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Introducción
Con profunda satisfacción presento este nuevo libro del P. Alfredo Sáenz
titulado: «El Modernismo. Crisis en las Venas de la Iglesia» que es el undécimo
tomo de la serie “La Nave y las Tempestades”.
También se lo anunció en la última cena: “Os he dicho estas cosas para que
tengáis paz en mí: En este mundo tendréis tribulaciones, pero confiad, yo he
vencido al Mundo” (Juan 16, 33).
San Pedro nos alecciona: “Queridos, no os extrañéis del fuego que ha prendido
en medio de vosotros para probaros, como si os sucediera algo extraño, sino
alegraos en la medida en que participáis en los sufrimientos de Cristo, para
que también os alegréis alborozados en la revelación de su gloria. Dichosos
vosotros si sois injuriados por el nombre de Cristo [...] que ninguno de vosotros
tenga que sufrir ni por criminal ni por ladrón ni por entrometido; pero si sufre
por ser cristiano, que no se avergüence, al contrario, que glorifique a Dios por
llevar este nombre” (1ª Pedro 4, 12-16).
Esto lo enseñaron los Apóstoles no sólo con palabras sino con su ejemplo. San
Pablo proclama: “Ahora me alegro por los padecimientos que sufro por
vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en
favor de su Cuerpo, que es la Iglesia” (Colosenses 1, 24).
Y dado que: “No es el discípulo más que su maestro, ni el siervo más que su
señor. […] Si al amo de la casa le han llamado Belcebú, cuánto más a los de
su casa. No les tengáis miedo” (Mateo 10, 24)
No hubo, hay ni habrá pues, generación de discípulos –si son fieles–, época de
la Iglesia, libre de tribulaciones y pruebas. No faltaron ni faltan ni faltarán
tempestades en cada siglo de la historia para sacudir la Nave. Y quizás la
tempestad se vaya enfureciendo progresivamente cuando se aproxima el fin y
la última hora.
El Beato Juan Pablo II y el actual Papa Benedicto XVI nos han repetido una y
otra vez la exhortación de Jesucristo: “no temáis”, “no les tengáis miedo”. Y han
ido delante de nosotros dándonos ejemplo de impavidez.
“El Modernismo” es una tempestad cuyo embate se suma al de las que han
venido barriendo la cubierta de la Nave de Pedro durante los últimos dos siglos.
Pero con una diferencia. Ella no golpea tanto la nave desde fuera como desde
dentro. Más que golpear la cubierta y el casco, puede decirse que es un rumbo
abierto en el casco, por donde las aguas embravecidas anegan las bodegas. Al
decir de Su Santidad Benedicto XVI, “la nave de Pedro hace hoy agua por
todas partes”. Más que una tempestad que le viene de fuera, el Modernismo
es, pues, un taladro en el casco, una carcoma que lo debilita.
¿No vemos que aún acerca de la Revolución Francesa –mucho más cercana a
nosotros y cuyos efectos no dejamos de sentir después de dos siglos largos–,
se pasa en silencio, al recordarla, el carácter primariamente persecutorio y de
odio a la fe Católica, y se da la espalda a la heroica sublevación de la Vendée y
a la represión llena de odio y crueldad con que se la sofocó?
Utilísima pues es esta obra en la que, rescatando del olvido tempestad tras
tempestad y respuesta tras respuesta de la Iglesia a estos asaltos, el Padre
Sáenz ha llegado ahora a la undécima crisis: «El Modernismo. Crisis en las
Venas de la Iglesia». Y nos traza el retrato de esa Herejía que consiste en una
complicidad con la ideología Moderna. Complicidad con las ideologías, con los
modos de ver mundanos, infiltrada en las venas de la Iglesia, como un virus
que amenaza destruir el organismo, avasallando sus defensas.
Intuyo que el “Año de la Fe” que acaba de convocar el Papa Benedicto XVI
tiene que ver con la necesidad de reactivar las defensas del organismo de la fe
Católica contra esa parálisis de los mecanismos inmunitarios que produce el
HIV Modernista. Pero vengamos al libro del Padre Sáenz.
La Obra
Consta de tres capítulos y un colofón.
El primer capítulo presenta la figura del beato Pío IX como antecesor de san
Pío X en el empeño de señalar y enfrentar, refutándolos, los errores de la
época Moderna.
