Página Siete
¿Los buenos somos más?
Por Fabiola González Ontiveros
Me ha tocado un montón de veces discutir con la gente
por el hecho de que digo que prefiero a los animales sobre
las personas. Los animales nunca hacen daño a propósito,
la gente sí.
Aunque últimamente me he vuelto más sensible y
empática con mi propia raza, porque hay que admitir que
cuando era un poco más joven era mucho más intolerante,
todavía hay veces que leer las noticias me da coraje y
pienso que el ser humano es lo peor que le ha pasado al
planeta.
Esta semana nos indignó a todos la noticia del camión
de Pepsi que tuvo un accidente y los lugareños llegaron
a robarse todo lo que les cupo en las manos, mientras
el chofer se estaba quemando vivo en la cabina. ¿Por
qué nadie intentó ayudarlo? ¿Por ojetes? ¿Nadie habrá
escuchado los gritos del pobre hombre mientras tenía una
de las muertes más horribles que hay?
La mentalidad del ser humano, más concretamente
del mexicano, porque es la cultura que conozco, es la
de chingar al prójimo, porque “de que se lo chingue él a
que me lo chingue yo, pues mejor yo, si de todos modos
alguien se lo va a chingar”.
Así han de haber pensado los rateros esos, “los
refrescos ya son carga perdida para la empresa, mejor me
los llevo a mi casa…” Y luego por unos refrescos, pinches
muertos de hambre, me acuerdo y me vuelvo a indignar.
No sé de dónde salió el dicho de que los buenos somos
más, pero cuando pasan cosas así me cuesta creerlo, y lo
peor es que seguramente esa gente que andaba rapiñando
unos miserables refrescos sigue pensando que es buena,
que con haberse llevado unas cuantas botellas no le hacen
daño a nadie, no hicieron las cosas mal, pero sí. Ojetes.
Eso fue en Jalisco, para que vean que en cualquier lado
se cuecen habas. Escuché un comentario que decía “para
que vean que no nada más en el sur hacen esas cosas”. Viví
cinco años en el sur y la verdad tampoco los voy a defender
7 días Sábado 13 de julio de 2019
El agua de Los
mucho, donde yo estaba en su mayoría era civilizado, pero
sí me tocaba a cada rato leer noticias absurdas y salvajes
como la otra que también fue el tema de esta semana: Los
que se pelearon por el estacionamiento y uno terminó
clavándole el cuchillo en el ojo al otro.
Igual que con el tráiler por unos míseros refrescos,
igual de absurdo es que esto haya sido por un mísero cajón
de estacionamiento. El video me lo enseñaron entre risas
y escalofríos al ver cómo el hombre andaba caminando
lleno de sangre con el cuchillo ahí enterrado. Esto sí fue
en el sur, pero no por eso debe de darnos risa y parecernos
normal de la zona. ¿Qué le falla en el cerebro a una persona
para que su primer instinto sea clavarle un cuchillo en la
cara a otro hombre?
Vamos creyendo que los buenos somos más, pero los
malos hacen cosas malas de una magnitud que los buenos
no pueden arreglar, y entonces de qué sirve si son muchos.
Qué plática tan desesperanzadora la que nos echamos
esta semana, y a como va avanzando el mundo creo que
se va a poner peor, porque ya casi nada nos impresiona,
vemos actos de violencia, gandallismo y salvajismo
como normales, como el pan de cada día. Estamos tan
acostumbrados a enterarnos de cosas así que decimos
“Qué gacho”, pero nada más. Nos detenemos un momento
a ser testigos de lo que está ocurriendo en el mundo y
luego seguimos con nuestras vidas como si absolutamente
nada hubiera pasado. Como si un montón de pueblerinos
rateros no hubieran perdido la dignidad por unos pinches
refrescos mientras una persona moría en llamas, como si
un hombre no le hubiera sacado un ojo a otro por algo
tan insignificante como un lugar de estacionamiento. ¿Ya
vieron la película “Money Monster”? Pues justo así. Si no
la han visto véanla este fin de semana.
