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FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS

ESCUELA DE DERECHO

ASIGNATURA : LITIGACIÒN ORAL

DOCENTE : JUBENAL FERNANDEZ MEDINA

ALUMNA : TELLO JOYO FANY

CODIGO : 2014105123

PERIODO ACADEMICO 2019-I

CICLO : XII

SECCIÓN : 01

MODULO : II

AYACUCHO – PERU - 2019


PREGUNTAS A DESARROLLAR:

PREGUNTA 1: (4 PUNTOS)

La interpretación jurídica:
Al hablar de interpretación es necesario referirse a los distintos sentidos que adopta
esta expresión. Así, por ejemplo, en un sentido genérico la interpretación es
predicable de una acción, de una práctica cultural, de un hecho histórico o de una
obra de arte; y en un sentido más concreto, la interpretación está referida
exclusivamente a entidades lingüísticas.
Elabora un resumen sobre las concepciones que anteceden a la Teoría de la
argumentación jurídica

La Teoría de la Argumentación tuvo su origen en la antigua Grecia y en principio, ella


recibió el nombre de Retórica. Gracias a las reformas democráticas de Pericles (490-
429) se creó una nueva clase de profesionales que eran llamados "sofistas" y quienes
asumieron el ejercicio de la filosofía, la ciencia y la política para defender ante los
jueces las causas y los reclamos del pueblo.

Elabora un resumen sobre las concepciones que anteceden a la Teoría de la


argumentación jurídica
RESUMEN DE LAS CONCEPCIONES QUE ANTECEDEN A LA TEORÍA DE LA
ARGUMENTACIÓN JURÍDICA
La Teoría de la Argumentación tuvo su origen en la antigua Grecia y en principio, ella
recibió el nombre de Retórica. Gracias a las reformas democráticas de Pericles (490-
429) se creó una nueva clase de profesionales que eran llamados "sofistas" y quienes
asumieron el ejercicio de la filosofía, la ciencia y la política para defender ante los jueces
las causas y los reclamos del pueblo.

Aristóteles es reconocido como el padre de la Teoría antigua de la Argumentación. Y


gracias a Perelman, filósofo y jurista polaco, conocedor y asiduo estudioso a las teorías
de Aristóteles, rescatando lo mejor del viejo mundo y creando la "Nueva Retórica Los
grandes lógicos de todos los tiempos fueron: Platón, Agustín, Thomas de Aquino,
Descartes, Locke, Hume, Kant y Bertrán Russell.

La retórica aristotélica, fue la base, ella dominó en la antigüedad y con el paso del
tiempo, se la tergiversó, hasta convertirla en simple teoría de la composición del
discurso, se la redujo a ornamentos del lenguaje sofísticos o estilo de grandilocuencia
que va predominar en la edad media y primera mitad del siglo XX.

Durante la edad media y aún en el renacimiento, la retórica se hizo más sofisticada,


utilizada en situaciones, desde lasmatemáticas hasta la poética y se expresaba a través
de todo tipo de técnicas orales, gesticulares, corporales siempre con el objetivo de
impresionar al interlocutor y finalmente persuadirlo o disuadirlo La motivación:
concepto, Justificación interna y externa.

De acuerdo con Perelman, se denomina "Teoría de la Argumentación" al estudio de las


estructuras formales en el arte de argumentar como proceso comunicacional. La Teoría
de la Argumentación, basada en el estudio del acto de argumentar tiene por objeto
explicar cómo se argumenta en los auditorios complejos y para explicarlo acude a una
lógica distinta a la formal, estamos hablando de la lógica proposicional que tiene su
propia ética y sus categorías para determinarla como toda una explicación del acto de
seducir, sustentar y probar un punto de vista.

Adolfo León citando a Perelman propone, que a la hora de argumentar hay que tener
presente que “La misión del filósofo, es la de ser vocero de la razón, ser defensor de
los valores universales supuestamente válidos para todos los hombres” y que persuadir
a alguien es convencerlo de que nuestra opinión es mejor que la suya y por lo tanto
debe emplazarla. En sus escritos recomienda:

La teoría de la argumentación se construye en un ambiente filosófico. La filosofía es un


intento racional -aunque no científico-, por resolver problemas inmaduros. Es decir,
problemas para los cuales no existe un método estándar reconocido por una comunidad
de especialistas. La argumentación es un intento por producir determinados efectos en
el público, en la audiencia o en un auditorio.

Para que la teoría de la argumentación sea teoría razonablemente aceptada, requiere


definir un concepto clave, que es el concepto de fuerza de un argumento o fuerza de
una argumentación.

La teoría de la argumentación, nos pide “tratar a todos los seres de la misma categoría,
de manera semejante”.

Se denomina "Teoría de la Argumentación" al estudio de las estructuras formales en el


arte de argumentar como proceso comunicacional en el cual se da primacía de la razón
práctica, por encima de la razón instrumental.

Los argumentos se deben expresar mediante proposiciones. Por eso La argumentación


se formula en lenguaje de la lógica informal, la demostración lógica fundamentalmente
en el lenguaje de la formalidad científica.

La argumentación conduce de manera inexorable a acuerdos, la lógica a la verdad


irrefutable a través de la prueba

PREGUNTA 2: (4 PUNTOS)

La motivación: concepto, Justificación interna y Externa.


Nada más apasionante que realizar un estudio académico, sobre un tema tan
interesante y siempre controvertido, como ser la motivación de la sentencia judicial –
muy pocas figuras jurídicas contemporáneas alcanza la relevancia dentro del estudio
de la interpretación jurídica, como esta que no nos deja de sorprender, siempre
discutido en el poder judicial, y mucho más estudiado en las cátedras.

Pero para empezar a hablar de la motivación, es menester preguntarnos de dónde nace


esta figura, cómo se debe ser entendida, cuál es la verdadera importancia que encubre.
De ahí la magnánima importancia de hablar brevemente de la sentencia judicial.
Actualmente, en cualquier sistema procesal mínimamente desarrollado, se exige que
toda sentencia, además del fallo o parte dispositiva, reúna dos requisitos
fundamentales: que sea congruente y que esté motivada. Por sentencia congruente se
entiende aquella que se adecua las peticiones de las partes deducidas oportunamente
en el pleito y la parte dispositiva de la resolución judicial. Motivación de la sentencia,
como acto importantísimo y culmen de la actividad jurisdiccional, se denomina a aquella
parte de la misma que precede y justifica el fallo; es decir, expresa las razones que el
órgano jurisdiccional ha tenido en cuenta para decidir en el sentido en que lo haya
hecho.

En consecuencia, la motivación de la sentencia es preciso considerarla en un doble


aspecto. Por un lado, como razonamiento judicial, fruto de la mente humana, con las
dificultades de conocimiento que ello conlleva, y, por otro, como expresión externa de
esas razones que han llevado a una valoración de certeza. Por consiguiente, la
motivación de una sentencia es una cuestión de fondo y de forma.
Tras este breve excursus introductorio y dogmático, con el que hemos querido plasmar
la trascendencia que en la actividad judicial actual tiene la motivación de la sentencia,
vamos a adentramos en la misma cuestión,

Al elaborar este Trabajo Práctico no solo nos hemos propuesto, el logro de los
contenidos, sino pretendemos que los compañeros "aprehendan" información.
La investigación fue realizada con materiales que comúnmente puede ser hallado por
profesores y alumnos, no obstante, creemos no ser mediocres con la utilización de los
mismos.

La motivación
Definición.
Nos decía el Gran Jurisconsulto Javolenus "Omnia definitio in jura civilis periculosam
est", toda definición en derecho es peligrosa, y pues, siendo a lo mejor correcta su
sugerencia no menospreciaremos, la importancia y valor que tienen los conceptos y
definiciones desde la perspectiva académica.
Entendida la conceptualización como la aprehensión de aquellas características
básicas y esenciales de los objetos; no nos limitaremos a ellos, buscaremos dar
definición a los conceptos básicos – la expropiación – pues la definición es
el producto de la actividad mental humana que busca delimitar un concepto de otro.
Según Aristóteles la definición debe ser el punto de partida de todo estudio o ciencia,
sin embargo, es común la corriente en nuestro tiempo, pretender que las definiciones
coronen un estudio.

A continuación, varios conceptos de diferentes autores.


Desde el punto de vista del lenguaje enunciativo, en el diccionario de la Española
refiere como una de las acepciones de la motivación; "Acción y efecto y motivar". La
que, a su vez según el citado diccionario, consiste en; "Dar o explicar la razón o motivo
que se ha tenido para hacer una cosa". De aquí se colige en que esta sea la actividad
consciente, coherente, lúcida y clara con que debe manifestarse la argumentación que
se va a emitir.
El significado mismo del término "motivación", no es más que, dar causa o motivo para
algo, explicar la razón que se ha tenido para hacer algo, explicar la razón que se ha
tenido para hacer algo, y, del punto de vista que nos concierne, se trata de una
"motivación judicial", la que se produce por el órgano encargado de impartir justicia y
en función de esta.
Es así que, en tanto motivación judicial, se presenta en dos facetas dirigidas a producir
la justificación de la decisión: como actividad del juzgador y como la argumentación que
se manifiesta en el documento sentencial.

Establecido en el siglo XIX, el deber de motivación de las sentencias se ha impuesto en


el derecho procesal actual. El impulso racionalista no es, sin embargo, la única razón
que induce a justificar la parte dispositiva de la sentencia. Los numerosos textos
romanos dan prueba, en numerosas ocasiones, de que muchas de esas razones eran
sentidas en la época clásica, y que la motivación de la sentencia era la práctica habitual.
La motivación no es más que la fundamentación, y fundamentar o justificar una decisión
"figura mostrar las razones que permiten considerar lo acordado como algo atinado.
Motivar la sentencia significa demostrar, argumentar, y para lograrlo no cabe limitarse
a exponer como se produjo una determinada decisión".
Por ello la motivación de la sentencia se configura hoy día por demás como la
necesidad, como un instrumento de primer orden y esencial para
cualquier análisis del proceso moderno.

La motivación debe entenderse como la exposición que el juzgador debe ofrecer a las
partes como solución a la controversia, pero sin dejar de tener en cuenta de que esta
debe ser una solución racional, capaz de responder a las exigencias de la lógica y al
entendimiento humano.