El segundo capítulo describe rápidamente la naturaleza del Modernismo, y de
sus principales errores y expone la vida y obras de algunos autores más
representativos de esta Herejía Modernista.
El tercero narra cuáles fueron las respuestas de san Pío X, tanto doctrinales
como disciplinares.
Primer Capítulo
El primer capítulo está dedicado a la época, vida y obra del beato Papa Pío IX
que el P. Sáenz asocia estrechamente a san Pío X porque “ambos salieron al
paso, con lucidez y coraje, a los altamente peligrosos errores doctrinales que
amenazaron sus respectivas épocas”. El combate que llevaron adelante
aquellos dos Papas no dejó de tener relación –indirecta en el caso del beato
Pío IX y directa en el caso de san Pío X– con el fenómeno del Modernismo.
El largo pontificado del beato Pío IX –32 años– se vio iluminado por tres
grandes gestos que resumen su Magisterio y constituyen un plan pontificio al
servicio de la defensa y fortalecimiento de las tres virtudes teologales:
Este primer capítulo concluye con la mención de la figura señera del Cardenal
Pie que constituye, como nos lo ha mostrado el mismo P. Sáenz, un “puente
entre el beato Pío IX y san Pío X”.
Lutero, para llevar adelante su lucha ascética personal, prefirió volverse sobre
sí mismo. Proclamaba que no le importaba Dios en sí, sino Dios en cuanto se
vuelve hacia mí. La Revelación de quién es Dios en sí mismo es algo
incomunicable. Por lo tanto la Revelación histórica y el Magisterio eclesiástico
histórico que la custodia y trasmite, incluso el entero pueblo Católico que la
encarna y comunica, pierden todo su sentido.
Abro un paréntesis para notar que, en otro lugar de este mismo capítulo, el P.
Sáenz nos contará cómo el joven seminarista Loisy aborrecía el estudio
dogmático de la fe Católica; le despertaba aversión la presentación que hace
Santo Tomás en la “Summa” del Misterio Trinitario. Él buscaba aproximarse a
Dios por el sentimiento, por el afecto, y cultivaba más bien los aspectos
sensibles de la piedad.
Por último, se detecta un tercer rasgo común del Protestantismo que hereda el
Modernismo: a Dios cada uno deberá buscarlo dentro de sí mismo, en su
propia “experiencia de Dios”.
Abro un nuevo paréntesis para señalar que este rasgo permite detectar el
influjo y el cuño Modernista de dos doctrinas contemporáneas –una
catequística y la otra pastoral–, que han dominado la escena eclesial, pienso
que por inadvertencia de su verdadera índole.
Cierro este paréntesis y concluyo así esta descripción de los principales rasgos
del Protestantismo que se trasmitirán al Modernismo que infiltrándose en el
Catolicismo han contribuido a protestantizarlo en nuestro pasado reciente.
San Pío X, en la Encíclica “Pascendi”, considerará por eso, con toda razón, que
el Modernismo es el eslabón que une a la crisis Protestante con el Ateísmo
Moderno: “El primer paso lo da el Protestantismo, el segundo corresponde al
Modernismo y muy pronto hará su aparición el Ateísmo”.
En su obra “La Religión dentro de los límites de la pura Razón”, Kant propuso
la creación de una religión racional pura que podría por eso concitar una
aceptación universal y convertirse así en “la religión universal”, a diferencia de
la religión basada en la fe en una Revelación divina históricamente sucedida,
que no todos los hombres pueden aceptar por la fe.
Loisy reconocerá, en su momento, que Renán fue “el primer maestro de los
Modernistas franceses” por su negación de todo factor milagroso en el
Evangelio y por la necesidad de reinterpretarlo en una clave puramente moral.
Es otro autor que transita sobre las huellas de Kant, quien afirmaba que no
debía ser la Biblia la pauta de la moral, sino al revés, la moral la pauta de
interpretación de la Biblia.
Quinto Antecedente: el
Americanismo
El último antecedente del Modernismo del que trata el P. Sáenz es el
“americanismo”. Así se le llamó a un conjunto de opiniones tocadas por el
naturalismo y el liberalismo en relación con la conducta del cristiano y los
métodos de apostolado que se emplearon a fines del siglo XIX en algunas
Diócesis de los Estados Unidos.
