entonces, siguiendo esta lógica, que
los patriotas interesados en colaborar con la unificación y pacificación del país, en aras
de lograr la reconstrucción nacional, son así, evaluados en términos positivos, mientras
que los sectores identificados con el marxismo –y por lo tanto con intereses foráneos
contrapuestos a los intereses de la patria– son evaluados en términos negativos al ser
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Jonathan Echagüe
imputados como fuerzas caóticas que impiden “el desarrollo del proyecto peronista”, en
otras palabras, aquéllos que se oponen a la liberación del país. Por consiguiente, se
puede observar una demonización sistemática del adversario político, en este caso
dirigido hacía los militantes y agrupaciones de izquierda o cercanos a las distintas
vertientes del marxismo.
Esta concepción del adversario político como enemigo se remonta “al núcleo
más íntimo del discurso peronista” que
se explica en gran parte por la visión
político-estratégica de Perón ligada a
su formación militar y a lo largo del
tiempo, como bien indica Raimundo
(2003) los enemigos del peronismo
fueron redefiniéndose (oligarquía,
imperialismo, dictadura) sin embargo
“el verdadero enemigo era la amenaza
del comunismo” (Pág. 9). El politólogo
alemán Carl Schmitt, en su escrito de
193218, define a lo político como fenómeno social que tiene la función de agrupar a un
pueblo, o Estado, en torno a ciertos elementos –materiales, simbólicos, culturales–
fundamentales para su constitución, y defenderlo frente a los que no respetan esa
identidad, ya sean provenientes del exterior, o del interior del propio Estado. De esta
manera el dominio de lo político comprende el establecimiento de una relación basada
en una lógica binaria amigo/enemigo, puesta en funcionamiento por el aparato estatal:
18
El concepto de lo político, publicado originalmente en 1927.
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Jonathan Echagüe
pacificación completa, esto es, en procurar «paz, seguridad y orden» y crear así la
situación normal que constituye el presupuesto necesario para que las normas
jurídicas puedan tener vigencia en general, ya que toda norma presupone una
situación normal y ninguna norma puede tener vigencia en una situación totalmente
anómala por referencia a ella. Esta necesidad de pacificación dentro del Estado tiene
como consecuencia, en caso de situación crítica, que el Estado como unidad política,
mientras exista como tal, está capacitado para determinar por sí mismo también al
«enemigo interior” (Schmitt, 2009:74).
Siguiendo con estas premisas, se puede afirmar que el presidente Perón puso en
ejercicio, durante su tercer gobierno, esta competencia inherente al Estado, señalando a
las organizaciones guerrilleras, como el enemigo interior o interno a ser eliminado,
frente a la amenaza que representaban para el proceso de reconstrucción y liberación
nacional.
Foucault en el curso dictado en el Collège de France (1975-1976) titulado
“Defender la Sociedad”, analizó las relaciones de poder desde una perspectiva bélica al
tomar como punto de partida a la guerra considerándola como “la desnudez misma de
las relaciones de fuerza” (Foucault, 2008:52). Para esto, invirtió la conocida fórmula del
estratega militar Clausewitz.19 De esta manera, para el filósofo francés, la política se
puede entender como la guerra librada –o la continuación de la misma– por otros
medios; concibiendo así a la sociedad atravesada por una guerra continua y permanente,
que permite el funcionamiento y mantenimiento de las instituciones políticas y el orden
legal. La guerra se expresa por consiguiente de manera silenciosa desplegándose a
través de los dispositivos de poder. Así, la estructura de poder de una sociedad, estaría
caracterizado por un binarismo: la existencia de dos grupos, dos clases, dos categorías
de individuos, enfrentados entre sí, en la cual no habría lugar para la neutralidad.
(Foucault, 2008).
Ahora bien, Foucault complejizará dicha explicación sosteniendo que en la
modernidad esto se daría de otra forma, es decir, hay una mutación en la cual esta
guerra se expresa mediante el ejercicio de la biopolítica, en la medida en que se ejerce, a
través de los mecanismos de poder, el derecho soberano de hacer morir o dejar vivir
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Jonathan Echagüe
Entonces, la guerra se desarrolla contra los enemigos internos, aquellos enfermos, locos,
criminales, etc., considerados como amenazas, que deben ser depuradas ante el peligro
que representan para la sociedad; esta última siendo concebida como un cuerpo u
organismo sano. Surge así un racismo de Estado: “un racismo que una sociedad va a
ejercer sobre sí misma, sobre sus propios elementos, sobre sus propios productos; un
racismo interno, el de la purificación permanente, que será una de las dimensiones
fundamentales de la normalización social.” (Foucault, 2008:65).