Su fin radica especialmente, en manifestar la razón jurídica en virtud de la cual el


juzgador acoge una determinada decisión, analizando el contenido de cada una de
las pruebas, comparándolas y relacionándolas con todos los elementos existentes en
el expediente y sobre todo las practicadas en el acto del Juicio Oral; para
posteriormente valorar lo observado con las reglas de la Lógica, los conocimientos
científicos y la experiencia acumulada durante el trayecto de los años. (1).
Según, el Profesor Herrera Figueredo, la motivación es la "base sobre la que se estriba
el Derecho, la razón principal que afianza y asegura el mundo jurídico social. Es el
conjunto de hechos y de derechos a base de las cuales se dicta determinada
sentencia".

Consideraciones sobre el tema:


La sentencia judicial es un escrito o un discurso hablado que el derecho
positivo reconoce como la conclusión de un proceso judicial. Es la decisión definitiva
por un juez o un tribunal en un juicio y en una instancia determinada. Es una norma per
se coercitiva de tipo totalmente individual y particular.
La sentencia judicial como tal, es un instrumento público ad solemitantem facta, debe
cumplir por si mismo todos los requisitos formales para su validez, además, debe
observarse estrictamente ciertos requisitos internos que no cumplidos acarrean su
anulabilidad o nulidad.
De esta manera entendemos entonces, que la sentencia debe buscar su
completa integración, tanto a factores internos como externos.
La estructura de la sentencia – el resultando, el considerando, el resuelve, las firmas,
la fecha, el asiento en los registros pertinentes – debe ser observado como elementos
externos, formalidades.
Ahora, lo que nos interesa, además de estos requisitos; como explica – El Prof. Dr.
Marcos Riera Hunter – la sentencia judicial, no puede basarse en cualquier cosa para
sustentarse, debe observar la Ley – tanto en sentido material o formal – (Legal), no
puede ser un disparate que ofenda el sentido común, pues, el derecho aparte de ser
Ley e Interpretación es también sentido común (Racionalidad), debe ser coherente y
lógico (Logicidad)
Así entonces aparece la motivación como el control de la logicidad.
La motivación es entonces una garantía contra la arbitrariedad o el abuso de
la autoridad, pues consiste en una secuencia de
motivos, principios y valores conducentes a la emisión de un fallo, que de esta manera
queda justificado.

Finalidad de la motivación.
¿Para qué la motivación de la sentencia?
La respuesta a esta cuestión parecería lo más lógico posible hoy día con toda la
cantidad de controles de juridicidad que se imponen pero, para ver el centro neurológico
del dilema debemos remontarnos a nuestros orígenes que es nos decía Biondi, "il
processo moderno é dunque di origine ed impostazione romana, sempreché intendiamo
riferirci non a quel proceso formulare, tipicamente latino, che é tramontato per sempre,
ma a quella cognitio extra ordinem che sorge fin dai primi tempi dell"Impero, si consolida
d allarga via nella prassi giudiziaria, finché con Giustiniano si afferma come unico
sistema processuale" (3)
En los primeros sistemas procesales romanos al parecer no fue necesaria la motivación
expresa del iudex, pues, en ellas en la actio legis por ejemplo las
instituciones absorbían las libertades y las formalidades garantizaban plenamente las
cuestiones de fondo y forma, vale decir, la motivación estaba absorbida por aquellas
formalidades, pero con la evolución de la sociedad romana, y el aumento del tráfico
comercial vemos que esto cambia y se impulsa la figura de la motivación. Por ejemplo
en la cognitio, amén de carecer de instrumentos que le faciliten la labor mecánica, el
juez puede elegir más fácilmente el contenido de su sentencia, y esta libertad es la que
nos impulsa a creer en la necesidad de un razonamiento o motivación de la misma,
como algo que justifique, desde el punto de vista del Derecho y de los hechos, lo que
realmente decide el juez; es decir, la posibilidad de variación del Justiniano confirmó
todas estas exigencias formales en C. 7,43 y 44, como se desprende de las pertinentes
rúbricas: Quomodo et quando iudex sententiam proferre debetpTaesentibus partibus
vel una absente y De sententiis ex periculo recitandis(4)
La finalidad de la motivación puede reducirse a tres aspectos fundamentales:
 Garantizar la posibilidad de control de la sentencia por los tribunales superiores;
 Convencer a las partes y a la sociedad en general sobre la justificación y legitimidad
de la decisión judicial y,
 Verificar que la decisión no es producto de un actuar arbitrario del juez, sino de la
válida aplicación del derecho, en vista de un proceso garante y transparente.

La motivación de la sentencia permite no sólo el control de las partes involucradas en


el conflicto, sino de la sociedad en general, dado que el público en su conjunto puede
vigilar si los tribunales utilizan arbitrariamente sus poderes que se les ha atribuido, por
tal razón los fundamentos de la sentencia deben logar por una parte, convencer a las
partes de la justicia impartida y por otra parte debe avalar que la resolución dada es
producto de la aplicación de la Ley y no un resultado arbitrario, al consignar las razones
capaces de sostener y justificar sus decisiones. Por lo que ha de ser la conclusión de
una argumentación que permita por tanto a las partes como a los órganos judiciales
superiores y demás ciudadanos conocer las razones que condujeron al fallo.
El autocontrol de la motivación supone de la actividad del juzgador se evidencia a través
de dos aristas: primero evita la comisión de errores judiciales, y por otro lado, obliga a
la necesidad de utilización por parte del Órgano Judicial de un criterio racional a la hora
de la valoración de las pruebas, ya que como fácilmente se puede colegir, si la
convicción se ha llegado a través de la simple conjeturas o sospechas, la
fundamentación se hará imposible. De ahí que la motivación actúe como garantía, e
imposibilite la emisión de sentencias sin una sólida base fáctica probada (1).

In fine, Los órganos jurisdiccionales del Estado, es la mayor y la mejor manera de dirimir
los conflictos sociales que se ocurren en el mundo, sea por la ley natural o por ley
positiva, los órganos tribunalicios, son depositarios de la confianza colectiva; y es por
ella que las personas recurren a los mismos poniendo a su disposición los bienes que
poseen. Todo conflicto que ellos analicen y resuelvan debe terminar en una decisión
final -la sentencia-, y esta por como es natural debe garantizar la correcta
administración de la justicia, sea entre parte y para toda la sociedad, a fin de ganarnos
la paz social. Para ello; la sentencia, debe carecer de arbitrariedad y errores judiciales,
es decir, debe estar plenamente fundamentada – motivada -.

Ausencia de motivación.
La necesidad de una correcta motivación o argumentación de las resoluciones
judiciales dio origen a la teoría del razonamiento correcto y el control de logicidad que
puede ser objeto de recursos judiciales contra sentencias dictadas en violación de los
principios lógicos.
Estas violaciones se conocen con el nombre de in cogitando y los errores in
procedendo, su principal causa es la falta de motivación;

La ausencia de motivación, por tratarse de un vicio formal puede traer consigo la nulidad
del documento de la sentencia, dando lugar a que se retrotraigan las actuaciones al
momento de su redacción donde se expliquen nuevamente los argumentos, no sin
antes olvidar que estos pueden reportar un perjuicio para las partes en cuestión. Los
jueces del Tribunal Supremo, declararan como nulas aquellas en que les sea imposible
determinar cuáles fueron los juicios lógicos emitidos por el juez de primera instancia,
procediendo en los restantes casos a consignar en sus sentencias los razonamientos y
consideraciones que debió haber explicado el Tribunal de instancia para evitar los
retrasos y perjuicios de la declaración de nulidad.
Culminaremos entonces que este epígrafe consignando lo que a nuestra consideración
deben ser los requisitos que deben faltar en la correcta motivación de la sentencia:

Concresión:
Se refiere a que la sentencia debe versar sobre los elementos constitutivos de los
hechos sometidos a la decisión judicial y sobre estos debe tratar la resolución.

Suficiencia:
Que prime el sentido cualitativo, de la existencia de la motivación, donde se expliquen
las razones de la decisión, donde se narre con calidad, el esfuerzo justificador, que no
tiene que ver con la extensión, pues se ha conocido de sentencias muy extensas pero
inmotivadas. La suficiencia se enmarca en la incorporación de datos necesarios para
que resulte entendible a cualquier tipo de persona.
 Claridad:
Para que pueda ser accesible al mayor número de personas con cualquier nivel cultural.
De ahí que la narración de los hechos sea clara, donde no se invoquen tecnicismo sino
más bien el relato debe ser sencillo, ordenado y fluido, con una carga descriptiva que
recreen los hechos tal y como ocurrieron según el tribunal entiende. Es importante ante
todo que la motivación sea un todo coherente y uniformado.

Coherencia:
Que exista correspondencia entre los distintos planos de la sentencia, sin existir
contradicciones entre ellos, que se demuestre a partir de un razonamiento lógico.

Congruencia:
En las peticiones de las partes, y el fallo de la sentencia, no a los argumentos que se
utilizan en los fundamentos de derecho.
La racionalidad se evidencia a través de la motivación.
La motivación no se mide por la extensión de texto, sino por la claridad y calidad del
discurso.
La motivación no debe ser una enumeración material e incongruente de pruebas, ni una
reunión heterogénea de hechos, razones y leyes, sino un todo armónico formado por
elementos diversos que se eslabonen entre sí, que converjan a un punto a conclusión,
para ofrecer bases seguras y claras a la decisión que descansa sobre ella (1)
 (1) OJEDA, Lilia. "Interpretación Jurídica". Avezar, Asunción (2011). Pág. 81 – 84.
 (2) HERNÁNDEZ, Héctor. "Acción y norma Jurídica". Instituto Tomás
Moro; Universidad Católica de Asunción (2002).
 (3) BIONDO, Bernés. "Intorno alla romanita del proceso civile moderno". Biblios
(1934). Pág 430.
 (4) PETTIT, Eúgene. "Tratado Elemental de Derecho Romano". Heliasta.