El Colofón
Del Colofón voy a seleccionar algunas voces contemporáneas autorizadas que
afirman que el Modernismo ha perdurado hasta nuestros días y que sigue vivo,
siendo aún hoy reconocible a pesar de sus metamorfosis. Valgan como
ejemplos los antes mencionados: el método catequístico de partir del hecho de
vida y el método pastoral del ver, juzgar y actuar, tal como eran entendidos
antes de Santo Domingo y Aparecida, en clave antirrevelatoria.
Lo que notó Maritain era ya algo que Gramsci se auguraba que pudiese
suceder algún día, cuando el Modernismo operara como instrumento para
sustituir el sentido común Católico por un sentido común que, manteniendo los
términos, les cambiase el significado en sentido inmanentista.
Pero me ha sugerido otras reflexiones que quiero compartir con ustedes para
finalizar esta presentación, aunque dilate un poco su extensión. Y quiero
profundizar en lo que me sugiere el carácter subrepticio, subversivo, de
sedición oculta y secreta, de conspiración subterránea, de Herejía anónima,
que alarmó al Papa san Pío X. Creo que ese rasgo le permitió discernirlo como
un signo esjatológico más que como un fenómeno de la época. En efecto,
leemos en su primera Encíclica que: “Quien considere todas estas cosas,
puede, con razón, temer que esta perversidad de los espíritus sea como un
anticipo y comienzo de los males que estaban reservados para el fin de los
tiempos, o que ya se encuentra en este mundo el hijo de la perdición del que
nos habla el Apóstol” (E Supremi Apostolatus, 3)
Desde hace años, en los tiempos en que se hablaba mucho del cristianismo
anónimo, que siempre me pareció un imposible por absurdo, me sobresaltó por
el contrario el carácter anónimo de la Apostasía. Esta sí que es anónima y
aspira a serlo mientras no le arrancan la máscara.
2, 18 Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir un Anticristo;
pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta
que es ya la última hora.
19 Salieron de entre nosotros; pero no eran de los nuestros. Pues si
hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Así se ha
puesto de manifiesto que no todos son de los nuestros.
Sí, han surgido en las entrañas y las venas de la Iglesia. Estaban allí, en forma
de Apóstatas anónimos hasta que se fueron o más bien, fueron
expulsados. Salieron de entre nosotros pero no eran de los nuestros.
¿Con qué fin provoca esta salida? “Salieron de entre nosotros, –explica san
Juan– para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros”. Es decir
que el nosotros eclesial siempre padece de la mezcla difícilmente separable de
trigo y cizaña.
Puesto que los fieles viven en medio de las ciudades de la inmanencia, los
miembros del pueblo de los hijos de Dios –dado que su diversidad les ocasiona
sufrimientos: discriminación, persecución, opresión– sucumben fácilmente, a la
tentación de asimilarse a los inmanentistas que aman este mundo, renunciando
a la orientación trascendente del corazón filial que les dicta amar al Padre.
La parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13, 24-30) nos aleccionaba ya sobre
esta realidad.
El fenómeno Modernista que retrató y condenó san Pío X hace ciento cuatro
años, está hoy mucho más extendido. Lo que veía san Pío X en la “ Pascendi”,
y describió como asunto de “un gran número de católicos seglares y aún de
sacerdotes” ya no es un hecho predominantemente académico, divulgado en
amplios estratos del laicado, preferiblemente el ilustrado, sino que se ha
convertido, en el transcurso de un siglo, en sentido común de fieles y pastores,
sacerdotes y aún obispos. De modo que quien piensa como la “Pascendi” y lo
manifiesta es tenido como falto de sentido común, demente y retrógrado sin
remedio.
Conclusión
Mucho ayuda a que no tema el marinero, y sobre todo al grumete novato en las
tormentas, ponerse en la escuela de los viejos “lobos de mar” y contemplar la
serenidad del capitán y de los oficiales, en la que consiste la esencia de sus
memorables hazañas.
Conocer las pasadas tormentas nos mueve a confiar en el Señor que viene con
nosotros en la misma nave, hasta el fin de los siglos. Conocer la tormenta
actual es asunto de vida o muerte. De vida o muerte de la gracia.
Este libro podrá enseñarnos a todos, veteranos o bisoños, a que sepamos
cuándo podemos movernos en cubierta o debemos atarnos a un mástil para
que no nos barran las olas…
Gracias padre Alfredo Sáenz por una obra que salvará muchas vidas.
P. Horacio Bojorge, SJ