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MANIFESTACIONES ACTUALES DE LA PULSIÓN: CUERPO Y OBJETO

Cuando pensamos en las manifestaciones actuales de la pulsión, no podemos dejar


de pensar en la vigencia del Psicoanálisis en nuestros tiempos.

Es por ello que en el marco de estas Jornadas me propuse reflexionar sobre el tema,
articulando distintos textos que fui trabajando para hacer un recorrido sobre lo actual
que se presentifica en las demandas actuales de la clínica.

En la última clase del Seminario Anual en la ciudad de Resistencia, Fátima Alemán


insistía en que las nuevas presentaciones clínicas se encuentran marcadas o bien por
la presencia de una angustia desbordada y sin sentido, o bien por conductas
sintomáticas que involucran al par inhibición/compulsión y que no conllevan una
pregunta dirigida al Otro. Tenemos así a sujetos (candidatos a analizantes al decir de
Miller) que se presentan a la consulta manifestando la sensación de un “vacío”,
diciendo que no son felices con sus vidas. O bien tenemos patologías del lado de la
inhibición/compulsión donde se presentifican “depresiones”, adicciones, compulsiones
al juego, violencia, entre otros.
Enrique Acuña en su texto “Las bodas con la pulsión” (Microscopía, marzo 2013),
retoma la pregunta lacaniana “¿cómo vive la época la pulsión?”. Lacan piensa que el
sujeto es feliz a nivel de la pulsión. De modo contrario al deseo, la pulsión siempre se
satisface. Esta tesis pone en cuestión la época descripta por Freud en “El malestar en
la cultura” donde la cultura se presenta como agente de la renuncia a la satisfacción
pulsional. En la época actual sólo hay arreglos, modos de goce; no hay más un
exterior que oficie como límite para la pulsión.

CUERPO

En 1966, en “Psicoanálisis y Medicina”, se puede vislumbrar que el cuerpo de la


Medicina no es el cuerpo del Psicoanálisis, señalando la marginalidad y la
extraterritorialidad de ambos campos.
Lo que detiene el progreso de la Medicina es una falla epistemosomática. Un cuerpo
no está hecho para ser medido, radiografiado, calculado, pronosticado, tratado. Un
cuerpo está hecho para gozar. Se introduce aquí la dimensión del goce del cuerpo, lo
cual nos lleva más allá de la demanda del paciente. No hay saber sobre el goce.
Enrique Acuña en su artículo “Hecho para gozar –El Cuerpo escrito en Anaiss Ninn”
(publicado en su libro: Resonancia y silencio), sostiene que en el texto mencionado de
Lacan se vislumbra que la falla que existe entre la demanda y el deseo es correlativa y
homogénea a la falla epistemo-somática. Algo se empieza a gozar solo, se
independiza ese trozo no representado.
Miller en su libro “Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo” propone la
existencia de dos operaciones entre el significante y el cuerpo. Uno consiste en elevar
el cuerpo al significante (significantización), y otro que es cuando el significante se
encarna en el cuerpo (corporización).
Leticia García en su texto “El cuerpo como metáfora-incorporación del goce como
significante” (publicado en la revista Conceptual nº 8), remarca que estamos frente a
una estructura de significantización cuando el cuerpo ofrece su materia al significante.
Por ejemplo, el falo, donde se realiza un pasaje del pene al falo como significante, y
que se vuelve referencia en cuanto es un ordenador de la sexualidad en
femenino/masculino. Entonces, elevar algo a la función del significante no es otra cosa
que retirar el objeto en cuestión de su uso habitual para volverlo símbolo de otra cosa,
o símbolo de un vínculo.
En cambio la corporización es el significante que afecta al cuerpo fragmentándolo,
despedazándolo, y generando un resto, un plus de goce. La corporización del goce,
entonces, es un efecto del significante, surgiendo entonces el cuerpo gozante.
Marcelo Ale en su libro “Pasión y encanto de la experiencia analítica” se pregunta
¿Con qué versiones del cuerpo nos encontramos los analistas en los consultorios en
esta época? Tenemos cuerpos construidos por los discursos y afectados por la
palabra.
Los diferentes discursos determinan las formas de habitar la carne. Tenemos así
discursos que plantean diagnósticos en los cuales el sujeto trata de encontrarse.
Vienen así sujetos con un diagnóstico tranquilizador: depresión, stress, pánico,
compulsión, violencia. Nótese que los discursos van modificando los modos de
presentación de los síntomas. Tenemos así un cuerpo patologizado, como sitiado por
el lenguaje. Ese cuerpo que pretende medirse con escalas, con estudios de imágenes
y bioquímicos.
Sin embargo ya Freud advertía que el cuerpo está afectado por la palabra, lo cual se
demostraba en el tratamiento a las histéricas. Se advierte así que es imposible
concebir un cuerpo pre discursivo. Es necesario un baño del lenguaje para ese
organismo. En definitiva, el cuerpo es un relato que cada uno va a efectuar. ¿Relato
de qué? De lo real del organismo de acuerdo a la subjetivación que haya podido hacer
de la constelación discursiva en la que habita.