Conclusión
La motivación de las resoluciones judiciales, no consiste ni debe consistir en una mera
declaración de conocimiento y menos en una manifestación de voluntad que sería una
apodíctica, sino que ésta ha de ser la conclusión de una argumentación ajustada al
tema o temas en litigio, para el interesado, destinatario inmediato pero no único, y
demás, los órganos judiciales superiores y también los ciudadanos, puedan conocer el
fundamento, la ratio decidendi de las resoluciones. Se convierte así conforme expresan
las mentadas resoluciones en una garantía esencial del justiciable mediante la cual, sin
perjuicio de la libertad del Juez en la interpretación de las normas, se comprobar que la
solución dada al caso es consecuencia de opa exégesis racional del ordenamiento y no
el fruto de la arbitrariedad.
La motivación es el centro neurológico que pretende y justifica el fallo, es decir, expresa
las razones que el órgano jurisdiccional ha tenido en cuenta para decir en el sentido en
que lo ha hecho. Significa demostrar, argumentar y para lograrlo no cabe limitarse a
expresar como se produjo determinada decisión.
La motivación de la tiene como fin principal garantizar el control de la sentencia,
convencer a las partes y a la sociedad en general de la correcta administración del
derecho, y verificar que la sentencia no es arbitrio del juzgador. De la correcta
motivación de la sentencia nacerá la confianza en los órganos jurisdiccionales y
ganaremos la paz social.
La falta de argumentación es un vicio formal y puede traer consigo la nulidad del
documento de la sentencia. Para evitar la falta de motivación, es menester observar en
las sentencias judiciales; la concresión, la suficiencia, la claridad, la coherencia, la
congruencia.
Para la administración de la justicia se debe elegir a magistrados inteligentes e
ilustrados, en cuanto se observa el aspecto profesional, pero, previamente a estas
condiciones necesitamos que el candidato honesto, de tal manera que pueda realizar
correctamente sus funciones – motivar la sentencia – ex profeso, en mi opinión.

La justificación.
Es la motivación jurídica. En términos generales, como sostiene María Cristina
Redondo, el acto de justificar puede ser por escrito u oral y está configurado por "un
enunciado que califica dicha acción como debida o permitida" "justificar una acción
consiste en brindar fundamentos generales a un enunciado normativo particular". La
explicación tiene un propósito descriptivo, en tanto que la justificación tiene un propósito
evaluativo o normativo. Como hemos visto, la motivación jurídica -equivalente a
justificación- tiene lugar en el contexto de justificación. En el ámbito de la teoría de la
argumentación jurídica la justificación consiste en las razones que el juez ha dado para
mostrar que su decisión es correcta o aceptable. Para nosotros, la justificación tiene
por finalidad que el Juez muestre que la decisión tiene razones de hecho y de derecho
que sustentan una sentencia objetiva y materialmente justa. La justificación responde
a la pregunta ¿por qué se debió tomar tal decisión?, ¿por qué la decisión tomada es
correcta?; o, para nosotros: ¿por qué la decisión tomada es objetiva y materialmente
justa? Por eso pensamos que no sólo se trata de exponer razones que muestren que
la decisión es razonable o simplemente correcta, sino que si consideramos que el
derecho tiene como uno de sus fines realizar el valor justicia, y el proceso tiene como
fin abstracto promover la paz social en justicia, entonces el Juez, a través de la
motivación, tiene el deber de mostrar las razones de la sentencia justa, acorde con
aquel valor superior del ordenamiento jurídico, los fines del proceso y el Estado
Democrático y Social de Derecho. La justificación debe ser de carácter juriidico, por ello
debe descartarse razones filosóficas, económicas, sociales, etc. La Constitución le
impone al Juez decidir, utilizando el derecho objetivo, de manera justa el conflicto de
intereses, porque el fin último del proceso es la justa resolución de litigio; de allí que el
juez tiene como contrapartida a su independencia, su vinculación a la Constitución y a
la Ley.

JUSTIFICACIÓN INTERNA Y JUSTIFICACIÓN EXTERNA


El contexto de justificación nos conduce a un escenario particular de la argumentación:
el necesario aporte de razones que a su vez determinen, racional y razonablemente,
por qué el juez falló en la forma que lo hizo.
De ahí la importancia de la existencia de un contexto de justificación pues a través del
mismo, como comunidad jurídica y bajo sustento constitucional, exigimos a los jueces
una tarea de justificación sólida, coherente y consistente. Si la decisión judicial adolece
de estas condiciones mínimas, se abren las puertas del necesario ejercicio de
corrección bajo las reglas del principio de pluralidad de instancias. En consecuencia,
una decisión judicial sin un ejercicio adecuado de argumentación, debe ser dejada sin
efecto por la instancia superior.
Veamos un ejemplo comparativo: al ser requerido el juez por el sentido de una decisión,
si adoptamos una visión de enunciación de la posición adoptada, o nos ceñimos más a
un contexto de descubrimiento, a dicho juez podrá bastarle con señalar que se trata de
su criterio jurisdiccional. Cambia dicho escenario si bajo las reglas del contexto de
justificación, el juez se ve impelido a señalar, a enumerar las razones por las cuales
adopta la posición en examen. Observemos pues que los ámbitos varían radicalmente.
En el primer caso, el Derecho solo aporta razones explicativas; en el segundo, se exigen
razones justificativas.

¿Por qué dividir la justificación en interna y externa? Fundamentalmente a efectos de


dividir la decisión en 2 planos: por la justificación interna, apreciamos si el juez ha
seguido un ejercicio de sindéresis lógica y revisamos, con insistencia, si el juez ha
seguido las reglas de la lógica formal.

Justificación interna, si el fallo ha sido cuidadoso en no entrar en contradicciones


manifiestamente incongruentes. Verificamos si las premisas fácticas de vulneración de
un derecho fundamental se adecúan y tipifican dentro de la norma tutelar constitucional
o infraconstitucional.

En realidad, la decisión judicial muchas veces constituye un conjunto considerable de


premisas mayores o principios, valores y directrices, a cuyo ámbito se remiten igual
número de hechos o circunstancias fácticas vinculadas a vulneraciones. En tal sentido,
podemos apreciar un número considerable de razones que exigen ser delimitadas a
través de un ejercicio lógico que denote que efectivamente hay una secuencia de
congruencia, de íter procedimental lógico y que no se han producido cuando menos
contradicciones entre las premisas mayores y las premisas fácticas, o entre los
principios rectores de tutela y las circunstancias de hecho expuestas.

La tarea del juez, en estos casos, es acometer con mucho cuidado su tarea de
construcción de argumentos y no podrá, en vía de ejemplo, resolver de forma
desestimatoria una pretensión vinculada al derecho fundamental a la salud, unida a la
norma-principio del derecho a la vida, si ya existe un antecedente jurisprudencial que
sienta doctrina constitucional respecto a una tutela.

El juez no podrá alegar que conoce el antecedente pero que considera restarle validez.
¿Por qué? Porque en caso de una sentencia denegatoria, en la cual desestima la
pretensión, cuando menos una de las construcciones lógicas- que no existe tutela del
derecho fundamental a la salud cuando sí existe en otro caso resuelto por el supremo
intérprete de la Constitución- devendría falsa.
Veamos esto con objetividad: creeríamos que el juez, al denegar el caso, infringiría un
principio de la lógica formal: daría como cierto un hecho falso. En consecuencia, se
consolida una manifiesta contradicción en su razonamiento y esa decisión es
susceptible de ser atacada por un problema de justificación interna.

Justificación externa, se acerca mucho más a una justificación material de las premisas:
implica un ejercicio de justificación que bien podría ser óptimo, cuando justifica su
decisión en base a la ley, la doctrina y la jurisprudencia,[3] o bien cuando recurre a un
ejercicio mínimo suficiente de la justificación, es decir, aporta cuando menos una
sustentación que satisface los requisitos liminares de una justificación suficiente.
En la justificación externa, atendemos fundamentalmente a que en los casos en sede
constitucional, los principios que justifican la decisión hubieren sido óptimamente
delimitados, y que los hechos que rodean el caso, hubieren correspondido a una
adecuada enunciación fáctica. Solo en esos casos, puede entenderse debidamente
cumplido el ejercicio de justificación externa.
Por tanto, toda decisión judicial debe satisfacer los estándares de justificación interna y
externa, en tanto la ausencia de una u otra, no permite la validez de la misma,
asumiendo que la validez es en rigor, un ejercicio de compatibilidad con la Constitución,
es decir, con los principios, valores y directrices de la Carta Magna.

Elabora un mapa conceptual.

Criterio Descripción %
Seguimiento de los parámetros formales para la
presentación y entrega de trabajos, incluidos en la primera
1. Forma 5%
parte de esta guía. Esto incluye, además, la buena
presentación general, en cuanto a orden y pulcritud.
Buen manejo del idioma, en cuanto a ortografía, sintaxis,
2. Idioma 15%
estilo y titulación.
Forma correcta de introducir y concluir el texto,
dependiendo del tipo de que se trate, ya sea que requiera
3. Conformación 10%
“introducción" y "conclusiones" de forma separada, o
integrando un todo con el resto del documento.
4.
Buen manejo argumentativo y de orden expositivo. 10%
Argumentación
Buen uso de fuentes y bibliografía, en cuanto a su
5. Fuentes pertinencia y también en cuanto al uso correcto de citas y 10%
referencias bibliográficas.
Manejo correcto de los conceptos principales de la
6. Contenido asignatura, lo cual incluye la conceptualización, la 50%
diferenciación y la contextualización.

