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Todo estaba listo, el gran concierto por fin se daría, desde temprano comenzó a
llegar el público, había niños, ancianos, madres, padres y sobretodo muchos
jóvenes, todos absolutamente todos fueron llegando en silencio, parecía un ritual
preparado, pero no, simplemente un silencio sobrecogedor llenaba el monumental
estadio. Las luces listas, el sonido a punto, el escenario perfecto, uno a uno los
espectadores fueron colmando las graderías, los palcos y los bajos; el curioso
silencio se mantenía, no había explicación alguna para ello, pero este vacío sonoro
era por ahora el protagonista. Se acercaba la hora señalada para el inicio y el lugar
estaba a reventar.
De repente y sin previo aviso, salieron los músicos y el vocalista, uno a uno se
fueron acomodando en su respectivo lugar, batería, bajo, guitarra, sintetizador y
micrófono todo listo, pero nada, ni un grito, ni un aplauso, ni siquiera un silbido de
júbilo, por extraño que parezca nadie parecía sorprendido, como si de un estado
letárgico se tratara, como si una hipnosis colectiva hubiera caído sobre todos, la
gente absorta y serena miraba como posesa hacia el escenario.
No obstante, el segundo tema llegaba a su final y estaba claro que solo la música
seguiría siendo la protagonista de tan deslumbrante noche, uno a uno se fueron
sucediendo los temas y ninguno de ellos fue interrumpido por sonido alguno, incluso
los más pequeños y más susceptibles de sentir un cansancio o un tedio natural para
sus oídos pueriles, eran los más concentrados, los más absortos, era de tal
naturaleza la irrealidad de la escena.
¿Qué cierre deparaba semejante espectáculo? Con vos potente se dio inicio a la
última canción, los músicos parecieron redoblar su fuerza porque la música penetró
hasta el corazón del más lejano espectador, y fue apoteósico, al punto que todos,
absolutamente todos cerraron los ojos, la música fue in crescendo, la melodía
reverberó por todos los confines del estadio y la última nota sonó.
No hubo despedidas, ni agradecimientos. Vocalista y músicos dejaron los
instrumentos y el escenario y se dirigieron al camerino, decir que estaban
satisfechos era poco; pues impregnados por el silencio de tan singular público se
sentaron a asimilar esta desbordante sensación. De repente, un atronador sonido
atravesó el estadio, ¡Otra!!!! ¡Otra!!!! ¡Otra!!!!! Era lo único que se escuchaba, como
si al unísono todos se hubiesen puesto de acuerdo para liberar la potencia de sus
voces.