PULSIÓN
En el Seminario XI, Lacan ubica a la pulsión como un concepto fundamental del
Psicoanálisis.

En “El Modelo Pulsional” de Masotta, se muestra que, con respecto a la finalidad


biológica de la sexualidad (la reproducción), tal como se representa en el proceso de
la realidad psíquica, estas pulsiones aparecen como parciales. La sexualidad solo se
realiza mediante la operación de las pulsiones en la medida que son parciales con
respecto a la finalidad biológica de la reproducción.

Hay una producción del goce, y como tal entraña pérdidas y ganancias.

En Tres Ensayos se puede desprender de su lectura, que el goce es inseparable de la


sexualidad, no tratándose entonces de un goce de las necesidades biológicas.

Para Freud la energía libre escapa a la regulación del proceso primario, quedando
fuera de las leyes de los mecanismos de condensación y desplazamiento. Lacan
observa que el goce no es metáfora ni metonimia. Sin embargo, hay una circulación de
goce, un plus que excede a la energía ligada que se produce en el proceso primario
del inconsciente. A esto Freud llamó Lustgewinn, ganancia de placer, que Lacan
traducirá por plus de gozar. Ese goce siempre corporal, ni metafórico ni metonímico
existe porque no hay goce sexual todo.

Lo pulsional se puede correlacionar con esta causa producida a posteriori como resto
no simbolizable o Das Ding.

Freud en sus obras advierte que la exigencia de la pulsión se inscribe como demanda.

Cualquier recorrido pulsional se hace en relación a un borde, como la zona erógena.


Una superficie con orificios que funcionan como señuelos o aparejos del cuerpo. Freud
descubre que a cada zona erógena le corresponde una pulsión que en términos de
objeto nunca es absoluta, sino parcial, porque el recorrido implica una zona localizada
y porque su fin está profundamente alterado.

Si hay un ser hablante hay un ser viviente. Enrique Acuña remarca que la pulsión vive
en esos restos que son los objetos (a).

Estos restos vivientes que se ceden pero que no se intercambian constituyen en su


superación la constitución del Otro como alteridad radical.
Se distingue así un sujeto acéfalo que se hace objeto (hacerse ver, oír…), de aquel
otro del significante que fabrica un sujeto aparejo, con anzuelos que pescan a otros
semejantes en los señuelos y carnadas de una erótica.

Es en el Seminario X donde Lacan liga este objeto real a la angustia, como lo que no
engaña. La angustia, dice Miller, es la vía que permite acceder a lo que es anterior al
deseo y su objeto.

Lacan opone entonces la vía del amor y la vía de la angustia. La vía del amor da
acceso al objeto simbólico, el deseo como deseo del Otro. Mientras que la vía de la
angustia conduce al objeto real, con una satisfacción que no es del orden de la
necesidad, sino del goce.

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