PREGUNTA 3: (4 PUNTOS)

Argumentos de la interpretación.
Los cánones de la interpretación han sido objeto de muchas discusiones sobre su
formulación precisa, su jerarquía y su valor, que aquí vamos a obviar. Nos fijaremos en
su estructura lógica
(1) Norma R
(2) Regla del uso de las palabras W
(3) Norma concreta R

La función más importante de los cánones de interpretación consiste en la


fundamentación de tales interpretaciones y también pueden fundamentar normas no
positivas.
Los argumentos interpretativos aclaran la función de las formas de argumentación en
el discurso jurídico

Veamos algunas formas concretas de argumentos


1. Argumento semántico Cuando se justifica o se afirma como posible, con referencia
al uso del lenguaje, una interpretación. Los argumentos semánticos pueden usarse
para justificar, criticar o mostrar que una interpretación es admisible, al menos
semánticamente y lo pueden hacer del siguiente modo

(J.3.1) R’ debe aceptarse como interpretación de R, sobre la base de W


(J.3.2) R’ no puede aceptarse como interpretación de R, sobre la base de W
(J.3.3.) Es posible aceptar R’ como interpretación de R, y es posible no aceptar R’
como interpretación de R, pues no rigen ni W, ni W1

El uso de argumentos de esta forma implica la afirmación de la validez o de la no


validez de W y W1

2. Argumento genético Cuando se justifica una interpretación R’ de R, porque la misma


corresponde con la voluntad del legislador. Este argumento tiene dos formas
fundamentales: La primera consiste en afirmar que R’ era el objeto directo de la
voluntad del legislador. La segunda cuando se afirma que el legislador persiguió R
con los fines Z, Z1...y la validez de R en la interpretación R’ es necesaria para la
realización de Z.
(1) R es querido por el legislador
(2) Con R el legislador pretende alcanzar Z

Pero una premisa no se sigue de la otra, es necesaria una premisa adicional o regla
de inferencia que establezca: El que el legislador desee que R se interprete mediante
W es una razón para la validez de R’ U otras reglas de inferencia o premisas
adicionales (presupuestas)
(a) El que el legislador persiga R con el fin Z es una razón para que en la
aplicación de R sea obligatorio perseguir Z
(b) Si es obligatorio perseguir Z, entonces también es obligatorio cualquier
medio necesario para la realización de Z
Por lo tanto, la voluntad del legislador es sólo una razón para una interpretación. Esto
abre la posibilidad de razones en contra.

El esquema argumentativo sería así:


(1) Es obligatorio lograr el estado de cosas Z
(2) Si no se da M, entonces no se logra tampoco Z (es decir, M es una condición para
Z)
(3) Es obligatorio que se dé M

Las formas de la interpretación semántica incluyen enunciados sobre la validez de las


reglas semánticas; las de la interpretación genética enunciados sobre la voluntad del
legislador. Estos enunciados no suelen ser explícitos. Se afirma sencillamente que una
determinada interpretación expresa el tenor de la norma, la voluntad del legislador o el
fin de la norma. Sin embargo, el expediente de la voluntad del legislador en definitiva
remite a hechos, y de lo que se trata de establecer son hechos

3. Argumento histórico Cuando se aducen hechos que se refieren a la historia del


problema jurídico discutido, en cuanto a razones a favor y en contra de una
interpretación. El argumento sería así:
(1) Ya una vez se dio una determinada solución al problema que se discute
(2) Esta solución condujo a la consecuencia F
(3) F es indeseable
(4) Las situaciones no son entre sí tan distintas como para que F no ocurra hoy
(5) Por tanto, la solución en cuestión no es aceptable Este argumento presupone
conocimiento histórico, sociológico, económico y además incluye en (3) una
premisa normativa que tiene que fundamentarse

4. Argumentos comparativos En este tipo de argumentos se toma como referencia en


lugar de un estado de cosas jurídico anterior, un estado de cosas jurídico de otro
sistema o sociedad. La forma del argumento es igual a la anterior sólo que introduce
una premisa que establece el término de comparación. Contiene taimen argumentos
de muchos tipos y , entre ellos, uno normativo

5. Argumento sistemático Con esta expresión se comprende tanto la referencia a la


situación de una norma en el texto legal (concepto sistema externo de Larenz) como
la referencia a la relación lógica o teleológica de una norma con otras normas, fines
y principios. Aquí sólo se trata de esto último.

En sentido estricto sólo son sistemáticos los que se refieren a las relaciones lógicas
entre normas.

La forma más importante de un argumento sistemático es la indicación de una


contradicción normativa Si la interpretación R1, por medio de W, R’, contradice a la
norma R2, que debe reconocerse como válida, entonces tiene que abandonarse R1.

6. Argumento teleológico

No podemos adentrarnos en los conceptos de medio y fin y en los vinculados a ellos


tales como voluntad, intención, necesidad práctica y fin.

Los argumentos teleológico-objetivos no se refieren a fines de personas, sino a fines


racionales o prescritos en un sistema jurídico vigente.

El fin está caracterizado normativamente como un estado de cosas o un suceso


prescrito.

Veamos la estructura de la argumentación teleológica


(a) Estado de cosas prescrito OZ
(b) La interpretación R’ es necesaria para alcanzar o es un medio para Z
(c) Luego, interpretación R’

Como vemos (1) OZ es un enunciado normativo y (2) un enunciado empírico. Para


fundamentar la verdad de 2 necesitamos pruebas empíricas. Luego el argumento
teleológico remite a argumentaciones empíricas La fundamentación de (1)
corresponde a la validez de la norma que la contiene

Puede ocurrir que una norma o un grupo de normas no contengan un fin, sino que
establecen varios que o bien se excluyen entre sí o se pueden realizar limitándose
mutuamente. Aquí se debe mostrar como obligatoria una determinada combinación
de fines. Lo que presupone acudir a las reglas de preferencia.
a.- Métodos.
Conoce cada uno de los métodos de interpretación jurídica que existen.
Es muy importante como abogado conocer los métodos pues nos ayudarán en nuestra
vida profesional e inclusive en la vida diaria si sabemos aplicarlos a casos muy
específicos.
El método es el conjunto de pasos a seguir para llegar a un objetivo o conclusión en el
caso particular del tema al que hacemos referencia, el principal objetivo es poder
interpretar las normas, leyes, reglamentos y demás disposiciones legales de una
manera realista y coherente; por lo cual, los métodos que se analizarán a continuación
cumplen con ese objetivo.

1. INTERPRETACIÓN GRAMATICAL O LITERAL


Este método se concentra en poner atención en la manera como fue redactada la
disposición legal por parte del legislador, es decir analizar mediante las reglas
gramaticales y del lenguaje encontrar sentido a lo ahí mencionado, analizar
sencillamente las expresiones, recordemos que el legislador por obligación debería
redactar una ley para que cualquier ciudadano pudiera interpretarla.
La interpretación literal no siempre se reduce a otorgar un significado a partir de lo
que gramaticalmente expresa un texto, sino, por el contrario, debido a la ambigüedad
que podría presentar su redacción, pueden aplicarse la aplicación restrictiva y la
extensiva.
La primera de ellas denominada restrictiva se refiere a concentrarnos
exclusivamente en lo ahí dispuesto, mientras que la extensiva se refiere en ampliar
el significado de un texto, cuando el mismo no pueda ser comprendido claramente.

2. INTERPRETACIÓN SISTEMÁTICA
Este tipo de interpretación lo que busca es extraer dentro del texto de la norma
estudiada, un enunciado cuyo sentido tenga relación directa con el contenido general
de la norma, aunque podemos llegar a inconvenientes como el pensar que un solo
enunciado definirá el contenido de la misma, siendo que una norma está integrada
por un articulado que en conjunto dan sentido a la misma.

3. INTERPRETACIÓN HISTÓRICA
Se centra en analizar el contexto de las disposiciones jurídicas anteriores, debido a
que los mismos podrán influir al entendimiento de la actual.
Esto tiene un objetivo coherente en el hecho que, remontándonos a las disposiciones
anteriores podremos comprender que quiso decir el legislador y sobre todo, porqué
fue escrita dicha norma.
Lo cual genera dos tipos de interpretación, la estática y la dinámica o evolutiva:
La primera de ellas se centra en que una norma por más reformas que sufra no debe
de alterarse el objeto por el cual fue concebida.
La segunda de ellas que es la dinámica o evolutiva, se centra en que los cambios
que sufre la sociedad son objeto para cambiar si es necesario el objeto y contenido
de una norma que sea acorde con la sociedad actual.

4. INTERPRETACIÓN GENÉTICA
Comprende que cualquier norma fue creada por una necesidad de la sociedad, por
lo cual, dicha necesidad dio lugar a generar una disposición legal.
5. INTERPRETACIÓN TELOLÓGICA
Consiste en atribuir un significado a una norma o clausulado, analizando
primeramente la finalidad del precepto o pacto.
Esta finalidad y sus objetivos deben ser perceptibles, determinables y vinculados a
una realidad conocida.

6. INTERPRETACIÓN ACORDE AL USO INTERPRETATIVO DEL DERECHO


Dentro de cualquier investigación, es necesario realizar un análisis de las normas y
disposiciones legales, debido a que son ellas las que determinan todos y cada uno
de los comportamientos humanos en la sociedad.
En especial cuando hablamos de personas que están siendo sometidas a
procedimientos judiciales, recordando que las normas son creadas para que
favorezcan la posición del sujeto en desventaja.

7. INTERPRETACIÓN ANALÓGICA O EXTENSIVA


Consiste en interpretar la norma en base al sentido de la razón, el Juez explicado el
significado incierto de la norma, en base a la luz de otro ordenamiento no equívoca
o menos equívoca, invocando la analogía o similitud de dos previsiones.

b.- Criterios de justificación.


Conviene, en primer lugar, advertir que en todas las teorías que tratan de introducir
controles al razonamiento judicial encuentran también acomodo los ‘argumentos
técnicos’. Así, en la propuesta de Klug, los mencionados argumentos permiten justificar
‘lógicamente’ la decisión, aunque la lógica del Derecho es una parte de la lógica
aplicable a la Ciencia jurídica y que, por tanto, utiliza sus propios argumentos,
argumentos especiales que, tal y como son formulados por este autor, guardan
conexiones con los argumentos que los tribunales utilizan para justificar sus opciones
interpretativas. Este carácter especial de ‘la lógica jurídica’, da pie a Tarello para señalar
que la Lógica no suministra reglas para la interpretación, al contrario, en su opinión “el
razonamiento del intérprete sigue reglas argumentativas, reglas de argumentación
retórica que pueden ser eventualmente impuestas o vedadas, a todos los operadores
o a algunos de ellos, por normas de Derecho positivo”.