A través de las noticias propagadas por diversos medios de comunicación y de
las declaraciones públicas llevadas a cabo por el gobierno nacional y por otros actores
políticos, se fue articulando dentro de la sociedad argentina, un discurso de repudio
generalizado a la violencia –más específicamente al accionar violento de organizaciones
políticas– y una “progresiva construcción de una imagen de la realidad en términos de
defensa de la nacionalidad agredida” (Franco, 2009:15). A través de las prácticas
represivas llevadas adelante por el gobierno peronista, se intentó disciplinar y
desarticular a las fracciones más radicalizadas del peronismo y del conjunto del
movimiento de masas desarmándolos política y militarmente articulado con un discurso
basado en la defensa de la seguridad nacional sustentado en la necesidad de crear
“anticuerpos”20 que neutralizaran las amenazas internas (Bonavena, 2009:74) (Besoky,
2013).
De tal manera se puso en marcha desde el aparato estatal, con el apoyo de otras
fuerzas políticas y sindicales, una guerra contra el enemigo interno personificado en los
militantes y grupos políticos ligados a la izquierda peronista y al marxismo. Así, se
llevó adelante una ofensiva política hacia estos sectores combativos que incluyeron
medidas represivas legales e ilegales tales como las reformas al Código Penal, para
endurecer las penas orientadas a las organizaciones partidarias y a la protesta social, el
desplazamiento de gobernadores cercanos al peronismo revolucionario, atentados y
asesinatos a dirigentes políticos opositores, y la creación de un organismo parapolicial,
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“La Juventud Sindical Peronista es el brazo político que decide crear los anticuerpos necesarios para
defender el movimiento” (El Caudillo, 23-11-1973)
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Jonathan Echagüe
CONCLUSIONES
La revista El Caudillo, financiada por el Ministerio de Bienestar Social, funcionaba
como órgano de expresión de la ofensiva derechista en la cual se construyó un relato
sustentado ideológicamente en el anticomunismo y en el ideal nacionalista concerniente
a defender a la Patria de los subversivos marxistas y cualquier otra amenaza que
intentara sabotear el proyecto de Reconstrucción Nacional –llevado adelante por el
liderazgo de Perón, al cual había que proteger– y por consiguiente, poniendo en peligro
los destinos de la Nación Argentina. Bajo el lema “el mejor enemigo es el enemigo
muerto” invocaban la aniquilación de aquellos adversarios políticos combativos al
gobierno peronista y así movilizaron la “depuración” al interior del movimiento
peronista en un primer momento (Besoky, 2008).
A partir del análisis de los discursos de Perón se puede observar una clara
correspondencia entre la construcción narrativa expresada en la línea editorial de El
Caudillo y sus palabras. La concepción organicista de Perón se expresó tanto en su
proyecto de nación –manifiesto en varias de sus publicaciones como La Comunidad
Organizada (1949) y Modelo Argentino para el Proyecto Nacional (1974)– como así
también en la organización partidaria del movimiento peronista. De este modo, Perón se
21
"(...) La dirección política de la triple A la ejerció López Rega; la conducción operativa: [el comisario
mayor Alberto] Villar, [Juan Ramón] Morales, [Rodolfo Eduardo] Almirón [ex policías expulsados de la
repartición en forma deshonrosa] y el suboficial de la Policía Federal Miguel Angel Rovira. En la primera
etapa la organización terrorista reclutó policías. Luego, fueron ingresando activistas políticos (Julio Yessi,
Alberto Brito Lima [embajador en Honduras durante el gobierno de Carlos Menem], Norma Brunilda
Kennedy, Felipe Romeo); militares (los coroneles López Osornio, Antonio Domingo Navarro [que dará el
"golpe de estado" contra Ricardo Obregón Cano], Russo, Oliva, Rosales y Seno Díaz, el mayor Bauzá y el
capitán Mohamed Alí Seineldín); sindicalistas (Gregorio Minguito de la UOM Zona Norte; custodios de
Luz y Fuerza; dirigentes de la UOCRA de Bahía Blanca; antiguos matones de Augusto Vandor; el dirigente
«aliancista» de SUTACA, Juan Carlos Sanguinetti; delincuentes y confidentes de los «servicios» como
Aníbal Gordon, Raúl A. Guglielminetti, Antonio Melquíades Vidal y Norberto Cozzani." Paoletti, Alipio;
"El nacimiento de la triple A", en Crisis Nº 44, julio de 1986. Cfr. también Ignacio González Janzen, La
Triple-A.
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“En verdad, el estado de excepción no es ni externo ni interno al ordenamiento jurídico, y el problema
de su definición concierne precisamente a un umbral, o a una zona de indiferenciación, en el cual dentro
y fuera no se excluyen sino que se indeterminan. La suspensión de la norma no significa su abolición, y la
zona de anomia que ella instaura no está (o al menos pretende no estar) totalmente escindida del orden
jurídico”.
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Anexo
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