Nosotros en lo local podemos pensar que la humanidad
no está tan mal, pero saliéndonos de nuestra burbuja es
otra historia. ¿Y qué le hacemos? Apechugar nomás.
Altos se va,
como el tiempo
Por Ramón Muñoz de Loza
El debate sobre las presas que se construyen o se
debieran constuir en Los Altos de Jalisco tiene ya unos 30
años.
Y después de tres décadas los alteños seguimos peleando
el mismo tema, con las mismas posiciones, pero sin agua en
las casas de los pueblos alteños.
En los años ochenta del siglo pasado los gobernantes,
de Jalisco y del país, proyectaron hacer una serie de
presas, un sistema le llamaban, con el fin de dotar de agua
a los millones de habitantes de la Zona Metropolitana de
Guadalajara. La idea era, sigue siendo, usar el agua que
corre por el Río Verde, para darle de beber a los tapatíos.
Así se construyeron varias presas, todas en Los Altos,
afectando a los alteños, para saciar la sed de los tapatíos: La
Red en Tepatitlán, Calderón en Acatic y El Salto en Valle
de Guadalupe.
Hubo otras presas que no se alcanzaron a hacer y siguen
en polémica: San Nicolás, Zapotillo, Purgatorio y la que
sea, sobre el Río Verde, para cumplir con el Sistema La
Zurda. Proyecto planteado hace más de 30 años.
Lo que destacamos hoy, año 2019, no es la oposición de
Temaca, Acasico y Palmarejo para evitar inundarse; no. Ese
no es el tema hoy.
Lo de hoy es subrayar la posición política de
todos quienes han llegado o pasado por los gobiernos:
municipales, estatal y federal, desde hace casi 40 años.
Ni PRI, ni PAN, ni Movimiento Ciudadano, ni Morena,
han atinado a resolver el entuerto. Todos, juntos o por
separado, han usado el tema del agua en Los Altos para
hacer campañas, mítines, marchas, pronunciamientos o
hasta firman acuerdos y convenios, pero nadie atina a
resolver el abasto de agua para las sedientas poblaciones
de Los Altos.
Lo anunciado hace una semana por los gobernadores de
Jalisco y Guanajuato sobre la presa El Zapotillo no es nada
nuevo. Nos lo presentan como un gran acuerdo, cuando
en realidad es sujetarse, otra vez, a lo acordado desde los
años noventa del siglo pasado, es decir, que el agua del Río
Verde sirva para abastecer a los tapatíos, luego a los alteños
y después a los leoneses. Nada nuevo.
Y es que hay tres problemas por resolver en estos
anunciados convenios:
Primero: ¿Quién pagará por las presas y los acueductos
necesarios para cada población?
Segundo: ¿De dónde sacarán el dinero los municipios
alteños para hacer sus “derivaciones” para que el agua les
llegue?
Tercero: ¿Si la altura de la cortina de El Zapotillo queda
en 80 metros, no se hace El Purgatorio, tomarán agua de El
Salto para Guadalajara y se la quitarían a Tepa?
Rasgarse las vestiduras con posiciones localistas no ha
servido de mucho. Publicar desplegados en los periódicos
no les garantiza a los alcaldes alteños recibir dinero para
hacer sus acueductos y, seguir peleando entre alteños por
saber quién tiene la razón jurídica sobre las obras de El
Zapotillo, sólo les ha permitido, a algunos cuantos, llenarse
los bolsillo de dinero, por tanto juicio, amparo, estudios y
contraestudios.
Hemos discutido por 40 años; hemos debatido por
mucho tiempo y no alcanzamos acuerdos ni obras, ni
beneficios.
El tiempo se nos ha ido, igual que el agua que cada año
corre por el Río Verde.
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