La insuficiencia tanto del ‘método jurídico tradicional’, cuanto, de los diversos ensayos
de construir una lógica jurídica, sirven de aliciente para el desarrollo de planteamientos
alternativos. En Viehweg, por ejemplo, se produce la crítica al sistema en tanto que
consecuencia de la expansión del capitalismo. Sin embargo, a su modo de ver la
articulación sistemática admite, en determinadas ocasiones, márgenes de incerteza
que sólo se pueden superar mediante una incorporación de la tópica. Los criterios de
interpretación del ‘método jurídico tradicional’, así como otros que, en ocasiones,
pretenden construirse desde los esquemas de la lógica, se presentan como ‘tópicos’.
La tópica, a mi modo de ver, permanece en la línea expresada en los planteamientos
anteriores: los jueces no deciden, investigan.

Perelman, por su parte, presenta la actividad judicial como esencialmente decisoria. La


justificación de las decisiones depende de la aceptación por parte del auditorio. Desde
este punto de vista es desde el que los criterios deben ser utilizados. En las teorías de
la argumentación, la justificación de la decisión jurídica debe realizarse desde el
esquema que suministra el discurso práctico racional.
En relación con la ‘motivación técnica’, en nuestro contexto, el primer requisito que debe
cumplir una decisión interpretativa para considerarse justificada es que sea presentada
como la interpretación de una norma válida. Esta cuestión, sin embargo, se ha visto
reformulada desde el nuevo ‘paradigma constitucionalista’. En general, para los autores
que podríamos situar en él, no es posible aceptar la validez de una decisión jurídica
que no esté además justificada. De este modo, pierde para ellos sentido la reflexión de
Tarello sobre el distinto control que se ejercita y, por tanto, el distinto carácter de la
justificación- sobre la actividad de los sujetos con autoridad para ‘crear’ la norma y la
que llevan a cabo los sujetos que la interpretan y aplican.

La nueva concepción de la labor del ‘intérprete’ se presenta a través de distintos


argumentos. Ya he tenido ocasión de hacer referencia a la teoría interpretativa de
Dworkin. Otro autor que puede ser citado, en esta línea, es R. Alexy, quien recurre a la
pretensión de corrección como elemento que permite mantener que la validez no es
una cuestión que se pueda plantear con independencia de la justificación.
Algunos autores, como he señalado en relación con Ferrajoli, diferencian entre validez
y vigencia para encontrar una denominación capaz de dar cuenta de la situación que
se produce cuando una norma que no es válida (porque no está justificada de acuerdo
con el conjunto de principios y valores constitucionalmente incorporados al Derecho)
resulta, a pesar de todo, respaldada mediante la posibilidad del uso de la fuerza.

Sin embargo, en las decisiones judiciales sigue estando presente un modo de justificar
las opciones interpretativas que utiliza argumentos específicamente jurídicos
argumentos que, como he dicho, son integrados como ‘argumentos especiales de la
lógica jurídica’, y también tienen un papel importante en la tópica, en la retórica y en las
teorías de la argumentación.

Los juristas en general, recurren a estos argumentos que, a pesar de los intentos
realizados, escapan a los esquemas de la lógica, pero que sin embargo presentan como
si estuvieran dotados de la misma fuerza de convicción. En relación con la
interpretación, desempeñan la función de presentar el significado propuesto como
consecuencia del texto normativo, de tal modo que la actividad del juez aparece como
una tarea de investigación a partir de unos materiales dados.

El objetivo del análisis que se pretende realizar a continuación, es mostrar que el


recurso a estos criterios no basta para considerar justificada la decisión interpretativa,
y ello por diversos motivos: no se trata de instrumentos vinculantes, son objeto de
diversos usos, no hay un catálogo tasado y se interpretan de formas diversas. Por estas
razones, tampoco constituyen un límite efectivo a la inventiva del intérprete. Sin
embargo, cuestionarnos el fundamento de su eficacia como instrumentos de persuasión
puede resultar útil para desentrañar las distintas teorías de la interpretación que se
manejan.

En primer lugar, conforme he señalado, los métodos no son vinculantes para el


intérprete, que puede optar por utilizar uno u otro de entre los distintos criterios. Puesto
que no son argumentos de tipo lógico, su fuerza de convicción es variable, y depende,
en buena medida, de que se cumpla con la exigencia de saturación, cosa que raramente
se produce en las decisiones jurisprudenciales.
Además, el uso que de ellos se hace no resulta unívoco, por lo que un problema
adicional que se presenta a la hora de estudiar los criterios de interpretación es
determinar cuándo son utilizados en su función argumentativa y cuándo en su función
interpretativa. Para encontrar una respuesta a este problema es necesario prestar
atención a la diferencia entre interpretación y argumentación. Diferencia que depende,
como no podía ser menos, de qué se entiende por argumentación. En términos
generales, parece que interpretar supone como hemos visto encontrar el significado de
un texto. Argumentar, por el contrario, supone ofrecer razones a favor de una
determinada interpretación. Cuando se entiende que la interpretación es una tarea de
investigación, es posible establecer diferencias entre los criterios que permiten
‘encontrar’ el sentido del Derecho y los argumentos que sirven para justificar que el
resultado derivado del Derecho a través de la interpretación (básicamente por ser el
‘racional’ o el ‘querido’) es el más adecuado. Sin embargo, cuando la actividad
interpretativa se concibe como una tarea de ‘creación de Derecho’, el recurso a los
criterios de interpretación permite mostrar el resultado como justificado (en cierto modo,
este es el papel que Ross les atribuye).

No existe, por otro lado, un catálogo cerrado de los criterios, directivas, pautas...de
interpretación. En el Derecho español, aparecen algunos de ellos recogidos en el
artículo 3 del Código civil, conforme al cual “las normas se interpretarán según el sentido
propio de sus palabras, en relación con el contexto, los antecedentes históricos y
legislativos, y la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas, atendiendo
fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquéllas”. Sin embargo, por un lado, los
juristas utilizan como argumentos interpretativos algunos que no aparecen en el Código
civil y, por otro, estas normas que contienen directivas interpretativas no son, a su vez,
‘interpretadas’ de forma homogénea.

No obstante, teniendo en cuenta la amplia tradición con la que cuenta en nuestro


entorno la referencia a los criterios literal, sistemático, teleológico, histórico y
sociológico, abordaré la reflexión sobre la justificación de la interpretación a partir de
ellos. Conviene recordar que este trabajo adquiere su sentido en un contexto concreto
de cultura jurídica que se desarrolla en coherencia con la concepción que se impone
con la codificación.

Estos criterios se introducen en los códigos por influencia de un autor crítico con el
movimiento codificador, Savigny. En esta originaria formulación “el elemento gramatical
de la interpretación tiene por objeto las palabras de que el legislador se sirve para
comunicarnos su pensamiento; es decir, el lenguaje de las leyes. El elemento lógico, la
descomposición del pensamiento ó las relaciones lógicas que unen a sus diferentes
partes. El histórico tiene por objeto el estado del derecho existente sobre la materia, en
época en que la ley ha sido dada; determina el modo de acción de la ley y el cambio
por ella introducido, que es precisamente lo que el elemento histórico debe esclarecer.
Por último, el elemento sistemático tiene por objeto el lazo íntimo que une las
instituciones y reglas del derecho en el seno de una vasta unidad”.

En su uso actual, sin embargo, estos elementos no encuentran una formulación unívoca
ni, a diferencia de lo que propone Savigny, constituyen un catálogo cerrado de los
posibles argumentos que pueden ser utilizados.
c.- Análisis de una sentencia
Las sentencias de los altos tribunales, en particular de los tribunales constitucionales,
exigen contar con una sólida justificación en atención a la trascendencia de sus
decisiones. Así, tales decisiones no solo pueden esperar ser aceptadas por el carácter
autoritativo del órgano que las expide, sino que deben aspirar a ser consideradas
legítimas por la corrección y por la justificación de sus argumentos, que permitan
hacerla ver como la mejor decisión posible a ser tomada en un determinado caso, tras
considerar todos los elementos e intereses relevantes.

Solo así es posible concretar la función de pacificación y realizar la justicia por medio
del Derecho. Lamentablemente, el análisis argumentativo realizado a esta sentencia
suscrita en mayoría la revela como una decisión argumentativamente deficiente y, por
tanto, injustificada.

PREGUNTA 4: (4 PUNTOS)

Análisis de un caso de carácter constitucional.

Analiza una sentencia del Tribunal Constitucional en la que se aprecie El desarrollo


argumentativo no amparado en el silogismo formal.

ANÁLISIS ARGUMENTATIVO DE LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL


CONSTITUCIONAL EN EL CASO PUCP

Analizar una argumentación jurídica implica atender a las razones que fundamentan
una determinada decisión en el Derecho, lo cual nos permite detectar sus puntos fuertes
y débiles, así como calificarla como una decisión correcta o incorrecta, según se base
en razones suficientes y adecuadas o no lo haga. El propósito de este trabajo es
analizar la argumentación jurídica contenida en la sentencia recaída en el Expediente
03347-2009-PA/TC expedida por el Tribunal Constitucional del Perú el pasado 17 de
marzo de 2010, y suscrita por cuatro magistrados, a propósito del recurso de agravio
constitucional presentado por la Pontificia Universidad Católica del Perú contra la
sentencia de la Octava Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima en la
controversia que mantiene contra el señor Walter Muñoz Cho.

LA ARGUMENTACIÓN JURÍDICA DEL VOTO EN MAYORÍA DEL TRIBUNAL


CONSTITUCIONAL
A partir de la lectura de la sentencia, es posible reconstruir del siguiente modo la
argumentación jurídica de los cuatro magistrados que suscriben la sentencia en
mayoría:

1. Un primer problema que se plantean los magistrados es el siguiente:


¿se debe declarar la nulidad de la sentencia de la Octava Sala Civil de la Corte
Superior de Lima? Esta pregunta es respondida negativamente por considerar que
«no existe vicio que acaree la nulidad de la sentencia, pues […] aparece suscrita por
los señores magistrados que emitieron sus respectivas ponencias, no afectándose
en modo alguno el sentido del fallo» (punto 6 del fundamento §1).
2. Un segundo problema está determinado por la competencia que tendría el Tribunal
Constitucional para resolver esta controversia. Así, la pregunta sería ¿es competente
el Tribunal Constitucional para conocer esta controversia? Esta pregunta es
respondida afirmativamente por considerar que la herencia es una materia
constitucionalmente relevante (punto 19 del fundamento §3).

3. Un tercer problema consiste en la siguiente pregunta: ¿los actos del demandado


amenazan los derechos constitucionales de la universidad? Para determinar si se ha
configurado la amenaza o no a los derechos de la PUCP, el Tribunal Constitucional
se plantea los siguientes subproblemas:

3.1. ¿Qué testamento debe prevalecer: el de 1933 o el de 1938? Esta pregunta,


planteada como «cuestión central» en la sentencia (punto I del fundamento 20),
tiene como respuesta que debe prevalecer el testamento de 1938. Esta
conclusión se basa, principalmente, en la doctrina, la jurisprudencia y la
legislación vigentes (punto VII.c del fundamento 20), así como en la analogía
entre los testamentos y las leyes, pues la ley posterior elimina a la anterior
(punto IX.1. del fundamento 20).

3.2. ¿La Junta de Administración debe participar en la administración de los bienes


de la PUCP tras haberse cumplido los veinte años del fallecimiento del testador?
Los magistrados responden a esta pregunta afirmativamente, pues consideran,
principalmente, la literalidad del testamento de 1938 (punto IX.3. del fundamento
20).

3.3. ¿Es válido el acuerdo de 1994 de la Junta de Administración? Este problema, a


su vez, plantea los siguientes subproblemas:

3.3.1. ¿Es posible aún cuestionar el acuerdo de 1994 de la Junta de


Administración? Consideran los magistrados que sí, por las siguientes
razones desarrolladas en el punto VII, b) del fundamento 20:
i. es un acuerdo administrativo, por lo que no le resulta de aplicación el
plazo legal para la revisión de los contratos;
ii. existen actos jurídicos, como las acciones de petición de herencia,
cuya acción de revisión resulta imprescriptible, situación análoga al
presente caso; y
iii. los miembros de la Junta de Administración están facultados para
exigir el cumplimiento de la voluntad del testador, derecho que no está
sujeto a un plazo legal.

3.3.2. ¿La presencia del representante del arzobispo validó el acuerdo de la


Junta de Administración? Los magistrados consideran que no, por las
siguientes razones desarrolladas en el punto VII, c) del fundamento 20:
i. el miembro designado por el arzobispado en la Junta de
Administración es un representante legal o un mandatario;
ii. el encargo de dicho representante en la Junta de Administración era
administrar los bienes heredados por la universidad;
iii. no surten efectos legales los actos de los representantes que excedan
el encargo asignado; y
iv. el representante del arzobispado en la Junta de Administración
excedió sus funciones por lo que dicho acto no puede surtir efectos
legales.
En suma, para los magistrados este acuerdo no es válido.

3.4. ¿La administración a perpetuidad de forma compartida de los bienes de la


PUCP afecta su derecho de propiedad? Los magistrados consideran que no se
afecta el derecho de propiedad de la PUCP porque no es un derecho absoluto.
El que así lo dijera el testador no es sino por la inercia de ciertas alocuciones
mantenidas en el lenguaje de los juristas (punto VII, a) del fundamento 20).

3.5. ¿La administración a perpetuidad de forma compartida de los bienes de la


PUCP afecta la autonomía universitaria? Los magistrados consideran que la
administración a perpetuidad de los bienes, de forma compartida con el
representante de una institución ajena a la universidad, no afecta la autonomía
universitaria por las siguientes razones desarrolladas en el punto VII, d) del
fundamento 20:
i. la Ley Universitaria señala que la autonomía universitaria se ejerce de
conformidad con la Constitución y las leyes;
ii. la autonomía universitaria no tiene carácter absoluto y puede haber
injerencias mientras no sean «irrazonables y desproporcionadas»,
pues ello la desnaturalizaría; y
iii. las injerencias en la autonomía de la PUCP no son irrazonables ni
desproporcionadas.
Sobre la base de la argumentación jurídica expuesta, los magistrados que
suscriben la sentencia en mayoría concluyen y resuelven declarar infundado el
recurso de agravio constitucional interpuesto por la PUCP.

ANÁLISIS DE LA ARGUMENTACIÓN JURÍDICA DE LA SENTENCIA EN MAYORÍA


Como intentaré demostrar, la argumentación jurídica del Tribunal Constitucional en la
sentencia bajo análisis es deficiente, por lo que la decisión en mayoría resulta
injustificada y arbitraria. Sin poder analizar el detalle de cada uno de los argumentos
presentados, es posible resumir los principales problemas de la sentencia en los
siguientes puntos:
a. No justifica adecuadamente su decisión en el tema que motivó el recurso de
agravio constitucional: la nulidad de la sentencia de la Corte Superior.
b. Se ocupa extensamente de un tema del que no debió ocuparse por no ser de su
competencia y, al desarrollarlo, lo hace mal. Desatiende, en consecuencia, el
objeto central del análisis de todo Tribunal Constitucional: el pedido de protección
de los derechos constitucionales planteados por la demandante.
c. Emplea una serie de recursos retóricos como el énfasis innecesario o la ironía,
que resulta inapropiado en un tribunal que pretende ser neutral e imparcial.
d. Los votos discrepantes revelan que no habría habido entre los magistrados una
sincera actitud argumentativa.

Seguidamente, expondré las razones en las que justifico estas ideas:

a. La sentencia no justifica su decisión sobre el tema para el que fue requerido


Lo que la PUCP solicitó al Tribunal Constitucional mediante el recurso de agravio es
que declare la nulidad de la resolución expedida por la Octava Sala Civil de la Corte
Superior de Justicia de Lima y, en consecuencia, que declare la estimación de la
demanda presentada por haberse obtenido los votos legalmente requeridos para tal
efecto.

Sin aportar argumento alguno que justifique su decisión, el Tribunal Constitucional


señala que:
[…] no existe vicio que acaree la nulidad, pues ésta [la sentencia de la Corte
Superior] aparece suscrita por los señores magistrados que emitieron sus
respectivas ponencias, no afectándose en modo alguno el sentido del fallo. Es
más, se ha seguido cuidadosamente el procedimiento que con motivo de la
desactivación de la Octava Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima
dispuso la Resolución Administrativa N° 292-2008-CE-PJSD (punto 6 del
fundamento §1).

El párrafo transcrito nada justifica. Únicamente, se limita a constatar una situación


que, a entender de los magistrados que suscriben la sentencia en mayoría, resulta
regular sin dar mayores razones para dicha conclusión. No se pronuncia en absoluto
sobre los argumentos de la demandada en los que fundamenta por qué considera
que se habían obtenido los votos suficientes para considerar fundada la demanda.
La mención de que una situación es regular no la convierte en regular; simplemente
refleja una decisión injustificada al no haberse expresado las razones que la
sustentan y revelan una actitud elusiva hacia el problema materia de la controversia
en esta instancia.

Al respecto, resulta relevante que los dos votos discrepantes que se in cluyen en la
sentencia desarrollen este punto al inicio de sus respectivas argumentaciones.
Aunque no resultan favorables a la demanda de la universidad, resulta imprescindible
pronunciarse sobre aquello que las partes someten a la decisión del tribunal. En este
punto resulta pertinente citar el Código Iberoamericano de Ética Judicial que, en su
artículo 25, señala que «[…] la motivación debe extenderse a todas las alegaciones
de las partes, o a las razones producidas por los jueces que hayan conocido antes
del asunto, siempre que sean relevantes para la decisión».

b. La sentencia se ocupa extensamente de una materia que no es de su


competencia y, al hacerlo, lo hace mal.
Un segundo problema es que los magistrados que suscriben la decisión en mayoría
se ocupan de una materia que no le correspondía: la interpretación de las
disposiciones testamentarias. Además de no ser materia constitucional, se trata de
un aspecto de la controversia que está siendo conocido por los jueces ordinarios. Al
hacerlo, contraviene lo señalado en el artículo 139, inciso 2, de la Constitución, según
el cual «ninguna autoridad puede avocarse a causas pendientes ante el órgano
jurisdiccional ni interferir en el ejercicio de sus funciones […]».

Con ello no pretendo señalar que el Tribunal Constitucional no tenía nada que decir
respecto a esta controversia. En la medida en que había derechos constitucionales
amenazados, resultaba pertinente su pronunciamiento; sin embargo, resulta
sorprendente que el único derecho constitucional del que se ocupa integralmente es
un derecho que no fue invocado por la demandante.
En efecto, la PUCP solicitó la protección de su derecho a la propiedad, a la
autonomía universitaria y a la inmutabilidad de los acuerdos; por el contrario, los
magistrados que suscriben la sentencia en mayoría desarrollan toda su
argumentación sobre la base del derecho a la herencia, que constituye el principal,
si no el único, interés del demandado.

Incluso cuando no les correspondía pronunciarse sobre la interpretación de los


testamentos de José de la Riva Agüero, el Tribunal Constitucional bien pudo dar
algunas pautas generales sobre cómo pueden ser interpretados los testamentos en
el marco de un Estado Constitucional. Lejos de ello, al interpretar las disposiciones
testamentarias, los magistrados que suscriben la sentencia en mayoría no ponderan
los distintos principios y valores constitucionales involucrados; para ellos, el
contenido del derecho a la herencia es la medida a partir de la cual ha de entenderse
el derecho de propiedad y la autonomía universitaria.

En efecto, empeñados en imponer una lectura formalista del testamento, los


magistrados llegan a una interpretación desconcertante para un órgano al que se le
confía la defensa de la Constitución y la protección de los derechos constitucionales.
Sin considerarlo siquiera un asunto controvertible, el Tribunal Constitucional califica
como «clarísima» la voluntad del testador de imponer a perpetuidad a la universidad
una Junta de Administración de los bienes heredados.

De este modo, al haber más de una lectura posible según la literalidad de los
testamentos, los magistrados optan por aquella que resulta más lesiva a los derechos
constitucionales cuyo amparo fue solicitado por la PUCP. Considérese que las partes
mantienen distintas interpretaciones de los testamentos de Riva Agüero —
controversia que es de conocimiento de los tribunales ordinarios—. La PUCP
propone una lectura conjunta de los testamentos de 1933 y 1938 que, respetando la
literalidad de sus textos, sea deferente a los distintos principios y valores
involucrados —como el respeto a la voluntad del causante, el principio de
conservación de los testamentos, el derecho de propiedad o la autonomía
universitaria—. Mientras tanto, el demandado asume una cierta interpretación literal
del testamento de 1938, cuyo efecto sería lesivo a los principios ya mencionados.
Por ello, si algo debió hacer —y no hizo— el Tribunal Constitucional era señalar que
la interpretación de los testamentos, como de cualquier acto jurídico público o
privado, ha de ser armonizada con el marco constitucional establecido, de tal forma
que ante una discrepancia sobre el significado de las disposiciones testamentarias
ha de optarse por aquella que, respetando los criterios interpretativos de los
testamentos, sea la que de mejor modo realice los principios y valores
constitucionales que pudieran verse afectados. Por el contrario, estos magistrados
hicieron —y no debieron hacer— una interpretación del significado de los
testamentos de este caso en particular —inmiscuyéndose en asuntos de otros
tribunales— de la forma más lesiva posible a los derechos de la demandante, en
concreto, al derecho a la propiedad y a la autonomía universitaria.

Es más: resulta elocuente —lo que será desarrollado más adelante— el énfasis que
pone en ciertas expresiones, principalmente en las que pretenden justificar que no
existe afectación a los derechos o intereses de la PUCP. Así, por ejemplo, cuando
desarrolla lo referido a la autonomía universitaria, cita una sentencia anterior para
recordar que esta institución se desnaturalizaría si se efectúan injerencias
irrazonables y desproporcionadas. Sin embargo, añade: «[…] pero sólo eso: efectuar
injerencias irrazonables y desproporcionadas, que evidentemente no es el caso, ni
lejanamente. Muy por el contrario, en lo que debemos hacer énfasis es que, la
autonomía universitaria se ejerce de conformidad con la Constitución y las leyes»
(punto VII, d, del fundamento 20). Si la dependencia a un ente externo a perpetuidad
para la administración de los bienes propios no es «ni lejanamente» una injerencia
irrazonable y desproporcionada, es difícil imaginarse un supuesto que sí lo sería.

Sobre esta línea, se advierte que el afán de estos magistrados por desarrollar
plenamente el derecho a la herencia, en desmedro de los derechos cuya protección
solicita la universidad, los lleva a analizar temas que exceden de su competencia —
como la interpretación de las disposiciones testamentarias—; cometen, en el camino,
una serie de tropelías argumentativas cuya consecuencia es esta arbitraria decisión.

Así, por ejemplo, los magistrados toman como un presupuesto aquello que debe ser
demostrado o justificado, pues es sobre lo que vienen discutiendo las partes. En
efecto, en el considerando número 20, señalan como cuestión central lo siguiente:
«el tema primordial de todo el contencioso que viene a este supremo intérprete, es
determinar cuál de los testamentos debe prevalecer». Con esta frase, estos
magistrados dan por asumido aquello que deberían justificar, es decir, que uno de
los dos testamentos ha de prevalecer —que es la tesis del demandado—; o, en otros
términos, asumen que no es posible una lectura conjunta y armónica de ambos
testamentos —que es la tesis propuesta por la universidad—. Implícitamente,
asumieron como propia y de forma injustificada la posición del demandado e
incurrieron en la falacia de petición de principio.

Planteada así la dicotomía, atribuye a la universidad la postura de quien defiende la


intangibilidad del testamento de 1993 frente al redactado en 1938. Puesta la
universidad en tal situación, los magistrados la comparan como la de quien asume
que una ley posterior no modifica una anterior, por lo que se permite calificar a la
posición que a su entender asume la universidad como de un «absurdo jurídico».
Literalmente señala:
El testamento de 1933 no puede prevalecer, bajo ningún pretexto, sobre uno
posterior, como es el testamento de 1938. Pretender tal cometido sería
abandonar el primer axioma de la técnica jurídica para una correcta
interpretación de testamentos sucesivos: la prevalencia del testamento posterior
por representar la última voluntad del testador (punto IX, 1 del fundamento 20).

Lo anterior revela, por decir lo menos, una actitud poco deferente hacia la PUCP,
pues por el modo como presenta sus argumentos termina haciéndolos ver como
razones insostenibles por el sentido común. Esta conducta se corresponde más con
la que suele presentar una parte en un conflicto, pero no con la de un tercero
imparcial. La PUCP no ha sostenido la intangibilidad del testamento de 1933
respecto al de 1938, sino que, en aplicación del principio de conservación de los
testamentos, plantea una lectura conjunta de ambos documentos de forma tal que,
respetando la voluntad del testador y la literalidad de los testamentos, se garanticen
plenamente, además, los distintos bienes constitucionales involucrados, como el
derecho de propiedad y la autonomía universitaria. Hacer ver que la universidad,
contraria a toda racionalidad, se aferra únicamente al texto del testamento de 1933
es tergiversar sus argumentos para presentarla como una parte que no admite,
siquiera, lo que por sentido común cualquier persona racional estaría dispuesta a
admitir.

Además de la falacia señalada en el punto precedente, es posible advertir algunas


otras. Como se sabe, las falacias son argumentos aparentemente sólidos pero que
encubren una trampa lógica que, una vez detectada, las revelan como malos
argumentos.

Así, en el punto IX, 3, c) del fundamento 20, señalan los magistrados: «[…] parece
poco creíble que una universidad que alberga en su seno una planta de alta calidad
de abogados y que es formadora de alumnos para prepararlos en esta importante
profesión, durante tan largo período, no hubiere sido capaz de advertir cualquier
incongruencia en los trabajos de la Junta Administradora». El efecto persuasivo de
este argumento es evidente: apela al prestigio y a la autoridad de los abogados y
docentes de la PUCP para justificar que el único modo de entender el testamento es
reconociendo la perpetuidad en el mandato de la junta para administrar los bienes
heredados por la PUCP. Pensar lo contrario sería desafiar el prestigio y autoridad de
tales profesionales; por ello, no sería creíble.

Este argumento es falaz, pues, presentado de forma entimemática —es decir, con
omisión de alguna de sus premisas—, asume hechos que no son necesariamente
verdaderos. En efecto, para que la conclusión esté justificada —que el
comportamiento de los docentes y abogados de la PUCP avale la perpetuidad de la
labor administrativa de la junta—, requiere tener una serie de premisas no
explicitadas, entre ellas, que tales docentes y abogados conozcan los testamentos y
que conozcan de la existencia y detalle del trabajo que realizó la Junta de
Administración. Es indudable que conocer tales situaciones no forma parte del
trabajo del docente, puesto que su relación con la universidad no es la de un asesor
jurídico sino, precisamente, la de un docente e investigador. Apelar, pues, al prestigio
de los docentes y abogados formados en la PUCP para justificar la perpetuidad de
las labores administrativas de la junta es una falacia.

En otro punto, la sentencia señala que «[…] si el temor o duda del testador llega
hasta la propia existencia de la universidad, es lógico que también pueda haber
albergado similares temores respecto a la eficiencia de su propia conducción. El que
teme por lo más, teme con fundada razón por lo menos» (punto IX, 3, b) del
fundamento 20).

Aquí los magistrados emplean un argumento analógico a fortiori; sin embargo, la


corrección del razonamiento por analogía exige que exista una acreditada relación
de semejanza entre los elementos a ser comparados —en este caso, entre
«existencia» y «conducción eficiente»—. Lo primero está acreditado; lo segundo es
asumido y no justificado, pues la única razón para fundamentar tal relación es que,
a entender de los magistrados, resulta lógico pensarlo. Sería lógico pensar que si el
testado tenía dudas sobre si la PUCP existiría al vigésimo año desde su muerte,
también las tendría respecto del décimo año desde su muerte; sin embargo,
plantearlo entre «existir» y «ser adecuadamente conducido» exige una justificación
que los magistrados omiten. Por ello hacen de este argumento uno injustificado.
c. El estilo de la sentencia.
Otro punto a ser destacado tiene que ver con la dimensión pragmática de la
argumentación jurídica: es decir, todos aquellos elementos y recursos empleados en
la argumentación con el objetivo de persuadir a otros, por ejemplo, mediante ciertas
actitudes. Es una dimensión propia de las partes en un debate, por lo que resulta
marginal en la decisión de un tribunal, salvo en lo que se refiere a los votos
discrepantes. No obstante, en la decisión de la mayoría de los magistrados destacan
ciertos recursos retóricos, como el énfasis o la ironía, por demás inadecuados en la
decisión de un tribunal.

En efecto, en la sentencia en mayoría abunda el énfasis —mediante el subrayado y


el resaltado de ciertas frases—, en contraste con el texto de los votos discrepantes
que también emplean, aunque de forma moderada, este recurso. El énfasis resulta
conveniente sobre todo para resaltar ideas centrales en textos extensos que
permitan una mejor comprensión al lector de la sentencia; sin embargo, en este punto
no me refiero a este uso del énfasis, sino al empleo de frases hechas de modo que,
al ser formuladas, pretenden dar por concluida una discusión, aunque no por la
solidez de la argumentación sino por lo altisonante de las frases empleadas. Su uso
revela una suerte de hartazgo o de incomodidad ante la discusión. Equivale a alzar
la voz durante un debate o discusión o a dar un golpe sobre la mesa. Ello podría ser
explicable en las partes, pero resulta injustificable en el decisor. Revela imposición y
parcialidad cuando es empleado por un decisor y niega la oposición de ideas.

Así, es más que elocuente que en dos oportunidades los magistrados terminen un
argumento con la frase «y punto» (punto VII, c y IX, 3, b, ambos del fundamento 20),
que es del todo extraña a la redacción empleada por el Tribunal Constitucional
durante todos los años en que funciona. En esta misma línea, se advierten frases del
tipo «resultaría un despropósito» (IX, 3, a del fundamento 20) o «a todas luces resulta
incongruente» (IX, 3, a del fundamento 20), entre otras.

En cuanto a la ironía, al igual que el énfasis, equivale a un recurso retórico que una
parte emplea, durante un debate, para motivar la exasperación de la otra. Es
igualmente explicable en las partes, pero injustificable por el decisor, quien, actuando
desde la imparcialidad, no puede incluir expresiones que insinúen burla o
menosprecio hacia los argumentos de alguna de las partes. Curiosamente, la ironía
solo se emplea para hacer referencia a ciertos argumentos de la PUCP.

Así, por ejemplo, califica como «pretextos» las razones de la PUCP para no
considerar vigente el mandato de la Junta de Administración (punto IX, 1 del
fundamento 20). En otro momento, con indudable sarcasmo, califica como
«ingeniosos argumentos» la supuesta —e inviable— interpretación de la PUCP para
preferir el testamento de 1933 ante el de 1938 (punto I, del fundamento 20).

Cuando se refiere a los temores, expresados en el testamento de 1933, del testador


sobre la duración de la existencia de la universidad por sobre lo que infiere
gratuitamente, como ya se vio, de que tales temores se extenderían al modo como
se conduce la PUCP, señala con inocultable ironía —además de basarse en hechos
falsos— lo siguiente:
[…] el hecho de que el Arzobispo deba enfrentar ahora acciones legales, que
pretenden eliminar la participación de la Junta en la administración de los bienes
heredados por la PUCP, en contra de la voluntad del causante, sólo nos lleva a
pensar en cuán fundados y justificados fueron los temores de Riva Agüero (punto
IX, 3, b del fundamento 20).

Precisamente en este último fundamento se advierte un extenso y desconcertante


argumento completamente fuera de lugar en la sentencia. En él los magistrados se
proyectan a un escenario dentro de cincuenta o sesenta años en el futuro y
especulan sobre posibles nombres que entonces pudiera tener la PUCP. No hay
modo de entender la pertinencia de este argumento como fundamento de la
sentencia ni que pudiera originarse en un tribunal que pretende ser neutral, más aún
cuando termina como un encendido alegato en favor de los intereses del
demandando:

A este prominente peruano [José de la Riva Agüero y Osma] no le asaltó la idea


de si la Universidad estaría en manos de Jesuitas, Dominicos o Franciscanos; si
encausaban su fe en la línea Opus Dei, del Padre de Andrea, Sodalicio u otros.
Él solo pensaba en la Jerarquía Católica, Apostólica y Romana, y punto. Hay
que respetar, constitucionalmente, la voluntad del testador.

d. ¿Qué revelan los votos discrepantes?


Un punto final a ser analizado está referido a los dos votos extensos singulares que
contiene la sentencia. Si bien en el Derecho es perfectamente admisible, y en
ocasiones saludable, la discrepancia como resultado de una argumentación,
sorprende que esta consista en posiciones abiertamente contrarias a todo lo indicado
en los temas centrales por los magistrados que suscriben la sentencia en mayoría.
La discrepancia excepcional y que versa sobre fundamentos últimos de ciertas
instituciones jurídicas o del propio concepto del Derecho es consustancial a la labor
de los órganos decisores colegiados. Sin embargo, la explícita contradicción de los
temas centrales del recurso, más que una discrepancia, revelaría una actitud
renuente a someterse al debate y fuerza de las razones. No es posible discrepar
tanto y de forma tan profunda en puntos que se solicitan en el recurso de agravio
constitucional; al hacerlo, solo se puede asumir que el debate no fue suficiente y que
una de las partes asume una posición injustificada.

En efecto, opina el magistrado Beaumont que los recursos y la demanda de la PUCP


debieron ser considerados improcedentes al no haberse acreditado la existencia de
una amenaza real a los derechos fundamentales de la parte demandante. Por su
parte, el magistrado Eto Cruz concluye que la demanda debió ser declarada fundada
por considerar amenazados los derechos constitucionales invocados por la parte
demandante.

De la sentencia en mayoría ya se ha comentado bastante; por ello, cabría destacar


lo ponderados que resultan estos votos singulares en lo que se refiere a aspectos
formales y sustanciales, respectivamente. Lejos de asumir posiciones parcializadas,
estos magistrados, considerando los hechos y el Derecho, se ocupan de lo que debió
ocuparse el Tribunal Constitucional, es decir, por una parte, analizar la procedencia
formal del recurso (¿se trata de un materia constitucional?, ¿existe amenaza a los
derechos de la PUCP?, ¿debe anularse la sentencia de la Corte Superior?) y, por
otra, del fondo del asunto, es decir, la protección de los derechos constitucionales
invocados (¿los testamentos pueden ser interpretados de tal forma que afecten
gravemente un derecho constitucional?). El contraste de estos votos con el de la
mayoría es evidente, pues las carencias de este último —que, precisamente,
constituyen los puntos centrales de la discusión constitucional— se corresponden
con las fortalezas de los primeros.

PREGUNTA 5: (4 PUNTOS)

Teoría del caso especial de Robert Alexy.


Indica, a través de ejemplos, la teoría del caso especial.
A partir de la comprensión de la tesis del caso especial como un intento por dar cuenta
de la doble vertiente de la argumentación jurídica (su carácter autoritativo, institucional
o real, por un lado, y su dimensión libre, discursiva o ideal, por otro) Alexy se propone
defender esta tesis frente a las críticas tomadas en consideración o realizadas por
Jürgen Habermas en su libro Facticidad y validez. En primer lugar, Alexy defiende su
tesis frente a la crítica que sostiene que las limitaciones que existen en los
procedimientos judiciales excluirían su comprensión en términos de teoría del discurso.
En segundo lugar, el autor hace hincapié en que la tesis del caso especial que él
defiende implica que la argumentación jurídica ha de entenderse como un caso especial
del discurso práctico general y no meramente del discurso moral tal y como es definido
por Habermas. Y, por último, defiende la tesis del caso especial contra la objeción de
que los argumentos prácticos generales cambiarían su carácter al pasar a formar parte
del Derecho; para ello propugna concebir de manera procedimental la integración de
los argumentos prácticos generales en el contexto jurídico.

La teoría discursiva del Derecho comprende un conjunto de temas que van desde el
problema del conocimiento práctico hasta la teoría de la democracia, pasando por el
sistema de derechos. Entre estas materias, la teoría de la argumentación jurídica se
encuentra más cerca de la práctica jurídica. Esto le permite convertirse en una especie
de piedra de toque para la corrección de la sobrearqueada idea de la racionalidad
discursiva en el Derecho. La teoría de la argumentación jurídica puede desempeñar
este papel porque se encuentra intrínsecamente conectada con todos los elementos
del sistema jurídico. Dos ejemplos pueden servirnos de ilustración. El primero se refiere
a la relación entre el proceso democrático y la argumentación jurídica. El proceso
democrático, que tiene por resultado las decisiones parlamentarias, suministra los
puntos de partida más importantes para la argumentación jurídica en un Estado
constitucional democrático: las leyes. El segundo ejemplo serían los derechos
fundamentales. No basta con que un proceso constitucional concluya con la adopción
de un catálogo de derechos fundamentales; éstos tienen que ser interpretados e
implementados. Esto puede ser nevado a cabo, en parte, por la legislatura; pero si el
propio legislador está sometido a los derechos fundamentales, deberá existir un tipo de
argumentos sobre si un acto u omisión legislativa viola o no los derechos
fundamentales. Los argumentos que interpretan los derechos fundamentales de una
determinada constitución son argumentos jurídicos, de manera que existe una relación
necesaria entre los derechos fundamentales, que vinculan a todos los poderes del
Estado, y la argumentación jurídica. Estos dos ejemplos muestran que la
argumentación jurídica tiene una doble vertiente. Por un lado, participa intensamente
en el carácter autoritativo, institucional o real del Derecho. Esto puede observarse en el
papel que las razones autoritativas desempeñan en los argumentos jurídicos y en el
marco institucional del razonamiento jurídico, papel que conduce, en última instancia,
no sólo a sugerencias y propuestas, sino también a decisiones definitivas de los
tribunales, impuestas, si fuera necesario, por el poder. Por otro lado, el razonamiento
jurídico permanece estrechamente conectado con lo que puede llamarse la vertiente
libre, discursiva o ideal del Derecho. La necesidad de razonamiento jurídico, como algo
más que la mera subsunción y, en cuanto tal, más que la mera ejecución de lo
autoritativo, surge de la frecuentemente mencionada textura abierta del material
autoritativo (Hart, 1994, 126 Y ss.). El razonamiento en defecto de material autoritativo
puede, por definición, no estar determinado únicamente por lo que es autoritativo. Este
razonamiento puede resultar libre hasta un cierto grado. Por lo que respecta a los
precedentes, la libertad es incluso mayor. Al margen de su mayor o menor carácter
autoritativo, todo el mundo es libre para criticar las decisiones judiciales con argumentos
jurídicos. Tal crítica puede llevar a la revisión de una sentencia por un tribunal superior
o a su revocación por un tribunal que, posteriormente, decida un caso similar. Una
buena teoría de la argumentación jurídica debe dar cuenta tanto de la vertiente
autoritativa, institucional o real del razonamiento jurídico como de su dimensión libre,
discursiva o ideal, La tesis del caso especial (Sonderfallthese) que es objeto de mis
consideraciones es, precisamente, un intento de conseguirlo.

La tesis del caso especial establece que el discurso jurídico es un caso especial del
discurso práctico general (Alexy, ]989 a, 205 y ss.), Se basa en tres razones. La primera
radica en que la discusión jurídica, al igual que la argumentación práctica general, se
refiere, en definitiva, a lo que es obligatorio, prohibido o permitido, es decir, a cuestiones
prácticas. La segunda razón consiste en que en el discurso jurídico surge, al igual que
en el discurso práctico general, una pretensión de corrección. Ambos tipos de
argumentaciones son, por tanto, discursos. La tercera razón establece que la
argumentación jurídica es un supuesto de caso especial, porque la pretensión de
corrección del discurso jurídico es distinta a la del discurso práctico general. No se
refiere a lo que es absolutamente correcto, sino a lo que es correcto en el esquema y
con las bases de un orden jurídico válidamente imperante. Lo que es correcto en un
sistema jurídico depende esencialmente de lo que es fijado autoritativa o
institucionalmente y de lo que encaja con ello. No debe contradecir lo autoritativo y debe
ser coherente con el conjunto. Para expresarlo brevemente podría decirse que la
argumentación jurídica ha de estar vinculada a las leyes y a los precedentes y tiene que
observar el sistema de Derecho elaborado por la dogmática jurídica

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